Seductores II- 2



Wonwoo miró por la ventana y se quedó paralizado al ver que una reluciente limusina le tapaba la vista del jardín. ¿Quién podía ser sino Kim Mingyu?
Reaccionó y corrió al salón a recoger los juguetes que había tirados por la alfombra. El timbre sonó justo antes de que se incorporase. Se echó un vistazo en el espejo y al ver el miedo en sus ojos  y su extrema palidez se frotó las mejillas para devolverles el color mientras el pánico le hacía pensar a toda velocidad.
¿Qué demonios hacía allí Mingyu? ¿Cómo había averiguado dónde vivía?
¿Y por qué razón querría saberlo? El timbre volvió a sonar, estridente y amenazante. Recordaba muy bien la impaciencia de los Kim.
Empujado por un mal presentimiento, Wonwoo abrió la puerta.
—Sorpresa… sorpresa… —Mingyu arrastró suavemente las palabras.
Desconcertado por la suavidad de aquel saludo, Wonwoo se quedó inmóvil, reacción que él aprovechó para atravesar el umbral. Se volvió a mirarlo mientras su mano caía del pomo de la puerta. Sintió como un pulso diminuto comenzaba a latir a toda velocidad en su garganta impidiéndole hablar.
—¿Qué fue de aquel desayuno? —susurró Mingyu con suave sorna.
Una oleada carmesí tiñó la palidez de Wonwoo en un contraste tan fuerte como el de la sangre sobre la nieve. Una sacudida le recorrió el cuerpo al comprobar que él había logrado derribar el muro de contención que había construido para que no afloraran los recuerdos de la noche del funeral de Jenny, justo dos años antes.
Resistiéndose, apartó la mirada, avergonzado y tenso al no poder creer que él se hubiera atrevido a asestarle aquel golpe. Pero, ¿había algo que Mingyu no se atreviese a hacer? La última vez que se habían mirado a los ojos se habían encontrado mucho más cerca. Él le había despertado y le había dicho en un murmullo terriblemente frío y autoritario:
—Prepárame el desayuno mientras me ducho.
Al acordarse, sintió vértigo y se le revolvió estómago como si hubiese bajado demasiado rápido en un ascensor. Habría hecho cualquier cosa con tal de olvidar la burla cruel de aquella mañana.
Para cuando él salió de la ducha, Minwoo se había marchado. Había enterrado su error tan profundamente como había podido, sin confiárselo a nadie, y de hecho había decidido llevarse aquel secreto a la tumba.
Se avergonzaba de todo lo que había pasado aquella noche y era muy consciente de que Mingyu no había sentido ni de lejos algo parecido a la vergüenza o la turbación. Le consternaba descubrir que incluso después de dos años sus barreras de protección seguían resultando irrisorias. Tanto que él todavía podía hacerle daño pensó con abatimiento.
—Preferiría no hablar de eso —dijo Wonwoo fríamente volviendo a la realidad.
Irritado ante aquella respuesta tan remilgada, Mingyu abrió de golpe la puerta principal con mano autoritaria y entró en la casa. A Wonwoo no le había cambiado el gusto: si le hubiesen mostrado fotos del interior de aquella casa, enseguida se habría dado cuenta de que era la de él. La habitación estaba llena de macetas, libros apilados y telas florales desvaídas. Nada parecía pegar con nada, pero aun así había conseguido otorgarle una sorprendente sensación de elegancia y estilo.
—¿Y de por qué saliste hoy corriendo de la iglesia? —preguntó Mingyu en un tono suave como la seda pero infinitamente más perturbador.
Sintiéndose atrapado, pero dispuesto a no reaccionar de forma exagerada, Wonwoo fijó la vista en su elegante corbata de seda gris.
—No salí corriendo, sencillamente  llevaba  prisa.
—Pero no te pega nada ignorar el ritual social de estos eventos — censuró Mingyu con suavidad—. Y además, experimenté otra novedad. Eres el único que huye de mí.
—Quizá sea porque te conozco mejor que los demás —Wonwoo deseó taparse la boca horrorizado por dejar escapar aquella respuesta. Estaba furioso consigo mismo, porque con una única y estúpida frase había traicionado el miedo, la rabia, la amargura y el odio que habría preferido ocultarle.
A Mingyu no le hizo ninguna gracia aquella frase vengativa. Hizo saltar la ira que siempre llevaba escondida bajo su apariencia fría y calmada. Todos los jóvenes y mujeres hacían lo imposible por halagarle y siempre estaban pendientes de sus palabras, pero Wonwoo parecía decantarse por la mordacidad. No había olvidado aquella noche sorprendentemente agradable en que se había mostrado dulce en lugar de hiriente con él. Aquello le había gustado, y habría preferido encontrar en él la misma actitud, ya que no soportaba que lo censurasen.
Sus ojos brillaron cautelosos bajo las tupidas pestañas.
—Es posible —reconoció Mingyu fríamente.
Hubo una larga pausa y Mingyu se tomó su tiempo para observarlo, recorriéndolo con la mirada con un descaro tan natural en él como su agresividad. Se detuvo un rato en sus inquietos ojos, descendió hasta sus labios carnosos, que destacaban sobre la piel de melocotón, y finalmente fue bajando la vista. Para él resultaba una novedad saber que esa vez le abofetearía si se atreviese a tocarlo. Después de todo, no sería la primera vez, y estuvo a punto de sonreír al acordarse: fue la primera y única vez que lo habían rechazado.
Terriblemente consciente de aquella tasación descaradamente sexual e incapaz de soportarla por más tiempo, Wonwoo se sonrojó y le dijo bruscamente:
—¡Ya basta!
—¿Ya basta de qué? —gruñó Mingyu, tremendamente excitado a pesar de que su intuición le advertía que algo no iba bien. Al volver a mirarlo a la cara, detectó su miedo y se preguntó por qué estaría tan asustado. Él nunca se había mostrado así en su presencia, ni le había rehuido la mirada. Se sintió un poco decepcionado, incluso siendo consciente de que algo pasaba y preguntándose qué era.
—¡De mirarme así! —por primera vez en dos largos años, Wonwoo era plenamente consciente de su cuerpo y le enfurecía comprobar que él lograba afectarlo con tanta facilidad.
Mingyu dejó escapar una risa tosca y masculina.
—Es normal que te mire.
—Pues no me gusta —dijo apretando los puños para refrenarse.
—Qué tozudo eres. ¿Y no vas a ofrecerme un té, o a pedirme que me quite el abrigo y tome asiento? —le reprochó.
Wonwoo se sentía como un pájaro en las garras de un gato juguetón y le respondió con voz entrecortada:
—No.
—¿Qué ha sido de tu cortesía? —sin que nadie se lo pidiese, se quitó el abrigo con una lentitud y gracilidad tan atractivas que Minwoo no pudo evitar mirarle.
Wonwoo apartó de nuevo sus ojos culpables, apretando los dientes e intentando controlarse. Él le hacía perder la cordura. Todo con él se convertía en sexo. Le hacía pensar y sentir cosas sin quererlo. Por mucho que se resistiese, un zumbido vergonzoso de conciencia física recorría todo su cuerpo. Siempre le provocaba aquella reacción, siempre. Mingyu había logrado que se sintiera culpable desde el primer momento.
Con resolución, Mingyu eliminó la distancia entre ambos y alzó la mano para levantarle la barbilla, forzando el contacto visual que tanto trataba  de evitar.
—¿Es por el funeral? ¿Te ha afectado mucho?
Ahora estaba tan cerca que Wonwoo se echó a temblar. Se sentía desconcertado por la facilidad con que él lo había tocado. No quería recordar aquella breve intimidad que había roto todas las barreras, ni el gusto de su boca o el olor evocador de su piel.
—No… estuvo bien recordarla —dijo bruscamente.
—Entonces, ¿qué problema hay? —sus ojos oscuros y atractivos asediaron los suyos, con un magnetismo al que pocos podían resistirse.
La garganta le dolía de tanta tensión.
—Hay uno —respondió con dificultad—. Y es que no te esperaba aquí.
—Normalmente soy bien recibido —murmuró Mingyu perezosamente. Su réplica no casaba con lo penetrante de su mirada.
Wonwoo luchaba por parecer tranquilo, pero los dientes le castañetearon durante un segundo antes de recuperar el control.
—Es normal que me sorprenda verte aquí. Ha pasado mucho tiempo y me he mudado de casa —indicó, esforzándose por comportarse con normalidad y decir cosas que pareciesen normales—. ¿Mi tía te dio mi dirección?
—No, hice que te siguieran.
Wonwoo palideció ante aquella afirmación tan desenvuelta.
—Santo Dios, ¿y por qué hiciste algo así?
—¿Por curiosidad? ¿Porque no me gusta fiarme de la información que recibo de terceras personas? —Mingyu se encogió de hombros con indiferencia. Con el rabillo del ojo detectó un leve movimiento que le hizo fijar su atención bajo la mesa. En la esquina más alejada, un perro gris y peludo se acurrucaba hecho un ovillo para lograr que su enorme corpachón ocupase el menor espacio posible—. Dios, no me había dado cuenta de que había aquí un animal. ¿Qué es lo que le pasa?
Wonwoo aprovechó entusiasmado la distracción que había provocado el extraño comportamiento de Meanie.
—Le aterran las visitas y esconde la cabeza porque cree que así nadie lo ve, así que no dejes que crea lo contrario. Las tentativas amistosas le asustan.
—¿Sigues coleccionando casos perdidos? —bromeó Mingyu. Y al apartar la vista alcanzó a ver a través de la ventana una gallina  picoteando el arríate que había delante de la casa—. ¿Crías gallinas aquí?
Su tono fue el de un miembro de la jet aterrorizado ante la vida rural de su amigo. Wonwoo apostaba a que Mingyu jamás había visto tan de cerca un ave de corral y, de no estar tan nervioso, se habría echado a reír por la cara que había puesto. Golpeó la ventana para alejar a la gallina de sus plantas e, incapaz de tranquilizarse, decidió tratarlo como a cualquier otro visitante inesperado.
—Voy a preparar café —dijo, empujando la puerta de la cocina.
—No tengo sed. Dime qué has estado haciendo estos dos últimos años —lo invitó amablemente.
Un escalofrío le recorrió la espalda antes de volver a mirarle. Pensó que no podía saber de la existencia de Hyuk. ¿Cómo iba a sospecharlo siquiera? A menos que alguien hubiera dicho algo en el funeral. Pero, ¿para qué demonios iba alguien a hablar de él o de su hijo? Para sus parientes él no era más que un pazguata que llevaba una vida horrorosamente aburrida.
Regañándose a sí mismo por la paranoia que estaba a punto de apoderarse de él, Wonwoo inclinó la cabeza.
—He estado convirtiendo este lugar en un hogar habitable. Necesitaba mucho trabajo y eso me ha mantenido ocupado.
Mingyu observó cómo entrelazaba las manos nerviosamente para luego separarlas. Cruzó los brazos y cambió de postura, revelando un estado de ansiedad que cualquier persona un poco observadora habría detectado de inmediato.
—He oído que tienes un hijo —dijo con toda tranquilidad, y todo el tiempo, mientras su nerviosismo iba en aumento, se iba diciendo a sí mismo que debía estar equivocado y que sus sospechas eran ridículas y descabelladas.
—Sí, sí, así es. No pensaba que te interesase tanto la noticia — respondió Wonwoo intentando recobrarse, forzando una sonrisa y preguntándose cómo demonios se había enterado de que había sido appa—. Que yo recuerde, siempre has rechazado salir con alguien que tuviera hijos.
Mingyu sería el primero en admitir que aquello era cierto: nunca había tenido el menor interés por los niños y le aburría e irritaban la adoración de los padres por su prole. A nadie que lo conociese se le habría ocurrido presentarle a su progenie.
—¿Quién te ha dicho que tenía un hijo? —preguntó Wonwoo un poco tenso.
—Los Lee.
—Me sorprende que me mencionaran —Wonwoo intentaba mantener la voz clara mientras se preguntaba agobiado qué respondería si le preguntaba por la edad del niño. ¿Mentiría? ¿Podría mentir sobre algo así? Se encontraba en una situación que habría intentado evitar por todos los medios. No se veía capaz de mentir sobre algo tan serio sin que le remordiese la conciencia—. ¿Te contaron la versión del joven abandonado? —preguntó.
Una sonrisa divertida asomó a la boca bellamente perfilada del magnate griego:
—Sí.
—Pues no fue así —dijo Wonwoo, intentando no mirarle, porque cuando sonreía se desvanecía la frialdad de su rostro y la enigmática y adusta cautela que mantenía en guardia a los demás.
De pronto, a Mingyu no le gustó la idea de que se hubiese acostado con otro y aquello dejó de parecerle divertido, sorprendiéndose al mismo tiempo de aquel ataque de celos tan contrario a su forma de ser. Sus aventuras siempre habían sido ocasionales, exentas de sentimentalismo, pero ellos ya hacía tiempo que se conocían cuando él se convirtió en su primer amante. Pensó que quizá fuese algo inevitable.
—¿Qué pasó? —se oyó preguntar. Él no solía hacer nunca ese tipo de preguntas, pero estaba decidido a satisfacer su curiosidad.
A Wonwoo le desconcertó aquella pregunta y agitó las manos, nervioso. Cada vez se sentía más tenso.
—No fue algo tan complicado. Supe que estaba embarazado y decidí tener el niño.
Mingyu se preguntó por qué no mencionaba al padre. ¿Sería otra aventura de una noche? ¿Había decidido que aquello le gustaba después de la que ambos habían compartido? ¿Lo conocía en realidad?
Él habría jurado que Jeon Wonwoo era uno de los pocos que quedaban que nunca se inclinarían por la promiscuidad ni por la paternidad siendo soltero. Era una persona conservadora: trabajaba de voluntario haciendo obras de caridad, era discreto en el vestir.
Frunciendo el ceño, apenas entrevió la cocina a través de la puerta, pero el recorrido de su mirada se detuvo abruptamente y volvió atrás para fijarse en unas letras magnéticas de colores que adornaban la puerta de la nevera formando un nombre que le resultaba familiar. No podía dar crédito a lo que veían sus ojos.
—¿Cómo se llama tu hijo? —murmuró Mingyu con voz pastosa. Wonwoo se puso rígido.
—¿A qué viene esa pregunta?
—¿Y por qué evitas responderme?
Un frío nudo le retorció el estómago. No era algo que Wonwoo  pudiese ocultar ni algo sobre lo que pudiese mentir, porque todo el mundo sabía el nombre de su hijo.
—Hyuk —dijo casi en un susurro, quedándose sin voz en el peor momento posible.
Era el nombre del abuelo de Mingyu. Quedó tan impactado que fue incapaz de pronunciar palabra. No podía aceptar que lo que sólo había sido una inocente y estúpida sospecha pudiese convertirse en algo cierto.
—Siempre me gustó ese nombre —le dijo Wonwoo en un intento desesperado por encubrir la verdad.
—Hyuk es un nombre Kim. Mi abuelo llevaba ese nombre —sus ojos oscuros se posaron en él con frialdad—. ¿Por qué lo escogiste?
Wonwoo sintió como si una mano de hielo le apretara las  cuerdas  vocales y el pecho impidiéndole   respirar.
—Porque me gustaba —volvió a repetir, porque no se le ocurría otra respuesta.
Mingyu se apartó de él y apretó frustrado los puños. No tenía tiempo para juegos ni misterios no concebidos por él. Su accidentada vida le había enseñado muchas cosas, pero había obviado la paciencia.
Se negó a creer lo que su cabeza intentaba decirle. No practicaba el sexo sin protección. A pesar de correr muchos riesgos en los negocios, el deporte o en muchos otros aspectos, en éste era especialmente precavido. No deseaba tener hijos, nunca los quiso, y por supuesto no se arriesgaría a ofrecer la oportunidad de que le chantajearan.
¿Por qué si no tendría alguien un hijo de un hombre tan rico como él? Era una responsabilidad y una complicación que no necesitaba y siempre pensó que era demasiado listo como para cometer tal error, pero era consciente de que la noche del funeral de Jenny se había sentido extraño y había abandonado la prudencia. Más de una vez.
Wonwoo contempló a Mingyu con renuente perspicacia. La tensión se había apoderado de su cuerpo. Estaba estupefacto y horrorizado, y él lo entendía perfectamente. No lo culpaba por no ser precavido y dejarlo embarazado y, aunque no pensaba igual cuando descubrió que estaba en estado, el paso del tiempo había cambiado su forma de ver las cosas. Después de todo, Hyuk había enriquecido su vida hasta extremos indescriptibles y era incapaz de arrepentirse de su concepción.
—Dejémoslo estar —murmuro Wonwoo suavemente.
Esta sugerencia indignó a Mingyu. ¿Cómo alguien tan listo podía decir semejante tontería? ¿Sería posible que hubiera dado a luz a su hijo sin decirle siquiera que se había quedado embarazado? ¿Era aquello posible? Su lógica le impedía aceptar que él pudiese hacer algo así, porque era un joven muy tradicional. Pero entonces, ¿por qué otra razón le pondría al niño Hyuk? ¿Y por qué estaba tan nervioso? ¿Por qué intentaba evitar hablar siquiera del tema?
—¿El niño es mío? —preguntó Mingyu con aspereza.
El color huyó de su rostro, y con él la fuerza de su   voz.
—Es mío. Y no tengo nada más que añadir.
—No seas estúpido. Te he hecho una pregunta muy clara y quiero una respuesta muy clara. ¿Cuántos años tiene?
—No estoy preparado para hablar contigo sobre Hyuk —con la boca seca y el corazón tan acelerado que sentía náuseas, Wonwoo enderezó la espalda—. No tenemos nada que hablar. Lo siento, pero preferiría que te marcharas.
Mingyu no daba crédito a sus palabras. Nadie le había hablado de ese modo jamás.


—¿Te has vuelto loco? —le dijo en voz baja y cortante—. ¿Crees que puedes soltarme esta bomba y decir que me marche sin más?
—Yo no te he soltado nada. Tú has llegado a tus propias conclusiones sin mi ayuda. No quiero discutir contigo —en sus ojos se veía una extraña mezcla de desafío y súplica.
—Pero si mis conclusiones no hubiesen sido acertadas, me habrías corregido —razonó Mingyu con mordacidad—, y como no lo has hecho, lo único que puedo asumir es que crees que Hyuk es hijo mío.
—Es mío —Wonwoo se agarró con fuerza las manos para evitar que temblaran—. Supongo que no me aceptarás un consejo, pero te lo voy a dar de todas formas: por favor, utiliza ante todo la calma y la lógica.
—¿Calma? ¿Lógica? —gruñó Mingyu, ofendido por la elección de aquellas palabras.
—Hyuk es un niño sano, feliz y seguro. Nada le falta. No hay razón por la que debas preocuparte o involucrarte en nuestras vidas —le dijo Wonwoo con firmeza, pretendiendo que comprendiese y aceptase la situación.
Mingyu empezó a sentir una rabia ciega que no había experimentado desde la muerte de su joven hermano. ¿Cómo se atrevía a excluirle de la vida de su hijo? Hyuk era sin duda hijo suyo.
Si no fuera así, Wonwoo lo habría dicho. Pero el desconcierto le hizo retener la respuesta agresiva que estaba dispuesto a pronunciar. ¿Por qué intentaba librarse de él si Hyuk era su hijo? ¿Qué sentido tenía aquello?
—¿Diste por hecho que yo no querría saber nada? ¿Es ésa la razón de este sinsentido? —Mingyu lo miró desafiante y lleno de ira—. ¿Crees saber cómo me sentiría si tuviese un hijo? No lo sabes. ¡Ni siquiera lo sé yo después del modo en que me he enterado de esta noticia!
La atmósfera se tornó tensa.
—¿Cuándo nació? —pregunto Mingyu.
A Wonwoo le dolían el cuello y los hombros por la rigidez de su postura. La legendaria fuerza de voluntad de los Kim arremetía contra él a través de la dureza con que Mingyu lo miraba. Wonwoo nunca había sido más consciente de la vehemencia de su carácter y se le ocurrió que decirle unos datos inofensivos podría calmarle. Le dio la fecha.
El silencio se hizo eterno. En aquellas circunstancias y con aquella fecha, Mingyu supo de inmediato que era imposible que el hijo fuese de otro.
—Quiero verlo.



Wonwoo palideció y sacudió la cabeza negando drásticamente mientras su cabello castaño se agitaba.
—No. No lo voy a permitir.
—¿Que no vas a permitir qué? —dijo Mingyu sin dar crédito a lo que oía.
Wonwoo deseó haberle dicho aquello de un modo más diplomático. Por desgracia, no había precedentes de los que tomar ejemplo, porque nadie jamás le había dicho que no a Kim Mingyu.
«No» era una palabra que él no estaba acostumbrado a oír o que supiera cómo aceptar. Desde su nacimiento tuvo todo lo que quiso o pidió a pesar de no tener cubiertas otras necesidades mucho más importantes para un niño. Pero había sobrevivido obviando los sentimientos, y había salido adelante sin ellos. Ahora, cuando deseaba algo, sencillamente lo conseguía y la gente sensata no se interponía en su camino.
Cuando alguien lo contrariaba, podía ser tan implacable como sólo puede serlo una persona con enorme personalidad. Sabía que él se había tomado su rechazo como algo profundamente ofensivo y fue consciente de lo lamentable de la situación.
—No lo permitiré —susurró excusándose, inmóvil y rígido como una estatua, resistiéndose a toda intimidación.
Pero Mingyu ya había pasado por su lado y había recogido una foto que descansaba en la mesa.
—¿Es él? —dijo bajando la voz, contemplando desconcertado la imagen de aquel niño sonriente con un camión de juguete.
Wonwoo se dijo a sí mismo que aquello era producto de simple curiosidad, y luchó por controlar el  pánico.
—Sí —respondió a regañadientes.
Mingyu contempló la foto con enorme intensidad. Estudió la piel aceituna del niño, su pelo negro y sus ojos oscuros. Aunque jamás había mostrado el más mínimo interés por un niño y no podía compararlo con ningún otro, pensó que Hyuk era sin duda alguna el niño más guapo que había visto en su vida. Desde las cejas hasta la barbilla menuda y resuelta, rezumaba los genes de los Kim.
—Mingyu, márchate, por favor —le urgió Wonwoo, violento—. No conviertas esto en una batalla entre los dos. Hyuk es un niño feliz.



—No hay duda de que es un Kim —dijo Mingyu perplejo.
—No, es un Jeon.
—Wonwoo… es un Kim. No puedes llamar perro a un gato así porque sí, ¿por qué querrías hacerlo?
—Se me ocurren muchas razones. ¿Te importaría marcharte ahora que me has obligado a satisfacer tu curiosidad? —Wonwoo temblaba. Sentía deseos de arrebatarle de las manos aquella preciosa foto de su hijo. Habían saltado todas las alarmas de protección.
—No es simple curiosidad —censuró Mingyu—. Me debes una explicación…
—Yo no te debo nada y quiero que te vayas —tragándose el pánico, Wonwoo descolgó el teléfono—. Si no te vas ahora mismo, llamaré a la policía.
Mingyu lo miró desconcertado y luego se echó a reír inclinando hacia atrás la cabeza.
—¿Por qué harías semejante locura?
—Ésta es mi casa. Y quiero que te marches.
—¿Justo cuando acabo de descubrir que puedes ser el appa de mi único hijo? —la prudencia y perspicacia innatas de Mingyu le hacían contenerse. Sabía que sería muy poco sensato reconocer a Hyuk antes de llevar a cabo una prueba de ADN, a pesar de que estaba seguro de que era su hijo. No sabía cómo, pero tenía esa certeza, y ya había llegado a la conclusión de que la situación podría haber sido mucho peor. Al menos se trataba de Wonwoo y no de un arpía interesado, calculador y exento de moral.
—Llamaré a la policía —amenazó Wonwoo vacilante, aterrorizado ante la idea de que Hyuk despertase y, al oír algún ruido arriba, Mingyu insistiese en subir a verlo.
Él lo miró confuso.
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás histérico? ¿Corres el riesgo de que te roben o asalten? ¿Es por eso por lo que dices esas estupideces acerca de llamar a la policía?
Los ojos de Minwoo se tornaron brillantes, resaltado por su palidez y tensión.
—Quiero que olvides que has venido y lo que crees haber averiguado. Por lo que más quieras.



1 comentario:

  1. TT_______TT
    Como se le ocurre ponerle em nombre del abuelo...
    Obvio se daria cuenta(?)

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...