Seductores II -5



A Wonwoo se le secó la boca al ver a Mingyu. Estaba a punto de decirle que Hyuk era de hecho muy alto para su edad, pero olvidó lo que estaba pensando. Mingyu, con unos vaqueros y una camiseta color café a juego con una chaqueta de lino, distrajo por completo su atención. Con el pelo negro hacia atrás, y los ojos oscuros y profundos clavados en Hyuk, Mingyu resultaba increíblemente espectacular. Dolorosamente guapo, moderno y elegante. Wonwoo se sintió de pronto acalorado, mal vestido… y terriblemente feo.
—¡Hyuk! —Wonwoo llamó al pequeño, que intentaba trepar por el gran cuadrado que formaba la mesa de café. Estaba en edad de escalar cualquier obstáculo que encontrase en su camino.
—Deja que se divierta —le dijo Mingyu con impaciencia.
«La forma de entender la paternidad de los Kim», pensó Wonwoo, y luego se regañó a sí mismo por sus prejuicios. Mingyu se agachó al otro lado de la mesa. Hyuk le dedicó una enorme sonrisa y cayó a medio camino del arreglo floral que había captado su atención. A cierta distancia, Wonwoo observó cómo se miraban. Hyuk no tenía miedo a nada y estaba lleno de vida. Mingyu sólo tuvo que abrir los brazos para que Hyuk se riese y corriera hacia él, notando que se le ofrecía alguna diversión.
—Hombre —pronunció Hyuk con aprobación, ya que en su mundo no había ninguno.
—Papá —le contradijo Mingyu sin dudarlo, apoyando los hombros en el sofá que tenía detrás para que Hyuk pudiese trepar libremente sobre él.
Wonwoo abrió la boca para objetar algo y luego volvió a cerrarla. Mingyu levantó a Hyuk y lo sostuvo bocabajo por encima de él, y a Hyuk le encantó aquella maniobra.
Wonwoo contempló realmente fascinado cómo Mingyu, al que jamás había visto hacer un movimiento poco elegante, jugueteaba sobre la alfombra con Hyuk. Se tendieron una emboscada el uno al otro en el sofá. Hyuk rodaba y se veía lanzado, encantado de las manos  que le manejaban. Sintiéndose de más, Wonwoo se sentó en el brazo de un sillón. Pensó que sería el punto de conexión entre ambos, pero ni su hijo ni el padre de éste necesitaban que los animaran a conocerse el uno al otro y le asombró descubrir a Mingyu relajado con el niño.
—Es increíble —dijo Mingyu finalmente—. ¿Qué hago ahora con él? —Cansado de tanta excitación, Hyuk se había acomodado sobre Mingyu.
—Está listo para irse a la cama.
—No hay problema —Mingyu se levantó de un salto—, le he preparado una cuna arriba.
—¿Quieres que lo lleve yo?
—No, tengo que aprender a manejarme con él.
—Pues para ser alguien que no está acostumbrado al trato con los niños, lo haces muy bien —Wonwoo lo acompañó por una larga y elegante escalera.
—Hyuk es distinto. Es mío.
En el dormitorio en que estaba la cuna había también una niñera de uniforme que fácilmente podría aspirar a presentarse a un concurso internacional de belleza. Se trataba de una rubia nórdica de uno ochenta de alto con una sonrisa perlada, que tomó a Hyuk en sus brazos y lo arrulló mientras lo atendía con una eficiencia impresionante. Aun así, a Wonwoo le consternó la velocidad con que Mingyu había contratado a alguien para que cuidase de Hyuk, y se lo dijo.
Mingyu se encogió de hombros.
—Tenemos que hablar. Hyuk tiene que dormir y necesita que alguien lo vigile. Jeonghan tiene unas referencias estupendas. Despégatelo de las faldas.
Wonwoo se sentía avergonzado.
—¿De veras es eso lo que piensas?
—Quiero compartir contigo la responsabilidad de criar a Hyuk. Deja de preocuparte. Ya no estás solo.
—Pero solo me las he apañado muy bien.
Ignorando aquella réplica defensiva, Mingyu dejó descansar la mano delgada sobre su espalda y lo condujo al final del rellano, donde un enorme ventanal ofrecía una impresionante vista de los jardines. Él sabía con exactitud lo que estaba haciendo y estaba decidido a obtener su consentimiento. Si todo iba según sus planes, Hyuk volaría con él a Grecia al día siguiente y presentaría a su hijo a la familia.
—¿Qué te parece Pledis Park?
—¿Este sitio? —frunció el ceño atribulado—. Es… es magnífico.
Mingyu lo giró hacia él. La súbita intimidad que flotaba en el aire le pilló por sorpresa y se ruborizó, consciente de su proximidad. El brillo dorado de sus increíbles ojos negros resplandeció sobre su rostro.
—Me gustaría que Hyuk y tú se vengan a vivir aquí.
Desconcertado por aquella repentina proposición, Wonwoo se quedó inmóvil mientras sus pensamientos se agolpaban en su cabeza intentado adivinar qué querían decir exactamente aquellas palabras. Pero sólo había una interpretación posible: ¡Le estaba proponiendo que se fuera a vivir con él! ¿Qué podía ser si no? Mingyu solía comportarse como si los asuntos de mayor importancia fuesen meras banalidades. Tendía a minimizarlos con una frialdad que pocos lograrían igualar.
—Mingyu… —intentó decir, pero le falló la voz, que se desvaneció en el silencio.
—¿Por qué no? —murmuró Mingyu suavemente, con los ojos puestos en él mientras le peinaba hacia atrás el pelo con dedos suaves.
Su respiración agitada comenzó a resonar en su garganta. Él jamás había convivido con un joven y Wonwoo era muy consciente de ese hecho, tanto como los periódicos y revistas que publicaban sin cesar historias sobre la frialdad con que ponía fin a sus relaciones y mantenía su vida de soltero. Pero nadie había tenido en cuenta en qué medida la llegada de un niño podía afectar a la actitud mental de un Kim.
—Me has pillado por sorpresa.
—No discutiremos más —su boca se curvó en una amplia sonrisa al ver que levantaba la vista para mirarlo con ojos ansiosos—. Aprecio tu generosidad.
El corazón le latía tan deprisa que parecía querer salírsele por la boca. Le había pedido que se mudase allí únicamente por Hyuk. En esos términos, no podía aceptar, no podía. ¿Es que no tenía orgullo?
—Y también te aprecio mucho a ti —indicó Mingyu, como si pudiese leer sus pensamientos. Inclinó la cabeza y Wonwoo sintió su respiración rozándole la mejilla—. … Te deseo.
Conmovido por aquella segunda afirmación, Wonwoo parpadeó confundido. Todo era demasiado precipitado, pero Mingyu era una persona muy decidida y actuaba deprisa. Se dijo a sí mismo que sería estúpido esperar que un hombre tan poderoso como él se comportase como los demás.
El leve aroma familiar de su colonia despertó en él una oleada de recuerdos íntimos. Se sentía débil, travieso. Una vocecilla interior le advertía que debía apartarse de él, pero la ignoró, seducido por la intuición de lo que vendría después. Mingyu le hacía sentirse bien, sentirse atractivo.
Con él, dejaba de ser el Wonwoo formal y juicioso, y no estaba dispuesto a cambiar aquella sensación ni por todo el oro del mundo. Era una locura. No lo había visto en dos años y ya lo estaba invitando a irse a vivir con él.
—¿Estás pensando en abofetearme? —dijo Mingyu. Presionó con boca experta el pulso que latía en su cuello y a Wonwoo casi le fallaron las rodillas.
Mingyu dejó escapar una risilla seductora y empezó a jugar con su boca. No podía respirar de la excitación, no podía pensar. El tiempo quedó detenido mientras su corazón latía con fuerza. Él deslizó la lengua entre sus labios en una zambullida sensual que le hizo sentir una punzada entre los muslos.
La vocecilla que tenía en su cabeza empezó a dar saltos y a gritarle que se detuviese, que no fuese estúpido, que acabaría sufriendo otra vez. Pero no pudo resistir la tentación. Sus dedos desobedientes se introdujeron en su pelo y lo mantuvo pegado a él mientras lo besaba apasionadamente.
Mingyu lo tomó en brazos con más prisa que ceremonia, dispuesto a aprovechar el momento.
A Wonwoo se le cayó un zapato y se echó a reír. Era todo pasión y alegría, y a Mingyu le encantaba verlo en ese estado. Le había sabido a poco la noche que pasó con él, porque había puesto una almohada en el centro de la cama y le había amenazado con chillar si intentaba volver a traspasarla.
Mientras lo llevaba a la cama, se sintió satisfecho al ver que había ganado aquella mano, ya que no creía del todo que accediese a sus planes. El noventa y nueve por ciento de los jóvenes le hubiese arrancado el brazo en sus ansias por darle un sí, pero Wonwoo abordaba las cosas portando un listado de requerimientos. Y además estaba su veta de joven chapado a la antigua, y cuando se cerraba en banda, no había forma de hacerle cambiar de idea.
En algún sitio se oyó cómo se cerraba una puerta y Wonwoo tuvo que volver a abrir los ojos. Él lo dejó sobre una alfombra suave y sedosa. Arrojó lejos el otro zapato y respiró agitado cuando él dejó de devorar su   boca, ahora enrojecida. Él se puso a desabrocharle la chaqueta de algodón. Sumergió los dedos en su pelo y le echó hacia atrás la cabeza.
—Mírame —le instó—. He esperado mucho tiempo para volver a tenerte en mi cama.
Alzó las pestañas, mostrando sus ojos aturdidos. Igual que en aquella ocasión, hacía más de dos años, en que arrojó sus principios a la basura, todo estaba ocurriendo demasiado deprisa y sus dudas se apilaban casi a la misma velocidad. Él mordisqueó su labio inferior, lo que le provocó una tensión deliciosa. Pero aquel diminuto y placentero dolor lo devolvió al mundo real y murmuró febrilmente:
—¿No deberíamos estar hablando de lo que has sugerido?
—Luego…
—Pero… ¿no sería un paso demasiado grande para ti? —preguntó Wonwoo, preocupado.
—Ne… sí —confirmó Mingyu farfullando en griego, incómodo con el tema y decidido a no entrar en él a menos que le obligasen. Había planeado conseguir su aceptación poniendo en juego toda su astucia y disimulando  cualquier obstáculo.
—¿Estás seguro de esto? —susurró Wonwoo sin despegar los ojos grandes y ansiosos de su bello rostro.
—Totalmente.
—Pero yo soy tan mediocre… —dijo Wonwoo en voz baja, incapaz todavía de creer que él estuviero dispuesto a ofrecerle más de lo que nunca hubiera soñado.
—… Bésame —pidió Mingyu, logrando con paciencia que Minwoo separase los labios para que su lengua se introdujese sinuosamente en el sensible interior de su boca, haciéndole perder el control. Una irresistible sensación hizo que Wonwoo se estremeciese y dejase escapar un leve gemido.
Cuando Mingyu lo soltó, él temblaba. Sin saber qué hacer, dudó mientras le abría la camisa. La última vez llevaba encima dos copas de vino, un montón de sentimientos turbulentos y una sensación de temeridad que lograron llevarle al punto de tener una relación íntima con él. Pero la culpa y el embarazo no deseado le habían granjeado un miedo instintivo al desvergonzado que llevaba dentro.
—Eres muy hermoso.
Wonwoo se sentía aún terriblemente inseguro de sí mismo. Pero cuando él le acarició con sus fuertes manos, una inevitable reacción física lo envolvió, haciendo que sus pensamientos se parasen en seco. Cada caricia le provocaba pequeños estremecimientos y un nudo  aterciopelado  de  calor  y  expectación  se  desató  en  su  vientre.
Cuando jugó con sus tiernos pezones, introduciéndoselos en la boca para incitar su exuberancia y dureza, una tensión deliciosa se apoderó de él hasta hacerle jadear, desarmando su cuerpo y provocándole hormigueos de placer.
—No imaginaba que este día acabaría siendo así —confesó vacilante, y finalmente una especie de asombro floreció en su interior y se transformó en alegría.
Al ver sus preciosos ojos brillar como el fuego, Mingyu lo echó lentamente sobre la cama.
—Deja volar tu imaginación. Este día y todos los demás pueden ser lo que quieras que sean en este momento.
—Que se cumplan los deseos —susurró Wonwoo, acariciando con la mano su muslo.
—En este momento, mi deseo es ser muy dominante y que te tumbes ahí y me dejes complacerte —dijo Mingyu en voz baja y áspera.
Él le bajó los pantalones a media pierna en una maniobra lenta, erótica, y le separó suavemente las piernas. Minwoo sintió que se derretía como la mantequilla frente a una antorcha. Mucho antes de que él pudiese alcanzar su entrepierna, su excitación había llegado a su punto máximo. Clavó sus ojos lánguidos en aquellas facciones oscuras y marcadas y alcanzó a decirle:
—Esta vez, me limitaré a tumbarme aquí y me pensaré lo de vivir contigo.
Mingyu percibió el desastre que se avecinaba y casi juró en voz alta hirviendo de frustración. Una cosa era evitar los detalles, pero no le era posible mentir. Rodó hacia un lado y lo inmovilizó bajo su   muslo.
—No viviremos juntos —murmuró—. Vivirás aquí con Hyuk y yo me quedaré aquí cuando venga a visitalos.
—¿Visitarnos? —Wonwoo sintió que se quedaba helado para protegerse de la inmensa oleada de dolor que amenazaba con hacerle perder la calma. Su sentido del rechazo estaba agudizado, pero no se parecía en nada a la humillación a la que se veía sometido.
Era como si lo abofeteasen con su propia estupidez, porque Mingyu no deseaba en absoluto vivir con él, simplemente pretendía alojar al niño en una residencia de lujo en la que poder visitarlo a conveniencia y disfrutar de vez en cuando del sexo con el appa de su hijo. No le estaba ofreciendo de ningún modo algún tipo de compromiso con respecto a un futuro compartido. Cerrando los ojos con fuerza, intentó liberarse de él.
—No… no, ¡no volverás a huir de mí! —bramó Mingyu, agarrándole las manos y sujetándolas sobre su cabeza con una de las suyas para evitar que se moviese—. Cálmate.
—Estoy tranquilo —dijo  Wonwoo.
—Lamento haber provocado que me malinterpretaras.
—Suéltame —dijo entre dientes.
—Podría pasar algunos fines de semana contigo. Incluso podríamos pasar juntos unas vacaciones de vez en cuando, —dijo Mingyu, sujetando con su peso aquel cuerpo que luchaba por liberarse—. Estaría muy bien. Sería un arreglo muy práctico.
«Práctico». Aquella palabra descorazonadora agotó la última gota de la esperanza que Wonwoo pudiese albergar.
—Si no dejas que me levante, gritaré.
Mingyu hubiese preferido un grito a la frialdad de su rostro y lo inexpresivo de su voz. Se apartó de él con mucho esfuerzo.
Cubriéndose y bajando la vista para ocultar unas lágrimas que le quemaban como el ácido bajo los párpados, dejó la cama, recogió su ropa y se dirigió al baño.
—Te agradecería que me esperases abajo.
—Aigo… ¿por qué estás siendo tan poco razonable? —preguntó Mingyu, saltando enérgicamente de la cama—. ¡Cualquiera diría que te he insultado!
Y entonces Wonwoo estuvo a punto de perder los nervios. De haber tenido algo a mano, lo habría agarrado y se lo habría arrojado con intención de alcanzarle. Por suerte, allí no había nada, así que cerró la puerta y se quedó inmóvil y con la vista perdida.
¿Cuándo aprendería a mantener las distancias? Sólo un idiota habría creído que Kim Mingyu le estaba ofreciendo una relación seria. Los ojos le escocían, y reprimió las lágrimas con todas sus fuerzas. Había estado a punto de acostarse de nuevo con él.
«Concéntrate en lo positivo», se dijo, «no en tus errores». No podía permitirse dejar fluir sus emociones. Tenía que volver a enfrentarse con él: aún tenían que resolver cómo dos personas tan distintas, una de ellas un millonario dominante, egoísta y malcriado, podrían criar juntos a un niño.
Mingyu se giró en el momento en que Wonwoo entró en el salón, pero antes de que pudiese decir nada, le dijo:
—Concentrémonos en Hyuk.
—Dios mio, Wonwoo…
—Es el único asunto que tenemos que tratar. Deberíamos evitar temas más personales.
Mingyu le dedicó una respuesta fulminante:
—Hyuk no es ningún asunto.
—Hyuk es la única razón por la que sigo en esta casa hablando contigo —confesó Wonwoo.
—Muy bien —apretó la mandíbula—. Quiero una prueba de ADN, y no porque dude de que Hyuk es hijo mío, sino porque no quiero que nadie ponga en duda que es un Kim.
—De acuerdo —concedió Wonwoo.
—También me gustaría que me permitieses cambiar su certificado de nacimiento para que lleve mi nombre.
—Si lo consideras necesario… —aunque Wonwoo se sentía destrozado por lo que había pasado entre ambos, hizo lo imposible por ocultarlo. Pero comportarse con normalidad era todo un desafío, ya que sólo mirarle a la cara le hacía daño—. ¿Algo más?
—Mañana tengo una boda familiar en Atenas —le informó Mingyu—. Me gustaría que Hyuk y tú fuesen mis invitados. Había pensado presentárselo a los míos.
Wonwoo se puso tenso, defendiéndose de la forma que había intentado evitar:
—No podemos ir. Entre otras cosas, porque trabajo mañana.
—Entonces me llevaré a Hyuk y a la niñera —negoció Mingyu sin dudar. Y Wonwoo se dio cuenta, no pudo evitarlo, de lo rápidamente que prescindía de él como acompañante.
 —Es demasiado pequeño para separarse de mí y no estoy dispuesto a dejar que lo saques del país si no es conmigo. Lo siento, pero así son las cosas por el momento —le dijo Wonwoo, entrelazando las manos al ver la tensión de sus facciones—. Intentaré ser razonable con otras cosas, pero te pediría que te lo pensaras dos veces antes de decirle a la gente que tienes un hijo.
—¿También tienes problemas con eso? —contestó Mingyu, haciendo palpable su enfado.
—Preferiría que lo mantuvieras en secreto el máximo tiempo posible, porque llamaría la atención de la prensa y de la opinión pública y eso dificultaría muchísimo mi vida con Hyuk.
—Por eso precisamente te sugerí que vinieses a vivir aquí, porque tu seguridad quedaría salvaguardada.
—No necesitaremos seguridad alguna si mantienes en secreto tu relación con Hyuk. Te agradecería mucho que permitieses que mi vida siguiese siendo como siempre ha…
—Eso ya no es posible.
—No estás siendo justo conmigo —protestó.
—Hace menos de media hora, y por la oferta adecuada, estabas dispuesto a renunciar a la intimidad de tu vida, tu trabajo y tu hijo —le recordó Mingyu con énfasis burlón.
Wonwoo palideció ante la crueldad de aquella afirmación. El malentendido lo había hecho sentirse muy avergonzado, y el coraje era lo único que le permitía mantenerse en pie.
—¡Tonto de mí… —susurró con desdén—… por creer, aunque fuese durante cinco minutos, que te comprometerías de ese modo con Hyuk o conmigo! Ni siquiera reconoces que estoy intentado ser generoso…
—¿Generoso? —Mingyu levantó las manos para mostrar su enérgico desacuerdo—. ¿Cuando pones pegas a que me lo lleve a Grecia? ¿Eso es ser generoso?
—¡Tienes suerte de que siga aquí después de la sórdida proposición que me has hecho!
—No era sórdida. Por supuesto, preferiría que mi hijo viviese de una forma más ajustada a su posición social. Quiero cuidar de los dos.
—No, no es así. Quieres poder jugar a ser padre cuando gustes a costa de mi libertad, y, sí, claro, tener sexo de vez en cuando. ¿Para mantenerme contento acaso? ¿O para evitar que siguiese mirando a mi alrededor el tiempo suficiente como para encontrarle a Hyuk otro padre? — preguntó asqueado—. ¿Era una estrategia o sólo pretendías acostarte conmigo? ¿Ibas a acostarte conmigo porque podías hacerlo?
Aquellas ofensas sobre padres adoptivos y seducciones hicieron que una furia ciega se apoderase de él.
—Te he ofrecido más de lo que jamás ofrecí a alguna pareja — pronunció Mingyu con desdén, indignado ante aquella ofensiva.
—Pero no un tipo de promesa que pudiese coartar tu libertad. Y sin eso, se convierte en una oferta podrida, asquerosa. Hyuk necesita afecto y responsabilidad. Lo siento, pero eso no se puede sustituir con métodos fáciles ni arreglos rápidos. ¿Crees realmente que una relación esporádica con el appa de tu hijo le iba a proporcionar un hogar estable y feliz? No duraría ni cinco minutos, y al terminarse, Hyuk sufriría mucho. No puedes comprar tu acceso a él a través de mí.
El desagrado endureció las bronceadas facciones del magnate griego.
Sus ojos oscuros y profundos parecían hielo  negro.
—Te pedí que no convirtieses esto en una batalla, porque cueste lo que cueste la ganaré.
Como no había dejado espacio para la duda, Wonwoo recibió aquella afirmación como un cubo de hielo deslizándose por su espalda hasta asentarse en su estómago, provocándole náuseas. El miedo a perder a su hijo se apoderó de él, y con él llegó una furia ciega al ver que se atrevía a asustarlo de aquel modo.
—¿Y te preguntas por qué ni siquiera me planteo la posibilidad de permitir que te lleves a Hyuk a Grecia? ¡Olvídate de la prueba de ADN y de cualquier cambio en su certificado de nacimiento! —le dijo con vehemencia—. Acabas de garantizar que obstruiré cualquier derecho que pretendas ejercer sobre Hyuk.
Mingyu montó en cólera. Caminó hacia él. El frío de su mirada era una temible señal de advertencia.
—No permitiré que me mantengas apartado de mi hijo. Es una locura que te enfrentes a mí de esta manera. Esperaba mucho más de ti.
Obstinado ante su intimidación, Wonwoo se mantuvo firme, y lo miró  con furia.
—Tengo que admitir que estoy recibiendo más o menos lo que esperaba de ti. No has cambiado nada.
—Pero aún me deseas —contestó Mingyu suavemente—. Tendría que haberme dado cuenta de que tu docilidad sexual vale mucho más. ¿Hasta dónde llega tu ambición?
Aquella insolencia en estado puro hizo que sus manos empezaran a hormiguear con incipiente violencia.


—¿Qué quieres decir?
—¿Por qué no pones tus cartas sobre la mesa? ¿Esperabas que te pidiese que te casaras conmigo?
Una crispada risa de disconformidad brotó de la garganta de Wonwoo.
—¡No! No vivo en las nubes. Pero debo confesar que un anillo de bodas me convencería de que puedo confiarte a mi hijo.
Mingyu le lanzó una terrible mirada de desdén.
—Y eso es un hecho, no una sugerencia —le dijo Wonwoo—. En este momento soy muy consiente de que podrías utilizar tus influencias y tu dinero para presionarme, pero no me dejaré intimidar. Dejaré que veas a Hyuk, pero eso es todo. No confío en ti, así que no te daré la oportunidad de apartarlo de mí. ¡No le quitaré los ojos de encima ni cinco minutos cuando tus empleados o tú estén cerca!
Aquellas promesas enardecieron a Mingyu. Era un adulto responsable y Hyuk era su hijo. La actitud de Minwoo le indignó.
Alguien llamó a la puerta, interrumpiendo la conversación. Era Jeonghan, la niñera, con Hyuk. Soñoliento y quejoso después de despertarse en una habitación extraña, el niño extendió los brazos hacia su appa.
—Meanie… Meanie —refunfuñó lloroso, buscando la seguridad de su mascota.
—Después verás a Meanie —lo tranquilizó Wonwoo, acogiéndolo en sus brazos.
—¿Es un juguete? —preguntó Mingyu.
—El perro.
—Deberías haberlo traído.
Wonwoo no dijo nada, pero estuvo a punto de exhalar un suspiro. Mingyu era un Kim y desde que nació lo habían acostumbrado a que sus deseos se cumpliesen de inmediato. La gente se desvivía por agradarle y satisfacerle. No era así como deseaba que creciese Hyuk.
—Le enseñaré las cuadras —dijo Mingyu con frialdad—. Disfrutará viendo los caballos.
Wonwoo negó con la cabeza mirando hacia otro lado.
—Quiero irme a las seis. El trayecto es largo.

Hyuk se retorció hasta que lo dejó sobre la alfombra. Salió disparado hacia Mingyu y le tendió los brazos para que lo levantase. Una vez en sus brazos, rió encantado. Y aunque Wonwoo sabía que era absurdo, se sintió rechazado y dolido.


1 comentario:

  1. Y a si es como tu hijo te traiciona(?)
    Uyyy
    Yo tambien pense que estaba sentado cabeza..
    TT______TT

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...