Trampa de Amor -5




—¿Quieres que ande por la casa en ropa interior?
—Si yo te lo digo, sí. He pagado mucho por ti. Es mejor que vea lo que he comprado.
Donghae se dio la vuelta para que él no viera las lágrimas en sus ojos. Lo hacía sentir tan rastrera.
—Bien. Llevaré mis vaqueros cuando no estés aquí, o sea, la mayor parte del tiempo, afortunadamente. Y ahora, si no te importa, quisiera comer.
Antes de que Donghae pudiera adivinar sus intenciones, Hyukjae rodeó su cintura y tiró de él.
Atrapado por su mirada, el corazón de Donghae empezó a latir desesperadamente y su mente empezó a marearse.
Hyukjae le agarró la cara.
—¿Estás embarazado?
La pregunta lo sorprendió.
—No —respondió.
—Bien —sonrió maliciosamente—. Habrá que probar otra vez.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Donghae. Quiso soltarse, pero él lo besó.
Fue un beso muy erótico. Y como alguien privado de comida durante meses, se entregó.
Su lengua se abrió paso por entre sus labios poseyéndolo totalmente. Perdió el sentido de la realidad. Levantó sus brazos y le rodeó el cuello, tocando su pelo.
Se devoraron mutuamente, mordiéndose, lamiéndose, intercambiando gemidos y exclamaciones, alzando un calor entre ellos casi insoportable.
Besándolo, Hyukjae lo acorraló contra una pared. Notó la excitación de Hyukjae contra su cuerpo. Respiró profundamente.
Un ruido en el corredor los sobresaltó.
—¡Dios mío! ¿Qué estamos haciendo? —él miró alrededor sin poder creerlo—. Ésta es la cocina, un lugar en el que no suelo entrar.
Donghae cerró los ojos,  incómodo.
—Podría haber entrado alguien…  —dijo.
—No. Si lo hubieran hecho, los habría despedido —dijo Hyukjae, rodeando su cintura y llevándoselo de la cocina—. Valoro mucho mi intimidad, y mis empleados lo saben.
—¿Adónde vamos?
—A algún sitio donde no haya cacharros —respondió él, yendo hacia     la  escalera.
Subió tan rápidamente que tuvo que correr para ir a su paso.
—Hyukjae… —dijo cuando llegaron al dormitorio.
Se había prometido darle un bofetón si algún día él se  acercaba.
Entonces, ¿por qué no se podía mover?
Lo observó quitarse la corbata con aquellos dedos elegantes. Desabrocharse la camisa sin dejar de mirarlo, quitársela, y mostrar un pecho perfecto.
—Es hora de que te quites los vaqueros —Hyukjae miró su cara roja—. Hazlo tú mismo, o lo haré  yo.
Donghae se quedó inmóvil. No podía dejar de mirar su cuerpo. Era perfecto. No le extrañaba que se paseara desnudo con tanta tranquilidad.
Sin toda la sofisticación que solía ocultarlo, su masculinidad era gloriosa. El deseo se apoderó de él.
Hyukjae se acercó a la cama y le quitó la ropa con una serie de movimientos  precisos.
—Así es como te prefiero —le dijo Hyukjae mirando su cuerpo desnudo, temblando de deseo.
Donghae se olvidó de su decisión de no volver a dejar que lo tocase.
Ardía de pasión por él, y lo peor era que él lo   sabía.
Hyukjae se rió, satisfecho, y le lamió el pecho.
Se apretó contra él. Hyukjae entonces respondió a sus súplicas deslizando una mano por el centro de su ardor. Gimió al encontrarlo.
—Quince días de abstinencia tienen sus beneficios. Es muy agradable tener un esposo tan ardiente.
El insulto le llegó directamente. Hyukjae levantó sus caderas y entró en él enérgicamente.
—¿Es esto lo que quieres? —le movió y se internó más profundamente.
Donghae dejó escapar un gemido.
Su cuerpo explotó en un orgasmo y Hyukjae lo besó, acallando sus sollozos con la presión de su boca y sellando su respiración con la intimidad de su lengua.
Lo penetró rítmicamente y luego se derrumbó encima de él cuando alcanzó la cima del placer. Finalmente dejó de besarlo y respiró profundamente.
Se miraron a los ojos, y luego Hyukjae se echó a un lado, y lo apretó contra él.
—Ha sido impresionante —comentó él—. Aunque un poco rápido. Así que ahora lo haremos otra vez. Lentamente.
Temblando aún por la fuerza de su climax, Donghae exclamó en estado de shock. Luego lo miró, incrédulo, y finalmente deseó que sus dedos magistrales se deslizaran en su entrada. Hyukjae le acarició y jugó con él íntimamente. Luego lo colocó encima con la seguridad de un hombre que sabe lo que quiere.
Cuando se dio cuenta de que iba a hacerlo otra vez, hundió su cara en la almohada y gimió, mientras él lo levantaba y lo ponía de rodillas y se acomodaba detrás.
Iba a protestar cuando él lo sorprendió con aquella sensación caliente en su entrada. Inconscientemente, movió sus caderas como invitándolo, y lo oyó murmurar algo en coreano antes de que sus manos se aferrasen a sus caderas para acomodarlo para su empuje.
Donghae ardió en llamas. Nunca en su vida había imaginado una sensación tan increíble, tan indescriptible. Aún dolorido por su primera relación sexual, su cuerpo se contrajo y oyó a Hyukjae decir algo y explotó en otro orgasmo segundos más tarde de su penetración. Perdió totalmente el control, gritó y sollozó, rogó y gimió, totalmente desinhibido y llevado por la pasión. Su cuerpo temblaba.
Sintió la fuerza de los empujes de Hyukjae, oyó su exclamación por no poder creer aquello, y lo vio perder el contacto con la realidad en el momento en que dejó escapar la tensión de su cuerpo. Volvió a sentir el éxtasis.
Por un momento ambos estuvieron suspendidos en el aire. Y luego finalmente cedió aquella sensación salvaje, dejándolos temblando después de una experiencia increíble.
Hyukjae se movió, y rodó con él gimiendo, satisfecho.
Donghae se quedó tumbado con los ojos cerrados, agotado y en estado de shock. No podía creer que hubiera sido capaz de comportarse de aquel modo, de que hubiera sido tan desvergonzado. Y no podía creer que hubiera sido mejor que la vez anterior. Ahora sabía lo que él era capaz de hacerle sentir, el placer al que podía llegar con él.
—Bueno, esto ha estado bien después de una mañana de   reuniones —dijo Hyukjae con los ojos cerrados aún, tumbado boca arriba—. Si hubiera sabido lo caliente que eras no habría dudado en firmar esos papeles. Vales cada céntimo que me quitas.
Donghae volvió a la dura realidad con aquellas palabras hirientes. Con los ojos cerrados, deseó que él se hubiera quedado en las reuniones. Así no se habría abandonado a un hombre que claramente lo despreciaba.
—No entiendo cómo puedes hacerme el amor cuando es evidente que me odias —dijo Donghae.
—Porque no hacemos el amor —Hyukjae lo miró a los ojos—. Tenemos sexo, Donghae. Y, afortunadamente para ti, el tener sexo no requiere una relación afectiva. Si no, los hombres no usarían los servicios de prostitutos.
—¿Me estás comparando con un prostituto? —preguntó, ofendido.
—En absoluto —Hyukjae sonrió cínicamente—. Tú eres mucho más caro.
—Realmente te odio, ¿lo sabes? —humillado, Donghae se acurrucó y se tapó con la sábana, consumido por un poderoso desprecio—. No quiero que vuelvas a acercarte a mí.
Él sonrió.
—No es verdad —se acercó a la cama, se inclinó hacia delante y puso ambos brazos a cada lado del colchón de forma que su cara quedó a centímetros de la suya—. ¿Crees que no sé cuánto me deseas? Es posible que me odies. Pero tu cuerpo, afortunadamente para ambos, no tiene escrúpulos, y en cuanto lo toco, eres mío.
Donghae levantó una mano para golpearlo, pero él se la agarró en el aire, advirtiéndole con la mirada de que no lo hiciera.
—Eso no está bien, esposo mío —murmuró suavemente.
—Quiero que me dejes solo…
—No es posible eso… —Hyukjae miró su boca un momento. Luego se irguió y agarró el teléfono que había al lado de la cama, sin dejar de mirarlo. Habló en coreano.
Minutos más tarde golpearon discretamente la puerta y Hyukjae fue a abrir. Volvió con una bandeja.
—Incorpórate. Tienes que comer o te caerás encima de mí más tarde.
—No tengo hambre —se quedó debajo de la sábana.
—Acabamos de tener sexo sin parar durante seis horas. Tú no has comido esa comida que te estabas preparando, y vas a saltarte la cena.  No quiero que te desmayes en el club nocturno.
«¿Seis horas?», pensó Donghae. Lo miró asombrado. Había perdido totalmente la noción del tiempo y de la realidad haciendo el amor con él.
—¿Un club nocturno? ¿Qué club nocturno? —preguntó con voz temblorosa.
—Uno al que vamos a ir esta noche. Es una aventura empresarial de un amigo. La sociedad coreana decidirá si es un lugar de moda o no.
—No me apetece salir —comentó Donghae, agarrado a la sábana.
—Tus deseos al respecto no tienen importancia. Quiero hacer una aparición pública con mi esposo.
—No voy a vestirme.
—Entonces, te llevaré desnudo —le prometió—. Ha sido decisión tuya. Eres mi esposo y parte de tu papel es tener vida social.
—No tengo ropa…
Hyukjae suspiró.
—El día de nuestra boda te transferí una gran suma de dinero, para agregar a tu importante fortuna —le recordó—. Sin duda te has pasado estas dos semanas de compras.
Donghae tragó saliva. No sabía qué decir.
—No… No me he comprado nada.
—No queda un céntimo en tu cuenta —comentó él, mirándolo con desconfianza—. Retiraste todo el dinero, mi querido y caliente esposo. Así que no me digas que no has estado gastando, porque no te creo.
—Yo… He comprado varias cosas…
¿Cómo había sido tan ingenuo como para pensar que él no se daría cuenta?
Hyukjae lo miró, incrédulo. Y fue al cuarto ropero que había dentro   del dormitorio.
Donghae cerró los ojos. Hubo un largo silencio. Luego Hyukjae volvió al dormitorio y agarró nuevamente el teléfono. Dio unas órdenes en coreano   con tono autoritario.
Donghae decidió que estudiaría coreano.
Hyukjae debía haber visto que su ropero estaba vacío. Sin embargo no había dicho una palabra. ¿Qué ocurría?
—Dúchate. Para cuando termines, la ropa ya estará aquí.
—¿Qué ropa?
—La ropa que acabo de pedir que te envíen.
Donghae se marchó al cuarto de baño y mientras se duchaba, pensó qué excusas podía darle para haberse gastado todo el dinero.
Se miró el cuerpo, por primera vez consciente de él. Era como si Hyukjae lo hubiese marcado a fuego con aquel modo de hacerle el amor. Y toda el agua del mundo no borraría el desprecio que sentía por sí mismo.
Salió del cuarto de baño y encontró varias prendas colgadas en una percha.
—¿De dónde ha salido esto? —preguntó—. No has tenido tiempo de ir de compras…
—Si eres rico, las tiendas vienen a ti. Pero siendo el nieto de Park me extraña que me lo preguntes.
Donghae tragó saliva.
Incluso había algunos cosméticos caros encima de una mesa. Al parecer, pensó Donghae, Hyukjae no había dejado nada al azar.
Donghae se acercó al perchero tratando de disimular que no estaba acostumbrado a cosas así. Él nunca había tenido ni la oportunidad de mirar ropa de aquella calidad y diseño, y menos, de usarla. Impresionado, miró un pantalón de cuero que al colocarse quedaría como una segunda piel.
—Buena elección —dijo Hyukjae—. Esa prenda lleva el cartel de «ramera», y como eso es lo que eres, es mejor que lo anuncies.
Donghae se dio la vuelta y le respondió:
—Si yo soy una ramera, ¿tú qué eres?
—Un hombre sexualmente satisfecho —se burló él, quitándole la toalla con un solo movimiento.
Donghae exclamó, sorprendido, él la mantuvo fuera de su alcance, y achicando los ojos miró su cuerpo desnudo.
—Realmente tienes un cuerpo impresionante —murmuró Hyukjae, tocándole el pecho.
Su entrepierna inmediatamente reaccionó y él se rió burlonamente.
—Y tú realmente me deseas, ¿no es verdad? Si tuviéramos tiempo, te llevaría directamente a la cama otra vez, y probaría otra posición contigo.
Se puso colorado, intentó volver la cara, pero él se la agarró y lo obligó a mirarlo.
—No se te ocurra coquetear con nadie más esta noche. Es posible que seas una ramera, pero eres sólo mío. Yo no comparto estas cosas.
Donghae no podía creer lo que estaba escuchando.
Él jamás había coqueteado con nadie, y no pensaba empezar a hacerlo. Por su situación siempre había evitado ese tipo de contacto con los hombres. Había evitado relaciones que fueran más profundas que la amistad.
Hyukjae extendió la mano y agarró una camisa del perchero.
—Ponte esto con el pantalón —le ordenó—. Sin camisilla.
Donghae miró la ropa. Jamás había llevado algo así.
—No puedo ir…
—Mucha gente anda preguntándose por qué me he casado contigo. Mi intención es mostrárselo.
—¿Estás seguro de que no prefieres que vaya en ropa interior? —le preguntó, sarcásticamente.
—Esto es más sexy incluso que la ropa interior, créeme.
—¡No puedes hacerme usar esa ropa!
—Estás agotando mi paciencia, Donghae… —le advirtió.
—Bien… —Donghae le quitó la ropa de las manos, y agregó—: Si quieres que todo el mundo se entere de que te has casado con una ramera, es decisión tuya. Anunciémoslo, ¿quieres?
Se metió en el cuarto de baño y cerró la puerta de un portazo.

Hyukjae miró su reloj y volvió a caminar por el dormitorio de un lado   a otro. Nunca antes había dudado de su juicio, pero había cosas de su  esposo que no tenían  sentido.
Era heredero de uno de los hombres más ricos de la tierra, había pedido una cuantiosa suma de dinero el día de su boda, que había desaparecido inmediatamente, y no había señales de que hubiera gastado en nada. Había llevado una existencia de privilegios y no obstante se lo había encontrado preparándose la comida vestido con unos vaqueros viejos… Había algo que no cuadraba…
Cuando se había casado con Park Donghae había esperado una persona aburrida, mimado y rico. Lo único que había significado un aliciente había sido su cara, su cuerpo y su aparente deseo de mostrarlo. Lo que no había esperado  era  aquella complejidad.
Miró la puerta cerrada del baño. Llevaba una hora allí. ¿Qué estaría haciendo?
Finalmente, se abrió el cerrojo. Al contemplar al joven que salió del cuarto de baño, tuvo que controlarse para no quedarse con la boca abierta.
Estaba espectacular. Atractivo. Hermoso.
Hyukjae se reprimió un gruñido de deseo mientras lo miraba de arriba abajo con ojos desvergonzados.
No debía haber tenido aquel aspecto con la ropa que él había elegido. Debía haber parecido un prostituto barato. Sin embargo, se las había ingeniado para parecer inocente. Hyukjae se quedó sorprendido. Y sintió ganas de quedarse en el dormitorio.
Era una suerte tener un grupo de guardaespaldas, pensó   Hyukjae.
Quería mantener a los hombres alejados de él.
Hyukjae se sorprendió por aquel pensamiento posesivo.
—Has sido tú quién insistió en que me pusiera esto, así que deja de mirarme con esa cara. no estoy acostumbrado a llevar éste tipo de pantalones. Así que, si no me quiero caer, tendré que agarrarme a ti.
Sorprendido Hyukjae registró un detalle más que no encajaba.
—De no ser así no te tocaría por nada del mundo.
Hyukjae lo miró y se dio cuenta de que el brillo de inocencia de su cara le venía de dentro. Nada que llevase puesto se lo borraría y lo transformaría en una ramera barata, porque él emanaba clase.
«Un joven codicioso, pero muy bien disimulado», pensó Hyukjae. No debía olvidar el motivo por el que se había casado con él,  se dijo.
Donghae, sentado en el asiento de piel de la limusina, se miró los   pies envueltos en zapatos de diseño con una fascinación casi infantil. Casi se le escapa una burbuja de risa, pero la paró a tiempo. Le encantaban los zapatos. Eran sexys y tenían estilo. Y él nunca había tenido nada frívolo en su vida. Y le encantaba la ropa. Nunca había tenido dinero para gastar en ese tipo de cosas.
Se sentía un poco incómodo. Pero también se sentía guapo. Vio con satisfacción la mirada de deseo de Hyukjae al ver sus piernas enfundadas en cuero.
Lo deseaba.
Resistió la tentación de sonreír y sonreír. Lo deseaba. Y seis horas en la cama con él quería decir que no era tan indiferente como intentaba demostrarle.
Un flash lo sorprendió y lo distrajo de sus pensamientos.
—Paparazzi —maldijo Hyukjae—. No los van a dejar entrar en el club. Así que sonríe y no hables.
—¿Por qué los hombres coreanos siguen en la edad de piedra? Siempre me dicen que no hable. No sé si sabes que en la actualidad podemos opinar.
Hyukjae le agarró el brazo y le impidió bajar del coche.
—Cario te abrirá la puerta. Eso evitará que la prensa se acerque demasiado. Y para tu información, soy muy moderno en lo concerniente a las parejas. Puedes hablar cuando quieras. Pero no a la prensa.
«¿Moderno?», reflexionó Donghae. Hyukjae no se conocía nada.
Se abrió la puerta del coche antes de que pudiera responder. Los hombres de Hyukjae los rodearon y los llevaron al club nocturno en medio de una explosión de flashes y fotógrafos pidiéndole que mirase a la cámara. Un fotógrafo se acercó demasiado y uno de los guardaespaldas de Hyukjae le impidió el paso.
Donghae miró alrededor, confundido.
—No comprendo por qué están tan interesados en mí de repente.
—Porque me he casado contigo. Y nuestras familias han estado en guerra durante generaciones. Los periódicos y revistas del corazón están encantados. Nuestras fotos se venderán en todo el mundo por un buen pellizco.
¿La gente iba a pagar por sus fotos?, se preguntó Donghae. No podía comprenderlo.
—¿Cómo ha hecho tu abuelo para mantenerte alejado de la prensa todos estos años?
—Yo… Yo… He llevado una vida muy privada —dijo vagamente. Los guardaespaldas los rodearon hasta que entraron en el club.
Donghae se quedó sorprendido al ver el lugar. Su ropa no desentonaba.
—Este lugar está lleno de gente que no lleva más que ropa interior — alzó la voz para que Hyukjae lo escuchase por encima de la música alta.
Hyukjae alzó una ceja en respuesta, y sonrió.
Donghae abrió la boca para decir que jamás había estado en un club nocturno, pero se calló a tiempo. Si lo decía iba a levantar sospechas de Hyukjae. Aquél se suponía que debía ser su hábitat natural.
Donghae estaba fascinado viendo aquella gente bailando, las luces de colores… De pronto sintió ganas de estar en la pista de baile. Quería divertirse.
—Quiero bailar… —al ver que todavía estaban atrayendo atención, miró alrededor frunciendo el ceño—: ¿La gente no deja nunca de mirar?
—Tú eres el nieto de uno de los hombres más ricos del mundo. Como yo, debes estar acostumbrado a ello. La gente siempre mira, ya sabes.
Hyukjae lo llevó a la pista.
La música vibraba. Donghae cerró los ojos y descubrió que le encantaba bailar. Le gustaba el balanceo de su cuerpo al ritmo de la música.
Finalmente la música se hizo más lenta y Hyukjae lo apretó contra él con gesto posesivo, algo que debió molestarlo, pero curiosamente lo hizo sonreír.
Era el hombre más atractivo de aquel lugar, y no dejaban de mirarlo. Era como un Ferrari en un aparcamiento de bicicletas. Y aquella noche estaba con él, reflexionó Donghae.
Lo miró y vio al multimillonario, guapo y vibrante, sofisticado de los  pies a la  cabeza.
Bailaron hasta que les dolieron los pies. Y finalmente Donghae aceptó descansar y beber algo. Respondiendo a un impulso, Donghae lo abrazó espontáneamente antes de dejar la pista de baile.
—¡Oh, Hyukjae, gracias! —con los ojos brillantes y riendo agregó—: Esto es fantástico. Me lo estoy pasando muy bien —notó que él se ponía rígido y miraba sus mejillas rosadas.
—Te comportas como si nunca hubieras estado en un club nocturno.
—Y así es, quiero decir, no he estado nunca en uno como éste —se corrigió.
Hyukjae lo miró con curiosidad.
Donghae que tenía que parecer aburrido, como si se pasara la vida en sitios como aquél, pero simplemente no podía. Tenía demasiada adrenalina en sus venas, demasiada excitación…
—¿Qué? Me estás mirando porque tengo la cara roja, ¿es eso?
—Te estoy mirando porque es la primera vez que te veo sonreír.
—Bueno, me lo estoy pasando bien —dijo. Miró la pista y, olvidando sus defensas agregó—: ¿Crees que…?
—No —Hyukjae le agarró la mano y lo llevó a una mesa—. No podríamos. Necesito beber algo.
Donghae se dio cuenta de que le dolían los pies y los puso encima de una silla. Se sentía cansado y ridículamente feliz. Estaba descubriendo una parte nueva de sí mismo. Siempre había pensado que era diferente a otros jóvenes. Que no le gustaba la ropa de fiesta, ni las cosas que les gustaban a otros jóvenes. Y lo cierto era que le encantaban. Por primera vez podía ser indulgente consigo mismo y divertirse.
—¡Hyukjae! ¡Has venido! —exclamó un joven acercándose a su mesa—. ¡Cuánto me alegro!
—Sungmin —Hyukjae se puso de pie y le dio un beso en cada mejilla—. Es estupendo. Creo que el lugar será todo un éxito.
El joven miró satisfecho hacia la pista de baile.
—Cautivador, ¿no? Y estiloso. Ya hemos tenido que restringir la entrada —agarró el brazo de Hyukjae posesivamente—. Me alegro de que hayas venido. Te he reservado la mejor mesa.
—Gracias —dijo Hyukjae, mirando los labios del joven.
—Realmente necesito tu consejo para los negocios —Sungmin se sentó al lado de Hyukjae, sin mirar a Donghae—. Hemos tenido algunos problemas y es posible que necesite tus influencias —Sungmin bajó la voz y se acercó más a él, rodeándole el cuello con un brazo, como para que la conversación pudiera mantenerse en privado.
Al ver aquello, Donghae pareció perder la alegría. Era evidente que la relación con aquel joven era algo más que amistad. ¿Sería alguno de sus amantes? Y si era así, ¿sería un amante del pasado o del presente? La idea de que compartiera con otro lo que compartía con él le dio náuseas. Si le había parecido que para él lo que habían compartido   sólo era sexo, ahora tenía la prueba. Y lo que era peor, el joven ni lo había mirado. Como si él no existiera.
Se puso triste y bebió varios sorbos de su copa, esperando ser incluido en la conversación, que Hyukjae los presentase… Pero el joven parecía excluir a Donghae a propósito. Y Hyukjae se mostraba cómodo con aquello.
Donghae notó las miradas de la gente. Era normal. Se suponía que estaban recién casados y él parecía haber olvidado su existencia.
Ignorado y abandonado, Donghae empezó a enfadarse. ¿Por qué iba a quedarse a un lado, fingiendo ser invisible?
Sin mirarlos, se puso de pie y agarrándose a la mesa para recuperar el equilibrio, decidió ir en dirección a la pista.
Una vez más la música le llegó al alma y flotó envuelto en el ritmo, dejando que su cuerpo lo siguiera.
A los pocos minutos, un hombre alto se le acercó y bailó. Era agradable estar bailando con alguien. Sonrió y acopló sus movimientos a los de él. No importaba nada en aquel momento, se dijo. Sólo quería divertirse.
Bajó las pestañas en silenciosa invitación y se acercó más al hombre.
Pero entonces sintió unos dedos en el hombro, que con gesto posesivo lo llevaban nuevamente a la mesa. Perdió el equilibrio y casi se cayó. Pero él la sujetó. Donghae alzó la mirada y se encontró con unos ojos negros. Hyukjae le dijo algo en coreano al hombre que estaba bailando con él, y aunque Donghae no entendió nada, el tono fue amenazador. El hombre miró a Hyukjae y se esfumó entre la gente.
—¡Qué cobarde! ¡Podría haberse quedado hasta que terminase el baile!
—Ha sido sensato —Hyukjae lo miró con fuego en los ojos—. Estamos en un lugar público. Y se supone que tú no debes ser parte del entretenimiento. Si quieres bailar, baila conmigo.
Donghae lo miró y dijo:
—Estabas ocupado.
—Entonces has debido esperar.
—¿A qué? ¿A que te cansaras de ese joven?
—Ese joven es el dueño de este club —lo miró achicando los ojos—. Es la razón por la que hemos venido esta noche. Necesitaba mi consejo.
—No me tomes por estúpido —exclamó acaloradamente—. Estaba encima de ti. Si tú puedes seducir a otros jóvenes en público, yo puedo bailar con quien me apetezca.
Hyukjae le agarró la mano. Donghae se estremeció al sentir su calor.
—Vuelve a coquetear con otro, y te enterarás de lo que es estar casado con un coreano.
Con el corazón latiendo aceleradamente, Donghae lo miró, impotente. Hizo un gesto de disgusto. Intentó soltarse, pero él lo sujetó más firmemente.
Pensando en que Hyukjae se había pasado casi toda la noche con otro, Donghae apretó los dientes y dijo:
—Ya sé cómo es estar casado con un coreano, Hyukjae. Se sufre una gran soledad y frustración. Te casaste conmigo y desapareciste durante quince días sin decirme nada. Luego vuelves y sales conmigo una noche y te pones a coquetear con otro. Te odio.
Y lo que más odiaba era que le importaba.
—Yo no estaba coqueteando —dijo él.
—Sí lo estabas haciendo. No dejabas de mirarlo, y él no dejaba de tocarte y tú te has olvidado completamente de que yo estaba allí.  Bueno, ¡me niego a que me ignores! Tú has querido traerme aquí, y luego has sido un grosero. Y lo peor es que todo el mundo nos estaba mirando —de pronto se sintió mareado—. Y ahora estoy un poco mareado.




*** De verdad estoy que pateo a Hyukjae... ***

5 comentarios:

  1. O_____O
    Seis horas!????
    Really!?????
    Ahhhh
    Oh si!!!
    Celos malditos celos!!¡
    Un mareó!!!! No inventes!!!!!
    Ahhh

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  2. Hahahaha.. hyukjae todo posesivo, me encanta!!!!

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  3. Será que al final si habremus bebé?.
    Me apunto a la lista de antifans de HuykJae. Cuando queres ser capullo nadie te gana

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  4. cuando el rio suenas y monito lindo ya deja de ser tan pero tan tonto y ve la verdad

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  5. Jajajajajajaja que risa
    Es que no veo las horas en que Hyuk sepa todo y rememore toooooodas las cosas hirientes que le ha dicho y hecho hacer a Hae por haberlo "comprado".
    Hae no quiere despertar dudas en Hyuk...si supiera que Hyuk tiene una incognita desde el día que se conocieron en la isla...una que ha ido creciendo con las acciones y actitudes de Hae....empezando porque no hay dinero en su cuenta y Hae no ha comprado nada.
    Hyuk compró ropa para Hae...me extraña que no le haya comprado ropa interior también.
    Pobre Hae...apenas está viviendo su vida,aunque sea a base de un marido que le recuerda a cada rato que lo ha comprado.
    Espero Hyuk se vaya otras dos semanas y deje a Hae tranquilo por un rato.
    Pero ahora lo dudo,Hyuk está enojado al igual que Hae...yseguro que no lo deja solo ahora,y menos cuando ha visto lo fácil que alguien más se le puede acercar a Hae.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...