Debutantes I -3



Era con toda probabilidad el lugar más lúgubre y desolado que había visto jamás. Supuso que el grueso manto de niebla que lo cubría, de varios metros de espesor, podía ser la causa, así como los árboles sin hojas, que, por lo que él sabía, podían estar tanto vivos como muertos. O tal vez pareciera tan desierto porque era muy temprano.
Por otra parte, Youngwoon dudaba de que ningún rayo de sol, por  débil que fuera,  pudiera influir  en su estado de ánimo, ni tampoco el canto de los pájaros, si es que había alguno por allí en aquella época del año. Estaba predispuesto a detestar Raccoon Glade, y lo detestaría, eso seguro.
Sir Donghwa querría haber llegado la noche anterior, lo cual habría sido fácil, pues la posada en la que se habían alojado se hallaba a menos de veinte minutos de su destino. Pero Youngwoon no estaba de humor para conocer a su abuelo inglés después de un día entero de viaje. Quería estar tan despejado como le fuera posible, no cansado y pensando únicamente en un baño caliente y una cama.
Sin embargo, no había planeado llegar antes de que Eric Moon se hubiera siquiera  levantado, como fue el caso, y aquello le contrarió, porque iba dispuesto a enfrentarse a su abuelo. Y casi abrigaba la esperanza de que, por su desolado aspecto, la casa estuviera vacía. En cambio, estaba repleta de sirvientes, más de los que podrían utilizar diez familias numerosas, todos al servicio de un solo anciano.
No obstante, todo había que decirlo, Youngwoon admitió que el marqués vivía en una casa muy grande, que podía necesitar unos cuantos sirvientes más de lo habitual para funcionar como es debido. También dedujo que probablemente los ingleses estaban un poco malacostumbrados, sobre todo los grandes lores como su abuelo, y que tal vez creyeran necesitar muchísimos sirvientes, a pesar de no ser así.
Hicieron falta cuatro sirvientes, para acompañar a Youngwoon a su habitación, situada en el primer piso. Cuando el ama de llaves salió a recibirlo, él ya se reía entre dientes de que hubieran hecho falta tantas personas para llevarlo cuando habría bastado con que le indicaran el camino. Pero aquel no era ni por asomo el final de la procesión.
Apareció otra doncella para encender el fuego de su habitación. Luego vino otra con agua caliente y toallas. Y, pisándole los talones, llegó otra más con una gran bandeja de tentempiés matutinos: galletas, embutido, pastas y dos jarritas de té y chocolate calientes. Y menos de diez minutos después de que se marchara, vino aún otra señorita para preguntarle si necesitaba alguna cosa más.
Y por último llegó Willis.
Willis era un hombrecillo delgaducho de mediana edad, casi cincuentón, que proclamaba con orgullo haber sido elegido como ayuda de cámara de Youngwoon.
Youngwoon no era tan ignorante como para no saber cuál era la función de un ayuda de cámara. Estaba sorprendido, eso sí, de que hubiera uno en su habitación, de que Willis estuviera ya deshaciendo su maleta, la que casi tuvo que arrebatarle a un lacayo en el piso de abajo para subirla en persona antes de que él tuviera oportunidad de decirle que no era necesario.
Y entonces oyó:
-¿Una falda, señor?
-Es una falda escocesa, ¡necio! -Youngwoon casi rugió ante aquel insulto, ruborizándose hasta las orejas.
Su tono no alteró a Willis, quien se limitó a chasquear la lengua mientras guardaba la falda escocesa en la cómoda.
Youngwoon se quedó mirándolo, sin salir de su asombro. El insulto ya había sido lo bastante grave, pero que, además, aquel hombrecillo ignorara su furia...
Apretando los labios, Youngwoon ordenó:
-Fuera de aquí.
Aquello atrajo toda la atención de Willis, quien, no obstante, se limitó a decir:
-¿Señor?
Ante la mirada perpleja del hombrecillo, Youngwoon explicó:
-No he necesitado un ayuda de cámara en toda mi vida, y no voy a necesitarlo ahora.
Sin embargo, en lugar de enfurruñarse y marcharse, Willis volvió a chasquear la lengua y dijo:
-No es culpa suya dónde se crió usted, pero ahora está en tierras inglesas y querrá hacer las cosas como  es debido, estoy seguro.
-¿Ah, sí? -respondió Youngwoon en tono amenazador, empezando a enojarse otra vez.
-Naturalmente que querrá, y naturalmente que me necesita. Ningún caballero de importancia pensaría jamás en vestirse solo.
-Yo no soy un caballero, ni un lord, y puedo vestirme solo, maldita sea. Ahora márchese, antes de que  me vea obligado a echarle.
Con aquellas palabras, Willis acabó por tomarlo en serio y Youngwoon tuvo la impresión de  haberlo  asustado.
-No estará echándome, ¿verdad? Eso me perjudicaría mucho.
-¿Solo porque no lo necesito?
-Pero nadie lo creerá -le aseguró Willis-. No, esto se entenderá exclusivamente como culpa mía y me impedirá aspirar de por vida a una posición tan prestigiosa como es esta. Será mi ruina, señor, si me envían de regreso a Londres.
Youngwoon habría jurado que al hombrecillo acababa de temblarle el labio inferior. Suspiró. Él no era un hombre mezquino, solo obstinado. No obstante, no deseaba ser el causante de la «ruina» de nadie. Aunque no le gustaba hacer concesiones.
-Muy bien, puede dedicarse a planchar y limpiar lo que me ponga, pero vestirme es cosa mía, ¿queda claro?
-Gracias, señor -dijo el hombre, retomando su tono altivo y condescendiente-. Y ¿me permite que llame al sastre del marqués para que le tome las medidas, o van a llegarle más baúles en breve?
Youngwoon se quedó mirándolo. Dale a un inglés la mano y..

***
A Jungsoo no le pareció tan trágico que la historia de su familia hubiera salido de nuevo a la luz.  De  hecho, la buena sociedad de Londres estaba reaccionando de forma tan extraña cuando lo conocía que hasta  lo encontraba divertido.
La gente, que antes lo había mirado con la mera curiosidad reservada a todo recién llegado, le dedicaba ahora miradas que parecían decir: «¿ Sigues vivo? Pero no por mucho tiempo, te lo aseguro». Una dama había incluso cometido la ridiculez de ponerse a gritar, creyendo que era un fantasma. Jungsoo se preguntaba hasta qué punto debía de haberse distorsionado el rumor cuando llegó a oídos de aquella necia.
Sus perspectivas de hallar esposo en Londres eran ahora nulas, obviamente. Al fin y al cabo, ¿qué caballero que se casara con la pretensión de tener un heredero, y esa era la razón por la que muchos lo hacían, querría un joven esposo que tal vez no viviría lo bastante como para dárselo? Sus dos tíos estaban vivos y habían pasado muchos años desde las tragedias, rompiendo a todas luces el círculo vicioso, pero ¿había alguien que tuviera eso en cuenta? No. La alta sociedad londinense, en resumidas cuentas, pasaba por alto aquel detalle.
Lo cierto es que contarle a todo el mundo la verdad sobre su familia no hacía ningún bien. Creerían lo  que quisieran creer. Era mucho más interesante insistir en que aquella tendencia a acabar con la propia vida prematuramente tenía que ser algo de familia.
Por desgracia, el bisabuelo de Jungsoo, lo había hecho, y su inconstante esposa, incapaz de soportar la tragedia, siguió  su ejemplo. Sin embargo, ahí debería haber terminado todo. Su hija  les sobrevivió, ya estaba casada por aquel entonces con su padre, un conde de constitución robusta, y tenían ya dos jóvenes hijos, Minwoo y Hyesung. El padre de Jungsoo, aún no había nacido, razón por la cual el título del viejo duque pasó a otra rama lejana de la familia desconocida para los Park.
Nadie, al menos nadie de la familia, sabía con seguridad si su abuela había saltado por el balcón o si la  caída había sido accidental. Su salud se había deteriorado después de dar a vida a un hijo  varón y pasó varios meses deprimida tras su nacimiento, así que cabía la posibilidad de que hubiera seguido el mismo  camino que sus padres.
Fuera cierto o no, a nadie le cupo la menor duda de que lo había hecho y, de esa forma, el rumor resurgió y se mantuvo en circulación el tiempo suficiente como para impedir que Minwoo y Hyesung pudieran encontrar marido. Y ahí debería haber terminado todo. Al fin y al cabo, ahora había sangre nueva en la familia que provenía de la rama del conde. De hecho, el rumor se había extinguido cuando sus padre se casaron y de su unión nació él.
Sin embargo, sus padres tuvieron entonces la desgracia de ingerir comida en mal estado y los dos fallecieron antes de que llegara el médico. Hasta el perro murió por haberse comido las sobras. Y dos de las ayudantas de cocina, que solo la habían probado, habían tenido graves trastornos intestinales. El médico  afirmó que la causa había sido algún alimento en mal estado. Pero el rumor de que habían ingerido veneno de forma deliberad no tardó en surgir.
Minwoo y Hyesung sabían que no era así. Su hermano y su esposa se amaban y eran muy felices. Su muerte, como mínimo, había sido un verdadero accidente. Pero, una vez más, nadie iba a creerlo.
No era sorprendente que sus tíos estuvieran desolados al saber que el rumor estaba de nuevo en circulación, después de tantos años. Además, se habían hecho muchas ilusiones con Jungsoo a las que ahora tendrían que renunciar.
No alcanzaban a imaginar quién podía ser tan mezquino y envidioso como para volver a introducir ese viejo rumor en los círculos de Londres, aunque saber quién había sido no cambiaría nada. El daño estaba hecho. Y por esa razón, no había motivo ya para quedarse en Londres durante más tiempo.
Lo cierto es que Jungsoo se alegró de regresar a casa. Se había dado cuenta  de que Londres,  tan bullicioso y rutilante, no era para él. Había demasiada gente, mucha suciedad, y el aire solía estar  impregnado de hollín y humo. Añoraba con fuerza el aire limpio que se respiraba al dar un paseo por  el campo cubierto de nieve, y los olores de los animales y el follaje en los meses más cálidos, en lugar del hedor de la gente y la basura.
Se alegraba de haber asistido al menos a un baile porque era poco probable que lo invitaran a otro y a unas cuantas fiestas más, antes de que el rumor se hubiera extendido. Al menos, ahora sabía cómo era Londres. Mejor eso que preguntárselo por siempre, razón por la cual el viaje no le parecía una completa pérdida de tiempo.
Y, a diferencia de sus tíos, no pensaba que ahora no fuera a casarse. Imaginaba que algún día encontraría un hombre agradable, inteligente como para ver la verdad más allá de los rumores.
Era cierto que algunos de sus antepasados se habían suicidado, pero eso no significaba que toda su familia estuviera condenada a hacer lo mismo. Y si no encontraba a nadie, tampoco supondría una gran tragedia, y sus tíos daban fe de ello.
Irónicamente, sus anfitriones, los Kim, tuvieron también que viajar a Yorkshire, porque tenían que presentarse en Raccoon Glade para conocer al nieto de Eric Moon, que estaba a punto de llegar.
Como era natural, se sugirió la posibilidad de que viajaran todos juntos. Había sido idea del joven señor Soogeun. No obstante, su hijo Heechul se saltó las buenas formas suplicando a los Park que también se unieran a ellos  en Raccoon Glade.
Los tíos de Jungsoo sin duda vieron aquello como una última oportunidad de que algún joven caballero se fijara en Jungsoo, por lo que accedieron de buen grado. También pensaban en las muchas fiestas que Heechul sin duda celebraría en Raccoon Glade después de casarse, lo cual sería muy beneficioso para su sobrino.
Pensar de ese modo bastó para animarlos un poco y Jungsoo no tuvo el valor de poner objeciones, aunque él sí era consciente de lo incorrecto que sería presentarse ante el marqués de Kang sin que les hubiera invitado personalmente.
Jungsoo tampoco desconocía los verdaderos motivos de Heechul para invitarlos a Raccoon Glade, a ellos y a muchísimas otras personas más. Le enfurecía, y no le importaba quién lo supiera, que lo apartaran de Londres, y aquella era su absurda manera de llevarse a Londres consigo. Sin embargo, la razón de peso era que necesitaba refuerzos para hacer acopio de valor, porque ya había dejado bien claro que aquel bruto escocés con quien sus padres lo obligaban a casarse le aterrorizaba.
Aunque a Jungsoo seguía disgustándole la forma en que Heechul pretendía deshacerse de su prometido, hasta cierto punto se solidarizaba con ella. En la época en que vivían, tener que casarse con alguien a quien ni siquiera se había visto, estaba desfasado. Su temor era comprensible.
Jungsoo se habría solidarizado aún más con Heechul si le hubiera expresado su deseo de casarse por amor y no de aquella forma, pero al parecer esa idea no estaba en su lista de prioridades. Simplemente, había sido demasiado impaciente para esperar a ver si el nieto del marqués podría convenirle y, además, aspiraba a un título superior al suyo.
No obstante, fue bastante embarazoso encontrarse con la expresión severa del mayordomo de Raccoon Glade. Heechul abordó el asunto como era habitual en él, tratando al mayordomo como a un mero criado.
-Si voy a quedarme aquí -le dijo-, mis amigos se quedarán también. Casi siempre tengo visitas, así que ya puede ir acostumbrándose.
Por suerte para Heechul, sus padres aún no habían entrado y no oyeron aquel arrogante comentario, pues de lo contrario le habrían dado un buen rapapolvo. No obstante, el mayordomo le dejó  bien claro  con la mirada que aquello llegaría a oídos del marqués. Eso esperaba Heechul, sin duda. No quería agradar al marqués.
Al menos, Jungsoo y sus tíos no tendrían que ir muy lejos si ocurría lo peor y el marqués los echaba a todos. Su casa, solo estaba a veinte minutos de allí, por lo que marcharse no supondría inconveniente alguno, ni siquiera de noche. Ahora solo les quedaba esperar y ver si lord Eric iba a estar de humor para consentir a su futuro nieto político.
 ***

Desconociendo que sus huéspedes habían llegado, Youngwoon y su abuelo estaban en aquel mismo  instante en el piso de arriba, viéndose por primera vez. Youngwoon había insistido en esperar a Eric en su salón privado cuando su ayuda de cámara se negó a despertar al marqués antes de lo que era habitual en él, y la espera había durado casi dos horas.
Al final, el anciano había hecho su aparición y el ayuda de cámara, que se marchó ruborizado, había recibido sin lugar a dudas una reprimenda por no haberlo despertado antes. Lo cierto es que a Youngwoon no le había importado la espera, que le había permitido examinar algunas de las pertenencias que Eric debía de considerar importantes, dado que las tenía en su salón privado.
Había un escritorio que parecía tan frágil que a Youngwoon le habría dado miedo usarlo, temiendo que pudiera desplomarse con tan solo apoyar un codo. Había encima dos miniaturas, una de las cuales reconoció como el retrato de su madre cuando era joven, pintado sin duda antes de que se marchara de casa para contraer matrimonio. La otra era de un niño de pelo rojo.
El segundo retrato le llamó la atención y se quedó mirándolo. Podría ser él, supuso, aunque desde luego no recordaba a nadie conocido que pudiera haberlo pintado. El niño no estaba posando, sino que jugaba al  aire libre, ajeno a que pudieran estar observándolo. Y Youngwoon solo había tenido el pelo así de rojo cuando era pequeño, pues ahora el color era muy distinto. Con la edad se le había oscurecido de manera considerable.  Sin embargo, no halló otro parecido aparte del pelo, aunque eso podía ser culpa del artista; se estaba quedando sin razones para descartarlo como su retrato, cuando en el fondo sabía que lo era.
Lo cierto es que no podía imaginar por qué lo tenía Eric, por qué lo había querido, cuando jamás ni una sola vez en la vida de Youngwoon había intentado ver a su nieto o incluso ponerse en contacto con él.
Había escrito a Junjin, pero nunca a su único nieto, lo cual hablaba con elocuencia, en lo  que a Youngwoon atañía,  sobre los sentimientos de Eric hacia él. Era una posesión prometida, y probablemente Eric no lo veía muy diferente a sus otros objetos de arte: algo estimado y de valor pero que no despertaba en él sentimiento alguno.
Ahora, al verse por primera vez Eric se había detenido en la puerta que daba a su dormitorio y no se movía, se estudiaron mutuamente, sorprendidos de que ninguno de los dos respondiera a sus expectativas.
Eric conservaba todo el pelo, aunque había adquirido un color blanco plateado. Y había envejecido bien. No disimulaba los años que tenía, pero apenas le habían salido arrugas y tenía la mirada despierta.
De hecho, Youngwoon no se hallaba ante un hombre próximo al lecho de muerte, como había insinuado Donghwa. Nada más alejado de lo que estaba viendo. Eric parecía gozar de una salud inmejorable.
-Eres más corpulento... de lo que esperaba  -fue lo primero que dijo Eric.
En la misma línea, Youngwoon respondió:
-Y usted no es tan viejo como esperaba; no está tan mal.
Las palabras rompieron el incómodo silencio. Eric entró en el salón, andando a buen paso, aunque suspiró al sentarse en su pequeño escritorio. Youngwoon, al no encontrar ninguna silla en todo el salón que no diera la impresión de ir a romperse con tan solo mirarla, se quedó de pie junto a la chimenea.
Enseguida averiguó que no había sido buena elección, pues el fuego crepitaba ya incluso antes de que él llegara y seguía haciéndolo. Por ese motivo, hacía un calor excesivo en el salón que, junto al fuego, resultaba inaguantable.
Se dirigió a una de las ventanas y se dispuso a abrirla; las tres que tenía el salón estaban cerradas a cal y canto.
-Por favor, no lo hagas -le pidió Eric y, ante la mirada interrogante de Youngwoon, añadió, algo avergonzado-: Me han pedido que tenga cuidado con las corrientes. Por lo  visto, mis médicos piensan que  mis pulmones no soportarán otro achaque más. Lamentablemente, eso significa que las habitaciones que frecuento deben estar más caldeadas de lo habitual.
-Entonces, ¿ha estado enfermo?
-Me pasé el último invierno en cama. Este año me encuentro mejor.
Youngwoon asintió. Lo había dicho con naturalidad. Eric no estaba lamentándose, tan solo informándole sin más. Youngwoon permaneció junto a la ventana, donde al menos se estaba un poco más fresco, aunque no lo bastante después de haber estado junto a la chimenea. Sudaba y se quitó la chaqueta.
-Supongo que eres tan alto como lo fue tu padre, y también tienes su pelo -señaló Eric, observándolo.
-Me han dicho que tengo sus ojos.
-¿Te importaría... acercarte para que los vea?
La pregunta, casi en tono de súplica, desconcertó a Youngwoon.
-¿No tiene buena vista, entonces?
-Llevo lentes -respondió Eric en tono gruñón-. Pero nunca sé dónde las dejo.
Aquel tono, que le recordó a Junjin, casi consiguió relajarle. Tuvo que decirse que aquel anciano no era el abuelo que lo había criado y se había ganado su amor. Este no significaba nada para él.
No obstante se acercó y se quedó frente al escritorio. Le puso bastante nervioso el detallado escrutinio  de Eric. Le vinieron ganas de alejarse, pero consiguió contenerse.
-Mi hija, estaría orgullosa de ti si pudiera verte ahora.
En cierto modo era un cumplido, de Eric, no de su madre. Provocó el efecto de enojar a Youngwoon en lugar de halagarlo.
-¿Y cómo puede saber usted lo que ella pensaría, cuando no volvió a verla después de que se casara?
Su amargura era patente. Eric tendría que haber estado sordo para no detectarla y, a su avanzada  edad, puede que estuviera perdiendo otras facultades, pero no el oído. Se puso rígido. Si lo que quería era hablar del pasado, no tenía intención de permitirlo. Abruptamente dijo:
-El joven lord Heechul y sus padres llegan hoy. Sería de gran interés para los dos que hicieras un esfuerzo por impresionarlo. Aunque él va a beneficiarse más que tú con este matrimonio, me han informado de que es extremadamente popular en los círculos londinenses y que ha tenido innumerables ofertas aparte  de  la nuestra, así que, hasta que se celebre la boda, deberás tenerlo contento. Estos jóvenes de hoy - añadió disgustado- rompen los compromisos como si tal cosa.
Youngwoon se preguntó si aquellas últimas palabras se referían a él. Podían ser de la misma sangre, pero Eric nunca había hecho ningún intento por ponerse en contacto con él, ni siquiera por carta, antes de que hubiera llegado el momento de que se cumpliera «la promesa», y aun entonces había sido Junjin el  destinatario de sus cartas. Era imposible que supiera en qué clase de hombre se había convertido Youngwoon, a  no ser que Junjin se lo hubiera explicado.
Frunció el ceño, preguntándose qué le habría contado exactamente en todas aquellas cartas que se habían escrito.
-Yo no rompo ningún compromiso... cuando lo contraigo, pero aún no he contraído ninguno.
-¿No te habló sir Donghwa de tu enlace ... ?
-Me habló del enlace que usted concertó, que no tiene nada que ver conmigo. ¿No se ha dado cuenta todavía, lord Eric, de que tiene ante usted a un hombre hecho y derecho, no a un muchacho que necesita que decidan por él? Estoy aquí por mi madre. Me casaré por Junjin, porque parece que él quiere que sea pronto. Pero elegiré yo a mi futuro esposo. Si su lord Heechul me conviene, puede que incluso me case con él, pero no estoy obligado a hacerlo hasta que sea yo el que me comprometa.
-Entiendo -dijo Eric despacio, sin abandonar su rigidez-. Has venido a disgusto.
-¿Eso cree? Yo diría que me desagrada en lo más profundo estar aquí. Alguien debería haberme puesto al corriente de esa maldita promesa suya antes de que tuviera que hacerlo sir Donghwa.

Luego Youngwoon se marchó, antes de que pudiera decir más cosas de las que luego tuviera que  arrepentirse. No debería haber revelado sus verdaderos sentimientos. No era esa su intención, al menos no tan pronto.


2 comentarios:

  1. Estoy imaginandome a Kangin en una falda escocesa...y gracias al SS5...no me es imposible😂😂😂😂😂😂
    Al menos ya le dejo en claro a su a abuelo que èl buscará a su esposo,ya que lo obligan,al menos se dará el gusto de elegirlo...y si es para la contraria de su abuelo...creo que mejor.
    Este quiere que se case...y el otro qyiere un nieto.
    No hay presión👍
    Aaww Teukkie...aunque el hecho de que siempre hayan hablado de su familia lo tenga acostumbrado,no es bonito que sea tooodo el tiempo

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  2. Al leer lo de la falda, me acordé cuando él se disfrazó de por risa, con su cabello rojo y grandes piernas 😂
    Gracias por el capitulo

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...