Debutantes I -2



El resto de la casa era muy acogedor y la decoración era tan suntuosa como cabría esperar. Si Donghwa no hubiera tenido tanta prisa en ponerse junto al fuego ni hubiera estado todo tan oscuro, tal vez se habría dado cuenta de que antes lo habían llevado a un establo convertido en salón. Pero, ahora que habían dejado una lámpara sobre la mesa de la sala, era fácil ver las habitaciones que lo rodeaban y vislumbrar su hermosa decoración.
El despacho al que fue conducido era pequeño pero pulcro. Y tenía un gran brasero encendido en un rincón, lo cual indicaba que el joven se hallaba allí cuando Donghwa llegó.
El abogado estaba empezando a pensar que había sido el agente de Junjin o el administrador de  sus propiedades quien había salido a recibirlo, pero ya había hecho bastantes conjeturas, equivocadas por demás, así que le preguntó educadamente quién era en cuanto se acomodó en el mullido sillón de piel frente a su escritorio.
La respuesta, «soy un Shinhwa, naturalmente», no fue en absoluto esclarecedora, habida cuenta que todas las personas de aquella propiedad llevaban ese nombre, pero, a esas alturas, Donghwa estaba  demasiado cansado a causa del viaje y del mal tiempo como para intentar sonsacarle nada más.
-¿Ha sido lord Junjin informado de mi llegada.? -prefirió preguntarle.
-A estas horas el viejo ya está en la cama. Es muy madrugador -fue la respuesta del joven-. Pero  puede explicarme a mí qué es lo que quiere usted de él.
Ya fuera su agente o su secretario, todo indicaba que aquel hombre se encargaba de llevar los asuntos de Junjin. Incluso tenía un despacho en la casa, por lo que Donghwa no encontró ningún motivo para no responderle.
-He venido en busca del nieto de lord Eric.
Curiosamente, su respuesta pareció divertir a aquel Shinhwa. Había curvado un poco los labios, casi de forma imperceptible, pero lo había hecho. No obstante, su tono despejó cualquier atisbo de duda.   El humor era patente.
-¿De veras? -respondió despacio-. ¿Y qué ocurre si su nieto no desea irse con usted?
Donghwa suspiró para sus adentros. No debería haberse rebajado a tratar con empleados.
-En realidad, debería estar tratando este asunto con lord Junjin  -dijo.
-¿Eso cree? ¿Incluso si el nieto tiene ya edad para tomar sus propias decisiones?
Donghwa estaba lo bastante cansado como para enfadarse.
-Aquí no hay nada que decidir, joven -dijo crispado-. Se selló una promesa y lord Eric exige su cumplimiento.
Ante aquellas palabras, el joven se inclinó hacia delante. La preocupación que ahora reflejaba su rostro era muy desconcertante.
-¿Qué promesa?
-Lord Junjin está al corriente, y sabe que ha llegado la hora...
-¿ Qué... maldita... promesa? Yo soy nieto de los dos y yo decidiré si existe promesa alguna que haya que cumplir en lo que a mí respecta.
-¿Es usted Kim Youngwoon?
-Sí, y ya puede empezar a explicarme de qué diablos va todo esto.
-Por el amor de Dios, ¿no se lo han explicado?
Kim Youngwoon se había levantado y estaba apoyado en el escritorio; hablaba prácticamente a gritos:
-¿Tiene usted la impresión de que sé de qué habla?
Donghwa no daba crédito a sus oídos. Youngwoon tenía veintiún años. Él lo sabía a ciencia cierta. Y en todo aquel tiempo, ¿nadie se lo había contado, ni siquiera sus padres? Lord Eric tampoco había advertido a Donghwa de que su nieto no estaba al corriente. Ahora dudaba que el propio Eric tuviera conocimiento de ello.
Donghwa también se reprendió por no haberse percatado antes de quién era Youngwoon. Después de todo, tenía los mismos ojos que Eric. También la nariz mostraba el porte patricio por el que se distinguían los Moon; todos los antepasados retratados en la galería de Raccoon Glade, como mínimo, tenían exactamente la misma nariz. No obstante, el joven Youngwoon no guardaba más parecido con el marqués que aquel. Aunque Donghwa no lo había conocido cuando era joven, había visto  un retrato en el que Eric tenía más o menos la misma edad que Youngwoon.
Eric Moon, cuarto marqués de Kang, no tenía ningún rasgo por el cual despuntara  o llamara particularmente la atención. En su juventud, había sido un aristócrata de aspecto corriente y no había mejorado mucho con la edad, ahora que era casi octogenario. Su joven nieto, en cambio, era justo lo contrario.
Youngwoon debía de haber heredado la corpulencia y la elevada estatura de los Shinhwa. Era muy apuesto, aunque de una ruda apostura. Y era precisamente aquella rudeza, su tosca virilidad combinada con su corpulencia, lo que confundía respecto a su edad.
Donghwa sabía cuántos años tenía, pero, de no haber sido así, habría jurado que era mucho mayor. Puede que las Tierras Altas hicieran envejecer de forma prematura, su extremo clima, y las penalidades que entrañaba vivir en aquel lugar tan aislado.
En cuanto a la pregunta que Youngwoon acababa de hacerle, Donghwa deseó que Kim Junjin estuviera allí en aquel preciso instante. Él estaba al corriente de la promesa, y de las que habían venido después, las que habían acordado los dos ancianos, después de enviarse un sinfín de cartas poco amistosas. Debería haberle explicado la situación al joven Youngwoon antes de que Donghwa se hubiera presentado allí.
-Fue una promesa que hizo su appa antes de que usted naciera -dijo Donghwa al fin. De lo contrario, no podría haberse casado con su padre. Aunque él lo hizo de buen grado. Amaba a su padre. Y nadie puso objeciones en ese momento, y menos su padre, desde luego, puesto que quería hacerlo suyo a toda costa, ni el padre de él, Junjin.
-Sir Donghwa, si no me dice de una vez por todas de qué promesa se trata, soy capaz de echarlo ahora mismo.
Youngwoon habló con mucha serenidad. Incluso su expresión se hizo inescrutable. No obstante, Donghwa no abrigó ninguna duda de que no bromeaba. Y apenas podía culparlo por su turbación. ¿Por qué no lo había puesto nadie al corriente hasta ahora?
-Su appa prometió que usted, o mejor dicho, su primogénito, que resulta ser usted, sería el heredero de lord Eric si él no tenía descendencia, como ha sido el caso.
Youngwoon se reclinó en el asiento.
-¿Eso es todo?
Donghwa no estaba seguro de si debía proseguir. Sin lugar a dudas, cualquier otro joven habría pensado que aquel era el día más afortunado de su vida: era el heredero de un gran lord y no se había enterado hasta entonces. Pero también sabía qué opinaban de los ingleses los habitantes de las Tierras Altas, y Kim Youngwoon de Shinhwa se había criado en Escocia. Tampoco había llegado a conocer a su abuelo inglés, ni había puesto jamás un pie en Inglaterra.
-¿Se da cuenta del gran honor que esto representa, lord Youngwoon? -enfatizó Donghwa.
-Yo no soy lord, así que no me llame...
-Sí que lo es -se apresuró a interrumpirle Donghwa-. Ya ha heredado uno de los títulos menores de lord Eric, junto con sus tierras...
-¡Pues peor para él! -Youngwoon había vuelto a ponerse en pie-. No van a convertirme en un inglés solo porque ese anciano lo quiera.
-Usted es medio inglés.
Aquello le valió a Donghwa una mirada de profundo disgusto que le hizo titubear, aunque Youngwoon respondió de nuevo sin alzar la voz. Era asombroso con cuánta facilidad podía pasar de la ira a la calma y viceversa.
-¿Sabe usted que yo no tengo por qué aceptar ese título inglés? -preguntó Youngwoon.
-¿No se da cuenta de que va a convertirse en el marqués de Kang lo quiera o no?
Se hizo un largo e incómodo silencio, al menos para Donghwa, y Youngwoon apretó los dientes antes de  decir:
-Entonces, ¿por qué ha venido hasta aquí para contármelo, cuando, como usted ha dicho, el marqués aún no ha muerto?
-Ya ha alcanzado usted la mayoría de edad. Una parte de la promesa de su appa era que usted fuera conducido en presencia de lord Eric en ese momento, si él aún estaba vivo, y lo está, para que él pudiera instruirle personalmente sobre sus responsabilidades, y también para ver cómo sentaba usted la cabeza antes de morir.
-¿Sentar la cabeza?
-Casarse.
-Entonces, supongo que incluso ha escogido un esposo para mí -dijo Youngwoon con sarcasmo.
-Bueno, sí, en realidad sí -respondió Donghwa, muy a su pesar.
No obstante, fue en este punto cuando Kim Youngwoon se echó a reír de manera ostentosa.

Youngwoon se había echado a reír porque no creía que el atrevimiento de su abuelo inglés pudiera afectarle. Eric Moon podía escogerle una docena de futuros esposos. Pero ¿quién iba a obligarle a casarse? Él era un hombre hecho y derecho. Si Eric pretendía dirigirlo y controlarlo como afirmaba  su  abogado, debería haber mandado a buscarlo antes, cuando él aún no era capaz de tomar sus propias decisiones.
Aquella situación era inaudita. Junjin le había confiado a Youngwoon la administración de las granjas, las minas y las demás empresas de los Shinhwa cuando cumplió dieciocho años. ¿Por qué iba a hacer nada semejante si durante todo aquel tiempo hubiera sabido que Youngwoon no estaría allí para seguir a cargo de todo? Una promesa hecha antes de que él naciera, que todo el mundo conocía -salvo él-. Francamente inaudito.
No tenía nada personal en contra de los ingleses. Al fin y al cabo, su propia madre lo había sido, aunque' después de convertirse en una Shinhwa, apenas si había tenido presente su origen. Su hostilidad  era visceral, resultado de la desconfianza y el desagrado que había presenciado durante toda su vida. Y no obstante, ¿tenía que marcharse a Inglaterra para vivir entre ingleses? ¿E incluso casarse con uno de ellos? Ni soñarlo.
Su buen humor duró poco después de poner al hombrecillo inglés en manos del ama de  llaves  de Junjin para que le indicara dónde dormir. Pasó una noche inquieta, sintiendo asombro y enojo ante la magnitud de lo que le habían ocultado. Sin embargo, al final decidió que Junjin  debía  de tener un plan  para eximirlo de cumplir aquella antigua promesa. Y averiguarlo sería lo primero que iba hacer en cuanto se levantara.

Como era de esperar, Junjin ya estaba en la cocina al despuntar el alba. Youngwoon se unió a él como todas las mañanas. Los dos eran madrugadores. Y en la cocina, la habitación más caldeada de la casa, era donde comían, pues el comedor era grande y frío para solo dos personas.
Así lo habían hecho desde que el último de los cuatro hijos de Junjin, el padre de Youngwoon, muriera hacía ahora catorce años. Dos de sus hijos habían muerto por no cuidarse y dos debido a la furia de la naturaleza. Los padres de Youngwoon habían fallecido juntos. Navegaban rumbo a Francia, donde debían firmar unos contratos para comercializar la lana de los Shinhwa. El viaje era corto, pero la tormenta fue tan repentina y violenta que el barco jamás llegó a puerto.
Youngwoon también debería haber ido en aquel barco, pero su marco se manifestó incluso antes de zarpar. Junjin, que aquel día se hallaba en el puerto para ver partir a los suyos, había insistido en que se quedara en tierra. Youngwoon se lo había tomado a mal. Quería viajar. Con siete años, aquel habría sido  su primer  viaje lejos de casa; y el último.
Al ser el último de sus descendientes directos, Junjin crió a Youngwoon entre algodones, y lo sobreprotegió tanto que su preocupación a menudo le sofocaba. Pero no podía culpar al viejo. No debía de ser fácil haber sobrevivido a todos sus hijos. Y Youngwoon era su único nieto.
Otros dos hijos de Junjin habían estado casados antes de morir, pero los tres embarazos de sus esposas no habían prosperado y ellas, al no tener hijos, habían regresado con sus respectivas familias tras  la muerte de sus maridos. El último hijo se había ordenado sacerdote. Una caída mientras reparaba el  tejado de su iglesia había sido la causa de su muerte.
La vida de Junjin había estado sembrada de tragedias. También la de Youngwoon, al haber  conocido a  dos de sus tres tíos. No obstante, era asombroso que Junjin no se hubiera convertido en un viejo amargado. Ni siquiera era tan mayor, aunque, desde luego, todos se referían a él como  al «viejo».  Se había casado joven y sus cuatro hijos habían nacido muy seguidos, en los cuatro años que siguieron a su boda. Su esposa le habría dado muchos más si no hubiera fallecido mientras alumbraba al último.
Sin embargo, no había vuelto a casarse, aunque sin duda podría haberlo hecho, y aún podía. Solo tenía sesenta y dos años. Mantenía casi todo el cabello pelirrojo, aunque ligeramente descolorido. Las canas de las sienes y de la barba le otorgaban un aire distinguido, o más bien lo hacían cuando él se molestaba en arreglarse. No obstante, ahora que había traspasado sus muchos asuntos a Youngwoon, rara vez salía de casa, de ahí que casi siempre fuera desaliñado.

Como no tenía a nadie a quien impresionar aparte de la cocinera, con quien llevaba largo tiempo flirteando y la cual jamás le había tomado en serio, era fácil encontrarse a Junjin con la ropa de dormir en pleno día.
Hoy estaba vestido, peinado y limpio, y no parecía muy complacido cuando Youngwoon se unió a él en la cocina. Eso significaba que le habían puesto al corriente de la llegada del abogado. Bien.  Así Youngwoon  pudo ir directamente al grano en cuanto se sentó.
-¿Por qué no me lo había explicado, Junjin?
Junjin torció el gesto, y no porque Youngwoon le hubiera llamado por su nombre de  pila.
No era una falta de respeto, aunque así podría habérselo tomado. Ni tampoco intentó eludir la  pregunta simulando que no sabía de qué hablaba.
-No quería que tuvieras que tomar partido antes de lo necesario.
-¿Tomar partido por qué? Yo le soy leal a usted, y así será siempre.
Junjin sonrió y durante unos instantes pareció bastante halagado. Pero luego dejó escapar un suspiro.
-Debes saber cómo ocurrió, muchacho. Mi hijo bebía los vientos por tu madre. No deseaba otra cosa aparte de hacerla suya, a pesar de ser inglesa. Pero ella era una jovenzuela,  ni  siquiera  había cumplido los dieciocho. Y a su padre no le hacía ninguna gracia que ella hubiera puesto los ojos en  tu padre. Ni tampoco quería que viviera tan lejos de casa. Se negó a dar su visto bueno al matrimonio. Se opuso durante casi un año. Pero quería a su hija y no pudo soportar verla consumida por la pena. Así que decidió negociar. Exigió que el heredero de mi hijo, mi heredero, le fuera enviado cuando alcanzara, alcanzaras, la mayoría de edad. Si ella lo prometía, podría casarse.
-Sé el porqué de la promesa, pero no el motivo de haber sido el último en enterarme.
-Para serte sincero, muchacho, confiaba en que ese cerdo muriera mucho antes y que su abogado no supiera nada de ti. Que hubiera tenido algún pariente en alguna parte a quien legar su maldito título. Pero no, ese condenado va a vivir más que todos nosotros.
Junjin dijo aquellas últimas palabras con tal disgusto que Youngwoon podría haberse echado a reír de no hallarse en el centro de aquella disputa. Y aún no había oído cuál era el plan de Junjin para sacarlo del atolladero. Además, Junjin no había respondido aún a su pregunta.
Él se la recordó.
-¿Y mi madre? ¿Por qué me lo ocultó ella?
-No te lo ocultó. Tú eras demasiado pequeño cuando murió. Te lo habría contado cuando hubieras  sido un poco mayor. Tu madre no estaba descontenta con su promesa. Al fin y al cabo,era inglesa y le complacía que tú fueras el próximo marqués de Kang después de su padre. Daba mucha importancia a los títulos. Como los ingleses.
-Debería habérmelo contado usted, Junjin. No debería haber esperado hasta el día en que vinieran a buscarme sin que yo lo supiera. ¿Y qué voy a hacer con ese hombrecillo inglés que tenemos en el piso de arriba? Cree que voy a irme con él...
-Es que vas a hacerlo.
-¡Ni soñarlo!
Youngwoon se levantó con tanta brusquedad que tiró la silla al suelo. La cocinera, que se hallaba en el  otro extremo de la habitación, se asustó, dejando caer involuntariamente el cuchillo y chillando al ver que había estado a punto de clavárselo en el pie. Miró a Youngwoon echando fuego por los ojos. Él no se dio cuenta, pues estaba haciendo lo propio con su abuelo. Junjin tuvo la prudencia de no despegar los  ojos de la mesa.
-No  puede  quedarse  ahí sentado  diciéndome  que  no  ha  encontrado  la  forma  de  sacarme  de esto -prosiguió Youngwoon acalorado-. ¿Y quién va a administrar esto si yo me voy?
-Yo me las apañaba bien antes de que tú te encargaras. No soy tan viejo...
-Si lo hace, morirá joven...
Esta vez fue la risa de Junjin lo que interrumpió a Youngwoon.
-No creas que el hecho de que te haya cedido las riendas significa que esté listo para retirarme. No, necesitabas aprender, muchacho, y ponerte al mando era la mejor forma de lograrlo.
-¿Con qué propósito? ¿Para que pudiera marcharme de aquí y ser un maldito marqués?
-No, para que aprendieras de primera mano y pudieras enseñárselo a tu hijo.
-¿Qué hijo?

Los dos ancianos habían intercambiado muchas cartas; y habían discutido en infinidad de ocasiones. Youngwoon lo supo aquella mañana, las discusiones no habían versado en torno a si Youngwoon iría o no a Inglaterra, sino sobre quién tendría derecho a su primogénito.
-El que se hará cargo de todo esto -explicó Junjin-. Nadie espera que te dividas en dos, Youngwoon. Aquí tenemos demasiados negocios y en Inglaterra tendrás que asumir demasiadas obligaciones. Eso sería excesivo para cualquiera y la distancia es demasiado grande para que estés yendo y viniendo constantemente.
Los dos querían que él contrajera matrimonio con urgencia para que al año siguiente tuviera ya un hijo, que sería enviado lejos de su hogar; igual que estaban haciendo con él. No les importaba lo que Youngwoon opinaba sobre la forma en que estaban organizándole la vida. Ya habían acordado entre ellos que si Eric se quedaba con él, lo justo era que Junjin se quedara con el primogénito de Youngwoon.
Se planteó seriamente la posibilidad de subirse a un barco que partiera a un lugar lejano y enviarlos al infierno a los dos. Pero quería a Junjin. En aquel momento estaba furioso con él, pero aun así le quería y jamás sería capaz de romperle el corazón de aquella forma.
No obstante, tenía la sensación de que su vida nunca le había pertenecido. Desde hacía ya tiempo, habían decidido que él acatara las órdenes sin protestar. Tal vez si lo hubieran educado de otra forma, sentirse tan controlado no le habría molestado tanto. Pero su pueblos era un pueblo furiosamente  independiente,  sobre todo los habitantes de las Tierras Altas. Ese era el motivo de que Youngwoon no terminara de creerse que Junjin tuviera la intención real de cumplir aquella maldita promesa. Entendía que hubiera accedido, sí, para mantener la paz y permitir que su padre se casara con la persona que amaba, pero en último término debería haberle ignorado.
Sin embargo, averiguó por qué se había resignado Junjin a cumplir aquella promesa cuando le preguntó sin ambages:
-¿Y si me niego a ir?
Junjin suspiró con tristeza.
-Quise a tu madre como a una hija. No creí que pudiera hacerlo, siendo inglesa como era, pero era dulce, y enseguida le tomé afecto. Me di cuenta hace mucho, antes de que muriera, de que no podría deshonrarla faltando a mi promesa. Incluso después de su muerte, cuando la decisión era ya solo mía, fui incapaz de mancillar su recuerdo.
-La decisión debo tomarla yo, Junjin, no usted.
-No, tú no tienes mucha más elección que yo, porque tú también quisiste a tu madre y no mancillarías de esta forma su recuerdo, ¿no es cierto?
Youngwoon no respondió. Lo que iba a decir se le atragantó. Naturalmente que no podía deshonrar a su madre. Pero en aquellos momentos la odiaba, por haberle puesto en una situación tan deplorable, y aquel sentimiento aumentó el nudo que se había formado en su garganta y amenazaba con asfixiarlo.
Sin embargo, su silencio instó a Junjin a añadir:
-Aún no ves lo mucho que gané demorando tu partida. Si el viejo Eric te hubiera tenido cuando pretendía, hace tres años, habrías estado por completo a su merced. Ahora averiguará que debe tener cuidado con lo que te pide, que tan fácil podría obtener un no como un sí. Por tu madre vas a asumir las obligaciones que ella de tan buen grado te legó, pero tú puedes hacer las cosas a tu manera, no a la de Eric.
Aquel comentario alentador no surtió efecto en Youngwoon, cuyo único deseo en aquellos momentos era devolver a Kim Donghwa a Inglaterra de un puntapié, solo. La idea le resultaba tan atrayente que estuvo a punto de ponerla en práctica. Ninguno de ellos, ni su madre ni sus dos abuelos, habían considerado las preferencias de Youngwoon. Él llevaba toda su vida en las Tierras Altas. ¿Cómo podían pensar que querría vivir en otro sitio? Con título o sin él, con fortuna o sin ella, no quería vivir en Inglaterra.
Pero si había una forma fácil de manipular a Eric Moon, como al parecer había hecho Junjin, Youngwoon quería saberlo. Así pues, recogió la silla del suelo y volvió a tomar asiento, preguntándole a Junjin:
-¿Y cómo consiguió posponer mi partida?
Junjin sonrió, orgulloso de su éxito y de su forma de lograrlo.
-Primero argüí que tú también eras mi heredero y que, como ya estabas conmigo, iba a costarle mucho apartarte de mí.
-¿Cuando usted ya tenía pensado sacrificarme? -dijo Youngwoon con amargura.
-Uf, muchacho, ojalá esto no te contrariara tanto. Era un farol, sí, lo que le dije, pero él no lo sabía. Pasamos casi seis meses intercambiándonos amenazas, luego otros nueve meses discutiendo hasta que le dije que me conformaría con tu primogénito, al cual él no quería renunciar. Sé que Eric pensaba que si tú no te adaptabas bien podría moldear a tu hijo para que ocupara tu lugar. No obstante, no estaba siendo realista si creía que iba a vivir lo bastante como para poder influirle.
-¿Y usted sí?
Junjin se echó a reír.
-Tú tampoco estás siendo realista, Youngwoon. Como heredero mío, además de suyo, te alegrarás de tener un hijo, o dos o tres, a quienes legar todo lo que te dejamos. Enviar a Escocia a tu primogénito enseguida solo obrará en su beneficio. Pero sí, yo viviré muchos más años que ese cerdo, y él lo  sabe.
-Usted solo ha hablado de quince meses -musitó Youngwoon-. ¿Qué ha demorado mi partida hasta ahora?
-Pues bien, hablar de niños llevó de forma natural a hablar de esposos. Él insistía en que te casaras con un inglés.  No quería ceder en eso, pero pasaron otros cinco meses mientras  nosotros... bueno, «hablábamos» de ello. Yo insistí entonces en que tu pareja fuera la más bella de todas, y él tardó lo suyo en encontrarla.
-Un jovencito inglés, imagino.
Junjin se rió.
-Sí. Eso fue lo que le llevó tanto tiempo. No era fácil que tuviera título y fuera el mas bello.
-Y sin embargo no ha sido más que una pérdida de tiempo -respondió Youngwoon, añadiendo-: Puede que vaya a Inglaterra, pero no voy a casarme con alguien que no he visto en mi vida.
-No te hagas cruces por eso, muchacho. Insistir en que te encontrara esposo fue otra de mis estratagemas para retrasar las cosas. Si no quieres casarte con el joven más bello de toda Inglaterra por tu obstinación, nadie va a insistirte. Bueno, tal vez Eric lo haga, pero, como ya he dicho, tienes edad suficiente para negarte y no dar tu brazo a torcer.
-Esto no tiene nada que ver con ser obstinado -replicó Youngwoon, alzando la voz con irritación.
-Por supuesto que no.
Aquel tono tan condescendiente le valió a Junjin una mirada de pocos amigos.
-Yo elegiré a mi esposo, eso es todo. No es más de lo que cualquier hombre espera hacer, incluido  usted.
-Y me alegra oír eso. Pero ¿por qué quemar el puente antes de atravesarlo? Échale un vistazo al jovencito que Eric te ha buscado antes de rechazarlo. Tal vez te guste. De lo contrario, al menos haz un esfuerzo por encontrar otro.
Youngwoon bufó.
-No tengo nada en contra del matrimonio, Junjin, pero aún soy demasiado joven para pensar en ello.
-Y yo soy demasiado viejo para no hacerlo. Puede que sobreviva a Eric, y entretanto encontraré a alguien que me ayude aquí, pero yo no cederé por completo las riendas de esto hasta saber que tu hijo tiene edad suficiente para relevarme.
Lo cual significaba que Junjin estaba de acuerdo con Eric en que Youngwoon debía casarse de  inmediato.
Se trataba de uno de los pasos más cruciales de su vida y los dos le presionaban.

Youngwoon salió de la cocina muy disgustado. Iría a Inglaterra. Pero se preguntaba si su abuelo Eric se alegraría de su llegada.


3 comentarios:

  1. Me gusta,me gusta...esto se ve prometedor👏👏👏👏
    Pero...que mala onda de Hee hablar así de Teuk...sentí feíto.
    Yo solo espero que a Teuk no le afecte...ya sabe cómo es Hee,puede que no le sorprenda que diga cosas de él....(?)
    Me urge alguien para Hee que le baje un poquito ese egocentrismo😂😂😂😂
    Porque ese YoungWoon es para mi patico.
    Esto si fue una sorpresa para el heredero...pero su abuelo sabe como manejarlo😂😂😂
    Como dije...me gusta👌👌👌👌

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  2. Y bueno. Ya se acerca el momento del encuentro de nuestro querido Kagin y Leeteuk

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...