Debutantes I -1




Estaban junto a la ventana, contemplando el inhóspito jardín ajado por el invierno por donde paseaba el joven. Era pequeño, El joven señor Kim Soogeun, su anfitrión, se había esmerado en el cuidado de su pequeña parcela de tierra. Y ellos sabían que podrían encontrar a su joven sobrino, Jungsoo, que adoraba estar al aire libre en cualquier época del año, en aquel pequeño trozo de tierra.
Los dos jóvenes contemplaron a Jungsoo, pensativos y en silencio. Park Hyesung tenía el ceño fruncido. Su hermano Minwoo, que le llevaba un año, parecía bastante abatido.
-Creo que nunca había estado tan nervioso, Minwoo -le susurró su hermano.
-Ni yo, ahora que lo dices -respondió Minwoo con un interminable suspiro.
Eran hermanos, pero no se llevaban demasiado bien. A menudo discutían. No obstante, por una vez, estaban de acuerdo. Su joven sobrino, al que habían criado prácticamente desde su nacimiento, iba a ser presentado en sociedad aquella noche y los dos estaban preocupados. Por desgracia, tenían una buena razón para estarlo.
No les preocupaba que Jungsoo no fuera a destacar o que no estuviera a la altura. Aunque no era una gran belleza como Heechul, el joven hijo de Soogeun, que también había celebrado su puesta de largo aquel año, Jungsoo tenía cualidades.
Tampoco les preocupaba su posición social. El abuelo de Jungsoo había sido conde y su bisabuelo duque. Él solo recibía el tratamiento de Honorable, pero lo cierto era que sus tíos no esperaban casarlo con nadie que ostentara un título de renombre, ni siquiera con una gran fortuna. En lo que a los hermanos Park respectaba, cualquier esposo de buena posición serviría.
No. Sus preocupaciones no eran las que solían tenerse cuando un joven de campo  era  presentado en sociedad con el fin de encontrar esposo. Se trataba de algo muchísimo más  personal y estaba relacionado con el porqué de que ninguno de los dos se hubiera casado jamás. A ambos les atemorizaba que el viejo rumor que había acosado a su familia durante tres generaciones resurgiera después de tantos años.
Pero ninguno de los dos deseaba mencionar el motivo de su nerviosismo. De mutuo acuerdo, jamás hablaban de las tragedias del pasado.
-¿Crees que ese abrigo de lana es lo bastante recio? -preguntó Hyesung, con el ceño aún fruncido.
-¿Acaso crees que le importa?
-Pero el viento va a cortarle la piel de la cara. ¿Y qué impresión causará eso en su primer baile?
-No se toma en serio lo del matrimonio -dijo ahora Minwoo.
Jungsoo debería estar tan nervioso como sus tíos, si bien por razones distintas, pero en lugar de ello parecía ser la persona más feliz del mundo.
-¿Cómo va a tomárselo en serio sabiendo que ninguno de los dos nos hemos casado y que eso no nos ha perjudicado?
-Me temo que le hemos dado una impresión equivocada. No es que no deseáramos o esperáramos casarnos cuando teníamos su edad. Lo que sucede es que ahora estamos bastante contentos de no haberlo hecho.
Y lo decían de verdad. Ninguno de los dos lamentaba realmente haberse quedado soltero. Lo que tal vez podrían haber llegado a lamentar es no haber concebido un hijo, pero Jungsoo, a quien habían criado desde que apenas tenía tres años, había colmado su instinto paternal por completo.
Tal vez algunos los llamaran solterones y sostuvieran que sus agrias riñas se debían a su estado civil, pero iban muy errados. Ellos discutían desde que eran niños. Lo llevaban en la sangre.
Como si de repente se hubiera dado cuenta de que estaba posibilitando una tregua involuntaria, Minwoo dijo con brusquedad:
-Llámalo. Es hora de prepararlo.
-¿Tan pronto? -protestó Hyesung-. Pero si aún quedan unas horas antes de que...
-Arreglarlo como es debido nos llevará tiempo -lo interrumpió  Minwoo.
-Oh, cielos, a ti a lo mejor sí, pero...
-¿Y tú qué sabes de eso, si ni siquiera tuviste una puesta de largo como es debido? -volvió a interrumpirlo Minwoo.
-¿Acaso la tuviste tú? -le rebatió Hyesung.
-Eso no quiere decir nada. Soogeun ha mencionado muchas veces en sus cartas que él empieza a prepararse en cuanto se levanta por la mañana.
-Ponerse ese corsé tan ceñido ya debe de ocuparle todo el día.
Minwoo se ruborizó, incapaz de rebatir aquella acusación relativa a su amigo de infancia, que había tenido la amabilidad de alojarlos en su casa mientras estuvieran en Londres, donde ellos no poseían casa propia. Soogeun había engordado muchísimo con el paso de los años, hasta el punto de que Minwoo casi no lo reconoció al llegar a la ciudad el día anterior.
Lo único que pudo argüir fue:
-Incluso su hijo empieza a arreglarse a mediodía.
-Heechul disfruta mirándose en el espejo, de eso no hay duda -gruñó Hyesung.
- Deberías saber...
Los hermanos salieron de la habitación sin dejar de discutir, una situación que para ellos era el pan de cada día. Cualquier persona que los hubiera oído hablar entre susurros mostrándose de acuerdo durante aquellos breves instantes lo habría encontrado increíble; al menos así habría sido para el joven sobrino del que habían estado hablando.


Park Jungsoo sí estaba nervioso, pero por consideración a sus tíos intentaba disimularlo lo mejor que podía. Su puesta de largo estaba planeada desde hacía un año, lo cual había provocado varios viajes a Manchester para aumentar su vestuario. Y sabía que sus tíos estaban muy ilusionados. Por eso estaba nervioso. No deseaba decepcionarlos, habían puesto mucho empeño en su debut.
No obstante, Jungsoo era realista, a pesar de que ellos no lo fueran. No esperaba encontrar marido en Londres. La gente de ciudad era demasiado sofisticada y él no era más que un sencillo joven de campo.
Estaba habituado a conversar sobre cosechas, arrendatarios o el clima, mientras que  en  los círculos de Londres la gente se dedicaba a divulgar rumores -rumores malintencionados- sobre los demás. Y había docenas de jovencitos como él que acudían a Londres con el mismo propósito, puesto que se consideraba el lugar ideal para encontrar marido.
Jungsoo empezó a relajarse a medida que transcurría la tarde. Le tranquilizaba contar con la amistad de Heechul, que era inmensamente popular. No era de extrañar. Heechul había nacido y crecido allí. Conocía a todo el mundo, estaba al corriente de los rumores e incluso colaboraba en la divulgación del chismorreo más reciente, aun cuando versara sobre su persona. Llevaba Londres en la sangre. Y su puesta de largo había coincidido con el inicio de la temporada social, hacía tres semanas.
De todas formas, haber asistido al primer baile de la temporada no habría cambiado mucho las cosas, pues Heechul estaba destinado a ser el éxito del año; tal era su hermosura. E, irónicamente, ni siquiera buscaba marido: ya tenía prometido, aunque aún no lo conocía. Su puesta de largo había sido un mero trámite; al menos así lo creyó Jungsoo hasta descubrir que Heechul no estaba precisamente contento con el esposo que sus padres le habían buscado y que tenía intención de hallar uno mejor.
Jungsoo encontraba de verdadero mal gusto la forma en que se proponía conseguirlo: pretendía  difamar y ridiculizar a su prometido en cuanto le surgiera la oportunidad y ante todo aquel que le prestara oído. Pero, por lo que había podido observar, así era como se deshacía uno en Londres de un prometido no deseado.
Jungsoo podría haber sentido lástima por el hombre en cuestión, quien aparentemente ni siquiera se hallaba en Inglaterra para poner fin a los rumores que Heechul estaba difundiendo, pero no le correspondía a él salir en su defensa. Después de todo, podían ser ciertos. ¿Cómo iba a saberlo?
Por otra parte, el appa de Heechul era su anfitrión y un buen amigo de tío Minwoo. Aunque a el joven Soogeun sin duda le habría gustado saber a qué se dedicaba su hijo para poder intervenir, a, Jungsoo no le parecía bien ser él quien lo pusiera al corriente. Heechul le había ofrecido su amistad, le estaba presentando a todos sus amigos. Sería como traicionarlo. Y, por otra parte, a sus tíos no les gustaba el abuelo de su prometido...
Aquello era lo más extraño de todo y probablemente ese era el motivo de que Jungsoo sintiera lástima por él. Curiosamente, era vecino de Heechul o, mejor dicho, lo era su abuelo. «Pasmarote», así es como lo llamaban sus tíos, «misántropo», y, cuando creían que no podía oírlos, «cerdo».
Jungsoo  no  lo conocía. Era un verdadero misántropo que apenas se alejaba de sus tierras. Y para sus tíos había sido toda una sorpresa enterarse de que tenía un nieto. En realidad, se habían burlado al conocer la noticia de que Heechul estaba prometido con aquel hasta entonces desconocido heredero. ¿Nieto de quién ... ? No sabían quién era ni habían oído hablar de él jamás.
No obstante, según lord Soogeun, había sido el marqués en persona quien se había puesto en contacto  con su esposo y concertado el matrimonio en nombre de su nieto. Naturalmente, los Kim no habían desaprovechado la oportunidad de que su hijo se casara con un miembro de tan noble familia, cuyo título heredaría el nieto. Tampoco era un inconveniente que el marqués fuera muy rico y que toda su fortuna estuviera destinada también a su nieto. Solo Heechul estaba descontento con aquel matrimonio. Bueno, Heechul y sus muchos fervorosos admiradores.
Los tenía en abundancia. Los hombres jóvenes se arremolinaban a su alrededor, hipnotizados por su belleza, y aparentemente esa había sido la tónica general de todos los romances que había tenido hasta la fecha.  Heechul poseía unas exquisitas facciones y una figura que, a diferencia de la de su appa, era esbelto y proporcionado.
Jungsoo, en cambio, no podía adjudicarse ninguno de aquellos atractivos atributos, sus facciones eran corrientes: no era en absoluto feo, pero tampoco podía considerarse bonito. «Corriente» era la palabra idónea para describirlo.
En realidad, Jungsoo nunca había estado descontento con su aspecto hasta conocer a Heechul y descubrir lo que era una auténtica belleza. Como la noche y el día, no había comparación posible entre ellos dos. Probablemente fue ese el motivo de que aquella noche Jungsoo empezara a relajarse, poco después de llegar a su primer baile, y de que se olvidara por completo de su anterior nerviosismo.
Era lo bastante realista como para saber que, con Heechul allí, jamás podría captar la atención de los caballeros y, por ello, renunció a intentarlo siquiera. Y, en cuanto se relajó, pudo ser él mismo en lugar de la ratita, rígida y tímida que se había sentido hasta entonces.
A Jungsoo le gustaba reírse tanto como a cualquiera y se esforzaba por hacer reír a los demás. Podía  ser muy serio, pero también tenía una vena divertida. Poseía el don de animar a las personas que estaban  de peor humor.
Los caballeros que lo sacaron a bailar aquella noche tenían como único objetivo hacerle preguntas sobre Heechul y su prometido. Pero, como aún no conocía muy bien a su amigo, y nada en absoluto a su prometido, Jungsoo apenas pudo responderles. No obstante, los hizo reír. Hubo quienes lo volvieron a sacar a bailar precisamente por eso, porque era divertido. Y durante la velada hubo incluso  un momento  en el que tres jóvenes quisieron bailar con él al mismo tiempo.
Lamentablemente, Heechul se dio cuenta...
Él se hallaba en el otro extremo del salón de baile junto a tres de sus mejores amigos. Bueno, dos amigos y un joven que secretamente lo despreciaba, pero era reacio a alejarse del círculo de su popularidad.
Heechul era el único que ostentaba el tratamiento de «joven lord»,  pues su padre era conde y los de sus amigos tenían títulos de menor prestigio. En cualquier caso, Heechul no soportaba que ningún joven de su entorno destacara más que él.
  
Heechul no era consciente del desagrado que Kim Jungmo sentía por él. Puede que no le gustaran algunos de los comentarios sarcásticos o maliciosos de Jungmo, pero jamás los atribuiría al desagrado. Después de todo, ¿cómo iba él a desagradarle a nadie, con lo popularísimo que era?
Y sabía que siempre gozaría de aquella popularidad. Nadie dudaba que sería el joven del año y podría escoger entre los solteros más codiciados de la ciudad. Así era. Todos lo adoraban. Pero ¿de qué le servía cuando sus padres habían permitido que el marqués de Kang los engatusara con su maldito título?
Odiaba al anciano Eric Kim por haber pensado en él.  ¿Por qué había tenido que elegirlo para su nieto? ¿Solo porque en un tiempo su appa había vivido cerca de él y, por lo tanto, tenía la impresión de conocerlo personalmente? ¿Por qué no podía haber elegido al poco atractivo Jungsoo en lugar de a él, quien, por otra parte, seguía viviendo cerca de él? Naturalmente, Heechul sabía por qué habían descartado a Jungsoo como esposo para el heredero de Kang.
Conocía la historia de los Park gracias a su appa. Con toda seguridad, aquellos que hubieran ido a Yorkshire la habían oído en una u otra ocasión, aunque se tratara de un viejo rumor y la mayoría lo hubiera olvidado.
Sus padres eran unos necios. Heechul podría haber aspirado a un duque. Las bellezas como él no  eran frecuentes. Pero se habían conformado con un simple marqués. No obstante, él no iba a hacerlo. Estaba decidido a impedir su matrimonio con el heredero de Kang. Por Dios, ni siquiera era inglés; al menos no lo era del todo. No le sorprendía que el marqués se creyera en el deber de elegir esposo para su nieto, a pesar de vivir en una época en la que ya apenas se oía hablar de matrimonios concertados. ¡Su nieto se había criado entre brutos!
Se estremeció de solo pensarlo. Y si avergonzarlo no surtía efecto, ni demostrarle que lo único que obtendría de él es su profundo desprecio, tendría que pensar en alguna otra forma de deshacerse del hombre. Fuera como fuese, antes de que acabara el año tendría otro prometido, uno elegido por él. No tenía la más mínima duda.
No obstante, precisamente en aquel momento, Heechul estaba observando al invitado más joven de su appa y le desconcertó durante un segundo ver a aquellos caballeros rondando a Jungsoo, cuando deberían estar esperando turno para bailar con él.
Como en aquel momento no había ningún hombre que pudiera oírle, dijo lo que pensaba sin preocuparse por el efecto que causaría, y lo que estaba viendo en el otro extremo del salón lo sorprendía lo suficiente como para hacerlo.
-¿Habéis visto? -dijo Heechul, dirigiendo la atención de los otros jovencitos hacia Jungsoo y los tres hombres que hablaban con él-. ¿Qué puede estar diciéndoles para tenerlos tan encandilados?
-Es tu invitado -observó Jang Geunsuk en tono conciliador, haciéndose cargo de los celos de su amigo e intentando apaciguarlos. Los tres habían sufrido en carne propia los celos injustificados de Heechul-. No cabe duda de que solo quieren hablar con él sobre ti.
Heechul estaba empezando a calmarse cuando Jungmo dijo con pretendida inocencia:
-A mí me parece que le han salido unos cuantos admiradores, aunque lo cierto es que no me sorprende. Tiene unos ojos preciosos.
-Esos ojos apenas le sirven de nada, Jungmo, siendo tan corriente en todo lo demás-respondió Heechul con brusquedad.
Pero enseguida lamentó la dureza de su tono. Podría parecer celoso y no lo estaba, naturalmente. Así que añadió, con lo que pensaba que era un suspiro sincero pero que pareció más bien un bufido:
-Siento verdadera lástima por él, pobrecillo.
-¿Por qué? ¿Porque no es guapo?
-No solo por eso, sino también porque hay sangre mala en su familia. Oh, querido. No debería haberlo mencionado. Esto debe quedar entre nosotros. A mi appa le daría un patatús. Después de todo, lord Park Minwoo es amigo suyo.
Como los tres jovencitos sabían que en aquellos momentos Heechul estaba bastante disgustado con su appa, entendieron que la última parte de la frase sobraba. A él no le importaría en lo más mínimo que a su appa le diera un patatús. Aunque, bien pensado, la advertencia de que no repitieran lo que iba a contarles también sobraba, pues a los otros dos jóvenes les encantaban los chismorreos, al igual que a sus respectivas madres, y sin duda iban a contarles con pelos y señales todo lo que oyeran. Jungmo encontraba deplorables los cotilleos, pero en la alta sociedad no había más remedio que estar al corriente de todos.
-¿Sangre mala? -preguntó Hongki Lee con avidez-. ¿Estás hablando de incesto?
Dio la impresión de que Heechul pensaba en ello durante unos instantes, pero descartó aquel rumor en particular, pues dijo:
-No, peor que eso, en realidad.
-¿Qué puede ser peor...?
-No, en serio. Ya he dicho demasiado -protestó débilmente.
-¡Heechul! -exclamó Geunsuk, el mayor de las cuatro-. No puedes dejarnos en ascuas de esta forma.
-Oh, está bien -se lamentó Heechul, como si estuvieran sacándole la información a la fuerza cuando, en realidad, nada podría haberlo disuadido de contarlo todo-. Pero esto debe quedar entre nosotros, y únicamente os lo cuento porque sois mis mejores amigos y confío en que no lo  divulgaréis.
Prosiguió en un susurro. Los dos jovencitos eran realmente amigos suyos tenían los ojos abiertos de forma desmesurada cuando terminó su relato. Jungmo, que lo conocía de sobra, no sabía si creerle o no. Él sabía que Heechul no tenía remilgos a la hora de mentir si creía que con ello iba a conseguir lo que deseaba. Y lo que en aquel momento deseaba, al parecer, era negarle a Park Jungsoo cualquier oportunidad de encontrar esposo en Londres.
Aquella velada, dos personas fueron puestas en la picota, y las dos a manos del mismo joven. Jungmo sintió verdadera lástima por las dos, pues su único error era no gustarle a Heechul. El heredero de Kang podría sin duda capear el temporal. Estaba convirtiéndolo en el hazmerreír de Londres para que sus padres se sintieran tan avergonzados que desearan anular el compromiso de boda. Pero, con un título como el suyo y el extenso patrimonio que atesoraban, no tardaría en encontrar otra esposo.
Para Park Jungsoo sería distinto. La sangre mala podía pasar a su descendencia, y ¿qué caballero se arriesgaría a casarse con él en esas circunstancias? Era francamente grave.
A Jungmo le gustaba el joven de manera genuina. Era de trato agradable, una cualidad sencilla e inocente difícil de encontrar en Londres, y además era divertido en cuanto te tomaba confianza. Y Jungmo se sentía parcialmente responsable por haber puesto a Heechul en su contra al mencionar la peculiar belleza de sus ojos.
Disgustado, Jungmo negó con la cabeza. Tendría que encontrar otro círculo de amigos, de eso no cabía duda. Ser amigo de Kim Heechul era demasiado nocivo para su bienestar. Perra malévola y superficial. Jungmo deseaba, lo deseaba de verdad, que Heechul tuviera que acabar casándose con el heredero de Kang. Le estaría bien merecido tener por esposo a un hombre que, por su culpa, era el foco de todas las burlas de Londres.

*** 
No era una noche para viajar al extranjero; era posiblemente la peor noche del año: el viento levantaba la nieve, que se arremolinaba e impedía la visión, incluso sosteniendo el farol en alto. Y hacía mucho frío. Sir Kim Donghwa no había experimentado un frío tan glacial en toda su vida.
En Inglaterra, el tiempo no habría sido tan extremo; sin duda un poco de nieve no le habría contrariado. Pero tan al norte, en las Tierras Altas escocesas, bastante esfuerzo le costaba ya no congelarse como para que la nieve empeorara aún más las cosas. Para sir Donghwa, que tenía la misión de desplazarse hasta allí, era un misterio que alguien pudiera vivir en un clima tan duro y aún más  que pudiera gustarle.
Sir Donghwa había tenido que dejar su carruaje en una iglesia cercana. Su guía ya le había advertido que tendría que hacerlo y, por ese motivo, había arrendado una montura para la última etapa del trayecto, que discurría por estrechos caminos.
Deberían haber pasado la noche en aquella iglesia. El capellán les había ofrecido cobijo. Pero estaban tan próximos al final del viaje, tan solo a una hora, que Donghwa había insistido en seguir adelante. Estaba empezando a temer que pudieran extraviarse y morir congelados. Que sus cuerpos no fueran descubiertos hasta el deshielo de la próxima primavera.
La gran casa señorial de piedra apareció en la oscuridad salpicada de blanco con tal brusquedad que sir Donghwa no se enteró de que habían llegado a su destino hasta que estuvieron en la misma puerta. El guía empezó a aporrearla. Donghwa apenas oía nada, tan fuerte era el aullido del viento. Pero la puerta se abrió, dejando salir el calor del interior, y los dos fueron llevados hasta un gran fuego crepitante.
Donghwa estaba aterido. Al cabo de un rato, empezó a deshelarse y, justo después, se puso a temblar. Una mujer, llevándose las manos a la cabeza, les riñó por haber sido tan necios como para venir con aquel temporal, le puso varias mantas de lana sobre los hombros y una taza de whisky caliente entre las entumecidas manos, y se quedó allí para asegurarse de que se bebía hasta la última gota, lo cual él hizo de muy buen grado.
Poco después, Donghwa empezó a pensar que, después de todo, tal vez él y los dedos congelados de sus pies fueran a sobrevivir; un doloroso descubrimiento, aunque grato a pesar de todo, cuando las extremidades empezaron a recobrar la sensibilidad. Por fin pudo fijarse en lo que le rodeaba.
Se sorprendió. No estaba seguro de lo que esperaba encontrar en el hogar de un rico lord escocés, en uno que además estuviera tan aislado como este. A decir verdad, esperaba algo de aire medieval, una vieja fortaleza decrépita tal vez, o sencillamente una gran casa solariega. A fin de cuentas, los Shinhwa eran ovejeros, o eso le habían dicho.
Pero lo que estaba viendo era algo completamente distinto: aunque no se parecía a las casas señoriales que abundaban en los condados de Inglaterra, la estructura era la misma.  Construida por entero con piedra. Escocia no era conocida por su abundancia de madera, podría haber tenido el mobiliario y las comodidades de una casa señorial y, sin embargo, lo que debería haber sido un gran salón, parecía en cambio una vieja sala medieval.
El diseño de la casa era moderno. Sus ocupantes, aparentemente, no. Parecía que su constructor la hubiera edificado a modo de protesta, que hubiera crecido en algún antiguo castillo y que estuviera decidido a conservar un estilo que para él debía ser el más acogedor.
Mesas con caballetes y bancos de madera bordeaban las paredes empapeladas con motivos florales. A Donghwa no le cupo la menor duda de que los sacaban a la hora de cenar para acomodar a la familia, cuyos miembros comían juntos, como en los viejos tiempos. Las ventanas no tenían cortinas, sino que estaban cubiertas por pieles de oveja, aún con el vellón.
Aunque entendía que las pieles resguardaban mejor del  frío que una cortina, ¿era imprescindible que fueran de oveja? No había ningún sofá ni ninguna silla cómoda a la vista, solo unos cuantos bancos sin cojines cerca del fuego. Y había heno en el suelo.
Cuando reparó en él, se quedó mirándolo y, finalmente, meneó la  cabeza. Después de todo, no se había equivocado. Los Shinhwa de las Tierras Altas vivían realmente como en la Edad Media.
Después del rato que llevaba contemplando lo que debería haber sido un salón moderno, Donghwa no se habría sorprendido si los habitantes de la casa hubieran aparecido vestidos con pieles de oso, o mejor dicho, de oveja. Pero no, los escoceses también llevaban pantalón y levita. Vio llegar a un joven que podría haber paseado por una elegante calle de Londres sin llamar la atención, salvo tal vez por su estatura, debía de medir un metro ochenta y su corpulencia.
No obstante, el joven no dijo nada, y no parecía muy complacido de que hubiese llegado un desconocido. O tal vez aquella mirada de pocos amigos fuera normal en él.
Donghwa se sintió muy desconcertado. Casi lo doblaba en edad y, aun con todo, el joven consiguió intimidarlo durante unos instantes... Bueno, no era de extrañar. Los habitantes de las Tierras Altas no tenían nada que ver con los afables escoceses del sur, quienes llevaban siglos tratando con los ingleses. El progreso social se había estancado en aquellos distantes confines del reino, tan aislados a causa del  abrupto relieve y del clima. Muchos de los clanes del norte escocés vivían exactamente igual que sus antepasados: con privaciones pero obedeciendo estrictamente al jefe de su clan.
Lord Junjin de Shinhwa no era jefe de clan alguno, pero sí de una pequeña parte de él y, sin duda, de su familia, que abundaba en primos lejanos pero que, por desgracia, carecía de un heredero inmediato, ya que él había sobrevivido a sus cuatro hijos. Y por aquel motivo, la visita de Donghwa no iba a ser bien recibida. Tendría suerte de que no lo echaran a patadas en cuanto revelara su identidad.
El joven entró en la sala con paso firme. Y cuando se acercó a la luz del fuego y de las dos teas que ardían a cada lado de la repisa de la chimenea,  Donghwa vio que no era tan joven como había creído en un primer momento. Debía de tener unos veinticinco años. La madurez de su mirada, cuando menos, indicaba que era mayor, aunque desde lejos pareciera mucho más joven.
-Si este hombre no estuviera con usted, señor -el joven señaló al guía de Donghwa con la cabeza-,  pensaría que se había extraviado. Así pues, ¿qué quiere un inglés de Junjin de Shinhwa?
Donghwa le reveló su identidad con diligencia, adoptando un tono convenientemente grave.
-Me hallo aquí con motivo de un asunto urgente y de no poca importancia. Soy el abogado de lord Eric Moon, Moon que es...
-Sé quién es Moon -le interrumpió el joven con impaciencia-. Entonces, ¿aún está vivo?
-Bueno, sí, al menos lo estaba cuando salí de Inglaterra, aunque no sé hasta cuándo. No ha estado bien, ¿sabe? Y con su avanzada edad, nadie puede decir cuándo empeorará.
El joven asintió con brusquedad y luego dijo con su cantarín acento escocés:
-Venga a mi despacho. Está más caldeado. Aquí hay muchísima corriente.
-¿Su despacho?
Donghwa mostró tal sorpresa que cuando el joven arqueó la ceja en señal de interrogación no se sorprendió. Luego, de improviso, su anfitrión se echó a reír sonoramente.
-¿No me diga que se ha tragado la broma del viejo Junjin?
Con rigidez, porque no estaba habituado a ser el blanco de broma alguna, Donghwa respondió:
-¿Y qué broma es esa?
-Esta habitación, por supuesto -respondió el hombre, aún sonriente-. Insiste en que traigan a los forasteros a esta habitación, en lugar de llevarlos a la parte normal de la casa. Le divierte, sí, la idea que de ese modo se hacen de él.
Donghwa se ruborizó, evidenciando que había mordido el anzuelo.
-Entonces, ¿he de deducir que esta habitación no se utiliza mucho, salvo cuando hay visitas?
-Oh, no. Tiene su uso, cuando las ovejas crían más de lo debido y no caben en los graneros durante   las nieves. Y, naturalmente, en la temporada del esquileo, cuando vienen familiares de otros lugares y necesitamos una sala grande para poder comer juntos. Esta sirve bien a ese propósito.
Donghwa no supo distinguir si lo que acababa de decirle era parte o no de la broma. Prefería no averiguarlo, y la alusión a un caldeado despacho resultaba muy sugerente, por lo que no dudó en seguir al joven.



3 comentarios:

  1. ahhhhh!!!
    Hee es malo... TT_____TT
    pobre Tukkie... ay Dios, esto se va a poner bueno!!!!
    ojala a Hee le salga un Siwonshis pobreton! :p
    jajajajajajajajaja

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  2. El joven escoses es Kagin cierto??
    Lo de Hee con sus rumores mal intensionados me pareció una bajeza. Quien sabe con quien ira a terminar por ser como es.

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  3. Hay chula que celoso eres pero en fin

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...