Trampa de Amor - 3


Pálido y sintiéndose muy desgraciado, Donghae temblaba vestido de novio. No se sentía como uno.
A pesar de la alianza que llevaba en el dedo, todavía no podía creer que hubiera hecho aquello.
Hacía sólo quince días desde que lo había visto en la isla. Y desde entonces había habido una actividad frenética. Abogados trabajando día y noche, papeles firmados, organización de la boda del   siglo.
Para Donghae la ceremonia había sido una pesadilla. No había imaginado la atracción que aquel evento sería para la prensa, que siempre habían estado fascinados por Lee Hyukjae. Y el hecho de que se hubiera casado con el nieto de su enemigo había sido una noticia bomba. Los flashes no habían dejado de brillar, pidiéndole una mirada, una sonrisa, así todo el tiempo.
La presencia de su abuelo en la boda había despertado mucho interés, puesto que éste no solía aparecer en público. Y todos querían ver el encuentro entre Lee y Park.
Donghae no quería despertar el interés de la prensa, y no había levantado la vista del suelo. No quería que los periodistas empezaran a hurgar en su vida. No quería que nada impidiese aquella boda y la operación de su appa.
Se había puesto el traje que su abuelo le había dado y había intentado representar el papel de heredero de Park, algo nuevo para él.
Cuando tomó consciencia de que estaban casados, sintió un gran alivio.
Varias veces había pensado que aquélla no era una boda como debía ser. Pero él no había tenido expectativas de boda, así que tampoco se había sentido decepcionado.
—Podrías intentar parecer un novio excitado en lugar de alguien a quien se ha llevado a la tortura, ¿no crees? —le dijo Hyukjae—. Esto es lo que querías, después de todo. Te has hecho multimillonario. Sonríe.
Donghae agarró la copa que le ofreció el camarero, agradecido, y bebió. Su desprecio por Lee Hyukjae aumentaba cada vez más. Era frío, horrible. Donghae al menos se sentía incómodo con la situación. Pero a Hyukjae no parecía importarle que ni siquiera se gustasen.
De acuerdo, se casaba por dinero. Pero lo hacía porque estaba desesperado, no como él. Hyukjae ya tenía una empresa. ¡Era asquerosamente avaricioso por querer dos!
Era como su abuelo. Rico, exitoso,  codicioso.
Decidió que una copa de champán podría ayudarle. No solía beber alcohol. Pero necesitaba adormecer los sentidos para soportar aquello.
—Yo no esperaba todo esto…
—Se llama boda —le dijo Hyukjae, sonriendo a una mujer deslumbrante que lo había mirado—. Y es una de las cosas por las que has firmado el acuerdo. Disfrútala. Cuesta mucho dinero.
El dinero. Hacía bien Hyukjae en recordárselo.
Donghae tomó otro sorbo de champán. Lo que tenía que hacer era recordar el dinero. Nada más. No importaba que se sintiera la persona más desgraciada del mundo. Lo que importaba era que por fin, su querido appa recibiría el tratamiento que necesitaba.
Donghae miró al hombre que tenía a su lado. Estaba relajado, como si todos los días se casara con un extraño. Era el tipo de hombre por el que se morían. Sofisticado, caprichoso, y tan terriblemente rico que jamás comprendería lo que podría sentirse siendo pobre. Lo que era necesitar tan desesperadamente el dinero como para hacer cualquier cosa para conseguirlo.
El traje le quedaba perfecto, resaltando sus anchos hombros, su complexión atlética. Y se movía con la seguridad de alguien que ha vivido con cubertería de plata toda la vida.
No había vivido nunca la pobreza ni la dureza de la vida.
¿Cómo iba a poder comprender lo que le había llevado a aquel momento?
De pronto sintió miedo de que se arrepintiese de su acuerdo y no le diera el dinero. Debía haber ido al banco, pensó.
Lo miró y preguntó:
—¿Han transferido el dinero a mi cuenta? —en cuanto lo dijo se arrepintió.
—Me extraña que no te hayas ido de la fiesta para empezar a gastarlo…
Donghae se relajó, y se dijo que la opinión de Hyukjae no debía importarle. No estaba en posición de criticarle por querer dinero.
Miró el reloj de pulsera que llevaba. Sólo eso valía más que lo que él gastaba en todo un año.
—¿Y la empresa de mi abuelo?
—Ahora me pertenece, junto con una gran cantidad de deudas y problemas con la plantilla. Así que estaré muy ocupado arreglando sus problemas en el futuro. Me temo que eso demorará nuestra luna de miel.
«¿Luna de miel?», pensó Donghae. Lo miró.
—No… No pensaba que tendríamos una luna de miel…
—Los amantes tienen luna de miel. Y se supone que nosotros lo somos. Pero de momento, no tengo tiempo para un esposo. Así que no habrá luna de miel.
Donghae respiró, aliviado. Una luna de miel habría sido insoportable.
Con suerte, Hyukjae estaría tan ocupado que no tendría tiempo para él y podrían llevar vidas separadas.
Donghae miró el jardín que era escenario del banquete, observando el glamour y el lujo. Habían venido invitados de todo el mundo para asistir a la boda de Lee Hyukjae, y adonde mirase había personas ricas y elegantes, poderosos y seguros.
¿Se notaría que él no pertenecía a ese círculo a pesar de ser el esposo de Lee y el nieto de Park? ¿Que no tenía un céntimo? ¿Qué trabajaba de camarero para ganar dinero extra?
Pero ahora tenía dinero, se recordó, llevándose la copa a los labios. Gracias a su marido ahora era un joven muy rico. En los papeles. En la realidad el dinero ya estaba gastado. Había firmado un acuerdo con el banco de manera que el dinero era transferido inmediatamente para pagar los gastos médicos de su appa.
—Me pregunto qué estás planeando —le dijo Hyukjae—. Tienes aspecto de joven que está tramando algo.
—Yo… No… no estoy tramando nada.
—¿No? Entonces serás el primer joven que no lo hace.
Antes de que pudiera contestar, Hyukjae levantó una mano y le acomodó un mechón de cabello.
—¿Qué estás haciendo?
—He pagado por ti. Y has sido muy caro, cariño. Por lo tanto tengo derecho a usarte como quiera.
Donghae casi se atraganta de rabia.
—Tú no eres mi dueño…
—Oh, sí, lo soy. Soy tu dueño, Donghae. De cada una de tus partes. Soy el dueño de tu pelo sedoso y de esos ojos increíbles que casi me convencen de que eres inocente aunque sé que eres un joven codicioso. Soy dueño de ese cuerpo fabuloso que debes haber usado en numerosas ocasiones para convencer a los hombres de que gastasen su dinero en ti. Soy dueño de todo, Donghae. El acuerdo que firmamos ha sido una compra por mi parte.
Donghae cerró los ojos.
—Me haces sentir un… un…
—¿Un prostituto? Supongo que es difícil ver la diferencia, pero tú estás satisfecho con la carrera que has elegido, ¿y quién puede culparte? Hay formas peores de ganar una suma sustancial de dinero.
—¡Yo no soy promiscuo! —exclamó Donghae, furioso.
—No me extraña, con lo que cobras… —dijo él mirándolo cínicamente—. Sabes muy bien cómo ser exclusividad de un hombre. Sólo pueden permitírselo los más ricos.
—Te odio —respondió Donghae, ofendido.
—Es posible —él sonrió—. Pero necesitas mi dinero, cariño, lo que dice mucho de tu personalidad, ¿no crees?
Donghae se sintió tentado de decirle exactamente por qué necesitaba su dinero, pero se reprimió el pronto y las ganas de darle un bofetón y se quedó mirándolo.
No podía decírselo.
Donghae se puso de pie, decidido a poner distancia entre ellos, pero unos dedos fuertes le rodearon la cintura.
—Si vas a hacer una escena, piénsatelo nuevamente —le aconsejó Hyukjae—. Ahora eres mi esposo y espero que te comportes como tal. Éste no es momento ni lugar para pataletas. Todo el mundo te está mirando. Siéntate.
Donghae intentó soltarse, pero él apretó más la mano en su cintura. Y se volvió a sentar en la silla preguntándose cómo diablos iba a hacer para sobrevivir a la siguiente hora con aquel hombre, y menos a toda una vida con él.
Donghae alzó la mirada y se encontró con un atractivo trigueño mirándolo.
—Ahora comprendo lo que quieres decir con eso de que la gente nos mira. Ese joven parece disgustado —dijo a Hyukjae, mirándolo de lado—. ¿Me equivoco al pensar que a él le gustaría estar sentada donde estoy yo?
Hyukjae fijó los ojos en el joven en cuestión y   sonrió.
—Unos cuantos querrían estar sentados donde estás tú, así que deberías considerarte afortunado.
—¿Ni siquiera te importa que esté disgustado? —dijo Donghae—. Realmente no tienes sentimientos. Tal vez estuviese enamorado de ti, y le hayas roto el corazón.
—Curioso… Jamás habría pensado que eras una persona romántica. Después de todo, te acabas de casar para tener más dinero… ¿Es que vas a decirme que crees en el amor?
—Evidentemente, ese joven está disgustado…
—Tú también lo estarías si vieras amenazar tu glamuroso estilo de vida. Relájate. Su afecto está basado en mi cartera. Sus heridas serán curadas por el próximo hombre rico que lo mire.
Donghae lo miró, estupefacto.
—¿Con qué tipo de gente te has pasado la vida? ¿De dónde sacas una opinión tan baja del género?
—¿De gente como tú, quizás?
Donghae tuvo que callarse. No podía contradecirlo.
—Será mejor que no finjamos que creemos en cuentos de hadas ni en el amor. Evidentemente, tú no crees en ellos, si no, no estarías sentado aquí ahora.
Donghae miró su plato, y luego se sobresaltó al sentir la mano de Hyukjae encima de la suya. Alzó la mirada, e inmediatamente fue hechizado por el brillo seductor de sus ojos negros. Era una mirada que anticipaba algo. Y por un momento se sintió preso y no pudo apartar los ojos de aquella sexualidad.
Él tenía algo que Donghae jamás había conocido. Un magnetismo… Hyukjae se inclinó y él contuvo la respiración.
—Mi madre va a venir a vernos y a hablar contigo —murmuró Hyukjae suavemente al oído. Sus dedos morenos jugaron con un mechón de cabello de Donghae—. Y tú no dirás nada que pueda disgustarla, ¿has comprendido? Para ella estamos locos el uno por el otro. Un solo movimiento en falso de tu parte y el dinero deja de llegarte.
Donghae se estremeció. Aquel tono implacable contrastaba con el brillo seductor de sus ojos.
—Seguramente sabrá que esto es un acuerdo de negocios… — murmuró—. Nos hemos conocido hace sólo dos semanas.
—Mi madre es una romántica —sonrió Hyukjae—. Cree que estamos hechos el uno para el otro. Ella cree que esto termina con el enfrentamiento entre las familias.
Donghae apenas podía respirar cuando él estaba tan cerca. Tragó saliva y luego se giró para saludar a la mujer que se había acercado a ellos mientras estaban hablando. Se la había presentado brevemente antes de la ceremonia, pero nada más. Y Donghae había estado muy nervioso para prestarle atención.
Su madre era otro miembro de la familia Lee, responsable de la muerte de su padre como todos, desde su punto de vista.
Lee Dukboon miró a los recién casados con ternura y orgullo. Y de pronto Donghae sintió que no podía odiarla, ni la podía ver como a una enemiga. Era simplemente la madre de alguien. Una madre asistiendo a la boda de su amado hijo. Orgullosa. Nerviosa.
—Estás muy guapo, Donghae —dijo la mujer—. Tu appa habría estado muy orgulloso de ti si hubiera podido  verte…
El que le recordase que su appa ni siquiera sabía que se había casado le rompió el corazón. Su appa se habría horrorizado de saber que se había casado y con quién.
Incapaz de hablar por un momento, sabiendo que no podía revelar que su appa estaba vivo, Donghae luchó con un torbellino de emociones que amenazaban con salir al exterior.
—Éste es un día muy feliz para nuestras familias. Me alegro de que tu abuelo haya venido hoy —su madre se sentó en una silla cerca de   Donghae —. Todos quieren tener a la familia cerca en el día de su boda.
«¿Familia?», pensó Donghae. Su appa no estaba enterado de su boda.  Y a su abuelo lo había conocido hacía dos semanas, nunca habían tenido relación en el pasado y jamás la tendrían.
Tuvo que reprimirse para no decir que su abuelo no era su familia. Había mucho en juego. Si descubrían que su appa estaba vivo y que su abuelo los había desheredado, adivinarían que aquella boda era una venganza.
Se sintió culpable por engañar a la madre de Hyukjae y cambió de tema.
—No sabía que Hyukjae tenía una familia tan grande —comentó Donghae.
Mirase donde mirase, había hermanas, hermanos, primos y tías abrazándolo y niños esperando trepar a su regazo.
Su madre sonrió y dijo:
—Ahora son tu familia también —la mujer agarró la mano de Donghae—. No sabes cuánto he esperado este momento. Creí que Hyukjae no sacrificaría nunca su vida de soltero por alguien. Había perdido las esperanzas de que encontrase a alguien que lo mereciera.
Al ver que la mujer estaba sinceramente conmovida, Donghae se sintió incómodo. No podía fingir…
—Mi madre es una romántica —dijo Hyukjae, dejando a los niños de   la familia y dirigiéndose a los mayores—. Sólo sueña con finales felices… —hubo una mirada de advertencia a Donghae.
—Siempre he soñado con tener nietos —confesó su appa—. Como supongo que lo ha hecho tu abuelo.
Donghae sintió una punzada en el corazón. Aquello era lo que jamás podría  darle…
Cerró los ojos, diciéndose que no debía importarle lo que quería la familia Lee, que los odiaba, al igual que odiaba a su abuelo y a todo lo coreano, porque representaba todo lo que había arruinado la vida de su appa.
Entonces, ¿por qué sentía aquel cargo de conciencia?

Hyukjae observó a su flamante esposo. Estaba acostumbrado a las parejas interesadas en su dinero, pero Donghae ni siquiera se había molestado en fingir ningún otro interés. Era lo único que le había preguntado, si el dinero había sido transferido a su cuenta.
Había estado desesperado toda la ceremonia, ansioso, angustiado, pálido. Hasta el punto de que había empezado a preguntarse si no le pasaba algo serio a su consorte.
Cualquiera que hubiera pensado que necesitaba el dinero. Pero él sabía que no era más que codicia.
Consciente de que su madre los seguía mirando, Hyukjae intentó sacar un tema de conversación que les interesara a los dos.
—Dime, ¿cuál será tu primera compra con tu nueva riqueza? ¿Mil pares de zapatos de diseño? ¿Un yate? ¿Un caballo de carrera o dos?
Donghae levantó la mirada de su plato de comida intacto y lo miró:
—¿Cómo dices?
Por primera vez él notó sus ojeras. No debía haber dormido.
—Te estaba preguntando cómo vas a gastar mi dinero —repitió Hyukjae, dándose cuenta de que él no le estaba prestando la mínima atención, algo a lo que no estaba acostumbrado—. Creo que debería saber algo por lo menos de mi esposo.
—Oh —él dudó—. Yo… No lo sé todavía. Supongo que… iré de compras.
Tendría que comprar hasta hartarse para poder gastar aquella suma de dinero, pensó Hyukjae. Y evidentemente, le llevaría mucho tiempo gastarlo, por lo que no vería mucho a su esposo.
Extendió la mano, se puso de pie y dijo:
—Es hora de que te empieces a ganar ese dinero. Se supone que tenemos que bailar.
—¿Bailar? ¿Tú y yo?
—Los novios deben bailar, según la tradición.
Sin darle tiempo a discutir, tiró hacia él y le sonrió. Donghae se sorprendió de aquel  gesto.
—Es hora de que le demos al público lo que ha estado esperando, cariño.
Lo llevó a la pista de baile rodeándole la cintura, un afectuoso gesto de cara a los invitados. Pero él sospechaba que si lo soltaba, huiría.
Donghae lo miró como si se hubiera vuelto  loco.
—Sonríeme como si yo fuera el único hombre en el mundo —le ordenó Hyukjae suavemente cuando lo situó en el medio de la pista y se dispuso a bailar—. Somos el centro de atención y no quiero decepcionar a los invitados.
—Esto es ridículo. Creí que habíamos acordado que no jugaríamos juegos. Que seríamos sinceros el uno con el otro.
—En privado, sí. Pero al mundo exterior hay que darle la impresión adecuada.  Mi madre necesita  pensar  que  este  matrimonio  es  real, el mercado financiero necesita pensar que este matrimonio es real. Así que les vamos a hacer pensar que lo es…
Por un momento, él se fijó en la forma perfecta de su boca, y olvidó lo que estaba diciendo del mercado financiero. Vio cómo se entreabrían sus labios, suaves y delicados.
Su cuerpo se tensó en una reacción primitiva al ver el movimiento nervioso de su lengua, un gesto de vulnerabilidad.
—Te estás engañando. Nadie que nos esté mirando pensará que somos más que un matrimonio de conveniencia.
Hyukjae desvió la mirada de su boca.
—Entonces, habrá que probarles que se equivocan —sin pensarlo, Hyukjae lo apretó contra él con un movimiento posesivo, y notó que se estremecía al sentir su cuerpo.
Una corriente eléctrica pasó entre los dos. Hyukjae respiró profundamente, sorprendido por la inesperada fuerza de aquella sensación. Fue como si sus cuerpos hubieran reconocido algo que ellos no habían sido capaces de notar.
La fragancia suave de Donghae embriagó sus sentidos y seducía su mente para que se olvidase de todo, excepto del joven que tenía en sus brazos.
No habló ninguno de los dos, pero Hyukjae vio que él respiraba irregularmente, notó que las pupilas de aquellos increíbles ojos café se dilataban al sentir aquella atmósfera opresiva.
Lo sintió temblar y entonces tomó conciencia de lo frágil que era. La primera vez que lo había visto, había mostrado bajo las transparencias un cuerpo formidable. Pero se había equivocado en su primera impresión. El resto de Donghae era delicado y frágil.
Hyukjae puso su mano en la espalda de Donghae. Al parecer, a su libido no le importaba que fuera un joven codicioso. Pero, ¿qué había de malo en eso? Codicioso o no, era increíblemente hermoso, y tenía que alegrarse de que su flamante esposo tuviera sus compensaciones. Mientras no tuvieran que mantener grandes conversaciones, la noche que los esperaba distaba mucho de ser aburrida, pensó él.
Desde que le había tocado el cabello, se vio tentado de hundir su cara en aquella fragancia sedosa.
Donghae intentó apartarse, pero él lo sujetaba firmemente.
—¿No es asombroso? ¿Qué nuestros cuerpos puedan sentir algo que nuestras mentes no quieren registrar?
Él puso una mano en el pecho de Hyukjae como para separarse de
él.
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, sí lo sabes. Lo sabes perfectamente.
—¿Qué estás haciendo? Nos están mirando todos…
—Para ser una persona inescrupulosa, pareces demasiado sensible — murmuró él, rodeándolo con la otra mano y apretándolo más contra  él—. ¿Cómo es que te preocupa lo que piense la gente?
—No me gusta que me miren, simplemente.
Él se rió burlonamente.
—Entonces, será mejor que te vayas acostumbrando. Toda mi vida me han estado mirando.
Otras parejas se unieron a ellos en la pista de baile y Hyukjae se dio cuenta entonces de que Donghae apenas se estaba moviendo, sino que estaba aferrado a él como si fuera a caerse.
Hyukjae frunció el ceño. ¿De dónde sacaba aquella vulnerabilidad?
Tuvo que recordarse que aquel matrimonio era el fruto de su falta de principios. Su vulnerabilidad debía ser parte de su representación para cazar hombres ricos. La verdad era que era un joven especulador, manipulador, que estaba dispuesto a cualquier cosa por acumular dinero.
—No voy a dejarte marchar. Tú has firmado por esto cuando has aceptado casarte conmigo por mi dinero.
—No he firmado para hacer representaciones públicas.
—Has aceptado ser mi esposo, con todos los detalles. ¿Sabes lo que pienso?. Creo que te has enceguecido tanto con mi dinero, que no has visto el resto del trato. Creo que sólo has pensado en el dinero…
Hyukjae notó que se ponía rígido. Notó el pulso en su cuello, la tensión emanando de su delicioso cuerpo. Y volvió a excitarse.
¿Cómo había podido pensar que el heredero de Park era frío?
Podía ser inglés y reservado en la superficie, pero ahora no tenía ninguna duda de que en sus venas corría una sangre caliente coreana que le aseguraría una vida sexual muy entretenida.
Hyukjae bajó la cabeza, tan cerca de la boca de Donghae que sus labios casi se tocan.
—Has conseguido lo que querías. Ahora me toca a mí.
—Tú también has conseguido lo que querías: la empresa de mi abuelo.
—La empresa de mi padre —lo corrigió Hyukjae suavemente, deslizando su mano hacia el cuello de Donghae—. Y eso sólo era parte de lo que quería. Ahora es el momento de tomar el resto.
Hyukjae bajó la cabeza y lo besó, algo que había estado deseando desde que lo había visto en la isla. Con aquel beso le demostraba al heredero de Park qué había entregado por dinero. Quería demostrarle que la codicia tenía un precio.
Su boca era tibia y suave, y los sentidos de Hyukjae explotaron, haciéndole perder el control. Sintió un calor en sus partes bajas, y un ardiente deseo se apoderó de él.
Lo apretó más para satisfacer aquel deseo de poseerlo. Pero aquello no hizo más que aumentar el deseo.
Estaban tan cerca que él podía sentir cada leve estremecimiento de su cuerpo. Sentía que Donghae temblaba en sus brazos. Vio el shock en sus ojos. Luego los cerró, y apoyó sus dedos en el pecho de la camisa de él como buscando sujeción.
El último pensamiento de Hyukjae fue que aquello no era como lo había planeado.
Una parte de su cerebro le decía que se apartase, que cortase aquello. Pero aquella boca suave y delicada embriagaba sus sentidos y no lo dejaba separarse. Al contrario, quería más.
Decidió llenarse de él. Su fragancia era intoxicante; no lo dejaba respirar. Y la sangre en su cabeza golpeaba nublándole la razón. El deseo se apoderó totalmente de él. Lo consumía un fuego que jamás había experimentado, y él se adentraba más y más en sus llamas.
Como a la distancia, oyó un suave gemido de asombro y de deseo, y ese leve sonido fue suficiente para romper el hechizo sensual con el que lo había envuelto.
Hyukjae dejó de besarlo, turbado. Por primera vez sabía lo que era perder totalmente el control.
¿A qué estaba jugando? Él siempre se había considerado un hombre disciplinado. Entonces, ¿por qué había perdido el   control?
Su cuerpo todavía anhelaba el de Donghae, y su sexo se quejaba de excitación.
La idea de que él lo excitase tanto lo molestaba, y quería recuperar la racionalidad. Encontrar alguna explicación para aquello.
Lo miró. No era como para sorprenderse. Su esposo podía ser cualquier cosa, pero indudablemente era hermoso. Y proyectaba un aire de vulnerabilidad e inocencia muy tentadores para un macho coreano, se dijo. No habría sido humano si no hubiera reaccionado.
La solución estaba en llevarlo a la cama. Los jóvenes no solían interesarles más de una o dos noches, aunque fuesen hermosos. Después de eso, sería capaz de pensar con claridad y seguir adelante.
Agarró la muñeca de Donghae y lo llevó hacia la salida sin decir nada.
Y para que los invitados no dudasen de sus sentimientos le dio otro beso. Sonrió a su appa, que estaba tratando de contener sus lágrimas del brazo de su padre, y salió hacia el jardín en dirección a la limusina que los estaba esperando.


Donghae no se movió. Tenía la cabeza apoyada en su hombro, como si estuviera resignado. Y nuevamente él se sintió conmovido, un sentimiento que rápidamente quiso borrar de su corazón.
Lo dejó en el asiento de la limusina. «Una noche», se dijo.
Lo dejaría embarazado esa primera noche y eso sería todo. No tendría que volver a tocarlo. Cada uno podría vivir su vida a partir de entonces.

Donghae se sentó en el asiento de piel de la limusina e intentó controlar sus temblores. El asalto de Hyukjae a sus sentidos le había demostrado que no se conocía en absoluto.
Sorprendido por su propia reacción, intentaba racionalizar lo que había pasado.
No había estado preparado para ese beso.
Había sido oscuro, excitante, terrible. Hyukjae le había descubierto una parte de él que no conocía.
Tenía ganas de tocarse los labios para ver si había cambiado algo, pero no se atrevía con Hyukjae sentado a su lado. No quería que supiera lo que había causado en él. Lo que le había hecho sentir.
Cerró los ojos. ¡Qué ironía de la vida! Había besado a otros hombres y no había sentido nada. ¿Por qué tenía que sentir lo que era un beso justamente con aquel nombre?
Donghae abrió los ojos, aún sintiendo la humillación de que ni siquiera hubiera  intentado apartarlo.
—¿Adónde vamos exactamente? —preguntó nerviosamente.
—A algún sitio más íntimo —sonrió él—. Ha llegado el momento de hacer efectivo «el acuerdo de negocios» en otro nivel. Y para eso no necesito público.
Donghae deseó estar en el banquete antes que allí.
—¿Es lejos?
—Vamos a mi casa de Seúl —respondió Hyukjae quitándose la chaqueta y la corbata—. No es lejos. Pero no vas a dormirte, cariño, aunque estés agotado. Todavía te queda el resto del acuerdo por cumplir. Y después de ese beso me parece que nos espera una noche muy interesante.
Donghae se estremeció, y notó un calor en su entrepierna. Un deseo totalmente desconocido para él lo asaltó interiormente.
Donghae vio el brillo burlón en los ojos de Hyukjae, y tragó saliva.
—No sé a qué te refieres…
—¿No? ¿Quieres que te lo recuerde?
Donghae se acomodó en el extremo opuesto del asiento del coche, presa de un repentino pánico y una sensación más compleja, que no podía reconocer.
Hasta aquel momento no había considerado a Hyukjae un  hombre.
Sólo un enemigo, y la solución a los problemas de su appa.
Hasta aquel beso.
El beso había despertado algo en él. Lo había cambiado.
Por primera vez lo veía como a un hombre. Y por primera vez se veía como a un joven.
Donghae lo miró, como si fuera un conejo en una trampa. Hyukjae estaba relajado. Parecía otro.
Debajo de su superficie sofisticada se escondía un hombre primitivo, oscuro y peligroso. Un  cazador.



5 comentarios:

  1. Con este acuerdo,boda,contrato,intercambio de bienes,etc,etc...los dos se llevaran varias sorpresas de cada uno.
    Cada uno ya se va armando un concepto del otro paralelo al que tenian cuando se conocieron por primera vez en la isla.
    Cada uno deja desconcertado al otro,pero no tanto como los han dejado sus propios cuerpos...los han "traicionado"
    Creen conocer al otro por sus acciones y lo que se dice,pero en realidad no saben nada...y un simple beso ha empezado a hacer el cambio,eso es bueno,cada uno se va a ir descubriendo y veran uno no es inmune al otro👏👏👏👏

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  2. OMG
    Ya se casaron!!!???
    Ahhhhhh
    Oh si!!! Noche de bodas!!!!
    Que genial!!!! Me encanta!!!!
    Cuando sera que se destapa todo!!!
    Ojala y se de cuenta de que es virgen(?) Jajajajajajajaja

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  3. eres odiosito lindo monito pecesito no desesperes tu puedes

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  4. Yo me pregunto si tanta plata tiene Hyuk y es tanta la desconfianza que tiene de Sooman que esta esperando para contratar un detective privado que le averigüe con pelos y señales la vida de Hae

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  5. Ya estoy empezando a leer la parte buena ¬v¬ hay quimica en esa pareja en verdad
    Si hae le dijera la verdad a Hyuk la mar de buena que se la pasarian v_v
    Me estoy actualizando lo mas rapido que puedo uff!! sobretodo por la escuela :c
    pero me encanta esta adaptacion y eso que apenas estoy en el cap 3

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...