Trampa de Amor - 2



—No hablarás. Y tienes que mantener esos ojos relampagueantes fijos en el suelo. Tienes que ser dócil y obediente, como un buen joven coreano. Si mantienes la boca cerrada hasta la boda, todo irá bien. Para entonces será demasiado tarde para que Lee cambie de parecer —dijo Sooman mirando a Donghae mientras el helicóptero se dirigía a la plataforma de aterrizaje.
Cuando el helicóptero aterrizó, Donghae se relajó. Aquel océano inmenso debajo de ellos le daba miedo. Siempre le había tenido miedo al agua. Y todavía le costaba creer que hubiera aceptado aquel encuentro.
—¿Y qué pasa si él se entera de que no puedo tener hijos?
Si su abuelo había descubierto que el accidente que había tenido de pequeño le impedía tener hijos, ¿cómo podía estar seguro de que Hyukjae no se hubiera enterado de lo mismo?
—No lo sabe. Ni siquiera conocía de tu existencia hasta ahora. No lo sabrá hasta que esté casado contigo —sonrió cínicamente Sooman.
Donghae se encogió de repugnancia. Todo aquello era repugnante.
Pero, ¿estaba tan mal hacer aquello? Después de todo, Lee Hyukjae y toda su familia eran tan corruptos como su abuelo. Y dada su falta de interés en el compromiso, no debía tener interés en ser padre. Y de serlo, sería un padre terrible. Dar un hijo a un hombre semejante sería injusto. Tal vez fuera mejor para ambas familias que la línea hereditaria se truncase. Así se enterrarían sus disputas con ellos.
Y ambas familias estaban en deuda con él. Entre las dos eran responsables del accidente que había hundido a su familia. Era hora de que pagasen.
El día de su boda Lee ingresaría una suma de dinero que se repetiría todos los meses. Y su appa recibiría la operación que tanto necesitaba. Se terminarían sus preocupaciones; el tener tres trabajos y la angustia de que el dinero no alcanzase.
Siempre y cuando Lee no descubriese que su appa estaba vivo. Porque entonces él se daría cuenta de que su abuelo no sentía el más mínimo cariño por él, y empezaría a sospechar de aquel acuerdo.
Donghae se detuvo en la puerta del helicóptero, sofocado por el aire caliente que le llegó.
—Y recuerda: ahora eres un Park.
—Pero tú no permitiste que mi appa usara ese nombre. Y ahora, cuando te viene bien, esperas que yo lo use.
—Lee va a casarse contigo porque eres un Park —le recordó su abuelo con una sonrisa desagradable—. Si supiera que eres un don nadie, ni se acercaría a ti. Y deja de tirar de esa camisa.
Donghae apretó los dientes y soltó el bajo de la prenda.
—Es indecente. Apenas cubre nada.
—Precisamente. Lee querrá saber lo que está comprando. Recuerda todo lo que te he dicho. Lee tiene un cerebro tan afilado como una cuchilla, pero es un coreano de sangre caliente. Una sola mirada a ese atuendo le hará olvidar los negocios, te lo aseguro. Llévalo puesto como si te vistieras siempre así. No menciones la existencia de tu appa. No digas por qué necesitas el dinero.
—El querrá saber por qué me voy a casar con él.
—Lee Hyukjae tiene un ego tan grande como Corea. Y los jóvenes, por alguna razón insondable, no lo dejan en paz. Probablemente porque es rico y atractivo, y los jóvenes suelen ser demasiado estúpidos como para resistirse a esa combinación —su abuelo hizo un gesto de desprecio—. Se pensará que eres uno más de sus admiradores que quiere acceso a sus millones.
Donghae se estremeció. Lee Hyukjae debía ser terriblemente arrogante. Ser considerado tan cabeza hueca como para valorar a un hombre por su aspecto y su cartera le parecía un insulto.
—No creo…
—¡Muy bien! —exclamó su abuelo—. No quiero que pienses. Y él tampoco. No se te pide que pienses. Sólo se te pide que te acuestes con él cuando él lo desee. Y si te lo pregunta, simplemente le dices que deseas este matrimonio porque es uno de los solteros más cotizados del mundo y tú quieres volver a descubrir tus raíces coreanas. E intenta no quemarlo con esa mirada que tienes. Un coreano no quiere confrontación en su cama de matrimonio.
Donghae sintió un revoltijo en el estómago. «¿Cama de matrimonio?», resonó en su cabeza. Hasta entonces no había pensado en las implicaciones más profundas de su matrimonio. Luego recordó lo que se decía de él. Si los medios no se equivocaban, tenía como tres queridos a la vez. No creía que Lee Hyukjae tuviera ganas de compartir la cama con él, dada su falta de interés en el compromiso. Y a él le parecía muy bien. Siempre que depositase la suma de dinero en su cuenta todos los meses.
Si no hubiera sido porque su abuelo lo hizo salir del helicóptero, se habría echado atrás y le habría pedido desesperadamente al piloto que lo llevase de regreso.
Una figura borrosa parecía observarlo desde la distancia. Y de pronto se sintió abrumado por la situación.
Con paso inseguro, tanto por aquella sensación terrorífica como por los zapatos que había sido obligado a ponerse, avanzó por la plataforma. Se tambaleó, y de no haber sido por unos brazos poderosos que lo sujetaron, se habría caído.
Incómodo por la situación y en estado de shock, Donghae dio las gracias. Aferrado a unos bíceps firmes, intentó recuperar el equilibrio. Vio una cara delante de él, y por un momento, fijó su mirada en los ojos negros de aquel hombre. Una extraña sensación se apoderó de él, un calor en la pelvis. Y sintió que se ponía rojo.
—¿Joven Park?
Donghae tardó un momento en reaccionar y darse cuenta de que se estaba dirigiendo a él, puesto que aquel apellido hasta entonces le era poco familiar.
—¡Ponte de pie, muchacho! —el tono impaciente de su abuelo sobresaltó sus pensamientos—. A los hombres no les gusta que una pareja se quede agarrada a él. ¡Y por el amor de Dios, habla cuando se dirigen a ti! ¿De qué te ha servido esa educación tan cara que has recibido si no eres capaz de formar una sola oración?
Donghae se sintió acalorado y humillado. Recuperó el equilibrio y echó una mirada a su rescatador.
—Lo siento, yo…
—No hace falta que se disculpe —dijo Hyukjae con tono frío y medido.
Pero la mirada que le dedicó a su abuelo le hizo estremecer.
—Torpe… —su abuelo lo miró impacientemente—. Aunque parezca mentira, cuando quiere, mi nieto sabe caminar. Pero como todos lo de su género, tiene la cabeza vacía.
Donghae bajó la mirada para no mostrar la rabia que sentía.
Tenía que olvidarse del odio a su abuelo, a la familia Lee, y de todo. Lo único que importaba era que Lee Hyukjae se casara con él.
Fuese como fuese, tenía que salvar a su appa.


Era deslumbrante, pensó Hyukjae mirando su cabello, e impresionado por sus ojos café oscuro y la perfección de su cara. Bajó la mirada y descubrió un cuerpo igualmente perfecto, apenas cubierto por la transparencia de su atuendo. Piernas tonificadas, el torso…
Evidentemente el heredero de los Park sabía lo que tenía que mostrar, lo que estaba en venta. Aunque se vendía por un precio muy alto, reflexionó cínicamente Hyukjae.
La lascivia, primitiva y básica, se apoderó de él, sorprendiéndolo con su fuerza. Estaba acostumbrado a mujeres y jóvenes bellos, pero aquel joven definitivamente lo impresionaba.
De pronto, el acuerdo tenía otra dimensión. Ciertamente, tener al nieto de Park en su cama no sería un sacrificio.
Acostumbrado a la admiración y coqueteo, Hyukjae se relajó, seguro del efecto que podía causar en él.
Pero se sorprendió al descubrir que el nieto de Sooman no parecía interesado en lo que pensara de él. El muchacho tenía los ojos fijos en el suelo, y las manos apretadas.
¿Estaría asustado? ¿Enfadado?
La mirada de Hyukjae se deslizó hacia la expresión de su abuelo. Aquel hombre era un chulo y un indeseable. Y en aquel momento el objeto de su ira era el chico. Sin saber por qué Hyukjae deseó darle un puñetazo.
¿Lo estaría obligando a casarse?, se preguntó.
Pero se estaba precipitando en su juicio. Al fin y al cabo, era un hecho que el joven había heredado la codicia de su abuelo. Si no, ¿por qué iba a pedir una suma de dinero semejante todos los meses, cuando era el dueño de una incalculable fortuna? Y no podía atribuir ese detalle del acuerdo a su abuelo, porque él era el único beneficiario del dinero.
Irritado por toda la situación, Hyukjae trató de abrir el diálogo.
—¿Su viaje ha sido bueno, joven Park?
El joven no reaccionó al oír su nombre. ¿Preferiría la informalidad?, pensó Hyukjae.
—¿Donghae? —dijo.
—¿Sí? —respondió.
—Te he preguntado si el viaje ha sido bueno —sonrió él seductoramente.
Pero él no lo vio, porque volvió a mirar el suelo.
—Ha sido bueno, gracias  —respondió.
Hyukjae notó su respiración agitada, y pensó que estaba bajo una inmensa presión.
Lo primero que tenía que hacer era apartarlo de la presencia de su abuelo.
—Caminemos juntos mientras los abogados discuten los detalles. Hay cosas de las que tenemos que hablar.
—Él se queda conmigo —dijo Sooman a la defensiva.
—¿El matrimonio propuesto tendrá lugar entre dos o tres personas? — preguntó Hyukjae alzando una ceja—. ¿Piensas estar presente en nuestra noche de bodas? —se dirigió a Sooman.
El joven pareció sorprendido por aquella pregunta. Pero él lo ignoró.
—Si conocieras mi reputación, preferirías no pelear conmigo,   Lee.
—Nunca me ha asustado una pelea —sonrió Hyukjae haciendo caso omiso a la advertencia en la mirada de su padre—. Y si conocieras mi reputación, sabrías que mantengo en privado mis relaciones personales. Nunca me han gustado los grupos.
—Muy bien —respondió Sooman, conteniendo la furia—. No estaría mal que mi nieto conozca su nuevo hogar.
Sooman iba demasiado deprisa, pensó Hyukjae. Pero la exclamación horrorizada del joven lo distrajo de su respuesta a su abuelo.
—¿Mi nuevo hogar? ¿Éste va a ser nuestro hogar? ¿Quieres que viva aquí? —preguntó Donghae.
Hyukjae ocultó su irritación. Todos con los que había salido se pasaban la vida de compras. Y aquélla no parecía diferente. Por lo que casi nunca les llevaba a la isla. No debería sorprenderlo la reacción de su futuro esposo. Al fin y al cabo, ¿qué podría hacer un joven con una suma tan sustanciosa de dinero si no tenía acceso a boutiques de diseño?
Hyukjae achicó los ojos con desconfianza. Presentía que aquel acuerdo tenía algo raro. ¿Por qué el heredero del hombre más rico del planeta iba a querer casarse por dinero?
Miró a su abuelo. Recordó su fama de tacaño. Probablemente le restringiera los gastos. Seguramente por ello quería otra fuente de ingresos. Conocía a montones de jóvenes para los que casarse con un hombre rico era una carrera. Si su abuelo no le daba todo lo que quería, tenía que buscarse otro hombre que pagase sus facturas. Y por el horror que había manifestado ante la idea de vivir alejado de las tiendas, esas facturas serían grandes.
Sintió una punzada de desprecio, pero la ignoró. No comprendía por qué se sorprendía de la codicia de aquel joven.
—También tengo casas en otras ciudades y países. Así que si te preocupa no poder hacer uso de mi tarjeta de crédito, puedes quedarte tranquilo.
El joven tenía los ojos fijos en el mar y no pareció escucharlo. Hyukjae reprimió su irritación. ¿Por qué diablos no decía nada?
Poco acostumbrado a que las parejas no tuvieran interés en él, decidió estar con el heredero a solas cuanto antes.
—¿No te gusta la isla? —preguntó en tono de conversación trivial.
—Hay mucho mar.
Definitivamente no era la respuesta que esperaba Hyukjae.
—Es lo que ocurre si vives en una isla. Todas las habitaciones de mi mansión dan al mar o a la piscina.
Lo volvió a decepcionar su reacción. Se puso totalmente pálido.
—Mi nieto está un poco mareado después del viaje —señaló su abuelo.
Hyukjae volvió a sentirse irritado por la intervención del hombre.
¿Nunca lo dejaría hablar por sí mismo? Si había sido educado en Inglaterra, estaría acostumbrado a hacerlo.
—Llevaré al joven Park a ver la isla mientras ustedes empiezan la reunión… No tardaré en estar con ustedes —dijo Hyukjae, sabiendo que sin su firma no podrían cerrar el acuerdo.
Park Sooman miró el reloj y  respondió:
—Tengo que estar en Seúl dentro de dos horas. Quiero que se firme el acuerdo antes de irme.
Hyukjae lo miró. ¿Por qué el viejo tenía tanta prisa? Era evidente que tramaba algo.

Donghae miró al hombre que tenía frente a él. No se parecía en nada a lo que había esperado. Era alto, moreno, de hombros anchos y ojos negros. Tenía una cara agradable. Era muy atractivo. Y se conducía como si ni aquélla ni ninguna situación le diera inseguridad. Su autoridad era evidente.
Era imposible que aquello funcionase. Un hombre tan atractivo y poderoso jamás estaría a su alcance. Y era humillante saber que si su abuelo no le hubiera ofrecido aquel «incentivo» y no lo hubiera vestido con aquella ropa ni se habría molestado en mirarlo.
La idea de estar a solas con él le aterraba. ¿De qué podían hablar?
¿Qué tenían en común? Nada.
Y para peor, era evidente que él amaba el mar.
Donghae miró el mar y de pronto le asaltaron los recuerdos. La fuerza de la explosión, los gritos de horror de los heridos y el agua helada que lo había enterrado en una oscuridad tan aterradora que su recuerdo aún le impedía dormirse por la noche. Y luego recordó la imagen de un hombre fuerte, levantándolo en brazos, salvándolo.
De pronto, el precio de ayudar a su appa le pareció demasiado alto. Tendría que vivir rodeado de mar, algo que le aterraba. Con un hombre al que despreciaba.
Pero tenía que olvidarse de todo. Menos de la razón que lo había llevado hasta allí.
Sabía perfectamente por qué su abuelo le había dado a la familia Lee un plazo de dos horas. Tenía miedo de que, si lo dejaba solo, hiciera algo que pudiera hacer que Hyukjae decidiera no casarse con él.
Y tenía razón. Era tan distinto de los que él estaría acostumbrado, que ni siquiera sabía caminar bien con zapatos elegantes.
—Por lo que sé, no hay barrera lingüística alguna entre nosotros —dijo Hyukjae mirándolo—. Sin embargo, hasta ahora, no has pronunciado apenas una palabra, ni me has dirigido una mirada.
Evidentemente, había herido su ego, pensó Donghae. Al parecer, era lo único que le importaba. Que cayera a sus pies como los cabeza hueca con los que se relacionaba. Hyukjae se merecía todo aquello.
—Debes perdonarme —dijo—. Yo… Esta situación es un poco difícil para mí…
—Para mí también —dijo él—. Y no es de extrañar, dadas las circunstancias. No todos los días se casa uno con alguien a quien apenas conoce. Pero este matrimonio va a ser muy difícil si no te dignas a hablar conmigo.
Donghae lo miró.
—¿Se supone que debo hablar con sinceridad?
—¿Y por qué crees que me he deshecho de tu abuelo?
Donghae casi sonrió al recordar cómo él había menospreciado a su abuelo. Hyukjae no era un cobarde al menos. De hecho era la primera persona que conocía que no se sentía intimidado por su abuelo, algo a su favor.
—Mi abuelo tiene miedo de que diga algo inapropiado. Él quiere fervientemente que se firme el acuerdo.
—¿Y tú, joven Park? ¿Cuánto deseas este acuerdo?
Él se volvió a sentir ajena a aquel nombre. Pero hizo un esfuerzo por contestar.
—Quiero casarme contigo, si es eso lo que preguntas —alzó la barbilla.
El lo miró cínicamente.
—No me dirás que has estado enamorado de mí toda tu vida, ¿no? ¿Qué has estado soñando con este momento desde que has nacido? —él le señaló un camino que iba a la playa—. Caminemos un rato.


Donghae siguió su mirada. El mar se extendía a lo lejos, como un monstruo. Se le hizo un nudo en la garganta.
—¿No podemos quedarnos aquí?
—¿Quieres que conversemos en el helipuerto? —preguntó él con sarcasmo.
Él se puso roja.
—No veo por qué tenemos que bajar hacia el mar…
—Me niego a tener una conversación contigo con tus guardaespaldas en el fondo del paisaje.
«¿Guardaespaldas?», pensó Donghae.
Ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de aquellos tres hombres hasta aquel momento, aunque debían haber estado en el helicóptero.
—Oh… Trabajan para mi abuelo.
—No hace falta que me des explicaciones. Como heredero de Park tienes que tener protección.
Donghae casi se rió. ¿Quién querría proteger a un pobre desgraciado sin un céntimo, a un pobre infeliz que se mataba a trabajar? Pero evidentemente, él no sabía nada de su vida real.
—¿Quiénes son? —preguntó mirando a dos hombres que había cerca.
—Me temo que los miembros de mi seguridad también están  alerta. Digamos que el aterrizaje de Park en la isla crea cierta inquietud.
Miró su espalda ancha y se preguntó por qué necesitaría protección. Para ser un hombre de negocios, era muy atlético. Quizás se debiera a las horas dedicadas al ejercicio en la cama.
—Mi abuelo crea tensión dondequiera que va —dijo sin   pensar. Luego se dio cuenta y agregó—: Quiero decir…
—No sientas que tienes que excusarte conmigo. Tu abuelo es un hombre muy temido. Es parte de la fama que se ha hecho. Dirige a través del miedo.
Pero, ¿no tenía Hyukjae la misma fama?
Donghae miró a los guardaespaldas, se estremeció y dijo:
—De acuerdo. Caminemos por la playa —se detuvo para quitarse los zapatos que su abuelo había insistido en que llevase puestos—. Éste tipo de zapato no son para caminar por la arena —notó una mirada de asombro en él y se dio cuenta inmediatamente de que se había equivocado.
—Me gusta sentir la arena en los pies —improvisó Donghae, maldiciéndose por su torpeza.


—Ten cuidado de no cortarte en las rocas —dijo él extendiendo la mano y dándosela—. Pero estoy de acuerdo contigo en que son más apropiados para un club nocturno. Conozco unos cuantos, así que te prometo que tendrás oportunidad de usarlos.
Donghae lo miró, sorprendido. ¿Qué pensaría él si le dijera que jamás había estado en uno?, pensó.
¿Si se enteraba de que sus trabajos rara vez le dejaban una noche libre para esas indulgencias?
—Entonces, si no confías en mi abuelo, ¿por qué lo has invitado a tu isla? —quiso cambiar de tema.
Habían pasado la roca, pero él lo seguía llevando de la mano.
—Este acuerdo es importante para mí por varias razones —la miró, pensativo—. Supongo que no pretenderás hacerme creer que no sabes nada acerca de la enemistad que existe entre nuestras familias, ¿verdad?
—Por supuesto que sé de esa enemistad.
«Mi padre murió en el barco de tu padre. Mi appa y yo sufrimos heridas», pensó Donghae. Pero intentó controlar sus emociones.
—Antes que nada, quiero que sepas que, aunque mi abuelo quiera que lo haga, no estoy dispuesto a entrar en ningún juego. No puedo fingir algo que no siento —dijo fríamente—. Yo no coqueteo y me niego a fingir que este matrimonio es más que un acuerdo de negocios entre dos partes. Ambos conseguimos algo que queremos.
—¿Y qué es exactamente, joven Park?
—Dinero —dijo escuetamente—. Yo consigo  dinero.
—Sin rodeos. Tú eres el único familiar del hombre más rico del planeta, pero quieres más —dijo Hyukjae—. Lo que probablemente te convierta en la persona más avariciosa del mundo. Dime, Donghae, ¿cuánto dinero es suficiente para ti?
Estaban en la playa; Donghae de espaldas al mar que brillaba con el calor del verano, estaba mirando a Hyukjae.
—Dada tu fortuna, yo podría preguntarte lo mismo. Tú ya tienes una empresa que consigue ganancias millonarias. Y no obstante quieres lo que pertenece a mi abuelo…
—Exacto. Pero yo no voy a llegar a tanto como tú para lograrlo. Estás dispuesto a atarte a tu peor enemigo por dinero. A un nombre al que odias claramente.
Él se sobresaltó. Evidentemente, había mostrado demasiado sus sentimientos.
—Yo no he dicho eso…
—No hace falta que lo digas. Es evidente por el brillo de tus ojos, por el modo en que te refrenas y por todas las cosas que no dices.

Donghae apenas podía respirar. Su abuelo le había advertido que aquel hombre era muy listo, y él no le había hecho caso. Había pensado que todo era parte de su plan. Pero tenía razón. Hyukjae era listo, peligroso, y un oponente de la talla de su abuelo.
—No te odio —mintió. Él levantó una ceja.
—Te advierto que prefiero la sinceridad, aunque sea desagradable. Acabas de admitir que estás dispuesto a casarte con un hombre que odias por dinero. Entonces, ¿qué clase de persona eres?
Donghae tuvo que controlarse. ¡Si hubiera sabido él para qué necesitaba el dinero, no lo habría juzgado tan ligeramente! Lo miró a los ojos y dijo:
—Digamos que estoy más que satisfecho con la parte económica de este acuerdo.
Su acusación era tan injusta, que por un momento estuvo tentado de revelar la verdad. Y si Hyukjae se enteraba de lo poco que le apreciaba su abuelo se daría cuenta de que había un motivo más siniestro por detrás de aquel acuerdo.
Hyukjae había intuido que su abuelo perseguía la venganza.
—Bueno, tú estás dispuesto a casarte con el nieto de tu peor enemigo sólo para conseguir su empresa… Así que, ¿qué clase de persona eres?
—Lo suficientemente rica como para poder comprarte —respondió fríamente mientras lo miraba—. Tu opinión de mí es tan baja como la mía sobre ti, lo que nos hace tal para cual. Será un cambio agradable no tener que seducir a un esposo cuando vuelva a casa cansado de un día de trabajo en la oficina. Quizás me siente bien el matrimonio, después de todo.
—No podrías seducirme aun si lo intentases —dijo, furioso por su arrogancia—. Y para tu información, no estoy ni remotamente interesado en conocer tus asombrosas técnicas en la cama. Eso no tiene nada que ver con este matrimonio.
—¿No? —él sonrió y se acercó más a Donghae.
Donghae sintió la irradiación del calor de su cuerpo. Y se preguntó cómo haría para aguantar vivir en Corea. La atmósfera era tan opresiva que apenas podía respirar.
—Éste es un acuerdo de negocios —le recordó, y vio el brillo en los ojos de Hyukjae.
—Un acuerdo de negocios… —repitió él—. Dime… ¿Sabes cómo se hacen los niños, joven Park?
Sintió que el calor aumentaba.
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Una pregunta muy sensata —respondió él—. Dado que la concepción de un bebé está precedida generalmente de actividad sexual, con o sin asombrosas técnicas en la cama, dime, ¿incluye tu acuerdo de negocios la actividad sexual?
En estado de shock por el tono íntimo de su voz, y la dirección repentina que había tomado la conversación, Donghae abrió los ojos y exclamó:
—Yo… Yo no…
—¿No? —lo miró con dureza—. Sin embargo de eso se trata este acuerdo. Dime, joven Park, ¿cómo ves exactamente este «acuerdo de negocios»? ¿Piensas traer el maletín a mi cama?
Donghae respiró profundamente al asaltarla todo tipo de imágenes. Se había convencido de que aquello podía ser un acuerdo claro y directo, en el que Hyukjae podría vivir su vida y él la suya. La idea de la relación sexual había pasado por su cabeza brevemente, por supuesto, pero de alguna manera la noción de sexo con un hombre al que no conocía había sido algo abstracto. Irreal.
Pero cara a cara no había nada irreal en Lee Hyukjae. Era un hombre que irradiaba poder sexual. Y el acuerdo sexual ya no lo vio claro.
Por un momento se olvidó del mar y de su abuelo y se concentró en la realidad de meterse entre las sábanas con aquel hombre coreano de sangre caliente.
—Un maletín, no. Pero no nos involucraremos emocionalmente. Tendré sexo contigo porque eso es lo que pide el contrato, pero no dice nada de que tenga que disfrutar de la experiencia —lo miró—. Y está bien así —agregó, como si tuviera miedo de que él agregase su disfrute a la lista del acuerdo.
—¿Tendrás sexo conmigo? —Hyukjae lo miró, fascinado.
Donghae cerró los ojos. El problema era que él estaba acostumbrado a estar con parejas que esperaban ser seducidas, mientras que él no lo esperaba. Nunca había estado interesado en el sexo. Cuando había descubierto que no podía tener hijos había enterrado esa parte. Y ya no le importaba. Los pocos besos que había intercambiado en la adolescencia lo habían convencido de que no valía la pena.
Donghae suspiró y dijo:
—Oye… No es algo personal —quiso salvar su ego, por si él lo había visto herido—. Esto no es algo personal. Simplemente no tendremos ese tipo de matrimonio. Y está bien. Lo digo en serio… Es así como lo quiero.
—Claramente, siempre has tenido relaciones sexuales malísimas.
Se puso colorado y desvió la mirada, para recuperar el control.
Tal vez debiera decirle en aquel momento que jamás había tenido una relación sexual, pero era muy violento mostrarle que a su edad era virgen. Cuando llegase el momento, intentaría disimular su falta de experiencia.
—Así que estás dispuesto a casarte conmigo y tener relaciones sexuales de negocios… Interesante privilegio… Debo admitir que es algo nuevo para mí. He de decir que jamás había tenido que pagar por sexo.
—Por supuesto. Todos andan a tu alrededor esperando que te gastes tu dinero en ellos y a cambio fingen que te encuentran atractivo… Si eso no es pagar por sexo… Y en este caso no estás pagando por sexo, estás pagando por la empresa de mi abuelo.
Hyukjae se quedó perplejo al escuchar aquella interpretación sobre su vida amorosa. Y él hizo un esfuerzo por no poner los ojos en blanco al verlo. ¡Su ego era inmenso! Evidentemente pensaba que estaban con él porque era irresistible.
—Eres un hombre rico, Hyukjae —dijo, usando su nombre de pila como él usaba el suyo—. No me digas que soy el primero interesado en tu dinero…
Él lo miró a los ojos.
—Digamos que eres el primero terriblemente rico interesado en él. Y me pregunto por qué.
—A lo mejor es que me gusta derrochar el dinero —respondió   Donghae.
Casi se rió al escucharse. La verdad era que no habría sabido cómo gastar el dinero si lo hubiera tenido. Había vivido toda la vida economizando, y para él era algo tan natural como respirar. La ropa que llevaba eran las primeras prendas nueva que se ponía desde hacía años, y había sido porque su abuelo se había puesto furioso al verlo con su vaquero y había ordenado. Pero aun así no lo habían dejado elegir el que más le gustaba, sino el que mostraba más.
—Me parece que mi sinceridad te ofende —dijo—. Pero quizás pueda recordarte que tú mismo entras en este matrimonio por cuestiones de negocios. ¿Por qué otro motivo ibas a sacrificar tu soltería por una vida de hombre casado?
—¿Y quién dice que eso sea sacrificar mi vida de soltero? Te advierto que tengo una energía sexual muy potente. Como nuestra vida sexual va a ser claramente muy aburrida, tendré que buscar diversión en otra parte. Pero estoy dispuesto a pagar ese precio por recuperar Industrias Park, la empresa que tu abuelo le robó a mi familia.
—No sé de qué hablas. Industrias Park pertenece a mi abuelo y siempre ha sido así.
—No es verdad. Y si esperas que me crea que no sabes la historia del enfrentamiento entre nuestras familias, realmente me subestimas. Si querías sinceridad, seamos sinceros.
Donghae tragó saliva. No lo subestimaba. Simplemente estaba sorprendido por aquella noticia.
—¿Quieres decir que nuestros abuelos eran socios?
—¿Quieres hacerme creer que no lo sabías? —respondió Hyukjae achicando  los ojos.
Él agitó la cabeza.
—Mi abuelo se niega a hablar de negocios con los jóvenes —y no mentía.
Su abuelo despreciaba a los jóvenes y mujeres, sobre todo ingleses. Era la razón por la que había desheredado a su appa y a él.
—He oído rumores, pero nada concreto —insistió Donghae—. ¿Quieres decir que mi abuelo le arrebató el negocio a tu abuelo?
—Así empezó la disputa —Hyukjae lo miró—. Él mintió y engañó hasta que mi abuelo tuvo que darle la empresa a él. Así que ya ves, Donghae. Quiero casarme contigo para recuperar lo que es mío por derecho. Y así se termina esta historia.
Donghae lo miró,  estupefacto.
¿Qué diría Hyukjae si supiera la verdad? Que la historia no había terminado.



5 comentarios:

  1. valla que buen inicio espero y pronto se conozcan mas

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  2. Creo que Donghae tiene una imagen equivocada de Hyukjae, por lo poco que e leido no creo que sea el hombre malo que el piensa, ademas no entiendo porque dice que tienen la culpa de la muerte de su padre si se supone que fue un accidente? Pero quiero leer mas para poder comprender un poco mas esta historia. Gracias

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  3. Obvio que Donghae no sabe nada sobre cómo es que su abuelo ha hecho tanto dinero,y seguro que lo irá descubriendo.
    Ya Hyuk le ha dicho una parte,poco a poco irá descubriendo más...y no solo de su abuelo,si no también de los Lee.
    Sooman no puede ser más evidente de que quiere que el contrato se firmde ya,para así asegurarse de que su venganza está casi lista...obvio eso a Hyuk le da mala espina,por eso se llevo a Hae aparte...lo malo que piensa que Sooman es malo y que Hae también tien un defecto y es la avaricia,porue claro que aún no sabe nada de Hae...pero ya lo descubrira...al igual que Hae descubrira cosas de Hyuk.

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  4. Esto me gusta demasiadoo!!! 🙄🙄

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  5. EUNHAE!!! y del bueno al parecer esto se va a poner cada vez mas bueno *w*
    Gracias~~

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...