Pasión Nocturna (DH8)- 17




Heechul jadeó mientras el dolor lo ahogaba. Jamás se había sentido así. Era como si algo hubiese invadido su cuerpo.
Shin maldijo mientras estiraba la mano y lo golpeaba.
Heechul gritó por la agonía de su golpe. Era como si algo estuviese intentando destrozarle.
Incapaz de pararse frente a eso, comenzó a caer, sólo para darse cuenta de que alguien lo sostenía contra un fuerte pecho.
—Te tengo —dijo Siwon mientras lo levantaba en sus brazos y lo sostenía con fuerza.
El corazón de Heechul se elevó ante su cercanía. No sabía cómo había llegado él allí a atraparle, simplemente estaba agradecido que lo hubiera hecho.
—Ten cuidado —dijo con los dientes apretados, para evitar gemir ante el dolor que le abrumaba.
Con los ojos borrosos por las lágrimas, temió que el fantasma estuviera ahora intentando meterse dentro de Shin o Siwon.
—Olvídalo —dijo Shin. El espíritu rió y se desvaneció. Shin estuvo junto a él en un instante—. Respira despacio —susurró.
Heechul no pudo hablar más mientras recostaba su cabeza contra el cuello de Siwon e inhalaba el cálido aroma de su piel. Jamás hubiese pensado que podía sentirse de ese modo por alguien.
Se sentía extrañamente protegido, aunque no podía defenderse.
—Necesitamos ponerlo a salvo —dijo Siwon severamente. Shin asintió.
En un segundo estaba en el camino fuera de la casa de Kangin, y al siguiente estaba en el cuarto de Siwon, en su hogar.
Siwon pareció aliviado mientras lo recostaba gentilmente sobre su colchón.
—¿Estás bien?
—Eso creo —susurró.
El dolor estaba comenzando a disminuir un poquito.
Él le ofreció una cariñosa sonrisa antes que su rostro se endureciera y girara para mirar a Shin.
—¿A qué nos estamos enfrentando?
Shin respiró hondo y pareció debatir qué decir por varios minutos.
—Ese fantasma fuera de la casa de Kangin era Changsu. La buena noticia es que no es corpóreo… aún.
—Pero yo luché con él en forma física —dijo Siwon—. Me atacó antes.
—¿Cuándo? —preguntó Heechul mientras el terror regresaba multiplicado por diez—. No lo vi.
—Fue a quien el fantasma protegió al final de la pelea. ¿Recuerdas?
Heechul sacudió la cabeza.
—Ese no era Changsu. Créeme, recuerdo el rostro de ese bastardo —dijo, tocando la cicatriz en su mejilla.
—No —dijo Shin—. Era su hijo mayor. Según Shangli, comparten el  mismo nombre.
Heechul puso los ojos en blanco.
—¿Qué sucede con ustedes, antiguos, que tenían sólo… qué? ¿Tres nombres en todo el linaje familiar, y todos los reciclaban?
—Era la tradición —dijo Siwon—. Una que estoy feliz de haber visto terminar.
Shin se puso rígido repentinamente. Heechul podía sentir su aprensión.
—¿Shin?
—¿Qué sucedió? —susurró Shin sin prestarle atención. Era como si estuviese hablando con alguien más.
—¿Shin?
—Ustedes dos quédense aquí y no vuelvan a abandonar la casa esta noche. Se desvaneció instantáneamente.
Heechul miró a Siwon, cuyo ceño imitaba al suyo.
—¿Qué fue eso? —preguntó.
—No lo sé, pero tengo la sensación que no es bueno.

Shin entró a su hogar en katraoteros con un torbellino intenso y rápido fluyendo detrás suyo. Las sólidas puertas de roble de más de 4 metros de alto resonaron amenazadoramente mientras se cerraban de golpe a voluntad propia detrás de él. En el instante en que cruzó el elegante umbral, su ropa cambió de la moderna gótica a la antigua Atlante.
Las costuras de sus jeans se convirtieron en lazos apretadamente tejidos en zigzag, que fijaban los ajustados pantalones de cuero negro perfectamente esculpidos a la parte inferior de su cuerpo. Su camisa y chaqueta se disolvieron para formar una pesada foremasta de seda negra, una larga bata con forma de guardapolvo que flotaba majestuosamente alrededor de su flexible y musculoso cuerpo. En la parte trasera de la foremasta estaba bordado el emblema de un sol dorado perforado por tres relámpagos plateados.
Era su símbolo personal de poder, y marcaba todo lo que le pertenecía.
Sin detenerse, caminó directamente por el gran vestíbulo de mármol negro, que tenía el mismo diseño en el centro del piso.
No había muebles en el vestíbulo circular, pero el dorado techo abovedado sobre él estaba sostenido por dieciséis columnas que habían sido talladas como estatuas de los dioses Atlantes más prominentes.
Dioses que una vez habían hecho de este reino su hogar. En aquellos días, se habían reunido afectuosamente ahí, en ese salón, para compartir tiempo con los demás, mientras vigilaban al mundo humano y lo protegían.
Pero esos días habían terminado mucho tiempo atrás. Los propios antiguos dioses se habían ido.
Shin se dirigió a la habitación del trono, que estaba frente a las puertas principales. La puerta estaba flanqueada por los retratos de Apollymi la Destructora y su esposo, Archon Kosmetas, un apellido que significaba Orden. En una época, ambos habían presidido los reinos inferiores de katoteros y Kalosis y, en un ataque de furia, Apollymi había arrasado con todos los que allí moraban.
Todos ellos.
Ni un solo dios Atlante había permanecido de pie luego que ella hubiese asolado al templo con su violenta furia. Shin jamás había comprendido qué podía haberla impulsado a hacer una cosa semejante.
Pero, mientras ingresaba a la habitación del trono de los antiguos dioses, comenzaba a hacerse una idea.
—¡Shangli! —gruñó, convocando a su sirviente ante sí.
Shangli apareció en la habitación del trono Atlante preparado para encargarse por sí mismo del demonio. Se agachó mientras veía la verdadera forma de  Shin mientras el Dark Hunter estaba de pie ante la tarima dorada que contenía dos tronos de oro tallados en forma de dragón.
Shangli aún tenía problemas para tratar con Shin cuando el hombre se veía de ese modo. Los llameantes ojos rojo sangre eran suficiente como para hacer que incluso un semidiós como Shangli se acobardara, y el tono de piel mármol con líneas azul iridiscente de Shin…
Esteee…
Pero la cosa más perturbadora era la profunda y violenta cicatriz que iba desde el ombligo de Shin hasta su garganta, donde había sido marcada la huella de una mano. Se veía como si alguien hubiese sostenido alguna vez al hombre por la garganta mientras lo cortaba.
Shangli se había enterado el día de su llegada a katoteros que, mientras que la cicatriz de la mano iba y venía, la cicatriz vertical era sólo visible en este reino, y que jamás debía reaccionar a ella.
Al menos, no si valoraba su vida.
El desequilibrado temperamento de Shin estaba presente en los relámpagos y truenos que crepitaban y refulgían fuera de las ventanas delanteras del templo.
Había muy pocas cosas en la vida que asustaran a Shangli. El hombre extremadamente poderoso frente a él era una de ellas.
Ni siquiera la mascota de Shin salía para estar con su amo cuando tenía este humor. A diferencia de Shangli, la pequeña criatura alada con forma de dragón se había mantenido sabiamente escondida.
—¿Qué tienes que reportar? —le preguntó Shindong, con la voz grave con su acento Atlante.
—Básicamente que todo el infierno se está desatando en el infierno.
Shindong pareció poco complacido con la noticia. Más relámpagos cruzaron el cielo fuera de las ventanas que iban del suelo al techo detrás de los tronos. Le daban un espeluznante resplandor al cuerpo de Shindong. Un trueno resonó ominosamente mientras hacía temblar el suelo del templo donde Shangli estaba de pie.
—¿Qué está sucediendo?
Shangli reprimió su sarcasmo mientras comenzaba a señalar que el clima en Kalosis reflejaba al clima ahí en Katoteros. Eso probablemente sería suicida.
—No lo sé. Changsu regresó al salón con su hijo a cuestas hace poco. Me informaron que le dijo algo a Stryker que ocasionó que recompensara a Changsu otorgándole la habilidad para reencarnarse. Apollymi la Destructora está encerrada en su templo y nadie tiene permitido verla. Aparentemente alguien hizo algo mal, y desde entonces tiene a sus demonios Charonte en una caza de sangre por todo Kalosis para encontrar al perpetrador. Hay Spathis cayendo como moscas por todos lados, y todos están mojándose los pantalones por el miedo a su furia.
—¿Y tu padre?
Shangli se puso tenso ante el recordatorio que Stryker, el líder de los Daimons Spathi que eran controlados por la Destructora, lo había engendrado.
—No lo sé. En el instante en que Changsu partió, se volvió loco en el salón principal y ha estado destrozando el lugar desde entonces —su rostro se  endureció—. Continúa gritando mi nombre, y no sé por qué. Quizás se enteró que estoy  vivo —Shindong apartó la mirada de él—. ¿Qué sucede, Shin? Sé que sabes.
—No, no sé. La Destructora está en silencio para mí. No escucho nada de ella y eso es lo que más me preocupa. Ella jamás es silenciosa en nuestras batallas.
Shangli maldijo ante lo que eso significaba.
—¿Qué podría haberlos hecho partir a ambos al mismo tiempo?
El músculo en la mandíbula de Shindong temblaba con un impresionante ritmo staccato.
—Mi suposición es que Stryker envió a Changsu con una prueba para mí. Una vez que Changsi vio que era efectiva, se lo reportó a Stryker, quien tuvo toda la confirmación que necesitaba.
—¿Confirmación de qué?
La mirada de Shindong lo atravesó.
—De lo que él realmente significa para Apollymi.
Shangli silbó bajo.
—Sí, eso realmente lo espantaría. Quizás tengamos suerte y él y la Destructora se maten entre sí —Shindong lo miró de tal modo que lo hizo dar un paso atrás—. Perdón —dijo, rápidamente.
Shindong comenzó a pasearse. Con su bata flotando sobrenaturalmente  detrás de sí, y sus botas con suela de plata sonando contra el piso de mármol negro, era una imagen espectral.
—¿Por qué intentaría Changsu apoderarse del cuerpo de Heechul?
—¿Qué quieres decir? —preguntó Shangli.
—Intentó tomarlo mientras yo estaba allí. Luego que lo saqué de un golpe, vino por mí.
Eso no tenía sentido. ¿Qué tan estúpido podía…? Bueno, era Changsu, después de todo.
—¿Por qué intentaría eso si supiera lo que eres?
Shin rió baja y ominosamente.
—No creo que Stryker haya compartido esa información con Changsu. No se atrevería. Socavaría su propia autoridad en Kalosis si lo hiciera.
Buen punto.
—Entonces, la verdadera pregunta es quién será el donador de cuerpo.
Shindong levantó la cabeza, como si acabara de darse cuenta de algo.
—Está detrás de Kangin y Leeteuk. Como no pudo obtener el cuerpo de Heechul ni el mío, probablemente irá detrás de alguien a quien conozcan y en quien confíen. Y eso es lo próximo que necesito que descubras. Stryker me tiene bloqueado, así que no puedo sentir nada respecto a Changsu.
—Que conste que estoy comenzando a sentirme como carne de cañón. Hay muchas personas en Kalosis que se alegraron el día que Stryker me cortó el cuello. Si una de ellas se entera que estoy allí espiándolos, me regresarán a ti en pedacitos.
Shindong le sonrió irónica y perversamente.
—Está bien. Te uniré nuevamente.
—Gracias, jefe. Y ese pensamiento me parece aún más perturbador.
El rostro de Shindong se endureció una vez más.
—Ve, Shangli.
Inclinando la cabeza, Shangli dio un paso atrás y partió hacia Kalosis.
Shindong se quedó parado silenciosamente en su habitación del trono, escuchando. Aún así, no oía nada del otro lado. Más rayos destellaron fuera mientras los vientos soplaban contra los cristales.
—Háblame, Apollymi. ¿Qué estás haciendo?
Pero, por primera vez en once mil años, ella estaba absolutamente callada.
El único sonido que escuchaba en el ensordecedor silencio de su mente, era la débil voz de su hermana.
“Ten cuidado con lo que deseas, hermanito. Podrías obtenerlo.”

Heechul colgó el teléfono luego de hablar con Leeteuk. Kangin y Hyukjae habían estado ocupados en vendar las costillas de Minho mientras él le advertía a su hermana sobre el ataque de Changsu justo fuera de su casa.
—Estoy asustado, Won —dijo mientras dejaba el teléfono—. Realmente asustado. Continúo oyendo la voz de Leeteuk, contándome acerca de su sueño en que él y Kangin mueren. Sé que lo odias, pero…
—No odio a Kangin, Heechul. Él me odia a mí.
El asintió mientras Siwon lo envolvía en un apretado abrazo, que realmente necesitaba. Lo sostuvo cuidadosamente contra su pecho mientras una mano jugaba con su cabello.
Heechul inhaló su rico y acogedor aroma, que lo tranquilizaba aún más que su contacto.
—Shindong no permitirá que muera —le dijo, reconfortantemente—. Lo sabes.
—Eso espero, pero en su visión…
—Esas pueden ser alteradas. Shindong está siempre diciendo que el destino está indefenso contra el libre albedrío. Lo que él vio es una posible consecuencia.
Heechul se ahogó con las lágrimas mientras pensaba en cómo sería la vida sin Leeteuk. Era más de lo que podía soportar.
—No puedo perder a mi hermano, Siwon. No puedo. Siempre nos hemos tenido el uno al otro.
—Shh —susurró él antes de depositar un suave beso en su frente—. Estoy seguro que siente lo mismo que tú, y juro por mi vida que ninguno de los dos tendrá que temer perder al otro. No mientras yo los proteja.
Heechul estaba maravillado por su ternura cuando era evidente que jamás le había sido mostrada.
Se apartó un poco para mirarlo.
—¿Cómo pueden haberte matado tus hermanos? —Él lo soltó instantáneamente y dio tres pasos atrás. Por la expresión de su rostro, podía saber que la pregunta lo había lastimado profundamente—. Lo siento, Won. Eso fue insensible de mi parte.
—Está bien. Las cosas eran diferentes en aquella época —esa parecía ser su respuesta para todo, y a él le parecía demasiado fácil aceptarla—. Llamaré a Kennie para que nos traiga la cena. No sé tú, pero yo estoy hambriento.
Heechul asintió y le dio el alivio temporal que, percibió, necesitaba. Sin mirar atrás, él lo dejó solo en su biblioteca.
—¿Qué le ves a ese bastardo?
Giró rápidamente ante la imprevista voz detrás de él, para encontrarse con un hombre de la altura de Won mirándolo furiosamente. Vestido con vaqueros negros y una camiseta negra, era increíblemente apuesto, con una barba de candado esmeradamente recortada, cabello corto negro azabache.
—¿Quién diablos eres tú?
—Yesung.
El inesperado nombre lo tomó desprevenida. Así que este era el infame chico azotado que había vivido en el hogar romano de Siwon. Así, de pronto, no había mucho más que el cabello oscuro y la altura que los identificara como hermanos.
Heechul cruzó los brazos sobre el pecho mientras lo enfrentaba.
—Así que eres la bolsa de basura con relámpagos.
Él rió malignamente ante su insulto.
—Si fuera tú, tendría cuidado. No hay ninguna ley que diga que no puedo freír tu trasero también.
Heechul se mofó de eso y se rehusó a ceder ante su intimidación.
—Claro que sí. Shin te mataría si me lastimaras.
—Podría intentarlo, pero dudo que tuviera éxito.
Aspiró con los dientes apretados ante su temerario tono.
—Eres arrogante,  ¿verdad?  —Él se encogió de hombros impasiblemente—.Entonces, ¿por qué estás aquí? —le preguntó.
—Los he estado observando.
Estaba irritado por su confesión, y por la idea de ser su elección de examinación personal. Le hizo estremecer de repulsión.
—¡Increíble pervertido!
La mirada de él se estrechó peligrosamente.
—Difícilmente. Me he asegurado de apartar la vista cuando ustedes dos comienzan con toda esa porquería de tortolitos. Ya estuve ciego una vez en mi vida. No tengo deseos de regresar a eso.
—Entonces, ¿por qué estabas observándonos?
—Principalmente por curiosidad.
—Y ahora estás aquí, ¿por qué?
—Porque estoy intrigado de porqué el cuñado de Kangin se acostaría con alguien como Siwon.
El resopló.
—Eso no es tu condenado asunt… —Heechul se quedó callado mientras la habitación giraba a su alrededor. De pronto, la biblioteca de Siwon había desaparecido, y se encontró a sí mismo en lo que parecía ser un pasillo espejado. Se vio reflejado en los espejos, con Yesung a su lado—. ¿Dónde estamos?
—En el Olimpo. Tengo algo que quería mostrarte.
El espejo delante de él brilló y cambió. Ya no los reflejaba. En cambio, le mostraba el pasado.
Vio una antigua tienda de lona, con un hombre ensangrentado atado a un marco de madera que había dentro, siendo torturado. Sus gritos resonaban al rogar piedad en latín mientras otro hombre lo golpeaba con un látigo con púas.
Encogiéndose, Heechul cubrió sus oídos hasta que los golpes terminaron y otro hombre vestido con armadura Romana dio un paso adelante.
Era un joven Siwon. Su oscuro rostro necesitaba una afeitada, y su armadura estaba manchada con sangre. Se veía cansado y desarreglado, como si no hubiese dormido en días, pero aún así tenía un majestuoso aire de superioridad.
Arrojó agua al rostro del hombre.
—Dime adónde marchan.
—No.
Las palabras en latín resonaron en su cabeza junto con la imagen de Siwon ordenándole a un soldado que golpeara más al hombre.
—Fue tu amante quien me dejó ciego —gruñó Yesung en su oído mientras el espejo se nublaba, y luego se aclaraba para mostrarle la imagen de dos niños.
Uno estaba recostado en el suelo, hecho una bola, mientras el otro lo golpeaba con un látigo. Uno de los coletazos cortó profundamente el ojo del niño, haciendo que gritara mientras lo cubría con una mano mugrienta.
—Yo soy el que está en el piso —refunfuñó Yesung en su oído—. Siwon es el que me está golpeando despiadadamente, y tú te acostaste con él.
Incapaz de observar la crueldad, Heechul giró y chocó con alguien más.
Comenzó a luchar hasta que levantó la vista y se encontró con Shin, que parecía muy poco complacido.
—¿Qué estás haciendo, Y?
—Estoy mostrándole la verdad.
Shin sacudió la cabeza ante el antiguo Dark Hunter.
—No puedo creer que te hayas casado con un ninfa de la justicia y aún tengas que aprender algo de él. Siempre hay tres partes de un recuerdo, Y. La tuya, la de los demás, y la verdad, que está en algún sitio en medio de las otras dos. Sólo estás mostrándole una parte simple y válida para probar tu punto. ¿Por qué no le enseñas la película entera? —Shin le hizo girar hacia el espejo—. No voy a mentirte, Hee, o intentar cambiar tu opinión. Este no es el recuerdo de Yesung ni el de Siwon. Es sólo la verdad objetiva, sin manchas, de lo que les sucedió.
Vio al pequeño Siwon otra vez, mientras un hombre notablemente similar a Yesung, vestido en una toga, daba un paso adelante. Tenía que ser el padre.
Riendo, palmeó el hombro de Siwon.
—Eso es, hijo mío. Siempre golpea donde son más vulnerables. Serás un buen General algún día.
El pequeño Yesung los miró con furia, como si pudiese matarlos en ese mismo sitio. Su padre quitó de un tirón el látigo de la mano de Siwon, y comenzó a golpearlo otra vez.
Con una expresión horrorizada, Siwon salió corriendo de la habitación, sollozando. Parecía que fuera a vomitar mientras tropezaba por un viejo patio romano, hasta que cayó junto a una enorme fuente en el centro del atrio. Apoyó sus brazos doblados sobre el borde de la fuente y reposó la cabeza sobre ellos.
—Lo siento, lo siento, lo siento —repitió una y otra vez mientras lloraba. Su padre salió corriendo de la casa, hacia él.
—¡Siwon! —gritó mientras llegaba junto al niño—. ¿Qué estás haciendo? — Siwon no respondió. Su padre lo levantó del piso tironeándole del pelo. El  horror en el rostro del niño lo quemó—. Pequeño gusano patético —dijo su padre con desprecio—. Pareces más un joven que hombre.
Su padre lo golpeó con el revés de la mano tan fuerte que el sonido resonó y varias aves salieron volando. Desequilibrado por el golpe, Siwon cayó al suelo.
Con la nariz y la mejilla sangrando, Siwon intentó levantarse, pero antes que pudiera ponerse de pie, su padre lanzó el látigo contra su espalda. El chico cayó instantáneamente.
Aún así, su padre lo golpeó.
Siwon cubrió su cabeza mientras los golpes llovían sobre su pequeño cuerpo.
—Levántate —dijo su padre bruscamente luego de darle veinte latigazos. Siwon lloraba tanto que no podía hablar. El padre lo pateó en las costillas—. Arriba, maldito seas, o te daré veinte más.
Heechul no tenía idea de cómo se las arregló, pero de algún modo Siwon se puso de pie, tembló y se estremeció. Su ropa estaba hecha jirones, su rostro cubierto de tierra y sangre.
Su padre lo aferró por la garganta y lo empujó contra una dura pared, para que se raspara su destruida espalda.
Heechul se encogió con un comprensivo dolor, intentando imaginar cómo un niño tan pequeño podía estar allí de pie y no colapsar.
—Te quedarás allí de pie hasta el anochecer, y si doblas las rodillas para descansarlas, te golpearé todos los días, hasta que aprendas a soportar el dolor. ¿Me comprendes? —El pequeño Siwon asintió
—Sungjoon
Su padre gritó.
Otro chico, que se parecía bastante a Siwon, salió corriendo de la casa. Era evidente que era algunos años mayor.
—¿Sí, padre?
—Cuida a tu hermano; si se sienta o se mueve, ve a buscarme.
El chico sonrió como si su padre le hubiese dado un regalo.
—Lo haré, señor.


2 comentarios:

  1. Ya me hice bolas con todo el asunto de Shing~
    Aish~ esto cada ve se vuelve más confusamente interesante!!!
    Ay Yeyo y su resentimiento... Jum~ y Hee todo machito(?) enfrentándolo!!!

    ResponderEliminar
  2. Ok....entiendo a Siwon...a pasado por mucho sufrimiento y ahora me da pena...aun asi sigo entendiendo a Kangin y a Yesung...no se puedo olvidar el rostro de quien huzo daño,las cosas no se olvidan facilmente,debemos superarlas pero eso lleva tiempo...aparte como dijo Shin,siempre o a veces hay 3 versiones de una historia...por lo regular nos quedamos con la nuestra...sigo sin poder culparlos....pero ya es tiempo de que yesung y kangin traten de dejarlo...por el bien de ellos.

    Que Shin no sepa lo que va a pasar y que en su caveza haya silencio...es preocupante...mucho

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...