Pasión Nocturna (DH8)- 15




Heechul fue hacia los Daimons sin pensarlo, hasta que Siwon lo hizo detener.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, indignado.
—Es una trampa.
Él lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Había una expresión extraña en el rostro de Siwon, mientras apretaba con más fuerza su brazo.
—¿No puedes sentirlo? Incluso sin poderes, puedo sentir esto.
—No, y si no salimos, matarán a esas personas.
Intentó zafar su brazo, pero él lo sostuvo con fuerza.
—Heechul, escúchame. Esto no está bien. Los Daimons jamás son tan atrevidos, y tenían que saber que yo estaba aquí.
Él tenía razón. Era demasiado obvio. Siwon resaltaba en esta multitud como la luz del sol en la oscuridad.
—Entonces, ¿qué sugieres que hagamos? ¿Permitir que alguien inocente muera?
—No. Quédate aquí y yo iré.
—Mier…
—Heechul —le dijo él con brusquedad, con sus ojos negros quemándolo—. Soy inmortal. Tú no. A menos que uno de ellos esgrima un hacha, no pueden lastimarme demasiado. Sin importar qué me hagan, sobreviviré. Tú podrías no hacerlo.
Heechul quería discutir con él, pero sabía que tenía razón. Sin mencionar que podía sentir en su interior que estaba siendo sincero. No era un acto de “macho” para probar que era superior.
Estaba preocupado por su seguridad, y si estaba preocupado por él, no podría luchar con la mente clara.
—Está bien —dijo—. Ve, e intentaré no seguirte.
La mandíbula de Siwon tembló.
—Por mi bien, por favor, haz más que intentar. Lógralo.
Lo soltó y antes que Heechul pudiera parpadear, había desaparecido de su vista.
Siwon corrió a través de la multitud, detrás de los Daimons. Se detuvo en la entrada lo suficiente como para pedirle al portero que mantuviera a Heechul en el bar, por su seguridad. No estaba seguro si el hombre lo ayudaría con eso o no, pero si al menos éste podía retenerlo un poco, quizás le daría el tiempo suficiente como para matar a los Daimons antes de que Heechul llegase y se pusiera en peligro.
Luego de abandonar el bar, vaciló en la calle. La bulliciosa música aún sonaba en sus oídos. Pero aún así, podía sentir a los Daimons…
Al final de la calle, dobló por Royal y fue en la dirección por la que estaba seguro que habían desaparecido. Los Daimons estaban moviéndose rápido, llevándolo hacia la oscuridad.
A menos que estuviera equivocado, lo cual era muy poco probable, había un gran grupo de ellos.
Comenzó a caminar más despacio mientras se acercaba a la calle St. Louis y doblaba allí. No había ido muy lejos cuando se encontró con un portón apenas entreabierto.
Estaban dentro. Tranquilos y quietos. Esperando.
¿Ya habían matado a los humanos?
Extrayendo una daga, y sosteniéndola de tal modo que la hoja estuviese en línea con su antebrazo mientras el puño descansaba letalmente en su palma, abrió más la puerta, cuidando de no hacer ni un solo sonido mientras entraba al patio negro como boca de lobo.
Era una noche sin luna, y a diferencia de la mayor parte de Nueva Orleáns, no había luces allí. Anduvo por el costado del edificio, sabiendo exactamente qué esperar.
Los Daimons estaban al acecho. Podía escuchar a alguien chasqueando la lengua.
—Ha pasado mucho tiempo desde que me enfrenté a un Dark Hunter verdaderamente inteligente. Este ya sabe que estamos aquí.
Siwon dio la vuelta a los matorrales para encontrar a un grupo de nueve Daimons esperando en el patio. Las mujeres que había pensado eran humanas, no lo eran.
Tenían colmillos. Demonios.
Siwon se enderezó hasta su completa e imperiosa estatura, y arqueó una ceja al grupo.
—Bueno, cuando uno envía una llamada cósmica, asumo que desea que la respondan.
Una lenta sonrisa se extendió por los labios del Daimon que había hablado, mientras se movía lentamente en medio del grupo, para poder pararse frente a Siwon. Apenas más bajo, el Daimon tenía una esbelta estructura y, como todos los de su especie, era perfecto en su forma masculina.
—La llamada no era para ti —el Daimon suspiró con fastidio. Evidentemente irritado, miró al grupo detrás de él—. Creí haberles dicho que sacaran al joven, no al Dark Hunter.
—Lo intentamos, Changsu —dijo una de las mujeres—. Él se quedó atrás.
Siwon se puso furioso ante el nombre del Daimon que había marcado el rostro de Heechul. Quería hacerlo pedazos, pero sabía que no le convenía delatar a Heechul o a sí mismo actuando como si Heechul fuese especial para él.
Si hubiera mantenido la compostura la noche en que sus hermanos lo habían matado, hubiesen dejado a Liu en paz. No iba a sacrificar a Heechul innecesariamente.
Changsu frunció el ceño.
—¿Park Heechul se quedó atrás?
—El Dark Hunter le dijo que lo hiciera —agregó otro Daimon—. Los escuché.
—Interesante —Changsu giró para enfrentarlo—. Me resulta difícil imaginar que Heechul le hiciera caso a alguien. Debes ser especial, en efecto.
—El no pensó que fuesen una amenaza —dijo Siwon impasiblemente—. No valían su tiempo —bostezó mientras los miraba—. No más de lo que valen el mío — el Daimon se movió para golpearlo. Siwon atrapó su brazo, giró, y le dio un codazo en la garganta. Changsu se tambaleó hacia atrás, maldiciendo—. Sé todo sobre los griegos y sus trucos —refunfuñó mientras aferraba el cuello de Changsu con un puño y lo arrojaba a la calle—. Más que nada, sé matarlos.
Antes que pudiera mover su daga y matar a Changsu, los otros se treparon a él. Uno lo tomó de atrás mientras que una de las mujeres se acercaba a apuñalarlo con una larga daga de aspecto cruel.
La pateó y luego giró para hacer frente a los que estaban detrás de él. Uno de los Daimons le pegó en la cara. Siwon hizo rechinar sus dientes mientras el dolor explotaba en su mejilla, hacia su nariz, y sentía la sangre.
Pero el dolor no era nada nuevo para él. Como mortal, había estado familiarizado con las palizas y el sufrimiento.
Siwon devolvió el golpe y puso al Daimon de rodillas.
De la nada, un rayo divino lo golpeó con fuerza en el centro del pecho. Lo levantó del suelo y lo arrojó contra la pared de ladrillos que tenía detrás. Siwon no podía respirar. Intentó mantenerse en pie, pero la total agonía se impuso a su deseo, y cayó al piso.
—Duele, ¿verdad? —dijo Changsu—. Fue un don que heredé de mi padre — Changsu se inclinó y aferró la mano derecha de Siwon para estudiar su anillo de sello romano—. Esto es algo que también encuentro interesante. Un romano en Nueva Orleáns. Kangin de Tracia debe amarte realmente.
Siwon lo miró con furia mientras se forzaba a darse vuelta.
Apenas se había movido cuando Changsu lo golpeó con otro horroroso relámpago.
—¿Qué haremos con él? —preguntó una de las mujeres. Changsu rió una vez más, luego lo sujetó.
Pero fue Siwon quien rió con más fuerza mientras pateaba al Daimon y se quitaba de encima el dolor.
Atrapó a Changsu y lo arrojó contra la pared, donde rebotó con un golpe seco.
—La pregunta no es qué harán conmigo. Es que haré yo con ustedes.

Heechul ya no soportaba esperar más. Pero tampoco era completamente estúpido. Extrayendo su teléfono celular, llamó a Shindong, quien  respondió al primer timbre.
—Hola, Hee —dijo riendo—, el número de Siwon es 204-555-6239.
—Realmente odio cuando haces eso, Shin.
—¿Sabes qué odiarás aún más?
—No puedo imaginarlo.
—Date vuelta.
Lo hizo, y lo encontró de pie al otro lado del bar. Con más de dos metros de altura, y vistiendo un par de altas botas góticas que le agregaban unos buenos siete centímetros y medio, era imposible de pasar por alto.
A pesar de lo que él había dicho, Heechul sintió una ola de alivio al verlo allí. Colgando el teléfono, cruzó el salón para unírsele.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Sabía que saldrías a buscar a Siwon y estoy aquí para ir contigo.
—Entonces tú también piensas que está en problemas.
—Sé que lo está. Vamos.
Heechul no le pidió que se explicara. Sabía que no le convenía. Shindong raramente respondía algo. Vivía la vida en sus propios términos y era espeluznantemente callado acerca de todo.
Shin encabezó el camino fuera del club y hacia la calle. Heechul no sabía adónde se dirigían, pero él parecía saberlo instintivamente.
—Tengo una sensación muy mala —le dijo a Shin mientras prácticamente corrían por la calle.
—También yo —dijo él, agachándose para pasar por un portón abierto.
Heechul lo siguió dentro, luego se detuvo mientras observaba la cosa más increíble que había visto en su vida.
Siwon luchando. Sostenía una espada en cada mano mientras mantenía alejados a cuatro Daimons que arremetían contra él y esquivaban sus ataques con una consumada habilidad propia. Era fluido, violento, y morbosamente hermoso.
Girando sobre sí mismo, Siwon atrapó a uno de los rubios Daimons con un gancho que desgarró su pecho, perforando el punto negro sobre su corazón, donde estaban reunidas las almas humanas. Hizo que el Daimon explotara en un polvo dorado.
Shin se unió a la pelea atrapando a dos de los Daimons con un palo. Los apartó de Siwon, permitiendo que el romano se concentrara en el otro Daimon.
Heechul dio un paso atrás, sólo para sentir algo frío y maligno rozándolo.
—Predecible —dijo la siniestra e inolvidable voz otra vez.
Un destello de algo chisporroteó junto a él, dirigido a Shindong.
En un momento Shin estaba perforando a un Daimon con su palo, y en el siguiente estaba de rodillas, mientras Siwon mataba a su propio Daimon.
El segundo Daimon con el que Shin había estado peleando se acercó para apuñalarlo, sólo para que su golpe fuese interceptado por Siwon, quien pateó al Daimon y luego lo mató.
Heechul corrió hacia Shin, que estaba en el suelo, siseando mientras sostenía su brazo como si estuviera quebrado.
—Simi —jadeó—. Forma humana. ¡Ahora!
El enorme tatuaje de dragón en el antebrazo de Shin se despegó de la piel y formó una sombra rojo oscura que rápidamente se transformó en la demonio que Heechul tan bien conocía.
—¿Akri? —preguntó Simi mientras atrapaba la cabeza de Shin—. Akri, ¿qué te duele?
Heechul se arrodilló junto a ellos e intentó ver el brazo de Shin. Se estaba convirtiendo en piedra, literalmente, sólo que no se endurecía. Su piel se estaba volviendo de un color blanco-grisáceo, y se extendía por su brazo, hacia el hombro. Con el rostro golpeado por la pelea, Siwon cayó de rodillas al otro lado de Shin.
—¿Qué es eso?
Shin se retorció como si estuviera en llamas.
—Simi… Akra… Thea Kalosis. Biazomai, biazomai.
Heechul vio la expresión aterrorizada en el rostro de Simi antes de que la demonio se desvaneciera.
—¿Shin? —preguntó, entrando en pánico—. ¿Qué está sucediendo?
—Nada —jadeó. Tomó la camisa de Siwon—. Lleva a Heechul a casa. ¡Ahora!
—No podemos dejarte —dijeron, al unísono.
—¡Vayan! —dijo Shin bruscamente un instante antes de que la piel gris pedregosa se arrastrara aún más por su cuerpo.
No lo hicieron.
Shin luchó y gritó mientras el color grisáceo se extendía por todo su cuerpo. Heechul lo hizo recostar sobre el piso. Shin jadeó, como si estuviese intentando apartar lo que sea que tenía.
Era una batalla perdida.
Sus cambiantes ojos plateados se hincharon antes de volverse grises, y él quedó tan inmóvil como un cadáver. Shin no respiraba. No se movía. Era como si algo lo tuviese completamente paralizado.
—¿Qué hacemos? —le preguntó a Siwon.
—Tú mueres.
Heechul giró ante la malévola voz detrás de él, para encontrarse otra vez con el fantasma. Estaba rodeado por más Daimons.
—Dios mío, ¿quién esparció el fertilizante de Daimons? Están apareciendo inesperadamente, como en una mala película de terror —dijo Heechul.
Siwon se puso de pie.
Antes que él pudiese moverse, Siwon se trabó en combate con ellos. Heechul se apresuró a unirse a la lucha.
—¡No maten al joven! —le gruñó el fantasma a los Daimons—. Lo necesito con vida.
Otro Daimon rubio rió.
—Sí, pero siéntanse libres de darle una paliza, todo lo que quieran.
Heechul se dio vuelta para encontrar a otro Daimon más detrás de él. Lo golpeó con el brazo, sólo para que él esquivara su ataque y se enderezara para enviar un asombroso golpe a sus costillas.
El dolor lo hizo caer de rodillas.
Siwon maldijo y comenzó a dirigirse hacia él. Dos Daimons lo detuvieron. Sin nada más que la pura fuerza de voluntad, Heechul se levantó.
El Daimon se veía impresionado.
Heechul fue a golpearlo, pero él se apartó, rápido como un rayo. Esta vez, cuando intentó golpearlo, fue arrojado contra el edificio junto a él.
—Déjalo en paz —gruñó Siwon.
Se colocó entre él y el resto de los Daimons.
Heechul se apartó la manga y disparó un tiro de ballesta hacia el Daimon más cercano. Se desintegró.

De repente, algo rebotó entre los Daimons, matando a dos de ellos instantáneamente antes de desaparecer.
Heechul miró más allá de la horda de Daimons para ver a la caballería. Hyukjae, Kyuhyun, y Kangin estaban entrando, con las armas desenfundadas. Jamás había estado más feliz de verlos. Solo, cada uno de los hombres era peligroso. Juntos, eran invencibles.
Junto a Siwon, luchó contra los Daimons mientras que Kangin, Hyukjae, y Kyuhyun se unían a la pelea. A los cinco no les llevó nada de tiempo terminar con todos ellos. A decir verdad, era una colorida muestra mientras los Daimons se desintegraban uno por uno.
Excepto el que le había golpeado. El fantasma se envolvió alrededor de ese Daimon en particular, y los dos parecieron evaporarse. Heechul frunció el ceño ante la peculiar imagen. Hasta que escuchó la resonante maldición de Kangin. En un momento Siwon estaba a su lado, y al siguiente estaba siendo arrojado de cara a la pared.
—¡Bastardo! —gruñó Kangin mientras lo aporreaba.
Siwon esquivó los golpes y giró hacia el costado. Lanzó a Kangin contra la pared, y lo hubiese sostenido allí si Hyukjae no lo hubiese agarrado por detrás.
Lo próximo que supo fue que Hyukjae también estaba golpeando a Siwon. Sin pensarlo, Heechul fue hacia Hyukjae, pateándolo. Se paró entre el romano y los dos griegos.
—Sal de mi camino, Heechul —dijo Kangin mientras observaba con odio a Siwon—. No quiero que Leeteuk se moleste conmigo por lastimarte por ser estúpido.
—Y yo no quiero que Leeteuk se moleste conmigo por lisiarte permanentemente por ser un idiota.
—Esto no es un juego, Heechul —dijo Hyukjae sombríamente.
En su vida humana, Hyukjae había sido el General griego que había comandado a Kangin. Desgraciadamente, se había metido en líos con los dioses, que lo habían maldecido encerrándolo en un libro, para ser esclavo sexual de cualquier mujer que lo convocara.
El major amigo de Judith, Lee Donghae, había liberado al semidiós.
Desde entonces, Hyukjae se había unido frecuentemente a los Dark Hunters para luchar contra los Daimons, y ahora se estaba uniendo a Kangin para matar a Siwon.
Era algo que jamás permitiría.
Extendió los brazos para mantenerlos alejados.
—No, no lo es.
—Está bien, Heechul —dijo Siwon detrás de él—. Esta es una confrontación que ha esperado mucho tiempo.
—Kyuhyun —dijo Heechul, mirando al alto celta que estaba de pie detrás de sus amigos griegos. Como siempre, Kyuhyun vestía como un motociclista, con una chaqueta de motociclista negra, camiseta, y pantalones de cuero. Su cabello estaba corto, excepto por dos finas trenzas que colgaban de su sien izquierda—. ¿Vas a ayudarme?
Kyuhyun hizo una mueca.
—Desdichadamente, sí.
Fue a pararse junto a él.
—Celta… —refunfuñó Kangin.
Con una expresión decidida, Kyuhyun cruzó los brazos sobre el pecho.
—Miren —dijo Heechul con los dientes apretados—. Ahora mismo tenemos problemas más grandes que ustedes dos odiando a Siwon y su familia.
—¿Como qué? —preguntó Kangin. Heechul señaló el suelo, donde Shin estaba recostado, inmóvil. El rostro de Kangin se puso pálido mientras su mirada se enfocaba en el cuerpo de Shin—. ¿Qué sucedió?
—No lo sé —dijo Heechul—. Uno de los Daimons le hizo eso, y necesitamos ponerlo a salvo.
Kangin miró rencorosa y furiosamente a Siwon.
—No hemos terminado.
Siwon no dijo nada mientras se dirigía hacia Shin.
Cuando comenzó a levantarlo, Kangin lo apartó de un empujón.
—Quita tus sucias manos de él, romano. No necesitamos tu ayuda. Nos ocupamos de los nuestros.
—Resulta que Siwon es el único Dark Hunter aquí —le dijo Heechul bruscamente a su cuñado—. Él tiene más derecho a ayudar a Shin…
—Los griegos no desean ni necesitan ayuda Romana —dijo Hyukjae mientras pasaba bruscamente junto a Siwon.
Heechul sintió la furia de Siwon, su dolor, pero más que nada sintió su vergüenza.
¿Por qué?
—¿Won?
En cuanto salió de su boca, Heechul se dio cuenta de que acababa de cometer un error estratégico. Kangin soltó una vulgar palabrota.
—Oh, no me digas que te has asociado con él. Mierda, Heechul, pensé que incluso tú tenías más sentido que para hacerlo.
¡Era suficiente! Heechul fue a pararse frente a él.
—Libérate de esa cruz, Kangin. Literalmente —hizo un gesto hacia Siwon—. Él no te lastimó.
Kangin frunció el labio.
—¿Cómo lo sabes? ¿Estabas allí?
—Uuuh, qué infantil. No, no estaba allí. Pero puedo sacar cuentas, y sé cuántos años tenía cuando te mataron. ¿Qué? ¿Dejaste que un niño de cinco años te clavara?
Alguien lo tomó por detrás. Heechul comenzó a atacar hasta que se dio cuenta de que era Siwon quien lo sostenía.
—No lo hagas, Heechul. Sólo déjalo.
—¿Por qué debería hacerlo? Estoy cansado del modo en que te tratan. ¿Tú no?
El rostro de Siwon era completamente estoico, pero su corazón no. Heechul sentía su dolor.
—Sinceramente, no me importa lo que piensan de mí. Realmente. Y  no necesitas alienar a toda tu familia. Deja este asunto en paz.
—¿Por qué?
Siwon miró más allá de él, a Kangin, y luego volvió a mirarlo fijamente. Con dureza.
—Esto esperará. Ahora mismo, Shindong y tú necesitan estar a salvo. Ve con Kangin.
Heechul quería discutir, pero él tenía razón y no era tan terco como para no reconocer ese hecho básico. Mientras más tiempo se quedaran allí discutiendo, más peligro corría Shin, especialmente porque Simi no estaba allí para protegerlo.
Su primera prioridad era poner a salvo a Shin.
—Ten cuidado.
Siwon hizo un saludo romano extrañamente tierno, giró sobre sus talones y los abandonó.
—Eres increíble —gruñó Kangin mientras él y Hyukjae levantaban el cuerpo de Shindong del suelo—. No puedo creer que le gritaste a Leeteuk acerca de mí, y ahora te acurrucas con ese bastardo.
—Cállate, Kangin —dijo Heechul—. A diferencia de Leeteuk, no me importaría clavarte una estaca en el medio del corazón.
—¿Adónde llevamos a T-Rex? —preguntó Kyuhyun mientras tomaba los pies de Shin y ayudaba a cargarlo.
—De regreso a mi casa —respondió Kangin—. Luego del ataque de ese demonio a Kim Kwanghee cuando estaba visitándonos, Shin puso una especie de hechizo mágico para hacerla segura. Supongo que lo que sea que le hizo esto no podrá regresar y lastimarlo aún más si está allí.
Kyuhyun asintió.
—¿Qué le hizo esto, exactamente?
Heechul se encogió de hombros.
—No lo sé. Algo lo golpeó y puf, cayó. Sucedió tan rápido que ni siquiera vi con qué lo golpearon.
Kyuhyun suspiró lentamente.
—Hombre, no hubiese pensado que algo podía derribar a Shin. No de este modo.
—Sí —concordó Heechul—, pero al menos aún está vivo. O algo así… de un modo extraño.
No quería admitir lo asustado que estaba por el hecho que los Daimons habían derribado al poderoso Atlante sin ningún problema. Si podían hacer esto, entonces no había dudas de lo que podían hacerle al resto de ellos.
Lo que quedaba por probar era porqué los Daimons los habían dejado en paz cuando también podrían haberlos matado.
No tenía sentido.
Se dirigieron por los callejones más oscuros y menos transitados, evitando Daimons e inocentes transeúntes que pudiesen llamar a la policía si los veían cargando lo que parecía un cadáver mientras iban hacia el Land Rover de Hyukjae.
Heechul subió al asiento trasero con Shin mientras que Kyuhyun se quedó atrás para continuar patrullando en busca de Daimons. Subiendo al asiento de pasajeros, Kangin se mantuvo sombríamente silencioso mientras Hyukjae los conducía hacia la mansión de Kangin a dos calles de  la de Siwon.
Se preguntaba si alguno de los dos hombres se habría dado cuenta de lo cerca que vivían. Eran prácticamente vecinos y, sin embargo, estaban divididos por un odio infinito.
Apartando eso de su mente, pasó la mano por el cabello de Shin. Tenía una textura extraña, esponjosa. Sus ojos estaban abiertos a medias y, por una vez, el color plateado no cambiaba. Era aterrador pensar que algo podía hacerle esto, y que ninguno de ellos sabía qué era, o si podrían restablecerlo.
Dios, ¿qué pasaría si no podían?
¿Qué pasaría a los Dark Hunters si ya no tuviesen a Shin para dirigirlos? Era un pensamiento aterrador. Él siempre sabía qué hacer y qué decir. Cómo hacer las cosas mejores para todos.
Mordiéndose el labio, Heechul luchó por disminuir su pánico. Simi buscaría ayuda para Shin. No había modo de que no lo hiciera.


1 comentario:

  1. Me la pela el resentido de Kangin! Hee tiene razón, Siwon solo tenía cinco años...él no le hizo nada! Nada!
    Aiah~ esta vivo y felizmente casado! Que no joda!
    Ay pobre Shing~

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...