Amante Enemigo (DH5)- Final




Henry estaba sentado en el sillón con Zhou Mi a su lado. Ryuhyun dormía pacíficamente en los brazos de su appa, inconsciente de la violencia y las muertes que se habían producido esta noche.

Inconsciente del hecho de que el mundo, al que el bebé recién estaba conociendo, había estado a punto de terminar.

Desde que habían regresado a casa, Henry se había rehusado a dejar a alguno de ellos fuera de su vista.

Clinton estaba ayudando a Kyuhyun a vendar su brazo, que había sido golpeado por uno de los Daimons. Hyukjae estaba sentado con una bolsa de hielo en la nuca mientras Kangin echaba agua oxigenada sobre sus nudillos ensangrentados, dentro de un bol.

Yesung estaba parado como una estatua contra la pared junto al pasillo que llevaba a la cocina. Sólo él parecía ileso luego de la pelea.

—Saben –dijo Kangin, interrumpiéndose lo suficiente para sisear mientras echaba alcohol sobre el agua oxigenada—, pelear era mucho más fácil cuando era inmortal.

Kyuhyun resopló.

—Aún soy inmortal y estoy bastante magullado. Esa fue una tremenda pelea.

El teléfono sonó.

Clinton se levantó para atender.


—Será mejor que no sea Dylan –dijo Zhou Mi sin aliento. No era. Era su padre.

Clinton le alcanzó el teléfono y la mano de Zhou Mi tembló.

—¿Papi? ¿Estás bien? —Henry lo sostuvo contra su pecho mientras él lloraba y hablaba un par de minutos; luego colgó—. Fue como tú dijiste –le susurró a Henry—. Jamás lo tuvieron. Dylan usó el mismo truco para hacer que abandonaras la ciudad, que usó conmigo para abrir la puerta del apartamento. ¡Maldito sea ese bastardo!

El teléfono sonó otra vez.

—¿Qué hay? –dijo Clinton bruscamente—. ¿Luna llena?

—Sí –dijeron todos los hombres a la vez.

—Oh.

Clinton atendió, luego se lo pasó a Kangin.

—¿Hola? –dijo Kangin—. Oh, hola, cariño. No, estoy bien. –Se encogió un poquito—. No, la cacería estuvo bien. Nosotros… eh… regresaremos a casa mañana. –Se detuvo, y luego miró a Hyukjae—. ¿Qué herida en la cabeza? –Se acobardó aún más—. No, dile a Donghae que Hyukjae está bien. Fue sólo un pequeño golpe. Todos estamos bien. —Henry se rió ante el modo en que el ex-Cazador Oscuro estaba retorciéndose—. Sí, está bien, lo haré. También te amo. Adiós. — Kangin colgó el teléfono y miró a todos—. Dios, jamás se casen con un psíquico. –Miró a Kyuhyun, luego a Hyukjae—. Chicos, estamos jodidos. Saben que no salimos de caza.

Yesung hizo un sonido grosero al escucharlo.

—¿Lo crees? ¿Qué idiota inventó esa mentira?

—No soy un idiota –dijo Kyuhyun bruscamente—. Y no es que haya mentido. Simplemente omití qué íbamos a cazar y dónde.

Yesung hizo otro ruido de desacuerdo.

—¿Como si sus esposos no lo supieran? –Miró a Kangin—. ¿Cuándo fue la última vez que el Sr. Armani cazó algo que no tuviese una etiqueta de precio? –Su mirada fue hacia Hyukjae—. Oh, y los mocasines y los pantalones son el camuflaje perfecto.

—Cállate, Yesung –dijo Kyuhyun enojado.

Cuando Yesung abrió la boca para contestar, golpearon a la puerta.

Quejándose, Clinton fue a abrir y dejó que Shindong y Shanglin pasaran a la habitación. Henry se puso de pie mientras entraban.

Shanglin se veía mal. Estaba pálido y su ropa aún estaba cubierta de sangre. Pero lo peor eran la rabia y el dolor reprimidos en sus ojos pálidos.

Henry no sabía qué decirle. Había perdido todo y ganado nada.

—Estábamos empezando a preocuparnos por ti, Shin –dijo Kangin.

—Yo no –dijo Yesung—. Pero ahora que estás aquí, ¿me necesitas para algo más?

—No, Y –dijo Shin tranquilamente—. Gracias por venir.

Yesung inclinó la cabeza.

—Cuando quieras que te ayude a destrozar algo, llámame. Pero, en el futuro, ¿podrías elegir algún sitio más cálido para hacerlo?

Yesung desapareció de la habitación antes de que alguno de ellos pudiese responder.

—Saben –dijo Kyuhyun—. Realmente me fastidia que sea un dios.

—Sólo asegúrate de no fastidiarlo a él –dijo Shin en advertencia—. O podría convertirte en sapo.

—No se atrevería.

Kangin se burló.

Estamos hablando de Yesung, ¿cierto?

—Oh, sí –dijo Kyuhyun—. No importa.

Kangin se puso de pie con un gemido.

—Bueno, ya que soy uno de los pocos no inmortales en esta habitación, creo que iré a la cama a descansar.

Kyuhyun flexionó su brazo vendado.

—Dormir suena como un buen plan para mí.

Clinton tiró los suministros médicos dentro de la caja de plástico.

—Vamos, chicos, y les mostraré dónde pueden dormir.

Zhou Mi se paró junto con Ryuhyun.

—Supongo que debería…

—Espera –dijo Shanglin, deteniéndolo. Henry se puso tenso mientras el Daimon se acercaba a su esposo e hijo. Shin le puso una mano sobre el brazo para evitar que interfiriera—. ¿Puedo alzarlo? –preguntó Shanglin.

Tanto Zhou Mi como Henry fruncieron el ceño. Shanglin apenas había mirado al bebé antes de esto.
Zhou Mi observó a Shin, quien asintió.

Reacio, le entregó a Ryuhyun. Era evidente que Shanglin jamás había tenido antes a un bebé en brazos. Zhou Mi colocó sus manos sobre las de él y le mostró como sostener la cabeza de Ryuhyun, y el modo de agarrarlo para que no se lastimase.

—Eres tan frágil –le susurró Shanglin al bebé que lo miraba dulcemente—. Y aún así estás vivo, mientras que mi Victoria no lo está.

Henry dio un paso adelante. Shin lo sostuvo con más fuerza.

—¿Te quedarás a cuidar a tu familia? –preguntó Shindong con calma.

—Mi familia está muerta –gruñó Shanglin, mirando con furia a Shin.

—No, Shanglin, no es así. La sangre de Victoria está en ese bebé. Ryuhyun lleva su inmortalidad con él.

Shanglin cerró los ojos como si escuchar esas palabras fuese más de lo que podría soportar.

—Ella amaba a este bebé –dijo luego de un breve instante—. Podía darme cuenta de cuánto deseaba uno propio cada vez que hablaba de él. Sólo desearía poder haberle dado uno.

—Le diste todo lo demás, Shanglin –dijo Zhou Mi, con sus propios ojos llenándose de lágrimas al hablar de su hermana—. Ella lo sabía, y te amaba por eso.

Shanglin envolvió un brazo alrededor de Zhou Mi y lo atrajo. Recostó la cabeza sobre su hombro y lloró en silencio. Zhou Mi se unió a él mientras finalmente dejaba salir el dolor que también había estado reprimiendo.

Henry se sentía incómodo por su dolor. Zhou Mi era tan increíblemente fuerte. Él también sentía la pérdida de Victoria, pero no tanto como ellos dos.

Pero conocería el sufrimiento de Shanglin demasiado pronto. Luego de un rato, Shanglin lo soltó y le entregó a Ryuhyun.

—No permitiré que tu bebé muera, Zhou Mi. Lo juro. Nadie lo lastimará jamás. No mientras yo viva.

Zhou Mi lo besó en la mejilla.

—Gracias.

Shanglin asintió y se apartó de él.

—Qué alianza, ¿eh? –Dijo Henry luego de que Zhou Mi los había dejado—. Un Cazador Oscuro y un Spathi unidos para cuidar a un Apolita. ¿Quién podría haberlo imaginado?

—El amor hace a extraños compañeros de cama –dijo Shin.

—Pensé que eso era la política.

—Ambas cosas lo son.

Shanglin cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Les molestaría que duerma en el cobertizo?

—Claro que no –dijo Henry, sabiendo que Shanglin quería estar en algún sitio donde tuviera recuerdos de Victoria—. Considéralo tuyo todo el tiempo que quieras.

Shanglin salió de la casa como un fantasma silencioso.

—¿Es eso lo que tengo que esperar? –le preguntó Henry a Shin.

—La vida es un tapiz tejido por las decisiones que tomamos.

—No me vengas con esa porquería seudo-quasi-psico-barboteo, Shin. Estoy cansado, me patearon el trasero, aún estoy preocupado por Zhou Mi, Ryuhyun, y Clinton, y realmente me siento como la mierda. Por una sola vez en la eternidad, respóndeme una maldita pregunta.

Los ojos de Shin destellaron de un color rojo tan rápidamente que, por un momento, Henry pensó que podría haberlo imaginado.

—No me entrometeré con el libre albedrío o el destino, Henry. Ni por ti, ni por nadie. No hay poder en esta tierra o más allá que podría obligarme a hacer algo así.

—¿Qué tiene eso que ver con Zhou Mi?

—Todo. Si él vive o muere depende de lo que ambos hagan o no hagan.

—¿Y eso significa?

Estaba completamente desprevenido para la siguiente declaración de Shin.

—Si quieres salvar su vida, debes amarrar su fuerza vital a la tuya.

Eso no sonaba demasiado difícil. Por primera vez en meses, sentía un poco de esperanza.

—Genial. ¿Hay alguna posibilidad de que me des una pista acerca de cómo hacer eso?

—Tú te alimentas de él y él se alimenta de ti.

Una sensación de aprensión encogió el estómago de Henry.

—¿Alimentarse cómo?

Los cambiantes ojos plateados de Shin se encontraron con los suyos, y la mirada de los mismos estremeció a Henry hasta el alma.

—Ya conoces esa respuesta. Es lo primero que pasó por tu cabeza, justo ahora.

Cómo odiaba que Shindong hiciera eso.

—¿Tienes alguna idea de lo desagradable que es para mí la perspectiva de beber sangre?

Shindong se encogió de hombros.

—Realmente no es tan malo.

Las palabras sorprendieron a Henry.

—¿Perdón?

Shindong no se explicó.

—Todo depende de ti, Vikingo. ¿Al menos vas a intentarlo?

Lo que el Atlante sugería era imposible.

—Él no tiene colmillos.

—Los tendrá si los necesita.

—¿Estás seguro?

Shin asintió.

—Es realmente simple, y aún así realmente no lo es. Tú bebes de su cuello y él bebe del tuyo.

El antiguo Cazador Oscuro tenía razón. Al principio sonaba muy sencillo. ¿Pero podrían él y Zhou Mi hacerlo cuando todo lo que creían lo prohibía?

—¿Mi sangre no va a matarlo? Pensé que la sangre de Cazador Oscuro…

—No eres un Cazador Oscuro, Henry. No en realidad. Tú jamás falleciste. Siempre has sido diferente a los demás.

Henry se burló.

—Y una vez más me dices algo que debería haber sabido hace años. Gracias, Shin.

—Las cosas siempre nos son otorgadas cuando las necesitamos.

—Eso no es para nada cierto –dijo Henry.

—En realidad, sí lo es. Simplemente tienes que decidir si eres lo suficientemente fuerte y valiente para aprovecharlo y adueñarte de eso.

Ordinariamente, Henry no hubiese tenido absolutamente ninguna duda acerca de su fuerza o su coraje. Pero esto…

Esto requería de ambos.

Y requería de un montón de fe que Henry ya no estaba seguro de tener.



Zhou Mi se quedó sentado en un asombrado silencio luego de que Henry le había contado sobre la posible salida.

—¿Estás seguro de que funcionará?

Henry respiró hondo.

—Ya no sé en qué creer, pero si hay una posibilidad, ¿no deberíamos intentarlo?

—¿Y estás seguro de que este tal Shindong no está intentando matarme también?

Henry le ofreció una pequeña sonrisa y se contuvo de reír ante esa idea.

—Eso es probablemente lo único de lo que estoy seguro. Confío en Shin, al menos la mayor parte del tiempo.

—Está bien, entonces hagámoslo.

Henry enarcó una ceja.

—¿Estás seguro? —Él asintió—. Está bien, entonces.

Se movió para quedar parado justo frente a él. Zhou Mi inclinó la cabeza a un lado.

Henry le puso las manos en la cintura. Vaciló.

—¿Y bien? –lo incitó.

Él abrió la boca y colocó sus labios sobre la cálida piel de su cuello. Henry cerró los ojos mientras sentía los latidos de Zhou Mi en la vena y le rozaba la piel con sus dientes. Mmm, sabía bien. Le encantaba el modo en que su piel tentaba a sus labios.

Zhou Mi acunó la nuca de Henry con sus manos.

—Hmmm –susurró—, me estás dando escalofríos.

El cuerpo de Henry estalló ante esas palabras, y ante su imagen desnudo en sus brazos.

Muérdelo…

Presionó un poco más con sus dientes. Zhoumi lo agarró con más fuerza del cabello. ¡Hazlo!

—No puedo –dijo, apartándose—. No soy Daimon ni Apolita.

Zhoumi lo miró por debajo de las pestañas.

—¿Ahora comprendes lo que quise decir cuando te dije que no podría transformarme?

Sí, él entendía. Pero mientras ninguno de ellos estuviese dispuesto a hacer esto, Zhou Mi estaba destinado a morir.



Henry estaba en el cuarto de niños con Ryuhyun. Estaba sentado en la antigua mecedora con su hijo dormido sobre su hombro mientras observaba distraídamente la pared frente a él. Estaba cubierta con fotos de bebés que habían nacido en su familia durante los últimos doscientos años.

Los recuerdos lo inundaron.

Miró al bebé que tenía en brazos. El tupido cabello negro, el sereno y diminuto rostro. La boca de Ryuhyun se movía mientras dormía, y el bebé sonreía como si estuviese en medio de un agradable sueño.

—¿Estás hablándole, Kyujon? –preguntó Henry, preguntándose si el Cazador de Sueños cuidaría a su hijo al igual que a él.

Tocó la punta de la nariz de Ryuhyun. Incluso dormido, el bebé giró para chupar su dedo. Henry sonrió, hasta que captó el débil aroma a rosas y talco en la piel del bebé.

El aroma de Zhou Mi.

Intentó imaginarse el mundo sin él. Un día en que no estuviese para iluminarlo todo. Para poner su sedosa mano sobre su piel, para pasar sus graciosos dedos entre su cabello.

El dolor laceró su pecho. Su vista se nubló.

Eres un alma errante, buscando una paz que no existe. Estarás perdido hasta que encuentres la única verdad interna. Jamás podemos escondernos de lo que somos. La única esperanza es aceptarlo.

Al final, comprendía las palabras de la vidente.

—Esto es una porquería –dijo, en voz baja.

No había modo de que dejase escapar a lo mejor que le había sucedido en la vida. Henry Lau era una sola cosa en la vida.

Era un bárbaro.



Zhou Mi estaba en el dormitorio de Henry, buscando su caja, cuando escuchó que la puerta se abría detrás suyo.

Estaba casi totalmente perdido en sus pensamientos cuando sintió que dos y poderosos brazos se envolvían a su alrededor y lo hacían girar para enfrentarse a un hombre que sólo había visto una vez antes.

La noche en que se habían conocido.

Este era el peligroso guerrero capaz de hacer trizas a un Daimon con las manos desnudas. Henry acunó su rostro entre las manos y lo besó desesperadamente. Ese beso llegó profundamente dentro de Zhou Mi e incendió su sangre.

—Eres mío –susurró Henry. Su tono era posesivo—. Para siempre.

Lo apretó contra él, fuertemente. El esperó que lo tomara. No lo hizo. En cambio, hundió los colmillos en su cuello.

Zhou Mi no pudo respirar mientras sentía el momentáneo dolor, que fue rápidamente seguido por la sensación más erótica que jamás había conocido.

Su boca se abrió mientras respiraba entrecortadamente, con la cabeza dando vueltas. Veía colores girando ante sus ojos, sentía sus latidos sincronizándose con los de Henry mientras todo a su alrededor se volvía confuso, vertiginoso. El placer explotó a través de su cuerpo con un orgasmo tan fuerte que le hizo gritar.

Mientras gritaba, sintió que sus incisivos crecían. Sintió a sus colmillos regresando…


Henry gruñó profundamente mientras lo saboreaba. Jamás se había sentido tan unido a nadie en la vida. Era como si fuesen una sola persona compartiendo un solo latido.

Sentía todo lo que él sentía. Cada esperanza, cada miedo. Toda la mente de Zhou Mi estaba abierta de par en par ante él, y eso lo abrumó.

Y entonces sintió que lo mordía en el hombro. Henry jadeó ante la inesperada sensación. Su pene se hinchó, haciéndolo desear estar dentro de él.

Zhou Mi estiró la mano entre sus cuerpos mientras bebía de él, y bajó la cremallera de sus pantalones. Henry gimió gravemente mientras lo guiaba directamente dentro suyo.

Sin control sobre sí mismo, él lo tomó salvajemente, ferozmente, mientras unían sus fuerzas vitales.

Llegaron juntos a un furioso orgasmo que los golpeó exactamente en el mismo momento. Débil y agotado, Henry se apartó del cuello de Zhou Mi. El le miró, con los ojos brillantes mientras se lamía los labios y sus dientes se retraían.

Henry lo besó profundamente, abrazándolo con fuerza.

—Wow –susurró Zhou Mi—. Aún veo las estrellas. —Él se rió. También las veía—. ¿Crees que realmente funcionó? –le preguntó.

—Si no funciona, voto por que sigamos el consejo de Yesung de agarrar a Shindong y golpearlo.

Zhou Mi rió nerviosamente.

—Supongo que en unas semanas lo sabremos.

Sólo que no tomó tanto tiempo. Los ojos de Zhou Mi se ensancharon y comenzó a jadear en busca de aire.

—¿Zhou Mi? –preguntó Henry. El no respondió—. ¿Bebé? –preguntó otra vez.

Su mirada estaba llena de dolor mientras se estiraba, colocaba su mano sobre su mejilla y temblaba. En menos de tres segundos, estaba muerto.



—¡Shindong!

Shin despertó bruscamente ante el agudo chillido que repiqueteó en su cabeza. Estaba acostado, desnudo, en su cama, con sus sábanas de seda negra envueltas alrededor de su cuerpo.

Estoy cansado, Artie, y estoy durmiendo.

Envió la nota mental a través del cosmos hasta su templo en el Olimpo en un tono mucho más calmado.

—Entonces levántate y ven aquí. ¡Ahora!

Shin suspiró largamente.

No.

—No te atrevas a darte vuelta y volver a dormir luego de lo que has hecho.

—¿Y eso es?

—¡Liberaste a otro Cazador Oscuro sin consultarme!

Las comisuras de los labios de Shin dieron un tirón mientras comprendía porqué vociferaba. Henry había mordido a Zhou Mi.

Sonrió, aliviado al saber la verdad. Gracias a los dioses, Henry había escogido sabiamente.

—Este no es el modo en que se suponía que salieran las cosas, y lo sabes. ¿¡Cómo te atreves a interferir!?

—Déjame en paz, Artie. Tienes más Cazadores Oscuros de lo necesario.

—Está bien –dijo ella, en un tono irritable—. Doblaste las reglas de nuestro acuerdo, así que también lo haré yo.

Shin se levantó rápidamente.

—¡Artie!

Se había ido.

Maldiciendo, Shin dispuso la ropa sobre su cuerpo y salió como rayo de su hogar a la casa de Henry.

Era demasiado tarde.

Henry estaba en el living con Zhou Mi en sus brazos. Su rostro estaba pálido, con un tinte azulado.

En cuanto el Vikingo lo vio, sus ojos llenos de lágrimas resplandecieron con odio.

—Me mentiste, Shin. Mi sangre lo envenenó.

Shin tomó a Zhou Mi de los brazos de Henry y lo recostó suavemente en el sillón.

Ryuhyun comenzó a aullar, como si comprendiese lo que había sucedido. Como si supiera que su appa estaba muerto.

El corazón de Shin dejó de latir.

Jamás había sido capaz de soportar el sonido de un niño llorando.

—Ve con tu hijo, Henry.

—Zhou Mi…

—¡Ve con Ryuhyun! –le dijo Shin bruscamente—. Ahora, y sal de la habitación.

Afortunadamente, el Vikingo lo obedeció.

Shin acunó la cabeza de Zhou Mi en sus manos y cerró los ojos.

—No puedes resucitar a los muertos, Shindong –dijo Artemisa mientras aparecía en la habitación—. Los Destinos no te dejarán.

Shin la miró y entrecerró los ojos.

—No te metas conmigo en este momento, Artie. Esto no te concierne.

—Todo lo que haces me concierne. Conoces nuestro pacto. No me diste nada a cambio del alma de Henry.

Shin se puso de pie lentamente, con los ojos centelleando.

Artemisa dio un paso atrás, reconociendo el hecho de que él no estaba de humor para jugar con ella.

—Jamás tuviste su alma, Artemisa, y lo sabes. Lo usaste para proteger el linaje de tu hermano. ¿Qué mejor modo de liberarlo, para que proteja a su inmortal esposo y críe a hijos igualmente inmortales que sean lo suficientemente fuertes como para sobrevivir a aquellos que los quieren muertos?

—¡Henry me pertenece!

—No es así. Jamás te perteneció.

Shin cerró los ojos y tocó la frente de Zhou Mi. Sus ojos parpadearon lentamente.

—¡No! –dijo Artemisa con brusquedad.

Shin la miró, con los ojos de un rojo brillante.

—Sí –siseó—. Y a menos que quieras tomar su lugar con Hades, sugiero que te retires.

Artemisa desapareció de la habitación.

Zhou Mi se sentó lentamente.

—¿Shindong?

—Shh –dijo él, apartándose—. Está bien.

—Me siento tan extraño.

—Lo sé. Esa sensación desaparecerá pronto.

Zhou Mi frunció el ceño mientras miraba alrededor.

Henry regresó. Se quedó helado en cuanto vio a Zhou Mi sentado. Más rápido de lo que Shin podía parpadear, había atravesado la habitación para poder tomarlo en brazos y sostenerlo contra sí.

—¿Estás bien?

Zhou Mi miró a Henry como si hubiese perdido la cabeza.

—Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría?

Henry lo besó, y luego miró a Shin incrédulamente.

—No sé lo que hiciste, pero gracias, Shin. Gracias.

Shin inclinó la cabeza.

—Cuando quieras, Vikingo. Todo lo que pido es que los dos disfruten de su tiempo juntos y tengan montones de hijos. –Cruzó los brazos sobre su pecho—. A propósito, como regalo de bodas, revoco la maldición del sol a ustedes y sus hijos. Nadie que nazca de ustedes dos tendrá que volver a vivir por la noche. No a menos que lo elijan por sí mismos.

—¿Me estoy perdiendo de algo? –preguntó Zhou Mi nuevamente. Una esquina de la boca de Shin se elevó.

—Dejaré que Henry te lo explique. Por el momento, regresaré a la cama.

Shin desapareció de la habitación.

Henry tomó a Zhou Mi y lo llevó hacia su cama.



Artemisa estaba en el dormitorio de Shin, esperando que reapareciera. La expresión en su rostro le dijo que estaba planeando hacer el resto de su día miserable.

—¿Qué, Artie? –le preguntó, irritado. Ella balanceaba un medallón con su dedo.

—¿Sabes a quién le pertenece esto?

—Ken.

—Henry.

Shin sonrió malignamente.

—Ken. Loki es quien tiene el alma de Henry. Piénsalo, Artie. ¿Cuál es la única regla de las almas?

—Deben ser otorgadas libremente.

Él asintió.

—Y tú jamás acordaste renunciar a la de ella. Usando el veneno de Daimon, Ken drogó a Henry para que él diera la suya, inconscientemente, a Loki. El hechizo que Loki usó para intercambiar sus almas se gastó luego de unos pocos meses, y el alma de Ken regresó a ti, mientras que la de Henry regresó al amuleto que Loki tiene.

—Pero…

—No hay peros, Artie. Fui yo quien hizo inmortal a Henry y le dio sus poderes. Si quieres regresar esa alma a alguien, entonces será mejor que llames a Loki y veas si está dispuesto a entregarte a Ken.

Ella chilló, furiosa.

—¡Me engañaste!

—No. Este es el modo en que se suponía que fueran las cosas. Necesitabas a alguien que engendrara al heredero de Apolo. Por mucho que odie a tu hermano, comprendo porqué Zhou Mi debe vivir y porqué Apolo no puede morir.

—Planeaste esto desde el principio –lo acusó.

—No –la corrigió él—. Simplemente tuve la esperanza.

Ella lo miró con rabia.

—Aún no comprendes la fuente de tus poderes Atlantes, ¿verdad?

Shin respiró entrecortadamente.

—Sí, Artemisa. Lo comprendo. Lo entiendo de un modo que jamás comprenderás.

Y con eso, pasó junto a ella y se recostó en su cama para poder obtener finalmente un poco de su muy bien merecido sueño.

Artemisa trepó a la cama detrás de él y se acurrucó contra su espalda. Le acarició el hombro con su rostro.

—Está bien, entonces –dijo suavemente—. Ganaste esta ronda contra mí y contra Apollymi. Te daré crédito por eso. Pero dime, Shindong… ¿cuánto tiempo puedes continuar derrotándonos a ambas?

Él observó sobre su hombro para ver el maligno destello en sus ojos verdes iridiscentes.

—Cuanto sea necesario, Artemisa. Cuanto sea necesario.



Zhou Mi despertó el día de su cumpleaños, con miedo a medias de que todo esto fuese un sueño.

Incluso Henry nunca se aventuraba demasiado lejos de su lado, como si tuviera miedo de que pudiera evaporarse en el momento en que lo dejara.

Regresaba corriendo a él en todo momento, durante toda la tarde.

—¿Aún estás aquí?

Él reía y asentía.

—Hasta ahora nada está yendo hacia el sur.

Para el momento en que el sol se puso y se veía igual que esa mañana, Zhou Mi se dio cuenta de la verdad.

Había terminado. Ambos eran libres.

Su corazón cantó con alivio. Henry ya no tenía que cazar a su gente, y Zhoumi ya no tenía que vivir sus cumpleaños con terror.

Nunca más.

Era perfecto.




Tres años más tarde


No era perfecto.

Zhou Mi se mordió los labios, parado en medio del patio con las manos sobre la cadera mientras Henry, Clinton, y Shanglin discutían acerca del set de juegos que él estaba intentando que armaran para Ryuhyun.

Los trabajadores se habían retirado al frente de la casa, mientras que los tres hombres discutían en la parte de atrás.

—No, ves, el tobogán está demasiado alto –estaba diciendo Henry—. Podría caerse y darse un golpe.

—Olvida eso –dijo Clinton bruscamente—. Podría destruirse en el subibaja.

—Nada de subibaja –dijo Shanglin—. Las hamacas son un peligro asfixiante. ¿De quién fue la idea de que tuviese esto?

Zhou Mi puso los ojos en blanco mientras Ryuhyun se aferraba a su mano y chillaba porque se estaban llevando su set de juego.

Mirando su hinchada panza, suspiró.

—Sigue mi consejo, pequeño. Quédate ahí tanto como puedas. Estos chicos van a volverte loco. —Zhou Mi levantó a Ryuhyun y lo llevó hasta su padre. Forzó a Henry a que alzara al pequeño llorando—. Explícale al bebé mientras voy adentro y coloco más acolchados en las paredes de su cuarto.

—Sabes –dijo Clinton—, él tiene razón. Realmente necesitamos más acolchados… Y

 Ellos siguieron con ese tema.

Zhou Mi rió. Pobre Ryuhyun, pero al menos sabía que lo amaban. Deslizó la puerta de vidrio y regresó a la casa.

Dos segundos más tarde, Henry estaba allí, levantándolo.

—¿Ya te volviste completamente loco?

—No, pero creo que tú sí.

Él se rió.

—Una pizca de prevención…

—Vale por lo menos diez años de terapia.

Henry gruñó profundamente.

—¿Realmente deseas que tenga esos juegos?

—Sí. Quiero que Ryuhyun tenga lo único que jamás tuve.

—¿Y eso es?

—Una infancia normal.

—Está bien –dijo él, suspirando—. Se los dejaré tener, si es tan importante para ti.

—Lo es. Y no te preocupes. Si se parece en algo a su padre, y así es, hará falta mucho más que eso para dañar su duro cráneo.

Henry fingió indignación.

—Oh, ¿ahora me insultas?

Zhou Mi envolvió sus brazos alrededor del cuello de Henry y recostó la cabeza contra su hombro.

—No, mi dulzura. No estoy insultándote. Estoy admirándote.

Él sonrió.

—Bien, es una réplica segura. Pero si hablas en serio acerca de admirarme, puedo pensar en un modo mejor de hacerlo.

—Oh, sí, ¿y cómo es eso?

—Desnudos y en mi cama.




3 comentarios:

  1. OMG, que lindo final, se rompio la maldicion de mimi, y ahora, con otro bebe y felices por fin, me encanto Yota fue hermoso.

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  2. Dios.....me alegre de que artemisa no apareciera,pero al final siempre aparecd.....como la odio,pero puede decirse que "gracias" a ella y a los destinos,los cazadores tienen a sus parejas.

    Zhoumi no podría morir,y shin es un heroe por eso,les dio la opción y luego lo salva de artemisa....muchos urras para shin *0*

    Estos hombres cuidando un bebé son tan lindos. Ahora clinton sabra lo que es querer que un niño siempre este a salvo,ahora comprendera a henry.
    shanglin vomcara su amor en esos niños,asi podra sentir que esta cerca de victoria.

    Henry y mimi cuidando a su familia y siendo felices despues de todo lo que vivieron,se lo merecian.

    ¿quienes siguen?...¿el sichul?

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  3. Que buen final todos recivieron lo que merecian

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...