Pasión de Luna (DH6)- 9




—Necesito asesoramiento sobre citas. Rápido.

Shin arqueó una sola ceja ante esto.

—Soy inútil. Nunca he estado en una.

Los tres hombres humanos se dieron vuelta para mirarlo atónitos.

—¿Qué? —les preguntó Shin defensivamente.

Minho comenzó a reírse.

—Oh hombre, esto no tiene precio. ¿No me digan que el gran Shindong es virgen?

Shin le echó una mirada cómica.

—Sí, Minho. Soy blanco como una azucena.

—¿Cómo has pasado por la vida sin una cita? —le preguntó Kangin a Shin.

—Eso no era una cuestión entonces —dijo Shin de manera cortante.

—Sí, bueno, esto es una cuestión seria a mí —dijo Kevin, acercándose a ellos. —¿Hyukjae, cómo conociste a tu esposo?

Hyukjae se encogió de hombros.

—Mi hermano el dios del sexo me maldijo y me metió en un libro durante dos mil años. Donghae se emborrachó en su cumpleaños y me convocó.

Kevin puso sus ojos en blanco.

—Eso es inútil. ¿Kangin? ¿Qué pasó contigo?

—Me desperté esposado a Leeteuk.

Kevin podría trabajar con eso.

—¿Entonces tengo que conseguir un juego de esposas?

—No en la primera cita —dijo Shin con una sonrisa satisfecha—. Lo asustarás de muerte si lo esposas.

Kangin se mofó.

—Eso funcionó para mí en la primera cita.

Shin le echó una mirada aburrida.

—Y también tener a un Daimon loco tratando de matarlos a los dos. Pero no pienso que Kevin desee seguir ese camino.

—¿Qué hacen ustedes los lobos en una cita? —preguntó Minho.

—No tenemos citas —dijo Kevin—. Cuando una pareja está en celo, luchamos por ella y luego ella escoge quien la monta.

Minho bostezó.

—¿Estás bromeando? ¿No tienes que comprarle su cena? ¿Quieres decir que ni tienes que hablarle? —Él se dio vuelta hacia Shindong—. Demonios, Shin, hazme lobo.

—No te gustaría ser lobo, Minho —dijo Shin—. Tendrías que comer la carne cruda y dormir a la intemperie.

Minho se encogió de hombros.

—Eso me suena típico de Mardi Gras.

—¿Qué más? —les preguntó Kevin, interrumpiendo el relato de Minho de sus hábitos de Mardi Gras—. ¿Qué hacían muchachos, cuando eran humanos?

Kangin pensó en ello antes de contestar.

—Bien, en nuestros días —dijo él, mirando a Hyukjae—, llevábamos a las parejas a carreras de carros y juegos.

—Oh, Jesús —dijo Minho—. Usted chicos, son patéticos. Carreras de carros, mi culo —. Él dio un paso hacia adelante y pasó su brazo alrededor de los hombros de Kevin. —Bien, escúchame, lobo. Consigues algo de buena ropa y lo impresionas con mucho dinero en efectivo. Tienes que llevarlo a algún buen sitio para comer. Hay un lugar donde puedes conseguir una cena dos-por-uno...

—¡Minho!

Todos ellos se dieron vuelta para ver a Leeteuk, que estaba de pie entre las cortinas, mirándoles airadamente.

—¿Qué? —preguntó Minho.

—No te atrevas a decirle qué hacer en una cita —Leeteuk vino y le dio su hija a Kangin—. Han notado alguna vez que el Señor Suave raras veces tiene una cita dos veces con la misma persona? Hay una razón para eso.

Donghae cloqueó su lengua a los hombres mientras se les unía.

—Juro, que deberíamos hacerles tomar a todos ustedes un curso básico sobre citas. Es increíble que se hayan casado.

Hyukjae le ofreció una diabólica sonrisa burlona a su esposo.

—No te oí quejarte cuando...

Él cubrió su boca con su mano, luego le puso a su hijo en sus brazos.

—Ustedes dos vayan a casa antes que te metas en más problemas.

— Y tu —dijo Leeteuk a Shin—, eres bastante viejo y bastante sabio como para hacerlo mejor.

—No hice nada —dijo Shin, pero había un destello en sus ojos plateados que desdecía su defensa.

—Sí, bien —dijo Leeteuk ahuyentándolo hacia la puerta.

Shin se paseó tranquilamente como si estuviera enormemente divertido por los jovenes. Minho comenzó a seguirlo, pero Leeteuk lo agarró del brazo.

—Tu espera aquí.

—¿Por qué? —preguntó Minho.

Leeteuk le sacó un juego de llaves de coche del bolsillo de su camisa.

—Porque le vas a prestar a Kevin tu coche esta noche.

—Como el infierno. ¿Desde cuándo un lobo puede conducir un Jaguar?

Donghae miró a Kevin.

—¿Puedes conducir?

—Sí.

—Eso está decidido, entonces —dijo Donghae y se volvió a Minho—. Lleva el Jaguar al lavadero y por todos los cielos retira todas las cajas de Cajitas Felices de McDonald de él.

—¡Hey! —dijo Minho, con cara ofendida—. Eso es un golpe bajo. Esas cajas son de colección.

Donghae no le hizo caso.

—¿A qué hora es tu cita? —le preguntó a Kevin.

—A las seis.

Leeteuk le dio las llaves a Minho.

—Bien, Minho, ten el coche en la casa a las cinco treinta.

—Pero, pero …

—Ningún pero, solamente hazlo.

Ellos obligaron a salir Minho, luego giraron para enfrentar a Kevin con las manos sobre sus caderas.
Era algo bueno que Kevin no fuera un ganso. Aún así, se sentía perfectamente cocinado cuando los dos jovenes lo miraron a él así. Él tenía un marcado sentimiento que estaban a favor.

—Bien. ¿Quieres una cita humana? —preguntó Leeteuk. Él asintió.

—Entonces ven con nosotros y escucha bien.



Kwanghee comprobó su reloj. Eran las seis y no había ninguna señal de Kevin.

—Él estará aquí —se decía a sí mismo, intentando no mirar nada debajo de su barbilla.

Si lo hiciera, querría cambiarse de ropa, y le había llevado mucho tiempo controlar sus nervios para ponerse el pantalón que a Kevin le había gustado. Abrió la puerta de calle de su apartamento sólo para no encontrar señal alguna de ninguno de los dos Kevin. Su lobo no había regresado desde que había huido de él

Esperaba que no fuera una mala señal.

—Contrólate —se dijo a sí mismo. No había estado nervioso en años. Pero por otra parte, no había estado chiflado por un hombre...

Nunca.

Alguien sonó una bocina delante de su puerta.
Kwanghee miró con ceño fruncido al Jaguar plateado que había aparecido. ¿Ese era el coche de Kevin? Agarró su bolsa, cerró la puerta, y cruzó el patio delantero para ver a un hombre en el asiento del conductor que no reconoció.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó mientras se acercaba.

Más o menos de su edad, el hombre era sumamente apuesto, con una barba de aproximadamente un día en su cara. Vestido en una burda camisa Hawaiana azul, tenía el cabello negro y una sonrisa burlona encantadora.

—¿Usted es Kwanghee? —preguntó.

—Sí.

Él salió del coche y se quitó sus gafas de sol

—Choi Minho —dijo, ofreciéndole su mano—. Soy su chofer, o casi.

—¿Mi chofer?

—Sí, Kevin está retenido, y ellos me dijeron que metiera mi trasero aquí y me asegurase que usted estaría en el restaurante a tiempo y sin demoras. Él dijo que lo encontraría ahí.

Minho caminó hasta el lado de pasajeros del coche y abrió la puerta para él.

—¿Usted trabaja para Kevin? —preguntó mientras él cerraba de un golpe.

Minho se rió a carcajadas.

—Nah. Pero he aprendido a no discutir con el esposo de mi jefe. Él podría parecer muy agradable y dulce, pero es una cosa repugnante cuando usted consigue irritarlo. Leeteuk me dijo que hiciera esto, así que no voy a enfadarlo.

Él puso reversa el coche y casi le saca de lugar la cervical mientras daba la vuelta y pisaba fuerte el acelerador.

Kwanghee de repente tenía otros pensamientos sobre estar en el coche con Minho. Él era un hombre extraño.

Cuando se detuvo frente al Restaurante. Kwanghee esperó que Minho se bajara otra vez y abriera la puerta, pero él no lo hizo.

—Él dijo que él lo encontraría dentro en cuanto pudiera.

—Bien —salió.

Minho partió, haciendo chillar sus neumáticos, al minuto que Kwanghee estuvo sobre la acera. Bien… Él debe haber tenido algo más para hacer.

Kwanghee echó un vistazo dentro, esperando ver una señal de Kevin. No había ni una.
Juntando el coraje que le quedaba, abrió la puerta y entró. Una joven vestida con una blusa blanca y la falda negra estaba en el atril del maître.

—¿Puedo ayudarle?

—Um, sí. Se suponía que me encontraría con alguien para cenar, Kim Kevin.

La muchacha revisó su libro de reservas.

—Lo siento, no tenemos ninguna reserva para alguien con ese nombre.

El corazón de Kwanghee se hundió.

—¿Está usted segura?

La mujer giró el libro de reservas para mostrárselo.

—¿Es con “K” correcto?

Kwanghee comprobó los nombres. Su estómago apretado hasta que descubrió un nombre familiar.

Jongmin Winthrop.

Quiso morirse justo ahí, en el vestíbulo. Ese era su restaurante favorito y Jongmin se había negado a llevarlo allí. Él siempre decía que era demasiado caro para él y que no podía gastar esa cantidad de dinero en una sola comida.

Lo que había pasado es que no había querido gastarla en él. Era un idiota.

—Gracias —dijo Kwanghee, alejándose mientras debatía que debería hacer.

De repente, pareció que tenía quince años otra vez, esperando que su cita de graduación apareciese.

Él nunca fue.

Había encontrado a alguien más para llevar y ni se había molestado en decírselo. Él se había enterado de eso al día siguiente por un amigo. Y cuando Heechul lo había averiguado, había puesto fuego líquido en el suspensor del tipo e hiedra venenosa en su ropa interior.

Kwanghee amó a Heechul ese día por eso.

Pero no había ninguna Heechul aquí esta noche para hacerlo mejor. Seguramente Kevin no sería tan cruel.

¿O sí? ¿Todo esto había sido una especie de puesta en escena? No. Él estaría aquí.

Su estómago se hizo nudos, esperó diez minutos completos antes que la puerta se abriera. Kwanghee se dio vuelta, esperando ver a Kevin. En cambio, era Jongmin con un joven alto, de cabellera negra. No era demasiado bonito, pero tenía cuerpo de gimnasio.

Jongmin se acercó en el instante en que lo vio.

Kwanghee tuvo un pequeño y malvado segundo de satisfacción al ver que tenía un ojo morado de su encuentro más temprano con Kevin.

Él sacó a relucir una burla.

—¿Te encuentras con tus padres aquí, Kwanghee?

—No —dijo—. Espero a mi cita.

Él se inclinó y susurró algo en el oído del joven. El miró a Kwanghee y se rió.
En aquel momento, Kwanghee se sintió tan pequeño que todo lo que pudo hacer fue no salir corriendo del restaurante. Pero rechazó darle la satisfacción.

El maître se acercó desde la parte trasera del restaurante.

—¿Puedo ayudarlo, señor?

—Sí, tenemos una reserva para dos para Song Jongmin. Y asegúrese que nos den una mesa romántica, aislada.

El maître comprobó su nombre en la lista y asintió.

—Serán sólo unos minutos, Sr. Song.

Jongmin pasó al hombre una propina. El maître se giró hacia él.

—¿Puedo ayudarle, señor?

Kwanghee sintió que su cara ardía.

—Ha habido una confusión con nuestras reservas. Solamente espero que mi cita llegue.

El hombre asintió otra vez mientras Jongmin se reía de él.

—Eso es lo que pasa cuando te citas con perdedores —le dijo al joven que estaba con él.

El primer instinto de Kwanghee fue devolverle el insulto, pero de verdad compadeció a la cita trofeo de Jongmin. El pobre joven no tenía ninguna idea con que serpiente iba a cenar.

Él solamente esperaba que nunca lo averiguara.

Kwanghee tiró del cuello de su abrigo y se sintió tres veces más tímido. Desde luego, no ayudó que Jongmin y su cita siguieran observándolo, susurrando y luego rieran.

Él quiso morir.

Justo cuando estaba a punto de marcharse, la puerta finalmente se abrió y entró Kevin. Él estaba Taeyangastador. Vestido con un traje de Armani negro, había dejado su camisa negra abierta en el cuello, luciendo los poderosos tendones de su cuello bronceado. Su cabello oscuro, ondulado caía y su cara estaba afeitada.

Él nunca había lucido más peligroso. Más atractivo.

Sexy.

Kwanghee oyó que la cita de Jongmin contenía bruscamente el aliento al verlo.
Él medio esperó que Kevin mirara al joven. No hizo. Tenía ojos sólo para él. Caminó directamente a su lado, colocando sus grandes y cálidas manos sobre sus hombros y besándolo ligeramente en la mejilla. Él se derritió al instante al inhalar su aroma masculino y su loción para después de afeitar.

Hizo todo lo que pudo para no ronronear.

—¿Por qué me estás esperando en la puerta? —preguntó mientras se retiraba ligeramente.

—No tenemos reservas.

Kevin le frunció el ceño.

—Nunca hago reservaciones. No las necesito —. Él tomó su mano y lo condujo al mostrador.

El maître apareció al instante.

—Señor Kim —dijo, sonriendo—. Es tan bueno verle otra vez.

—Hola, Henri —dijo Kevin, colocando su brazo alrededor de la cintura de Kwanghee—. ¿Mi mesa está lista?

La risa se borró de Henri cuando su mirada se dirigió a Kwanghee. Él giró al instante arrepentido.

—Oh, no me di cuenta que él era su cita. Él dijo... —Él giró hacia Kwanghee— Joven señor, por favor acepte mis más profundas disculpas por haberlo hecho esperar. ¿Fue Tiffany quien lo dejó esperando sin ubicarlo? Ella es nueva, pero la reprenderé al instante por eso.

—Está bien —dijo él, sonriendo felizmente a Kevin mientras su corazón palpitaba con alivio.

—¿Estas seguro? —preguntó Kevin.

—Sí. No fue su culpa.

Henri suspiró con alivio.

—Igual hablaré con ella y esto nunca volverá a pasar otra vez. Lo prometo.

El joven con Jongmin resopló fuerte.

—¿Por qué ellos consiguen una mesa sin esperar, Jongmin? Él no está en la TV.

Kevin se dio vuelta hacia ellos con una mirada penetrante y frunciendo el ceño que los hizo callar a ambos inmediatamente.

—Por favor síganme —dijo Henri—. Tenemos su mesa en la terraza esperando.

Kwanghee miró sobre su hombro a Kevin mientras Henri les conducía por el restaurante.

— ¿Cómo consigue tan gran servicio?

—Es bueno ser rey —dijo él encogiendo los hombros mientras metía sus manos en sus bolsillos—. El Dinero habla y mucho dinero canta y baila.

Sí, pero aún así...

Los condujeron a una mesa en una esquina con una hermosa vista al patio inferior. Tenía una vista impresionante de la fauna y la flora. Henri sostuvo una silla para Kwanghee, que se deslizó en ella.

Kevin sacó su cartera y le dio varios billetes de cien dólares a Henri.

—Hágame un favor. Aquel tipo abajo... Jongmin. Déle la peor mesa en la casa.

Los ojos de Henri bailaron, divertidos.

—Para usted, Señor Kim, cualquier cosa.

Kevin tomó asiento mientras Henri se iba.

—Eso es muy malo de ti —dijo él con una sonrisa tímida.

—¿Quieres que lo detenga?

—Difícilmente. Yo simplemente te advertía que eso estaba mal.

—¿Qué puedo decir? Sólo soy un gran lobo malo —. Kevin tomó su mano y le dio un dulce y entrañable beso en su palma donde estaba la extraña marca. Era bastante curioso que pareciera no notarla. —Luces lo bastante bueno como para comerte.

El calor explotó a través de su cara.

—Gracias. Luces bastante riquísimo tu mismo.



2 comentarios:

  1. Oh Kevin,solo obtuvo ayuda hasta que Teuk y Hae llegaron sino,pobre kevin y su cita,aunque apenas vamos a ver que tan buen alumno es y que tan buenos maestros son este par.

    Por cierto,kangin y hyuk deberian actualizarce....aunque hae no se "queje" *cejas*

    Jojojojojo ahora entiendo cuando me dijo que kevin le haria pasar unas buenas a jongmin.....me encanta *0*

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  2. La verdad esta historia me gusta mucho eso de que te digan gorda si duele

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...