Nacido en Invierno (DH7)- 4




No era de extrañar que los hombres Katagaria tomaran a las parejas arcadianas. Era tan agradable yacer de esta forma junto a Heecheol.

Si fuera Katagaria, lo más probable fuera que estuviera sangrando como consecuencia de su encuentro. En vez de eso, jugueteaba con su pelo y lo acariciaba.

Al menos hasta que él gimió.

Siwan sonrió con anticipación. Su ciclo se estaba calentando otra vez.

Heecheol ronroneó cuando su mano se tensó en su pelo y con impaciencia se frotó contra él.

Su cuerpo se endureció inmediatamente.

Estaba tan listo para él como lo estaba su amante. El animal en su interior podía oler su necesidad y respondía consecuentemente.

Esta iba a ser una larga tarde y él iba a gozar cada hora. Y cada parte de ella...



Heecheol yacía silencioso en la cama mientras Siwan se daba una ducha. Debería estar horrorizado por las horas que habían pasado en la cama. Siwan lo puso en más posiciones de las que pensó pudieran ser posibles.

Y amó cada una de ellas.

Él era increíble... y extremadamente ágil.

Estaba saciado a un nivel más allá de la imaginación. Normalmente, necesitaría días para que un hombre lo saciara.

Pero Siwan había sido tan minucioso, tan agotador, que tenía una increíble sensación de paz.

¿Quién habría pensado que fuera posible?

Escuchó que se cerraba el agua. Uno segundos después, Siwan regresó a la cama con el pelo húmedo.
Estaba completamente desnudo e inconsciente de ello. Miró con sobrecogimiento ese cuerpo.

—¿Te sientes mejor? —preguntó.

Él le sonrió de tal forma que hizo que su estómago hormigueara.

—Me habría sentido mejor si te hubieras unido conmigo en la ducha.

Heecheol enrojeció. Le había pedido eso pero él se negó, aunque el por qué no lo podía imaginar. No era que él no hubiera estudiado y acariciado cada centímetro de su cuerpo en las últimas horas. Pero de algún modo, la idea de ducharse con él parecía demasiado personal.

Demasiado extraño.

Él se tendió a un costado y lo envolvió en sus brazos.

Heecheol suspiró con satisfacción. Era tan agradable ser abrazado por él.

Un minuto él tenía un brazo envolviendo su cadera, y al siguiente, era el brazo de una pantera.
Saltó corriendo de la cama con un chillido. Siwan volvió instantáneamente a su forma humana.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

—No te transformes en pantera cuando estés cerca de mí ¿Vale? De verdad que me dan escalofríos.

Él le frunció el ceño.

—¿Por qué?

—No... no soporto verlas.

Él le dio una mirada dura y condenatoria que le hizo enfurecer.

—Eres uno de nosotros, nene. Acostúmbrate a ello.

Heecheol se estremeció ante la idea. El no estaba en la misma categoría que los jóvenes Katagari. Éstos eran primitivos y malos, y no se preocupaban de nadie más que de sí mismos.

—Oh, no. No lo soy —dijo, gruñendo las palabras—. Soy un ser humano y no un animal como tú.

Siwan entrecerró los ojos ante las palabras que no deberían herirlo, pero por alguna extraña razón le dolió. Él hizo todo para ser gentil.

¿Y qué logró con ello?

Ni una maldita cosa excepto su desdén por algo que no podía evitar más de lo que él podía evitar ser humano.

No había nada de malo en ser un Katagari. Él se sentía muy orgulloso de su herencia.

Con una mueca de desprecio, él se levantó de la cama y proyectó sus ropas en él.

—Bien. Ten una vida agradable.

Heecheol dio un salto cuando él salió de la habitación dando un portazo.

—¡Tú también! —gritó, en forma infantil, sabiendo que no podía oírlo.

¿Qué le importaba a él de todos modos?

Él era un animal. Pero mientras se dirigía al baño, extrañó la cálida sensación que sentía cuando lo abrazaba. El dulce sonido de su nombre en sus labios cuando él le hacía cuidadosamente el amor.

La forma en que su lengua lo acariciaba y lo tranquilizaba.

Rechinando los dientes, se esforzó en olvidar ese recuerdo y se fue a duchar. Y cuando el agua le caía, pensó en el hermano de Siwan que aún tenía que traerle a Shindong. Debió haber enviado a Siwan en su lugar.

¡Cómo se atrevió él a hacer eso!

Debería haberlo sabido mejor antes de confiar en un animal. ¿Por qué uno de ellos lo ayudaría de todos modos?

Enojado con ambos y consigo mismo por ser tan estúpido como para confiar en ellos, Heecheol reguló el agua y empezó a frotarse con ganas.

Repentinamente, la cortina del baño se abrió.

Heecheol jadeó mientras giraba para encontrar a Siwan parado ahí, mirándolo.

—Nunca respondiste mi pregunta.

Habló con furia.

—Discúlpame, estoy en medio de mi ducha.

—Sí, lo sé, y te dejaré regresar a ella una vez que me respondas por qué te molestan las panteras.

¡Ése no era asunto de él!

Las lágrimas le ardían en los ojos cuando las experiencias traumáticas de las dos últimas semanas lo abrumaron. A sus hormonas desequilibradas no les importaba el hecho de que lo único que de verdad quería era irse a casa.

Pero antes que pudiera detenerse, la verdad le hizo sollozar desgarradoramente.

—Porque cada vez que veo a uno de los tuyos, me arrebatan a alguien que amo y los odio a todos por eso. Ahora tu especie me arrebató de mi hogar y mi familia para que yo sea una ramera para toda la manada o un esclavo para uno de ustedes.

Siwan sintió una extraña sensación en su pecho cuando Heecheol empezó a sollozar. Ni una vez en casi trescientos años había sentido tal impotencia.

Tal deseo de ayudar a alguien.

—Y lo que es peor —dijo él, con voz rasgada—. Sé que realmente no puedo regresar a casa porque ellos me enviarían de vuelta aquí a la manada Katagaria que me robó. Las panteras me han arrebatado todo. Incluso mi virginidad.

Siwan cerró la llave del agua con el pensamiento y sacó una toalla del estante antes de envolverlo con ella.

—No sé en qué estaba pensando cuando me escapé —sollozó—. Shindong no va a ayudarme. ¿Por qué lo haría? Y aún si lo quisiera, ¿realmente qué podría hacer? Los Cazadores Oscuros no pueden intervenir en nuestros asuntos. Sólo deseaba algo de esperanza. Algo más de lo que me estaba destinado. No quiero ser una ramera de las panteras. Solo quiero tener mi propia vida, donde nadie me lastime o me use. ¿Eso es tan malo?

—No, Heecheol —dijo Siwan, mientras atraía el sollozante cuerpo a sus brazos y lo abrazaba fuertemente—. No es malo.

Él beso la parte superior de su cabeza y sacó otra toalla para secarle el pelo.

Heecheol se odiaba por fracasar de esta forma. Normalmente era calmado y sereno. Pero ahora estaba más allá de su capacidad para arreglárselas.

Todo lo que deseaba era su vida de vuelta. Un día donde de nuevo estuviera a cargo de su cuerpo y de su destino.

Un día de claridad.

Lo que su gente había hecho estaba mal y lo sabía. Los odiaba a todos, Arcadianos y Katagaria, por obligarlo a esto.

A ningún persona debería quitársele el derecho de elegir.

Trató de dejar de llorar cuando Siwan lo acunó gentilmente en sus brazos. Él estaba siendo mucho más amable de lo que merecía. Ni siquiera su propio padre habría sido tan comprensivo ante su crisis. Él nunca había sido el tipo de hombre que tolerara bien los estallidos emocionales y educó a todos sus hijos a sufrir en silencio.

Sin embargo, Siwan no dijo nada. Sólo lo abrazó en silencio mientras él lloraba.

—No sé qué hacer —dijo, atónito cuando las palabras salieron de su boca.

No era típico en él confiar en alguien y admitir que lo que le pasaba por la cabeza...
No podía creer lo que estaba haciendo. Quizás era porque no sabía a dónde más ir. O quizás era sólo que después del tiempo que habían compartido, donde él no le hirió, que estaba casi dispuesto a confiar en él, con la verdad de su situación y sentimientos.

—Encontraremos la solución para tus problemas —dijo Siwan, mientras le frotaba la espalda—. No te preocupes.

—¿Por qué me ayudarías? Tu hermano me dijo que eras un bastardo egoísta.

Él medio sonrió ante eso.

—Soy egoísta. Soy frío y despiadado. No tengo amigos y paso todo el tiempo buscando arcadianos que me molesten para poder iniciar una pelea y herirlos. Diablos, incluso maté a mi propio hermano cuando vendió a mi manada a los Daimons. Sinceramente, soy todas las cosas malas que piensas cuando oyes hablar del término «Katagaria».

Y, no obstante, él no le había hecho daño.

Con gentileza, él deslizó su mano contra la fría mejilla de Heecheol para secarle las lágrimas.


—Pero no me gusta verte llorar.

El se estremeció ante esas hipnóticas palabras.

—Vístete, Heecheol, y vayamos a buscar algo de comer y hablaremos de lo que podemos hacer para ayudarte.

—¿En serio?

—En serio.

Él lo atrajo para poder darle un beso abrasador.

—Siento mucho haberte llamado un animal, Siwan.

—Está bien. Es lo que soy.

No, él no lo era. En ese momento, él era su héroe. Su campeón. Nunca debió insultar a alguien tan amable.

Tan pronto como se puso los jeans y su camiseta roja, salieron de la habitación y bajaron al vestíbulo que estaba apiñado con más gente que antes.

—Esta es alguna fiesta ¿eh? —preguntó cuando vio a un grupo de cuatro mujeres vestidas con sólo cintas de precaución alrededor de sus cuerpos rodeadas por un grupo de Storm Troopers, atravesar el vestíbulo.

—Definitivamente es algo —dijo él, tomándole la mano cuando pasaron a una mujer que estaba tirando a un hombre de una correa.

—¿Vienes acá a menudo?

Él negó con la cabeza.

—Es la primera vez.

Antes de que pudiera hablar de nuevo, Heecheol sintió un dolor atroz quemarle la palma. Siseando, retiró la mano de un tirón al mismo tiempo que Siwan empezó a sacudir su propia mano como si estuviera quemándose.

Heecheol frunció el ceño cuando sintió que lo embargaba un mal presentimiento. Miró su mano y vio un atractivo diseño geométrico formarse en su palma, confirmando su peor temor.

Estaba emparejado.

Y había un solo hombre al que podía estarlo...



Siwan miró con horror su marca de aparejamiento. No. Esto no podía ser real y estaba muy seguro que no podía estar sucediendo. No a él.

Tomó la mano de Heecheol y la sostuvo contra la de él para poder comparar sus palmas.

No había ningún error. Las marcas eran idénticas. Heecheol le pertenecía.

Maldición.

—¡Bastardo! —dijo él, airadamente—. ¿Cómo puedes ser el que destinaron para mí?

—¿Perdón? —preguntó Siwan, desconcertado por su furia.

Si alguien tenía derecho de estar enojado era él. Después de todo, él había estado preocupándose por sus propios asuntos cuando lo atrapó en su círculo sensorial. Si Heecheol se hubiera mantenido alejado, ninguno de los dos estaría en esta situación.

—En caso de que no lo notes, dulzura, no estoy precisamente encantado por esto, tampoco.

Él lo miró por dos segundos antes de dar media vuelta y marcharse entre la multitud.

Parte de él estaba tentado a dejarlo ir, pero no lograría nada. Ningún Katagaria o Arcadiano tenía algo que decir sobre la persona que los destinos habían elegido como compañeros. Ni siquiera sabían cuándo o dónde encontrarían a la única persona que les era designada.

La única forma de encontrar a un compañero era dormir con él o ella y esperar que apareciera la marca.

Cuando ésta aparecía, sólo tenían tres semanas para realizar su ritual de unión o pasarían el resto de sus vidas estériles. Para un joven o a mujer, no era tan malo, puesto que podría continuar teniendo sexo con cualquier hombre que le llamara la atención; sólo que no podría tener hijos con otro hombre, sólo con su compañero designado. Pero para un hombre...

Era peor que la muerte. El hombre quedaba completamente impotente hasta el día en que muriera su compañero.

Siwan se estremeció ante la idea. ¿Él, impotente? Esas dos palabras no se dirían juntas jamás.

Moriría primero.

Se dirigió a través del vestíbulo en una intensa persecución de su «compañero».


Heecheol estaba furioso cuando se dirigió ciegamente en medio de la multitud. Todo lo que quería era poner una distancia significativa entre Siwan y él.

Esto era horrible. ¡Terrible!

¿O no?

La mayoría soñaban encontrar a su compañero en su primer amante. De esta forma no sentirían temor por sus instintos merodeares, los que les rebajaría a pasar de hombre a hombre, tratando de encontrar al único con el que pudieran tener hijos.

Era un sueño hecho realidad encontrar a un compañero tan rápido y tan fácilmente. La mayoría de su especie pasaba siglos buscando. Y muchos morían sin haber encontrado nunca a su pareja.

En teoría, era afortunado y, no obstante, estaba furioso porque fue unido a un hombre Katagari. ¡Hablando de saltar de la sartén al fuego! En la mañana, su peor temor era ser esclavizado a una manada Katagaria.

Ahora esta atrapado incluso mucho más que antes. Si abandonaba a Siwan, nunca podría tener hijos. Él era el único que podía dárselos.

—Malditas hormonas —gruñó, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.

Era difícil pensar con claridad. Alguien lo agarró desde atrás.

—Te tengo —dijo una voz profunda y masculina en su oído. No era Siwan.



1 comentario:

  1. Por supuesto....no puede haber un poco de paz por que BANG......siempre llega una situación que nos rompe la burbuja de felicidad....ㄱㄱ
    Pero bueno,todo se arreglo,ahora solo queda el pequeeeeño problema del emparejamiento.....ninguno de los dos lo queria y el destino tan lindo,los elegió a ellos dos.
    Tampoco es que puedan separarse,menos ahora que Siwan sabe un poco de los problemas de Cheol.....uy,llego alguien.
    Sera uno de sus hermanos? Sera Shin?....me gusta para que sea Shin...pero aquí nunca se sabe....solo espero no sea otro en busca de una encubadora

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 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...