Amante Enemigo (DH5)- 22




Se había desatado algo peor que el infierno desde que Henry y Hyungjoon se habían ido, más temprano. Gritos interminables rasgaban el aire. Había cuerpos de hombres, mujeres y niños Apolita esparcidos por todas partes. Aparentemente, ellos no se desintegraban como los Daimons a menos que muriesen en sus cumpleaños.

El pavor y el miedo desgarraron a Henry.

—¡Victoria! –gritó Shanglin, corriendo hacia su apartamento.

Henry no se molestó en llamar. Nadie podía escuchar sobre los gritos. Así que corrió lo más rápido que podía hacia su esposo y su hijo.

Varios Daimons intentaron detenerlo. Con la mirada nublada por la furia, Henry los atravesaba a cortes.

Nadie se interpondría entre él y su familia. Nadie.

Llegó al apartamento para ver que la puerta había sido abierta a patadas. El cuerpo muerto de Calvin estaba tirado en el living.

Henry se ahogó con el terror hasta que escuchó sonidos de pelea en su habitación. Mejor aún, escuchó los enojados chillidos de su hijo.


Corriendo a través de la habitación, llegó al dormitorio y se detuvo. Clinton estaba parado en la esquina más lejana, sosteniendo a Ryuhyun contra su pecho. Sus dos amigas Apolitas, estaban frente a él como si fuesen una barrera para proteger a Clinton y a Ryuhyun. Dylan y tres Daimons más estaban atacando a Hyungjoon y a Zhou Mi, quienes peleaban contra ellos con un admirable talento y habilidad.

—No puedes sostener tu escudo por siempre, Hyungjoon –gruñó Dylan. 

Hyungjoon miró a Henry y sonrió.

—No tengo que hacerlo. Sólo tenía que sostenerlo lo suficiente para que la caballería llegara. 

Dylan vaciló, luego miró sobre su hombre al mismo tiempo que Henry atacaba.

Henry mató a un Daimon, y entonces fue por Dylan. Dylan giró y golpeó a Henry con un rayo dorado que lo lanzó contra la pared.

Siseando de dolor, Henry vio movimiento por el rabillo del ojo. Eran Shin y Yesung.

Hyungjoon desapareció inmediatamente mientras Dylan maldecía.

Henry y Yesung fueron tras los dos últimos Daimons mientras Shin y Dylan se enfrentaban.

—Ve a casa, Dylan –dijo Shin—. La guerra ha terminado.

—Jamás terminará. No mientras mi padre… —escupió la palabra—… viva.

Shin sacudió la cabeza.

—Y yo pensé que mi familia era disfuncional… Ya basta. Has perdido. Mi dios, mataste a tu propio hijo, ¿y para qué?

Dylan rugió con furia y atacó a Shin.

Henry tomó a su hijo de los brazos de Clinton al mismo tiempo que Yesung colocaba a Zhou Mi detrás suyo. Henry quería llevarlos a un sitio a salvo, pero no podían ir hacia la puerta mientras Shin y Dylan peleaban frente a ella.

Dylan le lanzó un rayo dorado a Shin, quien lo recibió sin sobresaltarse. En cambio, dio un golpe al Daimon que lo levantó en el aire y lo estrelló contra la pared.

Henry silbó bajo. Todos sabían que Shin era poderoso, pero jamás había visto al Atlante hacer algo así.

Dylan atacó nuevamente. Pero, por alguna razón, Shin no lo mató. Los dos hombres se aporrearon como si fuesen humanos y no…

Lo que diablos fueran.

Con el rostro ensangrentado, Dylan lanzó otro golpe hacia Shin.

Él lo desvió. Shin levantó su mano, y mientras lo hacía, Dylan fue elevado del piso. Dylan realizó otro golpe que causó que Shin se tambaleara y lo soltase.

El Daimon cayó al suelo. Envolvió sus brazos alrededor de Shin y lo apretó contra la pared. Pero antes de que pudiera golpear a Shindong otra vez, un demonio amarillo apareció de la nada. Con los ojos destellando, envolvió sus brazos alrededor de Dylan y luego desapareció. Shindong refunfuñó.

—Ya que estás en eso, Apollymi –gritó Shin—, será mejor que lo mantengas allí.

—¿Qué diablos eres? –le preguntó Henry a Shin mientras él giraba para enfrentarlos.

—No hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Yesung—. Créeme. No estás para nada preparado para saber la verdad.

—¿Dylan se ha ido? –preguntó Zhou Mi. Shin asintió.

Zhou Mi abrazó a Henry, y luego tomó a Ryuhyun de sus manos y lo sostuvo contra su hombro, para calmarlo.

—Lo sé, bebé –lo arrulló—. Pero el hombre malo se ha ido.

—¿Qué agarró al Daimon? –Preguntó una de las amigas de Clinton—. ¿Adónde fueron?

Shin no respondió.

—Ahora están a salvo, chicos. Al menos durante un tiempo.

—¿Regresará? –preguntó Zhou Mi.

Shin rió a medias.

—No lo sé. Él es una de las pocas criaturas que está más allá de mis poderes. Pero como él dijo, no ha terminado. Podría regresar en unos pocos meses o dentro de algunos siglos. El tiempo pasa de un modo diferente donde él vive.

Kangin, Kyuhyun, y Hyukjae entraron a la habitación.

—Los Daimons han desaparecido –dijo Kyuhyun—. Matamos a algunos, pero el resto…

—Está bien –dijo Shin—. Gracias por la ayuda.

Ellos asintieron, luego salieron de la habitación hacia el caos del living.

—Hombre, llevará días limpiar esto –dijo Clinton, mirando a su alrededor con incredulidad. Entonces, ante sus ojos, la destrucción fue deshecha. Lo único que quedaba eran los cuerpos. Yesung bufó.

—Será mejor que te detengas mientras llevas ventaja, Shindong.

—No llevo ventaja, Y. No puedo arreglar lo que fue realmente dañado aquí esta noche.

La mirada de Shin fue hacia el cuerpo de Calvin.

Henry sacudió la cabeza mientras levantaba a Calvin para llevarlo hacia el centro de la ciudad.

Había Apolitas en todos lados, llorando y gritando por sus muertos.

—Ellos no merecían esto –le dijo Henry a Shindong.

—¿Quién lo merece? –preguntó Shin.

Una mujer se acercó a Henry. Tenía el porte de la realeza, y no hacía falta mucho para comprobar quién era.

—¿Calvin? –dijo, con los ojos llenos de lágrimas. Henry recostó el cuerpo para que ella lo viera.

—¿Eres su esposa?

Ella asintió mientras las lágrimas resplandecían en sus ojos. Puso la cabeza de su esposo sobre su regazo y lloró silenciosamente.

Zhou Mi se adelantó.

—Lo siento tanto.

La mujer levantó la mirada, con los ojos llenos de odio.

—Salgan. ¡Todos ustedes! Ya no son bienvenidos aquí. ¡Los ayudamos, y ustedes nos destruyeron!

Yesung se aclaró la garganta.

—Ese no sería un mal consejo –le dijo a Henry, viendo alrededor a los demás, que dirigían miradas asesinas hacia ellos.

—Sí –concordó Shin—. Ayuden a Henry y a su familia a salir de aquí. Tengo que ir a ver a alguien.

Henry supo que se refería a Shanglin.

—¿Quieres que te esperemos?

—No. Habrá un par de SUVs esperándolos arriba. Vayan a casa y nos encontraremos más tarde.

—¿SUVs? –preguntó Kangin.

—Nuevamente, repito, no hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Yesung—. Simplemente acepta el hecho de que Shindong es un fenómeno de la naturaleza, y basta.

Shin lo miró con diversión.

—Podré ser un fenómeno, pero al menos no le lanzo relámpagos a mi hermano.

Yesung rió malignamente.

—Al menos no lo he golpeado con uno de ellos… aún.

Shin observó mientras Yesung conducía al grupo fuera de la ciudad.

Él se quedó parado en el centro, inspeccionando el daño que lo rodeaba. Comenzó a aclararlo tal como había hecho en la casa de Henry y en el apartamento, y entonces se detuvo. Los Apolitas necesitarían algo en qué concentrarse además de su dolor.

Reconstruir la ciudad apartaría sus mentes del sufrimiento. Al menos por un rato. En lo profundo de su corazón, lloró con ellos.

Sólo porque puedes, no significa que deberías…

Se forzó a sí mismo a caminar por el corredor sin rendirse a la necesidad de arreglar todo. Para el momento en que había llegado al apartamento de Shanglin, Shin estaba asqueado por el derramamiento de sangre que Dylan había forjado en nombre de Apollymi.

Esto no tenía sentido, pero por otro lado, ella era la diosa de la Destrucción. Y por eso era que él debía asegurarse de que ella jamás fuera liberada de su prisión.

Shin encontró a Shanglin arrodillado en el centro del living. El hombre sostenía un pequeño relicario de oro en sus manos, mientras lloraba en silencio.

—¿Shanglin? –dijo Shin en un tono bajo y firme.

—¡Vete! –gruñó—. Déjame en paz.

—No puedes quedarte aquí –dijo Shin—. Los Apolitas se volverán contra ti.

—Como si me importara. –Miró hacia arriba, y el dolor empático que Shin sintió por Shanglin lo hizo dar un paso atrás. Hacía mucho tiempo desde la última vez que Shin había estado en contacto directo con tanto sufrimiento desesperado—. ¿Por qué no me dejaste morir, también? ¿Por qué me salvaste?

Shin respiró hondo mientras se lo explicaba.

—Porque si no lo hubiese hecho, habrías vendido tu alma a Artemisa por esto, y hubieses matado a tu padre.

—¿Piensas que no voy a matarlo por ésto? –Se volvió hacia Shin con un gruñido—. No queda nada de ella. ¡Nada! Ni siquiera tengo algo para enterrar. Yo… —sus palabras se cortaron mientras sollozaba.

—Lo sé –dijo Shin, colocando su mano sobre el hombro de Shanglin.

—¡No lo sabes!

Shin lo tomó del mentón y lo levantó hasta que sus miradas se encontraron.

—Sí, Shanglin, lo sé.

Shanglin luchó por respirar mientras veía imágenes atravesando los cambiantes ojos plateados de Shin. Había tanto dolor en ellos, tanta agonía y sabiduría.

Era difícil mantener el contacto visual con él.

—No quiero vivir sin mi Victoria –dijo Shanglin, con la voz quebrada al hablar.

—Lo sé. Por esa razón, estoy dándote una opción. No puedo estar siguiendo a tu padre para vigilarlo. Necesito que lo hagas por mí. Porque, tarde o temprano, él regresará en busca del linaje de Apolo.

—¿Por qué los protegería? ¡Victoria murió por su culpa!

—Victoria vivió por ellos, Shanglin. ¿Recuerdas? Tú y tu padre fueron responsables de matar a toda su familia. ¿Alguna vez le dijiste a Victoria que fuiste tú? ¿Tú, quien mató a su abuela? ¿O a sus primos?

Shanglin apartó la mirada, avergonzado.

—No. Jamás la habría lastimado.

—Sin embargo, lo hiciste. Cada vez que tú, tu padre o uno de tus Spathis mataba a alguien de su familia, ella sentía el dolor que tú sientes ahora. Las muertes de su madre y de sus hermanas la desgarraron. Para empezar, ¿no fue por eso que salvaste a Zhou Mi?

—Sí. —Shin se apartó de él mientras Shanglin se secaba las lágrimas—. ¿Dijiste que tengo una opción?

—La otra es que borraré tus recuerdos de todo. Estarás libre de todo esto. De todo tu sufrimiento. Del pasado, del presente. Puedes vivir como si nada de esto te hubiese sucedido.

—¿Me matarás si te lo pido?

—¿Realmente deseas que lo haga?

Shanglin miró fijamente el piso. Para la mayoría de la gente sus pensamientos serían desconocidos. Pero Shin lo sabía. Los oía tan claramente como escuchaba los propios.

—Ya no soy un Daimon, ¿cierto? –preguntó Shanglin luego de una breve pausa.

—No. Ni tampoco eres exactamente Apolita.

—Entonces, ¿qué soy?

Shin respiró hondo mientras decía la verdad.

—Eres único en este mundo.

A Shanglin no le gustó eso mucho más de lo que a Shin le gustaba ser único. Pero algunas cosas jamás podían ser cambiadas.

—¿Cuánto más viviré? –preguntó Shanglin.

—Eres inmortal, excepto que estés muerto.

—Eso no tiene sentido.

—La mayor parte de la vida no lo tiene.

Sintió la frustración de Shanglin con él, pero al menos estaba disminuyendo un poco del dolor del hombre.

—¿Puedo caminar bajo la luz del sol?

—Si lo deseas, así puedo hacerlo. Si eliges la amnesia, te haré completamente humano.

—¿Puedes hacer eso? —Shin asintió.

Shanglin rió amargamente mientras echaba una fría mirada al cuerpo de Shin

—Sabes, Shindong, no soy estúpido, ni tan ciego como Dylan. ¿Él sabe sobre el demonio que llevas en tu cuerpo?

—No, y Simi no es un demonio, es una parte de mí.

La mirada de Shanglin se hundió en la suya.

—Pobre Dylan, está tan jodido, y ni siquiera lo sabe. —La intensidad de la mirada de Shanglin quemaba—. Sé quién y qué eres, Shindong.

—Entonces sabes que si alguna vez pasas ese conocimiento a alguien, me aseguraré que lo lamentes. Eternamente.

Él asintió.

—Pero no comprendo por qué te escondes.

—No estoy ocultándome –dijo Shin con sencillez—. Lo que sabes no puede ayudar a nadie. Sólo puede destruir y dañar.

Shanglin pensó en eso un minuto.

—No puedo ser más un Destructor.

—¿Entonces qué eres?

Shanglin dejó que sus pensamientos vagaran a través de los eventos de esta noche. Pensó en el doloroso sufrimiento dentro suyo, que gritaba por la pérdida de su esposa. Era tan tentador permitir que Shindong lo borrase todo, pero con eso él también perdería los buenos recuerdos.

Aunque él y Victoria habían tenido unos pocos años juntos, ella lo había amado de un modo en que nadie más lo había hecho. Había tocado un corazón que él hacía tiempo que pensaba que estaba muerto.

No, dolía vivir sin ella, pero no quería perder toda su conexión con Victoria.

Ajustó el relicario de su esposa alrededor de su cuello y se puso de pie lentamente.

—Soy tu hombre. Pero te advierto ahora. Si alguna vez tengo la oportunidad de matar a Dylan, la tomaré. Y malditas sean las consecuencias.



Dylan gruñó con indignación al encontrarse en la habitación del trono de la Destructora.

—Estuve tan cerca de matarlos. ¿¡Por qué me detuviste!?

El demonio aún lo sostenía.

Su madre estaba sentada en su tumbona completamente serena, como si estuviese presidiendo un tribunal y no hubiese acabado de destruir todos sus años de cuidadosa planificación.

—No me levantes la voz, Dylan. No aceptaré insubordinación.

Él se forzó a bajar su voz, aunque su sangre hervía de furia.

—¿Por qué interferiste?

Ella colocó su almohadón negro sobre su regazo y jugó con una de las esquinas.

—No puedes ganar contra el Elekti. Te lo dije.

—Podría haberlo derrotado –insistió Dylan. Nadie podía detenerlo. Estaba seguro de eso.

—No, no hubieses podido –dijo ella firmemente. Bajó otra vez la mirada y pasó elegantemente su mano sobre el satén negro—. No hay peor dolor que el de un hijo que traicione nuestra causa, ¿verdad, Dylan? Les das todo, ¿y ellos escuchan? No. ¿Te respetan? No. A cambio desgarran tu corazón y escupen sobre la bondad que les has demostrado.

Dylan apretó los dientes mientras ella pronunciaba en voz alta los pensamientos que él tenía dentro. Le había dado todo a Shanglin, y su hijo le había retribuido con una traición tan profunda que le había llevado días abordar ese problema.

Una parte de él odiaba a Apollymi por decirle la verdad. La otra parte le agradecía. Jamás había sido el tipo de hombre que acunara a una serpiente contra su pecho. Dylan jamás le haría a su madre lo que le habían hecho a él.

—Te escucharé, madre.

Ella sostuvo el almohadón contra su pecho y suspiró con fatiga.

—Bien.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora?

Ella lo miró con una pequeña y hermosa sonrisa. Cuando habló, sus palabras fueron simples, pero su tono era puramente maligno.

—Esperamos.



3 comentarios:

  1. Ahhg Noo
    Calvin... Víctoria TT___TT
    Que mal...por lo menos Mimi y el bebe estan bien~
    Ahhhh que y quien es Joon...
    Y más importante.. Shing...él que es!!!!
    Pobre shanling~

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  2. Mato a Victoria la hermana de Zhoumi, creo que el aun no lo sabe que pasara a continuación?, cuanto esperaran para hacerles daño otra vez?, que pasara con Henry y Zhoumi, seran capaces de ser felices, espero que si, tengo algunas sospechas de quien puede ser shingdong, pero dejare que tu Yota nos lo cuentes en los proximos capitulos o en otro libro, jejeje

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  3. Joder.......ahora victoria esta muerta,los apolitas estan furiosos,el esposo de victoria dice que sabe lo que es shin,shin le ofrece cosas para poder destruir a dylan,dylan y la destructora estan haciendo planes... las cosas se estan poniendo dificiles.

    Al menos en bebé esta bien junto con mimi y clinton...hyungjoon volvio a desaparecer,él sabe muchas cosas.
    No puede pasar mucgo tiempo para que dylan vuelva a atacar,al menos henry y su familia estan protegidos.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...