Seductores III - Final




Sirvieron la cena en el comedor. Aunque la mesa estaba puesta para dos, Hyungsik no apareció. Minwoo apenas comió y, poco después, pidió que lo condujeran a su camarote. Desesperado por pasar el tiempo, llenó la bañera en el impresionante cuarto de baño de mármol. Acababa de meterse en el agua perfumada cuando la puerta se abrió y Hyungsik apareció en el umbral.

Tenía el cabello revuelto, una sombra de barba en el mentón y la camisa colgando suelta, fuera de los pantalones vaqueros. Su atractivo aspecto de chico malo hizo que su corazón brincara. Se incorporó y pegó las rodillas al pecho.

—Lo siento… —dijo él con aspereza.

Esas dos palabras fueron como un cuchillo que se clavara entre sus costillas, no sabía qué llegaría a continuación. Tenía presentimientos negativos y esperaba malas noticias. Se preguntó si él se disculpaba porque se sentía incapaz de convivir con un joven reconocido públicamente como ladrón convicto.

—No sé qué decirte —Hyungsik alzó un hombro.

Minwoo siguió paralizado en la bañera, como una estatua de hielo, el miedo le erizó la piel.

—Verás, ésa era tu imperfección —añadió él, de forma incompresible.

—¿Qué?

—Siempre he tenido la teoría de que todo el mundo tiene una imperfección fatal. La tuya eran tus antecedentes penales —dijo él—. Encajaba, tenía sentido.

—¿Qué tenía sentido? —Minwoo estaba pendiente de cada una de sus palabras, deseando que adquirieran un significado comprensible para él.

—Eres bello, listo y sexy, pero realizabas un trabajo de baja categoría y mal pagado, ¿por qué? Porque tenías antecedentes penales —Hyungsik apretó sus sensuales labios—. Soy un cínico. Siempre busco el lado oscuro. Nunca se me ocurrió dudar que fueras un ladrón.

—Lo sé —afirmó Minwoo con pesar.

—Durante meses me negué a pensar en ello, porque me molestaba — siguió él con voz ronca—. Cuando te encontré y nació Jaehyun, enterré ese recuerdo.

La palidez de Minwoo se acentuó. Hyungsik había enterrado el recuerdo de su supuesta culpabilidad porque era la única forma de poder vivir con él.

Hyungsik alzó una mano con pesar y después dijo algo que le desconcertó por completo.

—Pero aunque un tribunal te declarase culpable y fueras a la cárcel no eres un ladrón.

—¿Qué acabas de decir? —su tersa frente se arrugó.

—Eres inocente. Tienes que serlo. Nada tendría sentido en otro caso. Siento no haberte escuchado.            

—No entiendo por qué estás dispuesto a escuchar ahora —admitió Minwoo, dubitativo.

—Examiné el delito a la luz de cuanto sé sobre ti y de repente tuve muy claro que tenías que estar diciendo la verdad.

—¿Acaso has estado hablando con Taehoon?

—No. ¿Por qué?

Hyungsik no tenía ni idea de que su jefe de seguridad había estado investigando su caso. Cuando Minwoo se lo explicó, su poderoso rostro se ensombreció.

—Así que incluso Taehoon te creía cuando yo no.

—Imagino que Joonyoung no le habrá dado otra opción —el alivio de saber que por fin Hyungsik confiaba en él hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Estudió el agua y parpadeó varias veces—. Deja que termine de bañarme. Saldré en cinco minutos.

—¿Vas a llorar? —preguntó Hyungsik.

—¿Tú qué crees? —Minwoo alzó una delicada ceja y mostró sus ojos, brillantes como joyas.

—Necesito saber qué te ocurrió hace cuatro años. El arresto, toda la historia.

—Dudo que eso haga que te sientas mejor.

—¿Crees que merezco sentirme mejor?

—No —contestó Minwoo con sinceridad.

Pero no lloró. Era muy buena noticia que por fin dejara de creerle un ladrón. Había tardado un año en llegar a esa conclusión, pero mejor tarde que nunca. Se puso un albornoz y se reunió con él en el dormitorio.

—Nancy y Sylvia, las sobrinas de la señora Do me contrataron para que le hiciera compañía y le preparase las comidas. Casi nunca vi a Sylvia porque trabajaba. Vivían en el pueblo a un par de kilómetros de distancia. —le dijo Minwoo acurrucándose en la enorme cama—. La señora Do vivía en una casa grande y vieja. El primer día de trabajo, Nancy me explicó que su tía sufría las primeras etapas de demencia senil y que no debía hacer caso de sus historias sobre cosas que desaparecían.

—¿Eso no te hizo sospechar? —Hyungsik enarcó una ceja y se sentó en la cama, a su lado.

—No. Estaba demasiado contento por tener un trabajo y dónde vivir. La anciana parecía confusa a veces, pero era muy agradable —le confió Minwoo—. Nancy me pidió que me ocupara de limpiar la plata, que se guardaba en una vitrina, y me dijo que era muy antigua y valiosa. Había muchas piezas y, la verdad, apenas me fijaba en ellas cuando las limpiaba.

—Pero sin duda dejaste tus huellas dactilares en todas las piezas.

—Unas semanas después, la señora Do se enfadó mucho y dijo que habían desaparecido dos piezas. Yo no habría sabido si era verdad o no, pero se lo mencioné a Nancy y ella me dijo que o eran imaginaciones de su tía o que ella misma las habría escondido en otro sitio. Insistió en que la señora Do lo había hecho otras veces. La señora Do quería llamar a la policía, pero yo la disuadí —rememoró Minwoo con tristeza.

—¿Qué ocurrió después? —Hyungsik le apretó la mano para tranquilizarlo.

—Lo mismo, pero esa vez me di cuenta de qué piezas habían desaparecido y las busqué por toda la casa, sin éxito. Empecé a sentirme incómodo, pero Nancy me dijo que no fuera tonto y que los objetos reaparecerían antes o después. No tenía motivos para desconfiar de ella. Uno de mis días libres, cuando me estaba vistiendo para ir a ver a Ekyun, apareció la policía —susurró Minwoo, sintiéndose fatal al recordar el momento en que su mundo empezó a desmoronarse sobre él—. Registraron mi habitación y encontraron la jarrita de estilo georgiano en mi bolso. Me acusaron de robo. Pensé que tal vez la anciana la había puesto allí, pero entonces me dijeron que no sufría ningún tipo de demencia senil.

—Madre mía… te contrataron para que su sobrina pudiera robarle y tú cargaras con la culpa —afirmó él con amargura.

—Pero no había forma de probarlo y Nancy lo negó todo. Era mi palabra contra la suya y ella era coadjutora de la iglesia. La plata desaparecida tenía mucho valor económico.

—Pero la prueba era circunstancial.

—Tres abogados distintos se ocuparon de mi caso, y estaba convencido de que se demostraría mi inocencia. No me di cuenta de lo grave que era el problema —admitió Minwoo tembloroso—. Estuve en estado de shock varios días cuando me declararon culpable y para entonces era demasiado tarde. No había nadie en el exterior que pudiera luchar por mí.

—Debe haber sido terrorífico para ti —dijo Hyungsik. Minwoo alzó los hombros, tembloroso.
Hyunsik, se situó a los pies de la cama. —No tenía ni idea, amado mío. Me siento como un auténtico bastardo.

—No lo hagas. Olvídalo. No te culpo por haber pensado lo peor. Muchas otras personas reaccionaron de la misma manera —le dijo—. Pero consumió muchos años de mi vida y no quiero perder más tiempo con ese asunto.

—Tarde el tiempo que tarde, restableceré tu buen nombre, te lo juro —aseveró Hyungsik con fiereza.

—¿Tan importante es para ti?

—Claro que sí. Eres mi esposo.



Hyungsik no se reunió con él en la cama hasta entrada la madrugada y Minwoo notó que no lo abrazaba como era su costumbre. De hecho, era la primera vez que dormían juntos que estaban tan separados como si ocuparan camas distintas. Cuando se despertó, a la mañana siguiente, Hyungsik ya no estaba y pensó que quizá fuera mejor así.

Aunque Minwoo no tenía ningún deseo de leer la noticia en los periódicos, sospechaba que Hyungsik leería cada palabra y sentiría la humillación en lo más profundo de su ego masculino. En consecuencia, se saltó el desayuno y pasó casi todo el día con Jaehyun, preocupándose por el futuro de su matrimonio. Al fin y al cabo, aunque él aceptara que había sido condenado injustamente, seguiría viviendo en un mundo en el que todos los demás creerían en la culpabilidad de su esposo. No estaba enamorado de él, así que no había una red de seguridad que los uniera si las cosas iban mal; no había amor en su relación.

Ya por la tarde, Hyungsik entró en la habitación, vestido con un traje de negocios negro y corbata dorada. Estaba muy guapo y más pálido y tenso de lo normal.

—He estado trabajando todo el día, pero sueles venir a verme al despacho, dulce. ¿Qué has estado haciendo?

Minwoo bajo los párpados para ocultar su mirada. Había perdido la confianza en que fuera a darle la bienvenida si iba a verlo. Además, varios miembros de su equipo habían volado al yate esa mañana, y todos debían haber leído la historia sobre el esposo convicto de su jefe. Se había sentido incapaz de enfrentarse a todos con una sonrisa de indiferencia forzada y había optado por esconderse. También había pensado que a él lo avergonzaría su presencia.

—Con Jaehyun…, había olvidado que te ibas a Seúl esta noche.

—Volveré en veinticuatro horas como mucho. No me gusta la idea de dejarte solo.

—Estoy bien —protestó Minwoo rápidamente.

—Por cierto, el artículo del periódico no era nada —Hyungsik encogió los hombros pero no lo miró a los ojos—. No te preocupes más de eso.

Pero Minwoo no podía evitar preocuparse. Culpable o no, se había convertido en un motivo de vergüenza para él. Su actitud reservada le indicaba que había sufrido un duro golpe. Tanto Jian como Wonwoo lo habían llamado esa tarde para demostrarle su lealtad.

Jian los había invitado a pasar un fin de semana en Bakhar, y Wonwoo se había ofrecido a pasar unos días en el yate con él. Minwoo le había dado las gracias pero había rechazado su oferta. Al día siguiente, Hyungsik telefoneó para decirle que estaría fuera más tiempo del que había pensado.

Cuarenta y ocho horas después, Minwoo encendió la televisión del dormitorio y se enfrentó al canal italiano de noticias que solía ver Hyungsik. Antes de que pudiera pasar a otro, la foto de su marido apareció en pantalla y su mano se detuvo sobre el control remoto. A continuación se vio a Seojoon saliendo de un hotel y a Hyungsik saliendo de lo que parecía el mismo edificio. No sabía suficiente italiano para entender el comentario que acompañaba a la filmación. Pero buscó en Internet y, aunque había pocos datos, lo que descubrió le dejó destrozado.

La noche anterior, Hyungsik había pasado un par de horas en el mismo hotel de Seúl que Seojoon, y lo habían abandonado por salidas distintas, obviamente intentando evitar que los descubrieran. Se mencionaba la posibilidad de un reavivamiento de su antigua relación, tras el divorcio de Seojoon y los problemas del matrimonio de Hyungsik tras haber sido revelado el pasado de su esposo.

Sonó el teléfono.

—¿Qué hacías en un hotel con Seojoon? —preguntó Minwoo, en cuando oyó la voz de Hyungsik.

—Los rumores maliciosos viajan a la velocidad de la luz —murmuró él con calma—. Estaré contigo dentro de una hora.

—No has contestado a mi pregunta.

—Tengo compañía, cariño.

Minwoo enrojeció al oír la aclaración. Los minutos siguientes se hicieron eternos. Dejó el dormitorio y fue al salón donde paseó de un lado a otro, intranquilo. Finalmente, salió a cubierta, donde el cielo azul empezaba a teñirse con un leve tono melocotón con la caída del sol.

No podía imaginar una vida sin Hyungsik, pero se preguntaba si él sentiría eso mismo con respecto a Seojoon. Una atracción fatal que él desdeñaba, pero a la que era incapaz de resistirse. Eso explicaría por qué se negaba a hablar de su ex prometido. Ni siquiera le había preguntado qué le había dicho Seojoon la noche antes de la boda.

Su corazón se desbocó cuando el helicóptero iniciaba el aterrizaje. Hyungsik bajó con el rostro serio.

—Por una vez, traigo buenas noticias —le dijo, ecuánime—. Esta tarde han arrestado a Nancy Do.

—¿En serio? —Minwoo lo miró atónito, era lo último que esperaba oír en ese momento.

—La policía obtuvo una orden de registro y encontraron algunas de las piezas de plata desaparecidas en su casa. La señora Do falleció el año pasado. Nancy empezó a vender las piezas hace unos meses, cuando le pareció que sería seguro. Pero, como ya sabes, Taehoon identificó un par de piezas y el rastro lo condujo directamente a ella.

—Cielos… —a Minwoo le temblaban las piernas y tuvo que sentarse en el brazo de un sofá—. Después de tanto tiempo, se descubre la verdad…

—Un marchante de antigüedades ha identificado a Nancy y su prima va a declarar en su contra, porque está furiosa de que le robara una gran parte de lo que debería haber sido una herencia compartida. Tengo a los mejores abogados trabajando en el caso. Tomará tiempo, pero están seguros de que podrás demostrar tu inocencia.

—No lo puedo creer —Minwoo se cubrió el rostro con las manos—. No sé cómo darte las gracias…

—Todo se debe a los esfuerzos de Taehoon. Él es el héroe. Si no hubieras intervenido, ya no trabajaría para mí. Yo no he hecho nada — declaró Hyungsik—. La prensa sensacionalista ya se ha hecho eco de la noticia. Una sentencia errónea es mucho más interesante para ellos que la noticia original. Seguramente te asaltarán con peticiones de entrevistas sobre tu experiencia en la cárcel.

—No, gracias —Minwoo hizo una mueca de horror.

—¿Cómo te sientes?

—Atónito —Minwoo titubeó—. ¿Y lo de Seojoon?

—No tuve más remedio que hacer un trato con él cara a cara — Hyungsik se pasó los dedos por el cabello—. Pero debería haber adivinado que tendría a periodistas preparados para realizar esas fotos en el hotel. Seojoon nunca desperdicia la publicidad gratuita.

—¿Qué clase de trato? —Minwoo lo miró interrogante.

—Banryoo está en Seúl recibiendo tratamiento contra la leucemia. No está nada bien —le dijo Hyungsik con voz pesada.

—Oh, cielos, ¡por fin te has puesto en contacto con tu hermano! —su rostro se ensombreció al captar el significado real de sus palabras—.¿Leucemia?

—Sus posibilidades son más o menos del cincuenta por ciento —  Hyungsik hizo una mueca—. No necesita el estrés añadido de un divorcio en este momento, así que lo compré.

—¿A eso te refieres con lo del trato? ¿Le diste dinero a Seojoon?

—A cambio de ciertas condiciones firmadas, selladas y legalizadas — Hyungsik sacó un documento de la chaqueta y lo desdobló—. A nuestra reunión en el hotel fui con un equipo de abogados. Lo hicieron muy bien. Habría pagado el doble.

—¿Qué condiciones? —Minwoo movía la cabeza como una marioneta, asombrada.

—Seojoon ha accedido a devolver las joyas de la familia que tiene en su posesión y concederle a Banryoo un divorcio tranquilo. También ha prometido no volver a acercarse a ti.

Minwoo abrió los ojos con sorpresa.

—¿Quieres decir que te molestó que me acorralara esa noche el club?

—¡Por supuesto!

—¿Y por qué no me lo dijiste?

Hyungsik lo miró con ojos oscuros como la noche y un leve rubor tiñó sus marcados pómulos.

—Me sentí muy culpable por lo sucedido, y la culpabilidad me enfureció. Te molestó antes de nuestra boda y casi arruinó el día…

—¿Cómo descubrió dónde iba a estar?

—El director del club le avisó.

—Sabía lo de Jaehyun.

—Pero no por mí —contestó Hyungsik, comprendiendo sus dudas.

—Seojoon me dijo que tú le pediste que se divorciara de Banryoo.

—Es mentira. Pero fue culpa mía que te convirtiera en el objetivo de sus dardos envenenados.

—¿Por qué iba a ser culpa tuya?

—Seojoon es como un buitre. Cuando intentó volver a mi vida, no lo desanimé tanto como debería haber hecho, y su vanidad pudo con él — reveló Hyungsik con desgana—. Su persecución me divertía. Fue antes de conocerte y no vi razón para no jugar con él, igual que él había hecho conmigo antes…

—¿Querías vengarte? —a Minwoo la desconcertó esa posibilidad que no había tenido en cuenta antes, y sintió un gran alivio al comprender que él no seguía interesado por el rubio.

—Nunca lo habría buscado —Hyungsik agitó una mano con desdén—, no me importaba lo suficiente. Pero me enfadé cuando se atrevió a insinuarse hace un año. No tuve que hacer nada para saldar viejas deudas… sólo quedarme quieto y ver cómo Seojoon tramaba y planeaba la manera de recuperarme.

—Pero era el esposo de Banryoo —Minwoo soltó un suspiro consternado.

—Seojoon va donde va el dinero, y en el momento en que Banryoo perdió el suyo, se convirtió en historia antigua. Él lo sabe tan bien como yo y creo que por fin ha superado su amor por él. ¿Qué clase de joven abandonaría a su marido en medio de una enfermedad como ésa?

—Uno despiadado…, la clase que pensé que tú admirabas.

—Él no me ganaría al ajedrez en un millón de años, delizia mia. No se le ocurriría decirme que me prohibía escalar el Everest porque es demasiado peligroso y podría perder la vida… por cierto, ya lo hice hace unos años. Es una suerte que disfrutara de algunas experiencias antes de conocerte, porque hay un montón de deportes arriesgados que te provocan crisis de ansiedad, ¿verdad?

Minwoo enrojeció. No se había dado cuenta de que su terror ante la idea de que le ocurriera algo resultara tan obvio. Hyungsik agarró sus manos y miró sus ojos.

—Seojoon me habría animado a practicar deportes peligrosos, porque habría disfrutado más como viudo alegre que siendo mi esposo. ¿Cómo has podido pensar que la deseaba cuando te tengo a ti?

—Tú y yo nos vimos precipitados a una relación. No estaba planificada… sobre todo Jaehyun —a Minwoo le tembló la voz—. Pero tú elegiste a Seojoon. Quisiste casarte con él.

—Diablos —suspiró Hyungsik, compungido—. Yo tenía veintiún años y él era el joven que mis amigos envidiaban. Creí que lo amaba. Era un niño, pero ahora soy un hombre y busco algo muy distinto en un esposo. Pero hasta que no te conocí no supe que quería…

—Sólo querías sexo —afirmó Minwoo con descaro.

—Puede que fuera así al principio, pero tú me enseñaste a querer otras cosas que ni siquiera sabía que necesitaba.

—¿Por ejemplo?

—Cosas normales como la risa, opiniones sinceras, discusiones…

—¿Necesitabas a alguien con quien discutir?

—Algo de oposición de vez en cuando me viene bien. Y las conversaciones inteligentes no relacionadas con joyas, ropa o dietas fueron muy bienvenidas, amado mío —reconoció Hyungsik—. Por supuesto, no me di cuenta de la joya que eras hasta que desapareciste durante siete meses y medio y supe lo que era echarte de menos.

Minwoo estaba encantado, al principio había creído que pretendía tomarle el pelo, pero reconocía la sinceridad que se ocultaba tras su tono burlón.

—¿Me echaste de menos?

—Y era demasiado tarde. Te habías ido. Si Seojoon hubiera jugado esa carta, habría reaparecido un par de semanas después, pero tú, en cambio, no volviste.

—En ese momento, me pareció lo mejor.

—Aún me aterroriza pensar en lo cerca que estuve de perderte. La fiesta en el yate fue un desastre. No… —gruñó Hyungsik cuando Minwoo liberó sus manos de un tirón—. Tienes que dejar que te lo cuente…

—No, ese tipo de cosas están mejor enterradas —Minwoo se apartó de él con rostro serio—. Ocurrió antes de nuestra boda y no es asunto mío.

—¡Ya, pero no dejas de utilizarlo en mi contra en cuanto surge la oportunidad! —Hyungsik se acercó y lo obligó a levantarse.

—¿Cuándo fue la última vez que lo mencioné? —gritó Minwoo.

—No has visto tu expresión crítica cuando pusiste los pies en este barco por primera vez…

—Tal vez tu conciencia te hizo imaginarla. ¡Suéltame!

—No. No me emborraché en esa fiesta para hombres. Ni siquiera besé a nadie. ¿De acuerdo? —declaró él—. Ocupabas mi mente hasta tal punto que era como si estuvieras conmigo. Eras la única persona a la que deseaba.



—Entonces no tenía buena opinión de ti —Minwoo, asombrado por la súbita confesión, dejó que lo llevara en brazos a su camarote.

Hyungsik lo depósito suavemente en la cama.

—Lo sé y me lo merecía, yo me lo busqué. Pero nunca volveré a tratarte así porque te quiero. Incluso si fueras un ladrón, seguiría casado contigo y sintiendo lo mismo.

—¿Te enamoraste de mí? —a Minwoo lo asombró la emoción que veía en su rostro.

—Seguramente la primera vez que te vi. Mi cerebro empezó a funcionar al revés. Me pasaba el día haciendo suposiciones sobre ti. El sexo fue fantástico, pero tú más. Mientras estuve en Noruega, mis amigos se reían del número de veces que te llamé.

—Sí, es verdad que llamaste —reconoció él.

—Y aunque lo del traslado a China te desagradara, era mi primer desafortunado intento de comprometerme en una relación que hacía en una década —arguyó él en su defensa.

—Me alegra que hayas utilizado «desafortunado».

—Y destrocé las posibilidades que me quedaban con la estúpida fiesta sólo para hombres. Pero me devastó no encontrarte. Entonces supe lo que sentía por ti. Por eso no hubo nadie más en todo ese tiempo…

—¿Nadie? —Minwoo ladeó la cabeza y lo estudió con los ojos muy abiertos—. ¿Ni una pareja en todos esos meses?

—Considéralo mi castigo por haberte obligado a acostarte conmigo aquella noche. No he estado con nadie desde que te conocí, y estoy muy orgulloso de ello —sonrió avergonzado y a Minwoo le dio un vuelco el corazón—. Es verdad que te pedí que te casaras conmigo en un momento en el que estabas vulnerable. Lo hice a propósito. Sabía que no me sentiría seguro hasta que no fueras mi esposo. Habría hecho cualquier cosa por ponerte ese anillo en el dedo.

Minwoo sonreía, halagado por su confesión.

—¿Así que lo que te disgustaba era el jaleo de la boda, no el hecho de casarte conmigo?

—¿Eso fue lo que pensaste? —Hyungsik hizo una mueca—. No lo dije con esa intención, dulce mío. Pensaba que podía hacerte feliz…

—Y lo hiciste.

—Pero seguí cometiendo un error terrible al no creerte. Me siento muy culpable por eso.

—Es cierto que tienes tus defectos, pero te quiero de todas formas, puede que incluso más por ellos. No sé si podría soportar que nunca hicieras nada malo, pero no lo consideres una invitación para dejar el buen camino —una sonrisa luminosa curvó sus labios rosados—. Porque ya lo sabes… esas fiestas para hombres…, no pienso perdonar cosas así…



Él se arrodilló sobre la cama y lo besó con tal pasión que se le saltaron las lágrimas de pura felicidad.

—Además, un buen marido debe reservar su energía para su esposo — Minwoo le soltó la corbata.

—¿Cómo diablos conseguiste enamorarte de mí? —Hyungsik se quitó la chaqueta y la camisa con entusiasmo.

—Eres irritante, pero muy guapo, sexy, divertido… —Minwoo extendió las manos sobre su pecho con admiración y lo miró con ojos brillantes y llenos de cariño—. Tengo que confesar que me encanta ganarte al ajedrez…

Hyungsik apoyó su cabeza sobre la almohada y lo besó hasta dejarlo sin aliento. Su entusiasmo fue muy bien recibido.




Casi tres años después, Minwoo daba los últimos toques a su peinado. En menos de una hora, cualquier persona digna de mención estaría en el palacio Zea. Park Hyungsik celebraba lo que ya se auguraba la fiesta del año.

Se había admitido que había habido un error judicial en la condena de Minwoo y todos los cargos habían sido anulados y borrados de su expediente. El juez que dictaminó en su caso había sido amonestado. Había tenido el apoyo de un excelente equipo legal, que había tenido que luchar largo y tendido para conseguir ese resultado, a pesar de que Nancy Do finalmente había reconocido haber colocado la jarrita en su bolso.

Irónicamente, Nancy Do ya había cumplido su condena y recuperado la libertad para cuando Minwoo consiguió limpiar su nombre. Pero a Minwoo no le había importado. Le bastaba con que por fin se supiera la verdad. Cuando recibiera la compensación económica por su injusta estancia en la cárcel, iba a donarla a una sociedad benéfica que ayudaba a ex presidiarios a reintegrarse en la sociedad y encontrar trabajo.

Por fin estaba consiguiendo dejar atrás su pasado. Estaba recuperando poco a poco la confianza y extroversión que una vez habían formado parte de su carácter. Y lo más importante para ello era su felicidad.

Joonyoung y Taehoon habían celebrado recientemente su segundo aniversario. Joonyoung era appa de un niño de seis meses, un acontecimiento que había sorprendido y deleitado al joven, que había creído ser demasiado mayor para quedarse embarazado.

Banryoo se había recuperado de su enfermedad y empezaba a tener citas. Hyungsik iba reforzando poco a poco los vínculos con su hermanastro y lo había puesto al frente de una de sus empresas. Seojoon había cobrado la pequeña fortuna que le ofreció Hyungsik para luego convertirse en el cuarto esposo de un egipcio fabulosamente rico. Se decía que, igual que Cleopatra, se bañaba en leche y miel.



Minwoo había pasado gran parte de sus primeros dos años de matrimonio en Seúl, para poder ir a clase y completar los estudios empresariales que estaba realizando cuando conoció a Hyungsik. Kim Wonwoo se había convertido en uno de sus mejores amigos. De vez en cuando, Hyungsik y Minwoo visitaban a Sang y Jian en Bakhar, junto con Wonwoo y Mingyu. Todos sus hijos se conocían y hacían buenas migas.

Minwoo se puso un colgante y un pendiente de diamante que captaban la luz con cada movimiento. Eran el regalo de cumpleaños de Hyungsik. Fue a darle las buenas noches a Jaehyun, seguida por Fenix, su gato siamés. Fénix se había convertido en su sombra y casi había llenado el vacío dejado por su predecesor, Rosso.

Minwoo apoyó una mano en la leve curva de su vientre, pensando que pronto habría una adición a la familia. Estaba deseando darle la noticia a Hyungsik.

—Me encanta como luces —dijo Hyungsik, letalmente guapo con su esmoquin, reuniéndose con él en la escalera—. El dorado es tu color. ¿Está dormido Jaehyun?

—Sí, no lo molestes —aconsejó Minwoo—. Empezará a quejarse del chico de Wonwoo otra vez.

—¿No es así como eres tú conmigo, delizia mia? —preguntó Hyungsik, llevándolo a un rincón oscuro.

—Sólo cuando te conocí —rió Minwoo—. He madurado mucho desde entonces…

—Así que ¿no eres el joven que me colgó el teléfono la semana pasada porque no llegaría a tiempo para la cena?

Minwoo se sonrojó y se removió en sus brazos.

—Bueno, eso fue una excepción y estaba equivocado…

—Puedes volver a colgarme el teléfono cuando quieras. Soy duro como el granito —dijo Hyungsik, poniendo una mano en su cadera y atrayéndolo hacia su cuerpo—. Y me pediste disculpas de manera muy agradable esa noche, en la cama.

Minwoo se puso rojo hasta la raíz del cabello.

—Te quiero, Park Minwoo —dijo Hyungsik, mirándola con aprecio—. Jaehyun y tú son el sol de mi vida…

—Y pronto tendrás que compartir ese sol —le dijo Minwoo juguetón, queriendo darle la noticia antes de que se reunieran con los invitados.

—¿Te refieres a que Fenix, el gato más mimado, por fin conseguirá pareja?

—No, ¡estoy embarazado! —exclamó Minwoo, burbujeante de alegría.

—Eres un joven increíble —dijo él con una cálida sonrisa de satisfacción.

—Me alegra que lo pienses.

Minwoo rodeó su cuello con los brazos. Cuando por fin salieron de entre las sombras se lamentaba de que iba a tener que acicalarse de nuevo. Pero se reía y él contemplaba su rostro con la intensidad de un hombre muy enamorado. Tardaron un rato en reunirse con sus invitados…



Fin




***

Primero que todo, disculpen la tardanza con el capítulo, la verdad con las fiestas, mi montaña rusa anímica, no daba para subirlo. 

Terminó la serie de mis niños preciosos... aunque algunas cofcofcofcomadrescofcofcof no lo crean así *.*. Gracias a todas las que llegaron hasta el final y disfrutaron de éstas historias.

Les deseo de corazón un prospero año nuevo, lleno de bendiciones y momentos compartidos con sus seres querido. Recuerden somos personas especiales, cada una es única y siempre tendremos a alguien que nos quiere incluso más que nosotros mismos. Somos personas valiosas, no nos olvidemos de ello.

¡¡¡¡NOS LEEMOS!!!!



1 comentario:

  1. Ahhh que lindos!!!
    Al fin se supo la verdad, que bien que todo terminó excelente para todos!!!! 😎
    Gracias por tus historias!!
    Feliz año para ti también!!! 😍

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...