Seductores I -2



En la recepción del lujoso hotel donde iba a celebrarse la recepción, Jian leyó en un cartel que sólo se podía acceder con invitación. Pagó un precio desorbitado por un refresco con aspecto de agua para poder sentarse en el recibidor del hotel. Se abrió una puerta de dos hojas para que pudiera salir un hombre en silla de ruedas y Jian pudo ver dentro de la habitación a un hombre alto y fuerte.
Sintió que el corazón se le paraba como si lo hubieran lanzado al aire sin avisarle antes. Era Sang y había algo tan dolorosamente familiar en el orgulloso perfil de su oscura cabeza que se puso en pie sin siquiera ser consciente de ello. Era increíblemente guapo. Recordó los días en que inocentemente pensaba ser artista cuando había dibujado su rostro una y otra vez, obsesionado con cada detalle de sus rasgos.
Estaba rodeado por un círculo de gente. Deseaba que se diera la vuelta y lo mirara en el mismo momento en que vio una delicada mano que se apoyaba en su brazo. Por un instante, le pareció increíble no haber reparado en el joven moreno que le sonreía con confianza. Pensó que había censurado esa parte de su visión porque sólo quería ver lo que podía manejar. La última vez que había visto a Sang en carne y hueso había sido hacía cinco años y también había estado con otro joven, algo que había añadido una dosis extra de humillación a su ya doloroso sentimiento de rechazo.
En ese momento, como entonces, el orgullo y la rabia salieron en su auxilio. Justo cuando volvió a conseguir poner los ojos en él, Sang se dio la vuelta y miró en su dirección. Su mirada aguda y negra se detuvo sobre él. En su rostro no se movió ni un músculo. Pareció no haberlo visto, como si él no existiera, y después su visión se interrumpió cuando la puerta se cerró de nuevo.
Conmocionado por la falta de reacción, Jian se quedó pálido como la muerte. Volvió a la recepción y preguntó si podían darle un mensaje al príncipe Sang. Esperó mientras deliberaban, pero los minutos transcurrían y nadie le daba una respuesta. Volvió a sentarse sintiendo un hambre repentina; no había comido nada desde por la mañana. Pero no tenía otra opción que esperar. No podía marcharse mientras le quedara una pizca de esperanza de que él pudiera responder a su petición de tener una reunión.
Pasaron casi tres horas antes de que Sang decidiera marcharse. Varios hombres salieron del salón de baile y formaron una línea de guardia antes de que Sang apareciera. Su acompañante casi tenía que correr para mantener su paso. Jian nunca hubiera podido atravesar el cordón de seguridad que mantenía a los simples mortales alejados de su real presencia. Vio los destellos de las cámaras de los paparazis y oyó las preguntas que gritaban, pero Sang los ignoró y bajó las escaleras.
—¿Joven Wang?
Un hombre mayor le tendió una tarjeta, hizo una ligera reverencia y salió por la puerta.
Parpadeando por la sorpresa, Jian miró con detenimiento la tarjeta. En ella, había una dirección y una hora de la tarde del día siguiente. Respiró tembloroso. Sang le estaba dando la oportunidad de que le explicara la situación de su familia. Pero si no hubiera esperado todas esas horas como un humilde mendigo reclamando la atención de su alteza real, no habría conseguido la audiencia. Sintió que volvía la rabia; reconoció cómo Sang lo hacía sufrir; primero el látigo, después el premio, pero sólo si se exhibía la humildad adecuada.

Recostado en la comodidad de su limusina, Sang pensó en Wang Jian desafiantemente vestido con esas ropas que a él nunca le habían gustado. ¿Por qué se vestía de ese modo? No mermaba en absoluto su belleza natural.
Sang había disfrutado manteniéndolo a la espera. Sabía la clase de persona que era y no cedería ni un ápice cuando tratara con él. La verdad era que ser rudo le salía de modo natural, mucho más fácil que ser tierno o contenido. Mientras se entretenía recordando a Jian, descubrió que la sensación de poder ilimitado era un potente afrodisíaco. El moreno que tenía a su lado le apoyó una estilizada mano en el muslo. Sang apretó el botón que oscurecía las ventanillas…

Al día siguiente Jian estaba sentado envarado en  el  atestado  autobús  que  lo llevaba a su destino, se esforzaba por controlar sus  nervios.
Desgraciadamente, cada vez que recordaba cómo Sang lo había ignorado en el hotel, una sensación de haber sido tratado injustamente crecía en su interior. ¿Qué había hecho para merecer ese trato? Después de todo, la situación no era como si él hubiera sabido que su appa le había pedido en su momento ayuda económica. Se llevó las frías manos a las mejillas ardientes como si así pudiera aplacar la vergüenza que esa idea había despertado en él. Lo desagradable de la situación lo tenía destrozado.
Star Empire ocupaba un enorme y moderno edificio de oficinas. Subió al último piso en un ascensor de cristal. En la sala de espera, respiró hondo con desesperación. Por un momento pensó que no sería capaz, que no podría pedirle tiempo y comprensión a un tipo que en su momento le había roto el corazón y destrozado su autoestima.
—Joven Wang… por  aquí.
Jian cuadró los hombros y siguió al asistente personal. Entró en una enorme oficina vacía. Apenas se había cerrado la puerta tras él cuando se abrió otra al fondo de la sala y entró Sang.
El salvaje impacto de su físico lo golpeó como una ola que se llevó con ella cualquier pensamiento racional. Su fabuloso traje negro de raya diplomática rezumaba estilo y enfatizaba la anchura de sus hombros, la estrechez de sus caderas y la longitud de sus piernas. Sintió que el corazón le latía frenético.
Al encontrarse con sus ojos encontró difícil seguir respirando. Fue como un salto atrás en el tiempo y su respuesta fue inmediata: se le secó la boca y todo su cuerpo se tensó, fruto de la anticipación. Habían pasado cinco largos años desde que había experimentado por última vez esa desasosegante sensación en la parte baja del vientre, y se sintió profundamente alterado.
Tras mirarlo durante un instante, Sang se detuvo al lado de su mesa. El largo abrigo negro de cuello alto se convertía en un marco dramático para la delicada perfección de su piel de marfil. Casi divino, pensó con cinismo, consciente de la pureza de su aspecto. Naturalmente conocía el efecto de su deslumbrante belleza. Evidentemente esa aura de inocencia era una fachada pensada para volver locos a los hombres. Él lo sabía mejor que nadie.
—Gracias por recibirme —dijo Jian casi sin aliento decidido a demostrarle que tenía mejor educación que le que había demostrado él en el hotel.
—Me ha podido la curiosidad —reconoció Sang perezoso.
Miró las largas pestañas color miel que vibraban sobre los asombrosos ojos negros, el ligero mohín de su rosado labio inferior. Tenía que reconocer que era exquisito. Unos centímetros más y habría rivalizado con cualquier modelo. Cinco años antes, había tenido un excelente gusto, al menos en lo referente a la apariencia. Se preguntó si Jian se atrevería a decirle que no y la sola idea hizo que la excitación le llegara hasta los genitales. Apretó los dientes conmocionado por esa instantánea reacción sexual. No había pensado en que seguiría teniendo esa respuesta ante su presencia cuando su fuerte autodisciplina iba en dirección contraria a esa debilidad.
A fuerza de no mirar directamente a Sang, Jian recuperó la concentración y fue directamente al asunto que lo había llevado allí.
—No tenía ni idea de que mi appa te había pedido dinero prestado cuando salíamos. Si lo hubiera sabido en ese momento, habría evitado que te vieras envuelto en los problemas de mi familia.
Sang estuvo tentado de echarse a reír a carcajadas ante semejante afirmación inverosímil. Caminó hasta una ventana. Pensó que su alegato de ignorancia era una prueba más de su viejo hábito de reclamar siempre ser inocente o tener una explicación razonable para justificar sus acciones. Parecía que el leopardo no había cambiado las manchas de su piel. Nunca era nada era su culpa.
Jian se acercó un poco ansioso por dar todas las explicaciones posibles antes de que él dijera nada.
—Mi appa no debió pedirte nada, pero tú no deberías habérselo dado —dijo en tono de disculpa—. ¿Cómo demonios creías que iba a ser capaz de devolverte semejante cantidad de dinero? ¿Por qué, al menos, no me dijiste a mí lo que pensabas hacer antes de hacerlo?
Sang se dio la vuelta para mirarlo cara a cara. Había ido demasiado lejos con esa última pregunta. Una sonrisa sardónica se dibujo en su hermosa boca.
—Seguramente eso no era parte de tu plan.
Jian enarcó las cejas en un gesto de confusión.
—¿Plan? ¿Qué plan? No sé de qué me hablas.
Sang lo observó fríamente y tuvo que reconocer que era realmente convincente. Esa expresión de perplejidad en sus ojos habría convencido a la mayor parte de los hombres de que estaba diciendo la verdad. Por desgracia para él, las experiencias pasadas lo habían blindado contra las mentiras que pudiera decir para despertar su compasión.
El silencio resultaba claustrofóbico a Jian. No entendía qué había hecho mal ni por qué él no decía nada, por qué en los ojos de Sang brillaba el desprecio.
—¿Por qué me miras así?
—Me deja perplejo que te atrevas a aparecer ante mí y criticarme por ser generoso con tu familia. Podría ser una argucia con algunos hombres, pero a mí me ofende.
Aquel frío tono hizo que Jian sintiera un  escalofrío.
—No estoy negando tu generosidad y no tengo ninguna intención de ofenderte ni de ser desagradecido por haber dejado ese dinero. Pero mi appa no tenía posibilidades de devolvértelo y eso debería haber hecho que te lo pensaras dos veces.
—A tu appa se le dio la posibilidad de pagar una renta.
Jian se dio cuenta de que la reunión iba realmente mal y temió estar permitiendo que su orgullo personal y animosidad se interpusieran en su objetivo de conseguir aclarar las cosas.
—Han cambiado muchas cosas en nuestras vidas en los últimos cinco años, Sang. Mi padrastro se marchó. Durante una temporada vivimos en el caos. Creo que mi appa ahora sufre…
—Para —ordenó cortante Sang—. No necesito escuchar historias lacrimógenas. No somos personajes de un serial, tampoco tenemos una relación personal. Estamos hablando de negocios. Esos son los límites…
La reprimenda encendió las mejillas de Jian.
¿Historias lacrimógenas? ¿Así era como había interpretado sus referencias a los apuros de su familia cinco años atrás? ¿Cuando había confiado en él, lo había interpretado como una petición de compasión?
¡Ni una sola vez le había dicho nada de la escasez de dinero que había en su casa! Lo mismo que se había sentido demasiado avergonzado para contarle que su padrastro era un maltratador y que, además, tenía antecedentes penales.
—Sí, lo entiendo, pero…
—No me interrumpas cuando estoy hablando, es de muy mala educación —dijo Sang sin dudar.
—Sólo estaba tratando de explicarte la situación de mi appa y por qué ha dejado que las cosas lleguen hasta este punto —molesto por la llamada de atención, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no rebatirlo.
Mantener la cabeza fría era muy difícil cuando Sang se estaba comportando como un extraño. Era realmente difícil creer que alguna vez había sido otra cosa. Su coreano se había vuelto mucho más normativo y sus maneras con él eran terriblemente frías y distantes.
Nunca había sido tan consciente de su origen y su bagaje real. Recordar, además, el daño que una vez le había hecho no contribuía en nada a estabilizar sus emociones.
—Las circunstancias personales de la señor Chen son irrelevantes —afirmó Sang—. Han pasado cinco años. No ha habido ni un intento de afrontar un solo pago del crédito, no se ha pagado la renta ni una vez. El informe habla por sí mismo.
Mientras Sang le recordaba la vergonzante realidad, el rubor iba cubriendo el rostro de Jian.
—Reconozco que mi appa ha manejado todo esto realmente mal, pero por desgracia yo no sabía hasta esta semana que tú eras el dueño de la casa y que le habías dejado dinero.
Tras esa afirmación, el gesto de Sang se volvió realmente severo.
—¿Otra excusa inverosímil? Es difícil de creer que pienses que el mismo timo puede funcionar dos veces.
—¿Timo? —repitió Jian con una risa incierta—. ¿Qué timo?
—¿Te crees que hace cinco años no me daba cuenta de que te estabas aprovechando de nuestra relación? Era un timo montado para que tuviera compasión de ti y así me pudieras sacar dinero. Me ablandaste con tus historias mezcladas con lágrimas; después, tu appa me rogó que os protegiera a ti y a tus hermanos de que el diablo de tu padrastro os dejara en la calle y sin blanca.
Jian lo miró horrorizado.
—¡No puedo creer que pienses eso de mi appa y de mí! Siempre te he dicho la verdad. No he tratado de sacarte dinero!
—¿Qué has hecho si no? No te hagas el sensible y refinado. ¿Por qué no miramos los hechos? Cuando te conocí, trabajabas en un club y bailabas en una jaula.
Los ojos negros brillaron con el color de la parte más caliente de una llama. La ira se incrementaba tanto en su interior que apenas podía respirar. Cerró las manos y apretó los puños.
—Me  pregunto  a  dónde  querrás  llegar  para  sacar  ese   asunto. ¿Desde cuándo trabajar en un bar es lo mismo que ser prostituta? No era un striper. Sólo he bailado en una jaula una vez en mi vida un par de horas y tú nunca me vas a permitir que lo olvide —se acercó a él furioso—. No debería haberme relacionado contigo. ¡Has sido perjudicial para mí desde el principio!
—El pasado no es el tema de la conversación…
—¿Excepto cuando tú lo decides?
Jian estaba furioso por la humillación que suponía que el desagradable episodio de la jaula volviera a salir cinco años después y por que Sang actuara como un extraño. Sang, pensó de pronto, no había cambiado ni una pizca. Tenía la habilidad de recordarle siempre los peores momentos de su vida.
—¡No soy una persona inmoral, ni deshonesto, ni codicioso y no lo he sido jamás!
Sang estaba ligeramente sorprendido al comprobar que disfrutaba de aquello. Él era el único joven que se había atrevido a levantarle la voz y a discutir con él. En su momento, ese trato lo había irritado profundamente, pero en ese momento tenía que reconocer que le gustaba por la novedad y la debilidad que suponía. Con autodisciplina absoluta, alzó una ceja y preguntó en tono de broma:
—¿Es así?
—Por supuesto que es… —Jian se pasó una mano temblorosa por unos mechones de cabello que le habían caído a la frente—. Por alguna razón has construido todo un desagradable escenario que nunca existió. Nunca ha habido ningún plan para sacarte dinero.
—Así que… ¿Por qué, en tu experta opinión, me he gastado medio millón de wons desde que te conozco?
Cuando Sang mencionó la suma, la consternación dejó a Jian sin respiración y sin carácter.
—¿Medio… millón de wons? —dijo en un susurro tembloroso.
—La venta de la casa, al menos permitirá recuperar parte de las pérdidas porque al menos se ha revalorizado —dijo Sang con una tranquilidad que Jian consideró terrorífica—. Pero asumo que la renta no se pagará nunca y el préstamo…
—No puede ascender todo a medio millón de wons —musitó Jian conmocionado.
—Y a más. Ésa es una estimación conservadora —dijo seco  Sang—. Me sorprende que todavía no conozcas la suma exacta. Creo recordar que tenías una cabeza para los números mejor que una calculadora.
El tono de la afirmación había sido suave, pero Jian pudo reconocer el velado insulto que se ocultaba en él.
—No he tenido acceso a toda la documentación.
—En tu papel de espectador inocente, es lo natural —dijo   Sang—. Da lo mismo, pienso reclamar la totalidad de la deuda.
Al darse cuenta de que la situación se le escapaba de las manos, Jian sintió pánico.
—No deberías. Si nos pudieras dar más tiempo…
—¿Hasta el milenio que viene?
—¿Por qué tienes una opinión tan mala de mí? —dijo Jian con frustración—. Después de esto, entiendo que mi appa te parezca un aprovechado, pero si no me dejas que te explique por qué…
—Ciñámonos a los negocios —dijo Sang con  frialdad.
—De acuerdo. En un año espero estar completamente cualificado para ser contable.
Sang alzó una ceja sorprendido.
—¡Qué novedad! Cuando estabas conmigo, sólo hablabas de ser artista.
Tuvo en la punta de la lengua decirle que la necesidad de ganarse la vida y ayudar a su appa a sacar adelante a sus hermanos le había hecho abandonar ese proyecto. Había tenido que dejar la escuela de Bellas Artes y buscarse un trabajo, pero era un sacrificio del que no se arrepentía.
—Podré ganar un salario decente y empezar a pagar lo que te debemos —dijo Jian con una urgencia que dejó entrever lo profunda de su preocupación.
—Hay un dicho: más vale pájaro en mano que ciento volando. Las promesas no me interesan. Si no tienes nada más concreto que ofrecer, no sé para qué has hecho tanto esfuerzo para tener esta reunión —dijo Sang suave y frío como la seda—. Al menos, si no te hubiera conocido podría haberme quedado con la duda. Conociéndote como te conozco, sin embargo, sospecho que esperabas poder usar tu atractivo sexual como moneda de cambio.
Jian estaba tan sorprendido por la injusta acusación que abrió la boca y la volvió a cerrar. La indignación hacía brillar sus ojos.
—¿Cómo te atreves siquiera a sugerir algo así?
—Pero si eso es lo que haces. Hace cinco años tuviste mucho cuidado de negarme tu cuerpo y jugar la carta de virgen para mantenerme interesado.
Mientras absorbía esas palabras, Jian respiró tan profundamente que se sorprendió de no arder espontáneamente delante de él.
—Así que eso es lo que tú llamas ceñirse a los negocios…
La miró directamente a los ojos.
—Yo fui un asunto de negocios, al menos en lo que a ti respecta. Quisiste sablearme.
—¡Esto es indignante! —dijo con la respiración entrecortada.
—Pero cierto, sin embargo, y si no has venido para resolver lo de la deuda o al menos una parte sustancial de ella, ¿a qué has venido entonces? —preguntó Sang con sequedad.
Jian apretó los puños al ser consciente de que lo había arrinconado y lo había dejado sin escapatoria. Si le decía la verdad y reconocía que esperaba despertar su compasión explicándole la situación de su appa, le daría la razón en lo de que recurría a historias lacrimógenas en su propio provecho. Apretó los dientes y dijo:
—Esperaba que nos dieras más tiempo para pagar.
Sang caminó hacia él con una gracia que le recordó que lo primero que había notado en él era lo excitantes que eran sus movimientos. Al recordarlo, un estremecimiento traidor le bajó hasta el vientre.
—¿En qué te basas para pedirme más tiempo? —silabeó Sang—. Soy un hombre de negocios. Si no puedes reunir el dinero ahora, hay muy pocas posibilidades de que puedas hacerlo en el futuro.
—¡No te has comportado como un hombre de negocios cuando has comentado que no me acosté contigo hace cinco años! —dijo de pronto Jian, decidido a jugar la partida en los términos de él—. Estás totalmente predispuesto contra mí!
Sang se acercó un poco más. Era mucho más alto que él, y Jian se sintió intimidado por su proximidad.
—No pierdas el tiempo tratando de apartarme del tema. Te lo vuelvo a preguntar: ¿por qué estás aquí?
Un leve aroma a sándalo llegó a la nariz y la garganta de Jian y eso le hizo caer en una espiral de recuerdos. Estaba tratando de evitar encontrarse con sus ojos, pero podía sentir su mirada, y era como si el calor palpitara donde se detenía la mirada de él. Sintió una pesada languidez que se instalaba en sus miembros inferiores, se enroscaba en su vientre y enviaba señales de deseo a su entrepierna.
—Por Dios, sabes perfectamente por qué estoy aquí —arguyo casi sin respiración.
Tan cerca de él se sentía dominado, así que dio un paso atrás.
Sang estaba decidido a dejar al desnudo sus pretensiones de manipularlo. Redujo la distancia entre ambos.
—Desde mi punto de vista, parece que te has acercado a mí sin nada que ofrecer excepto a ti mismo.
Un rubor caliente cubrió las mejillas de Jian mientras empezaba a alzar la mirada. Era tan consciente de la fuerza de él que siguió apartándose sin ser consciente de lo que estaba haciendo.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —preguntó una octava más alto.
—No creo que seas así de ingenuo.
Jian lo miró con los  ojos  brillantes.
—¿Estás tratando de decir que yo iba a ofrecerte… sexo? —dijo en un jadeo.
Sang sintió que se estaba divirtiendo ante la representación de virgen ofendida que estaba haciendo a la perfección.
—En ausencia de otra opción, ¿qué queda si no?
Ante la crueldad de la confirmación, Jian sintió una oleada de ira y trató de abofetearlo, pero su víctima fue más rápida y lo agarró de la muñeca antes de que llegara a su objetivo.
—No… ¡No tolero las rabietas!
—¡Suéltame! —gritó Jian en un ataque de furia al sentir que había sido insultado y no había podido dar una respuesta.
—No hasta que te tranquilices —dijo Sang sin soltarle la muñeca.
Estaba enfadado, pero al mismo tiempo empezaba a experimentar una oscura excitación interior. Un deseo de lo que una vez le había sido negado, se dijo a sí mismo. ¿Por qué tenía que autocensurarse por lo que no era más que un impulso natural? Tenía una libido poderosa y Jian era un joven hermoso. Sólo setenta años antes, su abuelo había disfrutado de un harén de concubinas. Por un segundo, Sang se permitió imaginar cómo sería tener a Jian a su entera disposición a cualquier hora del día. Para él solo. Las imágenes que acudieron a su cerebro fueron tan evocativas que le costó un gran esfuerzo apartarlas.
—¡He dicho que me sueltes! —Jian estaba tan alterado por que lo sujetara como si fuera un niño desobediente, que intentó darle una patada.



2 comentarios:

  1. O_____O
    Estos dos tienen una confusión enorme!!!!
    Ahhhh

    ResponderEliminar
  2. primnera historia que leo en que Sang trata mal a Jian, normalmente simpre son una pareja dulce....esta interesante

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...