Pasión Nocturna (DH8) - 4




Siwon bajó por la hermosa escalera de cerezo que conducía a un pequeño rellano. Frunció el ceño ante la etiqueta de “Riesgo biológico” que estaba justo donde Heechul había dicho. Giró hacia la izquierda, donde dos puertas francesas, a las que les vendría bien un arreglo, llevaban hacia un pequeño comedor. Dentro había una vieja mesa campestre marrón y blanca y sillas de respaldo alto que, en algún momento, habían estado en mejores condiciones.
Las paredes estaban pintadas de un blanco brillante, las persianas negras habían sido cerradas por él, para bloquear la luz del sol. Y un aparador negro estaba ubicado contra la pared más lejana. La parte superior estaba atestada de fotos y platillos de colección, pero lo que lo sorprendió fue una foto de 8 x 10 en el centro del aparador, de quien parecía ser Heechul en un traje de novio, junto a un hombre cuyo rostro estaba cubierto por una pequeña foto recortada de la cabeza de Russell Crowe.
Se estiró para quitar la foto.
—Allí estás —dijo Heechul detrás de él. Siwon se quedó duro inmediatamente.
—¿Estás casado? —preguntó.
Él frunció el ceño, hasta que vio la fotografía.
—Oh, por Dios, no. Ese es mi hermano Leeteuk en su boda. La bebé en la foto de al lado es su hija, Sora.
Siwon estudió la foto de la boda.
—¿Tienes un hermano gemelo?

—Sí.
—¿Y por qué tu hermano está casado con Russell Crowe?
Heechul rió.
—Ah, es una broma para mi cuñado, el santurrón y proselitista.
Él lo miró con picardía.
—Veo que no le tienes afecto.
—En realidad, lo quiero a morir. Es realmente bueno con mi hermano y mi sobrina, y es verdaderamente adorable a su propio modo. Pero, como tú, se toma a sí mismo demasiado en serio. Ustedes deberían relajarse y disfrutar más. La vida es demasiado corta… bueno, quizás no para ustedes, pero para el resto  de nosotros, mortales, lo es.
Siwon estaba fascinado por este joven que debería provocarle repulsión. Era vulgar y rústico y, aún así, era divertido y encantador del modo más inesperado.
Él dejó caer una pequeña lata roja sobre la mesa, de la cual sobresalía una cuchara de plástico entre lo que parecía ser una especie de macarrones y salsa marinara.
Siwon frunció el ceño.
—¿Qué es eso?
—Ravioles.
Él arqueó una ceja.
—Eso no son ravioles.
Heechul observó la comida.
—Bueno, está bien. Son Carnarrones. Mi sobrina llama ravioles a cualquier cosa que venga en estas pequeñas latas para calentar en el microondas. —Apartó una silla para él—. Come.
Siwon estaba horrorizado por lo que le estaba ofreciendo.
—¿Perdón? En realidad no esperas que coma eso, ¿verdad?
—Bueno, sí. Dijiste que querías algo italiano. Es italiano —Levantó la lata e indicó la etiqueta—. Mira. Chef Boyardee. Él sólo hace las mejores cosas.
Siwon jamás había estado tan pasmado en toda su vida. Seguramente, él estaba bromeando.
—No como en tazones de papel y con cubiertos de plástico.
—¡Bueno, bueno, Sr. Presumido!. Lo siento si te ofendí, pero aquí en el planeta Tierra, el resto de nosotros los plebeyos tendemos a comer lo que esté a mano, y cuando nos dan algo, no lo cuestionamos.
Heechul cruzó los brazos sobre su pecho mientras él se quedaba duro como una piedra. Si las miradas pudiesen matar, su pobre tazón de Carnarrones estaría hecho pedacitos.
—Me retiraré hasta el anochecer.
Hizo una majestuosa inclinación con la cabeza antes de dirigirse de regreso a las escaleras.
Heechul se quedó boquiabierto mientras él se iba. Realmente estaba ofendido, y muy dentro, herido. A esto último no le encontraba ningún sentido. El era quien debería sentirse insultado. Recogiendo los Carnarrones, suspiró, tomó un bocado y regresó a la cocina.

Siwon cerró cuidadosamente la puerta de la habitación de Heechul, cuando lo que en verdad quería hacer era dar un portazo. Pero la nobleza no andaba a los golpes dentro de la casa. Eso era para los plebeyos. Los nobles mantenían sus emociones bajo un prudente dominio.
Y no se sentían heridos por la opinión de burdos jóvenes sin refinamiento que los insultaban. Había sido un tonto por pensar siquiera un momento que él…
—No necesito agradarle a nadie —murmuró en voz baja.
Había vivido toda su vida sin que a nadie le importara un comino. ¿Por qué debería cambiar ahora?
Y aún así, no podía acallar a esa diminuta parte que anhelaba que alguien tuviera un comentario bondadoso hacia él. Un simple, “dile a Siwon que le mando saludos”. Sólo una vez en su vida…
—Estás siendo un tonto —se gruñó a sí mismo.
Mejor ser temido que querido. Las palabras de su padre resonaron en sus oídos. La gente siempre traiciona a quien quiere, pero jamás a alguien a quien verdaderamente teme.
Era cierto. El temor mantenía a raya a la gente. Él, más que nadie, sabía eso. Si sus hermanos le hubiesen temido…
Siwon dio un respingo ante el recuerdo, y fue a sentarse en la silla de director de cine que estaba en una esquina de la habitación.
Estaba ubicada junto a una biblioteca que poseía una amplia variedad de novelas. Mientras Siwon se estiraba para alcanzar un libro sobre la antigua Roma, su mirada recayó sobre el cesto de basura junto a la silla. Era grande, como los que la mayoría de las personas tenían en la cocina, pero lo que llamó su atención fue el pedazo de manga negra que asomaba bajo la tapa. Abriéndolo, encontró su camisa y su abrigo.
Su ceño se profundizó aún más mientras los extraía. Aún estaban cubiertos de sangre y desgarrados. Metió un dedo por el tajo en la espalda, donde el Daimon lo había cortado con una espada.
Pero él estaba vistiendo su…
Siwon se puso de pie y se quitó su suéter de seda. Era Ralph Lauren, idéntica a la que llevaba la noche pasada. Había una sola explicación.
Heechul le había comprado ropa nueva.
Fue hacia el armario y examinó el abrigo. No fue hasta entonces que notó que los botones eran de un tono cobre ligeramente diferente. Aparte de eso, era una copia exacta.
No podía creerlo. Sólo el abrigo le había costado mil quinientos dólares. ¿Por qué haría Heechul algo así?
Deseando una respuesta, regresó escaleras abajo, donde lo encontró sola en la cocina, cocinando.
Siwon vaciló en el umbral. Estaba parado de costado a él, con un perfil perfectamente sereno. Era un joven verdaderamente hermoso.
Sus vaqueros negros gastados se ceñían a unas largas piernas y un trasero extremadamente atractivo. Llevaba un suéter negro abotonado de mangas cortas que estaba en plena forma, su cabello castaño estaba retirado hacia atrás, y se veía extrañamente tranquilo parado descalzo ante la cocina; un anillo de plata brillaba en un dedo de su pie derecho. La radio estaba encendida, las caderas de Heechul se movían al compás de la música, en un ritmo erótico que era mucho más atractivo de lo que él quería admitir.
De hecho, apenas podía evitar acercarse, inclinar su cabeza y probar un poco de la suculenta piel que lo llamaba.
Heechul era una persona colérica, que seguramente lo cabalgaría bien. Dio un paso adelante y él se sobresaltó, y estiró su pie. Siwon maldijo mientras dicho pie hacía contacto con su entrepierna, y se doblaba por el dolor.
—¡Oh, dios mío! —jadeó Heechul al darse cuenta de que había golpeado a su huésped—. ¡Lo siento tanto! ¿Estás bien?
Él lo miró amenazadoramente.
—No —gruñó, cojeando mientras se alejaba de él.
Heechul lo ayudó a ir hacia la banqueta plegable que guardaba en la pequeña cocina.
—Lo siento tanto, tanto —repitió mientras él se sentaba y mantenía su mano contra sí—. Debería haberte advertido que no anduvieras a hurtadillas detrás de mí.
—No andaba a hurtadillas —dijo él con los dientes apretados—. Estaba caminando.
—Espera, deja que te busque un poco de hielo.
—No necesito hielo. Sólo necesito un minuto para respirar y no hablar.
Heechul levantó las manos en rendición.
—Toma tu tiempo.
Luego de ponerse de varios tonos interesantes, Siwon finalmente se recuperó.
—Gracias a Júpiter que no tenías otro cuchillo en las manos —murmuró, y luego dijo más alto—: ¿Pateas de este modo a cada hombre que entra a tu casa?
—Oh, Señor, ¡otro más no! —dijo Gunhee mientras entraba a la habitación—. Hee, juro que es un milagro que tengas algo de vida personal con el modo en que tratas a los hombres.
—Oh, cállate, Gunhee. No lo hice a propósito… esta vez.
Gunhee puso los ojos en blanco mientras tomaba dos Coca-Colas dietéticas del refrigerador. Le pasó una a Siwon.
—Sostén esto contra tu herida, dulzura. Ayudará. Y agradece que no eres Phil. Escuché que tuvieron que hacerle una operación de recuperación de testículo luego de que Hee lo atrapó poniéndole los cuernos.
Luego abrió su bebida y regresó arriba.
—Se lo merecía —le gritó Heechul a Gunhee—. Tiene suerte que no se lo haya cortado.
Siwon realmente no quería continuar con esa conversación. Se puso de pie y dejó la Coca-Cola sobre la mesada.
—¿Por qué estás cocinando?
Heechul se encogió de hombros.
—Dijiste que no querías nada que proviniera de una lata, así que estoy preparándote pasta.
—Pero dijiste que…
—Digo muchas cosas que no quiero decir —Él le miró apagar el fuego y luego llevar la olla de pasta hirviendo hacia el fregadero. Una campana sonó—. ¿Te ocuparías de eso por mí?
—¿Ocuparme de qué? —preguntó.
—Del microondas.
Siwon miró alrededor. Raramente había visto una cocina en toda su vida, y sabía muy poco acerca de los electrodomésticos con los que uno cocinaba. Tenía sirvientes para ese tipo de cosas.
La campana sonó otra vez.
Asumiendo que era el microondas, fue hacia el mismo y tiró de la manija. Dentro había un recipiente de salsa marinara. Tomó la manopla en forma de pez que reposaba frente al microondas y extrajo el recipiente.
—¿Dónde debería poner esto?
—Sobre la cocina, por favor.
Él hizo lo que le dijo.
Heechul llevó un pequeño recipiente hacia donde él estaba parado y cubrió la pasta con salsa.
—¿Mejor? —preguntó, pasándoselo.
Siwon asintió, hasta que su mirada bajó hacia los fideos. Parpadeó, incrédulo, mientras veía la forma de la pasta.
No. Seguramente lo estaba imaginando.
¿Era un…?
Se quedó boquiabierto al comprender que era lo que parecía ser. Pequeños penes de pasta nadaban en la salsa marinara roja.
—Oh, vamos —dijo Heechul en un tono irritable—. No me digas que un General romano tiene problemas con el peneroni.
—¿Realmente esperas que coma esto? —preguntó, pasmado. El le resopló.
—No te atrevas a usar esa actitud superior conmigo, compañero. Resulta que sé exactamente cómo vivían ustedes, los romanos. Cómo decoraban sus casas. Vienes de la tierra del falo, así que no actúes con tanto asombro porque te di un recipiente lleno de ellos para que comas. No es como si tuviera unas campanillas de viento de falos voladores colgadas en mi casa para rechazar al mal o algo así, aunque apuesto a que tú sí las tenías cuando eras humano.
Era cierto, pero habían pasado siglos desde que… pensándolo mejor, jamás había visto algo como esto.
Heechul le alcanzó un tenedor.
—No es plata, pero es acero inoxidable. Estoy seguro de que podrás arreglártelas.
Él aún estaba hipnotizado por la pasta.
—¿Dónde conseguiste esto?
—Vendo éstos y los senoronis en mi negocio.
—¿Senoronis?
—Me parece que puedes deducirlo.
Siwon no sabía qué decir. Jamás había comido alimentos obscenos y, ¿qué tipo de negocio tenía si vendía semejante mercancía?
—La casa de Vetti —dijo Heechul, con los brazos en jarras—. ¿Necesito decir más?
Siwon estaba muy familiarizado con la casa Romana de la que él hablaba, así como con sus escabrosos murales. Era verdad, su gente había sido bastante abierta con su sexualidad, pero él no había esperado para nada encontrarse cara a cara con ella en esta época moderna.
—Non sana est puella —dijo Siwon en voz baja, que en latín quería decir “Este chico está demente”.
—¿Quin tu istanc orationem hinc veterem antque antiquam amoves, vervex? — retrucó Heechul. “¿Dejarías de usar ese idioma obsoleto, cabeza de oveja?”
Siwon nunca se había sentido tanto insultado como divertido al mismo tiempo.
—¿Cómo es que hablas latín tan perfectamente?
Heechul sacó un trozo de tostada de su horno.
—Tengo una maestría en Civilizaciones Antiguas. Mi hermana, Judith, tiene un doctorado. Cuando estábamos en la universidad pensábamos que era tonto insultarnos en latín.
—¿Choi Judith? ¿La lunática con una mesa de cartas de tarot en la Plaza?
Heechul lo miró ferozmente.
—Esa loca resulta ser mi adorada hermana mayor, y si la insultas otra vez, te dejaré cojeando… aún más.
Siwon se mordió la lengua mientras iba hacia la mesa del comedor. Se había encontrado con Judith varias veces en los últimos tres años, y ninguno de esos encuentros había salido bien. Cuando Shindong la había mencionado por primera vez, Siwon se había sentido deleitado ante la idea de tener a alguien con quien hablar, que conociera su cultura y su idioma.
Pero en cuanto Shindong los presentó, Judith había tirado su bebida sobre el rostro de Siwon. Le había dicho cada insulto conocido por la humanidad e incluso había inventado un par.
Él no sabía por qué Judith lo odiaba tanto. Lo único que ella le decía era que era una lástima que él no hubiese muerto bajo una estampida de bárbaros, hecho pedazos.
Y ese era uno de sus más bondadosos deseos para su muerte.
Era más que seguro que la complacería mucho saber que su verdadera muerte había sido mucho más humillante y dolorosa que cualquiera de sus discursos rimbombantes.
Cada vez que él se aventuraba dentro de la Plaza para patrullar en busca de Daimons, ella le lanzaba maldiciones, así como cualquier cosa que tuviese a mano para arrojar en su dirección.
No cabían dudas de que se emocionaría al descubrir que su hermano lo había apuñalado. Su único lamento sería que él aún estuviese vivo y no muerto, tirado en una cuneta.
Heechul se detuvo en la puerta y vio cómo Siwon comía su pasta en silencio. Estaba rígidamente erguido y sus modales eran impecables. Parecía calmado y sosegado.
Pero también se veía increíblemente incómodo en su casa. Sin mencionar que parecía fuera de lugar.
—Ten —le dijo, acercándose para alcanzarle el pan.
—Gracias —dijo él mientras lo tomaba.
Frunció el ceño como si estuviera buscando un plato para el pan. Al final depositó el pan sobre la mesa y regresó a su excéntrica pasta.
Había un incómodo silencio entre ellos. Heechul no sabía qué decirle. Era raro tener a este hombre en su presencia, cuando había oído tanto sobre él.
Y nada bueno.
Su cuñado y su mejor amigo, Hyukjae, pasaban horas en fiestas familiares vociferando acerca de Siwon y su familia, y el hecho de que Artemisa transfiriera a Siwon a Nueva Orleáns por puro despecho, ya que no había querido dejar ir a Kangin. Quizás eso era cierto. O quizás la diosa sólo había querido que Kangin enfrentara su pasado y lo olvidara.
De cualquier modo, la persona que parecía más castigada por la decisión de Artemisa era Siwon, a quien recordaban constantemente el odio de Kangin y Hyukjae.
Era gracioso que a él no le pareciese tan malo. Cierto, era arrogante y circunspecto, pero… Había algo más en él. Podía sentirlo.
Heechul fue a la cocina a buscarle algo para beber. Su primer idea fue darle agua, pero ya había sido malicioso dándole el peneroni. Había sido un impulso infantil por el que ahora se sentía extremadamente culpable. Así que decidió abrir a la fuerza su armario de vinos y darle algo que, sin duda, apreciaría.
Siwon levantó la mirada mientras Heechul le alcanzaba un vaso de vino tinto. Esperaba a medias que fuese un penetrante y barato Ripple, y se sintió gratamente sorprendido ante el rico y aromático sabor, el buen cuerpo.
—Gracias —le dijo.
—De nada.
Cuando Heechul comenzaba a alejarse, él capturó su mano y le hizo detener.
—¿Por qué me compraste ropa nueva?
—¿Cómo sup…?
—Encontré la mía en la basura.
Él se encogió, como si le molestase el hecho de que se hubiera enterado de lo que había hecho.
—Debería haber vaciado el cubo. Demonios.
—¿Por qué no querías que lo supiera?
—Pensé que no la aceptarías. Era lo menos que podía hacer, ya que fui parte de la razón por la cual estaba arruinada.
Él le ofreció una sonrisa que entibió su corazón.
—Gracias, Heechul.
Era la primera vez que decía su nombre. Su rico y profundo acento envió un temblor a través de él.
Antes de poder detenerse, colocó una mano sobre la mejilla de Siwon. Casi esperaba que se apartara.
No lo hizo. Solamente lo miró con esos curiosos ojos negros.
Estaba impresionado por su belleza. Por su dolor interior, que hacía que su propio corazón sufriera por él. Y antes de poder pensarlo mejor, inclinó la cabeza para poder capturar los labios de Siwon con los suyos.
Siwon estaba completamente desprevenido ante su movimiento. Ningun joven había iniciado un beso con él. Jamás. Heechul era audaz en su exploración, exigente, y chisporroteó a través de su cuerpo como la lava. Acunando su rostro entre las manos, le correspondió.
Heechul gimió ante el decadente sabor de su General. Su lengua rozó los colmillos de él, provocándole un escalofrío. Él era letal y mortal.
Prohibido.
Y para alguien que se enorgullecía de no seguir las reglas de nadie excepto las propias, eso lo hacía aún más atractivo.
Lo empujó sobre la silla y se sentó a horcajadas sobre él.
Él no protestó. En cambio, dejó caer las manos del rostro de Heechul y las paseó hasta su espalda.
Heechul podía sentir su erección presionando contra el centro de su cuerpo, encendiendo aún más su deseo.
Había pasado tanto tiempo desde que había estado con un hombre. Tanto tiempo desde que había sentido un deseo tan potente como para envolverse de ese modo alrededor de uno. Pero deseaba muchísimo a Siwon, aunque él debería estar completamente fuera de su menú.
La cabeza de Siwon dio vueltas mientras Heechul paseaba sus labios por la línea de su mandíbula, bajo su mentón, hacia su cuello. Su cálido aliento lo hizo arder. Habían pasado siglos desde que había tomado a alguien que sabía qué era él.
Un joven al que no tenía que besar con cuidado por miedo a que descubriese sus colmillos.
Ni una sola vez había estado con un joven tan excitante. Uno que se encontrase tan abiertamente con él. Tan salvajemente. No había ningún tipo de miedo en este joven. Ninguna represión.
Era ardiente y apasionado.
Heechul sabía que no debería estar haciendo esto. Los Dark Hunters no tenían permitido involucrarse con parejas. No tenían permitida ninguna atadura emocional, excepto quizás con sus Escuderos.
El podía acostarse con Siwon una sola vez, y entonces tendría que dejarlo ir. Pero más que eso, toda su familia odiaba a ese hombre, y él también debería odiarlo. Debería sentir repulsión por él. Pero no la sentía. Había algo acerca de él que era irresistible.
Contra toda cordura y razón, lo deseaba.
Simplemente estás excitado, Hee, déjalo ir.
Quizá era así de simple. Habían pasado casi tres años desde que había terminado con Jey, y en ese tiempo no había estado con nadie más. Nadie lo había atraído como más que una curiosidad pasajera.
Bueno, excepto Shin, pero sabía que no debía insinuársele.
Y ni siquiera él le hacía arder de este modo. Pero él no tenía el dolor que Siwon llevaba dentro; o si lo tenía, lo escondía mejor estando cerca suyo. Sentía como si Siwon lo necesitara, de algún modo.
Justo cuando se estiraba para alcanzar el cierre de sus pantalones, sonó el teléfono.
Heechul lo ignoró hasta que Gunhee usó su walkie-talkie para decir:
—Es Leeteuk, Hee. Dice que tomes el teléfono. Ahora.
Él gruñó, frustrado. Le dio un beso rápido y caliente a Siwon antes de levantarse.
—Por favor, no digas ni una palabra mientras estoy al teléfono —le advirtió.
Desde que Leeteuk se había casado con Kangin, se había vuelto increíblemente psíquico, y si escuchaba la voz de Siwon, sabría instantáneamente quién era. Heechul estaba seguro de eso. Era lo último que quería afrontar.
Tomó el teléfono que estaba en la pared de la cocina.
—Hey, Teukie, ¿qué necesitas?
Heechul giró para ver a Siwon mientras él se acomodaba. Echó atrás su cabello acomodándolo. Volvió a ser majestuoso y rígido mientras tomaba el tenedor y comenzaba a comer otra vez.
Su hermano continuaba parloteando acerca de una pesadilla, pero no fue hasta que el término “Daimon Spathi” apareció que Heechul apartó su atención de Siwon.
—Lo siento, ¿qué? —le preguntó a Leeteuk.
—Dije que tuve una pesadilla contigo, Hee, que te lastimaban gravemente en una pelea. Sólo quería asegurarme que estabas bien.
—Sí, estoy bien.
—¿Estás seguro? Suenas un poco extraño.
—Me interrumpiste, estaba trabajando.
—Oh —dijo Leeteuk, aceptando la mentira, lo que hizo sentir a Heechul un poquito culpable. Heechul no estaba acostumbrado a ocultarle nada a su gemelo—. Está bien. En ese caso, no te molesto más. Pero hazme el favor de cuidarte. Tengo una sensación realmente mala que no desaparece.
Heechul también lo sentía. Era algo indefinible y, al mismo tiempo, persistente.
—No te preocupes. Shin está en la ciudad y hay un Dark Hunter extra al que trajo. Todo está bien.
—Está bien. Confío en que sabes cuidarte, pero… ¿Hee?
—¿Sí?
—Deja de mentirme. No me gusta.



2 comentarios:

  1. Maldito, sensual y perfecto Sichul!
    Me encanta!!! Ahhhh Siwon no lo rechazó!!! Que emoción ~

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  2. Como Siwon todavia me cae mal......me encantan las bienvenidas que le dan jajajajja....se las merece..una de cal por las que fueron de arena....y hasta ahora me da igual su pasado....hasta ahora.
    Por ser gemelos,por su poder o "x" cosa,pero me encanta que Teuk sepa cuando Hee le miente...y seguro sabe más.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...