Anhelos- 9



—¡No abras!
Pero Minwoo agarró a Hyungsik por el brazo y él se sintió tentado a ignorar el timbre, lo único que quería era volver a hacerle el amor. Pero alguien estaba esperando en la puerta. Alguien que, por la insistencia con que llamaba, debía de saber que estaba en casa.
—Tengo que ir. Podría ser el médico.
—¿El doctor Dongjoon?
—El mismo —afirmó Hyungsik abrochándose el pantalón a  regañadientes—. Viene de vez en cuando a ver qué tal estoy. Espera un momento.
Se dirigió a la puerta del cuarto de estar y luego volvió para darle otro beso.
—Me desharé de él —añadió. Minwoo asintió.
—No tardes.
Hyungsik no respondió, pero su mirada lo dijo todo y Minwoo sintió un cosquilleo en el estómago y volvió a entrar en el cuarto de estar.
Pero se quedó detrás de la puerta, para poder oír lo que se hablaba.
—¡Gaesae!
Hyungsik saludó a su amigo con poco entusiasmo.

Los recientes acontecimientos le habían hecho volver a reflexionar sobre lo que le había dicho su appa acerca de Gaesae, y empezaba a tener sus propias ideas acerca del papel que éste había desempeñado en toda la historia. No obstante, había intentado posponer una confrontación que, sin duda ninguna, tendría lugar en algún momento, sobre todo desde que sabía que Gaesae no le había informado del accidente de Minwoo.
—¡Hyungsik!
Gaesae iba vestido de traje, así que era evidente que venía derecho de la oficina y Hyungsik se preguntó por qué habría ido a verlo esa tarde. Sólo lo había llamado un par de veces y había hablado con el joven Moon. No se había pasado a ver cómo estaba. Hyungsik se preguntó si tendría algo que ver con Hwang Kwanghee y si sabía que se había marchado a Seúl, y que Minwoo iba a quedarse solo en casa...
—¡Hola! Me alegro de verte.
O era su imaginación, o Gaesae estaba demasiado simpático. Le tendió la mano y Hyungsik se vio obligado a darle la suya.
—¿De verdad?
La mano de Gaesae estaba caliente y sudada, así que Hyungsik retiró la suya en cuanto pudo y se la limpió en el pantalón vaquero. No cabía duda alguna de que su compañero de trabajo estaba nervioso.
—¿Qué estás haciendo aquí, Gaesae? —añadió.
—¿Qué estoy haciendo? —repitió Gaesae sonrojándose y poniéndose nervioso—. Me tenías preocupado. ¿Puedo pasar?
—La verdad es que no llegas en buen momento, no estoy solo.
—¿Está aquí?
A Gaesae se le cambió la cara.
—¿Dónde iba a estar si no? Vive aquí. ¿Dónde quieres que esté?
—¡Ah! Quieres decir Minwoo, por supuesto, por supuesto. ¡Qué calor hace esta tarde! —añadió sacándose un pañuelo del bolsillo y secándose el sudor de la frente.
—Bueno, como ves, me encuentro bien —comentó Hyungsik pensando en el calor del cuerpo de Minwoo, que lo esperaba.
—Estupendo. ¿Cuándo vas a volver a la oficina?
—Eso depende. Aunque no inmediatamente. Estoy pensando en llevarme a Minwoo otra vez de luna de miel en cuanto se libere.
—¿Se libere de qué?
—Él también tiene compromisos.
—Sinceramente, no podía creer que volvieseis a estar juntos. Quiero decir, que lo último que había oído era que él estaba en casa de su amigo Hwang Kwanghee.
—¿Conoces a Kwanghee?
—Sólo de oídas. Sé que escribe una columna. Pero tengo entendido que es muy luchador.
—¿Y quién te contó que Minwoo estaba en casa de Kwanghee? ¿Él?
—Supongo. No sé dónde lo he oído. Pero todo el mundo lo sabe en la oficina.
—¿De verdad?
Hyungsik estaba empezando a enfadarse, pero sabía que no debía dejarse llevar.
—Imagino que después de un accidente mortal lo mejor es rodearse de personas que se preocupan por ti —añadió Hyungsik—. Aunque yo no estuve a su lado porque nadie me dijo que había tenido un accidente.
—¿No? —preguntó Gaesae como si estuviese escandalizado—. ¿El tal Hwang no te llamó para contártelo?
—Pues no. Es gracioso, porque Kwanghee le explicó a Minwoo que tú te habías ofrecido a llamarme.
—No es posible. Estoy seguro de que yo no dije nada parecido. Es posible que dudase en hacerlo —añadió para cubrirse las espaldas—. Lo cierto es que nadie quería entorpecer tu recuperación, Hyungsik.
—Tomo nota de tu consideración. Ah, y quiero que sepas que Minwoo y yo nunca nos hemos separado.
Minwoo, que seguía escuchando detrás de la puerta del cuarto de estar se sintió contento. Le habría gustado salir y decirle a Hwi Gaesae que se había portado como un cerdo y que había hecho todo lo posible por separarlos.
Pero siguió escuchando a Gaesae, que le decía a su marido:
—Eres un hombre afortunado. Siempre lo he pensado.
—¿Eso piensas? ¿Incluso cuando Jo Yeowool me acusó de ser el padre de su hijo? —Hyungsik no sabía por qué había dicho eso—. Seguro que entonces nadie me envidió.
—Quizás no. Pero ya sabes que hay gente que diría que te lo merecías.
Minwoo contuvo la respiración y esperó a que Hyungsik negase lo anterior, pero no lo hizo. No obstante, debió de decirlo todo con su cara, porque Gaesae cambió de tono inmediatamente.
—Quiero decir... que si no lo hubieses invitado a salir y no le hubieses hecho saber que te gustaba, probablemente habría abortado y ahí habría acabado todo.
—¿Piensas que Yeowool pensó en abortar, Gaesae?
El otro hombre se aclaró la garganta antes de contestar.
—¿Cómo quieres que lo sepa? No puedo leerle la mente, Hyungsik. Era a ti al que quería, no a mí.
—¿De verdad?
Minwoo entendió en ese momento que su marido pensaba que Gaesae era quien había dejado embarazado a Yeowool. Parpadeó. Gaesae estaba felizmente casado y tenía tres hijas. Aunque el hecho de que Hyungsik estuviese casado no había supuesto un obstáculo para Yeowool.
En ese momento, se oyó otro coche y los tres se distrajeron. La puerta se abrió y alguien la cerró con fuerza. Entonces, una voz que Minwoo había deseado no volver a oír en toda su vida exclamó:
—Hombre, Gaesae. ¿Qué es esto? ¿Un ataque preventivo?
Minwoo había oído suficiente. No pensaba seguir escondido mientras ese joven invadía su casa por tercera vez. Comprobó que llevaba el botón de los pantalones cortos abrochado, se atusó el pelo y salió del cuarto de estar en dirección a la puerta de entrada.
Mientras tanto, Gaesae preguntaba.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?
—Eso te podría preguntar yo a ti. Tenía curiosidad por saber adónde ibas, así que te he seguido. Sorpresa, sorpresa, has venido aquí directamente.
Gaesae lo miró y Hyungsik se dio cuenta de que cuando le había preguntado si él estaba allí, se refería a Yeowool y no a Minwoo.
—¡No tienes derecho a venir aquí! —continuó Gaesae de manera agresiva—. No eres bienvenido. Pensé que Hyungsik ya te había convencido de ello a estas alturas.
—Esto no tiene nada que ver con Hyungsik —espetó el joven  enfadado—. ¿Qué hace él aquí? —preguntó al ver a Minwoo agarrarse al brazo de su marido—. Me dijiste que no estaban viviendo juntos.
—No recuerdo haberte dicho tal cosa —murmuró Gaesae  incómodo.
Pero Yeowool no se dio por aludido.
—Claro que sí —insistió—. Me dijiste que cuando él saliese del  hospital se iría a casa de un amigo. Gaesae me contó que te habías caído —dijo mirando a  Minwoo.
Hyungsik sintió cómo Minwoo le clavaba las uñas en la muñeca, aunque no respondió a Yeowool, y deseando proteger a su esposo, comentó:
—Gaesae siempre se equivoca. No deberías seguir confiando en él, estoy seguro de que no es la primera vez que te deja tirado.
—Miren, no tengo tiempo para esto —anunció Gaesae—. Hyungsik, me alegro de que te encuentres mucho mejor. Y, Minwoo, estoy encantado de volver a verte.
Se dio media vuelta y agarró a Yeowool del brazo.
—Ven aquí, te acompañaré al coche.
—Déjame en paz —se quejó Yeowool librándose de la mano de  Gaesae—. No voy a ningún sitio. No hasta que no sepa lo que le has contado de mí a Hyungsik.
—No le he dicho nada de ti. No seas estúpido. ¿No te das cuenta de que nos estás poniendo en una situación embarazosa?
—El único que se avergüenza eres tú, Gaesae —afirmó antes de volverse hacia Hyungsik—. No le hagas caso, tiene su propio plan. Desde que descubrió que él... estaba bien, está muerto del miedo pensando en que ibas a atar cabos.
—¿Qué cabos?
—Yeowool...
Sin hacer caso a la llamada de Gaesae, Yeowool miró a Minwoo con despreció y continuó:
—No sé qué ve en ti. Qué pena que ese viejo te salvase la vida.
—¡Basta ya! —gritó Hyungsik—. ¿Gaesae, de qué cabos habla?
—No lo sé. No lo escuches y no creas ni una palabra de lo que te cuente.
—Lo que tiene que hacer es no creerte a ti —lo contradijo Yeowool—. Gaesae sabía lo que sentía por ti. Siempre lo ha sabido. Pero eso no evitó que me sedujese. Y cuando me quedé embarazado utilizó mi amor por ti para intentar salvar el pellejo.
—¡Amor! —exclamó Gaesae—. Si ni siquiera sabes lo que significa esa palabra.
—¿Y tú sí? —le preguntó Yeowool—. Fue idea tuya que dijese que el niño era de Hyungsik. Y todo porque te conté que había pasado una noche en mi casa.
Gaesae miró a Hyungsik, después a Yeowool, otra vez a Hyungsik.
—¡Está loco! Tú mismo me dijiste que te había estado acosando. —dijo dirigiéndose a Hyungsik.
—¡Cerdo! —continuó Yeowool—. Tú querías acostarte conmigo porque pensabas que yo le gustaba a Hyungsik. Y cuando supiste que no era así, quisiste utilizarme para destrozarle la vida.
—Eso es ridículo...
—¿Por qué crees que Minwoo y yo aparecimos los dos en Japón el mismo día? —preguntó Yeowool a Hyungsik—. Porque tu buen amigo Gaesae nos sugirió a ambos que fuésemos a verte.
—¿Gaesae...? —murmuró Minwoo. Tenía la boca seca.
—Está mintiendo —insistió Gaesae desesperado—. ¿No se dan cuenta? Ya lo ha intentado con Hyungsik y ahora, como no ha funcionado, la ha tomado conmigo.
—No creo que Minwoo te crea —dijo Yeowool—. Después de lo que le ocurrió. Estoy seguro de que tiene que saber que no lo habría hecho si no hubiese estado desesperado.
—¿Qué es lo que no habrías hecho? —inquirió Hyungsik—. Quiero   saberlo.
—¿No te lo ha contado tu esposo? ¡Pobre Minwoo! ¿Tenías miedo de que hubiese sido Hyungsik el que me hubiese dicho que te empujase por el acantilado?


—¿Por qué no me lo contaste?
Cuando Gaesae y Yeowool se hubieron marchado, Hyungsik había querido llamar a la policía, pero Minwoo lo había convencido de que no lo hiciera. No quería volver a recordar el horrible accidente y, además, no pensaba que nadie hubiese obligado a Yeowool a empujarlo.
En el fondo era un alivio saber que no había imaginado el empujón, ese espantoso momento en el que había pensado que iba a morir. Yeowool había visto la oportunidad de deshacerse de su rival de una vez por todas, pero al fin y al cabo, no tenía pruebas, y sólo acabaría siendo su palabra contra la de él. Sería Gaesae quien pagaría el resto de revelaciones que les había hecho la joven.
Minwoo suspiró. Estaban los dos en el dormitorio que habían compartido durante sus tres primeros años de matrimonio.
Justo cuando Gaesae intentaba defenderse de las acusaciones de Yeowool, había llegado andando el joven Moon y Minwoo se había sentido aliviado.
—¿Cómo iba a esperar que me creyeses si a mí me costaba tanto creerte a ti? —preguntó Minwoo apoyado en la ventana de la habitación—. Ha habido tantos malentendidos entre nosotros. Sólo quería olvidarme de Yeowool.
Hyungsik se acercó a él y apoyó las manos en sus hombros.
—Pero podría haberte matado. ¿Qué estoy diciendo? Casi te mata. Si ese hombre no hubiese estado paseando al perro...
—No sigas. He tenido pesadillas durante semanas. Sólo quiero olvidarlo todo.
—Pero yo no puedo olvidarlo.
Hyungsik le apartó un poco la camiseta de los hombros y besó su suave piel.
—Para mí eres la cosa más preciosa del mundo —añadió—. Cuando pienso que podía haberte perdido porque ese joven...
—Todo ha terminado, Hyungsik. Volvemos a estar juntos y nada ni nadie nos volverá a separar.
Hyungsik le dio otro beso en el cuello, dibujando con la lengua un camino desde debajo de su oreja hasta su clavícula. Le quitó la camiseta y atrapó con la boca uno de sus pezones.
Aunque Hyungsik avanzaba despacio, Minwoo sintió que tenía que controlar la urgencia que sentía. Pensó que su marido debía de creer que todavía estaba muy afectado, frágil y que podría desmoronarse si se comportaba de manera demasiado salvaje.
¡Qué equivocado estaba!
—Te deseo —susurró Minwoo—. Vamos a la cama.
Hyungsik suspiró. A él también le daba vueltas la cabeza, pero se encontraba bien. No tenía nada que ver con los mareos que había sufrido otras veces. Sólo el hecho de volver a estar con su esposo, de saber que todavía lo amaba después de todo lo que había ocurrido, le hacía sentirse satisfecho. Lo quería de verdad y había estado tanto tiempo seguro de que la había perdido...
—¿Y si viene el joven Moon a preguntarnos si queremos cenar?
—No vendrá —le aseguró Minwoo quitándose los pantalones y agarrándolo por la cintura de sus pantalones vaqueros—. ¿No te parece que llevas demasiada ropa?
Hyungsik no necesitó que se lo dijera dos veces. Se quitó la camiseta y los pantalones y dejó a la vista lo excitado que estaba. Mientras tanto, Minwoo se tumbó en la cama.
—¡Eh! ¿Quién es ahora el que lleva demasiada ropa? —protestó Hyungsik.
—Pensé que a lo mejor querías quitármela tú —murmuró Minwoo.
Hyungsik se arrodilló a su lado y le acarició el pecho antes de descender hacia la pequeña curva de su vientre y quitarle el boxer.
—Así está mucho mejor —admitió Hyungsik sumergiendo el rostro entre sus piernas—. ¿Sabes que podría llegar al culmen sólo con tu olor?
—Hyungsik, por favor...
—¿Por favor qué? —preguntó mientras le abría las piernas y metía  dos dedos en su entrada—. ¿No te gusta esto? Pensé que te gustaba tanto como a mí.
Hyungsik sintió en la mano el calor y la humedad que desprendía Minwoo mientras acariciaba su miembro con los labiosy sonrió.
—Hyungsik...
—De acuerdo, ya sé lo que quieres.
Se arrodilló entre sus piernas y acarició su entrada con la punta de su erección.
—Quieres jugar —añadió.
—No. Te quiero a ti.
Minwoo le suplicó con la mirada que no parase más tiempo y él suspiró y se colocó un preservativo.
—¿Mejor?
—Mucho... mejor. Venga, Hyungsik, por  favor...
Hyungsik le hizo el amor con toda la emoción contenida de las últimas semanas. Primero rápida y furiosamente y, después, despacio, sensualmente, disfrutando de cada momento.
Minwoo dejaba escapar gemidos de placer y él los silenciaba con sus labios. Volvían a estar juntos. Y por primera vez desde que estuvieron en la charca de St. Michael, Hyungsik sintió que podía enfrentarse al futuro sin miedo ni recriminaciones...



Seis meses más tarde, Hyungsik volvía a ir al hospital, aunque no tenía nada que ver con su salud.
La noche anterior, su esposo había dado a luz a su primer hijo. Había estado con él en todo momento hasta que nació, después los médicos le habían recomendado que se fuese a casa y dejase que su esposo y su hijo descansasen.
Hyungsik se había marchado a regañadientes, pero sabía que tenía cosas que hacer. Como llamar a sus padres para darles las buenas noticias. E informar también al joven Moon, que no se sorprendería, ya que había sido testigo de cómo Minwoo se ponía de parto.
A él le seguía costando trabajo asimilar que por fin era padre. Cuando Minwoo y él habían vuelto a estar juntos, él había insistido en utilizar protección para hacer el amor. No quería volver a vivir otro aborto. Pero aunque ambos lo ignoraban, ya era demasiado tarde.
Las molestias estomacales de Minwoo cuando estaba en casa de Kwanghee, el malestar que lo había puesto de tan mal humor y la ansiedad que había sentido después del accidente con Yeowool, tenían una causa bien diferente. Se habían enterado de la noticia mientras disfrutaban de su segunda luna de miel en el Caribe, donde había ido al médico pensando que había sufrido una insolación.
Por entonces Minwoo debía de estar ya embarazado de unas quince semanas. Y de acuerdo con el doctor Heecheol, no tenía por qué preocuparse. Minwoo gozaba de buena salud y el corazón del bebé latía con fuerza. Si no hacía nada realmente peligroso, no había razón alguna para que no tuviese un niño sano.
Hyungsik se había sentido nervioso y eufórico al mismo tiempo. Le daba miedo que Minwoo le echase la culpa a él si algo salía mal y era feliz con la idea de convertirse por fin en padre.
No debía preocuparse, porque Minwoo estaba encantado con la noticia y era optimista. El doctor Heecheol le había dado la confianza necesaria para volver a creer en sí mismo.
Todo había ido bien, salvo los antojos correspondientes y los asaltos a la nevera a media noche. Minwoo se había sentido tan bien durante el embarazo que había continuado trabajando casi hasta el final.
Y por fin, la noche anterior había nacido Park Sang, con tres kilos y medio de peso y rebosante de salud. Minwoo estaba cansado, como era normal, pero se sentía inmensamente orgulloso. Hyungsik pensó que era un appá precioso. No se cansaba de mirarlo.
Salvo para tomar a su hijo en brazos. El bebé se parecía mucho a él y, aunque Hyungsik no se había atrevido a decirlo, Minwoo lo había comentado con orgullo.
—Esperemos que no sea un rompecorazones como su papá —había bromeado Minwoo—. Pero es muy guapo, ¿verdad, Hyungsik? Siempre he pensado que eres un hombre guapo.
Hyungsik había querido besarlo en ese momento, pero se había contentado con pellizcarle cariñosamente la mejilla.
—Te lo recordaré cuando volvamos a casa. Tengo que marcharme, pero volveré pronto. Descansa.
Los padres de Hyungsik se habían sentido felices con la noticia. Irían a conocer a su nieto a finales de semana, cuando Minwoo hubiese descansado un poco. Y un par de meses después se irían los tres, Hyungsik, Minwoo y el bebé a Japón, pasarían allí seis meses. Tal y como le había aconsejado su padre, Hyungsik había reformado la vieja casa y, aunque todavía no estaba como a él le hubiese gustado, tendría mucho tiempo libre para terminarla mientras vivían allí.
También había hecho cambios en Construcciones Zea. Aunque le pesaba, había tenido que encontrar a un nuevo director, así que Im Siwan estaría al frente de la empresa mientras él estaba fuera. A partir de entonces, tenía planeado pasar medio año en Corea y el otro medio en Japón, y seguir en contacto con la empresa por teléfono y correo electrónico.
Lo más triste era que el esposo de Gaesae le había pedido el divorcio. Se había enterado de que había tenido una aventura y se había sentido herido. Según las últimas noticias, Gaesae, Yeowool y el bebé estaban viviendo en Seúl. El esposo de Gaesae había contratado a un abogado y sus tres hijas no le hablaban.
Con respecto a la salud de Hyungsik, nunca había sido mejor. Se había hecho pruebas un par de semanas antes del nacimiento de su hijo y, según el doctor Dongjoon, la arritmia se había corregido. Siempre y cuando siguiese cuidándose, no tenía por qué volver a preocuparse.
El cambio de vida lo había ayudado mucho. Eso, y el hecho de saber que Minwoo y él se amaban más que nunca. Y con el bebé, formaban una verdadera familia.
Habían acordado buscar una niñera antes de marcharse a Japón. Minwoo quería seguir trabajando y Hyungsik había habilitado para ello un estudio en el jardín de la casa de Kochi.
La única preocupación era que quizás al joven Moon tanto movimiento le pareciese demasiado y lo cierto era que no querían perderlo.
Pero no, el mayordomo parecía emocionado con la idea de vivir en Japón. Nunca había estado allí y era un país que siempre había querido conocer. Además, ¿quién si no iba a mantener a la niñera a raya cuando Minwoo estuviese trabajando?
Hyungsik llegó a las puertas del Hospital y entró con el coche. Aparcó y recogió el enorme ramo de flores, las bolsas de ropa para Minwoo y el bebé, y el cochecito que ocuparía su hijo para volver a casa.
El servicio de postparto estaba en la última planta y Hyungsik subió impaciente en el ascensor. Si por él hubiese sido, habría subido las escaleras corriendo, pero sabía que tenía que seguir cuidándose.
Nada más llegar a la planta se encontró con la enfermera.
—El joven Park ha dormido bastante bien y está deseando volver a casa —anunció sonriendo—. ¿Cree usted que se las arreglarán?
—¿A casa? ¿Hoy?
Debió de parecer muy preocupado, porque la enfermera lo reconfortó dándole una palmadita en el brazo.
—No se preocupe. Los bebés no son tan frágiles como parecen.
Abrió la puerta y se aseguró de que el paciente estaba despierto antes de dejarlo entrar.
Minwoo estaba en la cama, pero no llevaba puesto el camisón rosa que había llevado al hospital, así que Hyungsik se dio cuenta de que había estado levantado. El bebé estaba dormido en su cuna, al lado de la cama de su appa. Minwoo, que estaba acostado observándolo, se incorporó inmediatamente al ver entrar a Hyungsik y le tendió los brazos.
—Eh, ¿qué tal estás?
—Estamos fenomenal —respondió Minwoo abrazándolo—. ¿Has  oído? Podemos marcharnos hoy a casa.
—Sí. ¿Estás seguro de que estarás bien?
Minwoo asintió y miró con adoración a su hijo.
—Estoy celoso.
—No lo estés. Quiero mucho a Sang, por supuesto. Pero adoro a su papá.
Hyungsik apoyó la cabeza en su cuello.
—¡Qué bien hueles! Y qué bien sabes —añadió dándole un pequeño mordisco.
Minwoo sonrió y señaló las flores.
—¿Son para mí? Son preciosas, pero vamos a tener que llevárnoslas de vuelta a casa.
—Se las podemos dejar a la enfermera. Te compraré más cuando estemos en casa.
—De acuerdo. Por cierto, Kwanghee ha llamado esta mañana.
—¿De verdad?
La relación entre Minwoo y su amigo se había enfriado desde que el primero se había dado cuenta de que el segundo sospechaba que Gaesae no había avisado a Hyungsik del accidente de su esposo.
—Parece ser que llamó a casa para decirme que se iba a Seúl la semana que viene. Y el joven Moon le dijo dónde estaba y... bueno, nos da la enhorabuena. ¿No te importa, verdad?
—Supongo que no.
Minwoo no quería seguir hablando de Kwanghee, pero se sentía obligado a decir algo:
—Sé que nunca se han gustado el uno al otro, pero él estuvo ahí cuando lo necesité. No creo que volvamos a ser amigos, pero me alegro de que tenga éxito en su carrera.
—Eres una persona muy generosa. Y te quiero mucho. No pienso volver a dejarte marchar.



*El personaje de Kwanghee lo escogí porqué creí que tiene algo de él, no por nada malo o mal sentimiento. Y lo aclaro para que no malinterpreten, teniendo en cuenta los eventos recientes.*


5 comentarios:

  1. Hasta que todo encajo!!!
    Wi~
    Ahhhh que embarazo tan abrupto (?)

    Se acabo????

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  2. Aaahhh...por fin
    Algo bueno salio de todo esto.
    Minwoo no le quiso decir nada a Sik por temor a que no le creyera...como él no le creyo a Sik cuando le decía que el bebé del tipo ese nobera suyo...llego a sentir lo que Sik cuando le decía que no,y Minwoo insistía en que sí.
    Los amiguitos de estos dos...para qué enemigos.
    Los tipos obtuvieron su merecido...a uno lo dejo su esposa y el otro tiene que vivir con el padre de su hijo.
    Que bueno que esta vez no hubo complicación alguna y el bebé,Minwoo y Sik estaran bien.

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  3. Por cierto...necesito el número del doctor Dong...necesito revisión completa...ya sabe,para ver que el corazón ande bien.

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  4. TT ya se acabo yo queria mas pero me ha encantado que al final pudieran resolver todos los problemas y hayan podido tener un beby tan lindo como ellos *w*
    Gracias por este fic ~~

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...