Anhelos- 8



—¿Piensas que debería ir a verlo?
Minwoo miraba cómo llovía por la ventana del salón de casa de Kwanghee. Le daba la espalda a su amigo a propósito, para que no viese en su rostro lo desesperado que estaba, aunque debía de notársele en la voz.
Habían pasado cuatro semanas desde el accidente. Minwoo quería pensar que había sido un accidente, se negaba a creer cualquier otra cosa. Y en todo ese tiempo, no había tenido noticias de su marido a pesar de que sabía que llevaba dos semanas en Hwarang.
—¿Estás loco? Hyungsik sabe dónde estás, lo sabe desde hace semanas. ¿Para qué quieres ir a verlo? ¿Para preguntarle si todavía te quiere? Me parece que los dos conocemos la respuesta.
—¿De verdad?
Kwanghee no entendía nada. Y él no sabía qué pensar, pero no podía creer que lo que le había dicho Yeowool fuese verdad. Se estremecía sólo de pensar en él. Pero nadie lo había empujado en el acantilado, sólo había sido imaginación suya.
No obstante, tenía pesadillas en las que aparecía Yeowool y le costaba dormirse después.
No se sentía bien, tenía ganas de vomitar, pero no quería que Kwanghee supiese que si se había marchado de su propia casa era por lo que le había dicho Yeowool. Pero si Hyungsik estaba allí...
—Dime que no te estás planteando volver con él.
Kwanghee se levantó y se puso a su lado para obligar a Minwoo a que lo mirase.
—Dios santo —añadió—. Sí te lo estás planteando. ¡Y estás llorando! ¿Minwoo, qué voy a hacer contigo?
—Me cuesta creer que Hyungsik esté de vuelta y no haya venido a verme  si sabe dónde estoy. Tiene otros defectos, pero él no es así.
—El no era así antes de que Jo Yeowool le clavara las garras. ¿No piensas que el joven Moon le habrá dicho que estabas aquí? ¿No te parece que si no ha venido es porque está avergonzado?
—Sí.
—¿Entonces?
—¿Pero qué dijo? —insistió Minwoo—. ¿Qué dijo cuando Gaesae lo llamó y le dijo que había tenido un accidente? ¿Cómo reaccionó?
—Eso se lo tienes que preguntar a Gaesae. Sinceramente, ¿qué más necesitas para convencerte de que Hyungsik ha estado mintiéndote? ¿Una confesión firmada?
Minwoo apretó los labios, no podía creer que su vida hubiese cambiado tanto en unas semanas. Yeowool había ido a verlo por primera vez a mediados de junio, y era principios de septiembre.
Afortunadamente, el teléfono sonó en ese momento, era el agente de Kwanghee, lo que permitió a Minwoo poder marcharse de allí y subir a su habitación.
¿Qué iba a hacer? No podía continuar viviendo con su amigo. Además, no había trabajado nada desde el accidente y, aunque su editor era muy comprensivo, antes o después tendría que acabar lo que había empezado.
Recordaba la tarde del accidente como si fuese el día anterior.
Volvió a tener ganas de vomitar y corrió al baño. Pensó que Yeowool había conseguido destrozar la frágil relación que había vuelto a tener con su marido.
De vuelta a la habitación, se miró en el espejo. Estaba demacrado, no podía presentarse así ante su marido. Minwoo no podía dejar de pensar que, si Yeowool hubiese estado tan seguro de las intenciones de Hyungsik, no le habría hecho falta ir a presionarlo.
¿O sí?
Quizás el joven tuviese miedo de que, si le daba el divorcio a su marido, lo arruinaría al mismo tiempo. Todo sería mucho más fácil si él estuviese muerto, ya que Hyungsik podría asumir todo el control de la empresa.
Sólo de pensarlo le volvieron a entrar ganas de vomitar. Estaba saliendo del baño cuando llamaron a la puerta.
—¿Puedo entrar? —preguntó Kwanghee.
A Minwoo le hubiese gustado responderle que no, pero al fin y al cabo, estaba en su casa.
—Por supuesto.
—¿Te encuentras bien?
—Iba a tumbarme un rato. ¿Qué quería Kevin?
—Eso era lo que venía a contarte. Quiere que vuelva a Seúl para ver a alguien que está interesado en mi columna. No puedo decirte quién es el cliente hasta que no haya firmado el contrato. Pero te aseguro que es una gran oportunidad.
—¡Qué  bien!  —Minwoo se alegraba de corazón por su amigo—.¿Quieres decir que ganarás más dinero?
—Al menos otras cien mil wons al año, como  mínimo.
—¡Eso es estupendo!
—¿Lo dices de verdad?
—Claro que sí —contestó Minwoo ofendido—. ¿Por qué no iba a decirlo de verdad?
—Oh, porque a mí empiezan a irme bien las cosas justo cuando a ti... digamos que cuando tú no puedes trabajar.
—Bueno, en cualquier caso estoy muy contento por ti. ¿Cuándo te marchas?
—¿Te importaría que me fuese esta misma tarde? La reunión con el cliente es mañana a la hora de la comida, pero prefiero pasar allí la noche para prepararme. Puedes venir conmigo si quieres.
Minwoo sintió pánico sólo de pensar que iba a volver a quedarse solo por vez primera después del accidente.
—Oh, no. Sólo sería un estorbo. Me quedaré aquí y empezaré a hacer algunos bocetos para cuando vuelva a trabajar. No te preocupes por mí.
—¿Estás seguro?
—Buena suerte. Te lo mereces.
Pero cuando Kwanghee se marchó esa tarde, Minwoo sintió que la casa se quedaba vacía sin él. Kwanghee tenía una señora de la limpieza, pero sólo iba dos veces por semana, un par de horas.
En consecuencia, Minwoo se sintió muy solo. Y aislado. Aunque Yeowool no sabía dónde estaba y, aunque lo supiera, ¿qué iba a hacerle?
«¿Asesinarme, tal vez?», pensó.
Era absurdo. No tenía pruebas de que Yeowool hubiese intentado hacer otra cosa que separarlo de Hyungsik. Hasta el hombre que llamó al servicio de urgencias pensó que había resbalado. Y como habría sido ridículo afirmar que alguien lo había empujado, no lo había contradicho.
De hecho, durante las semanas que siguieron al accidente, había conseguido convencerse de que sólo había sido un accidente. Pero en ese momento, sabiendo que iba a pasar esa noche y todo el día siguiente solo, volvía a tener dudas.
Cuando sonó el timbre de la puerta, a Minwoo casi se le salió el corazón del pecho. No quería abrir, pero apagó la televisión y se acercó con cuidado a la ventana para mirar entre las cortinas.
Suspiró aliviado al ver a el joven Moon. El timbre volvió a sonar.
—Señor Moon. Qué sorpresa.
—Pensaba que no estaba usted en casa. ¿Cómo se encuentra, señor Park? He pensado mucho en usted.
—Como puede ver, estoy mucho mejor.
—¿De verdad? ¿Está el señor Hwang en casa?
—No, se ha marchado a Seúl. Tenía una reunión importante.
—Bien, ¿puedo entrar?
—Esto... estoy bastante ocupado.
—¿Viendo la televisión? Señor Park, tengo que hablar con usted y se arrepentirá si no me deja entrar.
—¿Tiene que ver con Jo Yeowool?
—No. Bueno, quizás indirectamente.
—Señor Moon...
—Por favor. Es importante y no tengo mucho tiempo. Si el señor Park supiese que estoy aquí...
—¿Quiere decir que no lo sabe?
—Por supuesto que no. Estaba durmiendo. Pero...
—¿Durmiendo? —preguntó Minwoo mirándose el reloj—. Son las cinco de la tarde.
—Lo sé. Ya le he dicho que tengo que hablar con usted.
Minwoo se apartó de la puerta para que el mayordomo pudiese pasar.
—Entre, es la primera puerta a la derecha.
El joven Moon se quedó de pie en medio de la habitación, parecía inseguro. Minwoo le señaló uno de los sillones que había al lado de la chimenea vacía y él se sentó en la silla que había en frente.
—Siéntese. ¿Qué ocurre? ¿Hyungsik está enfermo otra vez?
—No está bien —admitió el mayordomo—, desde hace tiempo.
—Eso ya lo sé. Me contó que había estado trabajando demasiado. Por eso se fue a Japón, por que necesitaba descansar.
—Sí, ya lo sé. ¿Pero no pensó que seis meses alejado de la empresa son demasiados para alguien que sólo necesita descansar un poco?
—¿Seis meses? Me dijo que se marchaba un mes o seis semanas. ¡En ningún momento me habló de seis meses!
—Imagino que no quería preocuparlo.
—¿Preocuparme? Usted sí está preocupado, señor Moon. ¿Qué quiere decir? ¿Qué Hyungsik me mintió acerca de su estado?
—No le mintió exactamente...
—Pero no me dijo toda la verdad. Es experto en eso.
—Usted no lo entiende, señor Park.
—¿El qué no entiendo? ¿Que no quiso decirme que tenía que descansar seis meses en vez de seis semanas? Supongo que llevar una doble vida debe de ser agotador.
—El señor Park no ha estado llevando una doble vida. No puedo creer que usted piense eso. Pero si es así, no tengo nada más que decirle. Me marcho.
—Espere. Lo siento —se disculpó Minwoo, que no quería que el mayordomo se marchase sin darle una explicación—. Últimamente yo tampoco estoy bien.
—Desde el accidente. Lo comprendo.
—Y por todas las cosas que dijo ese joven. Si... si no fuesen  verdad, ¿no piensa usted que Hyungsik lo habría negado?
—El accidente ocurrió hace cuatro semanas y usted sigue en casa del joven Hwang.
—Usted sabe por qué.
—¿Yo?
—Ya se lo he explicado. No puedo ir a casa si  Hyungsik...
—¿Si Hyungsik qué?
—Mire, es evidente que usted está de su parte.
—No estoy de parte de nadie, señor Park.
—Pero ni siquiera se molestó en contactar conmigo cuando tuve el accidente.
—No sabía nada.
—Claro que sí. Hwi Gaesae lo llamó y se lo contó la noche que estuve en el hospital. Kwanghee me lo ha asegurado.
—No.
—¿Cómo que no?
—No lo sabía —insistió el joven Moon—. Yo también pensaba que estaba al corriente. Lo habría llamado yo mismo si hubiese sospechado... En cualquier caso, puedo asegurarle que no sabía nada.
Minwoo frunció el ceño. Todo era muy extraño. ¿Cómo podía estar el joven Moon tan seguro de que Hyungsik decía la verdad?
—Bueno, puedo aceptar que haya habido algo de confusión en lo referente a la llamada, pero lleva más de dos semanas en casa y no se ha molestado en telefonearme.
—No —admitió el joven Moon—. No puede hacerlo, señor Park. Oh, el señor va a odiarme por contarle esto. Pero... la noche que volvió de Japón sufrió un ataque. Y... desde que volvió del hospital, vaga por la casa como alma en pena.



¿Dónde demonios estaba el joven Moon?
Hyungsik se despertó sudoroso y sediento, le dolía la espalda de estar tanto tiempo en la cama. Pero se había obligado a ir al cuarto de estar a abrir el correo.
Los medicamentos que le habían recetado eran los responsables de todo, se suponía que debían controlar sus pulsaciones, pero hacían que se durmiese a media tarde.
Como si necesitase controlar los latidos de su corazón. Minwoo lo había abandonado. Su matrimonio había acabado, toda su vida se había ido al traste. Tenía pensado dimitir en Construcciones Zea y volver a Japón.
Se puso en pie y se dirigió a la cocina. El mayordomo no estaba allí. Bebió un vaso de agua y miró por la ventana, hacia el estudio de Minwoo, y se preguntó si volvería a casa cuando él se hubiese marchado. Era probable.
Debía haberlo llamado. Quería hacerlo. Estaba muy preocupado por él. Pero dudaba que Minwoo quisiese hablar con él. Además de las mentiras que Yeowool le había contado, él no había querido admitir lo que le había ocurrido al llegar a casa. Se había desmayado delante del joven Moon cuando éste le había contado el accidente de Minwoo.
Se encontraba en muy malas condiciones y su esposo era un joven bello e inteligente que se merecía a alguien mejor que él.
En el hospital le habían dicho que era normal que alguien que acababa de sufrir un infarto tuviese después una depresión, pero que se recuperaría.
Le habían diagnosticado problemas físicos pero también psicológicos. Pero Hyungsik no quería hablar de sus problemas maritales con nadie. Aunque admitía que quizás esos problemas podían haber afectado a su salud.
Volvió a arrepentirse de haber invitado a salir a Jo Yeowool, de haberle dado motivos para acusarlo. Si no lo hubiese hecho, él habría acosado a otro.
Frunció el ceño y recordó lo que le había dicho su madre. ¿Quién era el responsable del embarazo de Yeowool? ¿Quién era el padre? Aunque le costase creerlo, podía ser alguien de la oficina. Uno de los directivos.
Oyó el coche del joven Moon y abandonó sus pensamientos. Suponía que el mayordomo había aprovechado para ir a hacer  la compra. Se estaba portando muy bien con él.
La puerta de la calle se abrió, pero el mayordomo no fue a la cocina. Probablemente hubiese ido directamente a ver qué tal estaba él. Sería mejor que le dijese que estaba allí antes de que empezase a buscarlo por toda la casa. Acabó de beber, dejó el vaso en la pila y salió de la cocina.
No había ni rastro del mayordomo en la entrada, así que se dirigió al cuarto de estar y casi choca contra Minwoo, que salía de allí.
—¡Dios mío!
Hyungsik se sintió tan impactado por la visión, que tuvo que agarrarse al marco de la puerta para no caerse. Era la última persona con la que pensaba encontrarse.
—Pensé que había oído el coche el joven Moon —añadió.
—Sí, era su coche, me lo ha prestado.
—¿Y dónde está él?
Como si le importase el mayordomo. Al ver a su esposo se dio cuenta de que no podría marcharse de allí sintiendo por él lo que todavía sentía. Su cuerpo volvía a traicionarlo, lo deseaba y le era imposible pensar con sensatez.
Estaba muy guapo. Quizás un poco más delgado, pero tan guapo como siempre a pesar del accidente en el acantilado. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta de color melocotón. Era como un rayo de sol en ese día de lluvia. Si sus ojos parecían estar más tristes de lo habitual debía de ser porque él también se había sobresaltado.
—Está en casa de Kwanghee —comentó Minwoo.
Hyungsik lo entendió todo. Su esposo no había ido a verlo porque lo necesitase desesperadamente, sino porque le debía de haber dado lástima lo que le habían contado.
—Ya veo —dijo Hyungsik poniéndose a la defensiva—. Así que el joven Moon te lo contó. Lo que me sorprende es que Kwanghee te haya dejado venir a verme.
—Él no sabe que he venido —respondió Minwoo.
Quería decirle muchas cosas, pero sólo de verlo se sentía débil. Llevaba una camiseta negra y los pantalones vaqueros viejos, e iba descalzo. Estaba delgado y moreno, tan guapo como recordaba. Estaba deseando tocarlo.
—¿De verdad? Debí suponerlo.
—No seas así.
—¿Cómo?
—Hyungsik, ahora sé que tú no estabas al corriente de mi accidente, el joven Moon acaba de decírmelo.
—Y, por supuesto, el joven Moon nunca miente. Sólo viola la confianza —respondió él con amargura—. ¿Qué más te ha contado? ¿Que estoy a las puertas de la muerte? No deberías preocuparte, aparentemente, todo es culpa mía.
—Oh, Hyungsik, no bromees con esas cosas.
—Hablo en serio. Pero tengo que admitir que es irónico. Me atrevería a decir que piensas que me lo merezco.
Hyungsik vio cómo a Minwoo se le ponían los ojos llorosos y se arrepintió inmediatamente de lo que acaba de decir.
—Bueno, qué más da —añadió—. ¿Cómo estás tú? Has vivido una experiencia horrible. ¿Sabes cómo ocurrió?
—¿Tenemos que hablar de eso? Sólo he venido a verte a ti. ¿Te encuentras mejor?
—Estoy bien, no sé lo que te ha contado el joven Moon, pero creo que se han pasado con los informes médicos.
—Hyungsik...
—De verdad. Como te expliqué antes de marcharme a Japón… necesitaba descansar un poco de informes financieros y planos.
—Pero no era sólo cansancio, ¿verdad? El joven Moon me ha dicho que tienes un problema de corazón.
—El joven Moon exagera. Y si has venido aquí para compadecerte de mí, muchas gracias, pero no es necesario.
—Hyungsik...
—Mira, voy a superar esto. No me voy a morir ni nada de eso. Por alguna razón, probablemente a causa del estrés, mi corazón late de manera irregular, O latía, porque he seguido los consejos del médico, me he relajado, y estoy muchísimo mejor.
—¿Estás seguro?
—Estoy seguro —respondió Hyungsik cerrando los puños con tanta fuerza que se le clavaban las uñas en las palmas de las manos—. Siento decepcionarte, cielo, pero si lo que querías era deshacerte de mí vas a tener que divorciarte.
—No quiero deshacerme de ti.
—¿No? ¿Entonces por qué estás en casa de Kwanghee?
—Ah, es una larga historia —respondió Minwoo eludiendo la pregunta—. ¿Tienes idea de cómo me he sentido cuando el joven Moon me ha dicho que sufriste un ataque?
—No fue tan grave.
—Pues a mí sí me lo ha parecido. Estuviste casi una semana en el hospital.
—Porque me estuvieron haciendo pruebas.
—¿Entonces, qué pasa ahora?
—Esa es la pregunta del millón.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Minwoo.
—Admitámoslo, Minwoo, no soy el hombre con el que creíste casarte. Quizás deberías pensar lo del divorcio.
—Eso es ridículo y tú lo sabes. Según el joven Moon es muy posible que te recuperes al cien por cien. Ya me advirtió que te compadecías de ti mismo, pero no pensé que pudiese ser así.
Minwoo sabía que sus palabras eran duras, incluso para él, pero tenía que sacar a Hyungsik de su apatía. ¿Acaso podía pensar que se había casado con él por alguna razón que no fuese simplemente que estaba enamorado de él? Le daba igual que hiciese Hyungsik siempre y cuando estuviese bien y se sintiese feliz.
Minwoo supo que había hablado más de la cuenta al ver que su marido se daba media vuelta para marcharse.
—Muchas gracias, Minwoo. Sabía que serías sincero. Lo que ves es lo que hay.
—¡Cállate!
Minwoo empezaba a asustarse, pero Hyungsik no le hizo caso.
—Sí, tienes razón. Me compadezco de mí mismo. Pensé que era invencible. Que podían herirme, pero que era físicamente fuerte. Pero cuando te ocurre algo así, te das cuenta de que no eres tan fuerte, de que eres tan humano como los demás. Eso es todo.
—Todos somos humanos, Hyungsik.
—Es cierto.
—Seguro que te das cuenta de que te esforzaste demasiado. Últimamente cada vez pasabas más tiempo en la oficina, trabajando sin parar. Era normal que yo sospechase que tenías una aventura, porque a veces estabas fuera de casa todo el día y toda la noche.
—Lo sé.
—Pero no te culpo, que yo también me he comportado de manera muy egoísta. Pensaba que era el único que había sufrido con la pérdida de los bebés. He pensado mucho en eso desde el accidente. Los problemas deberían habernos unido, pero nos separaron.
—Eso ya es agua pasada.
—Pero es importante, ¿no te das cuenta? —insistió Minwoo—. Si nosotros... si yo no te hubiese apartado de mi lado, Yeowool no habría podido hacemos daño.
—Yeowool, me preguntaba cuándo iba a aparecer en la conversación.
Minwoo se mordió el labio.
—Vino aquí cuando estabas en Japón. Me aseguró que había estado contigo en casa de tus padres.
—Ya me lo ha contado el joven Moon.
—¿Pero no es cierto?
—¿Me creerías si te dijese que no?
Minwoo asintió.
—De acuerdo. Te mintió. Es verdad que apareció allí. La misma mañana que tú, pero mi appa la echó de casa.
—Cuando nosotros...
—No estábamos allí.
—Cuando estábamos haciendo el amor —terminó Minwoo—. ¿Cuando fuimos a la charca él estaba en la casa de tus padres?
—Llegó poco antes que tú. Iba decírtelo, pero no quería estropear el día. No fue necesario, ya que mi appa llamó un taxi y lo mandó de vuelta.
—Seguro que Yeowool se enfadó mucho. Por eso...
—¿Por eso qué?
—No importa.
—Dímelo.
—Por eso me contó todas esas mentiras.
—¿Qué mentiras?
—Me dijo que había estado contigo allí y me describió la casa de tus padres. Debió ponerse furioso cuando le contesté que no le creía.
—¿Le dijiste que no le creías? —preguntó Hyungsik tomándolo del brazo.
—Por supuesto. Tengo que admitir que en realidad no sabía qué pensar. Pero después de todo el tiempo que he tenido para pensar en ello... Sabía que estaba mintiendo.
—¿Por qué no me lo contaste?
—¿Cómo iba a hacerlo? Tuve el... accidente. Y he tardado en recuperarme del susto. Luego me dijeron que habías vuelto de Japón y que no te habías preocupado por cómo estaba yo. Kwanghee dijo... bueno, quizás fuese cierto que no te importaba cómo estuviese.
—¡Kwanghee! —exclamó Hyungsik frunciendo el ceño—. Quizás todo hubiese sido más fácil si me hubiese dicho que habías tenido un accidente antes de que volviese a Corea.
Minwoo asintió.
—Pero en realidad no fue culpa suya —añadió—. Gaesae... Hwi Gaesae afirmó que... que te había llamado para contártelo.
—Pues no es cierto.
—Ahora lo sé. Cuando me lo dijo el joven Moon, me di cuenta de que tenía que verte.
—¿Estás seguro de que no te estás compadeciendo de mí? —quiso asegurarse Hyungsik. No quería sufrir otra decepción, como la de la noche que Minwoo lo había llevado a su cama.
—¿Cómo voy a estar compadeciéndome? Te quiero. Nunca he dejado de quererte.
Hyungsik se quedó atónito. Había soñado con eso, había rezado para que fuese así, y cuando lo oyó de boca de su esposo no fue capaz de reaccionar. Después de todo lo que había hecho Yeowool, después de los esfuerzos por separarlos, no podía creer que no hubiese podido con ellos.
—¿Tú me quieres todavía? —preguntó Minwoo preocupado por el silencio de su marido.
—¿Necesitas que te lo diga?
Hyungsik no podía esperar más, así que lo besó con anhelo y Minwoo se apoyó en él y se dejó llevar.
Sintió su pecho contra el suyo y lo agarró por los hombros para acercarlo todavía más a él y frotar su creciente erección contra el vientre de su esposo. Las piernas de Minwoo se abrieron inmediatamente para dejar que metiese el muslo entre ellas.
Hyungsik volvió a sentirse aturdido, pero sabía que ya nada podría separarlos.
—Hyungsik... —murmuró Minwoo cuando Hyungsik dejó de besarlo para bajarle el tirante de la camiseta y acariciar su pecho.
—Te deseo. Siempre te he querido. Vamos arriba. Y en ese momento llamaron a la puerta.



3 comentarios:

  1. Ahhhh
    Me encanta cuando hablan!!!!
    Hablando nos entendemos!!!!
    Ahhhh genial!!!!!

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  2. Aaaaaaahhhh
    Estos amigos...como los quieren😒
    Cada uno muriendose en su propia miseria.
    Desesperan...pero al menos el mayordomo se armo de valor y fue a contarle a Minwoo lo que a pasado en esas semanas.
    Lo que me cae bien de estos,es que "hablan",cuabdo están desesperados pero hablan y se dicen la mayoria de las cosas...y que bueno,porque solo así de avanza.
    Di pudieran enfrentar lo que viene juntos,seria de gran ayuda para los dos.
    Que Minwoo respaldará a Sik y que despuéd hablaran a conciencia de ello,seria mucho mejor.
    Y ese que interrumpe imagino quien es y a qué va😒
    Aaaawwwww quizás estar con Sik en un lugar bello y sin preocupaciones trae recompensa *0*

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  3. ahhhh!!!!!! es genial por fin arreglan las cosas YA ERA HORA!!!
    Sik muy enfermo pero cuando ve a Minu se le olvida todo xD
    Y pensar que todos sus problemas fueron por intervencion de terceras personas -.- si ellos hubieran hblado desde un principio no hubiera pasado nada de esto :c
    Por que interrumpen en la mejor parte TvT
    Perdon por no comentar en toda la semana pero mi internet y mis examenes no me dejaban TvT
    Gracias por el cap ~~

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...