Debutantes III -7




La librería era pintoresca y estaba repleta de libros desordenados. No obstante, Sungmin  seleccionó los volúmenes que le interesaban con rapidez. Sunny, que no leía tan rápido como él, tardó más tiempo en decidir qué libros comprar. Pero tampoco tenían prisa. Ni siquiera eran las once. Incluso llegarían a tiempo de almorzar en palacio. O quizá podrían comer en un restaurante cercano. Sería divertido. Al menos no tendrían que aguantar la cara larga de Suho que sin duda alguna les quitaría el apetito.
A Key no le interesaban los libros y había aceptado una taza de té del dueño de la tienda. Un hombre mayor y cordial que había mantenido una animada conversación sobre el palacio con el chico cuando había mencionado que eran de la corte.
Al no querer tomar té, Sungmin se había desplazado hasta su siguiente parada, una tienda de telas, al otro lado de la calle. En el enorme establecimiento había toda clase de tejidos y también una pequeña sección de hilos. Tan pronto como Sungmin entró en la tienda, se oyó tintinear la campanilla de encima de la puerta indicando que alguien había entrado detrás de él y se vio empujado al interior.
Ante tal rudeza, soltó un grito ahogado de indignación y se dio la vuelta para encontrarse a Kyuhyun con una amplia sonrisa en su cara. Desde luego no había esperado toparse con él en Bond Street. La burbujeante excitación que su presencia despertaba en él hizo acto de aparición. Pero al menos esa vez no se quedó deslumbrado al verlo. Cada vez le resultaba más fácil mirarle a la cara y no perder el hilo de sus pensamientos.
Y aun así, tardó un momento en darse cuenta de la apariencia de él. Iba vestido con una chaqueta de raso color borgoña y pantalones negros. La camisa blanca era normal, y los pantalones también, así como las botas y no llevaba corbata, pero aquella chaqueta estaba fuera de lugar a esa hora del día. Sin embargo, Sungmin  estaba demasiado azorado para mencionarlo.
—Qué coincidencia —dijo él con desenfado.
No creía en las coincidencias y sospechó que podía haberlo seguido. ¿Por qué si no estaría él allí?
—¿Ha venido a comprar tela? —le respondió dirigiéndose a la sección de hilos de la tienda.
—No, he venido para hablar a solas contigo. Me agrada estar en tu compañía.
La respuesta le complació más de lo que habría querido, pero se sintió obligado a advertirle:
—No estoy solo.
—Ahora mismo sí.
Sungmin  se detuvo delante de una mesa llena de latas con carretes de hilo de brillantes colores. Él se inclinó por encima del hombro del joven para señalar una madeja de hilo color rosa.
—Ése es bonito.
Sungmin  apenas oyó sus palabras. Lo único que podía hacer era sentir su cuerpo presionando contra su espalda e intentar controlar la nueva excitación que aquello le provocaba. El dependiente les sonrió desde el otro lado de la estancia. Al parecer había pensado que eran pareja pues habían llegado juntos, y consideraba normal que se acercaran tanto el uno al otro para examinar la mercancía.
O ésa era la excusa que Sungmin se dio a sí mismo para no alejarse de Kyuhyun. Sabía que era una debilidad. Sabía que debería haberlo apartado de inmediato. Pero, sencillamente, no quería romper el íntimo contacto, todavía no.
—Tienes unos ojos de lo más fascinantes, Minie. Demasiado oscuros y misteriosos para leer en ellos. El tono rosa los suavizaría un poco, ¿no crees?
¿Cómo se suponía que debía responder a eso cuando se había quedado sin habla? ¡Su corazón se había desbocado! ¡Incluso ahora sentía a Kyuhyun apretándose contra sus nalgas!
—Si estuviéramos solos en este momento, creo que te bajaría los pantalones.
Aquel escandaloso comentario que Kyuhyun le susurró con voz ronca al oído le hizo inspirar con tal brusquedad que Sungmin casi se atragantó. Salió de su ensueño y recuperó el sentido común. Kyuhyun había dado un paso atrás cuando él tosió. Sungmin se dio la vuelta para fulminarle con la mirada cuando se encontró con una descarada y amplia sonrisa.
—¿Me arrojarías un carrete de hilo si te beso otra vez? —preguntó con un destello divertido en sus ojos.
Ahora lo entendía todo. Estaba tomándole el pelo. Sólo estaba bromeando con él aunque de una manera seductora y escandalosa. Pero por lo menos no había tratado de seducirlo en una tienda de telas. Su proximidad, sin embargo , seguía sin ser la correcta. ¿Estaría tan acostumbrado a flirtear a parejas sofiticadas que se había olvidado de cómo seducir a jóvenes inocentes propensos a desmayarse ante tales insinuaciones indecentes? ¿O es que simplemente no hacía distinciones? Lo más probable es que fuera eso último. Después de todo era un vividor y un jugador. Pero ¿carecía realmente de escrúpulos? Tendría que reservarse el juicio en ese asunto.
—No habrá más besos. Ha sido un excelente maestro. Ya he aprobado esa asignatura —le advirtió en respuesta a su pregunta.
El se rió, pero no tardó en replicar:
—Qué decepción. Pensé que me dirías que aún te queda mucho por aprender y que solicitarías mi guía. No voy ofreciendo mis enseñanzas así como así, ¿sabes?
Sungmin chasqueó la lengua.
—Por supuesto que sí. Es un hecho de sobra conocido.
Sungmin se volvió a la mesa de hilos. Mirar a Kyuhyun directamente a los ojos no le ayudaba precisamente a aclararse los pensamientos. Y él aún no le había dicho qué estaba haciendo allí.
—Así que pasaba por aquí y me vio entrar, ¿no es así? —le preguntó como quien no quiere la cosa.
El se puso a su lado. Demasiado cerca. Ahora se tocaban sus brazos. Kyuhyun fingió examinar los hilos durante un rato.
Luego le habló en el mismo tono despreocupado que Sungmin  había usado.
—No, en realidad tenía que recoger un paquete calle abajo. Esta es mi segunda parada del día. Acababa de realizar la primera cuando vi su carruaje e imaginé que íbamos en la misma dirección. Sabía que usted estaría por aquí. ¿Estaba visitando unos amigos en Wigmore ?
Sungmin  supo al instante que no había nada casual en esa pregunta. Santo Dios, estaba interrogándolo de nuevo. Creía que ya habían pasado por eso y que habían aclarado las cosas. Molesto, optó por no satisfacer su curiosidad, sobre todo porque Sukchun ya debía de haberle dicho a Kyuhyun que había pedido su colaboración. Evidentemente, Sukchun había confiado lo suficiente en él para pedirle tal cosa, ¿por qué entonces Kyuhyun no lo hacía?
—No tengo amigos en Londres, pero sí mi doncella —fue todo lo que dijo.
Antes de que él pudiera preguntarle nada más, fue él quien lo interrogó:
—¿Qué hace exactamente para Lee Sukchun?
—Soy su sastre —contestó Kyuhyun al instante.
—Eso no es cierto.
Kyuhyun le brindó una descarada sonrisa.
—Quiero decir que él es mi sastre.
Sungmin le dirigió una mirada pensativa.
—Es interesante que mienta al respecto.
—¿Estás insinuando que miento?
—Las respuestas evasivas son una forma de engaño.
—Es interesante que lo veas de esa manera —le respondió él con sus propias palabras. Sungmin casi se rió.
Al parecer él no había respondido a su pregunta con más veracidad de lo que había contestado a la suya. Se sorprendió cuando no continuó preguntándole qué le había llevado hasta Wigmore Street. Tomando entre sus dedos un carrete de hilo blanco de seda, Kyuhyun se limitó a decir:
—Llevaré esto en el bolsillo del chaleco por si te quedas sin ideas sobre en qué emplear las agujas.
Sungmin  no pudo evitar sonreír.
—¿De veras? Pero eso implica un regalo...
Él le interrumpió.
—Considéralo como un adelantado regalo de Navidad —dijo y esta vez sonó más serio.
—No acepto regalos de simples conocidos.
—Somos más que eso.
—No, no lo somos.
—Por supuesto que sí, ¿o es que tienes por costumbre andar besando a simples conocidos?
Sungmin lanzó un bufido.
—Fue usted quien me besó, no yo a usted.
Kyuhyun volvió a sonreír ampliamente.
—Pero tú, Minie, participaste activamente. No te atrevas a negarlo.
Al final, Kyuhyun había logrado hacerla sonrojar. Sungmin se preguntó si sus mejillas habrían adquirido un color tan brillante como el abrigo de él. Al recordar la extraña chaqueta que él llevaba puesta no pudo evitar preguntarle:
—¿Es costumbre en Londres disfrazarse a primera hora de la mañana?
—No que yo sepa. ¿Por qué lo preguntas?
Sungmin miró directamente la manga de aquella chaqueta de color tan brillante.
—¿Chaqueta de raso durante el día? ¿Acaso no sabe que hace décadas que la moda dandi está en desuso?
Kyuhyun se rió ante su tono seco.
—No uses el plural, querido. Tampoco hace tanto tiempo pero me he puesto esta chaqueta en honor a mi madre.
—¿A su madre le gustan las chaquetas masculinas?
—¿Sabes? Creo que ella llegaría a usarlas si no provocara interminables comentarios en la sociedad, pero no. Me la he puesto porque a mi madre le irrita, más de lo que puedas imaginar que me ponga ropa de raso.
Sungmin arqueó una ceja.
—¿Y eso le complace?
—Por supuesto.
Kyuhyun lo dijo con una sonrisa, así que no supo si estaba bromeando o no. Pero comprendió que él debía de volver a su casa si iba a ver a su madre aquel día. ¿Sería para siempre? Sungmin no pudo evitar sentirse decepcionado. ¿No volvería a verlo en palacio? No quería ni imaginar lo aburrido que sería aquel lugar sin su presencia. ¿Y cómo iba a ser entonces el intermediario de Sukchun si no estaba en palacio? Sin duda alguna no esperaría que se reuniera con él en su casa de Londres.
Por lo general, no era tan atrevido, pero tenía que saberlo.
—¿Volveré a verlo en palacio?
—Tu preocupación me abruma. —Y curvó la boca en una picara sonrisa.
Sungmin se irritó ante la conclusión a la que él había llegado.
—Sólo sentía curiosidad. Me ha dado la impresión de que volvía a su casa de manera definitiva. Quizás haya sacado una conclusión equivocada y en realidad no es usted un invitado de la corte.
—Por el momento lo soy, pero tampoco hace falta que sea un invitado para ir de visita... y veo que tú ya me echas de menos. Vamos, admítelo. —Sungmin  puso los ojos en blanco mientras él continuaba bromeando, pero luego Kyuhyun le aseguró en un tono ronco—: Sabes de sobra que tú y yo todavía no hemos terminado, Minie.
Sin duda alguna él se estaba refiriendo a su papel de intermediario entre Sukchun y él, pero Sungmin  se sintió azorado de todas maneras al leer en sus palabras más de lo que él había dado a entender.

***
Los Cho siempre habían sido gente de ciudad según su larga y aristocrática historia familiar. El primer hogar había estado en el casco antiguo de Londres, aunque había sido destruido por el fuego hacía siglos. Mucho tiempo después habían adquirido una propiedad en el campo, a las afueras, vinculada al título de Yeomgwang que habían obtenido siglos atrás, pero que jamás la habían utilizado hasta ahora. Según se había expandido Londres, los Cho se habían expandido con ella.
Kyuhyun había heredado el título de marqués cuando su padre había muerto. Junto con el título había heredado también la casa familiar, construida por el abuelo paterno de Kyuhyun. Aunque la fachada no difería demasiado de otras mansiones londinenses.
Kyuhyun llegó a su casa al mediodía, justo a tiempo de compartir el almuerzo con su madre y sus hermanos, si es que aún se encontraban allí. Siempre echaba de menos a su familia cuando permanecía demasiado tiempo lejos de casa por culpa de una de sus misiones, en particular extrañaba los divertidos intentos de su madre para meterlo en vereda, ya que solía comportarse de una manera muy teatral. En esa ocasión sólo había estado ausente unos pocos días, pero no dudaba de que su madre se quejaría igualmente.
Su hermano Minho , dos años menor que Kyuhyun, ya no vivía con ellos. En cuanto alcanzó la mayoría de edad, había convencido a Kyuhyun de que le cediera alguna de las muchas casas que los Cho tenían alquiladas en la ciudad, con la intención de transformarla en la residencia de un soltero y mantener una amante si era lo suficientemente afortunado de encontrar una. Kyuhyun habría sido un hipócrita si le hubiera negado ese lujo, aunque una residencia de soltero no era algo que él hubiera querido para sí mismo. Demasiados dormitorios tenían las puertas abiertas para él, así que no necesitaba mantener a ninguna amante.
Su madre, por supuesto, había puesto objeciones a que Minho se trasladara. Había pensado que había tenido éxito con sus dos hijos menores en donde había fracasado con Kyuhyun y, con la partida de Minho, le pareció como si el joven estuviera siguiendo los pasos de su hermano mayor. Pero el muchacho no tenía el talento natural de Kyuhyun para el libertinaje. Se había sentido consternado cuando perdió sus primeras cincuenta libras en una mesa de juego, así que no había tardado en dejar los juegos de azar.
Como Minho vivía bastante cerca, todavía iba a almorzar y a cenar con su familia, aunque Kyuhyun no sabía si hoy aparecería o no. El hermano más pequeño de Kyuhyun, Jaehyun, de dieciséis años, todavía vivía en la mansión, así que normalmente estaba allí. El más joven, e inesperado, hijo de Cho Ahra había nacido el mismo año que falleció su padre, así que Jaehyun no había conocido a su padre como sí lo habían hecho Kyuhyun y Minho . Aunque era tan alto como sus dos hermanos mayores, Jaehyun era el más tranquilo y estudioso de los tres.
Tan pronto como Kyuhyun apareció en la puerta del comedor, su madre inquirió:
—¿Dónde te has metido?
Kyuhyun se sentó frente a ella, le dirigió a Jaehyun una sonrisa cómplice para advertirle de que la batalla estaba a punto de comenzar, y respondió:
—¿De verdad hace falta que te responda?
—¿Quién es? —disparó Ahra.
—Nadie que quieras conocer.
Ella gruñó.
—¿Cuándo vas a dejar de perder el tiempo y a darme un nuero?
Él se rio.
—¿Qué fue lo último que te respondí a esa pregunta? ¿De veras esperas que haya cambiado cuando es tan divertido ser un seductor empedernido y llevar por el mal camino a vírgenes inocentes?
—¡Vírgenes inocentes! —exclamó su madre sin aliento.
Maldición, se había sorprendido incluso a sí mismo. ¿De dónde demonios había salido ese comentario? Como si no lo supiera. Había entrado en su casa con Sungmin  todavía en la cabeza.
Pero antes de que pudiera retractarse, Ahra le advirtió:
—Si no estuvieras bromeando, te dispararía yo misma antes de que lo hiciera algún padre indignado.
Su madre sólo se quejaba, y mucho, sobre su sórdida fama de jugador, tal y como ella lo veía. Tampoco es que estuviera realmente impaciente por que su hijo se casara y continuara el linaje de los Cho, no más de lo que él mismo lo estaba. Todo se haría a su debido tiempo.
Sólo tenía veintiséis años después de todo, y ella tenía dos hijos más que podrían perpetuar el apellido familiar. Así que mientras él no rebasara los límites y no añadiera la seducción de jóvenes inocentes a sus fechorías sociales, se limitaría a mostrar su desaprobación con alguna que otra queja.
Choi Ahra de Cho era una mujer de cuarenta y cinco años que todavía conservaba su atractivo. Como todos los miembros de la familia Choi gozaba de una magnífica apariencia.
Era una mujer orgullosa y terca. Al morir su marido, no había regresado a la casa de su familia en Shiyuan. Había decidido criar a sus hijos sola, y no había vuelto a casarse.
Pero eso le había dejado con un dilema: sus hijos de diez, ocho y un año no tendrían más modelo masculino que el de sus tutores, que no eran lo que ella tenía en mente. Esa era la razón de que a menudo llevara a sus hijos a visitar a su hermano Kangta.
Para ejercer el papel de padre y madre en las vidas de sus hijos, Ahra había tenido que transformarse. El cambio había sido gradual, pero ¡su madre se había convertido en un auténtico intimidador con faldas! Aunque su padre jamás había sido brusco o mandón, Ahra había ejercido su rol masculino de esa manera y lo dominaba con absoluta maestría. Aunque les daba a sus hijos todo su amor y su apoyo, su tono y sus modales eran los que ella creía que un hombre emplearía con sus hijos. Puede que su estilo hubiera sido algo cómico, pero nadie había tenido corazón para decírselo y Ahra nunca dudó de que había hecho lo correcto.
Kyuhyun había sido consciente de ello más que cualquier otro y quería a su madre todavía más por ello. Había hecho un enorme sacrificio por él y sus hermanos. Así que él se había asegurado de que ella jamás considerara que lo había hecho en vano. Siendo un rebelde mujeriego le daba un propósito a la vida de su madre y continuaría haciéndolo mientras pudiera, pues si ella no lo tenía a él para intimidarle y meterlo en vereda, estaba seguro de que perdería el norte.
Sus hermanos sabían que aquel escandaloso comportamiento del que hacía gala sólo era una treta por su parte, y que les calentaría las orejas si intentaban emularle. Para Kyuhyun no suponía ningún problema ir contra los deseos de su madre. Si ella quería que se cortara el pelo, él lo llevaba largo. Si quería que vistiera discretamente, llevaba ropa extravagante... sólo por ella. Y si bien ella quería que se casara y sentara la cabeza, los dos sabían que no había prisa para que lo hiciera. Ahra sólo quería que su hijo hiciera algo más en su vida que ir de fiesta en fiesta. No sabía absolutamente nada de su trabajo para la corona. Y tampoco sabía que había hecho algo más que sacar a flote las finanzas de la familia y que ya no estaban al borde de la quiebra como Ahra suponía.
Uno de los antepasados de su padre se había dedicado al comercio y a otros asuntos financieros para recuperar la fortuna familiar que un marqués anterior había derrochado. Las generaciones siguientes de Cho jamás hablaban de él y desaprobaban que se hubiera ensuciado las manos dedicándose al comercio, así que no existían historias familiares sobre ese emprendedor tatarabuelo. Kyuhyun llevaba su nombre, un nombre del que siempre se había sentido orgulloso, por lo que le había molestado bastante que Sungmin  le hubiera dicho que el nombre no le sentaba bien.
Kyuhyun consideraba absurdo el desprecio de sus parientes hacia su tatarabuelo. Aquel hombre debería haber sido considerado un héroe en vez de cargar con el título de oveja negra de la familia.
Más de una vez había pensado que era él quien cargaba ahora con ese honor. ¡Y su madre también lo pensaba!
—Puedes estar tranquila, mamá. La verdad es que estaba bromeando —le aseguró en ese momento.
—Pues ha sido una broma de muy mal gusto —dijo ella con el ceño fruncido—. Aunque si te digo la verdad, jamás te hubiera disparado.
—¡Me alegra saberlo! Pero lo cierto es que te preocupas demasiado.
—Como si tú me dejaras dormir tranquila —refunfuñó ella.
—Tonterías, sólo me he liado con la mitad de las parejas de Londres. Además he oído que ya existe cura para la gonorrea.
—¡No existe tal cosa! —farfulló ella.
—¿No? ¿Estás segura? Dios, me quedaré devastado si un día de éstos descubro que tienes razón.
Jaehyun soltó una carcajada mientras Ahra lanzaba a su hijo menor una mirada reprobadora. Kyuhyun esperó a que su madre volviera a prestarle atención y entonces le guiñó el ojo y le brindó una amplia sonrisa. Como siempre, el almuerzo continuó sin que ocurriera nada fuera de lo corriente.
Kyuhyun disfrutó de la comida. Le encantaba gastarle bromas a su madre. Como no tenía necesidad de permanecer en palacio más tiempo ahora que había sacado sus conclusiones, a no ser para disfrutar de sus encuentros con Sungmin, le aseguró a su madre que volvería a casa en pocos días. Tendría que esperar a que Sukchun regresara del extranjero para informar al hombre de sus progresos.
No le cabía duda de que Sukchun se sentiría decepcionado al descubrir que ninguno de los nuevos de la corte era un firme candidato a su bando, incluido Sungmin , pero Sukchun se las apañaría como hacía siempre.
Kyuhyun había llegado a la conclusión de que Sungmin  era el más peligroso de todos pues sabía mentir a la perfección. Le había dado la oportunidad de aclararlo todo cuando le había preguntado qué había estado haciendo en Wigmore Street, pero él había dejado pasar el tema. Y, a pesar de lo que le había advertido a Sukchun, Kyuhyun había cumplido con su trabajo.
Casi deseaba que Sukchun le pidiera que investigara a Sungmin. Era el más guapo de todos y también el más fascinante. Una tentadora combinación con la que jugar.
Aunque aparentaba ser un joven decoroso, Kyuhyun comenzaba a sospechar que no era tan inocente como parecía. Eso se le había ocurrido tras haberlo besado en el pasillo. Si bien después se había mostrado indignado, o había fingido indignarse, había participado activamente en aquel beso, tanto que le había excitado bastante más de lo que él había parecido excitarle. Y ese mismo día, en la tienda de telas, Sungmin  no había protestado cuando se había acercado a él y había presionado su cuerpo contra el suyo de una manera tan provocativa. Ciertamente, todo eso no le hacía parecer demasiado inocente, incluso parecían haberle gustado sus insinuaciones atrevidas.
Lee Sungmin estaba resultando ser demasiado tentador. En lo que a él concernía ya había sacado sus propias conclusiones y concluido la investigación.



«No me cabe la menor duda de que te pedirán que cantes en cuanto descubran la espléndida voz que tienes. No seas tímido. Es uno de tus dones, estate orgulloso de compartirlo.»
Sungmin  deseó no haber recordado las palabras de su madre cuando Key y él regresaron a las habitaciones de la duquesa después de su excursión a la ciudad, y Boah les preguntó si alguno de los dos podía cantar algo ligero. La duquesa, al parecer, tenía dolor de cabeza y quería oír música suave que la ayudara a relajarse. Ryeowook ya estaba tocando el violín. Key se acercó al arpa para unirse a él. Sungmin  reconoció la canción y cantó algunos versos.
—¡Cantas de maravilla! —exclamó Boah, pareciendo realmente encantada—. Me sentaré con la duquesa hasta que se sienta mejor. Te diré cuando debes detenerte o si se queda dormida.
Pero Boah no regresó a la habitación, y Sungmin no hizo más que cantar durante el resto de la tarde, por lo cual ahora tenía la voz ronca. Finalmente, una de las damas de cámara de la duquesa salió a agradecerles el entretenimiento y mencionó que la duquesa había abandonado sus aposentos hacía más o menos una hora para cenar con la reina. Las demás chicas se rieron por el hecho de que Boah no se hubiera acordado de decírselo, pero Sungmin  sabía que no había sido un olvido.
Había una orquesta tocando esa tarde y habían invitado a todos los de la corte a participar del acontecimiento. Sungmin había tenido música más que de sobra por ese día, pero no podía dejar de asistir, en especial cuando podría aparecer la familia real y el príncipe podía aprovechar la oportunidad de hablar con él sobre Lee Sukchun.
No fue ése el caso. Habían sido invitados también un gran número de caballeros y la cena formal tuvo al menos ocho platos, ¡además de durar horas! Pero la familia real cenó en privado esa noche, lo suficientemente cerca para oír a la orquesta pero en un ambiente más íntimo. Sukchun le había dicho que podrían pasar varios días antes de que el príncipe hablara con él, algo que en un principio no había tenido demasiada importancia, pues Sungmin  no había esperado encontrar tan pronto información interesante para Sukchun. ¡Pero ahora la tenía!
Aunque había decidido ayudar a Sukchun, no le diría nada hasta que el príncipe diera fe de él. Sin embargo, sentía que podría confiar en Kyuhyun con respecto a los asuntos de Estado. Después de todo, su tío era el duque de Shiyuan. Al menos, Kyuhyun, que parecía ser amigo de Sukchun, sabría si la información que tenía era o no importante, y si debería llegar a oídos del propio Sukchun.
Sungmin  sabía que habría podido darle la información a Kyuhyun aquella mañana en Bond Street, pero se había sentido ofendido por su sutil interrogatorio. Además tenía que reconocer que se había sentido muy perturbado por culpa de su experimentado y seductor encanto. ¡Qué tonto había sido! Ahora tendría que buscar a Kyuhyun.
Miró alrededor del enorme comedor otra vez. No había aparecido a la hora de la cena. ¿Habría regresado a palacio después de visitar a su familia? ¿Habría cambiado de idea y     ya no regresaría? Comprendió que lo de ser un invitado «por el momento» como él había dicho, podía cambiar en cualquier momento.
 Ahora estaba furioso consigo misma por no haber resuelto el asunto cuando había tenido oportunidad de hacerlo. Decidió que de todas maneras aquello podría esperar a la mañana siguiente. Tendría que esperar, ¿no? Pero ¿y si eso era un error? ¿Y si Boah había urdido algún tipo de plan inminente con lord Joowo y él estaba perdiendo el tiempo? Ante tales posibilidades, Sungmin  se fue poniendo cada vez más nervioso durante la cena sin poder dejar de darle vueltas al asunto. Así que al ver al lacayo Keets de guardia en el vestíbulo cuando regresaba a su habitación después de la cena, se acercó a preguntarle.
El se sintió encantado de ayudarlo. No, le había dicho el lacayo, el marqués no había abandonado el palacio. Sí, podía indicarle el camino a la habitación de lord Kyuhyun, pero no creía que ésa fuera una buena idea por no mencionar el escándalo que provocaría que lo encontraran allí.
Avergonzado de lo que debía estar pensando de él al hacerle tal petición, le aseguró que no estaría allí demasiado tiempo, pero el lacayo le indicó que no creía que Kyuhyun regresara a la habitación tan temprano.
¿Temprano? ¡Pero si eran las diez! ¿Sabía él algo que no debía decirle a un inocente joven? ¿Estaría Kyuhyun coqueteando en algún lugar privado? Eso explicaría por qué no había estado en la cena cuando todavía era un invitado en palacio.
Le dijo a John que correría el riesgo, que se trataba de un asunto importante. El le advirtió que no podría quedarse allí para escoltarlo de vuelta. Sungmin  le aseguró que de todas formas no era necesario, el palacio ya no le parecía un laberinto de pasillos. Podría encontrar el camino de vuelta sin dificultad.
Aun así, había una larga caminata hasta la habitación de Kyuhyun. La luz que asomaba por debajo de la puerta indicaba que estaba allí, así que le agradeció a John su ayuda y llamó a la puerta en cuanto se marchó. No hubo respuesta. Volvió a llamar pero tampoco obtuvo respuesta.
¿Se habría quedado dormido Kyuhyun con la lámpara encendida? Golpeó la puerta varias veces más, cada vez más fuerte. Se sentía sentía tan impaciente que tuvo el impulso de derribar la puerta a patadas. Kyuhyun tenía que estar allí, durmiendo. Pero Sungmin no podía seguir aporreando la puerta. Cualquier criado o inquilino de las habitaciones adyacentes acabaría por oírlo y no quería tener que explicar por qué estaba llamando a la puerta del hombre a esas horas de la noche. ¡Maldito fuera! Pero al menos ahora sabía dónde podía encontrarle.
Se volvió, decepcionado por no haber podido resolver aquel asunto tan preocupante esa noche. Intentó ignorar su decepción por no haber visto a Kyuhyun de nuevo, sobre todo cuando él le había dicho que no seguiría siendo un invitado de palacio mucho más tiempo. Pero también seguía preocupado por la importancia de su misión. Tal vez debía regresar más tarde... No, ésa no era buena idea. Le resultaría difícil abandonar su habitación una vez estuviera allí con su compañero. Meter una nota bajo la puerta de Kyuhyun tampoco era una opción. Sukchun le había advertido que no dejara notas.





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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...