Debutantes III -2




Aliviado de no haber insultado a nadie de la realeza, pero molesto con Suho, Sungmin  comentó con rigidez:
—No sabía que hubiera un baile de disfraces.
—Tampoco estabas aquí para que te informaran, ¿no es cierto?
Eso era verdad, pero no era posible que nadie esperara que asistiera sin ser invitado. Aunque al parecer Suho no compartía esa opinión.
—Espero que hayas traído más de un disfraz, y los artículos necesarios para improvisar algunos más. A la reina le gustan todo tipo de entretenimientos, pero en especial los bailes de disfraces, incluso aunque se refiera a tales acontecimientos como mascaradas, puedes estar seguro de que te hará falta un disfraz en condiciones. Después de todo, la reina es todavía joven, no mucho mayor que nosotros. ¿Por qué no le iban a gustar las mismas cosas?
Sungmin  se sonrojó de nuevo. Un disfraz era lo único que su madre y él no habían incluido en su guardarropa, ni siquiera una máscara de dominó.
Suho no tardó en adivinarlo.
—Bueno, qué lástima. Has comenzado con muy mal pie, ¿verdad?
¿Era un poco de complacencia lo que Sungmin  detectaba en el tono de Suho?
Probablemente, pero el joven continuó:
—Te prestaría uno —hizo una larga pausa mientras la recorría de arriba abajo con la mirada—, pero es evidente que no te serviría de nada.
—Sencillamente, tendré que excusarme.
—No, a menos que estés enfermo, lo que no es cierto. Se espera que todos asistamos a las fiestas ya que somos parte de la corte, sobre todo cuando hay dignatarios extranjeros entre los invitados que necesitan una compañía con la que bailar y conversar. Para la monarquía es fundamental mostrar una buena imagen de la corte
Lilly le había advertido sobre ello. ¿Qué lugar mejor que la corte para empezar la temporada? Conocería a los solteros más cotizados del mundo y, a cambio, formaría parte de la pompa y el boato diseñados para impresionar a esos mismos dignatarios. Tendría que avisar a su madre. Lilly podría hacer los preparativos necesarios para enviarle algunos disfraces que las modistas podrían hacer en casa ya que tenían sus medidas, pero estaba claro que esa noche no iba a tener ninguno. No obstante, ¿quién podría reprochárselo cuando desconocía la existencia de ese baile?
—Creo que sí me encuentro enfermo...
—Cállate y déjame pensar —dijo Suho—. Puede que otros jóvenes tengan algún disfraz de más que puedan prestarte, alguno que se adapte. Déjame mirar si tengo algo que puedas usar —dijo, dirigiéndose directamente a uno de sus armarios. Tras un rato rebuscando en el interior, se dio la vuelta sosteniendo un tricornio de los que se llevaban hacían varios siglos. Incluso sonreía. Era asombroso el cambio que ese gesto había producido en su rostro. Ahora tenía una expresión más suave, casi ¡simpática!
»Mi último compañero de habitación se dejó esto. Es una pena que se llevara consigo la chaqueta y los pantalones que completaban el disfraz, pero estoy seguro de que encontraremos otra chaqueta y tal vez unos pantalones a juego. Por si no te has dado cuenta, algunos de los lacayos visten muy bien.
Sungmin  frunció el ceño sin estar del todo convencido.
—¿Y de qué iría disfrazado?
—De mosquetero, por supuesto. Estoy seguro de que nadie se dará cuenta de que no llevas el florín que añadiría el toque final. Para que veas lo que da de sí un sombrero pasado de moda. Es una pena que tu doncella se haya ido, ¿verdad?
Aquel malicioso comentario y ese tono mordaz era lo que podía esperar de ese joven. Nadie podía culparla por desconfiar de la repentina ayuda de su compañero de habitación.
Pero Suho no parecía esperar respuesta. Sacó su propio disfraz del armario, pero en vez dejarlo sobre la cama, se lo colgó del brazo
—Prefiero arreglarme primero el pelo, por lo que tendré que pasear mi ropa por todo palacio para poder vestirme luego —dijo con un suspiro. Ya cerca de la puerta, añadió—: Me encargaré de que te envíen una chaqueta.
Sungmin  se sentó en la cama y, de nuevo a solas, pensó que lo más probable era que su compañero no se encargara de nada. Suho había mencionado la inconveniencia de tener que recurrir a la doncella de otro joven para arreglarse el pelo. Estaba seguro de que, a cambio, no pensaba hacerle ningún favor a él. Pero al poco rato, un lacayo llamó a la puerta y le entregó una chaqueta, y no habían pasado ni cinco minutos cuando otro lacayo le trajo unos pantalones a juego. De repente, Sungmin  se sintió realmente mal por haber dudado de Kim Suho.
Encantado, Sungmin  dio un paso atrás para tener una mejor imagen del improvisado disfraz en el espejo de la coqueta. Ojalá pudiera disponer de un espejo de cuerpo entero, pero casi podía verse por completo en aquel espejo ovalado.
Su estatura iba a serle útil en aquella ocasión. ¡Los pantalones le sentaban muy bien! Si la chaqueta hubiera sido de otro estilo, podría haberse disfrazado de pirata. El sombrero, con su larga pluma, también le habría venido bien.
Aunque había esperado mostrar una apariencia perfecta para su primera aparición pública en la corte, el disfraz había quedado bien. Al terminar de arreglarse, comenzó a sentirse excitado. Aquél sería su primer baile. Y se lo habría perdido si no hubiera sido por la ayuda de Suho. Tenía que disculparse con su compañero por haber dudado de él.
Salió apresuradamente de la habitación y se detuvo de golpe cuando vio el largo corredor que se extendía delante de él y se dio cuenta de que no tenía ni idea de dónde tendría lugar el baile. Seguramente, en uno de los salones principales y, en cuanto llegara al final del pasillo, no había duda de que encontraría sirvientes que pudieran indicarle el camino.
—¿Se ha confundido de día, amigo? —preguntó una voz masculina a sus espaldas—. El baile de disfraces es mañana por la noche. —El hombre volvió la cabeza y lo miró brevemente mientras pasaba por su lado.
Sungmin se detuvo de golpe. ¿Él? ¿Qué estaba haciendo él allí?
El hombre no se detuvo a oír su respuesta, aunque de todas maneras no podría haberle contestado porque se quedó sin habla. Las largas zancadas del joven lo alejaron de él y pronto lo perdió de vista. Sungmin lo había reconocido y se había quedado tan deslumbrado y mudo de asombro como la tercera vez que lo había visto.
Le había puesto el sobrenombre de «el Ángel». Era demasiado guapo para que se le pudiera considerar un hombre normal. Era alto y fornido, tenía un pelo negro y largo que se balanceaba contra sus hombros al ritmo de aquellas largas zancadas. Había pensado que sus ojos eran grises, pero jamás había estado tan cerca de él para asegurarlo.
La primera vez que le había visto fue en el pueblo de Shiyuan, y se había quedado tan impresionado que había imaginado un etéreo resplandor rodeándole, por lo que  desde entonces había sido el Ángel para él. Aquella impresión quedó reforzada la segunda vez que lo vio, cuando lo encontró paseando a caballo en el camino a Shiyuan Hall y un rayo de sol, que se había filtrado entre las ramas de los árboles, había iluminado directamente su figura como si fuera un haz del cielo. Aquella vez también se había quedado mudo de asombro. Habría creído que era cosa de su imaginación si no hubiera estado con su madre y ésta no hubiera notado su reacción.
—Está emparentado con tu futuro marido —había dicho Lilly—. Uno de los muchos primos de Choi Siwon, creo. Desde luego nadie puede negar que en esa familia todos poseen una belleza excepcional.
Su madre había creído que su hijo acabaría casándose con el heredero de los Choi. Sungmin  también lo había creído, por supuesto. Pero cuando Siwon regresó a Inglaterra había ocurrido algo inesperado. Sin rumores que les hubiera puesto sobre aviso, ni noticias de cortejo alguno, se había casado con Kim Heechul, el joven más hermoso y rencoroso de Londres. Había sido una auténtica decepción. Sungmin  se había quedado sin objetivo alguno.
Por supuesto, Lilly se había culpado a sí misma por haber pensado en el matrimonio de su hijo cuando Sungmin  no tenía edad para ello y no volvió a cometer el mismo error. El matrimonio era un tema del que seguían hablando, pero de una manera general, sin mencionar ningún nombre en concreto.
Pero mira por dónde allí estaba el primo de Siwon, donde ella menos hubiera esperado encontrarle. Aunque pensándolo bien, quizá no fuera tan descabellado verle en el palacio de Buckingham. Después de todo era marqués. O al menos debería serlo. ¿Acaso su madre no se había casado con uno? Por lo que sabía, ahora era viuda, así que el título tendría que haber pasado al hijo mayor. Ciertamente podían haberle invitado a palacio para una de las fiestas.
Saliendo de su estupor, se dio cuenta de que era la primera vez que veía al Ángel sin tener las miras puestas en su primo. Siempre había mostrado una impropia curiosidad por ese hombre. Además, no era demasiado conocido en Shiyuan. Su madre, una de las muchas hermanas del duque, se había casado y trasladado a Londres antes de que Sungmin naciera, así que el joven nunca había conocido su nombre ya que la gente se refería a él como «el primo de Siwon» o «el hijo de Ara». Pero para él era, simplemente, «el Ángel».
Por supuesto sabía que no era un ángel. Incluso le habían llegado ambiguos rumores de que el hijo de Choi Ara era un reconocido don Juan, lo que no era más que una manera suave de decir que era un calavera de la peor clase. Sungmin, por supuesto, no se había creído ni una sola palabra. ¿Cómo podían relacionarlo con algo tan vulgar y zafio?
A solas en el vacío corredor, Sungmin echó a andar de nuevo, pero esta vez no dio más que unos pasos antes de volver a detenerse. Se había quedado tan absorto sobre quién le había dado aquel aviso, que no había procesado lo que en realidad le había dicho.
¿No había baile de disfraces esa noche? ¿Se habría confundido realmente Suho de día o le había mentido a Sungmin  para hacerle quedar como un tonto? Ciertamente habría parecido un tonto si hubiera hecho acto de presencia en un acontecimiento normal vestido de esa guisa. Debía de tener lugar algún tipo de reunión o Suho no habría urdido un plan para avergonzarlo delante de todo el mundo. Si es que de verdad había sido un plan.
—No te apresures a sacar conclusiones —murmuró Sungmin para sí mismo—. Dale el beneficio de la duda. —Quizá si se apresuraba a acusarlo podía salirle el tiro por la culata. Sería una pena lanzar acusaciones equivocadas sólo para terminar pareciendo tonta de todos modos.
Lentamente, regresó a su habitación, cavilando sobre lo que podía haber ocurrido realmente si el Ángel no se hubiera cruzado con él en el pasillo.
¿Qué habría hecho su madre en esa situación? Ojalá pudiera pedirle consejo, pero lo más probable era que Lilly estuviera de vuelta a Shiyuan en ese momento.
Sungmin cerró la puerta de la habitación y se apoyó en él. No estaba seguro de si sólo debería retirarse para aparecer descansado en su primer día completo en palacio o si debía cambiarse de ropa antes de salir a buscar a Suho para exigirle una explicación. La ventana captó su mirada. La maldita ventana. ¡Aquella tonta ventana cubierta con una de sus capas! El sentimiento de rabia que había tratado de ignorar tomó la decisión por él.


—¿La habitación es de tu agrado esta vez?
Cho Kyuhyun, marqués de Yeomgwang, estaba echado sobre el sillón de una manera indolente, con una pierna sobre un reposabrazos y la espalda apoyada en el otro. Olió el brandy que le habían servido pero no lo bebió, y tampoco contestó a la pregunta.
La falta de respeto que mostraba hacia su superior era deliberada. Despreciaba a Kang Sukchun y los dos los sabían.
La primera vez que le habían pedido a Kyuhyun que residiera en palacio durante algunos días para estar cerca de su presa, le habían asignado a él y a su criado una habitación tan pequeña como una caja de cerillas. En esta ocasión, sin embargo, disfrutaba de la suite que acababa de desocupar un rey extranjero. Así que la pregunta no requería respuesta.
Tampoco es que se hubiera quejado de la otra habitación, sólo le había dicho a Sukchun que jamás volviera a pedirle que se quedara en Buckingham de nuevo, sobre todo porque su casa no estaba más que a cinco minutos a caballo del palacio. Pero Sukchun había insistido en lo importante que era ese asunto. Así que Kyuhyun se había quedado un poco sorprendido ante la suntuosidad de su actual alojamiento.
Clavó sus ojos en Sukchun mientras el hombre de más edad se servía también una copa de brandy, o más bien media copa y comenzaba a buscar otra botella en el gabinete. Bajo, enjuto y modesto, Kang Sukchun podía mezclarse con la multitud, lo que lo hacía incluso más peligroso. Kyuhyun no podía hacer lo mismo. Tenía una cara que nadie olvidaba. Era guapo, demasiado guapo, incluso en varias ocasiones le habían dicho que era hermoso, algo que le hacía sentir impulsos asesinos ya que había sido su belleza lo que le había metido en el papel que desempeñaba en ese momento.
No es que no le gustase lo que hacía. Disfrutaba del peligro. Era algo adictivo. Y también disfrutaba de la emoción del triunfo. Le gustaba ser un héroe desconocido. Pero odiaba cómo había comenzado todo eso.
Distraído por la búsqueda de una nueva botella, Sukchun le preguntó:
—¿Qué has descubierto, querido?
Kyuhyun se puso rígido al instante y respondió con frialdad:
—Lo más probable es que te mate un día de éstos.
Sukchun se dio la vuelta sorprendido y, dándose cuenta de lo que había dicho sin querer, palideció ligeramente.
—No ha sido a propósito.
—¿De veras?
—Ha sido una broma. No volverá a ocurrir.
Kyuhyun no le creyó y le habló con un tono duro y pensativo.
—Fuiste tú el que indujo a un crío a pensar que sólo él podría salvar a su país. Fuiste tú el que hizo que ese crío creyera que esta cara —señaló su mejilla con un dedo— era lo único que hacía falta para realizar el trabajo.
—Eras perfecto para esa misión —insistió Sukchun—. La primera vez que te vi fue cuando apareciste en la corte del rey con tu padre. Santo Dios, eras el niño más guapo que había visto en mi vida. Jamás lo olvidé. Años después, cuando surgió aquella misión en particular, me di cuenta de inmediato de que eras la persona idónea para ella. Fue entonces cuando salí a buscarte y, aunque a los catorce años no eras aún un hombre hecho y derecho, sí eras lo suficientemente maduro para decidir por ti mismo...
Kyuhyun continuó como si no lo hubiera interrumpido.
—Convenciste a un crío para que hiciera algo inconcebible por el bien de su país. Y en realidad hubieras preferido que él lo hubiera hecho a tu manera en lugar de encontrar una forma que no le dejara marcado de por vida. Es hora de que entiendas de que ese crío ya no existe.
—¡Por el amor de Dios, Kyuhyun, lo he dicho sin pensar!
—Habló tu subconsciente —le corrigió Kyuhyun con brusquedad mientras se ponía en pie—. Estuvimos de acuerdo, hace mucho tiempo, en que mantendrías esas corruptas emociones bajo control.
Estaba siendo demasiado rudo. La cara de Sukchun enrojeció por la vergüenza. Había llorado cuando, ebrio por completo, le había confesado a Kyuhyun que estaba enamorado de él. Le había dicho que era algo que, simplemente, había ocurrido, que no había podido evitarlo. Pero le había jurado que nunca más volvería a mencionarlo, que no dejaría que aquello interfiriera en su relación profesional. Para ser sinceros, las preferencias sexuales de Sukchun jamás se habían inclinado en ese sentido. Había estado casado, aunque su esposa había fallecido. Tenía hijos. Mantenía amantes. Puede que fuera un montaje... o no. Kyuhyun sabía que algunos hombres tenían una doble vida, pero tenía que darle a Sukchun el beneficio de la duda, o no podría seguir trabajando con él.
Kyuhyun suspiró.
—Quizás haya reaccionado de una manera exagerada. Dejémoslo estar, ¿de acuerdo?
Era lo más parecido a una disculpa que podía ofrecerle. Sukchun la aceptó con una brusca inclinación de cabeza y, cogiendo la copa medio llena de brandy, se acercó al sillón que había al otro lado de la estancia. Era una habitación grande. Era lo que Sukchun llamaba su hogar desde que la reina le había dicho que debía vivir en el palacio de Buckingham. Ya fuera allí, o en cualquiera de las demás residencias reales, Sukchun tenía el honor de haber servido a tres monarcas hasta el momento.
Sukchun era un espía, un agente real o como quiera que lo llamasen, que se encargaba de recabar información que podía beneficiar o dañar al país. Hombre prevenido vale por dos después de todo; para bien o para mal. Algunas personas incluso pensaban que era uno de los últimos bastardos del rey Jorge III, algo que explicaría por qué siempre estaba en el palacio con los monarcas. Nadie sospecharía que alguien tan modesto como él pudiera ser un espía real.
Las personas que trabajaban para Sukchun no recibían sueldo. Los nobles se alistaban para servir a su país. La paga estaba reservada para la chusma en la que no se podía confiar a menos que se le diera una moneda a cambio de sus esfuerzos. Sin escrúpulos, aunque con algunas cualidades redentoras, Sukchun haría lo que fuera necesario por el bien de su país.
Con la tácita disculpa flotando entre ellos, Sukchun volvió a hacer la pregunta:
—¿Has averiguado algo?
—¿Acaso me crees capaz de obrar milagros? Acabo de llegar.
El hombre sonrió ante la sarcástica respuesta de Kyuhyun.
—Bueno yo no lo llamaría exactamente milagros, pero tienes que reconocer que de vez en cuando obtienes resultados asombrosos.
—Todavía no comprendo por qué quieres que me instale aquí. El primer ministro no es estúpido. No va a nombrar a nadie de la corte que le haga quedar mal.
Tras tantos años Sukchun tenía una larga lista de contactos entre ellos. Incluso había hecho uso, en ocasiones, de algunos de la corte que simpatizaban con el gobierno actual para misiones menores. Pero ahora que los conservadores controlaban el parlamento, su vida sería algo más difícil. Aquello no favorecía la política de Sukchun. Y era algo que no podía permitirse. Tenía que comenzar desde cero, volviendo a hacer contactos entre las damas y jóvenes de la corte.
—Desde luego, todas provienen de buenas familias. Aunque eso en realidad me importa un bledo... por ahora —dijo Sukchun—. Pero había dos damas asignadas a la duquesa después de que se reconciliara con la reina tras el nacimiento de la princesa que mostraban una gran inclinación por mi causa. Habían comprendido la necesidad de comunicar cualquier cosa fuera de lo normal en lo que concerniera a la duquesa. Haberlas perdido...
Kyuhyun lo interrumpió.
—¿Me estás diciendo que todavía estás preocupado por la duquesa? Agua pasada no mueve molino. ¿Acaso la reina y ella no se llevan de maravilla ahora?
—Según dicen, la duquesa se ha convertido en una amorosa abuela y la reina y ella vuelven a estar unidas de nuevo. Pero no estaría cumpliendo con mi trabajo correctamente si asumiera que no hay necesidad de vigilarla de cerca, en particular cuando su ayudante no ha sido reemplazada como el resto de la corte de inclinaciones políticas contrarias. El joven ha sido lo suficientemente listo para no manifestar sus preferencias políticas.
—¿Obtuvo su nuevo cargo en la transición?
—No oficialmente, pero como todos los demás son recién llegados, la duquesa le ha otorgado autoridad sobre las damas y jóvenes de honor asignadas a ella.
Kyuhyun sabía muy bien que Sukchun había sospechado de lady Boah desde que lo vio por primera vez en la corte. Un empobrecido joven señor de la nobleza, el último de su linaje, había formado parte de la corte de la duquesa desde antes del traslado de la reina a palacio y jamás había recibido un cargo en realidad. Lady Boah sólo había formado parte del círculo de la duquesa. Durante ese tiempo, Sukchun y él se habían convertido en una especie de rivales. Sí, rivales era una buena definición para la competencia que se había desarrollado entre ellos a principios de año.
A Boah Kwon también le gustaba recabar información sobre las personas que formaban parte de la corte. Pero Sukchun jamás había podido averiguar lo que hacía luego con ella. Estaba seguro de que no la estaba utilizando para ganarse el favor de la reina porque él le había puesto varias trampas y jamás la había atrapado.
Incluso había incluido la asistencia de Kyuhyun en determinados eventos de jovencitos. Por supuesto, la sugerencia de Sukchun había sido que Kyuhyun se convirtiera en amante de lady Boah. Pero Kyuhyun rara vez seguía las sugerencias de Sukchun. Además, había desarrollado una rápida aversión por la mujer que no tenía nada que ver ni con Sukchun ni con su petición. Lo consideraba demasiado impúdico, incluso vehemente, para su humilde posición. Y además lo llamaba hermoso...
Todo lo que Kyuhyun había sacado en claro hasta ese momento era que no representaba una amenaza inmediata para la monarquía. ¿Pensaba chantajear a alguien? Fuera lo que fuese aún estaba por verse.
—La mitad de quienes han llegado son desconocidos socialmente. No he encontrado nada malo en ellos. Proceden de buenas familias sin radicales entre sus miembros. La mayoría simplemente disfruta de los eventos. Unos cuantos se muestran cautelosos porque saben que la reina favorece a los Whigs —dijo Kyuhyun, ciñéndose al asunto.
Sukchun suspiró.
—Ojalá eso no fuera de conocimiento público. Le han advertido que deje de cartearse con lord Melbourne, pero sigue haciéndolo.
Kyuhyun se compadeció de la reina.
—Para mí sería un fastidio que me dijeran que no puedo comunicarme con mis amigos
—Sabes muy bien que la monarquía debe atenerse a unas normas diferentes a las nuestras. Como monarca, sabe bien que no puede mostrar favoritismos por el partido que no ostenta el poder.
Kyuhyun sonrió ampliamente.
—No olvidemos que me has hecho entregarte unas cuantas cartas secretas de su majestad.
—No me atrevo a ofender a la reina. Si me pide algo, lo hago sin dudar. Pero al menos ahora, lo hace en secreto.
Kyuhyun sabía exactamente por qué Sukchun había insistido tanto en que se quedara allí. Si Kyuhyun tenía que recurrir a seducir a alguien de la corte para averiguar lo que necesitaba saber, Sukchun quería estar seguro de que disponía de una estancia lo suficientemente cerca para ponerse manos a la obra.



El evento tenía lugar en la sala amarilla, en el ala opuesta a donde se encontraban las habitaciones principales. Sungmin había ido en la dirección contraria, así que tardó mucho más tiempo del que esperaba en encontrar la sala. Si la reina había estado allí, ya se había retirado porque Sungmin  sólo vio a unas veinte personas, casi todos de la corte, charlando en pequeños grupos. Había un pequeño estrado vacío en medio de la estancia. Quizás esa noche el entretenimiento había sido un recital de poesía. Su madre le había dicho que a menudo se organizaban pequeñas funciones para su propia diversión cuando no había ningún acto oficial que requiriera su presencia en otro lugar.
Parecía que el recital había acabado ya. Sungmin  se hubiera ido de no haber divisado a Kim Suho al otro lado de la estancia hablando con otros dos jóvenes de su edad. Llevaba el mismo traje que antes, cuando había abandonado la habitación que compartían. No cabía duda de que Suho no se había disfrazado. Algo que confirmaba el presentimiento de Sungmin  de que Suho lo había planeado todo para que se viera involucrado en una escena bochornosa.
Sin vacilar, Sungmin  cruzó la estancia y se acercó a su compañero de habitación. Saludó con un gesto de cabeza y luego se inclinó para murmurarle a Suho al oído:
—¿Por qué me has mentido?
Suho se puso rígido ante la acusación. Sin preocuparse de presentar a Sungmin  a sus compañeros ni de despedirse de ellos, apartó a Sungmin  de los demás antes de responderle con altanería.
—No seas absurdo, yo no miento. Y bien, dime, ¿en qué se supone que te he mentido?
—¿En el disfraz que te sacaste de la manga para que yo asistiera al baile de disfraces? ¿Refresca eso tu memoria?
Suho se encogió de hombros, aunque fue incapaz de ocultar el tono de satisfacción de su voz.
—Me confundí de día, es algo que suele pasar aquí.
—Si eso es cierto, ¿por qué no regresaste para avisarme? —inquirió Sungmin .
—Envié a un lacayo, pero al parecer no te ha dado el recado. Actúas de muy mala fe al sugerir que te he mentido.
Sungmin  sabía que ésa no era más que otra mentira. La expresión presumida y maliciosa del joven hablaba por sí solo. Ni siquiera parecía un poquitín arrepentido.
—Pues vayamos a buscar a ese lacayo, ¿te parece bien?
—Oh, demonios —espetó Suho con impaciencia—. Te has empeñado en ponerte en ridículo con todo este asunto, ¿verdad? No has venido disfrazado, así que obviamente descubriste a tiempo que el baile de disfraces no era esta noche. ¿Quién te lo dijo?
—Tengo un ángel de la guarda.
Suho arqueó una ceja, pero parecía demasiado decidido a ceñirse al tema en cuestión y no se dejó distraer por comentarios absurdos.
—Entonces no hay de qué lamentarse, ¿verdad?
No, pero podría haberlo habido y las dos lo sabían. La rabia de Sungmin  no estaba cerca de aplacarse. Una disculpa quizás habría ayudado, pero resultaba evidente que su compañero no le daría ninguna. Y aquella conversación no conducía a ninguna parte. No había pensado que Suho se limitaría a negar las acusaciones. Con lo ofensiva que había resultado al conocerlo, Sungmin  había esperado que se riera o se burlara de su credulidad.
Así que se limitó a decirle lo único que podía:
—No intentes volver a dejarme en evidencia. No te gustarán las consecuencias —y añadió—: Y harías bien en no despertarme cuando regreses a la habitación.
—¿O si no qué? —le espetó Suho.
Esa era una buena pregunta. Sungmin  se lo pensó un momento antes de responderle:
—O si no me las arreglaré para que el sol entre en nuestra habitación a primera hora de la mañana.
Sungmin  sabía que como amenaza aquélla era patética, pero al menos dejaba las cosas claras. Si Suho quería guerra, tendría guerra.
Tras haber dejado clara su postura, Sungmin  se volvió para marcharse y se encontró frente a tres jóvenes que le brindaban unas amplias sonrisas. Al darse cuenta de que debían haber oído gran parte de la conversación, se sonrojó y se dirigió a la puerta. Uno de ellos lo siguió al vestíbulo y ajustó su paso al de él.
—Ya iba siendo hora de que alguien pusiera a Kim Suho en su lugar por sus deplorables payasadas. Muy bien hecho —dijo el joven con una sonrisa brillante y sincera—. Soy Kim Ryeowook. Supongo que tú eres lord Lee Sungmin, ¿no?
—Sí, pero ¿cómo lo has sabido?
—Nos dijeron que llegarías mañana. Eres el cuarto joven de la corte asignado a la duquesa. Por desgracia, Kim Suho también es uno de ellos, por lo que no podremos evitarlo tanto como nos gustaría.
Ryeowook era un bonito joven con el pelo color arena y los ojos de tonalidad avellana. Sungmin  supuso que sería un par de años menor que él. No todos tenían que estar en edad casadera. Sus servicios duraban por lo menos cuatro años, o hasta las siguientes elecciones.
—¿Así que no soy el único de quien no se ha hecho amigo? —preguntó Sungmin  mientras cruzaban el vestíbulo.
—Cielos, no. Estoy seguro de que desagrada a todo el mundo por igual. Llegó aquí antes que nadie y se cree que puede manejarnos a su antojo como si tuviera algún derecho por antigüedad —respondió Ryeowook y luego frunció el ceño.
Lo cierto es que Suho se comportó de una manera muy desagradable con su primer compañero de habitación la semana pasada y, por lo que acabo de oír en la sala amarilla, parece que tú tienes el desafortunado honor de ocupar ahora ese lugar.
Sungmin  asintió con una mueca.
—No parece que haya manera de poder evitarlo.
—En realidad sí la hay —le dijo Ryeowook—. Pide otra habitación. Acabará por hacerte la vida imposible si no lo haces. Puede que lleve algunos días arreglarlo todo, pero valdrá la pena la espera si al menos no tienes que compartir cuarto con él.
—No me atrevo a hacerlo —dijo Sungmin , y le explicó lo que le había dicho el lacayo.
—Bueno, es una pena, pero tienes razón—convino Ryeowook—. No puedes dejar que la reina piense que su sugerencia fue un error.
—Intentaré sacar el mayor partido posible —le aseguró Sungmin al joven—. Ahora que sé que mi compañero es un mentiroso, no volveré a pecar de ingenuo. Pero ¿qué le hizo a su anterior compañero de habitación?
—El chico cayó en desgracia y acabó volviendo a casa sólo dos días después de su llegada. Suho lo provocó hasta que al final el chico montó una escandalosa escena. Le gritó e insultó sin dejar de llorar todo el rato. Jamás había visto a nadie tan trastornado. —Luego Ryeowook agregó en un susurro—: El joven incluso llegó a insultar a lord Boah cuando trató de intervenir, lo que no fue una buena idea.
—¿Te refieres a Kwon Boah? ¿La mujer a la que debo presentarme mañana?
—Sí, es quien tiene autoridad sobre nosotros. No está mal. Al menos es inglesa. Aún no has conocido a la duquesa, ¿verdad? Su lengua materna es el alemán. La mayoría de la gente apenas comprende el inglés que chapurrea.
Sungmin  esbozó una amplia sonrisa.
—Sí, ya lo sabía. El alemán no es mi segunda lengua precisamente, pero espero que aprendamos a hablarlo mientras estemos aquí.
—¡Cielos, pues yo no! —dijo Ryeowook con fingido horror—. ¡He podido librarme de la última parte de mi educación gracias a mi puesto aquí, y me gustaría que siguiera siendo así! Pero no creo que estemos demasiado tiempo con la duquesa aunque nos pasemos la mayor parte del día en sus habitaciones. Serán sus acompañantes de cámara los que tengan que aprender alemán para comprenderla. Ellos sí que tendrán que atenderla personalmente. Nosotros, como diría mi madre, sólo somos pura fachada. Si hay una ceremonia real donde la duquesa deba aparecer en público, entonces por supuesto, formaremos parte de su séquito, pero si no es así, no se espera que seamos sus acompañantes a menos que ella, personalmente, solicite nuestra compañía. Además, pasa la mayor parte del tiempo con la reina o en las habitaciones infantiles. —Ryeowook se rio entre dientes—. Adora a su nieta.
Mientras seguían caminando, los pensamientos de Sungmin regresaron a su compañero de habitación. Ahora comprendía lo que el lacayo había querido decir con su sutil advertencia.
—Si el anterior compañero de Suho fue despedido por montar una escena que en realidad provocó el propio Suho, ¿cómo es que a él no lo despidieron también? —preguntó Sungmin .
—Es que no hubo ningún despido —dijo Ryeowook—. Probablemente el joven esperaba que lo despidieran, así que tomó las de Villadiego, por así decirlo y dimitió, marchándose ese mismo día. Lady prefirió echar tierra sobre el asunto y no mencionar el incidente nunca más, pero pensé que debía advertirte, pues según parece Suho intentará implicarte también en una escena escandalosa. Por un instante esa noche llegué a pensar que tendría éxito.
Durante un momento esa noche, Sungmin también lo había pensado.
—¿Sabes por qué Suho es tan malicioso? Quizá si supiera la causa podría encontrar un modo de soslayar sus artimañas
Ryeowook pensó en ello un momento.
—¿Te refieres a si lo hace por celos o algún tipo de rencor?
—Sí.
Ryeowook se encogió de hombros.
—Yo no creo que sea rencor a menos que culpe a todo el mundo de sus aflicciones, lo que sería algo tonto, ¿no te parece? Pero los celos, mmm..., puede ser. En mi opinión creo que tiene algo que ver con su falta de dinero. Su familia no es rica, así que podría sentir el aguijón de los celos ahora que se encuentra entre tanta opulencia. Parece ser que uno de sus antepasados malgastó la fortuna familiar en el juego. ¿Sabes?, quizá sea por eso que se lleve tan bien con lady Boah. Boah también proviene de una familia noble empobrecida. Pero realmente no puedo asegurarlo. Puede que Suho se comporte de esa manera tan provocadora porque odia compartir la habitación. Su actitud pareció mejorar la semana pasada, cuando creyó que la habitación sería sólo para él.
Llegaron entonces a su destino. De entre todas las estancias de palacio habían ido a parar a la... ¡cocina!
Ryeowook se rio al ver la cara de sorpresa de Sungmin  y le preguntó:
—¿No tienes hambre? Yo estoy famélico. Por supuesto, se nos está permitido entrar aquí. Una de las primeras cosas que hice cuando llegué a palacio fue hacerme amigo de las cocineras, algo que te recomiendo encarecidamente. Es maravilloso tener pasteles recién hechos en la habitación cada mañana. Cuando llegan a las habitaciones de la duquesa, que es donde comemos casi siempre, suelen estar bastante rancios.
Aquella enorme área todavía estaba rebosante de actividad a pesar de que era de noche. Había criadas fregando platos y suelos y los ayudantes de cocina aún estaban preparando las comidas del día siguiente. Sungmin pensó que la sugerencia de Ryeowook sobre los pasteles era excelente, incluso aunque tuviera que compartir aquellos pasteles recién hechos con su desagradable compañero de cuarto.
—Ahora que lo dices, me he perdido la cena de esta noche —dijo Sungmin  con una amplia sonrisa—. ¿Está la cocinera por aquí? Me encantaría conocerla.
—No, pero no me importará presentártela mañana.
—Gracias, de todo corazón —le dijo Sungmin  a su nuevo amigo—. Has sido una gran ayuda.
—Ha sido un placer. Me ha alegrado mucho ver que tú no eres otro Suho. ¡Con uno ya es suficiente!



2 comentarios:

  1. Porque ese tipo de gente nunca falta😒😒😒😒
    Y tampoco falta la gente que les cree y quiere darles el bebeficio de la duda...
    Al menos el ángel paso y le hizo el comentario sino,ya me imagino a ese tipejo riendose de Min y lograr lo que quería.
    Y bueno,también ya le dijeron de qué va el tipo ese 😒

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  2. Después de siempre escuchar del Evil Kyu, ahora que es el ángel de mim, no se se reírme o suspirar

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...