Debutantes III -3




Sunny resultó sumamente perspicaz. Sungmin  pudo contarle a su doncella todo lo ocurrido el día anterior porque Suho había abandonado la habitación haciendo aspavientos antes de que llegara Sunny. Después de mostrar un profundo resentimiento por el trato que había recibido Sungmin, Sunny expuso un plan de acción.
—No me importará ayudarlo a arreglarse.
Sorprendido, Sungmin  se volvió en el taburete para mirar a Sunny, quien le estaba arreglando el pelo.
—Te aseguro que no tienes por qué hacerlo.
—Lo sé. Pero su madre no esperaba que acabara en medio de un nido de víboras. Esperaba que usted disfrutara de su estancia aquí. Y no podrá hacerlo con ese brujo planeando la mejor manera de enviarlo de vuelta a casa lloriqueando como un niño como hizo su anterior compañero de cuarto.
—Puede que ofrecerte a arreglarle el pelo no suponga ninguna diferencia —la advirtió Sungmin .
—Si es así, entonces dejaré de hacerlo. Pero no se pierde nada por intentarlo, ¿verdad?
Sunny era optimista por naturaleza. Sungmin  también lo era, salvo en ese caso. El desagradable temperamento de Suho parecía ser parte de su carácter, con lo cual una oferta de paz no mejoraría la relación entre ambos. Pero Sungmin  sabía que su doncella tenía razón. No perderían nada por intentarlo.
Esa mañana, el lacayo que los recibió lo esperaba en el pasillo para acompañarlo a las habitaciones de la duquesa. Sungmin  se sintió agradecido e intentó no parecer demasiado divertido cuando él comenzó a hacerle algunas preguntas sutiles sobre Sunny.
Las habitaciones donde él y los demás de la corte de honor pasarían la mayor parte del tiempo eran de un tamaño aceptable y estaban muy bien amuebladas. 
Sólo Ryeowook y otro jovencito, estaban en la salita cuando llegó Sungmin . Estaban sentados pintando.
—¿Qué estáis pintando? —preguntó Sungmin , sentándose junto a ellos.
Ryeowook levantó la mirada del cuadrado.
—Ha sido idea de la duquesa. Ella está bordando el cuadrado central de la colcha. Cuando unamos todos los lienzos, se la regalaremos a la princesa real. Si tienes una mano firme, únete a nosotros. Hay lienzo y pinturas en el rincón.
Ryeowook señaló con la cabeza hacia el aparador que había en una esquina junto a varias sillas y un gran número de instrumentos musicales. Sungmin  esperaba que no le pidiesen tocar ninguno de ellos.
Disfrutaba pintar, pero se sentía demasiado nervioso en su primer día para emprender una tarea tan delicada como un cuadro para la princesa.
—¿Ha regresado la duquesa a palacio? —preguntó.
—Todavía no, pero llegará en algún momento de la mañana. Y no te preocupes si no puedes conversar con ella. Suele quedarse en su salita privada cuando está en palacio. Lady Boah se encuentra allí en este momento, asegurándose de que todo está en orden.
—Y, sin duda, aterrorizando a las criadas —añadió el otro joven.
—Tonterías. —Ryeowook sonrió ampliamente—. Al menos no lleva látigo.
Sungmin  arqueó una ceja.
—¿Hay algo que debería saber?
—En realidad no. En ocasiones Boah se muestra demasiado brusco con los sirvientes. Pero también hemos oído rumores sobre lo perezosas que eran las criadas que servían a la reina la primera vez que ésta residió en palacio. Boah ha debido de oírlos también. El palacio estaba muy sucio, ¿sabes?, había hollín por todas partes. Pero el príncipe lo solucionó con las mejoras que hizo. Y los sirvientes son de lo más eficientes ahora. Boah es muy perfeccionista.
—Es más que eso, Ryeowook, y lo sabes —dijo en tono de desaprobación—. Incluso a nosotros nos trata como si fuéramos sus sirvientes personales. En mi opinión, algunas de las tareas que nos encomienda son totalmente inapropiadas para el puesto que ocupamos.
—¿Como cuáles? —preguntó Sungmin  muerto de curiosidad.
El joven comenzó a contestarle, pero frunció el ceño y cerró la boca. Ryeowook se rio entre dientes y reprendió al joven con ligereza.
—No te preocupes, Sungmin no es una de las espías de Boah. Puede que Suho sí lo sea, pues ya hemos visto lo íntimos que son. De hecho en este mismo momento está fuera cumpliendo sus órdenes.
—¿A qué tipo de órdenes te refieres? —le preguntó Sungmin a Ryeowook directamente.
—Según dice, lord Boah se dedica a las intrigas palaciegas. Le ordenó a Key que siguiera a uno de los embajadores cuando saliera de palacio y le informara de adonde iba y lo que hacía. Parecía algo inofensivo. Ciertamente no hemos podido averiguar para qué quería esa información. Pero, aunque de vez en cuando lady Boah ordene hacer recados, no le debería haber pedido a Key que saliera de palacio. ¡Y mucho menos sin chaperona!
—¿Por qué no te negaste? —le preguntó Sungmin  a Key.
—Nadie puede negarle nada a lady Boah —repuso Key con consternación—. Una sola palabra de ella a la duquesa y perdería mi puesto aquí. Tiene mucho poder sobre nosotros.
Sungmin  frunció el ceño.
—¿Y eso no es un abuso de poder?
Ryeowook suspiró.
—Nos ordena hacer muchas cosas de ese estilo. Después de todo, él recibe órdenes de la duquesa. Jamás nos ha dicho nada, pero la información que recaba debe de ser por orden de ella, y ésta, finalmente, debe de llegar a oídos de la reina. No se atrevería a utilizarnos para nada malo.
Sungmin  no podía más que estar de acuerdo con ese razonamiento. Pero su madre no lo había advertido de que podría verse involucrado en intrigas palaciegas. Aunque mirandolo bien, aquello sonaba muy excitante.
Ryeowook parecía pensar lo mismo, porque dijo con una amplia sonrisa:
—Yo lo suelo encontrar bastante divertido. Por ejemplo, esta noche, en el baile de disfraces, debo distraer a cierto caballero y, al final, hacerle determinada pregunta impertinente. Se supone que para entonces él tendrá la guardia baja y me contestará sin pensárselo dos veces en vez de darme largas. Boah dejó a mi elección cómo distraerlo.
Key soltó un bufido.
—Sabes de sobra que te ha insinuado que debes permitir que te bese.
Ryeowook soltó una risita tonta.
—Lo que espero que ocurra de todas maneras. Después de todo, es un buen partido, y divinamente atractivo.
La palabra «divinamente» hizo que Sungmin  pensara en el Ángel. Esperaba que Ryeowook no estuviera refiriéndose a él. Pero se contuvo y se abstuvo de preguntarle el nombre del caballero al que se suponía que debía distraer porque ni siquiera sabía cuál era el nombre del Ángel.
La dama sobre la que habían estado hablando apareció de repente. Salió como un torbellino de la salita privada de la duquesa. Kwon Boah no se detuvo, ni siquiera un instante, cuando se percató de la presencia de Sungmin .
—Acompáñame a mi estudio —le dijo mientras atravesaba la sala y salía por la puerta al pasillo.
—Será mejor que te apresures —le sugirió Ryeowook—.Por si la pierdes de vista, su estudio es la primera puerta del pasillo.
Sungmin  asintió con la cabeza y se apresuró a seguir a la dama. Boah ya había desaparecido, aunque había dejado la puerta abierta. Internándose en un estrecho pasillo, Sungmin se dio cuenta de que era la entrada privada al dormitorio de la duquesa.
—Es aquí—le llamó Boah antes de que Sungmin  cometiera el error de continuar recorriendo el estrecho pasillo y entrara en el dormitorio principal.
Sungmin  entró en la primera habitación a la izquierda, que era un poco más grande que un armario. Boah se había sentado en un pequeño y atestado escritorio pegado a la pared. Observó que a las dos sillas de madera que había un poco más allá les faltaban los cojines. No había espacio para mucho más en aquel pequeño cubículo. No había ventanas, sólo una sencilla lámpara encendida sobre el escritorio que dejaba una pequeña neblina en la estancia. Pero aquella tenue luz era suficiente para la dama.
—Supongo que eres Lee Sungmin, ¿no? —dijo la mujer, y apenas esperó el gesto de asentimiento de Sungmin  antes de continuar— Me alegra saber que has llegado puntual a palacio. Soy Kwon Boah. Es mi deber asegurarme de que no te dedicas a hacer el vago, que asistes a todos los actos a los que se espera que asistas y que estás disponible para cualquier cosa que la duquesa requiera de ti. Tu estancia aquí no sólo beneficia a la corte sino a ti mismo. Así que tú y yo nos llevaremos bien en tanto no me avergüences y cumplas las órdenes que te dé.
La mujer esbozó una cálida sonrisa con la intención de tranquilizar a Sungmin , si bien había algo perturbador en aquel gesto que de alguna manera no parecía sincero.
—¿Te han informado ya de que esta noche hay un baile de disfraces? Incluso es probable que asista la propia reina, aunque tampoco sería de extrañar si al final no lo hace. Después de todo, su segundo embarazo está bastante avanzado. De todas maneras tenemos que estar preparados. ¿Tienes disfraz?
—Mi madre y yo pasamos por alto incluirlos en mi equipaje debido a nuestros apresurados preparativos para llegar aquí a tiempo. Pero mi compañero de habitación me ha ayudado a encontrar un disfraz para esta noche.
—Compartes habitación con Kim Suho, ¿no es así? Es un buen chico. Estoy segura de que podrás sacar provecho de sus consejos. Pero será mejor que la próxima vez estés mejor preparado.
Sungmin  tuvo que contener la risa ante la brillante descripción de su compañero, pero Ryeowook ya le había advertido que Suho y Boah se llevaban muy bien.
—Lo estaré —le aseguró Sungmin —. Ya he enviado una nota a mi...
—Con respecto a esta noche —lo interrumpió Boah, sin interesarle cualquier otra información que pudiera darle—, es posible que tengas que hacer algo especial antes de que comience el baile. Es un asunto de vital importancia, pero no estoy segura de que puedas llevarlo a cabo. —Tras fruncir los labios indecisa, añadió—: Estoy segura de que eres tan inocente como debe serlo un joven de buena cuna, pero ¿eres también tan ingenuo como pareces?
Intrigas palaciegas. Los demás jóvenes ya le habían advertido, pero Sungmin  no había esperado que lo escogieran con tanta rapidez para esa clase de tareas. ¿De verdad quería involucrarse en aquellas cuestiones? ¿Acaso tenía elección? Tal vez, pero sospechaba que su respuesta determinaría si él podría hacer algo beneficioso para su país o si sólo sería un desconocido joven de la corte honor que jamás conocería a la reina...
Imaginándose como una figura heroica recibiendo la gratitud personal de la reina Victoria, respondió
—Tan ingenuo como deba serlo.
Kwon Boah se rio entre dientes.
—Me gusta esa respuesta. Creo que lo harás de maravilla.


Sungmin  no pensó que hubiera nada heroico ni audaz en colarse en la habitación de un hombre para buscar algo. De hecho, se sentía como un vulgar delincuente. Aun así, allí estaba, vestido con los pantalones, la chaqueta y el sombrero con una pluma de su disfraz, fisgoneando en los cajones de otra persona mientras intentaba no pensar en cómo se sentiría él si alguien hiciera lo mismo en su habitación.
Ni siquiera sabía lo que andaba buscando. O peor todavía, ni siquiera creía que lady Boah supiera lo que quería que buscara.
—Cartas —le había dicho la mujer cuando le ordenó registrar la habitación—. O cualquier cosa fuera de lo normal.    
Pero no había nada en aquella habitación que pudiera calificarse como fuera de lo corriente. Incluso los muebles eran tan espartanos que a primera vista no parecía que allí viviera alguien.
—Jamás deja la habitación sin echar la llave —le había dicho lady Boah—. Lo sé porque lo vigilo a menudo. Pero hoy lo ha hecho. No puedo imaginar por qué, a menos que quiera que entre uno de sus agentes para recoger o dejar algo. Así que si la puerta sigue abierta esta noche, no tendrás ninguna dificultad en encontrar lo que sea.
Sungmin  había esperado que la puerta tuviera la llave echada. Había ido al baile de disfraces, pero se encontraba demasiado nervioso por la tarea que tenía entre manos y no podía hacer otra cosa que observar a lady Boah y esperar a que ésta inclinara la cabeza para que diera comienzo aquella intriga nocturna. En cuanto hizo el gesto, Sungmin  había salido corriendo de la sala, abriéndose paso por los largos corredores del palacio hacia la habitación que se suponía que debía registrar. Lady Boah no le había dicho a quién pertenecía aquella estancia.
—Será mejor que no lo sepas —le había dicho—. Así si alguna vez tienes ocasión de hablar con él, podrás parecer genuinamente ignorante de su identidad. Pero no cometas errores, Sungmin . Eres uno de la corte de la reina, así que mantente alerta. Esto es tan importante que lo haría yo misma si conociera a alguien que lograra distraerlo el tiempo suficiente para hacerlo. Pero soy la única persona que puede mantenerle ocupado un tiempo razonable, así que no tienes por qué temer que te descubra. Aun así no pierdas el tiempo. Dispondrás de diez minutos y no más.
Cuando Sungmin  descubrió que la puerta no tenía el cerrojo echado, no entró en la estancia de inmediato. Perdió algunos de aquellos valiosos minutos debatiendo consigo mismo si no sería mejor mentirle a lady Boah y decirle que la habitación estaba cerrada con llave. Pero la mujer había hecho hincapié en la importancia de aquella tarea. Sungmin  Podría descubrir un complot contra la Corona, un plan de ataque contra una de las colonias o, al menos, probar que el inquilino de aquella habitación era un traidor que estaba en el palacio bajo falsos pretextos.
No encontró nada. Examinó con rapidez todos los cajones pero no halló ninguna carta, ni siquiera una nota. El ánimo heroico que había impulsado antes a Sungmin  había desaparecido, dejándole sólo la sensación de ser un vulgar delincuente.
Cerró el último cajón con un suspiro justo cuando oyó que la puerta se abría de repente a sus espaldas. ¡Se suponía que no lo atraparían! Boah no le había dicho qué debía hacer en esas circunstancias.
—Si usted no es el amante de Sukchun, va a tener que dar un montón de explicaciones —aseguró una profunda voz masculina.
Sungmin  intentó controlar el miedo que sentía. No era el inquilino de la habitación, sólo alguien que le conocía. Pero entonces sintió el cañón de un arma en la espalda y fue preso del pánico.
—Está cometiendo un err...
—¿Un joven? —El hombre se rio y apartó el arma—. Menuda gracia.
Sungmin  no comprendía qué quería decir con eso aquel individuo, pero se dio cuenta de que le había dado una excusa para estar allí. Sólo que no se atrevía a usarla. Al final decidió mostrarse resentido ante la irrupción de él en aquella habitación. ¿Acaso aquel lugar tenía un imán que atraía a los entrometidos?
—Va a tener que explicarme por qué...
Se volvió mientras hablaba, pero las palabras murieron en sus labios. ¿Era él? El Ángel. El primo de Choi Siwon. Por cuarta vez en su vida, Sungmin se quedó deslumbrado y sin habla en su presencia.
 Al igual que él, estaba disfrazado con ropa de otro siglo, aunque la de él pertenecía a un pasado más reciente. Vestía como un dandi, con un abrigo de raso, una camisa con encajes en los puños y el cuello y pantalones bombachos hasta las rodillas en un tono azul que no era tan pálido como sus ojos. El pelo negro le llegaba hasta los hombros, pero debería haberse afeitado para la ocasión. La imagen de hombre emperifollado quedaba deslucida con aquella sombra oscura en las mejillas. Por otra parte, también era muy ancho de hombros. Sungmin jamás se había dado cuenta de eso, claro que jamás había estado tan cerca de él antes. Por lo general, todo lo que podía hacer era clavar los ojos, boquiabierto, en su hermosa cara, justo como estaba haciendo ahora.
—¿Acaso la he dejado sin habla? Oh, vamos —añadió él en tono impaciente—. Esa reacción es típica de las jóvenes inocentes, no de sofisticados jóvenes y mujeres de mundo como usted. ¿O es que me equivoco?
Sungmin no podía pensar con la claridad suficiente para preguntarse de qué diablos estaba hablando él. ¿Estaba rodeado por un resplandor etéreo o es que los ojos de Sungmin  habían sido cegados por el brillante raso de la chaqueta?
Kyuhyun alargó las manos para tocarlo y revisarlo. Sin lugar a dudas, aquello sacó a Sungmin  de su estupor. Consternado, intentó apartarlo cuando él le deslizó el brazo alrededor de la cintura y lo estrechó contra su cuerpo.
—Pensé que eso le haría reaccionar —dijo él con una risa ahogada.
—Suélteme —le exigió Sungmin con voz jadeante.
El negó con la cabeza lentamente.
—Creo que es hora de que deje claro quién de los dos tiene aquí la sartén por el mango. —Aunque sus palabras eran amenazadoras, el hombre esbozó una amplia sonrisa—. Y mientras se lo aclaro, voy a descubrir qué ve en usted un hombre con unos gustos tan peculiares como Sukchun.
Le rozó la mejilla con la mano. Tenía los dedos cálidos, cálidos de verdad, y no suaves y fríos como los de un dandi sino ásperos y callosos. Lentamente le rozó la mejilla con una caricia tan sensual que hizo que la cabeza de Sungmin  diera vueltas. Definitivamente, desmayarse se había convertido en toda una posibilidad. ¿El Ángel lo estaba abrazando? Sungmin jamás había imaginado que alguna vez estaría tan cerca de él, que algún día llegaría a estrecharlo entre sus brazos.
La mano masculina continuó subiendo hasta que los dedos alcanzaron el nacimiento del pelo. Luego, él le apartó el sombrero con un suave golpecito. 
El hombre deslizó los ojos lentamente por aquel rostro que ya no quedaba ensombrecido por el ala del sombrero. No parecía demasiado divertido en ese momento. Y sin aquella pizca de diversión, él ya no le parecía tan angelical. Con los pies de nuevo sobre la tierra, por así decirlo, era sólo un hombre. Un hombre que podía ser peligroso. ¿Qué le había hecho pensar eso? ¿Quizás el duro brillo de aquellos ojos ? ¿O la manera tan fuerte con que le sujetaba la cintura?
—Es usted demasiado hermoso y joven para Sukchun —dijo él, sin apartar la mirada de su cara—. Aunque supongo que con la ropa adecuada podría pasar por un jovencito. Al menos, gracias a Dios, no se parece a mí. Así que la pregunta que viene a continuación es si es usted un participante inocente de esta charada, cariño.
Sungmin  no tenía ni la más ligera idea de qué le estaba acusando ahora, pero la suposición del joven de que él estaba allí por alguna razón en concreto ya había durado demasiado tiempo. Como era muy ingenioso cuando no estaba deslumbrado, pasó al ataque.
—No tengo ni la menor idea de quién es ese Sukchun que ha mencionado, pero usted, señor, tendrá que explicarme qué está haciendo en la habitación de lady Boah. Me ha enviado aquí a buscar una bufanda. Y dudo mucho que también le haya enviado aquí a recoger otra cosa. ¿Quién es usted y qué está haciendo aquí?
—Cho Kyuhyun —dijo él con aire distraído mientras le estudiaba la cara lentamente con la mirada. ¿Intentaba averiguar si mentía? No debió de ver nada en sus rasgos porque le preguntó—: ¿De verdad espera que me crea que se ha equivocado de habitación?
Por fin tenía un nombre para el Ángel, aunque ciertamente Kyuhyun no le quedaba nada bien. No cabía duda de que le había dado un nombre falso, y aquello le molestó.
—No le pega ese nombre.
Alarmado, él arqueó una ceja negra.
—No me atrevo a preguntarle cómo cree que debería llamarme.
—Lobo hambriento.
El no se rio ante tal descripción, pero lo soltó bruscamente.
—Lobo, quizá —dijo con sequedad—. ¿Hambriento? No por el momento.
Sungmin  había recuperado el suficiente sentido común para darse cuenta de que lo había insultado. ¿Había tocado quizás una fibra sensible? Bien, porque él, realmente, había tocado bastantes de las suyas.
Recuperando el equilibrio después de trastabillar cuan¬do él la soltó, Sungmin  se dispuso a enderezarse la chaqueta con indignación. Se inclinó para recoger el sombrero del suelo y se lo puso bruscamente en la cabeza.
¡Qué cosas! ¿Así que no estaba hambriento por el momento? Como si Sungmin no supiera que no era de su gusto.
Kyuhyun cruzó los brazos y continuó con los ojos clavados en él. A Sungmin  no le pasó desapercibido que se encontraba colocado entre él y la puerta.
—No ha encontrado ninguna bufanda, ¿verdad? —di¬jo él.
¿Así que iba a poner a prueba la excusa de la joven esperando que se contradijera?
—No, pero apenas había comenzado a buscar cuando usted irrumpió de repente en la habitación.
—Ni la encontrará.
—Tonterías. Me dijeron cuántas puertas debía contar antes de dar con la habitación correcta.
—Si dice la verdad, querido, está usted en el ala equivocada de palacio. Kwon Boah, y, sí, no tengo duda de que ha sido ella quién lo ha enviado, tiene su cuartel en otro sitio.
Sungmin  compuso una expresión horrorizada o eso esperaba.
—¿Quiere decir que al final tendré que disculparme con usted?
—No conmigo. Esta no es mi habitación. Pero puede estar seguro de que informaré al propietario de su... error.
 Sungmin lanzó un suspiro.
—Hoy es mi segundo día en palacio. Aún no me oriento bien. Sólo ha sido una confusión.
—¿De veras? Entonces no ha sido nada. Pero no se sorprenda si le digo que se largue de aquí ya.
Se sonrojó, asintió con la cabeza e intentó pasar rápidamente por su lado. Él lo sujetó por el brazo para hacerle una última advertencia.
—Si vuelvo a encontrarlo en cualquier otro lugar donde no debería estar, haré unas suposiciones más a mi gusto.
—¿Qué quiere decir?
Lo soltó.
—Vayase, mozo. Es demasiado joven para comprenderlo.


—Sí señor, admiro tu osadía por llevar ese disfraz —comentó Ryeowook mientras se acercaba a Sungmin.
El joven se detuvo junto a él en el borde de la pista de baile. El salón de baile del palacio era enorme. Había tantas lámparas de araña encendidas y tantos espejos en las paredes que toda la estancia brillaba con intensidad.
Sin embargo, Sungmin  no se había alejado demasiado de la entrada. Había estado observando la puerta por si aparecía Cho Kyuhyun mientras esperaba a que lady Boah terminara su conversación y se reuniera con él. Se había acercado a la dama al regresar de su misión para advertirle de que había sido descubierta, pero Boah le había interrumpido con un gesto seco de la mano.
Sungmin estaba nervioso. La intriga no había acabado todavía. A Kyuhyun no podría quitárselo de encima con un simple gesto de la mano si decidía interrogar a Boah sobre la supuesta bufanda que le había ordenado recoger a Sungmin . Así que realmente necesitaba hablar con Boah antes que él.
—Este disfraz no ha sido idea mía—dijo Sungmin  en respuesta a la pregunta de Ryeowook—. No incluí ninguno en mi equipaje.
—Déjame adivinar, Suho, ¿verdad? —Cuando ReMinie asintió con la cabeza, el otra joven puso los ojos en blanco—. Supongo que no te habló de la habitación de disfraces, ¿no? Allí tenemos a nuestra disposición toda clase de prendas con las que crear multitud de disfraces diferentes. Por Dios, debe de haber por lo menos cinco bastones como éste allí dentro —añadió, golpeando ligeramente el suelo con el bastón de pastor que llevaba en la mano.
Al enterarse de la existencia de la habitación de disfraces, Sungmin  debería haberse enfadado, pero en ese momento estaba demasiado nervioso para dar prioridad a cualquier otro sentimiento.
—No pasa nada —dijo—, ya habrá más bailes.
Al menos tenía que reconocer que aquel disfraz no le disgustaba en absoluto. En su opinión, era original y elegante. Casi todos los demás invitados llevaban disfraces repetidos. Había visto a dos jovencitos en la pista de baile mientras hablaba con Ryeowook, que también iban disfrazados de pastor. Y hasta ahora había contado al menos a cuatro caballeros vestidos de piratas.
Kyuhyun todavía no había aparecido. Quizá no asistiera al baile. Quizá sólo había ido a palacio para espiar y se había disfrazado de dandi para pasar desapercibido en el baile de disfraces que se celebraba esa noche. Pero ¿cómo se le ocurría pensar eso? Él era un miembro de la familia Choi. No podía ser un espía. También lo había visto el día anterior en palacio y, en esa ocasión, vestía con total normalidad.
Si tenía que lamentar algo era haberlo conocido bajo aquellas bochornosas circunstancias. Pero ¿qué estaba haciendo él en la habitación de aquel tipo? ¿Había ido allí por el mismo motivo que él?
Sungmin palideció ligeramente al comprender que había hecho algunas descabelladas suposiciones sobre Kyuhyun basándose en la tarea que le habían ordenado realizar. Boah jamás le había dicho qué era lo que debía buscar en aquella habitación, sólo que era importante, pero ¿importante para quién?
—¿Me acompañas? —dijo Boah mientras se acercaba a Sungmin  y hacía un gesto con la cabeza a Ryeowook para que los disculpara.
Sungmin no tuvo otra alternativa, ya que la dama enlazó su brazo con el de ella y lo guio entre la multitud. Boah no se había disfrazado, sólo llevaba una máscara negra de dominó.
—¿Qué has encontrado? —preguntó Boah con impaciencia.
—Me descubrieron.
Boah se detuvo bruscamente.
—¿Quién? ¿Un criado?
—No. Pero parecía saber a quién pertenecía la habitación. Sin embargo, ya había terminado mi tarea y no había encontrado nada interesante. La habitación estaba impoluta. Incluso diría que no vive nadie en ella si no fuera porque encontré ropa pulcramente doblada en los cajones.
Boah pareció un poco excitada ante aquella información.
—Si no fuiste descubierto por un criado, debió de ser por el agente que Sukchun estaba esperando. Eso explicaría por qué no llamó a un guardia al verte allí. Porque no lo hizo, ¿verdad? —Cuando Sungmin negó con la cabeza, Boah asintió— Tengo que saber quién es. ¿Te ha dado su nombre?
Sungmin no lo dudó ni un segundo.
—No —mintió, sin sentirse ni un poquito culpable. Tanto si el nombre que le había dado «Kyuhyun» era falso o no, Sungmin  no estaba dispuesto a tildar al Ángel de «agente de Sukchun», fuera lo que fuera lo que eso quisiera decir, a menos que estuviese realmente seguro de ello. Después de todo, ¡era un familiar del duque de Shiyuan! No podía formar parte de ninguna traición.
—Bueno, con una descripción servirá. ¿Cómo era?
Era un ángel, pensó Sungmin  intentando no esbozar una sonrisa. No estaba seguro de por qué estaba tan decidido a proteger a Choi Kyuhyun, si es que ése era su nombre de verdad, pero lo estaba.
—Me gustaría poder ayudarla, lady Boah, pero estaba completamente disfrazado para el baile de esta noche. He estado buscando entre la multitud a alguien que llevara la misma ropa, pero no he visto a nadie. Aunque tampoco creo que sirviera de mucho ya que llevaba puesto un hábito de monje con capucha y una máscara le cubría el rostro por completo. También llevaba el pelo cubierto por la capucha y los ojos ocultos por la máscara. Era de estatura media. Si se quitase el hábito y se parase a mi lado, ni siquiera lo reconocería. Incluso podría haber otra persona con el mismo disfraz. Teniendo en cuenta que esta noche todo el mundo va disfrazado, supongo que es el momento perfecto para pasar desapercibido en palacio.
Boah masculló por lo bajo y luego dijo en voz alta:
—Vaya pérdida de tiempo. Si hubieras utilizado tu ingenio, le habrías quitado la mascara para, de esa manera, reconocerlo en caso de volver a verlo.
Incrédulo, Sungmin  respondió:
—Bastante suerte he tenido de salir airosa de aquella situación. ¿Con qué excusa hubiera podido hacer tal cosa?
—Muy bien podrías haber usado tus artimañas y quitarle la máscara para que te besara, ¿no te parece eso una buena excusa? ¿O es que en realidad eres tan inocente que no sabes lo fácil que le habría resultado hacer eso a un joven tan guapo como tú?
Sungmin  no respondió de inmediato. Se vio atrapado por la imagen de ser besado por él, lo que, ya puestos, era muy fácil de imaginar después de que él le hubiera estrechado entre sus brazos. Sin duda alguna era una pena que no poseyera esas artimañas de las que Boah hablaba...
—¡Respóndeme! —lo apresuró Boah.
Sungmin  ahuyentó aquella imagen y se dio cuenta de lo enfadada que estaba Boah. ¿Y por qué? ¿Por la falta de artimañas de Sungmin ? ¡Pero si se suponía que debía ser un joven carente de artimañas!
Sungmin notó que comenzaba a enfadarse. ¿Acaso era así cómo lady Boah obtenía información de otros jóvenes? ¿Insultándolos y haciéndolos sentir unos completos inútiles? ¿Con arrebatos de cólera para hacerlas creer que perderían su puesto en caso de que no hicieran lo que se les ordenaba? Si alguien tenía que perder su puesto era Kwon Boah. Sungmin tenía el presentimiento de que aquella mujer estaba abusando de su autoridad.
—Desde luego no soy tan inocente como para no saber que besar a perfectos desconocidos no es uno de mis deberes en la corte, lady Boah. Sé las funciones que conlleva este puesto y emular a un ladrón no es una de ellas. Quizá deberíamos hablar de este asunto con la reina.
El rostro de Boah se puso lívido.
—¿Estás amenazándome?
—¿Amenazándola? —Sungmin  abrió mucho los ojos—. Sin duda alguna usted cuenta con la aprobación de Su Majestad para utilizar a las damas de esta manera. ¿Por qué cree que estoy amenazándola? Quizás haya exagerado un poco. No me atrevería a molestar a la reina con algo tan banal. Y soy consciente de que la duquesa podría no comprenderme si hablo con ella. Pero...
No fue necesario que Sungmin  mencionara a más personas poderosas como el primer ministro que era amigo de su madre. Boah había captado la idea y todavía seguía furiosa. Probablemente Sungmin  había ido demasiado lejos. Lo más seguro era que la mujer lo despidiera por la mañana con lo cual Lilly iba a sentirse muy decepcionada.
Sungmin  suspiró y dijo:
—Creo que acaba de ser testigo de mi reacción ante el hecho de haberme sentido como un vulgar delincuente esta noche. Le pido disculpas. Pero si lo que quiere es reclutar a más espías para el reino, la próxima vez tendrá que buscar a alguien más valiente.
—Ya veo —dijo Boah, frunciendo sus finos labios—. Inútil e incompetente, esperaba algo más de alguien de tu clase.
—Precisamente —repuso Sungmin  con rigidez. Santo Dios, ¿por qué siempre que intentaba hacer las paces sólo conseguía que lo insultaran todavía más?—. A propósito, si alguien le pregunta esta noche si me envió a buscar una bufanda, le aconsejo que le diga que sí.
Boah se quedó sin aliento.
—Santo Dios, no habrás utilizado mi nombre, ¿verdad?
—La única excusa que se me ocurrió para explicar mi presencia en una habitación en la que no debería estar fue decirle a quien me encontró que me había enviado a buscar una bufanda y que no sabía qué estaba haciendo él en su habitación. Le obligué a que me convenciera de que era yo quien se encontraba en la habitación equivocada. Así que mi presencia allí sólo pareció fruto de un error.
—¿Y te creyó?
—Soy muy buena mostrándome indignado.
Boah casi se rio.
—Muy bien, quizá no seas tan incompetente después de todo. Pero la próxima vez...
Sungmin  la interrumpió bruscamente.
—No habrá una próxima vez, no a menos que usted me dé una buena razón para cumplir sus encargos. ¿Por qué no me aclara algo más sobre por qué me envió a esa habitación esta noche? ¿Corre peligro la vida de la reina? ¿Tiene noticias de un complot que requiera estas medidas inusuales? No puedo creer que nuestro país no disponga de personas entrenadas para este tipo de misiones.
—Ciertamente existen tales personas, pero no pueden dedicarse a misiones tan triviales como ésta.
—¿Triviales? —Sungmin  frunció el ceño—. Me dijo que esto era importante. Para ser exactos me dijo que era «muy importante».
—Es muy importante para mí—escupió Boah y se marchó .
Sungmin  se quedó atónito. ¿Así que las suposiciones que se había hecho esa noche habían sido falsas también? ¿No había nada ni remotamente heroico en lo que había hecho? Comenzaba a no gustarle en absoluto vivir en palacio.


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