Debutantes III -1




El palacio de Buckingham. Lee Sungmin seguía sin poderse creer que fuera a vivir allí. Hacía apenas una semana que lo sabía y aún no había logrado asimilarlo. Pero ahí estaba.
La sorpresa más grande en sus dieciocho años de vida había sido ser parte de la corte de la reina Victoria. Su madre, Lilly, había esperado que otorgaran a su hijo esa privilegiada posición, aunque Lilly no le había contado a Sungmin que había tenido que pedir unos cuantos favores para que lo aceptaran. No había querido que su hijo se llevara una decepción si al final no lo conseguía.
Pero sin duda Sungmin  no se habría llevado ninguna decepción. Pertenecer a la corte no había sido algo a lo que él aspirase, sino su madre. Lilly le había hablado muy a menudo de cómo había perdido la oportunidad de ser dama de honor o incluso dama de cámara de la reina al convertirse en una mujer casada.
Con el cambio de corriente política, Sungmin tuvo la oportunidad, la semana anterior habían recibido la carta de confirmación y, como un jovencita excitable y emocionada, la madre de Sungmin  había comenzado a dar gritos de alegría después de leerla. Una alegría que había resultado muy contagiosa.
La última semana había sido un torbellino. Madre e hijo apenas habían comenzado a organizarse para la temporada que pasarían en Londres durante el próximo invierno, para lo cual faltaban todavía algunos meses y ahora se encontraban con que tenían que elaborar un nuevo guardarropa para Sungmin. Sería el mayor cambio en la vida de Sungmin desde la muerte de su padre cuando sólo tenía ocho años.

Su madre no volvió a casarse por lo que quedaron en la casa familiar juntos, Sungmin recibió clases en casa y se había mostrado encantado con aquella disposición, pues de esa manera su madre y él pudieron pasar más tiempo juntos. Eran expertos en montar caballos y lo hacían cada vez que el clima se lo permitía. Sería una de las cosas que Sungmin echaría de menos, igual que echaría de menos a sus amistades.
En realidad, pertenecer a la corte de la reina era la segunda oportunidad de oro que se le presentaba a Sungmin  y sobre la que madre e hijo habían discutido extensamente. La primera había surgido hacía cinco años, cuando los dos habían estado totalmente de acuerdo con la elección del futuro marido de Sungmin . Ni siquiera habría tenido que presentarse en sociedad si hubiera podido captar la atención del hombre en cuestión, Choi Siwon, el heredero del duque de Shiyuan, su vecino. ¡Habría sido tan conveniente! Pero tan preciado ejemplar masculino había sido cazado por otro joven antes de que Sungmin  tuviera edad para casarse y ahí habían acabado sus sueños.
Una pena. Había esperado formar parte de tan interesante familia. Se había relacionado mucho con la familia al hacerse amigo del joven hermano, Choi Donghae. Fue una lástima perder el contacto con él cuando enviaron a Donghae a un colegio privado.
Después de aquello, el duque no había organizado grandes eventos ya que él y su anciana madre se habían quedado solos en aquella enorme casa. Su esposa había muerto hacía años y, aunque todas las damas casaderas de los alrededores habían intentado pescarle, él permanecía viudo. Y ahora era Choi Heechul, el joven que había conquistado el corazón de Siwon antes de que Sungmin  tuviera la oportunidad de intentarlo, el alma de la sociedad local.
Dos oportunidades perdidas con tan ilustre familia: un buen amigo y un marido. Pero ahora tenía una nueva oportunidad. ¡Pertenecer a la corte de la reina! Sungmin  conocía los beneficios que aquello le reportaría. Conocería a las personas más importantes del país y a la realeza del continente. No tenía que esperar a que lo presentaran en sociedad cuando formaba parte de la corte de una reina a la que le encantaban las fiestas. Si tenía suerte, incluso la propia reina escogería a su futuro marido. Todo era posible.

No era la primera vez que Sungmin  estaba en Londres. Había ido de compras en algunas ocasiones y por supuesto, cuando Lilly había tenido que asistir a una carrera de caballos en la que corría una de sus yeguas y a la boda de una antigua amiga, Sungmin  la había acompañado. Pero era la primera vez que veía el palacio de Buckingham. No había habido ninguna razón para visitarlo antes, ya que ningún monarca había morado allí hasta entonces.
Tras bajarse del carruaje con su madre y Sunny, Sungmin  observó con temor la formidable edificación en la que viviría durante meses, posiblemente años. ¡Era más grande de lo que había imaginado! Los guardias del palacio marchaban ante la puerta con sus uniformes brillantes y llenos de colorido. Otras personas traspasaron aquel enorme arco que Sungmin  atravesaría de un momento a otro.
No obstante, los pies del joven se quedaron inmóviles. El nerviosismo amenazaba con abrumarlo. Ya sabía que Lilly no lo acompañaría al interior, pero no estaba preparado para despedirse. Jamás había tenido que decirle adiós a su madre antes, no de esa manera.
Lilly le cogió la mano y se la apretó. Sungmin  entendió perfectamente aquel sencillo gesto. Su madre lo estaba animando a seguir adelante.
—Tu padre habría estado orgulloso de ti si hubiera vivido para ver esto.
Sungmin  miró a su madre. Era un momento muy emotivo. Lilly se sentía muy feliz por su hijo y, sin duda, recordaba todas sus oportunidades perdidas. Se veía en su expresión, estaba al borde de las lágrimas pero aun así sonreía.
—No irán a ponerse a llorar ahora, ¿verdad? —preguntó Sunny en tono quejumbroso.
Lilly se rio. Sungmin  esbozó una amplia sonrisa. A Sunny se le daba bien aliviar la tensión con su franqueza.
Por desgracia, Sunny no viviría en el palacio con Sungmin . Sólo permanecería allí el tiempo justo para dejar al joven instalado. Sabían que Sungmin no tendría una habitación individual. Sencillamente no había suficientes estancias para todos los miembros de la corte, y mucho menos para sus sirvientes. Así que Lilly había alquilado un apartamento cercano para que Sunny pudiera acudir al palacio todos los días y encargarse del guardarropa de Sungmin  además de realizar sus tareas habituales.
Lilly había considerado la idea de comprar una casa en Londres para la primera temporada de Sungmin . Pero ahora que la «temporada» de Sungmin  había comenzado bajo unas circunstancias totalmente diferentes a las previstas, Lilly ya no estaba tan segura de llevar a cabo esa idea. A pesar de que algunas damas de la corte poseían casa en Londres y preferían pasar las noches en ella en vez de compartir habitación en palacio, Lilly quería que su hijo experimentara todo lo que la corte podía ofrecer y para eso era necesario que viviera allí. Si tenían una casa en la ciudad, Sungmin  podría sentirse tentado a dormir en ella cada noche.
Lilly rodeó a Sungmin con los brazos y lo estrechó contra sí durante un buen rato.
—Te veré dentro de unas semanas, cariño. Al menos intentaré mantenerme alejada durante todo ese tiempo.
—No tienes por qué...
—Por supuesto que sí —lo interrumpió Lilly—. Este es tu momento, no el mío. Intenta disfrutar de cada minuto. Pero quiero que me escribas todos los días, quiero saberlo todo.
—Lo haré.
—Y sobre todo, Min, disfrútalo. Te van a ocurrir cosas maravillosas. Lo sé.
Sungmin  deseó tener el mismo entusiasmo y seguridad que su madre, pero su excitación había decrecido ahora que la separación era inminente. Ese era el sueño de su madre. Deseó que Lilly pudiera estar allí en su lugar.
Pero por el bien de su madre, esbozó una radiante sonrisa, le dio un último abrazo y se apresuró a entrar en palacio.


—¿ Cree que llegaremos alguna vez? —le murmuró Sunny a Sungmin  con una amplia sonrisa mientras seguían a un criado con librea, vestido con más elegancia que algunos de los nobles que recorrían aquel corredor tan increíblemente largo.
La doncella estaba bromeando, por supuesto, pero el lacayo que los guiaba la oyó y los miró directamente antes de indicarles:
—La habitación de lord Sungmin  está justo al doblar la siguiente esquina. En realidad, está más cerca de las habitaciones reales que las que han sido asignadas a otros. La reina recordó haber conocido a su padre cuando era niña y fue ella quien sugirió esta estancia para usted. Ha comenzado con buen pie, joven lord.
Sunny soltó una risita. Sungmin  se sonrojó. Un lacayo no debería saber ese tipo de cosas. No obstante, ¡estaban en palacio! Era probable que los sirvientes supieran más de la vida privada de los cortesanos que cualquier otra persona.
¿Acaso no le había advertido su madre que no se le ocurriera desairar a ninguno de ellos?
—Jamás he desairado a un sirviente —le había recordado Sungmin  a su madre.
—Sé que no lo has hecho, querido, pero es bueno que sepas que éste no sería un buen momento para comenzar a hacerlo.
Había sido una de las muchas bobadas que Lilly había dicho durante la última semana debido al enorme cansancio que le había supuesto preparar a Sungmin  para su nueva vida en palacio. Sin embargo, tras una buena noche de sueño reparador, su madre había vuelto a sacar el tema a colación.
—Sería de gran ayuda que los sirvientes te tomaran cariño. Recuerda, trabajar en palacio es su medio de vida. Hay quienes incluso urden algún tipo de intriga sólo para mantenerse por encima del resto. Pero el caso es que todos poseen información que podría serte de suma utilidad en un determinado momento, y si les caes bien, no les importará compartirla contigo.
Teniendo en cuenta el consejo de su madre, Sungmin  le brindó una sonrisa al lacayo y dijo:
—Gracias, ¿eh...?
—John Keets, mi joven señor.
—Gracias, John. Me alegra saber que mi padre es recordado con cariño.
Vio que Sunny le lanzaba una mirada llena de admiración, algo que no sorprendió a Sungmin ya que su doncella solía lanzar ese tipo de mirada a casi todos los hombres que conocía. Como era una joven hermosa de pelo negro y ojos castaños, por lo general recibía más miradas admirativas de las que brindaba.
Sunny había trabajado para los Lee los últimos seis años. Era sólo unos años mayor que Sungmin , pero había sido adiestrada por su madre, que también había sido doncella, y una doncella muy buena además.
John se percató de la mirada de la doncella y le mostró su interés con una propia. Finalmente, llegaron al final del corredor en forma de T. El lacayo giró a la derecha y abrió la primera puerta que encontraron.
—Enseguida traerán los baúles —dijo John, haciéndolos pasar a la pequeña habitación—. Los retirarán en cuanto termine de instalarse. Compartirá habitación con SuhoMarly. Por desgracia, la reina no es todavía consciente de que el joven lord Suhopuede ser algo instigador. Quizá no lleguen a ser grandes amigos.
No dijo nada más. ¡Ya había dicho bastante! ¿Qué diantres quería decir con «algo instigador»?
Sunny pensó lo mismo que él porque, en cuanto John salió y cerró la puerta, le dijo:
—Eso no ha sonado nada bien.
Cierto, pero Sungmin  no iba a sacar conclusiones precipitadas.
—Puede que se refiera a que le gusta poner las cosas en marcha, aunque no tienen que ser, necesariamente, cosas malas. Quizá sólo sean cosas inapropiadas para palacio. —Ante la mirada escéptica de Sunny, añadió—: Bueno, podré juzgarlo mejor cuando lo conozca, algo que es irremediable ya que compartiremos este cuarto.
Sunny soltó un bufido.
—Esta habitación es mucho más pequeña de lo que imaginé que sería. ¡Si casi es del mismo tamaño del vestidor que tiene en casa!
Sungmin sonrió ampliamente ante el desdén que rezumaba la voz de Sunny. En realidad, aquella habitación era bastante más grande que su vestidor, aunque mucho más pequeña que su dormitorio.
—No creo que sea necesario que sea más grande para el poco tiempo que voy a pasar aquí. Es sólo un lugar para dormir y cambiarse de ropa —repuso Sungmin .
—No hará más que tropezarse con su compañero.
Eso era cierto. No había demasiado espacio libre. Una cama doble que parecía más un catre ancho y dos mesillas de noche bastante estrechas a cada lado de la cama, que tenían las dos únicas lámparas de la estancia, ocupaban la mayor parte del espacio.
No había chimenea, sólo un brasero que probablemente no utilizarían hasta el mes siguiente, una pequeña bañera oculta tras un biombo en una esquina y una cómoda con un aguamanil y varias toallas. Había también una pequeña mesa redonda para colocar la bandeja de comida y una silla.
También había una coqueta. Sin embargo, lo más destacable del dormitorio eran los armarios. Había dos de dos cuerpos y medio en cada una de las paredes. Incluso uno de ellos bloqueaba las ventanas de una pared, lo que hacía que sólo entrara un poco de luz natural en la estancia.
Sunny clavó también la mirada en los armarios.
—Mire eso, dadas las circunstancias, no está mal. Pensé que tendría un vestidor aparte, incluso aunque tuviera que compartirlo. Jamás imaginé que su dormitorio sería también su vestidor. Y, por supuesto, con armarios suficientes para la ropa de dos jóvenes. Sus preciosos trajes ocuparán por lo menos una de estas paredes. En teoría, la mitad de los armarios es suya...
Sunny acabó la frase chasqueando la lengua cuando abrió el armario más cercano y lo encontró lleno. Abrió el segundo armario de esa pared y también lo encontró lleno. Parecía que lord Suho había reclamado los armarios de ese lado. Sunny se acercó entonces a la pared donde los armarios bloqueaban las ventanas, pero el primer armario que abrió también estaba lleno, aunque el segundo no tanto. Examinó los dos armarios que ocupaban la mitad de la tercera pared, pero sólo uno de ellos estaba vacío.
Sunny comenzó a reírse.
—¿No tiene la impresión de que lord Suho no esperaba compartir la habitación?
—Eso parece —convino Sungmin .
—Bueno, no cabe duda de que ese joven tiene mucha ropa. Pero va a tener que deshacerse de algunos de sus trajes si no quiere que acaben arrugándose, porque es hora de que usted reclame los armarios que le corresponden. Y yo, mi querido Min, voy a ponerme manos a la obra ahora mismo.
Sunny comenzó a mover trajes vestidos de un lado a otro. Sungmin lo ayudó. En la habitación tampoco había cómodas pues no había espacio para ellas, pero en el fondo de cada armario había un cajón de buen tamaño donde podía guardarse la ropa que no era necesario colgar.
No tuvieron que trasladar demasiada ropa de Suho a los armarios que le correspondían. Lo cierto era que en uno de ellos sólo tenía dos trajes de baile y en otro lo que parecían de día.
—Listo —dijo Sunny, satisfecha con la nueva distribución—. Creo que podremos apañarnos con los dos armarios de esta pared, así su compañero tendrá los demás para él y usted no tendrá por qué tener su ropa arrugada sólo porque él haya traído ropa de más para la corte. Y —añadió Sunny, clavando los ojos en los armarios vacíos donde tenía que meter la ropa de Sungmin — tampoco existe ninguna razón para que no dispongan de un poco de luz. Estos armarios de aquí no están bien situados. No tienen por qué bloquear las dos ventanas. Podemos desplazarlos para que se pueda abrir una ventana si es necesario. Pediré prestado un hombro fuerte cuando lleguen los baúles.
Y eso fue lo que hizo Sunny; en menos de media hora una de las ventanas ya no estaba bloqueada. Los dos hombres que trajeron los cuatro baúles de Sungmin  se ofrecieron a ayudarles en cuanto Sunny les brindó una sonrisa. Después de que retiraran el armario, una cortina blanca bastante sucia, que probablemente llevaba meses o años oculta, quedó a la vista. Sunny prometió lavarla al día siguiente.
La doncella se despidió de él para ir a ordenar su apartamento, riéndose entre dientes mientras salía por la puerta.
—Mis habitaciones son más grandes que las suyas —dijo, haciendo que Sungmin  esbozara una amplia sonrisa.
Sin embargo, el buen humor del joven no duró demasiado. Se sentía abrumado. Sabía que iba a sentirse muy solo en la corte.
Había sido educado en casa, así que jamás se había separado de su madre antes. No había pasado ni un solo día de su vida alejada de ella. Y la doncella, Sunny, también había estado a su lado. Sabía que tenía que despegarse de las faldas de su madre, pero estaba ocurriendo mucho antes de lo que Sungmin  había previsto, y sin tener un marido en el que apoyarse.
Sí, tendría infinitas oportunidades para socializar y conocer a personas interesantes y, sí, era probable que allí conociera a su futuro marido. Pero Sungmin  se sentía deprimido. Habría preferido que todo hubiera transcurrido durante una temporada normal con su madre a su lado. Pero no había sido capaz de echar por tierra las ilusiones de Lilly confesándole tales inquietudes. No obstante, ellos no sólo eran madre e hijo, sino verdaderos amigos, y quizá debería habérselo dicho...

Era hora de ponerse cómodo y descansar, de intentar recobrarse tras una semana extenuante. Había sido asignado a la duquesa de Kent, la madre de la reina Victoria, pero en ese momento la duquesa no se encontraba en palacio y no regresaría hasta el día siguiente.
Sungmin se tumbó en la cama. Mientras permanecía en esta posición, pensó en la reina. Estaba en palacio, pero era posible que Sungmin jamás llegara a conocerla ya que no todos los que vivían allí eran presentados a la soberana. O puede que al final la conociera y acabaran convirtiéndose en grandes amigos. Cualquier cosa era posible viviendo en palacio, pensó Sungmin  mientras se quedaba dormido.
—¿Qué has hecho ? —exclamó una voz chillona—. ¿Por qué has movido los armarios? Yo duermo hasta tarde. Y tú también lo harás. No necesitamos que los rayos del sol nos despierten antes de lo necesario.
¡Qué manera más brusca de despertar de aquella breve siesta!
Sungmin  parpadeó y abrió los ojos para observar al joven que había entrado en la habitación y que, al parecer, estaba encendiendo una de las lamparitas antes de retomar su acalorada perorata. Bajo y entrado en carnes, casi reventaba las costuras del traje que llevaba puesto. El joven podría haber resultado bonito si no hubiera tenido aquella expresión tan agria.
Sus deslumbrantes ojos fulminaban la pared donde una ventana había quedado al descubierto. El sol se había puesto mientras Sungmin  dormía y en aquel momento no entraba ni un ápice de luz por los cristales.
Todavía medio dormido, Sungmin  respondió sin pensar:
—Para eso están las cortinas.
—¿Qué cortinas? —repuso la joven en el mismo tono enérgico—. Es posible que unas cortinas gruesas sí, pero no es eso lo que nosotros tenemos, ¿verdad? Eso que hay ahí no son más que unos sencillos visillos.
Sungmin se espabiló con rapidez. Aquel jovencito estaba realmente enfadado y ni siquiera intentaba ocultarlo. ¿Por qué se enojaba tanto por algo tan trivial?
Sungmin  se incorporó y miró con el ceño fruncido la ventana que causaba tal revuelo. Aquél no era un buen comienzo si ese joven era lord Suho, y no le quedaba la menor duda de que lo era.
—¿Quieres que cubra la ventana con una de mis chaquetas antes de que nos acostemos y que la retire después de que te levantes por la mañana? —ofreció el joven—. Lo siento, pero la luz del día jamás me ha despertado así que no la considero una molestia. Me parece tonto encender lámparas en la habitación cuando podemos dejar entrar la luz del sol.
Quizá no debería haber añadido el último comentario porque el joven le dio la espalda a los armarios y le lanzó una mirada airada.
—Me imagino que nunca has pasado la noche en una habitación cuyas ventanas estuvieran orientadas al sol naciente, ¿verdad?
Sungmin  se estremeció interiormente ante la brusquedad del joven.
—No, en efecto. Y, definitivamente, ha quedado muy clara tu opinión. Te aseguro que resolveré el problema.
Cuando Sungmin  se puso en pie, resultó evidente que sobrepasaba en estatura al otro joven, mucho más bajo.
Sungmin  sonrió y se esforzó por comenzar de nuevo.
—¿Lord Suho, supongo?
—Sí. ¿Y tú eres...?
El tono del otro joven todavía era tenso y algo pedante. A Sungmin  le costaba trabajo creer que Suho no hubiera sido informado de quién iba a ser su compañero de habitación.
—Lord Lee Sungmin.
Suho lo miró por encima del hombro.
—No deberías haber tocado mis pertenencias. No vuelvas a hacerlo.
—No estabas aquí y...
—El arreglo era perfecto tal y como estaba.
Sungmin  contuvo la risa ante la petulante respuesta.
—Lo lamento, pero tengo que insistir. No estaba bien y sigue sin estarlo. Te hemos dejado dos armarios de más.
Suho no pareció agradecer la deferencia. Ni siquiera le reconoció y se limitó a preguntar:
—¿Hemos?
—Mi doncella y yo.
—¿Has traído una doncella contigo...? —Suho se dio la vuelta con la boca abierta—. ¿Cómo te las has arreglado?
—No hemos hecho ningún arreglo. Nosotros...
—Ah, tienes una casa en la ciudad —lo interrumpió Suho—. Mi familia no la tiene, así que mi doncella tuvo que quedarse en casa. Pero si posees una casa en Londres, ¿por qué no te quedas allí en vez de arrinconarme en esta pequeña habitación?
Si Sungmin  había tenido alguna duda sobre el resentimiento de Suho ante su presencia, ahora ya no la tenía. El joven no podría haber dejado más claro que no le gustaba tener un compañero de cuarto. Sungmin  podría haberse sentido cohibido por ello. Un joven con menos temple lo habría hecho, sin duda. Pero John, bendito fuera, ya lo había advertido sobre lo que debía esperar.
—Incluso aunque no me hubieran asignado esta habitación, cuya mitad me pertenece, he sido instalado aquí por sugerencia de la reina. No pienso insultarla pidiendo una habitación diferente, pero si encuentras este arreglo tan deplorable, quizá deberías solicitar un cambio.
Las mejillas de Suho se sonrojaron de vergüenza. ¿Realmente había pensado que podría intimidar a Sungmin  para que se fuera de la habitación sólo porque él había sido el primero en instalarse?
—Pero como iba a decir antes de que me interrumpieras —continuó Sungmin —, no, mi familia no tiene casa en Londres, aunque sí hemos alquilado un apartamento aquí cerca para mi doncella. De esa manera puede venir a diario a palacio y ocuparse de sus deberes habituales.
—Qué cómodo para ti —dijo Suho con gesto mohíno—. No todos podemos permitirnos esos lujos tan frívolos. ¿Dónde está ahora tu doncella?
Sungmin  se sonrojó levemente sin saber bien por qué.
Evidentemente no todas las familias de la nobleza disfrutaban de una buena situación económica. Que la suya fuera rica no era ciertamente un motivo de vergüenza.
Por fortuna, Suho se había acercado a la coqueta que compartían y no se percató del sonrojo. Sacó el taburete de terciopelo que había debajo de la pequeña mesa y se sentó para observar su peinado.
Sungmin  le respondió observándolo desde atrás.
—No había motivo para que Sunny permaneciera aquí, ya que no necesitaba sus servicios.
—En palacio suelen surgir cosas de improviso. Habrá ocasiones en las que tendrás que adaptarte a las circunstancias y para eso tendrás que estar bien preparado.
Sungmin  pensó que aquél era un buen consejo, aunque no lograba imaginar por qué aquel joven tan resentido le daría un buen consejo.
—Quizá puedas compensarme por los cambios que has hecho en mi habitación, sin mi permiso, dejando que tu doncella me peine. Hasta ahora he utilizado los servicios de la doncella de lord Jan, pero se aloja en otra ala del palacio.
Sungmin  debería haber sabido que Suho tendría un motivo oculto para darle aquel consejo.
—Dudo mucho que Sunny agradezca el trabajo extra—repuso Sungmin .
Pero Suho no dejó pasar el tema.
—¿Y qué tiene ella que decir al respecto? Trabaja para ti, hará lo que le digas.
—En realidad trabaja para mi familia. Tal vez debería pedirle permiso a mi madre.
En el rostro de Suho apareció una expresión agria.
—No importa. Me las arreglaré como lo he estado haciendo hasta ahora.
Sungmin negó con la cabeza. Si Suho se hubiera esforzado en ser agradable con él, al joven no le hubiera importado que Sunny le arreglara el pelo. Incluso habría compensado a la doncella con algunas monedas extras para que no protestara.
Antes de olvidarse y de volver a oír más quejas estridentes de su compañero de habitación por la mañana, Sungmin sacó una de sus capas más gruesas del armario y la extendió sobre la ventana.
—¿Has traído disfraz? —preguntó Suho—. Drina ha anunciado un baile de disfraces para esta noche.
—¿Drina?
—La reina, por supuesto.
A Sungmin  se le podría perdonar su ignorancia pues sólo los miembros de la familia real se dirigían a la reina Victoria por su apodo de la infancia. Pero no era posible que fuera a compartir habitación con un miembro de la familia real al que, sin querer, había tratado con poca deferencia, ¿verdad?
Por primera vez en su vida deseó que su madre lo hubiera criado de una manera más tradicional en vez de la forma distendida en la que lo había hecho. Si su padre no hubiera muerto cuando él era tan joven, probablemente su educación habría estado más acorde con la de otros jóvenes de su edad.
Sin duda, era un joven virtuoso e inocente. De hecho, ya había cumplido los dieciocho años y jamás lo habían besado. Sabía cantar bastante bien, pero sus dedos eran torpes en lo que a instrumentos musicales se refería, y lo cierto es que lo había intentado con cuatro diferentes antes de que su madre desistiera y se deshiciera finalmente de ellos. Aunque debía tener conocimientos de al menos un par de lenguas extranjeras, sólo sabía hablar francés con fluidez. Y no hacía falta decir que era un hijo obediente y que probablemente también lo sería cuando fuera el esposo de alguien. O al menos, lo intentaría. Quizá debería aparentar ser lo suficientemente descerebrado para no poder formarse una opinión inteligente. Pero no cabía duda que con respecto a eso, era un rotundo fracaso.
Lilly le había confiado una vez:
—Se supone que debemos reservar nuestra inteligencia, si la tenemos, para nosotros mismos. Ya te lo he advertido antes, querido. Si tienes que hacerte pasar por estúpido, hazlo. Por desgracia, es lo que los nobles esperan de sus esposos, pero quizá tengas suerte y te cases con un noble al que no le importe tener una pareja con cerebro. Quizás a tu marido no le importe mantener una conversación inteligente contigo, una que no incluya hablar de los criados o la familia, que es el único tema que todos esperan de sus esposos. Pero si al final no tienes esa suerte, bueno ¡eres lo suficientemente lista para ser estúpido!
Por supuesto, si Lilly lo hubiera criado de una manera estrictamente tradicional, Sungmin  no habría podido contener las lágrimas ante las punzantes palabras de Suho. Pero la vida con su madre le había proporcionado la tenacidad necesaria para saber defenderse. Su madre le había enseñado que tenía que ser mucho más que un objeto decorativo que, por otro lado, era lo que los hombres esperaban de una pareja. La educación que Lilly le había dado no lo había echado a perder, lo había preparado para cualquier cosa... salvo para insultar a un miembro de la familia real.
Palideció bruscamente ante tal pensamiento.
—¿Estás emparentado con la reina?
—¿Qué te hace pensar eso? —inquirió Suho con petulancia.
Sungmin  se dio cuenta en ese momento de que Suho sólo había querido dejar claro quién de los dos sabía más de la corte. La alarma que le había causado a Sungmin  era una prueba de ello.


2 comentarios:

  1. Bueno...es nuestro primer día ahí y ya tenemos a un melindroso.
    Yo digo que Sunny le corte el cabello sin querer👀

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  2. No puedo pensar en Suho como una persona chinchosa y renegóna, pero tengo varios capítulos para hacerme la idea

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...