Chantaje -6




Durante los siguientes dos días, la mansión se transformó y pasó de ser un lugar de calma y tranquilidad a convertirse en un hervidero de actividad de varios servicios de catering. Llegaron más empleados, jardineros y guardias de seguridad y todos se pusieron a trabajar para la llegada de los invitados.

Ryeowook se paseaba agradecido de que Yesung estuviera la mayor parte del tiempo encerrado en su despacho.

Aquella mañana unos empleados llevaron un impresionante ramo de flores azules al comedor y le preguntaron con la mirada a Ryeowook si debían dejarlos sobre la mesa. Era evidente que lo tomaban por el joven señor de la casa. En aquel momento, alguien les dio instrucciones en Coreano desde atrás. Ryeowook se giró y comprobó que era Yesung, al que veía por primera vez ataviado con vaqueros y camisa.

Tras despedirse de los operarios y una vez a solas con él, lo tomó de la mano. Ryeowook sintió que el calor invadía su brazo y lo siguió sintiendo su enorme mano alrededor de la suya. Aquel gesto tan familiar iba a dar al traste con sus barreras.

Ryeowook se dijo que aquello debía servirle para ir acostumbrándose a que lo tocara y no se notara nada cuando estuvieran delante de los demás.

—Este comedor es la estancia más antigua de la casa, —le explicó Yesung.

—No había entrado hasta hoy —contestó Ryeowook.

—Esos paneles llevan ahí desde mediados del siglo XVI —añadió Yesung señalando el techo.

—Vaya... —se maravilló Ryeowook—. Tienes suerte de haber crecido con tanto dinero y gusto a tu alrededor.

Yesung le soltó la mano de repente y se apartó, lo que hizo que Ryeowook se sintiera incómodo. ¿Qué había dicho?

—Veo que no dejas de hacer referencias a mi procedencia —le dijo Yesung mirándolo con severidad—. Evidentemente, no te has molestado en investigar sobre mí antes de venir a buscarme.

—Lo siento, no sé a qué te refieres.

—Esta casa no era de mi familia —le explicó Yesung mirando a su alrededor—. La compré hace tres años. Todas las casas que tengo son adquisiciones recientes. Yo no nací en una familia de dinero ni de clase social alta. Me crié en las calles, un lugar en el que hay que luchar para hacerse un hueco. Ése era mi hogar, así que, por favor, no asumas que sabes cómo fue mi infancia porque no tuvo nada que ver con lugares como éste.

Ryeowook se mordió la lengua y tragó saliva.

—Lo siento, Yesung, no tenía ni idea.

—Claro, eres como los demás, sólo te fijas en el dinero que tengo ahora y te da igual de dónde haya salido, ¿verdad?

—No digas eso. No es justo. Es verdad que no me importa cómo hayas hecho dinero, pero te aseguro que no habría venido a buscarte si no te hubiera necesitado, si no hubieras sido mi única opción.

El dolor que Yesung estaba viendo en los ojos de Ryeowook le estaba dando claustrofobia.

—Me tengo que ir a trabajar —anunció dejándolo a solas—. Por cierto, tu ropa llegará mañana y dentro de media hora vendrá un conductor a buscarte, tienes cita en un salón de belleza esta tarde.

Y, dicho aquello, desapareció, dejando a Ryeowook con la ridícula sensación de que era realmente insultante que Yesung creyera que necesitaba pasar una tarde entera en un salón de belleza.

Yesung se fue directamente fuera y tomó aire varias veces. Maldición. ¿Qué demonios le había ocurrido? Tenía los puños apretados e irradiaba tensión. ¿Por qué no había seguido hasta el final? ¿Por qué no le había contado lo difícil que había sido vivir en la calle?

¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Ryeowook apenas llevaba dos días en su casa y ya quería contarle todo de sí mismo? ¿Por qué le había molestado tanto que no supiera de dónde procedía? Le daba igual lo que la gente pensara de él. De hecho, se sentía orgulloso de sus raíces y no las escondía.

Las personas que sabían de dónde procedía lo respetaban y lo miraban con orgullo aunque también tenía su lado negativo, pues ciertas parejas de clase social alta lo miraban con deseo, buscando sin duda a la fiera indómita que suponían habitaba en él, lo que le daba un terrible asco.

Y Ryeowook... Ryeowook no era mejor que ellos. Era exactamente igual, pero más peligroso porque, de alguna manera, se le estaba metiendo bajo la piel. Hacía mucho tiempo que no le sucedía algo así. Hacía tanto tiempo que recordaba exactamente cuándo había sido la última vez.

En aquella ocasión, había recibido la mayor lección de su vida, que no había sido aprender a sobrevivir entre las bandas ni proteger a su hermano pequeño, ni siquiera hacerse multimillonario y tener casas en todos los continentes.

La mayor lección que había recibido en su vida se la había dado un joven y  no estaba dispuesto a cometer el mismo error dos veces.

Yesung volvió a entrar en su casa diciéndose que podía controlar aquella situación y a Ryeowook. ¿De verdad tenía miedo de que aquel diminuto joven pudiera dejarlo como un imbécil? Aquel joven sólo servía para calentarle la cama, lo que, se prometió Yesung a sí mismo, ocurriría en breve.

Ryeowook volvió del salón de belleza sintiéndose maravillosamente. Para su sorpresa, había disfrutado de lo lindo. Le habían dado un masaje facial y corporal, le habían hecho la pedicura y la manicura y le habían cortado las puntas, al estilista le habían encantado su color de pelo y había preferido no tocarlo más.

El ama de llaves recibió a Ryeowook en la puerta con una sonrisa y le entregó una nota. Ryeowook la aceptó y se dirigió a su habitación, donde la abrió y la leyó.

He tenido que ir a Seúl para hacerme cargo de unos imprevistos de última hora. No podré volver hasta poco antes de la bienvenida de mañana por la noche.  Mi ayudante, llegará por la mañana para hacerse cargo de recibir a los invitados. Lo único que tienes que hacer es estar preparado a las siete. Pasar a recogerte por tu habitación. Por favor, vístete de manera apropiada para cenar. Yesung.”

Aquellas frases cortas y tajantes devolvieron a Ryeowook a la realidad y le hicieron sentirse como si fuera propiedad de Yesung en aquella casa. Y pensar que incluso volvía del salón de belleza tan contento, preguntándose si se daría cuenta de lo que le habían hecho y si le gustaría...

Ryeowook arrugó la nota y la tiró a la papelera, se miró al espejo y se dijo que albergar esperanzas con Kim Yesung era ir directamente hacia la catástrofe. Sobre todo, después de sus incendiarios besos. No debía olvidarse de Moon Joowon... aunque lo cierto era que cada vez le costaba más recordar su rostro.

No debía olvidar que Yesung era el mismo perro aunque con diferente collar, no debía olvidar que un hombre así no dudaría en deshacerse de él después de haberlo utilizado. De hecho, ya lo estaba haciendo.

Ryeowook se retiró del espejo, apartó a Yesung de su mente y bajó al despacho a llamar a casa. No le había explicado a su hermano la verdad de su situación, se había limitado a dejar que Donghae tuviera la idea de que le estaba haciendo un favor acompañando a Yesung.

Su hermano no debía de haber visto la foto del periódico o habría decidido no hacer preguntas.
Tras pasar una hora hablando con Donghae, que estaba encantado porque le daban el alta al día siguiente, colgó el teléfono. Aunque odiaba el poder que te tenía sobre la salud de su hermano, en aquellos momentos, le entraron ganas de llorar de emoción.

A las siete del día siguiente, Ryeowook estaba muy nervioso. Había oído llegar el helicóptero de Yesung hacía rato. Había estado llegando gente durante todo el día y los empleados corrían de un lado para otro. El se había mantenido en un discreto segundo plano por miedo a que alguien le preguntara qué hacía allí.

Al oír que llamaban a la puerta, dio un respingo. Las paredes eran tan gruesas que no había oído ruido en la habitación de Yesung. Ryeowook tomó aire y se apartó del espejo. Había hecho todo lo que había podido para estar presentable.

—Adelante.

Nerviosísimo, observó cómo se abría la puerta.

Yesung apareció y sintió una curiosa sensación en el pecho. No sabía qué era y no podía deshacerse de ella. Los últimos rayos de sol que entraban por la ventana bañaban a Ryeowook en una luz angelical.

Al instante, se le ocurrieron palabras vulgares como precioso y espectacular, pero no le hacían justicia. Llevaba un conjunto rojo, con camisa de seda ajustada al cuerpo, cuyo cuello es muy abierto, y pantalones ajustado a sus torneadas piernas. Simplemente, era una pieza de arte lo suficientemente provocadora como para que a Yesung le entraran deseos de recorrer la distancia que lo separaba de él, desnudarlo y tomarlo sobre la cama que había al lado.

Cuando la luz del sol se desvió, Yesung se dijo que no era para tanto, que Lee Ryeowook cambiaba mucho arreglado, pero nada más, así que avanzó control sus sentimientos y sus deseos.

—Espero que este conjunto esté bien —comentó Ryeowook torpemente—. No sabía qué ponerme.

—Sí, está bien —contestó Yesung en tono cortante— ¿Qué te has hecho en el pelo?

—He intentado peinarme como me enseñó ayer el peluquero.

—No, está bien —contestó Yesung. —Me gusta —añadió poniéndole la mano en el hombro—. Vamos. No quiero llegar tarde.

Ryeowook lo siguió. Cuando llegó junto a Yesung, que lo esperaba al inicio de las escaleras, lo tomó de la mano y se la besó. Ryeowook sintió que aquel gesto tan íntimo lo ruborizaba.

—¡Ah, Kim, estás ahí! —resonó una potente voz desde el vestíbulo.

Fue entonces cuando Ryeowook se dio cuenta de que estaban a la vista de todo el mundo. Lo que Yesung acababa de hacer era parte del teatro. Se sintió como una estúpido. Durante un momento había creído que de verdad...

Al instante, recuperada la compostura, entrelazó sus dedos con los de Yesung como diciéndole «yo también sé actuar» y sonrió.

Acto seguido, comenzaron a bajar las escaleras para que Yesung le presentara al hombre de la voz estruendosa.



Ryeowook le dio un trago al champán e intentó que no se le notara la sonrisa. La escena que lo rodeaba era tan diferente a lo que había vivido el año anterior que era casi divertido, pero, cuando miró a Yesung, que estaba de espaldas, se le borró la sonrisa de la cara y sintió un calor inusual en el vientre.

Yesung estaba saludando a unas cuantas personas y Ryeowook se sentía algo intimidado. Aparte de DiCaprio y Cho, había otros cinco hombres y dos jóvenes, todos con sus ayudantes y consejeros. Todos parecían muy importantes y muy ricos, extremadamente ricos.

El hombre de la voz estruendosa había resultado ser Cho Kangin, el socio que Yesung tenía en Dublín. Era evidente que eran muy amigos. Había llegado acompañado por su esposo, uno de los pocos privilegiados a los que se les había concedido el honor de estar presentes aquella semana.

—Hola, tú debes de ser Ryeowook —le dijo un joven de aspecto amable. Ryeowook asintió y le estrechó la mano, sonriendo tímidamente.

—Sí... lo siento, pero no sé quién eres tú.

—Soy Cho Leeteuk, el esposo de Kangin. Creo que te lo acaban de presentar. Me ha dicho que viniera para ver qué tal estabas.

Ryeowook sintió una punzada de algo que no supo definir exactamente. Era evidente que Yesung no había pensado en él. Desde que habían puesto un pie en el salón, y los demás lo habían acorralado y ni siquiera se había girado para ver si seguía allí o no.

—Muchas gracias —contestó Ryeowook sincérame agradecido.

—Veo que, aunque la habían invitado, la mujer de DiCaprio no ha venido. Probablemente, porque sabe que la iban a dejar de lado... mi marido, por el contrario, es incapaz de hacer nada sin mí —comentó Leeteuk.

Dicho aquello, miró con devoción a su marido, que estaba en el otro extremo  de la habitación, y Ryeowook sintió envidia. ¿Qué le estaba sucediendo? Nunca había sentido aquel vacío.

Ryeowook sintió que alguien le tocaba la nuca y se giró. Era Yesung. La gente que los rodeaba había hecho un pasillo para dejarlo pasar, así que Ryeowook sonrió a Leeteuk, que le hizo un gesto con la mano para indicarle que se fuera tranquilamente.

Yesung lo colocó a su lado a pesar de que Ryeowook hubiera preferido quedarse más alejado. Todo el mundo lo miraba como si fuera un espécimen al microscopio. Sobre todo, DiCaprio, un hombre rotundo de ojos penetrantes.

—Me gustaría presentarles a Lee Ryeowook...

Ryeowook saludó con la cabeza y sonrió. No se había parado a pensar que muchos de los presentes se iban a quedar estupefactos al ver aparecer a Yesung con una pareja. De alguna manera, aquello hizo que sintiera que estaban juntos en todo aquello.

Cuando se sentaron a cenar, Yesung no tuvo más remedio que soltar a Ryeowook, lo que no le hizo ninguna gracia. En un primer momento, se había comportado como un cervatillo asustado, pero, al cabo de un rato, había relajado y había comenzado a charlar tranquilamente.

De hecho, lo había visto tan tranquilo que se había distraído de su propia conversación.
En cuanto habían entrado en el salón, se habían separado y lo cierto era que Yesung nunca había tenido antes la sensación de querer mantener a una pareja a su lado, lo que era una locura. Debía mantener las distancias.

Y, para rematarlo, mientras iban hacia el comedor,

Cho Leeteuk se había acercado a él, le había apretado la mano y le había hecho una confidencia en voz baja.

—Parece un chico encantador.

Yesung no se lo esperaba. No sabía qué esperaba exactamente, pero, desde luego, no aquello. Ryeowook estaba sentado a unas cuantas sillas de distancia de él, junto a Kangin, que parecía encantado. Le entraron ganas de agarrar a Ryeowook y ponerlo a su lado. No quería que Ryeowook intentara seducir a su amigo.

Aquella idea le dio tanto asco que tuvo que desviar la mirada.

La mano derecha de Yesung en Japón no había podido acudir a las reuniones de aquella semana y había mandado a su ayudante, que estaba sentado junto a él. Lo cierto era que Yesung quería que le pusiera al tanto de ciertos datos de suma importancia, pero el tono de voz de aquel hombre, tan monótono, lo estaba irritando.

Ryeowook estaba profundamente agradecido de estar sentado junto a un hombre tan gregario como Cho Kangin, que estaba encandilando a los presente con historias de lo más divertidas, pero también estaban pendiente de Yesung, que estaba sentado unas cuantas sillas más para allá. Sí, estaba pendiente de sus movimientos, de sus manos y hasta de cómo movía la cabeza cuando hablaba con su interlocutor.

—Te llamas Ryeowook, ¿verdad?

Ryeowook asintió y se giró hacia el estadounidense que tenía sentado al otro lado. Al parecer era el ayudante de DiCaprio.

—¿Y qué hace un joven como tú en un lugar como éste?

—Yo... —contestó Ryeowook dándose cuenta de que la pregunta había llegado justamente en un momento de silencio, por lo cual todo el mundo estaba pendiente de él—. Estoy aquí porque Yesung me ha invitado amablemente —sonrió.

—¿Y a qué te dedicas? ¿Trabajas?

Ryeowook se dio cuenta, por el tono arrogante del joven, que no creía que fuera un joven trabajador.

—Sí, soy enfermero y partero —contestó muy orgulloso.

—Ryeowook acaba de volver de estar un año entero en África —intervino Yesung defendiéndolo.

Ryeowook contestó entonces a unas cuantas preguntas sobre su estancia en el continente africano. Incluso Yesung se sorprendió al saber dónde había estado exactamente, pues se trataba de un lugar increíblemente peligroso. Aquello hizo que se preguntara qué tipo de experiencias habría tenido durante aquel año.

Mientras contestaba a una ingente batería de preguntas, su mirada se cruzó con la de Leeteuk, que le guiño un ojo, como diciéndole que lo estaba haciendo muy bien. Al instante, Ryeowook tuvo una maravillosa sensación de éxito, como si hubiera pasado un examen muy importante.

Tras tomarse una copa después de cenar, todo el mundo se retiró a sus habitaciones. Ryeowook y Yesung subieron las escaleras juntos.

—Ya he visto que has sabido cómo conectar con DiCaprio. Menos mal porque puede ser un hombre verdaderamente difícil cuando quiere —comentó Yesung una vez a solas frente a la puerta de su habitación.

—Su ayudante me ha contado que su esposa también es enfermera, así que teníamos un montón de cosas de las que hablar —contestó Ryeowook.

—Lo has hecho muy bien.

—Es de lo que se trata, ¿no? Supongo que, al hacerme pasar por tu pareja, tengo que ir acostumbrándome a que la gente piense que no soy más que una pareja florero.

—No hace falta que te pongas así.

—Será que sacas lo peor que hay en mí.

Yesung se quedó en silencio unos segundos.

—No sabía que habías estado trabajando en el lugar que has mencionado en África.

Al instante, Ryeowook sintió el dolor en la zona lumbar. Yesung se dio cuenta de que había tocado un tema que no le gustaba y se preguntó qué le habría sucedido en África. No había contado con que Ryeowook tuviera aquel aspecto de su vida y, desde luego, resultaba de lo más contradictorio.

—No me lo habías preguntado —contestó Ryeowook encogiéndose de   hombros—.
Bueno, lo cierto es que prefiero no hablar de ello.

Yesung asintió.

—Las reuniones de negocios van a tener lugar en la villa KRY, al otro lado de la isla. Iremos y volveremos todos los días en barco. Deberías venir con Leeteuk a la hora de comer. Mañana será el único día que estaremos trabajando toda la jornada. A partir de pasado mañana sólo trabajaremos por las mañanas y tendremos las tardes libres para hacer turismo. Habrá un barco a tu disposición.

—Muy bien —contestó Ryeowook a pesar de que no estaba acostumbrado a tanto


lujo.




—Buenas noches, Ryeowook.

—Buenas noches —contestó observando cómo Yesung se encaminaba hacia su


habitación sin mirar atrás.

Ryeowook apenas pudo pegar ojo aquella noche. La idea de que Yesung estaba durmiendo muy cerca de él, posiblemente desnudo, no lo dejó dormir.


A la mañana siguiente, corrió a la ventana para ver embarcar a los hombres de negocios y, ¿habría sido su imaginación o de verdad Yesung se había girado hacia su ventana antes de subir a la lancha?

Mientras la lancha se aproximaba a la orilla, Yesung sintió que su enfado cada vez era más fuerte.

Ryeowook no había ido a la hora de comer. Leeteuk, tampoco. Lo cierto era que apenas habían parado de trabajar durante media hora para comer algo, pero aun así...

Ryeowook estaba en la terraza con Leeteuk cuando oyó el ruido de las motoras. Al instante, sintió que el corazón comenzaba a latirle aceleradamente. Había querido ir a villa KRY a comer, pero Leeteuk había insistido en que fueran a dar un paseo, diciéndole que los hombres ni siquiera se darían cuenta de su ausencia. No teniendo manera de contactar con Yesung, temía que hubiera malinterpretado su actuación, que la tomara como un acto de rebeldía.

—Hola, Yesung —lo saludó Leeteuk poniéndose en pie y besándolo en ambas mejillas—. Ryeowook es una delicia de compañía.

—¿Verdad que sí ? —contestó Yesung.

Por lo visto, Ryeowook fue el único en darse cuenta de la inflexión de su tono de voz. Se puso de pie y Yesung se acercó a él mientras Leeteuk iba a saludar a su marido.

—Te he echado de menos, amor mío —le dijo—. Creía que ibas a venir a la hora de comer... —añadió agarrándole un mechón de pelo y retorciéndoselo con ternura—, ¿Qué tipo de juego te traes entre manos? —añadió en voz baja.

—Ninguno —le aseguró Ryeowook—. Lo que pasa es que no sabía que hubiera sido una orden. Creía que había sido una invitación. Te advierto que no acepto órdenes de nadie —añadió.

Yesung estaba muy irritado y la única manera que se le ocurrió de librarse de aquel enfado fue besar a Ryeowook con dureza. Fue un beso breve, pero intenso y sintió que el pulso se le aceleraba.

—Pues tómate esto como te dé la gana, pero te aseguro que antes de que termine la semana nos habremos acostado —le advirtió con crueldad.

—Nunca —contestó Ryeowook horrorizado—. Eso suceder jamás.


La última noche de aquella semana encontró a Ryeowook hecho un manojo de nervios.
Aquella situación, que había comenzado cuando él había creído que Yesung era el padre del hijo de si hermano, se había convertido en algo completamente diferente, algo que no tenía nada que ver con el mundo exterior, algo que solamente los incumbía a ellos dos.

Tras una semana de miradas íntimas y de contacto físico Ryeowook estaba consumido. Todavía no se habían acostado y no podía dejar de pensar en ello.

Ryeowook miró a Yesung, que iba conduciendo el coche. Lo seguían un par de coches más en el que iba el resto de la gente. Se dirigían a cenar al mismo hotel del que Ryeowook lo había visto salir no hacía mucho tiempo y al día siguiente.

Ryeowook ya no podía más, así que decidió sacar a colación algo de lo que se había enterado hablando con Leeteuk aquella misma tarde.

—¿Por qué no me dijiste qué estaba haciendo realmente tu avión? Me refiero al que utilizaste para traerme la ropa desde Seúl. ¿Por qué no me dijiste que traía huérfanos desde Seúl para que pasaran una temporada en el lago haciendo deporte?

Yesung no se giró hacia él y permaneció en silencio.

—¿Yesung? —insistió Ryeowook.

—No te lo había comentado porque no es asunto tuyo.

—Ya lo sé —contestó Ryeowook dolido—, pero... aun así, me gustaría que me lo hubieras dicho —añadió retorciéndose las manos.

A Yesung no le hizo ninguna gracia que se hubiera enterado. Se sentía absurdamente débil y expuesto.

—Por favor, no seas falso. A los demás los has engañado con tu historia del enfermero devota, pero yo sé muy bien que en África hubo algo más. ¿Tal vez un médico con mucho dinero? —se burló—. ¿Qué ocurrió? ¿Las cosas no salieron bien y por eso volviste a casa corriendo para poner en marcha un plan con tu hermano para sacar dinero a otro tipo?

Ryeowook sintió que la ira se apoderaba de él.

—Es evidente que tu aparente filantropía es un movimiento calculado para engañar al público. Si no hicieras cosas así, no te respetarían, no serías más que un nuevo rico vulgar y corriente. Es una táctica muy inteligente en este mundo tan políticamente correcto, sobre todo cuando quieres impresionar a los demás —le espetó.

Yesung apretó el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Ryeowook sabía que había sido un golpe bajo. Leeteuk se había pasado casi una hora alabando el trabajo que Yesung hacía con los huérfanos y los niños de la calle.

Yesung lo miró furibundo y Ryeowook se estremeció de pies a cabeza. Acto seguido, le puso la mano en el muslo. Ryeowook se apresuró a intentar apartarla, pero Yesung se limitó a subirla cada vez más. Cuando llegaron al hotel, aparcó el coche y, aprovechando que los demás todavía no habían llegado, le puso la mano sobre su sexo.

Ryeowook estaba profundamente excitado y Yesung se había dado cuenta. No podía hablar.

—Lo único importante es esto. ¿Qué más da lo hagamos o quiénes seamos?

Ryeowook abrió la boca para protestar, pero Yesung aprovechó para besarlo de manera incendiaria y, a pesar de todo, Ryeowook reaccionó de manera instintiva, apretándose contra su mano.


Yesung se apartó y sonrió triunfal. Ryeowook se sintió ridículo y se ruborizó, consciente de que estaba metido en un buen lío. Aquel hombre podía hacerle mucho daño.



2 comentarios:

  1. Esos dos se van a salir quemando!!!!
    Ahhhhh
    Esa tensión sexual nos va a matar a todos!

    ResponderEliminar
  2. Que feo tortugo mira que torturar de esa manera a wookie pero bueno ya quiero verte caer

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...