Chantaje -5




Ryeowook se despertó de un sueño muy profundo y sintió terror al comprobar que estaba apretado contra un muy fuerte torso. Estaba oscuro y no sabía dónde estaba. Todo aquello lo llevó a comenzar a intentar moverse.

—Déjame en el suelo —grito.

—Tranquilo. Tranquilízate, por favor. Te estoy llevando en brazos porque no te has despertado al aterrizar.

Inmediatamente, Ryeowook dejó de luchar y, al instante, lo comprendió todo. Estaba en brazos de Yesung, cruzando el pequeño aeropuerto privado de Seúl, ya no estaba trabajando en el equipo de ayuda.

De repente, algo que hacía mucho tiempo que no sentía, se apoderó de él. Se sentía a salvo.
Ryeowook miró a Yesung, que lo miraba impertérrito, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no relajarse contra su cuerpo, así que se mantuvo rígido hasta que llegaron a un coche y lo metió dentro.

—Estaba soñando... no sabía dónde estaba —le explicó.

—Estamos en Seúl. Bienvenida a Corea de nuevo —sonrió Yesung.

Ryeowook tuvo entonces el presentimiento de que, en lugar de estar a salvo, estaba en la situación más peligrosa en la que se había encontrado en su vida.

Media hora después, el coche aparcó frente a un precioso edificio. Ryeowook todavía se encontraba ligeramente desorientado y dejó que Yesung lo guiara hasta un pequeño y antiguo palacio. Una vez en el interior, lo condujo hasta una habitación cuya puerta cerró tras darle las buenas noches.

A oscuras, se desvistió, se metió bajo las sábanas y se entregó al sueño, que era lo que más necesitaba aquellos momentos.

















Capítulo 5

Se despertó a la mañana siguiente cuando alguien llamó suavemente a la puerta. A continuación, entró una chica joven y guapa ataviada con vaqueros y una camiseta informal.

—Buenos días... —la saludó.

—Buenos días —repitió Ryeowook somnoliento mientras la chica corría las cortinas.

Hecho aquello, se giró y sonrió. A continuación, le habló en un japonés bastante básico. Era evidente que había preparado lo que le tenía que decir.

—El señor Kim me pidió que lo despertara y le dijera que estaba en el comedor desayunando.

—Gracias —sonrió Ryeowook.

La chica se fue y cerró la puerta. Ryeowook no recordaba la última vez que se había despertado con la mente tan clara y sintiéndose tan descansado y nuevo. Claro que también se encontraba sorprendido y confundido por todo lo que había sucedido.

Con sólo recordar lo que había sentido cuando se había despertado la noche anterior para encontrarse en brazos de Yesung le hizo decidir que no debía ser cobarde y que debía ir directamente a meterse en la boca del león.

Poco tiempo después, encontró el comedor, una pieza encantadora y luminosa en la que había una gran mesa de madera sobre la que lucía un espectacular florero lleno de orquídeas. Al otro extremo, estaba Kim Yesung, tomándose un café y leyendo el periódico.

—¿Has dormido bien? —le preguntó.

Ryeowook sintió la tensión que había siempre entre aquella sensación de carga eléctrica.

—Como un bebé —contestó.

Cuando se sentó, la joven que lo había despertado le puso delante un zumo de naranja, café recién hecho, cruasanes y fruta. Hacía tanto tiempo que no comía. Ryeowook sintió que les sonaban las tripas, lo que le hizo sonrojarse. Cuando levantó la mirada, comprobó que Yesung le estaba sonriendo a la joven, que le estaba sirviendo más café. Aquella sonrisa le hizo tener la sensación de que la habitación daba vueltas.

—Ryeowook, te presento a Patrizia, la hija de mi ama de llaves. Va a pasar el verano trabajando aquí para que su madre pueda descansar.

—Hola, Patrizia —la saludó Ryeowook.

La chica se sonrojó, se rió y se fue. Ryeowook suspiró. Era evidente que le gustaba Yesung. ¿Cómo no le iba a gustar? Ryeowook decidió distraerse con la comida. Era la primera vez en días que tenía apetito. Aquello le hizo pensar en la pasta que le habían preparado en la casa del lago, en cómo lo había tratado el ama de llaves de allí, en cómo lo había cuidado.

—Nos vamos dentro de una hora —anunció Yesung dejando el periódico sobre  la mesa—. Recuerda que hoy tienes día de compras.

—¿Tú también vienes? —se sorprendió Ryeowook.

—Sí, tengo cosas que hacer en la oficina, así que te dejaré en la tienda y luego pasaré a buscarte.

—Ah —contestó Ryeowook aliviado.

—Ir de compras siempre me ha aburrido mucho, así que no te preocupes, no me pienso pasar horas sentado en una butaca mientras tú te pruebas modelitos. Aunque tienes un cuerpo delicioso, esas cosas no son para mí.

Dicho aquello, de repente, Yesung tuvo una fantasía en la que Ryeowook aparecía desnudo envuelta en un trozo de seda y se dio cuenta de que no había otra cosa en el mundo que le apeteciera más que ir de compras con él. Para no perder la compostura, se terminó el café v se apresuró a ponerse en pie.

—Nos vemos en el vestíbulo.

Ryeowook se quedó a solas y con la boca abierta. ¿Su cuerpo le parecía delicioso? Al instante, recordó las manos de Yesung sobre su pecho y sintió que los pezones se le ponían muy duros. Para calmarse, le dio un trago al café, pero estaba tan caliente que se abrasó la lengua.


—Vuelvo a recogerte en un par de horas y te advierto que no quiero volver a verte vestido con esas cosas sin forma que llevas.

En aquel momento, el conductor le abrió la puerta y Ryeowook miró a Yesung de manera asesina, pero no se le ocurrió nada que decir.

—Chao... —se despidió Yesung.

Ryeowook se dio el gusto de darle con la puerta en las narices, lo que dejó al conductor muy sorprendido.

Las dos horas pasaron a toda velocidad. Ryeowook no tenía ni idea de que se pudiera pasar tanto tiempo en una sola tienda. El joven que lo había recibido era el dueño y diseñador y se trataba de un joven impecablemente vestido.

—Usted debe de ser Ryeowook. Yesung lo describió perfectamente. Soy Heechul. —le había dicho al abrirle la puerta.

Ryeowook se había sonrojado por enésima vez en aquella mañana mientras el joven y sus ayudantes lo habían desnudado por completo.

Cuando oyó que llamaban al timbre de manera autoritaria, Ryeowook supo que era él. Al instante, se cubrió el cuerpo, dándose cuenta de la estupidez, pues era evidente que Yesung no lo iba a ver. Al oír el murmullo de su voz y la risa de Heechul, Ryeowook tuvo una sensación un tanto incómoda y, cuando uno de los ayudantes volvió ruborizada, decidió que aquello había que bautizarlo como el efecto Yesung.

—Le dejo aquí ropa informal. Podrá apañarse con ella hasta que lo que ha encargado llegue a casa del señor Kim en un par de días.

A lo que se refería la chica era a una pila muy bien doblada de ropa y a una bolsa de fin de semana de cuero también llena de ropa.

Ryeowook salió del probador. Yesung estaba sentado tomándose una taza de café y hablando con el diseñador. Cuando lo vio, tuvo que disimular para no quedarse con la boca abierta.

El conjunto que Ryeowook llevaba no era especialmente sexy. Por primera vez en su vida, se encontró sin palabras.

Ryeowook elevó el mentón. Si no paraba de mirarlo así, como si fuera un extraterrestre recién aterrizado en el planeta Tierra, se iba a poner a gritar. Menos mal que el joven Heechul intervino.

—Ese conjunto le queda perfecto, querido. En cuanto todo lo demás esté listo, se lo haré llegar por avión.

¿Por avión? Ryeowook miró a Yesung confuso. Una vez en el coche, estalló.

—¿De verdad crees que es necesario que me mande la ropa por avión? De verdad, esto es el colmo de...

—Ryeowook —lo interrumpió Yesung con autoridad—, me lo puedo permitir y...

—Pues yo, no —contestó Ryeowook.

—No me vengas ahora con tonterías tipo la capa de ozono y esas cosas porque no me interesan. A los demás les puedes hacer creer que te dejaste el corazón en África, pero a mí no me engañas.

Ryeowook ahogó una exclamación.

—Lo dices como si estuviera fingiendo. Si no te preocupa fletar un avión para que me traigan ropa, adelante. Si después de hacer algo así, puedes dormir con la conciencia tranquila, mejor para ti, pero a mí me parece asqueroso.

Yesung lo miró furioso. Sus palabras le quemaban, pero no le iba a dar la satisfacción de contarle la verdad. Le encantaba verlo indignado.

—Pues, entonces, supongo que también te va a parecer asqueroso lo que va suceder ahora porque va a venir un helicóptero a buscarnos para llevarnos a Jeju. Claro que, si mal no recuerdo, no te dio ningún asco tener un avión a tu disposición para volver a Japón cuando lo necesitaste.

Ryeowook giró la cabeza y se puso a mirar por la ventana. Estaba muy tenso. Se sentía increíblemente expuesto con aquella camisa de seda. La ropa interior que llevaba también era de seda y, cada vez que se movía le recordaba al hombre que estaba sentado a su lado.

Si hubiera sabido que sus acciones lo iban a llevar a tener que volver a Corea para hacerse pasar por el novio de Kim Yesung, habría elegido formar parte de un harén de un jeque del desierto. Total, lo que acababa de vivir en la tienda del diseñador había sido como que lo lavaran y lo mandaran a su tienda.

Aunque Yesung se moría por sentarlo en su regazo, debía mostrarse frío como el acero y, además, acababa de recordar una cosa. La primera vez que Ryeowook había montado en helicóptero con él, le había parecido que estaba acostumbrado a hacerlo. Ahora comprendía que era porque debía de haber trabajado con ellos en África.

Aquello le hizo sentir algo incómodo que lo mantuvo en silencio, al igual que Ryeowook, durante el resto del trayecto.

La misma ama de llaves de la otra vez recibió a Ryeowook y lo llevó hasta su habitación. No era la misma en la que lo había encerrado Yesung, pero Ryeowook intentó aferrarse a aquella sensación de ultraje. No le resultó nada fácil. Yesung lo había sorprendido enseñándole un despacho y diciéndole que era suyo y que podía utilizarlo siempre que quisiera para llamar a su hermano.

A continuación, le había presentado al ama de llaves, le había dicho que cenaban a las cinco y que se sintiera como en su propia casa. Desde luego, estaba actuando de manera muy diferente a la última vez.

Ryeowook se acercó a la ventana desde la que se veía el lago. El agua refulgía bajo los rayos del sol y Ryeowook sintió que tanta belleza le dejaba sin aliento. Después, exploro la habitación y encontró el baño adjunto y una puerta. Creyendo que sería el vestidor, la abrió y se encontró en otra habitación. La habitación de Yesung. Lo supo al instante porque era enorme, estaba dominado por una impresionante cama y amueblada de manera muy masculina.

En aquel momento, se abrió la puerta y Ryeowook se quedó en el sitio, transpuesto al verlo entrar. Yesung se estaba quitando la corbata y desabrochándose el primer botón de la camisa. Al verle, se paró en seco, lo miró de arriba abajo, se fijó en su cuerpo, se fijó en que se había quitado la chaqueta también y en que llevaba los hombros al descubierto, se fijó en sus delicadas pantorrillas y en sus piececillos descalzos.

—Creía que era un vestidor...

—Si quieres usar esta habitación para vestirte y desvestirte, por mí, no hay problema —sonrió Yesung.

—Me has entendido perfectamente —le espetó Ryeowook girándose—. ¿Es absolutamente imprescindible que nuestras habitaciones estén comunicadas?

Yesung asintió y avanzó hacia él, que dio un paso atrás.

—Los invitados esperan, de hecho, que compartamos habitación, así que tú me dirás...

—Pero...

—Pero cuando vayamos a Sudáfrica compartiremos habitación quieras o no — lo interrumpió Yesung.

—Un momento —se escandalizó Ryeowook—. ¿Sudáfrica? ¿Desde cuándo vamos a ir a Sudáfrica?

Yesung se percató de que Ryeowook había palidecido y frunció el ceño.

—Te dije que la primera semana de las negociaciones era aquí. Las otras dos semanas tendrán lugar en Sudáfrica porque una parte importante del proyecto es la construcción de un enorme estadio deportivo a las afueras de Ciudad del Cabo. Ese proyecto es el centro de la fusión. Miles de compañías han competido para que les adjudicaran la obra. Si la fusión sale bien, nos los adjudicarán a nosotros.

—No me habías dicho nada de eso —se lamentó Ryeowook Se sentía mal y quería sentarse.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Yesung.

—Nada —contestó Ryeowook intentando sonreír—. Simplemente, no había contado con volver tan pronto...

Seguro que no pasaba nada. Al fin y al cabo, no iban a ir al mismo lugar. De hecho, estarían en el otro extremo del continente.

—Nos vemos a las cinco —anunció obligándose a andar hacia la puerta.

Una vez a solas en su habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella con la respiración entrecortada. Jamás hubiera imaginado que la idea de volver a África le afectaría tanto.

No lo había pasado ni mejor ni peor que los demás trabajadores, pero recordaba el miedo y el dolor se apoderó inmediatamente de su zona lumbar. Claro que podría haber sido mucho peor. Después de que sucediera lo que había sucedido, había conseguido ser fuerte y quedarse en su puesto de trabajo, pero cuando él había llegado había tenido que volver a casa y eso le hacía sentirse culpable, no se sentía a gusto sabiendo que había dejado que un hombre influyera en sus acciones otra vez.

Ryeowook se sentó en la cama. Tenía frío. No quería pensar en él, pero se parecía demasiado a Yesung y no pudo evitarlo.

Moon Joowon, el doctor Moon Joowon, el hombre que le había robado el corazón, que lo había visto latir en la palma de su mano y lo había hecho pedazos tranquilamente.

De aquello hacía casi dos años, dos años desde que el joven médico lo había cautivado durante su estancia en Japón y ahora estaba muy cerca de un hombre muy parecido a él, demasiado guapo y poderoso, un mago mediterráneo.

Ryeowook era consciente de que aquella situación no se parecía en absoluto a la que había vivido con Joowon, que se había empeñado en seducirlo y no había parado hasta que lo había conseguido. Estaba seguro de que el contacto físico que Yesung había iniciado hasta el momento estaba completamente calculado y que no lo había hecho más que para ponerlo nervioso.

Entonces, ¿por qué se sentía como si estuviera al borde de un precipicio? ¿Por qué tenía miedo de volver a caer?

Un rato después, mientras se duchaba, se dio cuenta de que Yesung había dicho que iban a compartir habitación en Sudáfrica. Aquello lo llevó a apoyar la frente sobre los azulejos mientas el agua corría por su cuerpo. Al instante, el deseo se apoderó de él, pero Ryeowook se dijo que debía ser fuerte, que no debía permitir que nadie volviera a utilizarlo. Debía protegerse.

Claro que era imposible que un hombre como Kim Yesung se sintiera realmente atraído por él. Era evidente que simplemente estaba jugando.



Aquella noche, Ryeowook intentó comerse la sopa de champiñón, pero estaba distraído. Además en cuello de la camisa que llevaba, resbala a cada momento dejando ver su hombro y parte de su pecho

Yesung se encontraba irritado y de mal humor. Se había pasado toda la tarde castigándose a sí mismo por haberle insistido a Ryeowook para que lo acompañara a Corea. Aunque todas las razones que se había dado eran sólidas y válidas, lo cierto era que el deseo había sido lo que lo había llevado a insistir tanto.

Ryeowook lo miró y volvió a subirse la manga, pero la tela volvió a resbalar por su hombro, así que suspiró y se rindió. En aquel momento, oyó que Yesung exclamaba algo y levantó la mirada.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

—Deja ya la camisa en paz —contestó Yesung apretando los dientes.

Ryeowook lo miró confuso. En aquel momento, la seda volvió a deslizarse sobre su piel.

—La prenda es así, debe caer —comentó Yesung en tono torturado.

—Ya lo sé, pero no quiero parecer un buscón medio desnudo mientras cenamos. Estaría mucho más a fisto con mi ropa...

—No, esa ropa es horrible, deberíamos quemarla. -contestó Yesung. Ryeowook puso los ojos en blanco.

—Me refería a mi ropa de verdad. Me perdieron la maleta al volver de África. Por eso, tenía tan poca ropa y tan grande. Era de Donghae, que es bastante más alto que yo. Aunque te cueste creerlo, no soy tan vulgar, Yesung.

—Es la primera vez que dices mi nombre —contestó Yesung.

—¿Cómo?

—Es la primera vez que me llamas por mi nombre de pila.

Era verdad y lo había hecho de manera fácil y natural, sin pensarlo. Incluso con cierta familiaridad.

Ryeowook se encogió de hombros y se concentró en la sopa.

—Supongo que es porque tengo que ir acostumbrándome. No creo que quieras que te llame señor Kim delante de los demás.

—Claro —contestó Yesung mirándolo intensamente, fijándose en la sensual curva de su hombro.

Ninguno de los dos volvió a hablar hasta que llegó el segundo plato.

—Vamos a la terraza. Nos servirá el café allí.

Ryeowook obedeció mientras pensaba en lo increíble que era la vida. Hacía tan sólo un par de días se había desmayado delante de aquel hombre en el vestíbulo de su casa y ahora estaba vestido de seda y lino, saliera a la terraza con él para tomar un café después de cena.

—Es increíble, ¿verdad? —le preguntó Yesung al ver que Ryeowook observaba el lago. Ryeowook miró al hombre que tenía junto a él y sintió que le faltaba el aire.

—Sí —contestó refiriéndose a ambos, al lago y a él

Yesung lo miró y Ryeowook se ruborizó avergonzado, pues lo había sorprendido mirándolo, así que se apresuró a girarse y a elegir una butaca para sentarse. Se sentía expuesto, Yesung no dejaba de mirarlo, sentía sus ojos sobre él.

Cuando les llevaron el café, Ryeowook se relajó un poco, pero, cuando Yesung se acercó para aceptar la taza que el ama de llaves le tendía, le miró de manera extraña y Ryeowook se volvió a poner nervioso, lo que le llevó a dar un trago apresurado al café. Al instante, sintió un penoso dolor en el mismo lugar en el que se había quemado aquella mañana.

—¿Qué te ocurre? —le preguntó Yesung corriendo a su lado.

—Nada, sólo que esta mañana me he quemado y ahora me ha dolido al beber —le explicó Ryeowook—. Estoy bien, de verdad.

Cuando el ama de llaves se fue, Yesung se colocó en cuclillas a su lado, le colocó una mano sobre la rodilla y lo miró. Ryeowook sintió que el dolor desaparecía al instante. Lo estaba mirando de manera peligrosa, su mano le estaba quemando a través de la ropa.

«Oh, no, por favor...».

Yesung se puso en pie y tiró de él para que hiciera lo mismo. Sus cuerpos estaban muy cerca. A continuación, le agarró la cabeza, la mandíbula. Ryeowook no podía respirar.

—¿Qué haces? Estoy bien.

—Sólo estoy mirando —contestó Yesung—. Abre la boca.

Ryeowook obedeció aunque se sentía estúpido.

—Saca la lengua.

Volvió a obedecer aunque se sentía todavía más estúpido.

Al ver aquella lengua pequeña y rosada, Yesung creyó que enloquecía y, sin pensar en lo que hacía, dejó que la yema de su dedo pulgar resbalara sobre el labio inferior de Ryeowook, que se apresuró a retirar la lengua. Yesung se percató de que su ritmo respiratorio había cambiado y se había acelerado.

—Yesung... De verdad, soy enfermero. No es nada.

—Yo no diría eso —contestó Yesung.

Era evidente que no se refería a la quemadura y, en un abrir y cerrar de ojos, se inclinó sobre él y sus labios encontraron. En cuanto sus bocas se tocaron, Ryeowook pensó que era inevitable y sintió una fuerza que lo aterrorizó.

Ahora estaba claro. Yesung lo encontraba atractivo. Lo tenía rodeada con un brazo y lo apretaba contra él mientras con la otra mano lo había tomado de la nuca para besarlo mejor. Ryeowook tenía que descansar las manos en algún sitio y lo hizo en su cintura. Sintió que su pecho entraba en contacto con el torso de Yesung y le pareció que florecía con las caricias de aquel hombre. Sus lenguas se tocaron, se reconocieron y bailaron.

Yesung se apartó, le dio un pequeño mordisco en el labio inferior y volvió a besarlo hasta dejarlo sin aliento.

Cuando el beso terminó, a Ryeowook le costó levantar la mirada. Se sentía drogado, incapaz de moverse pensar. Apenas podía abrir los ojos.

Entonces sintió una brisa fría que lo despertó y que le hizo apartarse. Yesung la dejó ir. Ryeowook tenía muy claro que no debía olvidar, así que se irguió y, a pesar de que lo que más le apetecía en el mundo era apretarse contra él y rogarle que volviera a besarlo, no lo hizo.

—No sé qué ha pasado...

—Si quieres lo repetimos para que te quede claro —lo interrumpió Yesung. Ryeowook dio un paso atrás y se volvió a sentar.

—Esto no se va a volver a repetir. El hecho de que haya tenido que volver contigo a Corea por circunstancias que los dos conocemos no quiere decir que quiera tener una relación sexual contigo. No me interesas lo más mínimo, ¿me oyes? No pienso permitir que me utilices.

Yesung se quedó mirando al joven que tenía frente a sí. Estaba excitado y tenía muy claro que, algún día, conseguiría acostarse con Lee Ryeowook. Iba a pasar casi un mes con él, así que había tiempo de sobra. No aguantaría más de una semana con la atracción que había entre ellos, así que ignoró el deseo que lo embargaba en aquellos momentos y sonrió civilizadamente.

—Por favor, perdóname. Lo único que quiero es que te sientas a gusto, que seas un invitado feliz mientras estés en mi casa.

Ryeowook lo miró con cautela. ¿Un invitado feliz? Difícil. Más bien, prisionero en una jaula de oro. Aquel hombre tramaba algo.

—Me voy a la cama —anunció para esconder el deseo que le emborrachaba.

Yesung asintió y le dijo adiós con la mano. A continuación lo observó mientras se iba. Una vez a solas, la expresión de su rostro cambió por completo, tornándose en una expresión tan tensa y siniestra que, de haberla visto Ryeowook, habría salido corriendo.




2 comentarios:

  1. Este YeyeAntonio...
    Le va a salir el tiro por la culata...
    Así que Wook ya estuvo enamorado... Ahhhhh

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  2. Ah yeye solo haz conseguido que corra pero bueno esta ahí el deseó de ambos

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...