Chantaje 2

Era cierto que Ryeowook sólo había conseguido billete de ida, pues aquel fin de semana había un partido de fútbol y había sido imposible conseguir el de vuelta.

—Si era ése su plan, le advierto que no le va a dar resultado porque no me gustan las situaciones dramáticas y no me gustan los cazafortuna.

Ryeowook lo miró y sintió que la adrenalina se apoderaba de él.

—Donghae. Se llama Lee Donghae —le espetó—. ¿Le dice algo ese nombre o ni siquiera se acuerda del apellido de las personas con las que se acuesta?

—¿Qué ha dicho? —gritó Yesung.

Ryeowook se dio cuenta de que Yesung parecía realmente confundido.

—Es usted increíble. Así que se acuesta con alguien y ni siquiera recuerda su nombre...

Yesung se acercó a él, lo tomó de los hombros y lo zarandeó, lo que le hizo estar a punto de perder el equilibrio. Al darse cuenta de lo frágil que era, Yesung se apartó. Ryeowook se dijo que no debía mostrarse débil. No era el momento. Tenía que ser fuerte por su hermano.

Yesung estaba realmente enfadado. Aquel nombre le decía algo y, aunque no quería admitirlo hasta que hubiera podido verificar de qué le sonaba exactamente, tenía claro que aquel joven había ido hasta allí en busca de dinero.

—Le advierto que tengo muy poca paciencia, así que hablemos claramente. ¿Qué quiere?

Ryeowook elevó el mentón.

—Lo que quiero, señor Kim, es dinero. Necesito dinero para mi hermano, para que lo atienda un buen médico. Si no me lo da, su hijo puede que no vea la luz del día —contestó—. ¿Acaso no le importa lo que le vaya a pasar a su propio hijo?

Yesung frunció el ceño.

—¿De qué demonios me está hablando?

Ryeowook vio que Yesung no sabía nada del accidente y puso a contárselo todo a pesar de que se sentía débil... cada vez más débil...

—Donghae... Donghae tuvo un accidente cuando iba a verlo. Un camión se lo llevó por delante y...

De repente, Ryeowook tuvo la sensación de que todo le daba vueltas, lo vio todo doble y se desmayó.

Cuando recobró la consciencia, estaba sentado en una silla con la cabeza  entre las piernas y una mano muy grande en la nuca.

¡Qué vergüenza! ¡El nunca se desmayaba! Había pasado por situaciones horribles durante el último año y jamás había perdido los nervios y allí, rodeado de todos los lujos del mundo, se había desmayado.

Ryeowook vio que junto a los zapatos de Kim Yesung aparecían otro par de pies, murmuró algo e intentó moverse. La presión de la mano cedió, Ryeowook miró hacia arriba y vio la cara del ama de llaves.

Estaban hablando en Coreano entre ellos. De repente, Kim Yesung lo levantó sin demasiada ceremonia y se la puso al hombro como un saco de patatas.

—¿Qué demonios hace?

—Cállese. Así, le bajará la sangre a la cabeza —contestó Yesung mientras subía las escaleras—. ¿Cuándo ha comido por última vez? ¿Acaso estaba tan consumido con su plan para sacarme el dinero que se le ha olvidado comer?

Ryeowook apretó los puños.

—¿Sacarle el dinero? ¿Sacarle dinero? —se indignó furioso—. ¿Tiene idea de lo qué le ha hecho a mi hermano?

Y, de repente, con la misma velocidad con la que lo había puesto sobre su hombro, lo dejó en el suelo. Ryeowook sintió que la habitación volvía a darle vueltas, lo que le llevó a llevarse la mano a la frente

Cuando recobró ligeramente el equilibrio, se dio cuenta de que estaba en una gran habitación elegantemente decorada y de que Yesung se alejaba de él.

—Un momento —le dijo corriendo tras él—. ¿Qué va a hacer con lo de mi hermano? No puede ignorarme así.

Yesung se giró al llegar a la puerta.

—No, evidentemente, no puedo ignorarlo. De momento, lo que voy a hacer es encerrarlo aquí.

Ryeowook abrió la boca para protestar y volvió a cerrarla.

—¿Cómo? ¿No irá a encerrarme de verdad?

—Claro que sí.

Y, dicho aquello, Kim Yesung cerró la puerta y Ryeowook escuchó estupefacto cómo giraba la llave. Al instante, corrió hacia la puerta y, comprobó horrorizado, que, efectivamente, lo había encerrado.

—¡Vuelva aquí inmediatamente! ¡No me puede hacer esto! —protestó. Nada. Se había ido.

Ryeowook se dejó caer hasta el suelo. No tenía nada. Ni siquiera tenía el teléfono para pedir ayuda. Aunque lo hubiera tenido, ¿a quién habría llamado? El único familiar que tenía en el mundo estaba inconsciente en un hospital de Japón y no necesitaba a un amigo para que le dijera lo que ya sabía, que se había metido en la casa de uno de los hombres más influyentes del mundo y que, por tanto, aquel hombre tenía todo el derecho del mundo a llamar a la policía, que probablemente sería lo que estaría haciendo en aquellos momentos.

Ryeowook se dijo que no debería haber ido hasta allí jamás, que su plan había sido una locura y que debería haberse quedado junto a su hermano. De repente, recordó el artículo sobre Kim Yesung que lo había impulsado a ir a Corea.

En él, un joven que decía haber sido uno de sus amantes, afirmaba que la única manera de vérselas con una hombre como Kim Yesung era tomarlo por sorpresa, dándole donde más le dolía: es su imagen pública.

Según afirmaba, incluso los hombres de negocios más  poderosos no eran inmunes a la opinión pública, a la censura pública. Aquello había sido lo que había hecho pensar a Ryeowook que, si la gente se enteraba de que Kim Yesung le había dado la espalda a un joven que había quedado embarazado de él...

En aquel momento, llamaron a la puerta y Ryeowook se puso en pie a toda velocidad.

—Lo siento mucho... —se apresuró a disculparse.

Pero no era Kim Yesung sino el ama de llaves, que llegaba con una bandeja en la que había un cuenco de pasta y un vaso de agua. Ryeowook estaba tan sorprendido que no se le ocurrió huir. Lo cierto era que estaba muerto de hambre.

La mujer le sonrió, dejó la bandeja sobre una mesa y le indicó que se desvistiera

—No, no... estoy bien, de verdad... —le dijo Ryeowook deseando saber Coreano.

Pero la mujer no se dio por vencida, lo llevó hasta la cama, lo obligó a sentarse y le quitó la camiseta. A continuación, hizo lo mismo con los pantalones, dejándolo en ropa interior.
Después, señaló la bandeja. Junto a la comida, había también algodón y antiséptico. Señaló el rostro de Ryeowook. Ryeowook se llevó la mano a la cara y se dio cuenta de que se había cortado. Ni siquiera se había percatado.

El ama de llaves entró en el lujoso baño y salió con un maravilloso albornoz, que dejó sobre la cama. A continuación, recogió la ropa de Ryeowook y abandonó la estancia. Al hacerlo, Ryeowook volvió a oír la llave en la cerradura.

Nada había cambiado. Seguía estando prisionero.

Ryeowook se sentó en el borde de la cama y se dijo que no se iba a comer la pasta, pero olía de maravilla y se encontraba muy débil, así que decidió comer porque necesitaba todas sus fuerzas para vérselas con Kim Yesung.

Aquella noche, mucho más tarde, Yesung giró la llave lentamente y abrió la puerta. La habitación estaba en penumbra. Yesung se acercó a la cama con las manos metidas en los bolsillos.

Se había convencido de que lo que le había sucedido cuando había besado a aquel joven había sido como resultado de las circunstancias tan surrealistas en las que se hallaban inmersos, pero ahora, mientras lo miraba, sintió que todo su organismo revivía.

Para ser un timador profesional, había algo curiosamente inocente en él.

El albornoz que se había puesto le quedaba grande, se fijó en las mechas rubias se habían sobre la almohada. También se percató de que era realmente guapo con la cara lavada.
Parecía ser que se había quedado dormido muy a su pesar, pues tenía los puños apretados, como si estuviera a la defensiva.

Yesung deslizó su mirada por las sábanas y se fijó en la pierna que sobresalía, una pierna de pantorrilla perfecta y pie diminuto.

Ryeowook respiraba profunda y lentamente. Estaba completamente dormido. Su ama de llaves le había dicho que llevaba muchas horas durmiendo, lo que lo tenía perplejo, pues no encajaba con la imagen de una persona que ha cometido allanamiento de morada y ha acusado a un hombre de ser el padre de un niño al que ni siquiera conoce.

Yesung pensó que aquel joven era tan caradura que lo que había hecho no le quitaba el sueño. Entonces se encontró dando un respingo al escuchar que Ryeowook murmuraba algo y se movía nervioso. Como resultado del movimiento, el albornoz se abrió un poco, dejando expuesto su pecho coronado por pezones sonrosados.

Al instante, Yesung se encontró transpuesto y sorprendido y el deseo volvió apoderarse de él. De repente, sentía la urgente necesidad de darle vida a aquel pezón y de ver el resto de su cuerpo desnudo.

Desde luego, era un deseo completamente inapropiado.

Hacía mucho tiempo que Yesung no sentía un deseo así, un deseo tan primitivo, visceral y básico.

Aquel joven, que al principio le había parecido insulso, le resultaba ahora de lo más atractivo y Yesung no pudo evitar recordar la facilidad con la que la había levantado, lo que había sentido al estrecharlo entre sus brazos y al hacer contacto con sus labios.

Aquel pensamiento y el hecho de que su excitación lo estaba llevando a tener una erección hicieron que saliera de la habitación y cerrara la puerta con llave a toda velocidad, como si el joven que estaba tumbado en la cama al otro lado fuera un hechicero que fuera a materializarse ante él de repente.

Cuando llegó al vestíbulo, su guarda de seguridad lo estaba esperando para entregarle una carpeta.

—La información que estaba esperando. Ese joven es pariente de Lee Donghae, uno de sus empleados de Japón. Lee Ryeowook es enfermero. En el último año, he encontrado seis enfermeros en activo que responden a Lee R., desde uno que trabaja en una clínica privada en Devon a otro que ha estado con una organización no gubernamental en África. En menos de veinticuatro horas sabremos cuál de ellos es.

Yesung agarró la carpeta y la abrió. A pesar de que lo que le estaban contando lo había dejado anonadado, su rostro no lo reflejaba. En menos de veinticuatro horas, sabría mucho más sobre él.

—Eso es todo de momento —contestó.

Dicho aquello, se fue a su despacho, se sirvió un coñac, se sentó y leyó el informe. Al cabo de un rato, se echó hacia atrás en su butaca y se quedó mirando por la ventana desde la que se veía el lago.

Se alegraba de no haber llamado a la policía.

Aunque no le gustara reconocerlo, lo que había dicho aquel joven no iba del todo desencaminado. Desafortunadamente, sabía perfectamente quién era Lee Donghae y, si lo que Ryeowook decía era cierto, si era verdad que su hermano estaba en el hospital embarazado, las cosas se podían poner bastante feas.

Era evidente que los hermanos Lee iban directo a la yugular. ¿Quién más sabría algo sobre aquel asunto? Sólo podía hacer una cosa. Tenía que mantener a Lee Ryeowook cerca de él hasta haber desentrañado todo aquel lío y haber descubierto la verdad, hasta haber descubierto qué les podía ofrecer para que se olvidaran de todo aquello.

Yesung se terminó la copa y sonrió. Era evidente que la noticia de que tenía nuevo novio estaría en los periódicos en pocas horas, así que no creía que fuera a resultar demasiado difícil mantenerla junto a él.

De repente, se encontró recordando el pecho descubierto y tuvo que aferrarse al vaso con fuerza. Lo último que necesitaba en aquellos momentos era que su libido reviviera por un
desconocido que amenazaba con dar al traste con el equilibrio que tanto le había costado tener en la vida.

Lo que le apetecía hacer era volver a su habitación, agarrarlo del pelo, inclinarse sobre él y apoderarse de su boca, quería volver a besarlo y descubrir si lo sentiría prieto cuando lo penetrara.

Yesung no estaba acostumbrado a que su mente se viera inundada por aquellos pensamientos, así que se puso en pie agitado y se paseó por la estancia, se sirvió otra copa y se la tomó de un trago.

Era evidente que los dos hermanos trabajaban en equipo. Aunque el timo que habían ideado no era especialmente sofisticado, era un timo al fin y al cabo. Claro que a Yesung no le costaría mucho dar al traste con él.

Lo sacaba de quicio que una persona creyera que podía engañarlo de aquella manera... otra vez.

Había aprendido la lección la primera vez.

No era el momento para verse involucrado en una guerra de posible paternidad de la que se harían eco todos los medios de comunicación. La negociación de la que dependían tantas personas estaba a la vuelta de la esquina y no iba a permitir que aquellos hermanas y su estúpida historia estropeara las cosas, así que se acercó a su mesa, descolgó el teléfono e hizo la primera de unas cuantas llamadas.



Ryeowook se asomó a la ventana y comprobó que la vista desde allí era realmente espectacular. Era muy pronto, pero ya se había vestido, pues estaba tenso y nervioso y quería llamar al hospital para ver cómo estaba Donghae.

No se podía creer lo que había sucedido el día anterior y tampoco se podía creer que hubiera dormido casi ocho horas seguidas, pero lo cierto era que había dormido profundamente. En casa de Kim Yesung. Había intentado no dormirse, se había sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y se  había quedado mirando la puerta durante horas, pero, al final, los ojos se le  habían cerrado, así que había ido al baño a lavarse la cara, pero al sentir el agua caliente, al quitarse la ropa interior y envolverse en aquel maravilloso albornoz, no había podido impedir que el sueño que hacía semanas lo perseguía pudiera con él.

Menudo hermano mayor estaba hecho. No tendría que haber ido, no tendría que haberse separado de Donghae...

En aquel momento, oyó la llave en la cerradura y dio un respingo, se giró con el corazón latiéndole aceleradamente y vio a Kim Yesung en la puerta.

Aquel hombre era tan guapo que le costaba respirar y le parecía todavía más guapo a la luz del sol. Llevaba unos pantalones negros y una camisa gris. Desde luego, era un hombre con mucho estilo, el perfecto hombre de negocios. Parecía muy molesto.

Al instante, Ryeowook sintió que la columna vertebral se le tensaba. Como resultado, sintió una punzada de dolor en la zona lumbar. No debería haber hecho tantas cosas últimamente y, desde luego, no debería haber estado corriendo por el jardín escondiéndose entre los arbustos. Y, total, todo eso para terminar como un saco de patatas sobre el hombro de aquel hombre.

Al recordarlo, Ryeowook sintió que se derretía.

—Señor Kim...

Yesung levantó la mano para que se callara y entró en la habitación. Llevaba su bolsa y le entregó su teléfono móvil. Ryeowook se apresuró a mirar la pantalla. Había muchas llamadas perdidas. Todas del hospital.

Pálido como la pared, se apresuró a marcar el número.

Dándole la espalda a Yesung, pidió que le pasaran con la enfermera jefe de servicio, con la que mantuvo una breve conversación. Cuando terminó, se giró hacia Kim Yesung, quien se sorprendió al ver que tenía lágrimas en los ojos. No era aquello lo que esperaba y se dijo que aquel joven era un actor maravilloso.

—Me han dicho que mi hermano ha recuperado la consciencia y que estaba preguntando por mí, así que me tengo que ir —le dijo.

—Lo sé —contestó Yesung de manera cortante.

—¿Cómo que lo sabe? —se sorprendió Ryeowook.

—Sé muchas cosas, joven Lee, y sabré muchas más cuando lleguemos a Japón —contestó Yesung.

Ryeowook sintió un inmenso alivio. Así que Yesung lo iba a dejar marchar. Por otra parte, había algo contradictorio e incómodo en todo aquello.

—Eso quiere decir que admite usted que es el padre de mi sobrino?

Yesung negó con la cabeza muy irritado.

—No, está usted muy equivocado. Estoy completamente seguro de que no soy el padre del hijo de su hermano... suponiendo que esté realmente embarazado, claro...

Ryeowook sintió que un tremendo enfado se apoderaba de él.

—Por supuesto que está embarazado. Mi hermano no miente. Usted es el padre. Él mismo me lo dijo.

—Pues eso es mentira y esta conversación ya me está aburriendo, así que vámonos —contestó Yesung girándose y saliendo de la habitación.

Ryeowook se apresuró a recoger su bolso y a correr tras él.

—Le digo que mi hermano no miente, señor Kim.

Yesung se paró en seco al llegar a las escaleras y Ryeowook se chocó contra él.
Yesung se giró hacia él y lo agarró de los brazos con fuerza.

—¡Ya basta! No quiero seguir escuchando esas tonterías. Nos está esperando un helicóptero —anunció soltándolo de repente.

—¿Eso quiere decir que me va a llevar? —se sorprendió Ryeowook.

—Teniendo en cuenta que ha venido usted sin billete de vuelta, que apenas tiene dinero en el bolso para pagarse una comida y que supongo que su tarjeta de crédito estará bajo mínimos, no creo que pueda llegar a Japón con la rapidez que esta situación requiere si no la llevo yo —contestó Yesung bajando las escaleras— Usted y su hermano se han equivocado eligiéndome a mí para estos jueguecitos, joven Lee. No pienso volver a hablar de ese bebé. No pienso permitir que sus absurdas acusaciones hagan mella en mí, pero lo que sí le aseguro es que no pienso quitarle el ojo de encima hasta que todo esto se haya solucionado. Le aseguro que va a pagar por haber puesto a prueba mi paciencia.

Ryeowook se quedó helado ante sus palabras y, cuando creyó que la histeria iba a poder con él, se dijo que, por lo menos, no tendría que preocuparse por cómo iba a volver a casa. Kim Yesung tenía razón. Apenas tenía dinero en la tarjeta de crédito. Ni siquiera había pensado en cómo iba a volver a Japón, pues su único deseo había sido encontrar a Kim Yesung.

Ya lo había hecho y ahora lo seguía escaleras abajo a toda velocidad, como si estuvieran montados en el mismo tren y no hubiera manera de escapar.


Yesung miró al otro lado del pasillo de su avión. El rostro de Lee Ryeowook estaba tenso, al igual que todo su cuerpo. Estaba mirando fijamente por la ventana como si las nubes fueran fascinantes.

A Yesung le hubiera gustado levantarlo de la butaca y obligarlo a pagar por lo que había hecho, haber irrumpido en su vida y haberlo hecho volver a Japón, país que había abandonado casi un año antes.

Sí, debía pagar, pero, ¿cómo? Ryeowook no había vuelto a hablar desde que habían salido de su casa, no se  había mostrado sorprendido al entrar en el helicóptero que los había llevado al pequeño aeropuerto privado reservado exclusivamente para dignatarios y hombres de negocios. De hecho, en el helicóptero no había tenido ni que explicarle lo que tenía que hacer pues lo había hecho solo automáticamente.

Era evidente que estaba acostumbrado a viajar en helicóptero y aquello de alguna manera no encajaba con la imagen que proyectaba. ¿Desde cuándo un joven ataviado con vaqueros y sudadera sabía comportarse como un joven acostumbrado a una vida lujosa?

Yesung tuvo que admitirse a sí mismo que la primera apariencia que daba aquel joven no parecía ser la correcta. Al recordar la gran diferencia que se había obrado en él cuando se había lavado la cara, no  quiso ni imaginarse el cambio que daría si se pusiera un bonito traje que marcara sus curvas...

Ryeowook eligió aquel preciso momento para girarse hacia él y lo sorprendió mirándole intensamente, lo que hizo que se estremeciera de placer y que el corazón le diera un vuelco.
Yesung se echó hacia atrás en su butaca y lo miró con frialdad. Ryeowook no pudo apartar la mirada, lo que hizo que se ruborizara.

—Explíqueme por qué está usted tan seguro de que soy el padre del hijo de su hermano —le pidió Yesung a pesar de que le había dicho que no quería volver a hablar del bebé.

Ryeowook hizo todo lo que pudo para no perder la calma. No se podía creer que aquel hombre estuviera mostrándose tan obtuso. A lo mejor, tenía tantos amantes que no sabía cuál era cuál. Claro que, por otra parte, parecía demasiado acostumbrado a seleccionar como para tener un comportamiento así, lo que llevó a Ryeowook a preguntarse de nuevo qué habría visto en su hermano.

—Estoy convencido porque él mismo me lo dijo y yo le creo. Es mi hermano —contestó—. Es evidente que no está usted yendo a Japón porque sí. Lo hace porque sabe que digo la verdad.

Yesung apretó los dientes y se inclinó hacia delante haciendo que Ryeowook se echara hacia atrás.

—¿Qué le dijo exactamente?

—Le pregunté quién le había hecho aquello y me dijo que usted, me contó que iba a verlo cuando tuvo el accidente y también me contó que usted le dijo que no quería saber nada de él. Yo sabía que estaba saliendo con un compañero de trabajo, pero no sabía que fuera usted.

Yesung frunció el ceño.

—Según tengo entendido, seguía trabajando para mí. Nadie lo echó.

—Sí, cuando le he dicho lo de que no quería saber nada de él me refería al plano personal. Cuando hablamos, estaba muy mal. El accidente que tuvo fue muy grave.

Yesung sacudió la cabeza como si de repente comprendiera algo. Claro, ¿cómo no se había dado cuenta antes?

—Supongo que su hermano está al corriente de la fusión y sabe perfectamente lo mal que me vendría en estos momentos un escándalo público —recapacitó en voz alta—. Sé perfectamente lo que se proponen.

Ryeowook se echó hacia delante con las manos apretadas y los ojos escupiendo llamas.

—Señor Kim. Mi hermano está en estos momentos pasándolo muy mal y le aseguro que no está tramando nada y, en cuanto a mí, ¿cree que no tengo nada mejor que hacer que recorrer Asia en busca de un millonario seductor y déspota?

—Puede dejar de fingir —contestó Yesung con frialdad—. Ya no es necesario.

Ryeowook lo miró furioso, se desabrochó el cinturón de seguridad y se puso en pie iracundo para plantarse ante él con los brazos en jarras.

—Es usted increíble. ¿De veras se cree que es intocable y que puede ir por ahí tratando a las personas así? ¿Se cree que puede tratar a los demás como si fueran juguetes con los que se puede jugar un rato y de los que se puede deshacer cuando se ha aburrido? A lo mejor, eso es lo que ha hecho durante toda su vida, pero le aseguro que a partir de ahora...

En aquel momento, hubo una turbulencia en el avión que hizo que Ryeowook se viera lanzado hacia delante y aterrizara irremediablemente sobre el regazo de Kim Yesung.

Ryeowook intentó separarse de él, pero se encontró con que la había agarrado. Al instante, percibió su olor fresco, masculino y almizclado. —Suélteme —le ordenó.

—No —contestó Yesung—. Me interesa mucho lo que me estaba diciendo, así que, por favor, siga. Creo que iba usted a decirme cómo iban a ser las cosas a partir de ahora —añadió.

Ryeowook lo miró los ojos y se arrepintió al instante, pues aquel rostro y aquella boca que estaba tan sólo a unos cuantos milímetros de él...

—Yo... yo...

¿Por qué tenía que sentirse tan atraído físicamente por él? Aquel hombre era su enemigo, el hombre que había dejado plantado a su hermano y que se negaba a aceptar la paternidad de su hijo. Aquel hombre era lo peor de lo peor.

—La verdad es que no me interesa lo que me vaya a contar, lo que me interesa es esto.

Y, dicho aquello y antes de que a Ryeowook le diera tiempo de reaccionar, Yesung se apoderó de su boca y Ryeowook se sintió transportado a la tarde anterior. Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo explotaron y se incendiaron. Aquello era una locura, pero el efecto instantáneo que tenía sobre él era irresistible.

Yesung le había deslizado una mano por debajo del suéter y estaba recorriendo su cintura. Al instante, Ryeowook sintió que sus pezones se endurecían y se revolvió al sentir deseo en estado puro pulsando entre sus piernas. Yesung gimió contra su boca y Ryeowook sintió que el corazón comenzaba a latirle más deprisa mientras la realidad se tornaba una nebulosa imposible de controlar.

Una de las manos de Yesung se posó sobre su pecho. Con dolorosa lentitud, su pulgar encontró y comenzó a acariciar el pezón.

«Más fuerte», pensó Ryeowook mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos.
Jamás se había sentido así, jamás había sentido aquel fuego inmediato que había dado al traste con cualquier resistencia. La única vez en la que había estado cerca de sentir aquello había sido...

Sus pensamientos lo hicieron dar un respingo y tensarse. La otra mano de Yesung estaba buscando su otro pezón y Ryeowook comprobó horrorizada que se había movido para facilitarle el acceso.

Ryeowook se aferró al recuerdo doloroso y consiguió apartarse de Yesung echándose hacia atrás. Lo hizo con tanta fuerza que aterrizó sobre la alfombra del pasillo.

¿Qué demonios le había pasado?

Ryeowook se puso en pie con la respiración entrecortada, se llevó el reverso de la mano a la boca y lo miró con los ojos muy abiertos. Cuando se retiró la mano, Yesung comprobó que estaba ruborizado, pero no dijo nada.

A Ryeowook le pareció el hombre más inconmovible del mundo.

—No vuelvas a tocarme. Me das asco —le escupió, tuteándolo.

Y antes de que pudiera ver la zozobra que le invadía se giró y corrió al aseo que había en la parte delantera de la cabina, esquivando casi por milagro a la azafata que llegaba con una bandeja de comida y bebida.





3 comentarios:

  1. No se por que, pero siento que hay gato encerrado DongHae sabia algo importante de Yesung

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  2. Que bien al fin hay Yewook 0/ hace mucho que no leia algo de ellos me ha encantado espero el proximo~~
    Al parecer la atraccion entre ambos es muy fuerte y creo que Wookie ha tenido un pequeño mal entendido aqui aunque hay que ver que dice Hae a Yesung que parece algo alterado talvez Hae sabe cosas que no deberia :/ Pero habra que esperar

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  3. Cierto un muy mal entendido pero que candentes

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...