Luna Negra (DH10)-28



—¿Cómo lo hacemos?

Minwoo arqueó una ceja sarcásticamente.

—¿Necesitas instrucciones?

Él rió.

—No, pero no sé lo que hacen los osos.

Minwoo posó delicadamente una mano en su mejilla.

—Hazme tuyo, Hyungsik. Como sea que lo hagas.
  
Inclinando su cabeza para frotar su nariz en su cuello. Sus pezones se arrugaron, y él se dirigió a ellos para darles toda la atención que había estado soñando.

Minwoo acunó su cabeza mientras él jugaba. Una cosa que había aprendido acerca de los lobos, y de Hyungsik en particular, era que les encantaba saborear y lamer. La única cosa en la que él siempre había sido concienzudo.

Y mientras le bajaba la cremallera de sus pantalones y enterraba su mano hacia abajo para acariciarle, supo que esa noche no sería la excepción. Su cuerpo temblaba cuando lo tocaba. Había pasado tanto tiempo…

¿Cómo lo había Hyungsik soportado? Él había pasado noche tras noche, sufriendo. Se sentía tan bien ser tocado otra vez.

—Te he extrañado, Hyungsik —le sacó la camisa por la cabeza para poder tocarlo.


Hyungsik sintió sus poderes surgir. Una cosa acerca de sexo y Were Hunters era que eso les daba poderío. Los hacía más fuertes y agudos. Y en ese momento, estaba más vivo de lo que había estado alguna vez antes.

Usando sus poderes, removió sus ropas y se dejó a sí mismo desnudo para su inspección. No es que antes no lo hubiera explorado. Pero había pasado tanto tiempo.

—No he hecho otra cosa que soñar contigo —susurró él, besando la senda alrededor de su boca. Tomó su mano en la suya y la dirigió a su polla. Se tragó un jadeo abruptamente cuando lo tocó.

Minwoo cayó sobre sus rodillas en frente de él para así poder tomarlo en su boca. Sus rodillas casi colapsan del placer. Y tan bien como se sentía, tenía que detenerlo.

—Detente, Minwoo.

El se retiró con el ceño fruncido.

—Tú haces eso y esto terminará antes de que los dos lo queramos.

Minwoo rió antes de darle una última lamida que envió estremecimientos todo el camino hasta su columna vertebral. Incluso hizo que sus ojos se pusieran en blanco.

Minwoo sonrió ante la mirada en la cara de Hyungsik. Le encantaba juguetear y saborearlo. Lo salino de su piel le hacía ansiar más, pero como él, quería por una vez saber exactamente qué se sentía tenerlo dentro.

Hyungsik se arrodilló frente a él. Sobre sus rodillas, enfrentándose uno al otro, lo besó de nuevo. Era ardiente y demandante mientras deslizaba su mano hacia abajo, entre ellos, para tocarlo. Esto le hizo, incluso, endurecer más mientras palpitaba.

La excitación en su interior se elevó hasta que fue enceguecedora y su cuerpo demandó satisfacción.

—No me hagas esperar, Hyungsik —susurró, temeroso de que algo o alguien pudiera interrumpirlos otra vez.

Hyungsik besó el camino de su espalda, creando estremecimientos por todo su cuerpo. Sosteniéndolo frente a él, apartó su cabello de su cuello para así poder inhalar su aroma. Cada parte de él ardía así como ansiaba estar dentro del joven oso.

Había esperado y soñado este momento, nunca pensando que realmente lo tendría. Casi se había convencido que podría vivir sin saborearlo otra vez.

Pero habría sido difícil, especialmente dado que las otras parejas habían parado de interesarle. Dejando salir un largo suspiro, él deslizó sus dedos dentro de su oso mientras se posicionaba a sí mismo para tomarlo.

Minwoo tembló con temor por lo que iba a venir mientras sentía la punta de su polla presionando contra él. Pero esto era lo que quería más que nada y al final no dolería en la forma en que lo haría para una pareja humana. Él empujó gentilmente sus rodillas para abrirlas, mientras tomaba su mano de nuevo en la suya y le dirigía hacia él.

—Guíame hacia dentro, nene.

Con su ayuda, se extendió entre sus cuerpos y con delicadeza lo deslizó dentro de su cuerpo. Mordió sus labios cuando el grueso volumen de él se hundió profundamente en su interior.

Ellos gimieron al unísono.

La cabeza de Minwoo dio vueltas mientras él se enterraba hasta la base. Se sentía tan bien tenerlo ahí, sentirse conectado con él de esta forma. Estaba compartiendo con él lo que nunca había compartido con nadie más.

Hyungsik tiró de su espalda hacia él, dentro de los brazos, mientras embestía lentamente contra él. Tomó su peso mientras ponía su mejilla contra la suya y dejaba que su aroma lo embriagara. De toda las veces que había estado con una pareja, ninguna se podía compara con Minwoo. Era tan apretado y cálido. Y a diferencia de una pareja lobo, no se movía violentamente ni lo arañaba. O mordía.

Minwoo era tierno.

Más que todo, lo amaba. De todos en el mundo, sólo él había domado esa parte que nunca había permitido que nadie más viera. Siempre fiero y luchador, sólo con él encontraba paz. Lo había domado.

Minwoo se movió y posó una mano en su mejilla. Esa única y gentil acción lo deshizo. No quería morir. Deseaba quedarse aquí, así, por el resto de la eternidad.

Era tan injusto. Sus hermanos estaban emparejados y felices.

¿Por qué no podía estarlo él también?

Pero era consciente de ello. Aún si vivía, su familia nunca lo aceptaría. Ninguna de su gente lo haría. Esto era antinatural.

Y aún así no se sentía de esa manera.

—Tú eres la mejor parte de mí —le susurró al oído mientras embestía.

—Te amo, Hyungsik. —Minwoo se inclinó para poder besarlo al tiempo que él deslizaba la mano hacia abajo en el frente de su cuerpo hasta que pudo acariciarle al ritmo de sus estocadas. Minwoo pudo sentirlo haciéndose más grande dentro de él. Más grueso.

Estaba completamente abierto y expuesto a él de una forma que nunca había estado antes. Podría haber estado avergonzado, pero no lo estaba. Esto parecía tan correcto. Tan perfecto.

Y mientras hacían el amor, se preguntaba cómo sería si ellos no dejaran que el mundo los separara. Si ellos pudieran permanecer juntos y estar así. Todo lo que quería era a su lobo.

Él daría lo que fuera por tener sus hijos. Por darle todo el amor que nadie más le había dado.

Él apresuró sus movimientos, lo cual intensificaba el placer. Su respiración se irregularizó, Minwoo los retomó con los suyos propios hasta que su cuerpo ya no pudo soportarlo más. En una explosión ardiente, se corrió.

Hyungsik tuvo que ahogar un aullido mientras se unía a él en su liberación. Pero era difícil. Él le acercó más a sí mismo y guardó su peso en su cuerpo, sabiendo que debían estar juntos, enlazados por un rato mientras su cuerpo continuaba liberándose. Esta era la parte más difícil de ser un lobo. Cuando ellos se corrían, era un largo proceso y si ellos se separaban antes que él terminara, podría lastimarlo. Y en ese momento, sus sentidos estaban tan alertas y fuertes que se sentía como si pudiera derrotar a una manada entera.

Minwoo apoyó la cabeza contra su pecho mientras él lo sostenía tiernamente.

—No peso mucho, ¿verdad?

—Para nada.

Giró su palma para observarla. Como la suya, seguía en blanco. Las lágrimas picaron en sus ojos.

—¿No somos compañeros?

—No siempre aparece la primera vez. Ya lo sabes.

Cierto, pero por lo que sentía por él… era en realidad decepcionante.

—No te hice daño, ¿verdad?

Él sonrió ante su pregunta.

—No, bebé, definitivamente no me hiciste daño.

Él envolvió los brazos a su alrededor, haciéndole sentir seguro y amado. Minwoo tocó con el dedo la extraña marca en su hombro de la que se rehusaba hablarle.

Él mordisqueó su mejilla.

—¿Sabes que tus marcas faciales se están mostrando?

—¿Qué?

Él acercó su mano para dibujar el patrón con sus dedos.

—Tus marcas de Centinela se están mostrando.

Minwoo usó sus poderes para removerlas.

—¿Y ahora?

—Aún están ahí.

Oh, queridos dioses… no tenía idea que aparecerían cuando tuviera sexo. ¿Qué tal si se emparejaba con un oso Katagaria y aparecían?

Eso sería desastroso.

—Lamento no poder esconderlas.

Él besó su mejilla.

—No te disculpes. Yo creo que eres hermoso.

Él apretó los brazos a su alrededor mientras esas palabras calentaban el centro de su ser.

Hyungsik tembló cuando finalmente fue capaz de retirarse de él. Odiaba hacerlo, pero no tenía otra opción.

Giró en sus brazos para besarlo profundamente.

—¿Puedo ir contigo?

—No —dijo él, su tono muy firme.

—Hyungsik…

Él sacudió su cabeza.

—No, Minwoo.

—Quiero estar ahí contigo.

—No puedes.

Le gruñó.

—¿Por qué no?

Él apoyó la frente contra su mejilla mientras acunaba su rostro con la mano.

—Porque si te veo ahí, no voy a ser capaz de continuar con ello y no puedo hacerle eso a mi hermano —levantó la mirada hacia él y el doloroso tormento en sus ojos lo abrasaba—. ¿Lo entiendes? Tengo que hacer esto solo. —Secó sus lágrimas con el dorso de la mano —. Te amo, Minwoo.

Esas palabras le enfurecieron.

—¿Y lo dices ahora? ¿Ahora? ¿Qué es lo que pasa contigo?

Él sonrió tiernamente.

—Nunca en mi vida he tenido sentido de puntualidad. Es tarde para empezar ahora.

Minwoo lo atrajo hacia sí y lo sostuvo fuerte.

—Te amo, Hyungsik. ¡Maldito seas por eso! —Luego se sacó el collar de alrededor del cuello y lo puso en su mano—. Si no puedo estar contigo…

Él lo agarró apretadamente y repitió las palabras que estaban grabadas dentro.

—Donde yo esté siempre estarás. Tu imagen vive en mi corazón.

Minwoo asintió mientras más palabras fluían.

—Compañero o no compañero, tú eres el único al que siempre amaré.

Él lo beso delicadamente antes de dejarlo. Si no se iba ahora, se acobardaría completamente.

Porque honestamente, era difícil justificar la felicidad y vida de su hermano rompiendo el corazón de la única pareja que realmente había amado.

Está todo bien, se dijo a sí mismo. Estaría esperando por él en el otro lado. Un día lo vería de nuevo y ahí el demonio no tendría ningún control sobre él. No tendría ningún temor de hacerle daño jamás.

Él estaría a salvo y no habría nadie que los pudiera separar.

Pero en esta vida, él tenía que hacer lo correcto.

Enfermo del estómago, se vistió y dio un último vistazo a Minwoo. Completamente desnudo, besó la mano que sostenía el guardapelo.

Él se inclinó para tomar una última inhalación de su cabello así su aroma le daría la fortaleza y lo llevaría hasta la tumba.

—Te amo —susurró él, luego se obligó a marchar.

¡Hyungsik! Jadeó Minwoo, sintiéndose desolado sin él. ¿Cómo sería capaz de vivir sabiendo que él realmente se había ido?

Al menos en el pasado había siempre la oportunidad que él volviera a sus cabales y estuviera ahí.

Pero ahora…

Él iba a morir y no había nada que pudiera hacer.

¡Ve por él!

La urgencia era tan fuerte. Si sólo pudiera. Pero Hyungsik nunca lo perdonaría por eso. ¿Cómo podría? Conocía el dolor de vivir sin sus hermanos. La indescriptible agonía de saber que fue él la razón de que los hubieran capturado y asesinado. Ellos lo habían protegido y dado sus vidas para que él pudiera vivir.

No podría desear ese dolor sobre Hyungsik.

No, sería Kevin quien lo sufriría, sabiendo que su felicidad había sido comprada con sangre. La sangre de Hyungsik.

Además, Phoenix había dispuesto sus órdenes. Si Hyungsik no se rendía, Phoenix lo cazaría. De todas maneras moriría.

Con el corazón roto, Minwoo se vistió y se sentó en la cama, tratando de usar sus poderes para verlo.

Phoenix no le permitiría ni siquiera esa gracia.



Hyungsik se materializó en el opulento salón donde el Consejo del Omegrión se reunía.

Completamente vacío, la habitación tenía ventanas que estaban abiertas y se podía ver hacia afuera el hermoso mar. Hyungsik cerró sus ojos mientras el suave viento rozaba su piel y despeinaba sus cabellos. La sal del aire era tan dulce como los pájaros que cantaban afuera.

Era un hermoso día para morir.

Deslizó el guardapelo de Minwoo en su bolsillo al tiempo que sentía la fisura de poder que ondulaba tras de él.

—Así que viniste solo. —Phoenix apareció frente a él, vestido en un traje de buzo negro. Su cabello estaba peinado hacia atrás, fuera de su cara, y aún empapado.

—¿No se suponía que lo haría?

Phoenix resopló mientras secaba algunas gotas de agua de su cara.

—No sabía si lo ibas a hacer o no.

—Supongo que estoy lleno de sorpresas.

Él no pareció apreciar el sarcasmo de Hyungsik.

—¿Conoces los cargos contra ti?

—Me dijeron que asesinato.

—Catorce bajas. ¿Cómo te declaras?

Hyungsik se encogió de hombros con una desfachatez que no sentía.

—Presumo que la mayoría de las personas se tiran sobre sus manos y rodillas.

Phoenix rió, luego se puso serio.

—Pero no tú.

—Nop. Nunca —entrecerró sus ojos sobre Phoenix—. Honestamente, no tengo recuerdos de asesinar a alguien, pero si lo hice, estoy aquí para mi castigo.

Phoenix frotó su barbilla con su pulgar.

—Nunca flaqueas, ¿no es verdad?

—No está en mí. Pero espero que cumplas tu palabra y libres a mi familia.

—¿No tienes nada qué decir en tu defensa?

—No realmente.

—Entonces prepárate a morir.



Hyungsik se sentó en la pequeña celda, esperando morir. Había supuesto que Phoenix lo haría desaparecer de su vista de un plomazo, pero aparentemente era un castigo demasiado fácil.

En lugar de eso el bastardo, le estaba haciendo sufrir incluso más por atemorizarlo. No era que el temor lo atormentara más.

Era la pena. Aquellas heridas eran las únicas que rasgaban atravesándole igual que trozos de cristal. Deseaba que muchas cosas fueran diferentes, en éste punto la muerte sería probablemente un alivio.

Sólo deseaba poder ver a Minwoo una vez más. Conjurando una imagen de su sonrisa, se llevó la mano al bolsillo para tocar el guardapelo. No era tan agradable como tocarlo a él, pero lo consolaba a un nivel que nunca había experimentado antes. Incluso aunque no estaba aquí, lo sentía igual que un tangible ángel.

Maldito si las palabras grabadas en el medallón no eran ciertas. Estaba en su corazón y el conocimiento de que estaba ahí, pensando en él, siendo una parte suya, le hacía sentirse menos solo.

Solo en una diminuta celda espartana, con un lavabo, sentado en el duro camastro con los codos sobre las rodillas. Podía oír el mar fuera junto con los graznidos de las gaviotas. Pero era la cara de Minwoo la que veía y sería su olor el que llevaría con él a la próxima existencia.

—¿Estás listo?

Alzó la mirada para ver a Phoenix con unos pantalones verdes de bolsillos y una camiseta blanca abierta. La cara del hombre era completamente estoica.

No es que Hyungsik esperara simpatía de nadie.

—Sí.

La clara puerta se deslizó cuando Hyungsik se levantó. Phoenix lo dirigió a la brillante playa y a lo que parecía un viejo bloque de tortura. Sería casi pintoresco si no fuese a morir allí. Había incluso un verdugo de pie tras éste.

Vestido con armadura negra y llevando un yelmo con la forma de un espíritu maligno en el rostro, sostenía una espada de gran tamaño. Estaba tan quieto, que parecía una estatua.

Hyungsik estaba tan impresionado como asqueado por la elaborada representación.

—¿Simplemente no vas a lanzarme al olvido?

Phoenix sacudió la cabeza.

—Demasiado humano para los crímenes que has cometido. —Arrastró una sospechosa mirada sobre Hyungsik—. ¿Vas a volverte gallina, saltar y hacer que te cace?

—No. No quiero que vayas tras mi familia.

—Lobo inteligente. Apesta el que tu familia pague por tus crímenes. Acéptalo de alguien con experiencia de primera mano. —Phoenix gesticuló hacia el bloque de piedra negra que estaba manchado por sitios por sangre seca.

Los manchones más grandes estaban justo donde Hyungsik tenía que poner la cabeza.

Su estómago se encogió ante el conocimiento de que pronto su propia sangre se añadiría a ello. Y esto le hizo consciente de lo que estaba a punto de sucederle.

Iba a morir…

Honestamente, quería huir. Cualquier cosa por tener un día más…

Pero no iba a mostrar su miedo a nadie, especialmente a los que iban a matarlo. En cambio, recurrió al sarcasmo que lo había acompañado en los momentos más oscuros de su vida.

Éste solo encajaría ahora que lo veía a través de su muerte.

—Sabes, podrías lavar esa repugnante cosa entre uso y uso.

Phoenix se encogió con indiferencia.

—¿Por qué molestarse? No es como si fueras a coger una infección los tres últimos minutos que vivas.

—Supongo que no. —Hyungsik se hundió de rodillas en la arena y apartó la mirada de la sangre seca. Echó un vistazo alrededor de la playa y el oscuro mar verde, cuyas olas se elevaban, no demasiado lejos de él, se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado desde que había visto realmente la belleza que existía en el mundo. Cuantas veces había tomado sol por gusto. En su lugar, había pasado la vida enfocando sólo lo negativo.

Pero cuando estaba a punto de morir, se dio cuenta de que el mundo era realmente increíble.

—¿Cambiando de opinión?

—No. —Sacó el guardapelo de Minwoo del bolsillo, el cual le recordaba exactamente por qué estaba haciendo esto—. ¿Puedo hacer una última petición?

—¿Para qué te libere?

Sacudió la cabeza y le tendió el guardapelo a Phoenix.

—¿Te asegurarás de devolvérselo a Ha Minwoo? —Le costó dejarlo ir. ¿Por qué se sentía igual que si estuviera en un limbo?

Quizás porque él era su corazón…

Phoenix lo cogió y lo abrió para ver la foto de Minwoo y sus hermanos. La imagen que él había visto a través del infierno y que no necesitaba mirar más. Estaba gravada en su alma junto con su sonrisa, sus caricias y olor.

Lo sostuvo fuera del alcance de Hyungsik.

—¿Algo que quieras decirme sobre ti o el joven oso?

Por primera vez, Hyungsik vio que Minwoo había añadido una imagen suya a su guardapelo que cubría las palabras gravadas, y eso casi lo hace pedazos. Demonios, había olvidado incluso que se había hecho. Era la que Minwoo le había sacado detrás del Empire un atardecer cuando había estado tomándose un respiro. Había salido de algún lado para sorprenderle y sacarle la foto.

—¡Mira! —Dijo él, riendo, mientras le enseñaba la foto en el dorso de la cámara—. Me encanta cuando te ves de esta manera. Puedo verte el corazón en los ojos.

El pelo, el cual se había dejado crecer sólo porque a él le gustaba así, estaba revuelto por el viento y tenía la más estúpida mirada imaginable en la cara—igual que la de algún tonto enfermo de amor.

—Parezco estúpido.

—Te ves magnífico. —le había dado uno de los más calientes besos que había tenido jamás—. Y eso hace que quiera darte un mordisco.

—A eso no me opongo. Pero por el bien de los dioses, borra esa cosa antes de que pierdas la cámara otra vez y alguien vea lo tonto que soy.

Minwoo le sacó la lengua antes de alejarse bailando, el trasero meneándose en burla calentándolo más incluso de lo que lo había hecho el beso.

Dioses, tener nuevamente ese momento…

¿Por qué no le había hecho caso y había borrado esa maldita cosa? Ahora, en los últimos momentos de su vida, Phoenix de todos los gilipollas vería que imbécil era en realidad.

Pero la parte importante era que Minwoo había añadido esa imagen al guardapelo que siempre llevaba junto al corazón. No es que hubiese tenido dudas acerca de sus sentimientos por él, pero eso le mostraba exactamente lo mucho que significaba para su joven oso.

Amor y pena giraron con fuerza en su interior. En ese momento, todo lo que quería era regresar a él.

Dame fuerzas…

Se aclaró la garganta por el nudo que tenía.

—No hay nada que decir. —Pero mantuvo una imagen de Minwoo en la mente mientras tendía la cabeza sobre el bloque y esperaba a morir. Cerrando los ojos, sintió la espada bajando lentamente para tocarle la piel del cuello.

Lo recorrió un escalofrió. ¿Por qué no lo mataban y acaban con esto?

La hoja se frotó contra la piel antes de elevarse. El demonio en su interior gritó aterrorizado cuando se dio cuenta que iba a suceder.

Ambos iban a morir.

Levántate. ¡Pelea! ¡Huye!

Pero Hyungsik se mantuvo quieto. Esto era por su hermano y por Minwoo. No se acobardaría y arriesgaría sus vidas. No por algo tan insignificante como su propio puesto.

—De acuerdo. —Dijo Phoenix—. Mátalo.

En un momento, Hyungsik dejó escapar una maldición cuando algo se rompió en su interior. Se sentía como si estuviese siendo triturado. El dolor era insoportable cuando la sangre empezó a manar de su nariz. Estaba intentando mantener la cabeza sobre el bloque, pero se hacía más y más difícil cuando sintió que el ácido avanzaba lentamente por el esófago y explotaba en su cráneo. La presión de ello lo golpeó en la espalda.

Phoenix y el ejecutor le pusieron las rodillas sobre los hombros y lo sostuvieron abajo.

Hyungsik gritó cuando algo duro y doloroso salió volando de la boca. Esto se alzó, después estalló en un montón de fragmentos que cayeron sobre ellos.

Tan pronto como lo hizo, los dos lo liberaron. Hyungsik jadeaba mientras el dolor remitió y la nariz dejó de sangrar. Frunciendo el ceño ante ellos, se apartó.

El ejecutor rió cuando se sacó el yelmo. Era Jiyong.

—Apuesto a que era una jodida indigestión, ¿huh?

—¿Qué mierda estáis haciendo los dos?

Jiyong levantó la espada para que descansara sobre el hombro.

—Conseguir que el demonio salga de ti, gilipollas. Me imagino que habrás tenido suficiente de él.

Desconcertado por el inesperado cambio de fortuna, la mirada de Hyungsik fue de uno a otro. ¿Ése era otro juego intelectual que practicaban con él? Hasta que lo supiese con seguridad, no iba a levantarse.

—No lo entiendo.

Phoenix dejó caer el guardapelo en su pecho.

—Es de lo más fácil, y uso esa palabra con todo el debido sarcasmo, la manera de conseguir que Phrixis saliese de de ti requería un acto de indecible altruismo. Yo amenacé la vida de tu hermano y tú viniste, listo para morir por protegerle.

Jiyong asintió.

—El simple amor de ese único acto era más de lo que el demonio podía soportar y salió. Como no tenía cuerpo al que regresar, se destruyó. Simple.

—Yeah. —Phoenix le tendió la mano a Hyungsik para ayudarle a levantarse.

Por una vez, dejó que lo pusiera en pie. Quería matarlos a ambos, pero ahora mismo estaba demasiado agradecido de estar con vida.

—Los dos estáis enfermos, pero aprecio lo que hicisteis. El bastardo se estaba volviendo un poco difícil de manejar.

Jiyong giró la espada sobre el hombro, haciendo que la hoja brillara maliciosamente en la luz del día.

—Lo siento por el trauma. La verdad es que no había otra manera. Si hubieses tenido incluso una sola noción de lo que ocurría, no habría funcionado. Pero si hace que te sientas mejor, sabemos que no fuiste el que mató a esa gente. Esos fueron Hyuna y su gente, a quien ahora tienes que encontrar y matar.

Phoenix sonrió abiertamente.

—Si esto hace que te sientas mejor, lo afrontaste como un hombre.

—No, —lo corrigió Hyungsik—. Lo afronté como un lobo.

Phoenix lo saludó con respeto.

—Touché.

Hyungsik miró hacia la playa, agradecido de que ésta no hubiese sido su última visión después de todo.

—¿Puedo volver ahora a casa?

Phoenix negó con la cabeza.

—No tan rápido. Hay algo que quiero que veas.

Lo siguiente que supo Hyungsik, es que estaba de regreso en la celda y esta vez sus poderes no funcionaban en absoluto.



4 comentarios:

  1. Akdkjdhagsjdjkxkshahsjxlfljs
    Jodido susto!!!!
    Ahhhhhh
    Se comieron eso!!!!
    Aldldkdjsjhahsjdksksj
    Que genial!!!!!
    Me encanto!!!
    Ahhhhhh
    Esos dos hombres hicieron que me diera urticaria!!!!!
    Ahhhhhh
    Y ahora qué???

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  2. que feo truco para sacar al demonio pero bueno salio y taran y todo salio bien ya no tuvo que morir por algo que no hizo

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  3. Pero que coj.....
    Jajajajajaajajajajajajajaja
    Cual acto de altruismo ni que nada....un mendigo susto de muerte es lo que demonio necesitaba para salir del cuerpo de Sik...jajajajaja
    O sea,Minwoo buscando aquí y allá una solución...esos dos diciendo que esto o lo otro lo podia salvar pero que tenian que encontrar a no sé quien...pero llegan estos dos y con un susto de muerte logran sacarselo...es un mate de risa...al menos para mi jajajaja.
    Ooohhh lo hicieron...esperen,la amanaza a Sik hizo que tuvieran relaciones,a Minwoo le han salidos unas marcas y ahora tiene que regresar con su familia y...esto se va a poner bueno.
    A ver si la sencibilidad de Sik no sale a relucir cuando sepa o ya sabe(?)que Kevin lo queria entregar...con eso de él siempre es la victima.
    Entonces a que bando pertenece Jiyong
    Uuuyyy...ahora que le diran

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...