Sí!
Donghae lanzó un
puñetazo al aire, eufórico por haber pasado el primer nivel del último juego de
Hyukjae. En
realidad, el juego era de él: su prometido lo había diseñado especialmente para
él. «Las aventuras de Donghae» era una pasada aunque eso no le sorprendía. Hyukjae
era un genio y cada videojuego que había creado resultaba especial. No era de extrañar
que siempre se enganchara a todo lo que él creaba.
Acarició la
pantalla del ordenador con la mano y suspiró. ¿Qué hombre dedicaría un sinfín
de horas a diseñar un videojuego exclusivo para él, un juego que no pensaba
sacar jamás al mercado?
«Solo Hyukjae».
Se recostó en la
silla para mirar el reloj. «¡Huy!». Se había metido tanto en el juego que
llevaba en la sala de informática más tiempo del que se había propuesto. Pero
es que le encantaba, ¡era tan adictivo!
Hyukjae se lo
había regalado por San Valentín, entre otras muchas cosas. Para ella siempre
sería un regalo muy especial porque lo había hecho él y porque probablemente
había dedicado semanas enteras de su inexistente tiempo libre diseñándolo con
el único objetivo de que él se lo pasara bien. Su prometido lo había guiado
hasta la habitación hacía más de una hora para darle la sorpresa. Se había
marchado con una sonrisa de oreja a oreja cuando se había sentado frente al
ordenador impaciente por dominar otra de sus creaciones.
Donghae apagó el
ordenador entusiasmado, deseando ir a buscar a Hyukjae para darle las gracias
como se merecía. El diamante que llevaba en la mano izquierda reflejó la
abundante luz que había en la sala y, al verlo brillar con tanta intensidad,
sintió que el corazón se le contraía.
«Hyukjae es mío.
Vamos a casarnos y a tener un bebé».
La tristeza y las
dudas se habían evaporado como por arte de magia. Donghae volvía a sentirse
como siempre con Hyukjae. Se había dado cuenta de que todos esos miedos
irracionales se debían a que había sospechado que estaba embarazado y no había
querido aceptarlo por miedo a la reacción de Hyukjae. ¿Cómo había podido ser
tan tonto? ¿Cuándo lo había defraudado el hombre del que estaba enamorado? En
todo caso, estaba más protector de lo necesario, pero esa era su forma de ser y
a él le encantaba tal y como era, aunque le cabreara que a veces se pusiera en
plan déspota.
Donghae sonrió al
recordar que le había prometido intentar no ser tan dominante y controlador. Se
había portado muy bien durante toda la tarde: atendiéndolo y haciéndole el amor
con cuidado, como si se fuera a romper por estar embarazado. A decir verdad,
después de las últimas semanas, en las que había estado tan alterado
emocionalmente, necesitaba justo eso y esa íntima ternura le había
reconfortado. Sin embargo…, había llegado el momento de despertar a su macho
alfa. No es que Donghae disfrutara cuando Hyukjae se ponía en plan dominante en
la cama, es que lo volvía loco de placer. Hyukjae era mitad ternura, mitad
testosterona. Y ya era hora de que su faceta cavernícola viniera a jugar con él.
Se detuvo para
ajustarse la bata de seda roja que se había puesto. Era raro que llevara más de
una hora sin ver a Hyukjae. Normalmente se sentaba a su lado y trabajaba en
algún juego mientras él se entretenía en el ordenador de pruebas de la sala de
informática.
Como iba descalzo,
no hizo ruido alguno al bajar las escaleras enmoquetadas.
—¿Hyukjae? —lo
llamó al entrar en la cocina.
Se quedó atónito
al no encontrarlo allí. Dormido seguro que no estaba. Jamás se iba a la cama
sin él
—¡Ven al
dormitorio! —exigió Hyukjae con su voz ronca.
Esbozó una
sonrisilla mientras avanzaba hacia el cuarto. Él no pedía; daba órdenes. Donghae
le
obedecía cuando
le apetecía y en ese momento se sintió tentado a seguir sus instrucciones.
Avanzó por el pasillo con curiosidad. La puerta del dormitorio estaba entornada
y se abrió de par en par sin hacer el menor ruido cuando Donghae apoyó una mano
en la madera y empujó con suavidad.
Se le cortó la
respiración al posar los ojos en Hyukjae: estaba atado a la cama y lo único que
llevaba puesto era la cadena de oro con el penique de la suerte y unos bóxers
de seda decorados con corazones y diablillos. Con el pulso acelerado corrió
hacia la cama:
—Pero ¡qué haces,
Hyukjae!
Donghae había
estado atada varias veces: la primera vez porque era la única manera en que Hyukjae
podía hacerlo al principio y las demás porque les resultaba erótico y sexy.
Teniendo en cuenta lo que le había ocurrido a Hyukjae, Donghae no daba crédito
a lo que veían sus ojos. Parpadeó y volvió a parpadear. Hyukjae abrió el puño
para enseñarle uno de los corazones de cartón que le regalaba en todas las
celebraciones; un diminuto corazón canjeable por un deseo, por cualquier cosa
que quisiera de él. El papelillo revoloteó sobre la palma de su mano atada.
—Deseo que te des
cuenta de que confío en ti al cien por cien.
—No, Hyukjae. No.
—Donghae subió a la cama y tiró de las vendas presa del pánico, pero no logró
desatarlas. Se sintió frustrado al no ser capaz de liberarlo y le rogó—: Dime
cómo se desata esto. — Empezó a tirar con todas sus fuerzas de una de las
vendas que le sujetaban el brazo. Necesitaba soltarlo como fuera. No soportaba
verlo así de indefenso. Estar así tenía que estar matándolo. «¡Maldito Hyukjae!».
¿Había algo que no estuviera dispuesto a hacer para demostrarle su fe en él?—.
No hacía falta que hicieras esto. Ya confío en ti al cien por cien.
—Quieto. Para o
te harás daño. —El tono severo la hizo frenar en seco. Donghae nunca le había
oído tan serio. Con un tono más relajado añadió—: No estoy incómodo. Bueno…,
excepto porque tengo cierta protuberancia…
Donghae posó la
mano sobre su corazón acelerado y, por primera vez desde que había entrado en
el dormitorio, miró a Hyukjae a la cara: estaba sonriendo. Al ver que tenía una
sonrisa de oreja a oreja se relajó un poco y analizó la situación. ¡Madre del
amor hermoso, el hombre estaba como un tren!
Tenía atadas las
cuatro extremidades y lo único que había en la cama era una sábana de seda
negra bajo su cuerpo musculoso. Los bóxers negros eran nuevos, uno de los
muchos regalos que le había hecho por San Valentín, y se amoldaban
perfectamente a su erección.
¿Estaba
empalmado? ¿Excitado? ¿Cómo era eso posible? Después de las cosas que le habían
ocurrido en el pasado, ¿cómo podía hacer esto sin sentirse angustiado o
afligido? Buscó alguna señal de molestia en el rostro de Hyukjae…, pero no
encontró ninguna. La devoraba con una mirada apasionada, sin rastro alguno de
malestar.
—¿Cómo lo has
hecho? ¿Cómo has logrado atarte a ti mismo?
A juzgar por lo
poco que habían cedido las vendas cuando Donghae había tratado de desatarlo los
nudos estaban muy apretados.
—Ha sido Kangin
—respondió contrariado—. Creo que el muy cabrón me ha atado demasiado fuerte.
Donghae se llevó
una mano a la boca para intentar reprimir la risa…, pero la carcajada se le
escapó igualmente de los labios.
—¿Ha sido tu
hermano?
—Esto me lo va a
estar recordando toda la vida. Yo quería estar desnudo, pero insistió en que al
menos me tapara mis partes para que no le sacara un ojo —respondió Hyukjae
malhumorado.
Madre mía, Donghae
hubiera dado cualquier cosa por ver ese momento, pero tenía que conformarse con
imaginarse a Kangin atando a su hermano a la cama e insistiéndole en que se
tapara sus partes nobles. Como Kangin no conocía todos los secretos de Hyukjae,
lo más probable es que, en lugar de alarmarse con la situación, se lo hubiera
tomado como una extravagancia, con la que podría estar vacilando a su hermano
pequeño eternamente.
—No puedo creerme
que hayas hecho esto. —Cogió el corazón de cartón de la mano de Hyukjae, lo
rompió en pedazos
y lanzó los trocitos hacia el techo—. Deseo concedido. Pero ya confiaba en ti
al cien por cien. Ya te he dicho que fue por culpa de las hormonas. Además, he
estado pensando y ahora entiendo que hayas podido interpretar mi comportamiento
como una muestra de rechazo o de vacilación, pero todo han sido paranoias mías,
no tiene nada que ver contigo.
—Quería
asegurarme de que confiabas en mí, pero tócame de una vez o me va a dar un
síncope — exigió con sus ojos oscuros.
Donghae se detuvo
a mirarlo y se le cortó la respiración al asimilar lo que tenía ante sus ojos:
estaba allí tendido a su merced. Hyukjae era como un tigre encadenado listo
para atacar y le resultaba embriagador y tremendamente erótico tenerlo
inmovilizado. Aquel cuerpo musculoso era una promesa de placer y Donghae se
moría por acariciar hasta el último centímetro de su piel.
—Eres el hombre
más sexy del planeta —afirmó con una voz seductora cargada de deseo.
—Creo que tienes
que ir a que te revisen la vista. Siempre lo he pensado. Estoy lleno de
cicatrices, cariño, y son muy feas.
Sí. Hyukjae tenía
cicatrices, un testimonio de su fuerza y de su valentía. A Donghae jamás le
parecerían feas o desagradables.
—Como un
guerrero, el héroe de mis sueños.
Estiró el brazo
para acariciarle el pecho con la palma de la mano y repasó con el dedo cada una
de sus cicatrices antes de inclinarse para lamerlas con la lengua.
—Estás loco
—gimió tirando de las vendas que le ataban los brazos. —Tú me vuelves loco
—replicó riéndose sin dejar de lamerle el pecho.
Le mordisqueó un
pezón con cuidado mientras le agarraba la verga por encima de la seda. Tener a Hyukjae
a su merced era algo completamente nuevo y tentador. Se arrodilló para quitarse
la bata. Tenía tantas ganas de tocarlo que casi se olvida de la sorpresa que le
había preparado.
—¡Madre de Dios!
¿Qué llevas puesto? —preguntó atormentado. Donghae le dedicó una sonrisa
traviesa y seductora.
—Otro regalo de
San Valentín para ti.
Era la prenda más
picante que se había puesto jamás, a Hyukjae le encantaba la lencería sexy; si
bien el interés en la ropa le duraba muy poco, pues no tardaba en quitársela, a
mordiscos si era necesario.
Hyukjae tragó
saliva mientras recorría con ojos apasionados su cuerpo deseando hacerlo suyo.
—Es muy grande, Hyukjae.
Una auténtica pasada.
—Sí, lo sé, la
tengo más grande de lo normal—gruñó resoplando cada vez más fuerte.
—¡Qué tonto! No
me refería a tus partes, sino a la prenda. —Se echó a reír y, al bajarle el
elástico de los calzoncillos, Hyukjae se liberó en toda su magnitud.
—Ahora mismo me
importa un comino —resolló.
En cuanto le puso
la mano encima Donghae también perdió todo el interés en el videojuego. Le
agarró su suave miembro con la mano mientras se inclinaba para besarlo rozando
sus pechos. Hyukjae le metió la lengua en la boca y reaccionó levantando las
caderas cuando lo agarró con más fuerza del paquete. Hyukjae lo besaba como si
estuviera poseído y él le contestaba con el mismo frenesí mientras le
acariciaba la parte del cuerpo que se moría por tener dentro. Pero eso podía
esperar. Hyukjae había hecho todo esto por él y Donghae estaba decidido a que
gozara con la experiencia. Y que gozara mucho. Pensaba sacar al cavernícola que
llevaba dentro antes de centrarse
en sus propias
necesidades.
Le liberó la boca
y se arrodilló junto a él sin dejar de acariciar su terso falo. Sus manos
recorrieron sin prisa alguna cada centímetro de su piel, pues no sabía si se le
volvería a presentar esta oportunidad y quería tocar su cuerpo entero.
—Tengo un antojo
—le comentó con sensualidad antes de soltarlo y bajarse de la cama.
—Donghae, vuelve
—suplicó con una voz insistente.
Se fue corriendo
a la cocina y regresó con un bote de nata montada. Lo agitó con erotismo,
inclinó la cabeza, abrió la boca y lanzó un chorro de crema entre sus labios.
—Mmmm…, ¡está
buenísimo! —Se lamió los labios mientras tragaba la dulce espuma. Hyukjae lo
contemplaba embelesado con una mirada de deseo amenazante que hizo estremecer a
Donghae—. Solo hay una cosa que me sabría aún mejor si me estallara en la boca.
Algo de lo que tengo antojo.
Avanzó a cuatro
patas por la cama, entre las piernas atadas de Hyukjae.
—Donghae —le
advirtió Hyukjae, pero no le hizo caso.
Le echó la nata
por el terso vientre, los muslos y el falo empalmado. Primero le lamió el
vientre, recorriendo con la lengua cada uno de sus duros músculos y deleitándose
en el dulce sabor de la nata montada. Hyukjae se retorció lo que las vendas le
permitieron y gruñó:
—Me las vas a
pagar.
Donghae sonrió
lamiéndole el muslo.
—Cuento con ello,
grandullón. Eres grande en todo. Ya me entiendes.
Su órgano viril
no dejó de palpitar mientras ella se acercaba al otro muslo y empezaba a
mordisquearlo y lamerlo hasta dejar una marca con los dientes en la dulce piel.
Empezó a gemir al
recorrer la entrepierna con la lengua, lamiendo la nata montada con lentitud y
a
conciencia.
—No voy a durar
mucho. Maldita sea, Donghae. Desátame.
Su voz se debatía
entre la frustración y la excitación, y Donghae levantó la cabeza para buscar
en sus ojos alguna señal que indicara que estaba incómodo en algún plano que no
fuera el sexual. No la encontró. A Hyukjae le consumía el placer carnal, gozaba
contemplándole y lo único que le frustraba era no ser capaz de compensarlo con
el mismo placer.
—Pensé que
querías satisfacer todos mis antojos —le susurró con sensualidad—. Tengo antojo
de ti.
Hyukjae gruñó y
dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras Donghae se metía el falo en la
boca y trazaba círculos con la lengua sobre la punta en forma de bulbo.
—Me vas a matar
—jadeó mientras él se la metía hasta el fondo de la garganta. «De placer,
grandullón».
Donghae se metió
todo lo que le cupo en la boca, pero era enorme. Le apretó con los labios y
succionó, meneando la cabeza mientras lo devoraba.
Hyukjae empezó a
bambolear las caderas, empujándolas contra su boca cada vez que presionaba
hacia abajo. Donghae levantó la mirada y vio cómo se tensaban los músculos de
ese cuerpo perfecto y cómo se aferraban sus manos a las vendas que lo mantenían
atado. Se quedó cautivado de la expresión que tenía Hyukjae en ese momento:
embriagado por la pasión, había perdido el control por completo y se había
dejado llevar por el éxtasis.
—Donghae, cariño.
Ahhhh… Dios mío. Síííí…
A medida que se
movía más rápido y ejercía más presión él empezó a gritar palabras sin ton ni
son hasta que explotó con el cuerpo encharcado en sudor. Su alivio inundó en
forma de líquido caliente la boca de Donghae, que se lo tragó gimiendo sin
sacársela de la boca. Después de lamer hasta la última gota, gateó a cuatro
patas hasta llegar a sus labios y lo besó para que probara su propio sabor
entre sus brazos.
Él se recreó en
su boca, pero acabó apartando los labios de los suyos para exigir:
—Tu entrada.
Ahora.
Tiró de las
vendas con desesperación deseando estar suelto. Sí, era hora de liberar a su
cavernícola.
—Ayúdame —le
pidió Donghae, pues no tenía ni idea de cómo soltarlo.
Hyukjae le dio
instrucciones concisas y logró liberar las manos. Entonces, sin dejar de
jadear, se incorporó y desató él mismo los nudos que le sujetaban las piernas
y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo sudoroso estaba encima de él. Hyukjae
el Macho había encontrado a su presa y estaba desbocado. Dios mío, Donghae
adoraba a este hombre.
Le bastaron dos
zarpazos para arrancarle sus bóxer, que cayó al suelo hecha pedazos. Donghae
suspiró cautivado por esa fuerza bruta y por la facilidad con la que era capaz
de desnudarlo. Hacía tiempo que había dejado de reprenderle cada vez que le
destrozaba la ropa interior. Ya le compraría más. Merecía la pena solo por ver
cómo la pasión le hacía perder los estribos. Como de costumbre, se puso como
una fiera con la ropa, pero a él no le hizo ningún daño.
—Dios mío, eres
precioso —jadeó mientras contemplaba su cuerpo—. Es hora de la revancha.
¿Querías jugar, pequeño? Pues prepárate.
Donghae estaba
más que preparado para el tipo de castigo que Hyukjae tenía en mente: un
castigo que lo dejaría sin respiración y que le haría gimotear y suplicar.
Gimió al sentir sus dedos acariciándole los pezones hinchados y con la
sensibilidad a flor de piel. Estaba más que listo.
—Por favor, Hyukjae.
—Por favor, ¿qué?
¿Qué es lo que quieres? —le preguntó con brusquedad.
—Fóllame, por
favor.
—Creo que no. El
que tiene un antojo ahora soy yo. Se me hace la boca agua pensando en tu miel.
¿Estás duro, cariño?
¿Duro? Madre
mía…, estaba a reventar.
—Sí.
Donghae bamboleó
las caderas, pero fue incapaz de mover ni un milímetro el cuerpo duro como una
roca que tenía encima. Aunque estaban piel contra piel, él apoyaba la mayor
parte de su peso en sus brazos. Donghae miró hacia arriba para encontrarse con
sus intensos ojos oscuros y exigirle con el cuerpo que le hiciera suyo.
—Vas a correrte
para mí mientras te como entero —susurró con una voz áspera.
Enterró la cara
entre su pelo antes de mordisquearle el cuello y empezar a descender lamiéndole
la piel.
Donghae gimió
mientras él le lamía, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para
idolatrar su cuerpo. Sintió que se estremecía por dentro cuando Hyukjae se
dirigió hacia la tripa, donde se detuvo para lamerle el ombligo y llenarle de
besos húmedos y cálidos el vientre.
Por fin, justo
antes de que empezara a gritar de frustración, Hyukjae le separó las piernas y Donghae
se estremeció al sentir el cálido aliento de su prometido sobre su sexo al
descubierto acariciandolo. Donghae echó la cabeza hacia atrás desesperada por
que su boca la tocara.
—Por favor, Hyukjae.
Te necesito.
Rozó con el dedo los
pliegues de su entrada, introduciéndolo cada vez más.
—¿Así? —preguntó
con exigencia.
—Más —le rogó.
Si no hacía que
se corriera de inmediato, se iba a volver loco.
—¿Así?
Su dedo se
deslizaba con facilidad sobre la piel resbaladiza y empezó a acariciar su
empalmado miembro.
—Más. ¡Más!
Su cuerpo lo
deseaba tanto que estaba empezando a perder los papeles.
—¿Así?
Acercó la lengua
y le lamió.
Ay, Dios. Sí. Sí.
Sí. Levantó las caderas. Hyukjae enterró la cabeza entre sus muslos para
devorarlo con un ansia sin paliativos, mientras le comía hasta las entrañas
emitiendo un sonido reverberante.
—Sí. Por favor, Hyukjae.
Necesito correrme.
Donghae metió los
dedos entre sus cabellos para agarrarlo de la cabeza y atraerlo aún más hacia
él. Gimió y balanceó las caderas mientras él le daba todo el placer que su
ardiente boca podía darle.
Hyukjae gruñó
sobre su carne, lo que generó unas vibraciones que lo arrastraron despacio
hacia la locura. Siguió lamiendo hasta que Donghae perdió el sentido y se dejó
llevar por un clímax abrumador que lo consumió por completo y que le hizo arder
de pasión.
En lugar de
sollozar aliviado, que es lo que tenía ganas de hacer, Donghae gritó su nombre
mientras continuas olas de placer le recorrían el cuerpo entero.
Después de haber
exprimido hasta la última gota de satisfacción que podía ofrecerle con su increíble
boca, Hyukjae se quitó los calzoncillos y trepó por el cuerpo de Donghae, que
abrió los ojos para ver al hombre del que estaba enamorado y que en ese momento
se mostraba feroz y desbocado, tal como le gustaba. Tal como lo amaba.
Aunque el cuerpo
de Donghae estaba satisfecho, la necesidad de unirse con él en un solo ser era
tan apremiante que lo superaba.
—Fóllame, Hyukjae.
Ahora.
Su erección se
acercó peligrosamente, que aún no había dejado de estremecerse.
—Eres mío
—rugió—. Siempre lo serás.
—Sí. Siempre.
Hyukjae colocó su
falo empalmado en la entrada de Donghae y lo penetró de una sola embestida que
lo dejó sin respiración y que lo llenó por completo. Donghae le rodeó la
cintura con las piernas y el cuello con los brazos, tratando de acercarse al
máximo a él.
La boca de Hyukjae
cubrió la suya insuflando calor en todo su cuerpo y arrastrándolo a un lugar en
el que solo existían ellos dos. Lo empalaba una y otra vez, retrocediendo las
caderas sin llegar a sacarla del todo, mientras Donghae se entregaba en cuerpo
y alma al volátil apareamiento. Lo estaba haciendo suyo y él quería que así
fuera.
—Dime que eres mío.
Te necesito. Te quiero. No me abandonarás en la vida —exigió Hyukjae entre jadeos
tras arrancar la boca de la de él.
—Siempre seré tuyo.
Nada se interpondrá jamás entre nosotros. Te quiero.
Apenas había
salido aquel jadeo de su boca cuando sintió que el orgasmo se acercaba;
entonces apretó con más fuerza las piernas alrededor de la cintura de Hyukjae
para responder a sus intensas embestidas, de modo que sus cuerpos empapados en
sudor se fundieron en uno solo.
Donghae sintió
que el cuerpo se le hacía añicos entre temblores y, mientras su cavidad
palpitaba, le clavó las uñas en la espalda. Gritó su nombre sin dejar de
bambolear su cuerpo fogoso contra el de él hasta que alcanzó un éxtasis
arrebatador que empapó a Hyukjae y del que tardó un buen rato en sobreponerse.
—Donghae. Donghae…
—susurró antes de correrse.
En cuanto su descarga
inundó a Donghae se quitó de encima sin soltarlo, manteniéndolo en el refugio
de sus brazos. Mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho, preguntó:
—¿Te he hecho
daño?
Donghae negó con
la cabeza mientras su cuerpo entero seguía estremeciéndose.
—No —suspiró
entre jadeos—. Me has dado justo lo que necesitaba.
Donghae lo besó
en la frente por haber saciado sus necesidades y después escondió el rostro en
su cuello para tratar de recuperarse.
No tenía ni idea
de cómo lo hacía, pero Hyukjae siempre sabía lo que necesitaba en cada momento.
Esa noche, en su segundo San Valentín juntos, le había ofrecido una pasión
desenfrenada y su amor
incondicional.
Obviamente no tenía que atarse a la cama para demostrarle nada, pero el hecho
de que hubiera querido hacerlo y que se hubiera puesto a su merced lo
emocionaba.
Donghae suspiró
preguntándose cómo podía ser tan afortunado de haberse cruzado con alguien como
Hyukjae, un hombre a quien podía entregarse por completo, pues siempre trataría
con cuidado su amor, su confianza y su alma.
—Te quiero. Feliz
día de San Valentín —susurró junto a su cuello.
—Feliz día de San
Valentín, cariño. Te querré siempre —murmuró Hyukjae sobre su hombro,
estrechándolo entre los brazos con el mismo afán de protegerlo que de poseerlo.
Fueran cuales
fueran los retos que les aguardaban, Hyukjae y Donghae se enfrentarían a ellos
juntos.
—Siempre estaré a
tu lado —musitó adormilado.
—Lo sé, nene. Soy
el tipo más afortunado del mundo —afirmó él con orgullo.
Donghae se durmió
con una sonrisa en los labios y con la satisfacción de saber que había
encontrado el amor eterno. Para alguien que durante un tiempo había estado tan
solo era el mejor regalo de San Valentín que podía recibir.
Dsasdfghjllljhdsadgjk
ResponderEliminar-rueda por el piso, tirando corasoncitos de pspel(?)-
Ahhhhhhhhh
Oh si!!!
L I N D O S
Que bonitos!!!
Jajajajaja me imaginó a Kangin atándolo a la cama! Jajajajaja se lo recordará por el resto de su vida!!!
Ahhhh
Yo quería vida con bebé!
Y matrimonio!!!
Y___Y
Ahhh
Pero todo fue hermoso!!!!
:)
oh que bien al final ya los dos se tiene la confianza
ResponderEliminarTremendos regalos que le dio Hyuk a Hae
ResponderEliminarUn juego y la confianza de estar atado para él.
Que risa que haya sido Kangin quien lo atara....cualquiera buscaria la forma de hacerlo solo...pero bueno...eso demuestra que Hyuk esta bien con eso...con esa parte de su vida.
Tan lindos los dos
Ah,me hubiera gustado saber del bebé y que kangin y Teuk fueran los padrinos jajajaja...ok no
Ah...linda historia,como ellos.