Mio -Capítulo Final




Sí!

Donghae lanzó un puñetazo al aire, eufórico por haber pasado el primer nivel del último juego de
Hyukjae. En realidad, el juego era de él: su prometido lo había diseñado especialmente para él. «Las aventuras de Donghae» era una pasada aunque eso no le sorprendía. Hyukjae era un genio y cada videojuego que había creado resultaba especial. No era de extrañar que siempre se enganchara a todo lo que él creaba.

Acarició la pantalla del ordenador con la mano y suspiró. ¿Qué hombre dedicaría un sinfín de horas a diseñar un videojuego exclusivo para él, un juego que no pensaba sacar jamás al mercado?

«Solo Hyukjae».

Se recostó en la silla para mirar el reloj. «¡Huy!». Se había metido tanto en el juego que llevaba en la sala de informática más tiempo del que se había propuesto. Pero es que le encantaba, ¡era tan adictivo!

Hyukjae se lo había regalado por San Valentín, entre otras muchas cosas. Para ella siempre sería un regalo muy especial porque lo había hecho él y porque probablemente había dedicado semanas enteras de su inexistente tiempo libre diseñándolo con el único objetivo de que él se lo pasara bien. Su prometido lo había guiado hasta la habitación hacía más de una hora para darle la sorpresa. Se había marchado con una sonrisa de oreja a oreja cuando se había sentado frente al ordenador impaciente por dominar otra de sus creaciones.


Donghae apagó el ordenador entusiasmado, deseando ir a buscar a Hyukjae para darle las gracias como se merecía. El diamante que llevaba en la mano izquierda reflejó la abundante luz que había en la sala y, al verlo brillar con tanta intensidad, sintió que el corazón se le contraía.

«Hyukjae es mío. Vamos a casarnos y a tener un bebé».

La tristeza y las dudas se habían evaporado como por arte de magia. Donghae volvía a sentirse como siempre con Hyukjae. Se había dado cuenta de que todos esos miedos irracionales se debían a que había sospechado que estaba embarazado y no había querido aceptarlo por miedo a la reacción de Hyukjae. ¿Cómo había podido ser tan tonto? ¿Cuándo lo había defraudado el hombre del que estaba enamorado? En todo caso, estaba más protector de lo necesario, pero esa era su forma de ser y a él le encantaba tal y como era, aunque le cabreara que a veces se pusiera en plan déspota.

Donghae sonrió al recordar que le había prometido intentar no ser tan dominante y controlador. Se había portado muy bien durante toda la tarde: atendiéndolo y haciéndole el amor con cuidado, como si se fuera a romper por estar embarazado. A decir verdad, después de las últimas semanas, en las que había estado tan alterado emocionalmente, necesitaba justo eso y esa íntima ternura le había reconfortado. Sin embargo…, había llegado el momento de despertar a su macho alfa. No es que Donghae disfrutara cuando Hyukjae se ponía en plan dominante en la cama, es que lo volvía loco de placer. Hyukjae era mitad ternura, mitad testosterona. Y ya era hora de que su faceta cavernícola viniera a jugar con él.

Se detuvo para ajustarse la bata de seda roja que se había puesto. Era raro que llevara más de una hora sin ver a Hyukjae. Normalmente se sentaba a su lado y trabajaba en algún juego mientras él se entretenía en el ordenador de pruebas de la sala de informática.

Como iba descalzo, no hizo ruido alguno al bajar las escaleras enmoquetadas.

—¿Hyukjae? —lo llamó al entrar en la cocina.

Se quedó atónito al no encontrarlo allí. Dormido seguro que no estaba. Jamás se iba a la cama sin él

—¡Ven al dormitorio! —exigió Hyukjae con su voz ronca.

Esbozó una sonrisilla mientras avanzaba hacia el cuarto. Él no pedía; daba órdenes. Donghae le
obedecía cuando le apetecía y en ese momento se sintió tentado a seguir sus instrucciones. Avanzó por el pasillo con curiosidad. La puerta del dormitorio estaba entornada y se abrió de par en par sin hacer el menor ruido cuando Donghae apoyó una mano en la madera y empujó con suavidad.

Se le cortó la respiración al posar los ojos en Hyukjae: estaba atado a la cama y lo único que llevaba puesto era la cadena de oro con el penique de la suerte y unos bóxers de seda decorados con corazones y diablillos. Con el pulso acelerado corrió hacia la cama:

—Pero ¡qué haces, Hyukjae!

Donghae había estado atada varias veces: la primera vez porque era la única manera en que Hyukjae podía hacerlo al principio y las demás porque les resultaba erótico y sexy. Teniendo en cuenta lo que le había ocurrido a Hyukjae, Donghae no daba crédito a lo que veían sus ojos. Parpadeó y volvió a parpadear. Hyukjae abrió el puño para enseñarle uno de los corazones de cartón que le regalaba en todas las celebraciones; un diminuto corazón canjeable por un deseo, por cualquier cosa que quisiera de él. El papelillo revoloteó sobre la palma de su mano atada.

—Deseo que te des cuenta de que confío en ti al cien por cien.

—No, Hyukjae. No. —Donghae subió a la cama y tiró de las vendas presa del pánico, pero no logró desatarlas. Se sintió frustrado al no ser capaz de liberarlo y le rogó—: Dime cómo se desata esto. — Empezó a tirar con todas sus fuerzas de una de las vendas que le sujetaban el brazo. Necesitaba soltarlo como fuera. No soportaba verlo así de indefenso. Estar así tenía que estar matándolo. «¡Maldito Hyukjae!». ¿Había algo que no estuviera dispuesto a hacer para demostrarle su fe en él?—. No hacía falta que hicieras esto. Ya confío en ti al cien por cien.

—Quieto. Para o te harás daño. —El tono severo la hizo frenar en seco. Donghae nunca le había oído tan serio. Con un tono más relajado añadió—: No estoy incómodo. Bueno…, excepto porque tengo cierta protuberancia…



Donghae posó la mano sobre su corazón acelerado y, por primera vez desde que había entrado en el dormitorio, miró a Hyukjae a la cara: estaba sonriendo. Al ver que tenía una sonrisa de oreja a oreja se relajó un poco y analizó la situación. ¡Madre del amor hermoso, el hombre estaba como un tren!

Tenía atadas las cuatro extremidades y lo único que había en la cama era una sábana de seda negra bajo su cuerpo musculoso. Los bóxers negros eran nuevos, uno de los muchos regalos que le había hecho por San Valentín, y se amoldaban perfectamente a su erección.

¿Estaba empalmado? ¿Excitado? ¿Cómo era eso posible? Después de las cosas que le habían ocurrido en el pasado, ¿cómo podía hacer esto sin sentirse angustiado o afligido? Buscó alguna señal de molestia en el rostro de Hyukjae…, pero no encontró ninguna. La devoraba con una mirada apasionada, sin rastro alguno de malestar.

—¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has logrado atarte a ti mismo?

A juzgar por lo poco que habían cedido las vendas cuando Donghae había tratado de desatarlo los nudos estaban muy apretados.

—Ha sido Kangin —respondió contrariado—. Creo que el muy cabrón me ha atado demasiado fuerte.

Donghae se llevó una mano a la boca para intentar reprimir la risa…, pero la carcajada se le escapó igualmente de los labios.

—¿Ha sido tu hermano?

—Esto me lo va a estar recordando toda la vida. Yo quería estar desnudo, pero insistió en que al menos me tapara mis partes para que no le sacara un ojo —respondió Hyukjae malhumorado.

Madre mía, Donghae hubiera dado cualquier cosa por ver ese momento, pero tenía que conformarse con imaginarse a Kangin atando a su hermano a la cama e insistiéndole en que se tapara sus partes nobles. Como Kangin no conocía todos los secretos de Hyukjae, lo más probable es que, en lugar de alarmarse con la situación, se lo hubiera tomado como una extravagancia, con la que podría estar vacilando a su hermano pequeño eternamente.

—No puedo creerme que hayas hecho esto. —Cogió el corazón de cartón de la mano de Hyukjae, lo
rompió en pedazos y lanzó los trocitos hacia el techo—. Deseo concedido. Pero ya confiaba en ti al cien por cien. Ya te he dicho que fue por culpa de las hormonas. Además, he estado pensando y ahora entiendo que hayas podido interpretar mi comportamiento como una muestra de rechazo o de vacilación, pero todo han sido paranoias mías, no tiene nada que ver contigo.

—Quería asegurarme de que confiabas en mí, pero tócame de una vez o me va a dar un síncope — exigió con sus ojos oscuros.

Donghae se detuvo a mirarlo y se le cortó la respiración al asimilar lo que tenía ante sus ojos: estaba allí tendido a su merced. Hyukjae era como un tigre encadenado listo para atacar y le resultaba embriagador y tremendamente erótico tenerlo inmovilizado. Aquel cuerpo musculoso era una promesa de placer y Donghae se moría por acariciar hasta el último centímetro de su piel.

—Eres el hombre más sexy del planeta —afirmó con una voz seductora cargada de deseo.

—Creo que tienes que ir a que te revisen la vista. Siempre lo he pensado. Estoy lleno de cicatrices, cariño, y son muy feas.

Sí. Hyukjae tenía cicatrices, un testimonio de su fuerza y de su valentía. A Donghae jamás le parecerían feas o desagradables.

—Como un guerrero, el héroe de mis sueños.

Estiró el brazo para acariciarle el pecho con la palma de la mano y repasó con el dedo cada una de sus cicatrices antes de inclinarse para lamerlas con la lengua.

—Estás loco —gimió tirando de las vendas que le ataban los brazos. —Tú me vuelves loco —replicó riéndose sin dejar de lamerle el pecho.

Le mordisqueó un pezón con cuidado mientras le agarraba la verga por encima de la seda. Tener a Hyukjae a su merced era algo completamente nuevo y tentador. Se arrodilló para quitarse la bata. Tenía tantas ganas de tocarlo que casi se olvida de la sorpresa que le había preparado.

—¡Madre de Dios! ¿Qué llevas puesto? —preguntó atormentado. Donghae le dedicó una sonrisa traviesa y seductora.

—Otro regalo de San Valentín para ti.

Era la prenda más picante que se había puesto jamás, a Hyukjae le encantaba la lencería sexy; si bien el interés en la ropa le duraba muy poco, pues no tardaba en quitársela, a mordiscos si era necesario.

Hyukjae tragó saliva mientras recorría con ojos apasionados su cuerpo deseando hacerlo suyo.

—Es muy grande, Hyukjae. Una auténtica pasada.

—Sí, lo sé, la tengo más grande de lo normal—gruñó resoplando cada vez más fuerte.

—¡Qué tonto! No me refería a tus partes, sino a la prenda. —Se echó a reír y, al bajarle el elástico de los calzoncillos, Hyukjae se liberó en toda su magnitud.

—Ahora mismo me importa un comino —resolló.

En cuanto le puso la mano encima Donghae también perdió todo el interés en el videojuego. Le agarró su suave miembro con la mano mientras se inclinaba para besarlo rozando sus pechos. Hyukjae le metió la lengua en la boca y reaccionó levantando las caderas cuando lo agarró con más fuerza del paquete. Hyukjae lo besaba como si estuviera poseído y él le contestaba con el mismo frenesí mientras le acariciaba la parte del cuerpo que se moría por tener dentro. Pero eso podía esperar. Hyukjae había hecho todo esto por él y Donghae estaba decidido a que gozara con la experiencia. Y que gozara mucho. Pensaba sacar al cavernícola que llevaba dentro antes de centrarse


en sus propias necesidades.

Le liberó la boca y se arrodilló junto a él sin dejar de acariciar su terso falo. Sus manos recorrieron sin prisa alguna cada centímetro de su piel, pues no sabía si se le volvería a presentar esta oportunidad y quería tocar su cuerpo entero.

—Tengo un antojo —le comentó con sensualidad antes de soltarlo y bajarse de la cama.

—Donghae, vuelve —suplicó con una voz insistente.

Se fue corriendo a la cocina y regresó con un bote de nata montada. Lo agitó con erotismo, inclinó la cabeza, abrió la boca y lanzó un chorro de crema entre sus labios.

—Mmmm…, ¡está buenísimo! —Se lamió los labios mientras tragaba la dulce espuma. Hyukjae lo contemplaba embelesado con una mirada de deseo amenazante que hizo estremecer a Donghae—. Solo hay una cosa que me sabría aún mejor si me estallara en la boca. Algo de lo que tengo antojo.

Avanzó a cuatro patas por la cama, entre las piernas atadas de Hyukjae.

—Donghae —le advirtió Hyukjae, pero no le hizo caso.

Le echó la nata por el terso vientre, los muslos y el falo empalmado. Primero le lamió el vientre, recorriendo con la lengua cada uno de sus duros músculos y deleitándose en el dulce sabor de la nata montada. Hyukjae se retorció lo que las vendas le permitieron y gruñó:

—Me las vas a pagar.

Donghae sonrió lamiéndole el muslo.

—Cuento con ello, grandullón. Eres grande en todo. Ya me entiendes.

Su órgano viril no dejó de palpitar mientras ella se acercaba al otro muslo y empezaba a mordisquearlo y lamerlo hasta dejar una marca con los dientes en la dulce piel.
Empezó a gemir al recorrer la entrepierna con la lengua, lamiendo la nata montada con lentitud y a
conciencia.

—No voy a durar mucho. Maldita sea, Donghae. Desátame.

Su voz se debatía entre la frustración y la excitación, y Donghae levantó la cabeza para buscar en sus ojos alguna señal que indicara que estaba incómodo en algún plano que no fuera el sexual. No la encontró. A Hyukjae le consumía el placer carnal, gozaba contemplándole y lo único que le frustraba era no ser capaz de compensarlo con el mismo placer.

—Pensé que querías satisfacer todos mis antojos —le susurró con sensualidad—. Tengo antojo de ti.

Hyukjae gruñó y dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras Donghae se metía el falo en la boca y trazaba círculos con la lengua sobre la punta en forma de bulbo.

—Me vas a matar —jadeó mientras él se la metía hasta el fondo de la garganta. «De placer, grandullón».

Donghae se metió todo lo que le cupo en la boca, pero era enorme. Le apretó con los labios y succionó, meneando la cabeza mientras lo devoraba.

Hyukjae empezó a bambolear las caderas, empujándolas contra su boca cada vez que presionaba hacia abajo. Donghae levantó la mirada y vio cómo se tensaban los músculos de ese cuerpo perfecto y cómo se aferraban sus manos a las vendas que lo mantenían atado. Se quedó cautivado de la expresión que tenía Hyukjae en ese momento: embriagado por la pasión, había perdido el control por completo y se había dejado llevar por el éxtasis.

—Donghae, cariño. Ahhhh… Dios mío. Síííí…

A medida que se movía más rápido y ejercía más presión él empezó a gritar palabras sin ton ni son hasta que explotó con el cuerpo encharcado en sudor. Su alivio inundó en forma de líquido caliente la boca de Donghae, que se lo tragó gimiendo sin sacársela de la boca. Después de lamer hasta la última gota, gateó a cuatro patas hasta llegar a sus labios y lo besó para que probara su propio sabor entre sus brazos.

Él se recreó en su boca, pero acabó apartando los labios de los suyos para exigir:

—Tu entrada. Ahora.

Tiró de las vendas con desesperación deseando estar suelto. Sí, era hora de liberar a su cavernícola.

—Ayúdame —le pidió Donghae, pues no tenía ni idea de cómo soltarlo.

Hyukjae le dio instrucciones concisas y logró liberar las manos. Entonces, sin dejar de jadear, se incorporó y desató él mismo los nudos que le sujetaban las piernas y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo sudoroso estaba encima de él. Hyukjae el Macho había encontrado a su presa y estaba desbocado. Dios mío, Donghae adoraba a este hombre.

Le bastaron dos zarpazos para arrancarle sus bóxer, que cayó al suelo hecha pedazos. Donghae suspiró cautivado por esa fuerza bruta y por la facilidad con la que era capaz de desnudarlo. Hacía tiempo que había dejado de reprenderle cada vez que le destrozaba la ropa interior. Ya le compraría más. Merecía la pena solo por ver cómo la pasión le hacía perder los estribos. Como de costumbre, se puso como una fiera con la ropa, pero a él no le hizo ningún daño.

—Dios mío, eres precioso —jadeó mientras contemplaba su cuerpo—. Es hora de la revancha. ¿Querías jugar, pequeño? Pues prepárate.

Donghae estaba más que preparado para el tipo de castigo que Hyukjae tenía en mente: un castigo que lo dejaría sin respiración y que le haría gimotear y suplicar. Gimió al sentir sus dedos acariciándole los pezones hinchados y con la sensibilidad a flor de piel. Estaba más que listo.

—Por favor, Hyukjae.

—Por favor, ¿qué? ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó con brusquedad.

—Fóllame, por favor.

—Creo que no. El que tiene un antojo ahora soy yo. Se me hace la boca agua pensando en tu miel. ¿Estás duro, cariño?

¿Duro? Madre mía…, estaba a reventar.

—Sí.

Donghae bamboleó las caderas, pero fue incapaz de mover ni un milímetro el cuerpo duro como una roca que tenía encima. Aunque estaban piel contra piel, él apoyaba la mayor parte de su peso en sus brazos. Donghae miró hacia arriba para encontrarse con sus intensos ojos oscuros y exigirle con el cuerpo que le hiciera suyo.

—Vas a correrte para mí mientras te como entero —susurró con una voz áspera.

Enterró la cara entre su pelo antes de mordisquearle el cuello y empezar a descender lamiéndole la piel.

Donghae gimió mientras él le lamía, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para idolatrar su cuerpo. Sintió que se estremecía por dentro cuando Hyukjae se dirigió hacia la tripa, donde se detuvo para lamerle el ombligo y llenarle de besos húmedos y cálidos el vientre.

Por fin, justo antes de que empezara a gritar de frustración, Hyukjae le separó las piernas y Donghae se estremeció al sentir el cálido aliento de su prometido sobre su sexo al descubierto acariciandolo. Donghae echó la cabeza hacia atrás desesperada por que su boca la tocara.

—Por favor, Hyukjae. Te necesito.

Rozó con el dedo los pliegues de su entrada, introduciéndolo cada vez más.

—¿Así? —preguntó con exigencia.

—Más —le rogó.

Si no hacía que se corriera de inmediato, se iba a volver loco.

—¿Así?

Su dedo se deslizaba con facilidad sobre la piel resbaladiza y empezó a acariciar su empalmado miembro.

—Más. ¡Más!

Su cuerpo lo deseaba tanto que estaba empezando a perder los papeles.

—¿Así?

Acercó la lengua y le lamió.

Ay, Dios. Sí. Sí. Sí. Levantó las caderas. Hyukjae enterró la cabeza entre sus muslos para devorarlo con un ansia sin paliativos, mientras le comía hasta las entrañas emitiendo un sonido reverberante.

—Sí. Por favor, Hyukjae. Necesito correrme.

Donghae metió los dedos entre sus cabellos para agarrarlo de la cabeza y atraerlo aún más hacia él. Gimió y balanceó las caderas mientras él le daba todo el placer que su ardiente boca podía darle.
Hyukjae gruñó sobre su carne, lo que generó unas vibraciones que lo arrastraron despacio hacia la locura. Siguió lamiendo hasta que Donghae perdió el sentido y se dejó llevar por un clímax abrumador que lo consumió por completo y que le hizo arder de pasión.

En lugar de sollozar aliviado, que es lo que tenía ganas de hacer, Donghae gritó su nombre mientras continuas olas de placer le recorrían el cuerpo entero.

Después de haber exprimido hasta la última gota de satisfacción que podía ofrecerle con su increíble boca, Hyukjae se quitó los calzoncillos y trepó por el cuerpo de Donghae, que abrió los ojos para ver al hombre del que estaba enamorado y que en ese momento se mostraba feroz y desbocado, tal como le gustaba. Tal como lo amaba.

Aunque el cuerpo de Donghae estaba satisfecho, la necesidad de unirse con él en un solo ser era tan apremiante que lo superaba.

—Fóllame, Hyukjae. Ahora.

Su erección se acercó peligrosamente, que aún no había dejado de estremecerse.

—Eres mío —rugió—. Siempre lo serás.

—Sí. Siempre.

Hyukjae colocó su falo empalmado en la entrada de Donghae y lo penetró de una sola embestida que lo dejó sin respiración y que lo llenó por completo. Donghae le rodeó la cintura con las piernas y el cuello con los brazos, tratando de acercarse al máximo a él.

La boca de Hyukjae cubrió la suya insuflando calor en todo su cuerpo y arrastrándolo a un lugar en el que solo existían ellos dos. Lo empalaba una y otra vez, retrocediendo las caderas sin llegar a sacarla del todo, mientras Donghae se entregaba en cuerpo y alma al volátil apareamiento. Lo estaba haciendo suyo y él quería que así fuera.

—Dime que eres mío. Te necesito. Te quiero. No me abandonarás en la vida —exigió Hyukjae entre jadeos tras arrancar la boca de la de él.

—Siempre seré tuyo. Nada se interpondrá jamás entre nosotros. Te quiero.

Apenas había salido aquel jadeo de su boca cuando sintió que el orgasmo se acercaba; entonces apretó con más fuerza las piernas alrededor de la cintura de Hyukjae para responder a sus intensas embestidas, de modo que sus cuerpos empapados en sudor se fundieron en uno solo.

Donghae sintió que el cuerpo se le hacía añicos entre temblores y, mientras su cavidad palpitaba, le clavó las uñas en la espalda. Gritó su nombre sin dejar de bambolear su cuerpo fogoso contra el de él hasta que alcanzó un éxtasis arrebatador que empapó a Hyukjae y del que tardó un buen rato en sobreponerse.

—Donghae. Donghae… —susurró antes de correrse.

En cuanto su descarga inundó a Donghae se quitó de encima sin soltarlo, manteniéndolo en el refugio de sus brazos. Mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho, preguntó:

—¿Te he hecho daño?

Donghae negó con la cabeza mientras su cuerpo entero seguía estremeciéndose.

—No —suspiró entre jadeos—. Me has dado justo lo que necesitaba.

Donghae lo besó en la frente por haber saciado sus necesidades y después escondió el rostro en su cuello para tratar de recuperarse.

No tenía ni idea de cómo lo hacía, pero Hyukjae siempre sabía lo que necesitaba en cada momento. Esa noche, en su segundo San Valentín juntos, le había ofrecido una pasión desenfrenada y su amor
incondicional. Obviamente no tenía que atarse a la cama para demostrarle nada, pero el hecho de que hubiera querido hacerlo y que se hubiera puesto a su merced lo emocionaba.

Donghae suspiró preguntándose cómo podía ser tan afortunado de haberse cruzado con alguien como Hyukjae, un hombre a quien podía entregarse por completo, pues siempre trataría con cuidado su amor, su confianza y su alma.

—Te quiero. Feliz día de San Valentín —susurró junto a su cuello.

—Feliz día de San Valentín, cariño. Te querré siempre —murmuró Hyukjae sobre su hombro, estrechándolo entre los brazos con el mismo afán de protegerlo que de poseerlo.

Fueran cuales fueran los retos que les aguardaban, Hyukjae y Donghae se enfrentarían a ellos juntos.

—Siempre estaré a tu lado —musitó adormilado.

—Lo sé, nene. Soy el tipo más afortunado del mundo —afirmó él con orgullo.

Donghae se durmió con una sonrisa en los labios y con la satisfacción de saber que había encontrado el amor eterno. Para alguien que durante un tiempo había estado tan solo era el mejor regalo de San Valentín que podía recibir.




3 comentarios:

  1. Dsasdfghjllljhdsadgjk
    -rueda por el piso, tirando corasoncitos de pspel(?)-
    Ahhhhhhhhh
    Oh si!!!
    L I N D O S
    Que bonitos!!!
    Jajajajaja me imaginó a Kangin atándolo a la cama! Jajajajaja se lo recordará por el resto de su vida!!!
    Ahhhh
    Yo quería vida con bebé!
    Y matrimonio!!!
    Y___Y
    Ahhh
    Pero todo fue hermoso!!!!
    :)

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  2. oh que bien al final ya los dos se tiene la confianza

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  3. Tremendos regalos que le dio Hyuk a Hae
    Un juego y la confianza de estar atado para él.
    Que risa que haya sido Kangin quien lo atara....cualquiera buscaria la forma de hacerlo solo...pero bueno...eso demuestra que Hyuk esta bien con eso...con esa parte de su vida.
    Tan lindos los dos
    Ah,me hubiera gustado saber del bebé y que kangin y Teuk fueran los padrinos jajajaja...ok no
    Ah...linda historia,como ellos.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...