—¿Dónde está?
Frustrado y preocupado, Minwoo exploró la habitación con
la mirada. La cama estaba todavía desordenada, pero el tocador y el baúl de
cajones estaban perfectos. Todo estaba donde tenía que estar, excepto por la
presencia de Hyungsik.
—No lo sé. Estaba hecho bola en el suelo por el dolor
cuando lo dejé.
Jiyi fue hasta el punto como si supiera de alguna manera
dónde había estado. Tocando el suelo, jadeó.
—Oh, esto es malo.
A Minwoo se le cayó el alma a los pies ante el desalentador
tono.
—¿Qué?
—Está poseído por un primus. Un poderoso primus.
Minwoo no estaba seguro de qué era eso, pero el tono con
que lo dijo no era bueno.
—¿Puedes lograr sacar el demonio?
—No lo sé. —Jiyi se puso de pie—. Si tuviera a mis
hermanas, podría. Pero sola… no lo sé.
—Entonces, ¿qué hacemos?
Fue Ronin quien contestó.
—Matarlo.
—¡Ronin! —espetó Minwoo.
—¿Qué? —Él le lanzó una mirada de inocencia, que hubiera
resultado cómica si no fuera la vida de Hyungsik lo que estaba en discusión—.
Los lobos son buenos para comer. No tan sabrosos como otras cosas, pero no son
malos. Y añadiéndoles salsa barbacoa. Podría con ello.
Queriendo servirlo a él en el Empire, Minwoo miró a Jiyi.
—Puedo rastrearlo y encontrarlo. —Minwoo cerró los ojos y
pensó en Hyungsik.
Pero por una vez, no había nada ahí.
Nada.
¿Cómo podía ser esto? Sus poderes eran de dios. Siempre
podía rastrear. Y sin embargo, no había ninguna señal de él. Era casi como si
estuviera muerto.
El mero pensamiento fue suficiente para hacerlo querer
morirse. Eres más fuerte que esto…
Minwoo los enfrentó con una calma que no sentía.
—No puedo encontrarlo.
Jiyi observó de nuevo el suelo.
—Es un poderoso demonio. Estoy segura que puede
enmascarar su olor para cualquiera excepto un dios.
—Entonces, ¿qué hacemos?
Ronin se encogió de hombros. Su ambivalencia le estaba
llegando a los nervios.
Entrecerrando sus ojos, Jiyi se tocó la barbilla.
—Menyara, creo.
Minwoo frunció el ceño ante un término que nunca había
escuchado antes.
—¿Es esa alguna clase de rara ceremonia?
Jiyi rió.
—No, es una persona. Ella vive aquí en Nueva Orleans y es
quien me ayudó cuando recién llegué. Creo que si alguien puede ayudarte, es
ella. —Le devolvió una mirada punzante a Ronin—, dado que no puedes soportarla,
¿seguramente me dejarás ir allá sola?
Él llevó su puño izquierdo hasta su hombro derecho y se
inclinó burlonamente.
—Sí, akra. Tu placer es mi eterna miseria.
Jiyi resopló.
—Te recordaré eso esta noche cuando quieras irte a la
cama.
Él se mostró horrorizado por la amenaza.
—Era una broma, bebé. No dije en serio ninguna palabra.
Ella le palmeó cariñosamente la mejilla.
—Ya veremos.
Minwoo apenas tuvo tiempo de concentrarse antes que Jiyi
lo sacara de la habitación de Hyungsik hasta una pequeña cabaña, una casa azul
brillante. Aún en la oscuridad, el azul destacaba. Colorida, pero omnipresente
en diseño, se veía como cualquiera de las cientos de casas en el Barrio Francés
de Nueva Orleans. Cortinas de encaje blanco se asomaban por debajo de gruesas
cubiertas blancas. Difícilmente se veía como la morada de alguien que pudiera
vencer a un poderoso demonio.
Pero si Hello Kitty atacara… ¡ten cuidado!
Jiyi llamó a la puerta.
Después de una pequeña pausa, una hermosa mujer Afro-americana
les abrió, sonriéndoles. Su largo cabello rizado enmarcaba su rostro que era
elegante y exótico. Vestida con un suéter amarillo brillante que hacía juego
con la cinta de pelo que usaba para sostener su cabello fuera de su frente, y
vaqueros, poseía un aura de fiero poder que agitaba el aire que las rodeaba.
No había duda que esta mujer podía enfrentar a un demonio
y ganar.
—¿Qué te trae a la puerta de Menyara, niña? —Le extendió
una mano a Minwoo—. Pasa, ma petite oso, y siéntete como en casa.
Minwoo con los ojos muy abiertos, pasó una trepiSiwan
mirada a Jiyi.
—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó a Menyara.
Una lenta sonrisa curvó sus labios y arrugó su nariz.
—Sé mucho acerca de este mundo, niño. El visto y el no
visto. Ahora pasad, hay una cálida taza de té de manzanilla Egipcia esperando,
con mucha miel.
Minwoo la siguió dentro de la pequeña casa que estaba
decorada como si fuera el interior de una pirámide Egipcia. Decorada en negro,
dorado y café la casa tenía una sensación hogareña. Era como entrar en la casa
de una amada abuela.
Minwoo tomó asiento en una pequeña silla de brazos
mientras Jiyi se sentó en el sofá al tiempo que Menyara servía el té.
Jiyi tomó una taza de su mano.
—Estoy segura que sabes por qué estamos aquí.
Menyara sostuvo la tapa de la tetera mientras servía una
taza para Minwoo.
—En realidad, sí. Pero hay mucho en flujo en este
momento. Poderes alineándose y repeliéndose —le extendió la taza a Minwoo. —Te
has hecho el más poderoso de los enemigos, chère. Uno que no se detendrá ante
nada por verte muerto.
—Eso no me interesa. Es Hyungsik por quien estoy
preocupado.
Ella inclinó su cabeza antes de servirse su propia taza.
—Él camina por una ensombrecida línea de decepción. Pero
no está en mi decirte lo que ha hecho. Sólo él puede hacerlo.
—¿A qué te refieres?
Menyara extendió su mano y una perfecta bola de fuego
apareció en el aire frente a su cara.
—Creamos cosas por nuestras acciones. —Ondeó su mano
sobre la bola de fuego para agrandarla—. Cada acción que tomamos moldea
nuestras creaciones —cortó la bola a la mitad con su mano desnuda y se disolvió
en cenizas que se extinguieron en la alfombra—. Y esto puede destruirlas.
Tal vez estuviera espesa, pero Minwoo no veía la conexión
entre esa bola de fuego y lo que le estaba sucediendo a Hyungsik.
—Todo eso está bien y es bueno, pero…
—No hay ningún pero, niño. Hyungsik está en su camino.
Debe ver a través de él.
Bueno, bien por ella, pero dado lo que había visto, él
estaba pasando un momento realmente difícil.
—¿No puedo ayudar?
—No. No hay nada que hacer. Sólo él puede vencer al
demonio en su interior.
—¿No hay algún exorcismo?
Menyara se arrodilló en el suelo, frente a Minwoo y tomó
sus manos entre las suyas y las sostuvo.
—Dentro de nosotros están piezas de lo que consideramos
negativo. —Miró a Jiyi por encima de su hombro—. Los demonios son buenos o
malos. Como tú, tienen muchas facetas. Esta es la esencia interior o senda, si
prefieres, que todos poseemos y nos guía a través de nuestras vidas. Algunas veces
esas voces que nos llevan son recuerdos susurrados que viven profundamente en
nuestro interior y nos causan tal dolor que no tenemos más opción que dejarlos
salir y lastimar a aquellos que nos rodean. Pero otras veces, la voz es amor y
compasión, y ésta nos guía a un lugar más gentil. Al final, nosotros, solos,
debemos escoger qué senda caminaremos. Nadie puede ayudarnos con ello.
Minwoo sacudió su cabeza.
—Yo no lo creo así. Nuestros caminos colisionan unos con
otros por alguna razón. Como tú con la bola. Un movimiento y podemos alejar el
odio y el dolor.
Menyara palmeó su mano.
—Ahora estás pensando, niño. Pero recuerda, es un
poderoso demonio lo que está dentro de él. Uno que está hambriento de sangre y
que no será fácilmente apaciguado. Mira en tu corazón y sabrás la verdad.
Jiyi apretó su taza ante esas palabras.
—Me dijiste que el corazón nos vuelve ciegos.
Menyara le rió a Jiyi.
—Lo hace, en verdad. —se sacó un anillo de su dedo y se
lo extendió a Minwoo—. Usa esto, niño. Te protegerá.
—¿De qué?
—Cuando llegue el momento, lo sabrás.
Minwoo observó el granate que era tan oscuro que parecía
negro. Asentado en un antiguo trenzado de placas de oro, era hermoso.
—Tu vaguedad me recuerda a un hombre llamado Shindong.
Por casualidad no estareis relacionados, ¿no es así?
Ella se rió.
—Somos viejos amigos y como yo, Shindong sabe cuándo la
verdad hará daño. Debes encontrar tu propio camino en ello. Por las mismas
leyes del universo, tengo prohibido intervenir.
—Oh, cielos. Gracias. —Se puso el anillo, después se
detuvo—. Lo siento, Menyara. No quise sonar tan desagradecido.
—Lo sé, niño. No temas. Ahora, se está haciendo tarde y
deberías regresar a tu casa. Tu lobo regresará a ti cuando sea el momento
adecuado de hacerlo.
Minwoo asintió, luego les dijo adiós a las dos. Y ahí
estaba pensando que iba a pasar una tranquila sesión de mimos mañaneros con Hyungsik.
En vez de eso, estaba aterrorizado por él.
Transportándose de nuevo a su habitación, escuchó un
montón de charlas animadas en el vestíbulo. ¿Qué diablos sucedía? Era tarde y
la mayoría del personal debía haber terminado su turno.
Curioso, abrió la puerta y fue a las escaleras. Abajo
estaba su familia entera, junto con los were que vivían allí. Mientas descendía
las escaleras, escuchó la discusión.
—Entonces, ¿qué dice la policía?
—Que fue uno de los tres asesinatos de esta noche. Están
pensando que es algo relacionado con pandillas, pero dado que Stu es un
escudero Dark-Hunter, él lo sabe mejor. Dijo que parecía más el ataque de un
demonio.
Minwoo trastabilló en el último escalón.
—¿Estás bien? —preguntó Taeyang.
—Sólo probando la gravedad.
Riendo, él sacudió su cabeza.
Minwoo se enderezó, luego se les unió.
—¿De qué estáis hablando?
—Greg, el pantera Arcadiann que vino hace dos días, fue
encontrado muerto en un callejón de Royal Street. Otros dos cuerpos fueron
encontrados en Exchange Place. Esos eran humanos.
Jeup le lanzó una sonrisa maléfica.
—Fueron drenados completamente de sangre, así que la
policía piensa que son vampiros.
Minwoo frunció el ceño.
—¿Asesinatos Daimon?
—No. —dijo su padre en tono grave—. Aún tenían su alma.
Esto era un demonio sediento de sangre.
Y Minwoo sólo podía pensar en el único demonio en la
ciudad que estaba muriendo por sangre.
El que estaba dentro de Hyungsik…
Hyungsik se despertó en un callejón del Barrio Francés,
con la cabeza latiéndole mientras el sol del mediodía se asomaba entre los
edificios que rodeaban las sombras donde debía haberse derrumbado. Le dolía
cada parte de su cuerpo de lobo.
¿Cómo había llegado hasta allí?
Cambiando el peso de su cuerpo, vio la sangre que cubría
su pelaje, pero no era su sangre. Aunque le dolía todo, no estaba herido. Pese
a que su cuerpo estaba completamente empapado como si se hubiera revolcado en
la sangre. Incluso la podía saborear en su boca.
Se transformó en humano para poder hacer aparecer una
botella de agua y, por lo menos, enjuagarse la boca para quitarse el caliente
sabor metálico. Le resultaba denso en las papilas gustativas y le hacía sentir
náuseas.
Después de quitarse el mal sabor, se recostó contra la
tibia pared de ladrillos mirando la celosía del balcón que había sobre su
cabeza.
¿Qué había pasado? Le pasaban por la cabeza imágenes de
la noche anterior, como si hubiera estado de juerga, borracho. Vio de nuevo a Minwoo
en su habitación. Pero no le había hecho daño. Las otras imágenes no eran tan
claras. Estaba él con otra gente… uno de ellos un Were-Hunter.
Una pantera…
Estaba peleando con otros, dos… ¿o eran tres? Pero no
sabía por qué. Intentó ordenar las imágenes, cerrando los ojos. Aún así,
seguían turbias y confusas. Había gruñidos e insultos. Puños y espadas. Metal
destellando mientras corría la sangre.
—¿He matado a alguien?
Recordaba que había… ¿un hombre peleando con él? Quizás
era un demonio. La imagen no estaba lo suficientemente clara como para
recordarlo. Lo único que hacían era confundirle. Le latía la cabeza.
Como necesitaba algo en lo que centrarse, hizo aparecer
un teléfono y llamó a Minwoo.
—¿Hyungsik?
Soltó un suspiro de alivio en el momento en que oyó su
suave voz. No sabía qué tenía, pero le calmaba hasta el fondo de su ser.
—Eh, nene. Yo…
—¿Dónde estás?
Arqueó una ceja ante el tono cortante. Sonaba extraño y
como si tuviera pánico.
—No lo sé. En un callejón en alguna parte.
—¿Qué te pasó anoche? —Ahora las palabras eran
acusadoras—. Intenté localizarte y no pude.
—¿Qué sucede?
—La policía te está buscando.
Aquello le golpeó como un puño. Se pasó la mano por el
pelo intentando encontrarle un sentido a todo aquello.
—¿Qué?
—Quieren interrogarte. Mataron a dos humanos y a un
Were-Hunter anoche. Greg, que había llegado hace unos días, se enrolló con una
chica y no volvió. Le encontraron de madrugada con heridas de mordiscos.
Alguien le había arrancado la yugular —se detuvo antes de susurrar—. Todos
creen que has sido tú, Hyungsik.
Pues claro. Porque, afrontémoslo, en una ciudad que
hervía de demonios, Daimons y Weres, ¿quién más podría haberlo hecho? La ira le
recorrió al pensar que él y sólo él entre tanta gente y animales, era
considerado el culpable.
—¿Qué les hace pensarlo?
—Encontraron una camiseta desgarrada en el callejón junto
al cuerpo. Tenía tu olor por todas partes.
Ah. Eso era un poquito más incriminatorio de lo que
hubiera querido. Sus palabras también trajeron una imagen de alguien que iba
tras él en las sombras. De que alguien le arrancaba la camiseta mientras
peleaban pero no podía recordar nada más.
¿Por qué estaban luchando?
Tragando con fuerza, Hyungsik apretó el teléfono en la
mano.
—¿Tú qué crees?
—Yo… no lo sé. Estabas fuera de control cuando estuve
contigo anoche.
Asesino. En realidad, no lo dijo pero tampoco hacía
falta. Su tono lo decía todo y le destrozó que dudara de él siquiera un poco
después de todo lo que habían pasado juntos. ¿Por qué no podía una persona,
sólo una vez, tener fe en él?
Pero no. Siempre pensaban lo peor en lo que a él
concernía.
Estaba bien, estaba acostumbrado a que la gente y los
animales no confiaran en él. ¿Por qué debería confiar Minwoo? Su propio hermano
le había considerado débil y egoísta. ¿Por qué debería Minwoo ser diferente?
—¿Dónde los mataron?
—A los humanos en Exchange Place y a Greg en un callejón
de Royal.
Hyungsik miró hacia la señal que podía ver desde el
callejón.
Royal.
—Mierda —suspiró.
—¿Qué?
Hyungsik dejó caer la cabeza mientras el miedo le
recorría. A lo mejor lo había hecho después de todo. No podía recordar no
haberlo hecho y obviamente había peleado con alguien por algo importante. Y
alguien que no había sido él había sangrado profusamente. Y lo que era peor,
tenía sangre en la boca y por todo el pelaje.
Como si hubiera mordido a alguien en la yugular…
Mierda, mierda, mierda. Era culpable. Tenía que serlo.
No, nunca harías algo así.
¿O sí? Con el demonio en su interior, era capaz de
cualquier cosa y anoche el demonio estaba fuera de control. Y estaba hambriento
de sangre.
Pero no quería decirle todo eso a Minwoo.
—Nada. ¿Sabes a qué hora se cometieron los asesinatos?
—Los de los humanos, no. Greg murió sobre las dos de la
madrugada.
Imágenes de una pantera Arcadiann le bombardearon
mientras se veía a sí mismo atacando a una de ellas. El tío era humano, después
pantera y otra vez humano mientras chocaban.
—¿Qué era Greg?
—Pantiras Arcadius.
Mierda por partida doble.
Después de todo quizás sus dudas no iban mal encaminadas.
Empezaba a parecer que era culpable.
—Me tengo que ir.
—¿Qué vas a hacer?
—No lo tengo claro.
—Hyungsik. Ten cuidado. Por favor.
Era sincero y eso le conmovió profundamente.
Podría tener dudas sobre su moralidad, pero aún se
preocupaba por él.
—Y tú también.
Colgó y deslizó el teléfono en el bolsillo. Se recostó
contra la pared de ladrillo rojo y se pasó las manos por el pelo intentando
aclarar lo que había pasado. Nada estaba claro. Todo lo que recordaba eran
emociones. La ira. El hambre.
¿Qué he hecho?
De repente, sintió como si alguien o algo le estuviera
observando… miró a su alrededor pero no vio nada extraño. Ni con los ojos ni
con los sentidos. Al menos no hasta que un cuervo grande aterrizó sobre la
puerta de servicio de hierro negro. Ladeó la cabeza como si estuviera mirándole
con intensidad.
Sí… un pájaro. Un jodido pájaro le estaba poniendo de los
nervios.
Definitivamente, estoy perdiendo la cabeza. Y aún así la
sensación de que le observaban persistía mientras que nada a su alrededor lo
parecía. El sol naciente había barrido las sombras en las que se encontraba
cuando despertó. Nadie podía verle desde donde estaba sentado. No sin estar en
algún sitio desde donde él también pudiera verle.
Excepto el pájaro.
Pero salvo por el hecho de que no había Were-Hunter de
esa especie, pensaba que el pájaro sentía por la manera en que le miraba. Dios,
¿cuán patético soy para llegar al punto de que un pájaro me inquiete?
Y entonces escuchó el ruido de una moto tronando alto en
la calle. Era un pedazo de máquina y podía oír la velocidad a la que cambiaban
las marchas cuando el conductor aceleraba. Alguien que sabía conducir. El
sonido creció y creció hasta que se hizo casi ensordecedor.
Joder, tío, cómprate un silenciador.
Al menos eso era lo que pensaba hasta que entró chillando
en el callejón hasta pararse delante de él. Una Honda 2000 F&C Valkiria
reluciente que tenía el sonido gutural del poder puro y duro y un dibujo de
llamas pintado sobre el negro brillante.
El conductor llevaba un sólido traje Aerostitch blindado
y un casco negro azabache. La única nota de color eran las grebas de plata que
iban de las muñecas al codo y las placas a juego de las botas de motero.
Miró a Hyungsik mientras ponía la moto en punto muerto.
—Podrías querer correr.
—Y una mierda. Yo no corro.
El hombre movió la cabeza mientras apagaba el contacto de
la moto, ponía el pie y pasaba una pierna por encima.
—Haz lo que quieras.
Y entonces Hyungsik lo oyó…
Un sonido que le había perseguido cada minuto que había
pasado en el Reino de las Tinieblas. Un sonido que hizo que se le helara la
sangre. Era inconfundible y claro y disparó la rabia que hervía en su interior.
El sonido de un Reaper…
No, uno no.
Muchos.
Ese tirón de miedo enfermizo le llenó el estómago.
Pensaba que esas batallas habían quedado atrás. Pero era obvio que el recién
llegado no solo sabía de ellos. Se estaba preparando para combatirlos.
—¿Quién eres?
—Goonji.
Extendió la mano y la moto se transformó en una espada
brillante y desmesurada como nada que Hyungsik hubiera visto antes.
El cuervo voló desde la cerca. Tan pronto como llegó a la
espalda de Goonji, se transformó en una mujer vestida con un mono de cuero
ajustado, corsé y un abrigo negro largo. El pelo corto y negro caía en una
melena lacia que enmarcaba las facciones perfectas y los ojos negros como el
carbón. Elegante y letal, era asombrosamente hermosa.
Chasqueó los brazos hacia abajo y al hacerlo se le
cubrieron las manos con una armadura y garras. Goonji la miró por encima del
hombro.
—Ella es Yoonha y esta es tu última oportunidad de
marcharte mientras puedas.
Hyungsik negó con la cabeza.
—Contad conmigo.
Yoonha le barrió con una mirada de incredulidad.
—Eres tonto, lobo. Yo correría si pudiera.
Y entonces el infierno se desató, literalmente, al llegar
los Reaper. Salieron en masa desde las paredes de ladrillo y del suelo bajo sus
pies. Por lo menos dos docenas aunque era difícil diferenciarlos. Luchaban como
una unidad coherente y su estrategia habitual era sobrecoger al oponente,
tirarlo al suelo y hacerlo pedazos.
Hyungsik hizo aparecer una espada, no la que le había
dado Jiyong, si no otra.
—¿A estos puedo matarlos?
Goonji atropelló a uno y pateó a otro. Hizo un arco
amplio con la espada decapitando a otro de un solo mandoble.
—Absolu-jodida-mente.
Hyungsik cogió al primer Reaper que pudo y le abrió de
arriba abajo. Gritó y cayó al suelo mientras otro le llegaba por la espalda.
Yoonha le atacó por detrás.
—No cambies de forma —le advirtió antes de girar para
enfrentarse a otro.
Hyungsik no tenía previsto hacerlo. Como lobo, no era
oponente para ellos. No podía morderles y eso le dejaba con nada salvo correr.
Y esta vez, los quería muertos. Todos esos meses de estar
encerrado en el infierno con ellos, siendo mordido y arañado hervían por su
cuerpo. Quería venganza y se la iba a tomar en cada Reaper que pudiera alcanzar.
Balanceó la mano intentando volar a un demonio pero Yoonha
le agarró de la muñeca.
—Eso solo los hará más fuertes. Los Reaper son
especiales. Sólo mano a mano.
Al menos le explicaba las reglas antes de que cometiera
algún error. Gracias, Jiyong, cabrón. Hyungsik le dio una patada al siguiente y
Goonji apuñaló a otro. Su número pareció duplicarse durante unos minutos, como
si estuvieran pidiendo refuerzos.
Al menos hasta que Yoonha lanzó un chillido agudísimo. Hyungsik
golpeó el suelo queriendo aullar cuando el dolor le atravesó la cabeza. Era
atroz. Aunque no era el único que lo sentía. Los Reaper retrocedieron chillando
hasta que, al final, desaparecieron.
Hyungsik se levantó del suelo, con los oídos zumbándole,
fulminándola con la mirada. Quería arrancarle la cabeza por la agonía que latía
en su cráneo.
Goonji se arrancó el casco de la cabeza y tenía el
aspecto de sentirse como él.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas esa
mierda? —Le preguntó a Yoonha apretándose los oídos con la mano.
—Estaban pidiendo refuerzos. ¿Quieres que la próxima vez
les deje cogerte?
—Depende de lo que me dure la migraña. Joder, mujer, la
próxima vez es mejor que me apuñales la cabeza —Goonji flexionó la mandíbula
como si intentara aclararse la cabeza.
—No me tientes.
Hyungsik se levantó, sacudiendo la cabeza para aliviar el
dolor y miró los cuerpos negros con forma de pájaro que les rodeaban. La sangre
corría por la acera mientras algunos se retorcían en la muerte. Disolvió la
espada y tomó aliento.
Goonji y Yoonha se volvieron hacia él.
—Buen trabajo —le dijo Goonji.
Hyungsik asintió agradecido mientras seguía mirando los
cuerpos.
—¿Qué ha originado esto?
Yoonha le dio unos golpecitos en el pecho, justo encima
del corazón.
—Tienes a Phrixis en tu interior, colega —señaló los
restos de los demonios—. Querían sus poderes, lo que significa que si te mataban
conseguían los de él y los tuyos. Eres la Estrella de la India, cariño.
Hyungsik no podía aceptarlo. No tenía sentido.
—¿Cómo es que pueden estar aquí?
Goonji extendió la mano y soltó un chorro de fuego que
consumió los cuerpos.
—Siempre han estado aquí. Nunca los habías visto hasta tu
desafortunado viaje a sus dominios y abriste los ojos. La puerta entre este
mundo y el suyo casi no está vigilada, así ir y venir no es tan difícil para
algunas especies como ésta.
Hyungsik entrecerró los ojos cuando al final lo
comprendió.
—Así que, ¿también sois Hellchaser?
Goonji resopló como si Hyungsik le hubiera insultado.
—No. Nosotros trabajamos para la parte buena de la
ecuación —casi escupió las palabras.
¿Y Hyungsik no? ¿Qué quería dar a entender Goonji
exactamente?
—Tío, háblame en un idioma que comprenda porque ahora
mismo, estoy perdido. La última vez que lo comprobé, yo era uno de los buenos.
Goonji negó con la cabeza.
—Puede que lo fueras pero el cabrón para el que trabajas
ciertamente no lo es.
—¿Qué quieres decir?
—Yo respondo antes los arcángeles Samael y Gabriel.
Aunque se supone que Jiyong está de nuestro lado, es el hijo de sangre de
nuestro más amargo enemigo y por lo tanto, no sabemos dónde radican sus
lealtades. Él dice que con nosotros pero no me fío de él en absoluto. Dado
quién es su padre y su pasado, es sólo cuestión de tiempo que cambie de bando y
nos deje con el culo al aire.
—¿El más amargo enemigo?
Las facciones de Goonji se volvieron de piedra.
—Lucifer.
Hyungsik jadeó de incredulidad cuando la realidad le
golpeó en las tripas. ¿Jiyong era el hijo de Lucifer? ¿Por qué no se había dado
cuenta?
Porque estabas desesperado. La vida de Minwoo estaba
amenazada y no le importaba nada más. No había que extrañarse de que Jiyong hubiera
sido tan reservado.
—¿Qué he hecho?
O.o
ResponderEliminarOk~ eso último si que no me lo esperaba!!!
Ahhhhhh
Jodido Sik~ yo también me preguntó en que te metiste!!!!
oh el hijo de luci bien eso significa que es muy fuerte si jiyong ya me caes bien
ResponderEliminarUy...que sencible anda Sik...no andará en sus días?????...me choca que algo le pasa,y se siente el martir,el más sacrificafo de todos...como si fuera al unico a quien le pasan cosas malas...tsk.
ResponderEliminarOh...Jiyong hijo de aquel...já,ahora me lo imagino como en los mama jajaja
Me gusta que nadie pueda ayudar a sik...así se las apañe solo y digo con justa razón esta solo y nadie lo quiere...eish...que quejica
Pero puede que minwoo o kevin vayan a su rescate...tampoco pueden dejarlo solo,aunque yo lo desee...