–Oh, gracias a Dios que estás allí –dijo Judith en el
coche de Sungmin tan pronto como Sungmin contestó el teléfono–.¿Dónde has
estado? He estado llamándote todo el día y el teléfono estaba desconectado. Sé
que nunca encuentras el maldito teléfono, pero demonios chico... He estado tan
preocupada que estaba a punto de ir para allá y ver si estabas bien o si ése
desconocido te había asesinado en tu loft. –Judith finalmente tomó aire en
medio de su diatriba–. Por favor dime que no está allí todavía.
Limpiando sus manos manchadas con pintura, con un paño,
se colocó el teléfono entre la oreja y el hombro, Sungmin sonrió a la voz
afectada de Judith y a su discurso estilo mamá.
–No, Judith, el Señor Maravilla ya se fue. Tenía que
encontrarse con unos amigos.
–Entonces, ¿a qué hora se fue?
–Hace unos minutos.
–¡Sungmin!
–¿Qué? –preguntó con fingida inocencia.
–Oh, cariño, –Judith se quedó boquiabierta–, no me digas
que pasaron el día jugando al Parchís o a algo.
Sungmin se mordió los labios mientras recordaba
exactamente lo que habían estado haciendo durante el día. Le hizo sentir
excitada y pequeña otra vez.
–No llegamos al Parchís, pero lo hicimos en la mesa de
backgammon un par de veces. Y en el sofá, en la barra de la cocina, el piso, la
mesa del café, y...
–Oh, Dios mío, eso es mucha información. Dime que estás
bromeando acerca de esto.
–Nop, ni un poco. Te estoy diciendo, Judith, olvida al
conejito de Energizer, este tipo lo hacía todo.
Judith gimió.
–¿En qué estabas pensando? Recién lo conoces.
–Lo sé –dijo Sungmin, estando completamente de acuerdo
con su amiga de que era una lunática por hacer algo tan estúpido–. No es mi
forma de ser, pero no pude hacer nada. La tentación era demasiada, Judith. No
la pude resistir.
–Oh, Dios mío –dijo Judith.
–Sí. Fue extraño. Estaba aquí, él estaba aquí, y luego
dijo, “Hagámoslo” y lo próximo que supe, era que estaba tumbado en mi cama.
Judith hizo un ruido indignado.
–No me pude detener. Él era tan ardiente que siento la
profunda necesidad de compartir su espectacular calentura contigo.
Judith resopló.
–¿Al menos lo vas a ver otra vez?
–No, desafortunadamente no. Ni siquiera sé su apellido.
–¡Sungmin! Chico estás loco.
–Sí, lo sé. Fue simplemente algo de una sola vez en la
vida.
–¿Este... entonces estás bien? ¿No te lastimó o algo?
–Oh no, para nada. Fue el mejor día de mi vida. Curioso,
¿no?
–¡Ah Cristo!, Minnie. No puedo creer lo que hiciste. Has
estado saliendo con todos esos amigos extraños, que has terminado cogiendo sus
malos hábitos. Trayendo a casa a hombres perdidos que no conoces. Lo próximo será
que estarás bailando desnudo sobre las mesas. . . Oh espera, esa fui yo.
Sungmin se rió.
–No te preocupes. No volverá a pasar. Me conoces, salgo
ocasionalmente, pero usualmente paso al menos unos pocos días aburridos con un
tipo antes de tirar la casa abajo. Por supuesto, nadie nunca la tiró abajo como
lo hizo este tipo. La derribó hasta los cimientos.
Judith chilló.
–No puedo creer que me sigas contando eso.
Sungmin se rió de la angustia torturada en la voz de Judith
mientras él continuaba bromeando.
–No puedo creer que pasé el día en la cama con este tipo,
pero lo haría nuevamente en lo que dura un latido. Te digo, éstas han sido las
mejores dieciocho horas de mi vida.
–¿Cristo, ni siquiera lo conociste un día completo?
–Bueno, lo conozco ahora. Cada centímetro de él. Ya que
estamos, tiene un montón de centímetros.
–Detente, Minnie –imploró Judith, su voz temblando de
risa–. No puedo más. No necesito saber que el atleta sexual de todos los
tiempos está rondando Nueva Orleáns y yo estoy casada con un abogado. Es tan
cruel.
Sungmin se rió otra vez.
–Bueno, Jinhyuk es simpático, en una forma muy al estilo Jinhyuk.
–Oh sí, gracias, ahora estás destrozando a mi Jinhyuk.
–Lo siento. Sabes que quiero a Jinhyuk, pero este tipo
realmente era genial.
Sungmin, arrastrando el pesado y sicodélico teléfono,
cruzó la cocina hacia la heladera para sacar el jugo de guayaba. Bromear a Judith
era entretenido, pero por raro que pareciera, había una parte de él que estaba
sumamente triste de que Kyuhyun se hubiera ido.
Realmente él había sido muy divertido y no sólo en la
cama, o en el piso, o en los otros cinco mil lugares en donde habían tenido
relaciones sexuales. Él también había sido divertido para hablar. Lo mejor de
todo, no había perdido la paciencia.
–Bueno. La base de tu relación parece no ser nada más que
sexo... Oh, espera, hace solo dieciocho horas que lo conoces. ¿Califica eso
como una relación?
–Créeme, la forma en que él hace sexo, cuenta.
–Ooh –bromeó Judith–, él es maravilloso. Qué tipo.
–Ok, muy bien, Judith, me estás haciendo bajar de mi
festival de amor y yo estoy perdiendo el brillo posterior, han pasado diez
meses de la ultima vez que dormí con alguien, y probablemente sea para siempre,
así que déjame volver al trabajo en donde pueda disfrutar la grandeza del
después de la tarde.
–De acuerdo, dulce. Te llamaré más tarde. Solo estaba
preocupada. Regresa al trabajo y te veré mañana.
–De acuerdo, gracias. Adiós.
Kyuhyun tal vez no fuera perfecto, él ocasionalmente
podría echarse a perder y podía ser atropellado por una carroza de Mardi Gras,
pero había sido un tipo genial, y los tipos geniales eran difíciles de
conseguir en estos tiempos.
Era una lástima que no lo volviera a ver otra vez. Pero
bueno, él no era el tipo de joven para estar melancólico por lo que pudo haber
sido. Era una artista con una buena carrera por la que había trabajado muy
duro.
Una relación seria con alguien, no era algo que andaba
buscando ahora mismo. Le gustaba vivir solo. Amaba tener la libertad para irse
y salir cuando y a donde quisiera. Su breve matrimonio a los inicios de los
veinte lo había instruido adecuadamente en lo que un hombre esperaba de un
esposo. No tenía intención de volver alguna vez a ese fiasco.
Kyuhyun había sido una tarde divertida, pero eso era
todo. Su vida ahora seguiría de la misma forma de siempre.
–Ten una vida agradable, Kyuhyun –dijo, apagando la luz
de su cama antes de regresar al trabajo–. Tal vez algún día nos reencontremos.
Era poco después de la una de la mañana cuando Kyuhyun se
encontró fuera del club Vampire. Se había tratado de convencer
así mismo que estaba aquí porque los Daimons a menudo rondaban los clubes donde
las personas borrachas eran presas fáciles.
Había tratado de decirse a sí mismo que sólo estaba
cumpliendo con su trabajo.
Pero mientras contemplaba las ventanas oscuras por encima
del club y se preguntaba si Sungmin estaba en su cama o si estaba en su atril
pintando, entonces lo supo.
Estaba aquí por él.
Kyuhyun maldijo por lo bajo. Shindong estaba en lo
correcto. Estaba dentro de él en un modo que nadie lo había estado en siglos.
No importaba lo que hiciera, no podía sacarlo de su mente.
Una y otra vez podía sentirlo. Sentir su cuerpo bajo él, su respiración en su
piel. Oír el sonido de su voz murmurando en su oído.
Y cuando lo había tocado...
Fue como una canción del cielo.
El compañerismo y el alivio físico que le había dado esta
tarde le habían tocado profundamente. Se había sentido bienvenido de un modo
que no había sido sexual.
¿Qué le había hecho? ¿Por qué después de todos estos
siglos, un joven había avanzado dentro de sus sentimientos?
¿Sus pensamientos?
Aún más frustrante, él sabía que si fuera humano, estaría
con Sungmin en estos momentos. No eres humano. No necesitaba el recordatorio.
Demasiado bien, él sabía lo que era. A él le gustaba lo que era. Había un tipo
especial de satisfacción que venía con su trabajo.
Y aun...
–¿Kyu? ¿Qué estas haciendo?
Se tensó ante la voz de Ara saliendo de la oscuridad y en
el hecho que alguien lo había atrapado haciendo algo que no debería estar
haciendo.
–Nada.
Ella apareció a su lado. Su cara trémula sonrió a
sabiendas. Él dejó escapar una respiración altamente indignado. ¿Por qué se
molestaba en tratar de esconder algo a los que podían ver directamente en sus
pensamientos?
–Sí, está bien –admitió a regañadientes–, sólo quise
inspeccionar el lugar y ver cómo estaba él.
–Él está bien.
–Y eso realmente me irrita. –Las palabras salieron antes
de que se diera cuenta. Ara se rió.
–¿Esperabas que estuviera triste?
–Por supuesto. Al menos debería tener un momento o dos de
arrepentimiento o algo.
Ara chasqueó la lengua.
–Pobre hermano. Encontraste al único joven que no piensa
que colgaste la luna y las estrellas.
Él puso los ojos en blanco.
–Tal vez estoy siendo un poco arrogante. –Ella arqueó una
ceja y él se corrigió a sí mismo–. Estoy siendo bastante arrogante, pero
maldición, no lo puedo sacar de mis pensamientos. ¿Cómo es que él no siente
nada?
–No dije que él no sintiera nada, sólo dije que no está
triste.
–¿Entonces sintió algo por mí?
–Si quieres, puedo investigar más.
–Nay –dijo Kyuhyun rápidamente.
Lo último que quería era que Ara descubriera lo que él y Sungmin
habían estado haciendo toda la tarde. Ara era ingenua y él quería mantenerla de
ese modo.
Su hermana caminó en un círculo alrededor de su cuerpo.
Por alguna razón a ella siempre le había gustado hacer eso. Cuando era una
niñita, lo mareaba corriendo a velocidad y riéndose nerviosamente mientras lo
hacía. A pesar de que era una mujer joven ahora, dentro de su corazón siempre
la veía como cuando comenzaba a andar y era tan pequeña que solía sentarse en
su regazo por horas, jugando con sus trenzas mientras ella farfullaba su
discurso infantil en él.
–¿Entonces, qué noticias hay del mundo de los Daimon? –le
preguntó. Ara hizo una pausa.
–¿Cómo lo sabes?
–Has estado extrañamente silenciosa esta noche. No es
común en ti esconderte mientras cazo, a menos que estuvieras consultando con
los otros.
Sus ojos resplandecieron calurosamente.
–Nunca podría esconderme de ti. –Se abrazó a sí misma–.
Había una conversación. Hay una fuerza aquí. Un no Daimon ha nacido.
–¿Duende, persona macabra, demoníaca? ¿Qué?
–Nadie parece estar seguro. Hay Daimons rodeando la
fuente de él, pero no es uno de ellos. Hay algo más.
–¿Un Dios?
Ella miró hacia arriba, exasperada.
–Estoy tratando de encontrar a alguien que sepa, pero
hasta ahora ... –ella hizo una pausa y retorció sus manos–. Quiero que tengas
cuidado, Kyu. Cualquier cosa que sea, tiene una gran cantidad de malicia. Odio.
–¿Puedes localizarlo?
–Lo he intentado, pero se muda cuando me acerco. Es como
si la fuente supiera cómo evitarme.
Eso no era bueno, especialmente con Mardi Gras a la
vuelta de la esquina. Cuando Baco venía al pueblo, aún los más moderados se
volvían salvajes. Para Kyuhyun sonaba como algo o alguien que contaba con los
excesos de la celebración para propulsar el plan que tenían.
Los pensamientos de Kyuhyun se distrajeron mientras un
coche pasaba frente a él. Era un viejo VW Beetle. Alguien le había pintado la
parte superior en azul oscuro con estrellas brillando en la oscuridad y la
mitad inferior era amarillo brillante con símbolos rojos de paz.
Él sonrió ante la vista. Había estado estacionado en el
club cuando había salido. El instinto le dijo que tenía que pertenecer a Sungmin.
Nadie más tendría, ni muerto, semejante monstruosidad. Confirmando sus
sospechas, el coche dobló en el callejón trasero de Vampire.
Con su vista afilada de Dark Hunter, lo observó salir del
coche y hacer una pausa para sacar una caja sellada del asiento trasero. Su cuerpo
se endureció instantáneamente.
En su mente, podía imaginarse acercándose a él, empujando
su espalda contra su pecho, e inspirar su cálido perfume. Dejando sus manos
bajar por el frente de él, haciéndolas pasar a través de la tela hasta que
estuviera expuesto para él. Su cuerpo ardió dolorosamente de deseo.
–¿Kyu?
La voz de Ara lo sacudió de su ensueño.
–Lo siento, estaba distraído.
–Dije que iré y haré más averiguaciones. ¿O necesitas que
me quede aquí y te mantenga con los pies en la tierra?
–No, gracias. Estoy con los pies en la tierra.
–Siento el conflicto dentro de ti. ¿Estás seguro que
quieres que vaya?
Casi tan seguro como que el mundo acabaría en quince
minutos. No, no estaba seguro. Porque cada vez que miraba a Sungmin, tenía la
mala tendencia de olvidar todo lo demás. De no desear nada más que mirarla. Que
tocarlo.
–Estoy seguro.
–Muy bien, entonces. Escucharé para ti. Si me necesitas,
llámame.
–Lo haré.
Ara se desvaneció y lo dejó solo en la oscuridad. Sungmin
cerró de un golpe la puerta del coche y entró por la puerta trasera del club. Dio
un paso hacia él antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Kyuhyun pasó sus manos sobre la cara. Tenía que sacarlo de sus pensamientos. No había un punto en esto. Los Dark Hunter no tenían citas
y malditamente seguro no tenían parejas.
Y Kyuhyun no quisiera ser una irritación para Shindong.
De hecho sería agradable irritar al Atlante, pero no podía echar a perder la
vida de Sungmin de ese modo.
Los Dark Hunter no tenían citas y muy especialmente de
este tipo. Él había aprendido la lección y la había aprendido duramente. A
diferencia de los demás, había sido maldecido por sus dioses. Era por lo que se
rehusaba a tener a un Escudero. Por lo que se rehusaba a tener a cualquiera
cerca de él.
«Por lo que has tomado de mí, Kyuhyun de los Morrigantes,
nunca conocerás otra vez la paz o la felicidad de una pareja amada. Te maldigo
a caminar la eternidad en soledad. Te maldigo a perder a todos los que te
importan. Uno por uno, ellos sufrirán y morirán, y serás impotente para
detenerlo. Tu familia sabrá que están malditos por tus acciones, y se
preguntarán cuándo, dónde, y cómo los eliminaré. Los reclamaré a todos y viviré
sólo para verte sufrir».
Aun después de todos estos siglos las palabras del dios
enojado sonaban en sus oídos. Kyuhyun gimió ante el dolor del recuerdo de su
esposo muriéndose en sus brazos.
–Tengo miedo de morir, Kyu...
Había sido toda su culpa. Cada muerte.
Cada tragedia.
¿Cómo tantas vidas podían haber sido destrozadas por un
error estúpido? Él había dejado que sus emociones lo dirigieran y, al final, no
sólo había destruido su vida sino también la de todos los que amaba.
Él se sobresaltó ante esa verdad. La agonía lo quemaba
tan profundamente que maldijo en voz alta ante la fuerza de ello.
–Has nacido maldito –la voz de aquella vieja susurró en
su cabeza. –Nacido bastardo de una unión que nunca debería haber sido. Ahora
vete y llévate al bebé contigo antes que la furia de los dioses caiga sobre mi
cabeza.
A la edad de siete, había mirado con incredulidad
desvalida a la vieja arpía para la que su madre había trabajado. Cuando su
madre había caído enferma, la vieja le había permitido hacer las tareas de su
madre. Después de la muerte de su madre, los había echado.
–Pero Ara morirá si me voy. No sé como cuidar a un bebé.
–Todos morimos, chico. No me interesa lo que le suceda al
niño de una puta. Ahora vete y recuerda qué tan rápidamente nuestros destinos
cambian. Tu madre era una reina. La más amada de los Morrigantes. Ahora ella es
una campesina muerta, como el resto de nosotros. Ni siquiera vale la suciedad
que la cubre.
Las crueles palabras habían desgarrado su corazón de
niño. Su madre nunca había sido una puta. Su único error había sido amar a su
padre. La reina de los Morrigantes había sido merecedora de todos los tesoros
de la tierra para él. Su valor era inmenso.
–Apártalo –dijo él, respirando profundamente para
calmarse a sí mismo.
Shindong tenía razón, tenía que mantener sus emociones
enterradas. Para empezar, éstas eran las que lo habían inducido al mal camino.
La única forma en la que podía funcionar era no recordando. No sintiendo.
Y aun así no podía evitar sentir. Parecía que no podía
reprimir los recuerdos que había enterrado mil quinientos años atrás.
–Así que el hijo de la puta ha regresado para rogarle, mi
rey, por su amparo. Dígame, Rey Donghwa, ¿debería cortarle la cabeza, o
simplemente la nariz y luego tirar a este lastimoso miserable a la tormenta
para morir como el estiércol sin valor que es?
Kyuhyun todavía podía oír la risa del pueblo de su madre.
Sentía el miedo en su joven corazón de que su tío, como todos los demás, los
abandonara a él y a Ara. Él había aferrado a su hermana cerca del pecho
mientras ella chillaba, queriendo la comida y el calor que no había sido capaz
de proveerle.
Apenas de dos meses, Ara se había rehusado a amamantarse
de la vejiga con la que había tratado de alimentarla. Por tres días habían
viajado sin parar, y ella no había hecho más que llorar y gritar. No importaba lo
que él tratara, Ara no se serenaba.
Donghwa los había mirado por tanto tiempo que estaba
seguro que su tío los enviaría a su muerte. El fuego en el vestíbulo crujía
mientras la gente sostenía la respiración, en espera de la sentencia de su rey.
Kyuhyun en ese momento había odiado a su madre. Odiado por hacerle rogar por la
vida de su hermana. Haciéndolo sufrir así cuando simplemente era un muchacho
inexperto que sólo quería escaparse y esconderse de su humillación. Esconderse
del bebé gritón que nunca se apiadó de él.
Pero había hecho una promesa y nunca faltaba a su
palabra. Sin la ayuda de su tío, su hermana moriría.
Cuando Donghwa finalmente habló, sus ojos estaban en
blanco.
–Él ha soportado la dureza del invierno para llegar hasta
nosotros, especialmente con nada más que harapos en sus pies. Les daremos
refugio. Convoque a una nodriza para el bebé.
Kyuhyun había querido derrumbarse del alivio.
–¿Y el niño?
–Si sobrevive al castigo del que su madre escapó,
entonces tendrá permiso para quedarse aquí.
Rechinando los dientes, Kyuhyun recordó la dura tortura
que ellos le habían prodigado. Los días de palizas y hambre. Lo único que lo
mantuvo vivo era el miedo de que si moría, Ara sería rechazada después de todo.
Había vivido solamente para ella. Al final sobrevivió
para nada.
Kyuhyun obligó a sus pies a alejarlo del club de Sungmin
y su comodidad. Lejos de estos recuerdos que se habían liberado.
Él tenía que encontrar su paz.
Tenía que olvidar el pasado. Para enterrarlo.
Pero mientras caminaba, los pensamientos reprimidos y los
recuerdos, atravesaron su mente. En contra de su voluntad, recordó el día en
conoció a su esposo...Shengmin.
Aún ahora, la mera mención de su nombre era suficiente
para hacerlo arrodillarse. Había sido todo para él. Su mejor amigo. Su corazón.
Su alma. Solamente él le había dado paz. En sus brazos, no le había importado
lo que los otros pensaban de él. Sólo ellos dos habían existido en el mundo.
Como hombre mortal, lo había tomado como su primer y único
amante.
–¿Cómo podría tocar a otro, Shengmin, cuando te tengo?
Esas palabras lo obsesionaban ahora, junto con los
recuerdos de con cuántos se había acostado desde que él muriera. Personas que
nunca habían significado algo para él. Habían sido meras aventuras amorosas con
la finalidad de aliviar sus deseos físicos. Nunca había querido saber algo
acerca de ellas.
Shengmin y el amor perfecto que le había dado, habían
tocado algo dentro de él y le habían dado alas. Le había mostrado cosas del
mundo que nunca antes había notado. La bondad. La comodidad. La aceptación.
Lo había confundido, lo había exasperado, y lo había
hecho delirantemente feliz.
Cuando había muerto, lo había llevado con él. Había
sobrevivido físicamente, pero no su corazón. Había muerto ese día también.
Y nunca se le había ocurrido desear a otra persona de esa
forma otra vez. No hasta que había sentido el calor de la mano de un artista en
su piel.
El mero pensamiento de Sungmin era suficiente para
hacerlo sentir puñetazos.
–Sácalo de mi cabeza –dijo él entre dientes
apretados.
Nunca más se expondría a sí mismo a tanto dolor. Nunca
más sostendría en sus brazos a alguien que amara, solo para verlo morir.
Nunca.
Había sido lo suficientemente herido en su vida. No podía
soportar más. Sungmin era un desconocido y se quedaría de ese modo. No
necesitaba a nadie. Él nunca lo haría.
Kyuhyun se congeló mientras un extraño ruido en el viento
se entrometía en sus pensamientos. Sonó vagamente como un Daimon alimentándose.
Sacó su Palm Pilot del bolsillo de la chaqueta y abrió su
programa rastreador. Diseñado para rastrear la actividad elevada de las
neuronas de los Daimons
Kyuhyun miró ceñudamente su descubrimiento.
No mostraba nada y sus sentidos de Dark Hunter no
detectaban a un Daimon tampoco, pero su instinto estaba fuera del radar.
Fue hacia un oscuro callejón. Una mujer tropezó y cayó
contra él. Sus ojos estaban vidriosos mientras lo miraba. Tenía una herida
pequeña de un mordisco en su cuello, que se estaba curando mientras él la
miraba, y el cuello de la blusa tenía rastros de sangre.
–¿Está bien? –preguntó mientras la enderezaba. Ella
sonrió de forma delirante y vaga.
–Estoy bien. Mejor que nunca. –Ella tropezó alejándose y
se dirigió hacia el edificio a su derecha.
En ese instante, supo lo que había sucedido.
La furia cayó sobre él mientras acechaba más allá del
callejón donde ella había estado. Vio la sombra oscura y lo supo al momento.
–Maldición, Yesung. Mejor deja la majadería de la
alimentación mientras estás en esta ciudad.
Yesung enjugó la sangre de sus labios con la mano.
–¿O qué, Celta? ¿Me vas a golpear?
–Te arrancaré la garganta.
Él se rió de eso.
–¿Y matarte en el proceso? No lo tienes en ti.
–No tienes idea de qué soy capaz. Y mejor reza al dios
que adoras, que nunca te enteres.
Con expresión puramente malvada, Yesung se relamió los
labios en una forma que Kyuhyun supo, estaba diseñada para disgustarlo a
conciencia.
Surtió efecto.
–No la lastimé. Ella no lo recordará en tres minutos.
Nunca lo hacen.
Kyuhyun se movió para agarrarlo, pero Yesung atrapó su
mano.
–Te advertí que no me tocaras, Celta. Nadie me toca.
Nunca.
Kyuhyun no hizo caso de su apretón.
–Hiciste un juramento, como el resto de nosotros. No te
tendré atacando inocentes en mi ciudad.
–Oooohh –resolló Yesung–. Que frase hecha, pequeño
compañero. ¿Quieres decirme que me vaya antes del amanecer, o mejor aún, que
esta ciudad no es lo suficiente grande para lo dos?. ¿Cuál es tu problema? –Yesung
comenzó a pasarlo.
Reacio a dejarlo seguir cazando a alguien más, Kyuhyun lo
empujó contra la pared. Su propia espalda sintió el dolor, como si él hubiera
sido golpeado contra la pared también, pero no le importó. No estaba dispuesto
a dejar que Yesung tuviera rienda suelta sobre las vidas de personas inocentes.
Los ojos de Yesung destellaban con odio.
–Suéltame, Celta, o te sacaré el brazo. ¿Y sabes qué? No
me importa si pierdo los dos míos en el proceso. Esa es la diferencia entre
nosotros. El dolor es mi amigo y mi aliado. Tú le temes.
–Que me condenen si lo hago.
Apartó a empellones a Kyuhyun.
–¿Entonces donde es eso? ¿Hmmm? Enterraste tu dolor la
noche que dejaste a tu pueblo en llamas.
Kyuhyun se detuvo ante las palabras, preguntándose cómo
sabía eso Yesung, pero su cólera lo superó ante el pensamiento de Yesung
juzgándolo.
–Por lo menos yo no me revuelco en eso.
Yesung se rió.
–¿Parezco como si lo disfrutara? Estaba divirtiéndome con
ella hasta que apareciste. –Se chupó los labios otra vez como saboreando su
alimento–. Deberías probarlo en alguna ocasión, Celta. No hay nada mejor que
saborear sangre humana. ¿No te has preguntado alguna vez por qué los Daimons se
alimentan antes de tomar las almas humanas? ¿Por qué no los matan rápidamente?
Es porque es mejor que el sexo. ¿Sabías que puedes ver directamente en sus
mentes cuando lo haces? ¿Sentir sus emociones? Por un instante, realmente te
unes a su fuerza vital. Es un infierno a gran altura.
Kyuhyun lo miró ferozmente.
–Minho tenía razón, eres un sicótico.
–El término correcto es sociópata y sí, lo soy. Pero por
lo menos no tengo falsas ilusiones acerca de mí mismo.
–¿Quieres decir...?
Él se encogió de hombros.
–Toma su significado donde quiera que lo puedas
encontrar.
El hombre era asqueroso. Insufrible.
–¿Por qué haces que todo el mundo te odie?
Yesung bufó.
–¿Qué? ¿Quieres ser mi amigo ahora, Celta? Si acabo con
mis costumbres, ¿serás mi amigote?
–Eres un idiota.
–Sí, pero por lo menos sé lo que soy. No tengo
pretensiones. Tú no sabes si eres un Druida, un Dark Hunter, o un playboy. Te
perdiste hace mucho tiempo en el oscuro hueco donde enterraste las partes de ti
que una vez te hicieron humano.
Kyuhyun estaba horrorizado por que una forma de vida tan
baja, tan egoísta, tratara de fingir ser sabio con él.
–¿Me estas sermoneando sobre la humanidad?
–¿Irónico como el infierno, no?
La mandíbula de Kyuhyun tembló.
–No sabes nada acerca de mí.
Con sus garras de plata brillando, Yesung lentamente sacó
un cigarrillo del bolsillo de la chaqueta y lo encendió con un viejo encendedor
de oro. Devolviendo el encendedor al bolsillo, tomó una gran pitada, exhaló el
humo, luego le lanzó a Kyuhyun una risa sardónica y desequilibrada.
–Tu tampoco.
Con una última mueca de despedida, Yesung se alejó
lentamente, por el callejón y hacia la calle.
–Deja de alimentarte, Yesung, o te mataré. Lo juro.
Yesung levantó sus garras y se las tiró por el aire sin
detener su paso o mirar para atrás. Kyuhyun gruñó por lo bajo mientras Yesung
desaparecía en la noche. ¿Cómo Shindong podía tratar con él? Ese hombre podía
probar la paciencia de un árbol.
Un día, Artemisa iba a tener que eliminar a Yesung. En
verdad, Kyuhyun estaba asombrado que la orden de ejecución de Yesung, todavía
no hubiera sido dada. Pero entonces tal vez por eso era que Artemisa lo había
enviado aquí. En Alaska, Yesung estaba en su casa donde él conocía el terreno
mejor que nadie y podía evitar a un ejecutor.
Aquí abajo, Yesung estaba a merced de Shindong, quien
conocía estas calles como la palma de su mano. Si la orden venía, entonces Yesung
no tendría donde esconderse. Era definitivamente un pensamiento.
Kyuhyun sacudió la cabeza para despejarla de Yesung. El
antiguo esclavo era la última persona que quería esta noche en su mente.
Su teléfono celular sonó. Kyuhyun lo contestó para
encontrarse el acento Atlante de Shindong.
–Oye, estoy en Commerce Street en el Warehouse District.
Hay una escena de homicidio aquí que me gustaría comentarla contigo.
–Estoy en camino –. Kyuhyun colgó y se dirigió hacia
donde había dejado su moto.
No le tomó mucho tiempo agarrar su moto y abrirse paso
hacia la escena. Había policías por todas partes, interrogando a testigos,
marcando el área, y tomando notas y fotos. Una gran multitud de turistas y
locales se había reunido para observar el espectáculo.
Kyuhyun estacionó su moto y se abrió paso hacia Shindong,
quién ahora tenia el pelo rubio. Caray, el hombre cambiaba de color de pelo más
a menudo que lo que la mayoría de la gente se cambiaba los calcetines.
–¿Qué hay, T-Rex?
Shindong hizo una mueca ante el apodo, pero no hizo
comentarios. Inclinó su cabeza hacia el cuerpo que habían envuelto con una
bolsa para cadáveres, pero que aún no habían sellado.
–Esa mujer murió hace una hora. Dime que es lo que
sientes.
–Nada. –Tan pronto como la palabra dejó sus labios, Kyuhyun
lo entendió. Cuando alguien moría, su alma se demoraba por un breve momento
antes de seguir su camino. Había una única excepción para eso, cuando el alma
era capturada y atrapada por alguien más–.¿Fue un asesinato de los Daimons?
Shindong negó con la cabeza.
–¿Era ella un Dark Hunter nuevo?
Otra vez negó con la cabeza.
–Alguien se alimentó de ella hasta secarle drásticamente
la vida, mientras robaban su alma. Luego la desgarraron con algo así como una
garra. La policía está tratando de convencerse que es un animal, pero la
profundidad y la precisión de sus heridas son demasiadas precisas.
Kyuhyun se heló.
–¿Garras como las que usa Yesung?
Shindong volteó su cabeza para clavar directamente los
ojos en él. Todo lo que Kyuhyun pudo ver fue su reflejo en los lentes oscuros.
–¿Qué piensas?
Kyuhyun pasó la mano a lo largo del borde de su mandíbula
mientras miraba el trabajo de la policía sobre el área. Esto era perturbador.
–Mira, T-Rex, sé que tienes un punto de blandura con Yesung,
pero tengo que contarte que lo encontré cenando hace algunos minutos fuera de
un club. Parecía que estuviera disfrutando demasiado, si sabes lo que quiero
decir.
–¿Así que piensas que mató a esta mujer?
Kyuhyun vaciló mientras recordaba qué había dicho Yesung
cuando lo había atrapado con la mujer en el callejón: No la lastimé. ¿Era una
admisión de que él había lastimado a alguien más o era una declaración de que
nunca lastimaba a las mujeres?
–No sé –contestó Kyuhyun honestamente–. Si me preguntaras
si él es capaz, entonces definitivamente diría sí. Odiaría consignar un hombre
a las Sombras sin más evidencia.
Las Sombras era la existencia infernal que tenía
cualquier Dark Hunter que muriera sin un alma. Como ellos realmente no tenían
un alma, su esencia quedaba atrapada por la eternidad entre este plano de
existencia y el otro. Se decía que era la tortura más penosa imaginable.
–¿Entonces qué piensas? –preguntó Kyuhyun–.¿Crees que lo
hizo?
Una pequeña sonrisa se deslizó a través de la cara de Shindong,
pero no contestó a la pregunta. El pelo al dorso del cuello de Kyuhyun se
erizó. Algo acerca de todo esto no parecía correcto. Por alguna razón, algo
acerca de Shindong tampoco parecía estar bien.
Shindong dio un paso alejándose.
–Iré a hablar con mi amigote Yesung, y veré que dice.
Kyuhyun frunció el ceño. Esto definitivamente no estaba
bien. Shindong nunca se refería a alguien como su amigote.
–Ya que estamos –dijo Shindong–.¿Cómo estás? Pareces
tenso. Inquieto.
Lo estaba. Era como si alguien hubiera abierto una
compuerta a sus hormonas y emociones, y no estaba seguro de cómo cerrarla otra
vez.
Pero no tenía intención de agobiar a Shindong con esto.
Podía controlarse.
–Estoy bien.
Kyuhyun apartó la vista de Shindong por un segundo para
mirar la llegada del médico forense.
–Ya que estamos, T–Rex, qué pasó con tu clavo en la nariz
y... –su voz se desvaneció mientras se devolvía y no vio más que un espacio
vacío. Kyuhyun miró a su alrededor. Shindong se había ido.
El único indicio de su presencia eran dos huellas
ensangrentadas que los zapatos habían marcado en el concreto donde había estado
parado un segundo antes.
¿Qué diablos?
Shindong nunca había hecho eso antes. Hombre, esta noche
se ponía cada vez más extraña.
“... hay un disturbio en Canal Street en el Club Vampire..."
El corazón de Kyuhyun se paró al escuchar las palabras en
la radio de la policía. Sungmin.
Todos sus instintos le dijeron que ella estaba
involucrada. Corrió en busca de su moto y rápidamente regresó al club.
No me gusta para nada lo del asesinato, me suena a muy armado como para que culpen a Yesung. Shin que te pasa no parecíasvos.
ResponderEliminarSonaste Kyu la " indiferencia" de Sungmin te robo el corazón
Sungmin esta tan acostumbrado a que las cosas se den solo por un tiempo definido,que ve lo que paso con -kyuhyun como una más,solo que esta vez si le hubiera gustado que el tiempo se prolongara,pero como dice Ara,no esta triste,supongo que se alegra de saber que algo tan bueno como lo fue el encuentro con kyuhyun fuera con él,que con eso de da por bien servido,aunque quiera repetir.
ResponderEliminarEsto no esta bien,el desconcierto de kyuhyun para con sungmin es como predecible,al fin y al cabo esos dices lo mandaron a él por esa razón,,pero hay algo más.
Luego esa actuación de yesung,las palabras usadas,la muerte esa y luego Shin con esas palabras y más aún,dejando rastro.....esto es un misterios,seguro algo y mucho tiene que ver esos dioses y esa persona/cosa de la que Ara habla.....y para colmo,hay revuelo donde se encuentra Sungmin,si es una prueba de Shin,kyuhyun la a perdido,va despavorido hacie min
Que buen capítulo, tuvo de todo.
ResponderEliminarPrimero, Min contando a Judith sus 18 horas con KyuHyun (bien que las cuenta) la comparación con el muñequito de energizer me hizo morir de la risa. Y aunque Min no esté triste bien que extraña a KyuHyun.
Luego KyuHyun que no puede dejar de pensar en SungMin, y todos los recuerdos de KyuHyun eran como para llorar. Un niño pequeño no debe pasar por todo eso, además de esa maldición y el dolor de haber visto morir a todos los que amaba. Por cierto, me dejó intrigada lo que dijo Ahra, ojalá y pueda conseguir información y ayudar a su hermano.
La confrontación con Yesung, también me sorprendió, mira que la vez pasada parecía medio loco, pero ahora hasta parece que no le importan mucho las personas. Me pregunto si siempre se comporta así y por qué.
Lo del asesinto, Shindong y el disturbio en el callejón cerca al club me ha dejado intrigada ¿Qué diablos pasa? algo está sucediendo y no me gusta nada >_<
Gracias por el cap :D