Dark Pleasures (DH2)- Capítulo Final




Kangin lo miró con una sonrisa satisfecha, como si el vampiro no fuese más que un mosquito zumbando alrededor de su cabeza.

–¡Ooooh! Mira cómo tiemblo…

Changsu lo observó con incredulidad.

–¿Es que no hay modo de asustarte?

Kangin le lanzó una escueta mirada.

–Me he enfrentado a una legión romana con sólo una espada para protegerme. ¿Por qué iba a asustarme un Daimon de tres al cuarto, que no pasa de ser un semidiós con complejo de inferioridad?

Changsu siseó y le enseñó los colmillos. Agarró una ballesta que había en la mesa y la cargó con una flecha de acero.

–Aprenderás a no burlarte de mí. Soy un enemigo demasiado poderoso.

–¿Y por qué? ¿Qué te hace tan especial?

–Mi padre es Baco. ¡Soy un dios!


Kangin resopló. La primera regla de la guerra: haz que el enemigo pierda la paciencia. Las emociones nublan la razón y hacen que uno cometa estupideces. De ese modo, tendría la oportunidad de liberarse y salir de allí con Leeteuk.

Además, le gustaba el modo en que palpitaba esa vena en la sien de Changsu. Era una forma de saber que no había perdido su «toque» a la hora de burlarse del enemigo.

–Eres patético; además de un psicópata y un matón. No me extraña que papaíto no quisiera ni verte.

Changsu chilló de furia y golpeó el rostro de Kangin con la ballesta. El golpe le provocó un terrible dolor. Sentía el sabor de la sangre en los labios. Se lamió el corte y chasqueó la lengua.

–No sabes nada de mi vida, Dark Hunter. No sabes lo que se siente cuando estás destinado a morir desde el día que naces.

–A todos nos ocurre eso.

–Sí, claro. A los humanos con sus vidas mortales, que son tres veces más extensas que las nuestras. ¡Cómo los compadezco! –Agarró a Kangin por la garganta y le empujó la cabeza contra la pared–. ¿Sabes lo que se siente cuándo ves a la persona que amas desintegrarse delante de tus narices? Él sólo tenía veintisiete años. ¡Veintisiete! Hice todo lo que estuvo en mis manos para salvarlo. Incluso le llevé un humano, pero se negó a quedarse con el alma que le hubiese salvado. Fue un ser puro hasta el final.

La mirada de Changsu se ensombreció por los recuerdos.

–Era tan hermoso… tan dulce. Le supliqué a mi padre que me ayudara y él me dio la espalda. Así que vi cómo mi bello esposo se convertía en un anciano en unas cuantas horas. Vi cómo su cuerpo envejecía hasta que se desintegró entre mis brazos.

–Lo siento por ti –le dijo Kangin en voz baja–. Pero eso no te exime de lo que has hecho.

Changsu gritó, enfurecido.

–¿Y qué es lo que he hecho? No he hecho otra cosa que nacer dentro de una raza maldita y ver cómo los humanos malgastan el regalo que les ha sido concedido. Les hago un favor al matarlos. Los libero de sus insípidas y aburridas vidas.

»No sé si sabes que conseguí una copia de su manual cuando maté a uno de tus compañeros, hace noventa años. Lo que más me sorprendió fue la recomendación de ir siempre a por el corazón de un Daimon; golpearlo en el lugar más vulnerable. –Apuntó a Leeteuk con la ballesta–. Tu corazón es él, ¿verdad?

Kangin enmascaró el terror que sentía. Aunque estaba muy débil, se aferró a las cuerdas y alzó las piernas para golpear a Changsu con las pocas fuerzas que le quedaban antes de que pudiera hacer daño a Leeteuk. El Daimon se tambaleó y la ballesta dejó de apuntarle.

–¡Corre, Leeteuk! –le gritó. Él no se movió.

Kangin volvió a apoyarse en la pared.

–Joder, Leeteuk. Por favor, corre. Hazlo por mí.

No parecía siquiera oírlo. Se limitaba a permanecer de pie, mirando al infinito mientras sostenía el muñeco y le tarareaba una canción.

Changsu soltó una carcajada y se enderezó. Lamió la sangre que le corría por el labio y miró socarronamente a Kangin.

–Es mío, Cazador. Puedes morir sabiendo que haré un buen uso de él antes de quedarme con su alma y con sus poderes.

Compuso una diabólica sonrisa segundos antes de disparar la flecha directa a su corazón. La fuerza del golpe hizo que su cuerpo se aplastara contra el muro. Jadeó al sentir el dolor del acero que le desgarraba la carne.

El vampiro se acercó hasta que, de nuevo, estuvo delante de él. Con una mirada alegre, pasó el dedo sobre la sangre que rodeaba la herida.

–Una pena que la sangre de los Cazadores resulte venenosa. Estoy seguro de que es más sabrosa y espesa que la que tomo normalmente.

Kangin apenas oía sus palabras; su corazón se esforzaba por seguir latiendo. Le zumbaban los oídos. Era el dolor más intenso que había sufrido jamás. Con la mirada borrosa, giró la cabeza para contemplar a Leeteuk por última vez.

Parecía muy pálido mientras lo miraba y, por un momento, Kangin imaginó que lo recordaba. Que sabía que estaba muriendo y que le importaba.

Si hubiese sido él mismo, habría corrido para estar a su lado. Al contrario que su esposo, habría llorado al saber que iba a morir. Y, de un modo extraño, saber eso lo reconfortaba.

Changsu se apartó de él y se acercó a Leeteuk para darle unos golpecitos en el hombro.

–Ve, Leeteuk. Dale un beso de despedida a tu amante.

Kangin luchó por seguir respirando al tiempo que lo veía aproximarse. Había tantas cosas que quería decirle… tantas cosas que deseaba haberle dicho mientras podía escucharlo…

Al menos no moriría solo.

–Te quiero, Leeteuk –le susurró, deseando que, de algún modo, lo recordara más tarde y supiera que había sido sincero.

Leeteuk se inclinó hacia delante, con una mirada perdida, y lo besó en los labios mientras presionaba una mano sobre su hombro. En ese momento sintió la proximidad de la muerte, la negrura que se cernía sobre él y, mientras moría, escuchó el murmullo de Leeteuk:

–Te amaré eternamente, mi guerrero oscuro.

Y, en ese instante, todo se desvaneció.

Leeteuk contuvo el aliento al sentir cómo el medallón se enfriaba encerrado en su mano, bajo la chaqueta de Jungsoo, y el calor pasaba al cuerpo de Kangin. Le temblaba la mano esperando a que él despertara. Con cada segundo que pasaba temblaba cada vez más.

No ocurre nada… ¡Dios, no!

¡Shindong le había mentido, después de todo!

Los ojos le escocían por las lágrimas y el medallón se había enfriado hasta parecer un trozo de hielo, antes de caer al suelo.

Y Kangin seguía sin moverse. Seguía apoyado, inerte, sobre la pared, con el rostro ceniciento y el cuerpo frío.

¡No!

Todo había acabado. Kangin estaba muerto.

¡No!

La perversa risa de Changsu resonó en las paredes de la oscura habitación, e hizo que el alma de Leeteuk sollozara de angustia.

Él también quiso morirse en ese mismo instante. Era el culpable de todo lo que había sucedido. Se había limitado a permanecer allí quieto, viendo cómo Kangin moría, sin hacer nada para salvarlo. Sentía cómo el dolor le cerraba la garganta y lo único que quería hacer era gritar.

«Te quiero, Leeteuk».

Las últimas palabras de Kangin lo perseguirían durante toda la vida.

Sollozando, pasó los brazos alrededor del cuerpo de Kangin y lo abrazó con fuerza, deseando que despertara y le hablara.

Por favor, Dios mío, llévame a mí pero deja que él viva.

–¿Leeteuk? –la voz de Changsu restalló con dureza, ordenándole que regresara a su lado.

Él se aferró con más fuerza a Kangin y apoyó la cabeza sobre su pecho, junto a la flecha, deseando poder darle su propia vida.

Se quedó helado al escuchar algo. Un sonido muy débil que le hizo volar. Los latidos del corazón de Kangin.

Se echó hacia atrás y vio cómo parpadeaba.

Kangin contempló los oscuros ojos de Leeteuk, brillantes por las lágrimas. Ya no tenían una mirada vacía, al contrario, lo miraban fijamente con una expresión decidida. Y con amor.

Su rostro se suavizó mientras le pasaba una mano por el pecho y la flecha salía disparada. Y, entonces, Kangin supo que no lo había traicionado. Lo había liberado.

–Has recuperado tu alma, Kangin de Tracia –murmuró, al tiempo que las cuerdas que le aprisionaban las muñecas se desataban–. Ahora, vamos a hacer que este cabrón pague por lo que ha hecho.

Changsu gritó de furia al darse cuenta de lo que sucedía.

Kangin ya no tenía sus poderes de Dark Hunter, pero le daba igual. Por primera vez en dos mil años, tenía su alma y esa sensación, sumada a la certeza de que Leeteuk no lo había traicionado, le daba fuerzas.

Changsu podía darse por muerto.

El vampiro corrió hacia la puerta pero, antes de que llegara, ésta se cerró con un portazo.

–No quiero que te vayas tan pronto de la fiesta –le dijo Leeteuk–. No después de todas las molestias que te has tomado para traernos aquí.

–¿Leeteuk? –lo increpó Kangin, inseguro.

Leeteuk lo miró. Sus ojos lanzaban unos tenues destellos que le recordaban a los de Shindong.

–Changsu ha liberado mis poderes –le dijo en voz baja–. Pensó en usar la telequinesia y la telepatía para sí mismo. –Miró al Daimon y le sonrió–. Sorpresa. Al liberarlos perdiste el control de mi mente.

Changsu forcejeó para abrir la puerta.

Kangin fue a por él, cual pantera hambrienta tras su presa.

–¿Qué te pasa, Changsu? ¿Te asusta un simple mortal?

El vampiro se dio la vuelta con un gruñido.

–Puedo vencerte. Soy un dios.

–Entonces, hazlo.

Changsu lanzó una maldición y se abalanzó sobre él. Lo cogió por la cintura y lo lanzó contra la pared antes de abrir la boca para morderle el cuello.

–¡Y una mierda! –masculló Kangin–. No vayas a creer que he recuperado mi alma para que ahora te quedes con ella. –Y, acto seguido, le dio una patada en la ingle.

Changsu se alejó de él, tambaleándose.

–¡Kangin!

Al girarse, vio que Leeteuk tenía su espada y se la lanzaba.

Extendió la hoja y fue tras Changsu. El Daimon esquivó el ataque y alzó la mano para lanzarse una descarga astral. Kangin soltó una maldición cuando la descarga lo hirió en el pecho, justo en el mismo lugar donde la flecha lo había atravesado. Retrocedió a punto de caer al suelo.

Vaya si dolía.

Atontado, se dio cuenta de que no sería capaz de defenderse del ataque de Changsu. Lo único que hizo fue encogerse, en espera del golpe.

Pero éste no llegó.

Leeteuk acababa de herir a Changsu con una descarga de su propia cosecha. Kangin lo miró con el ceño fruncido.

–Nene, ¿me dejas que me encargue de esto, por favor?

Leeteuk lo miró, haciendo un mohín.

–Sólo intentaba ayudar. Además, ¿es que no estás ya lo bastante magullado?

Leeteuk contuvo el aliento mientras los veía luchar. Aun débil, Kangin era sorprendente. Saltó sobre Changsu y volvió a coger la espada. El Daimon cogió una que había sobre la mesa y la blandió contra él. El sonido del acero reverberaba en la estancia cada vez que las espadas se encontraban.

–Vamos, cariño –susurró, agarrando el muñeco con fuerza.

Kangin ganaría. Tenía que ganar. No había pasado por semejante infierno como para verlo morir después.

Mientras los observaba luchar, se dio cuenta que el sol estaba saliendo. La luz comenzaba a filtrarse a través de las ventanas cerradas. Changsu también se percató y soltó una maldición. Atacó a Kangin con un movimiento ascendente de la espada que lo dejó desarmado.

Leeteuk se quedó helado.

El Daimon sonrió y comenzó a alejar a Kangin, muy despacio, del lugar donde había caído su espada.

–Sólo te diré una cosa –le dijo con entonación perversa–, ¿por qué no le das recuerdos a Hades de mi parte?

–¡Kangin!

Se dio la vuelta y vio que Leeteuk le lanzaba el muñeco. Lo cogió instintivamente y soltó un taco cuando las hojas ocultas en los pies del muñeco le hirieron la mano.

En su rostro apareció una sonrisa.

Con una carcajada, se agachó para esquivar el golpe de Changsu y hundió las hojas de la muñeca justo en el corazón del Daimon.

–Dáselos tú mismo –le contestó, observando a Changsu, que lo miraba boquiabierto.

El tiempo se detuvo sin que ninguno de los dos desviara la mirada. Por el rostro del vampiro desfilaron multitud de emociones: incredulidad, miedo, ira… y dolor.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Changsu se desintegró.

Kangin y Leeteuk se quedaron petrificados al comprender la enormidad de lo sucedido. Todo se había acabado. Changsu estaba muerto. Heechul y Leeteuk estaban a salvo.

Kangin tenía su alma.

Y el joven que amaba le había salvado la vida.

Con el corazón en la garganta, Kangin dejó caer el muñeco y se acercó a Leeteuk.

–Eres un actor consumado.

–No. Estaba aterrorizado. –Le pasó la mano por el pecho sin poder evitar que temblara–. Estuve a punto de gritar cuando disparó la flecha. No puedes imaginarte lo duro que fue. Shindong me dijo que tenías que morir para poder ser libre y sabía que yo no sería capaz de matarte. Sabía que la única oportunidad que teníamos era dejar que Changsu lo hiciera por mí.

Kangin lo tomó de la mano y, cuando sus dedos le acariciaron la palma, notó la quemadura. Le giró la mano y vio que tenía los símbolos del medallón grabados a fuego en la piel.

–Ha debido ser espantoso.

–Estoy bien.

Él se aclaró la garganta al escuchar el tono indiferente con el que lo había dicho. ¿Por qué le restaba importancia a lo que había hecho por él? Arqueó una ceja, sin poder creérselo. Se había destrozado la mano por salvarlo.

–Tendrás una cicatriz para toda la vida.

–No –le contestó con una sonrisa–. Creo que es lo más hermoso que he visto en la vida. –Se inclinó hacia delante y le susurró al oído–: Después de ti, claro.

Él le tomó el rostro con las manos y la besó.

–Gracias, Leeteuk.

Mientras lo miraba, la alegría se desvaneció de su rostro y, en su lugar, apareció una expresión temerosa.

–Hyukjae y Shindong me dijeron que podías convocar a Artemisa y devolverle tu alma si querías.

–¿Y por qué iba a querer hacer eso?

Él se encogió de hombros.

–Eres un Dark Hunter.

Él le dio un ligero beso en los labios.

–Lo que soy es un hombre enamorado. Te quiero, Leeteuk. Para el resto de mi dichosamente corta vida como mortal. Quiero despertarme al amanecer contigo en los brazos y ver cómo nuestros hijos juegan y se pelean. ¡Coño! Hasta quiero ver cómo me replican.

Leeteuk le sonrió.

–¿Estás seguro?

–Nunca he estado tan seguro de algo.

Lo cogió de la mano y lo guió hasta salir de la habitación.

Petrificado, se detuvo al contemplar los primeros rayos del sol iluminando la sala de estar. Por costumbre, retrocedió nada más verlos.

Pero la brillante luz no le hacía daño en los ojos. Ni le quemaba la piel.

Apretando con más fuerza la mano de Leeteuk, se obligó a seguir caminando hasta atravesar la puerta.

Y, por primera vez en dos mil años, caminó bajo la luz del día. La sensación del sol sobre la piel era increíble. La calidez; la brisa del amanecer provocándole un ligero escalofrío. Con el corazón latiéndole en los oídos, alzó la vista y contempló el cielo, de un azul pálido, surcado por unas nubecillas blancas.

Era un día glorioso.

Y se lo debía a Leeteuk.



Kangin observaba, asombrado, el anillo de casado en su mano izquierda. Aún no podía creer que la buena fortuna hubiese puesto a Leeteuk en su camino.

Habían pasado siete meses desde que lo devolviera a la luz. Siete maravillosos meses de pasar noche y día sin separarse de Leeteuk. Ayudándole a aceptar, desarrollar y controlar sus poderes, que ahora eran incluso mayores que los suyos. Y no es que eso le importara; los poderes que conservaba de sus días de Dark Hunter eran suficientes para mantenerlo a salvo. La seguridad de Leeteuk era lo más importante para él.

Eso y despertarse cada mañana para ver una sonrisa en su hermoso rostro. Y ahora estaban casados.

Leeteuk lo abrazó desde atrás y lo apretó con fuerza.

–¿Qué estás haciendo aquí solo? –le preguntó.

–Tomando un poco de aire fresco.

Leeteuk le dedicó esa sonrisa que lo desarmaba y a la vez lo hacía sentirse el ser más poderoso de la tierra.

–¿Quieres que abandonemos la fiesta y salgamos corriendo?

Él soltó una carcajada.

–Sólo ocho personas de esa monstruosa multitud son invitados míos, el resto son tuyos.

–¡Vaya! –exclamó Leeteuk, arrugando la nariz–. No importa. La cosa podría ponerse fea.

Él le pasó el brazo por los hombros mientras Leeteuk lo guiaba de nuevo hacia el interior del salón de baile de su mansión. Al ritmo de la orquesta, los ciento cincuenta miembros del clan Park bailaban, comían y hablaban. Sora y Amber estaban sentadas en una mesa con la hermana de Leeteuk, Judith, riéndose de las gracias del bebé de Donghae.

Leeteuk dejó a Kangin un momento para acercarse a sus padres. Kyuhyun, Minho, Hyukjae y Shindong lo rodearon. Hyukjae lo felicitó.

–Éste es de los que merecen la pena. –le dijo

Kangin asintió.

–Sí, lo es.

–hombre –le dijo Kyuhyun con tono melancólico–. Voy a echar de menos nuestras chácharas de las tres de la mañana y Henry ya se está subiendo por las paredes porque dice que se ha quedado sin su mejor adversario.

Kangin sonrió al recordar las solitarias noches que había pasado chateando con sus hermanos y hermanas Cazadores.

–Dile al vikingo que no se preocupe. Me escaparé de vez en cuando para desafiarlo a una partida.

Shindong bebió un sorbo de champán.

–¿Y qué vas a hacer con tu corta vida?

Kangin observó a Leeteuk, que había cogido a Myungsoo, el hijo de tres años de Hyukjae, y bailaba con él. Algún día sería un appa estupendo.

–Voy a vivirla. Y a ser feliz.

Minho, que tenía las manos en los bolsillos de los pantalones, se unió a la conversación.

–Supongo que tendré que empezar a buscar otro Dark Hunter… –Y miró de forma intencionada a Kyuhyun.

–¡Una mierda, aperitivo de caimán! No me hagas ojitos. Yo no soy tan paciente como Kangin y, además, en mi cabaña apenas hay espacio para mi ordenador y yo.

–No te preocupes –le aseguró Shin–. Ya te encontraré a alguien.

Minho lo miró, horrorizado.

–Ni se te ocurra hacerme un favor. Ya te veo enviándome a Alaska como Escudero de ese psicópata de Yesung.

Kangin rió hasta que Leeteuk se acercó a ellos con expresión ceñuda.

–¿Qué pasa, nene? –le preguntó.

–Es que hay… estoooo… mmm…

Los hombres lo miraban, expectantes.

–¿El qué? –lo instó Kangin.

–Una flota de furgonetas de UPS en la entrada de la casa.

Todos se miraron, extrañados, antes de encaminarse en grupo a la puerta principal, donde estaban alineadas siete furgonetas de UPS.

Uno de los conductores se acercó a Kangin.

–¡Hola! –lo saludó–. Estoy buscando al señor K. Kangin.

–Ése soy yo –le contestó Kangin.

–Bien. ¿Me dice dónde podemos dejar la mercancía?

–¿Y qué es la mercancía?

El conductor le entregó un albarán con los nombres de todos los Dark Hunter que enviaban los objetos.

–¿Sabes lo que te digo, Kangin? –comentó Shindong entre risas–. Que vas a tener que comprar una casa más grande.

–Sí –afirmó Kyuhyun–, pero espera a que tengas hijos. Te apuesto lo que quieras a que será el doble de esto.

Todos estallaron en carcajadas.

Leeteuk se acercó más a Kangin y lo miró a los ojos mientras él le rodeaba con los brazos.

–Creo que tus amigos Cazadores van a echarte de menos. ¿Estás seguro de que no te arrepientes?

Kangin le dio un beso ligero en la mejilla.

–Para nada. ¿Y tú?

–Jamás.

Shindong observó cómo los recién casados se perdían en el interior de la casa.

–¿Apostamos dónde van? –preguntó Kyuhyun.

Shin se rió.

–Yo no apuesto. Ya lo sé. –Se dio la vuelta para mirar al conductor y le dijo que dejara los regalos en el salón–. Creo que mi regalo de boda va a ser contratar a una compañía que se encargue de desenvolver paquetes.

Minho se unió a las carcajadas.

–Voy a decirles dónde colocarlo todo para que Kangin no se cabree.

–Te ayudo –le dijo Kyuhyun.

Shin los observó alejarse; Minho abría la marcha delante de los conductores y Kyuhyun los seguía a un paso más tranquilo. Mientras tanto, a sus oídos llegaban los sonidos de la oscuridad y de la noche que conocía tan bien. De repente, sintió un ligero estremecimiento a sus espaldas.

Se trataba de una presencia que conocía mucho más íntimamente que la misma noche. Apuró la copa de champán antes de hablar.

–¿Qué estás haciendo aquí, Artie? No sabía que estabas invitada.

Una mano delicadamente esbelta se posó en su hombro y su calor se filtró a través del esmoquin. La diosa era de una altura poco común entre los humanos y se movía con la gracilidad y la sensualidad del viento. Era elegante y delicada.

Y capaz de destruir cualquier cosa si se agitaba demasiado.

–Soy una diosa –le dijo con su acento griego suave y refinado–. No necesito invitación.

Shindong giró la cabeza y vio que Artemisa estaba a su izquierda. Su espeso cabello de color cobrizo brillaba bajo la luz de la luna y esos ojos verdes, iridiscentes, lo miraban lanzando destellos.

–Espero que hayas venido a desearles buena suerte –le dijo Shindong.

Ella lo miró de soslayo mientras jugueteaba de forma distraída con un mechón de su cabello, recién teñido de negro. En sus labios se dibujaba una ligera sonrisa.

–Por supuesto. Pero la cuestión aquí es: ¿y tú?

Shin se tensó por la indirecta.

–¿Qué tipo de pregunta es ésa? Ya sabes que les deseo lo mejor.

–Sólo quería comprobar que ese pequeño monstruo de ojos verdes no te metía ideas en la cabeza.

Él la miró con los párpados entornados.

–El único monstruo de ojos verdes que conozco eres tú.

Ella jadeó al escucharlo, sin dejar de sonreír.

–¡Ooooh! –canturreó con un tono definitivamente erótico–. Shindong se está volviendo grosero a la vejez. –Apoyó la barbilla en su hombro y comenzó a acariciarle el mentón con una uña–. Menos mal que me gustas porque, de otro modo, ahora estarías estofado.

Él dejó escapar un suspiro.

–Sí, qué suerte tengo… Y, por cierto, se dice «frito».

Artemisa nunca conseguiría adaptarse al vocabulario callejero, pero parecía disfrutar mucho usándolo. O, bien pensado, haciendo un mal uso de él. Shindong sospechaba que, en ocasiones, lo hacía intencionadamente para retarlo a que la corrigiera.

–Mmm –murmuró ella, abrazándolo por la cintura en actitud retozona–. Me encanta cuando te pones tan agresivo.

Shindong se alejó de ella.

–¿A quién vas a trasladar a Nueva Orleáns para que ocupe el puesto de Kangin?

Ella se humedeció los labios con un gesto travieso y un brillo juguetón en los ojos, pero antes de que pudiera contestarle, Hyukjae se acercó a ellos.

–Primita Artemisa –le dijo, a modo de saludo.

–Hyukjae de Macedonia –contestó, ella con frialdad–. No sabía que estabas aquí.

–Lo mismo digo.

–Bueno –los interrumpió Shindong–. Ya veo que las presentaciones no son necesarias.

La diosa lanzó una amenazadora mirada a Hyukjae.

–Sí, bueno. Me gustaría quedarme pero no puedo.

Antes de desvanecerse, se inclinó hacia Shindong y le susurró algo al oído. Él se quedó petrificado al escucharla. Artemisa se esfumó dejando un rastro vaporoso tras ella.

A veces era la zorra más grande de la tierra. Hyukjae lo miró, alzando una ceja.

–¿Qué te ha dicho?

–Nada. –Lo último que quería era dejar caer esa bomba sobre Hyukjae y Kangin. Y menos aún en mitad de una boda, así que cambió el tema–. Entonces, general, tu mejor amigo está de vuelta. Me apuesto lo que quieras a que acabarán metidos en serios problemas.

Hyukjae rió.

–Para nada.

Pero a Shindong le resultaba muy difícil de creer.

Tan difícil como imaginar que Artemisa lo dejara en paz durante un tiempo.



–Estamos siendo muy maleducados, ¿no crees? –le preguntó Leeteuk, enredados entre las sábanas de seda. Kangin sonrió.

–Sí, y me encanta.

Leeteuk soltó una carcajada y, cuando lo besó, se olvidó del resto del mundo.

–Dime –le dijo Kangin mientras le mordisqueaba el cuello, justo bajo la oreja, con sus colmillos humanos–. ¿Echas de menos lo de ser contable?

–En absoluto, ¿y tú?

–Yo no he sido contable en la vida.

–Ya sabes a lo que me refiero. ¿Echas de menos ser un Dark Hunter?

Él le lamió la oreja haciendo que la piel se le erizara.

–A veces sí. Pero prefiero estar contigo.

–¿Lo dices en serio?

Kangin se incorporó para mirarlo a los ojos.

–Desde el fondo de mi alma y mi corazón.

–Bien –le susurró, besándolo de nuevo–. Porque ahora que eres de nuevo mortal, el bebé y yo queremos que tengas mucho cuidado.

Kangin se quedó helado.

–¿Qué?

Leeteuk le sonrió.

–Estamos embarazados, señor. De seis semanas.

Kangin lo besó con ansia y lo encerró en un fuerte abrazo.

–Ésa es la mejor noticia que he recibido en la vida.

Leeteuk le tomó el rostro entre las manos.

–Te amo, Kangin de Tracia, y no quiero perderte jamás.

–Te amo, Leeteuk Hunter, y te juro que jamás me apartaré de tu lado.

Leeteuk volvió a besarlo y supo, en ese momento, que sí existía lo de «ser felices para siempre». Aunque, para conseguirlo, hubiera que casarse con un vampiro.





4 comentarios:

  1. Qgagahsgshs es hermoso!!!! Ósea merecían ser felices y así, lo mejor es que Kangin y Hyukkie estarán juntos, me pregunto que noticia le habrá dado artemisa a Shin ;-; y que pareja seguirá? Esperare ansiosa al martes, en serio fue una excelente historia, la ame mucho mucho <3

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  2. Wue cosa tsn genial!!
    Ahhh cafa capítulo fue super!
    Me comi las uñas y me arranque el pelo!!!!
    Ahors ls pregunts es... Se acabó!???
    Que fue lo que le dijo Artemisa a Shsnfong!????

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  3. Waaaaaa que inteligente,obvio el no podía provocar la muerte de su gran am or,dejo que changsu lo hiciera por él,y así llegar a kangin para poder darle su alma *0*
    Jajajajaj maldito changsu,te llego la hora jajajaja
    Ooooh....secretos *0*,esto solo quiere decir una cosa *0*
    Tendrán un bebé,kangin puede andar bajo el sol,disfrutar junto a teuk los días y las noches T_T....eso es tan bonito....y ahora sí podrá disfrutar de una familia,como él queria.

    Ok,la incognita...¿que le dijeron a shin?
    si esto tiene continuidad......LA QUIERO

    Me ha gustado muchos,casi que entro y yo mismo mato a changsu y siwon,y de paso a ese tal junho,ah,pero ese recibio su merecido....

    espero la siguiente *0*

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  4. Me encantó el final, aunque casi morí de los nervios cuando el maldito de Changsu le disparó con la ballesta directo al corazón y luego LeeTeuk sosteniendo el medallón y sufriendo al ver morir a Kangin y el horrible tiempo en que Kangin no despertaba, pobre LeeTeuk, no fue fácil, pero lo consiguió.

    Changsu no lo vio venir y mucho menos que LeeTeuk hubiera despertado sus poderes como lo hizo, un poco más y termina luchando él, al menos le dejó a Kangin hacerlo él mismo.

    Su boda fue hermosa. Casi toooodoslos invitados eran de la familia de LeeTeuk, mientras solo 8 eran invitados de Kangin, al menos los que no vinieron mandaron regalos y muchos regalos xD Me pregunto a dónde mandarán a MinHo. Lo de Artemisa me tiene curiosa ¿Qué tanto le habrá dicho a ShinDong, que este pensó que no era bueno decirlo en una boda?

    Al menos los recién casados son felices y más con el anuncio de la llegada del nuevo bebé.

    Gracias por la hermosa adaptación. Espero que la siguiente sea el KyuMin ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...