Dark Pleasures (DH2)- Capítulo 28




–Puedo sentir sus emociones, señor. Escucharle. Su mente es un torbellino de sentimientos y temores: ¿Puede conseguir que sea suyo? ¿Le ama? ¿Podrá amarle algún día? ¿Lo ama de verdad? ¿Hay la más mínima oportunidad de estar juntos o se está engañando a sí mismo?

Leeteuk tembló al escuchar sus dudas más íntimas en boca de Shindong. Se detuvo al llegar frente a él y le alzó la barbilla para mirarle a los ojos.

Leeteuk sintió que esos ojos le taladraban el alma, mientras que era incapaz de ver un indicio de los sentimientos de Shindong en esas profundidades plateadas. Lo único que veía era su propio reflejo en los cristales oscuros de las gafas.

Cuando él volvió a hablar, Leeteuk escuchó su voz directamente en la cabeza.

–Y la pregunta que más te inquieta es cómo salvarlo sin perder a tu hermano en el proceso.

–¿Cómo sabe todo eso?

Él le dedicó una extraña sonrisilla.

–No puedes imaginar hasta dónde llegan mis poderes.

–Y entonces, ¿por qué no mata a Changsu antes de que vuelva a hacerle daño a Kangin?

Él le soltó la barbilla.

–No puedo.

–¿Por qué no?

–Por la misma razón que Kangin no puede: no tengo alma. Changsu acabaría conmigo y, dados los pecados que cometí en el pasado, tiemblo con sólo pensar en el uso que podría hacer de ellos.

Leeteuk reflexionó un instante. Changsu había intentado matar a Kangin recreando el modo en que murió cuando era humano, lo que significaba que la muerte de Shindong debía haber sido mucho más cruel que la crucifixión.

¿Cómo habría muerto este temible Dark Hunter?

Y, al hilo de ese pensamiento, le vino a la mente otra incógnita.

–¿Cómo recupera su alma un Dark Hunter?

Shindong lo acorraló contra la pared, exactamente igual que un león haría con su presa. El aire de la habitación parecía restallar con la energía mística y el poder que exudaba.

–Las almas son entes muy extraños. Sólo se trasladan por voluntad propia, siempre y cuando quienes las posean las dejen marchar.

–Según eso, tengo que convocar a Artemisa, ya que es ella la que posee el alma de Kangin, ¿no es cierto?

La pregunta hizo que Shindong soltara una carcajada perversa.

–Te comería vivo, pequeño.

El tono de ese hombre estaba comenzando a irritarlo.

–No me hable como si fuese un niño.

–¡Vaya! Si no lo estoy haciendo… sólo te estoy avisando. Eres incapaz de enfrentarte a la diosa. Ella es el viento; es la dueña de nuestros destinos y tú, pequeño, no eres más que un tierno bocadito al que le encantaría merendarse por pura diversión y luego, quizás, escupirlo de nuevo.

–Gracias por una descripción tan gráfica –le dijo con un nudo en el estómago tan sólo de pensarlo.

Shindong sonrió al escucharlo y suavizó su expresión.

–Quieres salvarlo, ¿verdad?

De nuevo tuvo la sensación de que Shindong volvía a leerle el pensamiento.

–Por supuesto que quiero. Kangin lo es todo para mí.

Él asintió.

–Tienes un corazón puro. Puede que esto funcione.

–¿A qué te refieres?

Shindong se acercó hasta una mochila negra que estaba encima de la mesa-ataúd. Rebuscó en su interior y sacó una caja negra de madera tallada, cubierta por extraños símbolos de color plateado e inscripciones griegas.

–Aquí está lo que buscas.

Abrió la caja y le mostró el interior; estaba forrado de terciopelo negro y sobre el suntuoso tejido descansaba un medallón rojo. Brillaba exactamente igual que sus ojos. Pero el color de la piedra variaba del rojo al anaranjado, con matices de amarillo. Los colores parecían moverse en espiral desde la inscripción central del medallón hasta los bordes.

–Es precioso –jadeó, alargando la mano para tocarlo. Shindong lo alejó.

–Tócalo y sentirás que te abrasan los fuegos del infierno.

Leeteuk bajó la mano de inmediato.

–¿Qué es?

–El alma de Kangin.

El corazón de Leeteuk estuvo a punto de dejar de latir ante el tono hastiado de Shindong. Tragó saliva y miró fijamente el medallón. ¿Sería cierto?

No. Era imposible.

–Me estás mintiendo.

–Nunca miento –replicó él sucintamente–. No tengo necesidad de hacerlo.

Aun así, no estaba preparado para creer que Shindong tenía en sus manos lo que él más ansiaba en el mundo.

–¿Y qué vas a hacer con ella?

–Tenía la esperanza de que me ayudaras a devolvérsela, para que pudiera acabar con Changsu.

–Devolvérsela… ¿cómo?

Shindong cogió el medallón, cerró los dedos a su alrededor y dejó la caja a un lado.

–¿No te quema? –le preguntó Leeteuk.

Él le contestó con una taimada sonrisa.

–Ya te lo he dicho, mis poderes van más allá de tu imaginación.

–Y entonces, ¿por qué no se la devuelves tú?

–Porque no confía en mí y porque, al contrario de lo que ocurre contigo, yo no tengo corazón; ni puro ni de ninguna otra manera. –Giró el medallón en la palma de la mano, como si lo estuviera estudiando–. Ya ves, sólo existe un modo de que un Dark Hunter recupere su alma. Una persona de corazón puro y tierno debe sostener el medallón en la mano mientras el Cazador pierde sus poderes sobrenaturales. Sólo cuando la parte humana controle su cuerpo podrá morir de forma natural.

–¿Cómo dices?

Él alzo la cabeza y, aunque Leeteuk seguía sin verle los ojos, supo que le estaba observando con intensidad.

–El único modo de devolver el alma a un Dark Hunter es haciendo que su corazón humano deje de latir. Durante el último latido, el medallón debe colocarse sobre la marca que indica el lugar donde el alma fue atrapada; una vez allí, el alma abandonará el medallón y volverá a entrar al cuerpo de donde salió.

Leeteuk sentía un punzante dolor de cabeza mientras intentaba comprender las palabras de Shindong.

–No lo entiendo. ¿Cómo se detiene su corazón?

–Primero hay que conseguir que sus poderes de Dark Hunter desaparezcan y, después, se le atraviesa el corazón con un objeto punzante.

Leeteuk retrocedió con la mente hecha un lío.

–¡No! Se evaporaría como un Daimon. Estás intentando que lo mate, ¿verdad?

–No –le contestó con brusquedad–. Todos los Cazadores Oscuros son mis niños y antes de hacer daño a cualquiera de ellos, me convertiría en una Sombra. Me has preguntado sobre el modo de devolverle su alma y te he contestado. Si quieres liberarlo, tienes que conseguir que pierda sus poderes y, después, matarlo.

Antes de que pudiera decir una sola palabra más, Shindong le cogió la mano y la puso sobre la que sostenía el medallón. El calor que desprendía era insoportable. Era como tocar un quemador de gas.

–Imagina que lo tocas directamente –le susurró–. Y ahora imagina que lo sostienes en la mano.

Deberás tenerlo en la mano desde el momento en que le atravieses el corazón hasta que éste deje de latir y el alma pase de nuevo a su cuerpo.

Le agarró con más fuerza de la muñeca y Leeteuk sintió que esos ojos ocultos tras las gafas la perforaban.

–¿Lo amas lo suficiente?

–Yo… –dudó–. ¿Cuánto tiempo tendré que sostenerlo?

–Tanto tiempo como dure el proceso. No puedo decírtelo con exactitud. Es distinto para cada Dark Hunter.

–¿Y si lo suelto antes de que el alma se libere?

–Entonces Kangin estará condenado a vagar durante toda la eternidad sin ser un Dark Hunter ni un humano. Será una Sombra, atrapada entre este mundo y el siguiente. Deseará comer y no podrá hacerlo. Tendrá sed y nunca podrá beber. Sufrirá durante toda la eternidad.

Leeteuk contempló horrorizado el medallón.

–No puedo arriesgarme.

Shindong le soltó la mano y devolvió el medallón a la caja.

–De ese modo, también morirá cuando se enfrente a Changsu.

–Tiene que haber otra salida –susurró.

–No la hay.

Con el corazón en un puño, imaginó que drenaba los poderes de Kangin y lo dejaba vulnerable. ¿Sería capaz de hacerle eso?

Shindong se acercó a la mochila para volver a guardar la caja.

–Espera –lo increpó, deteniéndolo–. Has dicho que el medallón debe colocarse en el mismo lugar donde el alma fue capturada.

–Sí.

–¿Cómo sabré cuál es el sitio exacto?

Él señaló la marca que tenía en la cadera.

–El arco doble señala el lugar que Artemisa tocó mientras capturaba nuestras almas. Leeteuk abrió la boca para hablar pero una voz atronadora se lo impidió.

–¿Qué estás haciendo aquí?

Se giró y descubrió a Kangin tras él, mirando a Shindong.

–¿Por qué lo has dejado entrar?

Shindong le miró con una silenciosa advertencia. No digas nada, le susurró su voz en la mente.

–Me apetecía –le contestó a Kangin, ya en voz alta. El rostro de Kangin adoptó una expresión crispada.

–Te dije que no lo hicieras.

Shindong sonrió, mostrando los colmillos por un instante.

–¿Y desde cuándo te hago caso?

Kangin le lanzó una mirada furiosa.

Leeteuk deslizó la mirada por el cuerpo de Kangin y notó que había vuelto a vestirse de negro por completo: vaqueros, camisa y botas.

–No irás a salir esta noche a por él, ¿eh?

–No tengo otra alternativa.

Leeteuk miró hacia atrás, buscando a su jefe.

–Shindong…

Éste se encogió de hombros despreocupadamente.

–Es su decisión.

–Está herido –insistió Leeteuk.

–Es un Dark Hunter. Conoce sus debilidades y su fuerza. Él es quién decide.

La frustración tomó por asalto a Leeteuk y le entraron ganas de matar a los dos allí mismo.

–¿Vas a permitir que muera?

–Esto no tiene nada que ver con Shindong –le interrumpió Kangin–. Como ya te ha dicho, soy yo quien decide.

–Sí, claro. Pues vaya porquería de decisión.

–Sí, claro… Heechul dijo lo mismo de ti.

Leeteuk lo miró, furioso.

Kangin le devolvió la mirada hasta que él apartó los ojos. Kangin echó un vistazo a Shindong antes de hablar.

–Vigílalo por mí.

–¿Eso es una orden? –le preguntó Shindong con incredulidad.

–No seas asno.

Él alzó una ceja con un gesto burlón.

En la mandíbula de Kangin empezó a palpitar un músculo.

–Tengo una cita. Hasta luego. –Y dándose la vuelta salió de la habitación con aire ofendido.

Leeteuk se quedó paralizado en el salón. Y el corazón se le detuvo cuando escuchó que la puerta del garaje se abría para, segundos después, oír el motor del coche de Kangin. ¡Ese hombre era más terco que una mula!

–Kangin estaba equivocado, Shindong. Tú no eres el asno, él sí que lo es.

El hombre rió con ganas.

Leeteuk se frotó los ojos mientras intentaba aclararse. En el fondo de su corazón, tenía muy claro lo que debía hacer. Kangin iba a morir de un modo u otro. Al menos, si él lo mataba tendría una oportunidad.

–Dame el medallón.

Shindong le ofreció la caja.

–¿Estás seguro?

–Para nada.

–Hagas lo que hagas, no se te ocurra cambiar de opinión una vez tengas el medallón en la mano. Es lo peor que puedes hacerle. En su lugar, yo preferiría mil veces morir a manos de Changsu antes de hacerlo a manos de la persona que amo. Por segunda vez.

La mano de Leeteuk temblaba bajo la de él.

–Jamás podría hacerle daño.

–No te lo tomes a mal, pero la última vez que oí eso, una mujer tiró el medallón al suelo diez segundos después de cogerlo. No me decepciones.

–No lo haré.

Él asintió con una mirada severa y le entregó la caja.

–Recuerda, tienes que cogerlo en el mismo momento que le atravieses el corazón. Sostenlo hasta que muera y, entonces, lo colocas sobre la marca.

–¿Cómo sabré que todo ha acabado?

–Confía en mí; lo sabrás.

Leeteuk guardó el medallón en uno de los bolsillos de su mochila, junto a la caja del muñeco que Amber le había regalado. Lo había comenzado a llevar consigo la noche que Heechul había sido atacado. Probablemente se tratara de una estupidez, pero se sentía más tranquilo sabiendo que estaba ahí en caso de necesidad. Además, era mejor que llevar una pistola, mucho más segura, aunque llevara esas cuchillas escondidas en las piernas.

Mientras cerraba el bolsillo, su móvil comenzó a sonar. Lo sacó y contestó.

–Teukkie, ¿eres tú?

El arrugó la nariz al reconocer la voz nasal de Top.

–Creía que…

–Escúchame –le interrumpió–, ha sucedido algo horrible…

Daba la impresión de que había estado llorando. Y, aunque en el plano sentimental habían acabado, no podía evitar preocuparse por él. Puede que fuese un imbécil, pero no hacía ni dos semanas que había estado pensando en casarse con él.

–¿Qué?

–Se trata de mi madre –le dijo con un sollozo–. Mira, ya sé que nuestra relación no es precisamente amistosa, pero no tengo a nadie más a quien acudir. ¿Puedes venir, por favor? No quiero estar solo.

El dudó. Sentía un nudo en el estómago; una sensación muy extraña. Lo atribuyó al hecho de tener que volver a verlo de nuevo y se dio cuenta de que negarse a ayudarlo sería muy egoísta de su parte. Le necesitaba. Iría a su casa, estaría un rato con él y regresaría a esperar que Kangin volviera.

–Muy bien, voy para allá.

–Gracias.

Shindong lo miró y alzó una ceja.

–¿Pasa algo?

–Un amigo en apuros.

Él asintió.

–Ve; mientras tanto, me ocuparé de buscar a tu hermano para vigilarlo. –Se puso una camiseta de manga corta negra antes de volver a hablar–. Por cierto… ten cuidado.

–¿Con qué?

–Es de noche y rondan muchas criaturas malignas por ahí afuera.

El miedo le produjo un escalofrío que lo recorrió de arriba abajo.

–¿Debería estar asustado?

–Sigue tus instintos, pequeño. Haz lo que tengas que hacer.

Odiaba que le llamara pequeño todo el tiempo, pero no parecía muy apropiado echarle la bronca…

–Te gusta ser misterioso, ¿no es cierto?

–La cosa estaba entre ser Dark Hunter o profeta. Personalmente, me gusta mucho más lo de luchar y matar que lo de rezar en la posición del loto.

Sin duda ninguna, Shindong era un individuo muy extraño.

Leeteuk cogió las llaves del coche y subió al Taurus. Mientras conducía por la carretera, camino de la autopista, cayó en la cuenta de lo raro que era que Shindong lo dejara ir solo…

¿Por qué lo había permitido si Kangin le había pedido que lo vigilara?

Porque es más probable que Heechul se meta en líos recorriendo las calles que tú yendo a casa de Top.

Sí, claro. Eso lo explicaba todo. El único peligro que podía correr en casa de su ex era morir de aburrimiento.

No tardó mucho en llegar. Subió al apartamento, situado en el primer piso, llamó a la puerta y esperó a que le abriera.

Su ex llevaba unos Levi’s y una camisa amarilla.

–Qué sorpresa –le dijo, mirando más allá del hombro de Leeteuk–, ¿hoy no te ha traído ningún amigo?

Leeteuk lo miró, furioso, al reconocer los celos implícitos en el comentario. ¡Cómo se atrevía!

–¿Y qué se supone que significa eso?

Top se encogió de hombros y abrió más la puerta.

–Nada. Es que esta noche estoy un poco nervioso. Gracias por venir tan rápido.

Leeteuk volvió a escuchar la vocecilla interna que le instaba a marcharse, no obstante, cometió la estupidez de ignorar la advertencia y entró al apartamento.

Él cerró la puerta y echó la llave una vez Leeteuk pasó al interior.


–Bueno, bueno –dijo una voz conocida desde la cocina–. ¿Qué tenemos aquí? 

Leeteuk se quedó petrificado cuando vio a Changsu salir de entre las sombras.


3 comentarios:

  1. ¬¬ que alguien patee el culo de TOP
    ¿como le hace eso a Tukie~?
    ahh que rabia!!! mucho un imbesil!!!
    no se vale!!!
    y a mi ya me dio sustico, eso de devolverle el alma al mapachito!!!
    suena muy muy complicado!!! ¿o no?
    ahhhh!!!!

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  2. Jum....se me hace que Shin dejo que Teuk se fuera a proposito,es evidente de que Shin quiere que Teuk libere a Kangin,y supongo que necesita darle a kangin un empujon para que este se enoje y hago algo,no solo para rescatar a teuk,sino también para que de una buena vez acabe con changsu.

    Bueno,eso pensaba yo,y con las ultimas lineas lo compruebo....ay Teuk,sabiendo lo idiota que es TOP y tu vas y a su casa.....por dios.

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  3. LeeTeuk si que no la tiene fácil, primero todo eso de tener que matar a Kangin y luego sostener ese medallón con el alma de Kangin y que para colmo quema de los mil demonios y después lo de ese maldito de TOP mira que engañarlo así para tenderle una trampa y ayudar a Changsu.

    Y ahora?? cómo se supone que LeeTeuk va a poder hacer todo eso para recuperar el alma de Kangin si está en poder de Changsu >_<

    Gracias por el cap ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...