–¿Cómo supiste que estaba aquí?
–preguntó, abriendo los ojos despacio.
–Sungmin me lo dijo. ¿Por qué diablos
no me llamaste tú mismo?
–No lo creí necesario.
Hyukjae se controló para no estallar.
Ya había hablado con el médico y le habían dicho que todo parecía ir bien pero
que Donghae debía hacer reposo absoluto, al menos durante las próximas semanas.
No quiso gritar para no estresarlo.
–No lo creíste necesario.
–No. Y Sungmin no debió haberte
llamado. Le pedí que no lo hiciera. Acabas de llegar de viaje y no quería que
vinieras, pues seguro que tenías compromisos de trabajo –señaló él, intentando
mantener un tono neutral–. Ha sido un susto nada más.
–Creo que tengo derecho a estar al
tanto de esta clase de sustos.
Antes, Hae habría pensado con
inocencia que la preocupación de Hyukjae lo incluía a él. Habría sonreído y le
habría contado lo mal que lo había pasado. Incluso le habría confesado que se
alegraba de verlo. Hyukjae lo habría llevado de vuelta a la casa y le habría
hablado con esa voz dulce y amistosa, haciéndole creer que significaba para él
algo más que la incubadora de su hijo. Pero las cosas habían cambiado, se dijo.
–Con suerte, ya no habrá más –dijo.
Hyukjae frunció el ceño, mirándolo.
–¿Qué pasa?
–¿Qué quieres decir?
–La última vez que te vi, irradiabas
alegría. ¿Se debe tu cambio de humor a que estás preocupado? El médico me ha
dicho que no hay de qué preocuparse. De hecho, no te sienta nada bien
estresarte por nada.
–Por supuesto –contestó Hae, diciéndose
que Hyukjae pensaba sólo en el bienestar del bebé, no en él.
–Tienes que descansar. Se acabó lo de
trabajar en esos tontos proyectos. a partir de ahora, estarás tumbado y
seguirás los consejos del médico. Te buscaré una criada. Alguien que cocine,
limpie y te haga los recados. No tendrás que mover ni un dedo.
–No son proyectos tontos.
–Harás lo que te dijo –ordenó Hyukjae,
cansado de tantas contemplaciones–. La salud del bebé depende de ti, es tan
simple como eso.
Hyukjae no entendía el cambio de humor
de Donghae y no le gustaba tampoco. Había corrido al hospital, se había vuelto
loco de preocupación y aquel tono frío en que hablaba le estaba poniendo de los
nervios.
–Ni se te ocurra decirme que no
necesitas una criada –advirtió él, adelantándose a cualquier objeción que
pudiera poner.
–No iba a hacerlo. No soy estúpido, Hyukjae.
Me doy cuenta de que necesito ayuda en la casa y no iré a visitar a más
clientes ni trabajaré en mis tontos proyectos, como tú los llamas. Al menos,
por el momento –señaló.
Entonces, Hae recordó cuando Sungmin
había sido llevada a urgencias en el hospital. Recordó la cara conmocionada de Kyu.
Sus ojos llenos de amor. En ese momento, Kyu había estado dispuesto a dejarlo
todo por Sungmin, a hacer cualquier cosa por él.
Y Hyukjae sólo se preocupaba por el
bebé que llevaba en su vientre, pensó Hae.
–Ahora estoy cansado –dijo de forma
abrupta–. Ha sido un día muy largo y quiero volver a dormir.
–Necesitarás algo de ropa.
Hae no había pensado en eso. Seguía
vestido con la bata del hospital. Se encogió de hombros y asintió.
–Dime qué quieres y te lo traeré.
–No hace falta que te molestes, Hyukjae.
Tu chófer puede ir y traerme cualquier cosa –contestó Hae, y bostezó.
–No seas absurdo –replicó Hyukjae.
Imaginó a su chófer rebuscando en el cajón de la ropa interior e hizo un gesto
de disgusto. Le pareció más que inaceptable. Incluso obsceno–. Yo te traeré lo
que necesites y me aseguraré de que haya una criada en la casa para cuando
llegues allí. De hecho, voy a hacer que mi secretaria se ponga manos a la obra
ahora mismo.
Hyukjae marcó el número en su teléfono
móvil y Hae lo escuchó mientras daba órdenes. Órdenes que serían obedecidas sin
cuestionarlo y llevadas a cabo con el nivel de eficiencia que un alto salario
garantizaba. La voz de él era tajante, la voz de un hombre que sabía que,
cuando daba órdenes, éstas eran obedecidas. Pagaba a su secretaria para que lo
obedeciera.
Había utilizado una táctica diferente
con él, se dijo Hae, pero el resultado había sido el mismo. Le había dado órdenes
disfrazadas entre sonrisas y gestos de amabilidad, y él había obedecido.
Incluso también lo había pagado, en cierta forma, porque… ¿dónde estaba
viviendo? En una casa que él había elegido, en la zona que él había escogido,
por razones que le convenían. La única negativa con la que Hyukjae se había
topado en su plan había sido el rechazo de su propuesta de matrimonio, una
manera de hacer que su hijo fuera legítimo. Sin embargo, en todo lo demás, Hyukjae
le había persuadido para que hiciera lo que él quisiera. Y él había ofrecido
muy poca resistencia.
Pero aquel susto en el hospital había
hecho que Hae recordara que era del todo prescindible. Era hora de que lo
reconociera, antes de dejarse llevar demasiado lejos por una corriente que lo
alejaba de la seguridad de la costa.
Hae había regresado a la casa y Hyukjae
iba de camino. La criada había sido empleada en un tiempo récord. Ya había
limpiado la casa cuando Hae había vuelto y, en ese momento, estaba en el
supermercado con la lista de la compra.
Hae la había enviado para que no
estuviera en la casa cuando Hyukjae llegara.
Se miró al espejo y ensayó el discurso
que había preparado. Iba a decirle a Hyukjae que lo había estado pensando y
que, para empezar, quería asegurarse de que se firmaran los documentos
adecuados para que la casa estuviera a nombre de él. Eso le daría un buen pie
para el resto de la conversación.
A continuación, le resultaría más
fácil mantener sus sentimientos bajo control, sobre todo cuando pasara al tema
de las barreras personales que debían existir entre los dos. Por supuesto, Hyukjae
le contestaría que él no había traspasado ningún límite, que se estaban
comportando de forma civilizada, adulta y amigable porque eso facilitaría mucho
las cosas cuando llegara el bebé. Había pensado ya qué le respondería a eso.
Salir a cenar iba más allá de una relación puramente amistosa y no quería que
él le controlara la vida.
También, tenía pensado hablar sobre qué pasaría si
alguno de los dos encontrara pareja, alguien con quien quisieran compartir su
vida. Básicamente, quería dejarle claro, en pocas palabras, que él era algo
pasajero en su vida, en lo que se refería al corazón.
Mirándose al espejo mientras se peinaba,
Hae se preguntó cómo sería ese hombre imaginario que esperaba que apareciera en
algún momento en su vida. ¿Sería capaz de reconocerlo, cuando su cabeza estaba
llena de pensamientos sobre Hyukjae? Nadie parecía estar a la altura de Hyukjae.
A su lado, todos los demás hombres le parecían una sombra. Hyukjae había
irrumpido en su vida y la había dominado y él se había enamorado como el héroe
trágico de un dorama.
Hae se hizo un gesto de burla a sí
mismo y se dirigió al cuarto de estar. Desde el sofá, podía ver el jardín
trasero, que en ese momento estaba bañado por el sol.
Oyó la puerta principal abrirse y supo
que era Hyukjae, antes de que él entrara en el cuarto de estar. Estaba
imponente y sexy con unos pantalones color crema y una camiseta de fútbol que,
como él le había explicado en el pasado, era un recuerdo de sus tiempos en la
universidad, cuando había sido capitán del equipo de fútbol.
Como siempre que lo veía, Hae sintió
que el corazón le daba un vuelco.
–Estás obedeciendo las órdenes del
médico –observó Hyukjae con aprobación–. Muy bien.
Hyukjae se sentó en una silla,
enfrente de él, y se cruzó de piernas. Hae le había dicho que fuera a verlo a
las cuatro y él se había pasado las últimas tres horas mirando el reloj
demasiado a menudo y preguntándose por
qué lo habría citado a una hora concreta, teniendo en cuenta que él siempre solía
contentarse con que fuera a verla a la hora que le apeteciera.
–¿Cómo te sientes?
–Bien. Gracias.
Hyukjae se quedó escuchando el eco de sus
palabras en su cabeza. Las había dicho con un tono helador. ¿O sería su
imaginación?, se preguntó él.
–¿Y la criada? ¿Funciona bien? ¿Dónde
está?
–Sora funciona bien y está en el
supermercado ahora mismo. Le pedí que fuera porque… realmente creo que tenemos
que hablar…
Hyukjae reconoció ese tono de voz sin
lugar a dudas. Lo había empleado él mismo en el pasado, normalmente con parejas
que estaban empezando a inmiscuirse demasiado en su vida. En esos casos, él
solía invitarlos a cenar a un sitio caro y, a la hora del licor, decirles que
tenían que hablar…
–Habla.
Hae se dio cuenta de que la sonrisa
inicial de Hyukjae había desaparecido.
–Ayer estuve pensando mucho, Hyukjae.
Cuando pensé que… bueno, cuando creí que podía pasar lo peor… Me di cuenta de
que es importante que solucionemos uno o dos detalles…
Hae se aclaró la garganta y esperó a
que él dijera algo.
–¿Qué detalles?
–Esta casa, por ejemplo.
–Está a mi nombre, como tú me pediste.
–Bien –repuso Hae, sintiéndose
ligeramente incómodo bajo su mirada atenta. Sin querer, empezó a balbucear–: Y…
tenemos que hablar sobre qué pasará cuando alguno de los dos encuentre a
alguien.
–¿Me estás diciendo que hay alguien
más?
–¡Claro que no! Mírame, Hyukjae.
¡Estoy embarazado!
Claro que no había nadie más, se dijo Hyukjae.
Había sido una pregunta ridícula, pero la había hecho sin pensar.
–Pero podría haberlo. Algún día. Igual
que podría pasarte a ti –señaló Donghae.
Hae se quedó medio esperando a que él
lo negara pero, por supuesto, él no iba a negarlo. ¿Por qué iba a hacerlo?, se
dijo. Hyukjae le había ofrecido casarse con él, le había ofrecido su dinero,
como si fuera un empleado que se hubiera ganado un aumento de sueldo después de
superar de forma satisfactoria el periodo de pruebas. Él nunca había hablado
sobre fidelidad. De pronto, un pensamiento nuevo le pasó por la cabeza.
–¿Por qué me pediste que me casara
contigo, Hyukjae?–
¡Otra vez no!
–Sé que eres muy tradicional. Sé que
no te gusta pensar que vas a tener un hijo fuera del matrimonio. ¿Pero fue
también porque no querías que hubiera ningún hombre más en la escena? ¿No
querías que hubiera nadie más que pudiera interferir en la crianza de tu hijo?
–¡Nunca se me había ocurrido algo así!
–exclamó él. Sin embargo, se sonrojó.
¿Se le habría ocurrido aquel
pensamiento, aunque fuera de forma subconsciente?, se preguntó Hyukjae. ¿Sería
por eso por lo que se sentía más cómodo teniéndolo cerca? ¿Porque podía
vigilarlo? No le gustaba la idea de ser posesivo. Nunca había sido un hombre
posesivo. De hecho, nunca había sentido la necesidad de conocer los movimientos
de ninguna de las parejas con las que había salido en el pasado. Ni siquiera
con Junsu… sí, había sido protector con él. Junsu había sido muy delicado y
vulnerable, había necesitado su protección… Pero no había sido posesivo con él.
–¿Adónde quieres llegar? –preguntó él
con tono seco–. ¿Acaso no he cumplido con todo lo que me has pedido?
Hyukjae no entendía qué había pasado. Donghae
había estado bien hacía sólo unos días. ¿Qué había cambiado?
Hae se había dado cuenta de que él se
había sonrojado cuando le había preguntado sobre las razones para pedirle en
matrimonio. Supo, con tristeza, que había dado en el clavo. Hyukjae quería
atarlo a él, quería hacer imposible que encontrara a nadie más porque no quería
que ningún hombre interfiriera con la crianza de su hijo. Él quería jugar sólo
con sus reglas.
–Quiero dejar claras algunas reglas
básicas –indicó con firmeza–. Pensé que iba a perder al bebé. De hecho, ahora
mismo sigo sin dar nada por sentado.
–¿Te ha dicho el médico algo que yo no
sepa? –inquirió Hyukjae, frunciendo el ceño–. Si lo ha hecho, ¡me las pagará!
–Esto no tiene nada que ver con el
bebé –afirmó Hae, y apartó la mirada. No quería verlo demasiado de cerca–.
Tiene que ver conmigo. Con nosotros dos.
–Si vamos a hablar de nosotros, pensé
que estábamos llevándonos bien, hasta que regresé de mi viaje y te encontré con
esta actitud tan siniestra.
–Nos estamos llevando bien –señaló Hae–.
Pero creo que es importante recordar que no somos amigos. Somos dos personas
que cometieron un error al acostarse y las consecuencias han ido más allá de lo
que habíamos esperado. No olvidemos que ahora no estaríamos manteniendo ningún
tipo de conversación si yo no hubiera descubierto que estaba embarazado. Te
agradezco todo lo que has hecho…
–¡¿Quieres dejar de hablarme como si
fuera un desconocido?!
–¿Y tú quieres dejar de gritarme en mi
propia casa?
–Pero no es tu casa, ¿o sí?
Hubo un tenso y eléctrico silencio
entre ellos y Hae se quedó pálido.
–¿Es eso, Hyukjae? ¿Cómo es tu casa,
tengo que obedecer tus reglas? ¿Tengo que mantenerme a raya porque pagas el
techo que tengo sobre la cabeza? Un techo que, por cierto, no recuerdo haberte
pedido.
–¡Eso es ridículo!
–¡No lo es! –replicó Hae, y pensó en
el viaje que él había hecho a Nueva York–. De acuerdo, tengo una pregunta para
ti. ¿Cómo te sentirías si conociera a alguien, alguien a quien quisiera dedicar
gran parte de mi atención? alguien que, de manera inevitable, entraría en
contacto con nuestro hijo y tendría una influencia sobre él o ella. ¿Estarías
de acuerdo con eso? ¿O tendría yo que someterme a tus reglas mientras siguiera
viviendo en la casa que tú has pagado?
Hyukjae deseó poder decirle que podía
hacer lo que le diera la gana, siempre que no metiera a su hijo en ello. Pero,
al imaginarlo con otro hombre, apretó la mandíbula con furia.
–No te molestes en contestar, Hyukjae.
Por tu silencio, sé cuál es la respuesta. ¡Tú… crees que puedes hacer lo que
quieras mientras yo me quede en la casa que tú has comprado, cumpliendo con mi
deber de appa!
–¿Hacer lo que quiera?
Hae se percató que, en algún momento
de la discusión, el calmado y maduro discurso que había planeado se le había
salido de las manos. En ese momento, sintió ganas de romper a llorar.
–Por ejemplo, ¿qué hiciste en Nueva
York? –preguntó, y se avergonzó por sus palabras, sobre todo porque Hyukjae lo
miraba como si se hubiera vuelto loco–. No es que me importe. Sólo lo digo para
demostrarte algo. Tú eres libre de hacer lo que quieras y yo espero poder ser
libre para hacer también lo que me dé la gana.
–A ver si lo entiendo –dijo Hyukjae,
tenso–. Si te digo que fui a Nueva York, me encontré con un antiguo amante y
pasé con él tres tórridas noches, eso te molestaría.
–¿Eso hiciste?
–Bajo riesgo de echar por tierra todos
tus prejuicios, he de contestarte que no, no lo hice.
–Eso no quiere decir que no lo hagas
en algún momento en el futuro –le espetó Donghae.
Hae se sintió aliviado porque él lo
hubiera negado y, al mismo tiempo, se dijo que podía llegar un tiempo en que la
realidad fuera otra. Se odió a sí mismo porque siempre le importaría tanto como
para volver a preguntárselo, aunque sufriera al escuchar su respuesta.
–Y, por supuesto, si lo hiciera, no
intentarías detenerme –observó él.
–¿Por qué iba a hacerlo? Eres un
hombre libre, Hyukjae. Incluso si nos casáramos, seguirías siendo libre y yo no
podría hacer nada para sujetarte.
Hyukjae pensó que en un tiempo había
sido un hombre libre y que, si cualquier joven le hubiera dado indicios de que
intentaba cazarlo, él no habría dudado en terminar la relación. ¿Pero acaso un
hombre libre perdía la concentración en su trabajo porque tenía el pensamiento
puesto en un joven? Un joven muy testarudo y frustrante, y una forma de
conversar que no mostraba ningún respeto por sus límites.
¿Y acaso un hombre libre contaba las
horas que le quedaban para poder ver a un joven que poblaba su mente a todas
horas? a Hyukjae le resultó difícil recordar la última vez que se había sentido
un hombre libre.
Hae había empezado a hablar de Junsu y
estaba diciendo que, en un tiempo, quizá él había sido capaz de amar. Hyukjae lo
detuvo con un gesto y esperó hasta que guardara silencio.
–Todo lo que dices es verdad –admitió Hyukjae,
apoyándose hacia delante en el sofá, con los codos sobre las rodillas. Se
recorrió el pelo con los dedos–. Amaba a Junsu. Diablos, éramos muy jóvenes y
tuvimos muy poco tiempo para estar juntos. Demasiado poco como para descubrir
los defectos del otro y, sí, lo puse en un pedestal –reconoció, y lo miró a los
ojos con intensidad.
Hae deseó taparle la boca con la mano,
porque no quería oírlo confirmar todo lo que acababa de exponer. Se dio cuenta
de que, cuando había ensayado lo que le iba a decir, lo había imaginado como un
oyente silencioso.
–Él era… complaciente, suave, sumiso…
–Lo sé. Creo que ya me lo habías
dicho. Él era todo lo que yo no soy.
Hyukjae asintió con la cabeza.
–Eso me hace preguntarme si de veras Junsu
y yo éramos adecuados el uno para el otro.
–¿Qué? –preguntó él, levantando la
cabeza, y fijó en Hyukjae la mirada.
Hyukjae tuvo una sensación extraña de
mareo, como si estuviera parado al borde de un abismo, mirando hacia abajo.
–Siempre pensé que me gustaban los
jóvenes dulces y complacientes hasta que conocí a un joven cabezota, bocazas y
peleon que tenía las agallas de cuestionar todo lo que yo decía, hacía y
pensaba.
Hae contuvo el aliento, preguntándose
si estaría oyendo bien, pero la expresión en el rostro de él le confirmó que
así era. Hyukjae parecía extrañamente vulnerable. Era una expresión que no le
había visto nunca antes.
Donghae sintió deseos de acercarse a
él, sentarse en su regazo, acariciarle el rostro… Pero se quedó quieto, para no
romper el hechizo.
–Cuando me fui de tu cabaña, de veras
creí que podría volver a Seul, que mi vida continuaría donde la dejé. Estaba
acostumbrado a que los jóvenes fueran algo pasajero. Por supuesto, tenía el ego
herido porque me habías rechazado cuando yo había querido prolongar nuestra
aventura. Pero me dije a mí mismo que había sido mejor así. Lo malo fue que no
pude sacarte de mis pensamientos.
–¿No?
Hyukjae negó con la cabeza con gesto
socarrón.
–Eso debe de ser… probablemente
porque… ya sabes… por el sexo y… por desear la única cosa que pensabas que no
podías tener… –balbuceó Donghae.
–¿Estás intentando sonsacarme?
Hae sonrió con reticencia.
–Algo así.
–¿Qué quieres sonsacarme?
Hae se encogió de hombros y se le
quedó mirando mientras él se acercaba y se sentaba a su lado en el sofá. Le
hizo sitio y se sintió apretado. Y feliz, pues había echado de menos su
cercanía, la calidez de su cuerpo.
Era un hombre tan vibrante, tan vital, que
lo contagiaba cuando estaba a su lado. Sin él, se sentía como una sombra.
–No es por el sexo. De hecho, no tiene
nada que ver con el sexo. Claro que cuando pienso en ti me pongo caliente, pero
también me siento… incompleto. Supongo que lo que estoy intentando decirte es
que te amo. No puedo imaginarte con ningún otro hombre y no tiene nada que ver
con querer proteger a mi hijo de la influencia de nadie más. Tiene que ver con
algo mucho más primitivo que eso. Creo que son celos.
–¡Estás celoso! –exclamó Hae, y esbozó
una radiante sonrisa. Tomó una de las manos de él entre las suyas.
–Creo que es un efecto secundario de
estar enamorado.
–Yo también te amo.
–Si me amas, ¿por qué no me haces el
honor de casarte conmigo?
–Estaba esperando, Hyukjae, a que me
dijeras las palabras adecuadas. Ahora lo has hecho. Me casaré contigo cuando tú
quieras.
Se casaron seis semanas después en una
ceremonia muy pequeña e íntima, con sólo la familia y amigos. Por entonces, Hae
ya no tenía por qué hacer descanso absoluto, aunque había dejado por un tiempo
todos los compromisos de trabajo que implicaran conducir.
Como Sungmin, no tuvo luna de miel
pero tampoco le preocupó lo más mínimo. Estaba tan feliz que no le importaba no
moverse de su casa. Estaba contento de estar donde Hyukjae estuviera, incluso
si eso significaba quedarse en su cabaña con él, cocinando y cuidando del
jardín.
Hyukjae había dejado de ser el adicto
al trabajo que había sido antes y había estado hablando de la posibilidad de
mudarse lejos de Seul en un futuro próximo. Para un hombre que una vez había
considerado Mopko como el fin del mundo, aquello era un gran paso.
Después de un embarazo sin más sustos,
Lee Hyungsik nació en una soleada tarde. Su nacimiento pareció compensar todo
el estrés que había rodeado a su concepción, pues llegó al mundo sin ninguna
dificultad.
Tenía el pelo de color oscuro y un
temperamento dulce y calmado. Fue bautizado varias semanas después de su
nacimiento. Sungmin y Kyu fueron los padrinos, con la condición de que no
dejara a Hyungsik acercarse a ningún club nocturno antes de los 21 años,
incluido su club, que estaba ganándose a gran velocidad la reputación de ser el
mejor club de jazz del país.
La vida no podía haber sido más feliz
para Hae.
Y, en ese momento, con el invierno
acercándose y las Navidades a la vuelta de la esquina, el aire estaba
impregnado de alegría ante la perspectiva de comprar su primer árbol de Navidad
juntos.
–El primero de muchos –le había dicho Hyukjae
la noche anterior, después de que hubieran hecho el amor apasionadamente,
mientras su bebé dormía con placidez en la habitación de al lado–. Y muy
pronto, espero que me des una razón para que nos mudemos un poco más lejos, a
una casa un poco más grande…
–¿Qué clase de razón? –había
preguntado Hae, aunque había sabido muy bien a qué se había referido él. Desde
hacía cinco horas, había estado esperando el momento de comunicarle la noticia.
–¿Qué clase de razón cree usted que
puede ser, señor Lee?
–Bueno… es curioso que digas eso
porque vamos a tener una muy buena razón dentro de… unos ocho meses y medio. Me
hice la prueba esta mañana, señor Lee, y parece ser que, después de todo, es
usted tan viril como dice…
hsbfsdjbfmdsfbdmh que hermoso me encanto este final!!! fue muy adorable!! gracias por compartir esta historia!!!! eres genial cuidate!!! gracias!!!!
ResponderEliminarOh B-) hermoso final al fin de cuentas Hae era un cabezota y hyuk un cobarde. Me encanto el final.pero de no querer tener familia a qrer q creciera en tan poco tiempo realmente le entro duro el amor a Hyuk. Espero un epilogo realmente me gusto este fic. Muy tierno.
ResponderEliminarwaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa fue hermosisimo amo el EunHae, son tan dulcessss, Yota gracias por otra maravillosa adaptacion. saranghae.
ResponderEliminaraaaaaaaaaaa
ResponderEliminar¿por qué?....sabía que al final iba a estar incompleto para mi....siento que le falto algo...romance...creo yo
muy curiosa la forma en que hyuk descubre que ama a hae y declararse su amor mutuamente
pero lo mejor de todo es que estan juntos.....ese hyukjae y su punteria....me gusta saber que la familia de kyu y el negocio va muy bien
al final hyuk opta por un lugar lejos.....y feliz con su familia
dafkjfifhrfoiahffdfl hasta que por fin el orgulloso HyukJae le dijo que lo amaa!!! ame la personalidad de Hae!! y ahora casados con un hijito y otro por venir!! que linda historia! me gusto mucho!
ResponderEliminarmuchas gracias por el mp!!
Me encantó, ya era hora que esos dos hablaran de sus sentimientos de manera franca, sobre todo HyukJae, me encantó la forma en que le explicó que lo amaba.
ResponderEliminarMe imaginé una boda muy bonita, y ellos con su pequeño bebé, felices como debe ser, con KyuHyun y SungMin como padrinos y para completar la felicidad la llegada de un nuevo miembro a su feliz familia.
Me encantó la historia, muchas gracias por el Mp.
Nos seguimos leyendo.
Cuídate ^_^
Me encantó!!!!!!!
ResponderEliminar