Frío Corazón- Capítulo Final



–¿Cómo supiste que estaba aquí? –preguntó, abriendo los ojos despacio.

–Sungmin me lo dijo. ¿Por qué diablos no me llamaste tú mismo?

–No lo creí necesario.

Hyukjae se controló para no estallar. Ya había hablado con el médico y le habían dicho que todo parecía ir bien pero que Donghae debía hacer reposo absoluto, al menos durante las próximas semanas. No quiso gritar para no estresarlo.

–No lo creíste necesario.

–No. Y Sungmin no debió haberte llamado. Le pedí que no lo hiciera. Acabas de llegar de viaje y no quería que vinieras, pues seguro que tenías compromisos de trabajo –señaló él, intentando mantener un tono neutral–. Ha sido un susto nada más.

–Creo que tengo derecho a estar al tanto de esta clase de sustos.


Antes, Hae habría pensado con inocencia que la preocupación de Hyukjae lo incluía a él. Habría sonreído y le habría contado lo mal que lo había pasado. Incluso le habría confesado que se alegraba de verlo. Hyukjae lo habría llevado de vuelta a la casa y le habría hablado con esa voz dulce y amistosa, haciéndole creer que significaba para él algo más que la incubadora de su hijo. Pero las cosas habían cambiado, se dijo.

–Con suerte, ya no habrá más –dijo.

Hyukjae frunció el ceño, mirándolo.

–¿Qué pasa?

–¿Qué quieres decir?

–La última vez que te vi, irradiabas alegría. ¿Se debe tu cambio de humor a que estás preocupado? El médico me ha dicho que no hay de qué preocuparse. De hecho, no te sienta nada bien estresarte por nada.

–Por supuesto –contestó Hae, diciéndose que Hyukjae pensaba sólo en el bienestar del bebé, no en él.

–Tienes que descansar. Se acabó lo de trabajar en esos tontos proyectos. a partir de ahora, estarás tumbado y seguirás los consejos del médico. Te buscaré una criada. Alguien que cocine, limpie y te haga los recados. No tendrás que mover ni un dedo.

–No son proyectos tontos.

–Harás lo que te dijo –ordenó Hyukjae, cansado de tantas contemplaciones–. La salud del bebé depende de ti, es tan simple como eso.

Hyukjae no entendía el cambio de humor de Donghae y no le gustaba tampoco. Había corrido al hospital, se había vuelto loco de preocupación y aquel tono frío en que hablaba le estaba poniendo de los nervios.

–Ni se te ocurra decirme que no necesitas una criada –advirtió él, adelantándose a cualquier objeción que pudiera poner.

–No iba a hacerlo. No soy estúpido, Hyukjae. Me doy cuenta de que necesito ayuda en la casa y no iré a visitar a más clientes ni trabajaré en mis tontos proyectos, como tú los llamas. Al menos, por el momento –señaló.

Entonces, Hae recordó cuando Sungmin había sido llevada a urgencias en el hospital. Recordó la cara conmocionada de Kyu. Sus ojos llenos de amor. En ese momento, Kyu había estado dispuesto a dejarlo todo por Sungmin, a hacer cualquier cosa por él.

Y Hyukjae sólo se preocupaba por el bebé que llevaba en su vientre, pensó Hae.

–Ahora estoy cansado –dijo de forma abrupta–. Ha sido un día muy largo y quiero volver a dormir.

–Necesitarás algo de ropa.

Hae no había pensado en eso. Seguía vestido con la bata del hospital. Se encogió de hombros y asintió.

–Dime qué quieres y te lo traeré.

–No hace falta que te molestes, Hyukjae. Tu chófer puede ir y traerme cualquier cosa –contestó Hae, y bostezó.

–No seas absurdo –replicó Hyukjae. Imaginó a su chófer rebuscando en el cajón de la ropa interior e hizo un gesto de disgusto. Le pareció más que inaceptable. Incluso obsceno–. Yo te traeré lo que necesites y me aseguraré de que haya una criada en la casa para cuando llegues allí. De hecho, voy a hacer que mi secretaria se ponga manos a la obra ahora mismo.

Hyukjae marcó el número en su teléfono móvil y Hae lo escuchó mientras daba órdenes. Órdenes que serían obedecidas sin cuestionarlo y llevadas a cabo con el nivel de eficiencia que un alto salario garantizaba. La voz de él era tajante, la voz de un hombre que sabía que, cuando daba órdenes, éstas eran obedecidas. Pagaba a su secretaria para que lo obedeciera.

Había utilizado una táctica diferente con él, se dijo Hae, pero el resultado había sido el mismo. Le había dado órdenes disfrazadas entre sonrisas y gestos de amabilidad, y él había obedecido. Incluso también lo había pagado, en cierta forma, porque… ¿dónde estaba viviendo? En una casa que él había elegido, en la zona que él había escogido, por razones que le convenían. La única negativa con la que Hyukjae se había topado en su plan había sido el rechazo de su propuesta de matrimonio, una manera de hacer que su hijo fuera legítimo. Sin embargo, en todo lo demás, Hyukjae le había persuadido para que hiciera lo que él quisiera. Y él había ofrecido muy poca resistencia.

Pero aquel susto en el hospital había hecho que Hae recordara que era del todo prescindible. Era hora de que lo reconociera, antes de dejarse llevar demasiado lejos por una corriente que lo alejaba de la seguridad de la costa.



Hae había regresado a la casa y Hyukjae iba de camino. La criada había sido empleada en un tiempo récord. Ya había limpiado la casa cuando Hae había vuelto y, en ese momento, estaba en el supermercado con la lista de la compra.

Hae la había enviado para que no estuviera en la casa cuando Hyukjae llegara.

Se miró al espejo y ensayó el discurso que había preparado. Iba a decirle a Hyukjae que lo había estado pensando y que, para empezar, quería asegurarse de que se firmaran los documentos adecuados para que la casa estuviera a nombre de él. Eso le daría un buen pie para el resto de la conversación.

A continuación, le resultaría más fácil mantener sus sentimientos bajo control, sobre todo cuando pasara al tema de las barreras personales que debían existir entre los dos. Por supuesto, Hyukjae le contestaría que él no había traspasado ningún límite, que se estaban comportando de forma civilizada, adulta y amigable porque eso facilitaría mucho las cosas cuando llegara el bebé. Había pensado ya qué le respondería a eso. 
Salir a cenar iba más allá de una relación puramente amistosa y no quería que él le controlara la vida. 

También, tenía pensado hablar sobre qué pasaría si alguno de los dos encontrara pareja, alguien con quien quisieran compartir su vida. Básicamente, quería dejarle claro, en pocas palabras, que él era algo pasajero en su vida, en lo que se refería al corazón.

Mirándose al espejo mientras se peinaba, Hae se preguntó cómo sería ese hombre imaginario que esperaba que apareciera en algún momento en su vida. ¿Sería capaz de reconocerlo, cuando su cabeza estaba llena de pensamientos sobre Hyukjae? Nadie parecía estar a la altura de Hyukjae. A su lado, todos los demás hombres le parecían una sombra. Hyukjae había irrumpido en su vida y la había dominado y él se había enamorado como el héroe trágico de un dorama.

Hae se hizo un gesto de burla a sí mismo y se dirigió al cuarto de estar. Desde el sofá, podía ver el jardín trasero, que en ese momento estaba bañado por el sol.

Oyó la puerta principal abrirse y supo que era Hyukjae, antes de que él entrara en el cuarto de estar. Estaba imponente y sexy con unos pantalones color crema y una camiseta de fútbol que, como él le había explicado en el pasado, era un recuerdo de sus tiempos en la universidad, cuando había sido capitán del equipo de fútbol.

Como siempre que lo veía, Hae sintió que el corazón le daba un vuelco.

–Estás obedeciendo las órdenes del médico –observó Hyukjae con aprobación–. Muy bien.

Hyukjae se sentó en una silla, enfrente de él, y se cruzó de piernas. Hae le había dicho que fuera a verlo a las cuatro y él se había pasado las últimas tres horas mirando el reloj demasiado a menudo y  preguntándose por qué lo habría citado a una hora concreta, teniendo en cuenta que él siempre solía contentarse con que fuera a verla a la hora que le apeteciera.

–¿Cómo te sientes?

–Bien. Gracias.

Hyukjae se quedó escuchando el eco de sus palabras en su cabeza. Las había dicho con un tono helador. ¿O sería su imaginación?, se preguntó él.

–¿Y la criada? ¿Funciona bien? ¿Dónde está?

–Sora funciona bien y está en el supermercado ahora mismo. Le pedí que fuera porque… realmente creo que tenemos que hablar…

Hyukjae reconoció ese tono de voz sin lugar a dudas. Lo había empleado él mismo en el pasado, normalmente con parejas que estaban empezando a inmiscuirse demasiado en su vida. En esos casos, él solía invitarlos a cenar a un sitio caro y, a la hora del licor, decirles que tenían que hablar…

–Habla.

Hae se dio cuenta de que la sonrisa inicial de Hyukjae había desaparecido.

–Ayer estuve pensando mucho, Hyukjae. Cuando pensé que… bueno, cuando creí que podía pasar lo peor… Me di cuenta de que es importante que solucionemos uno o dos detalles…

Hae se aclaró la garganta y esperó a que él dijera algo.

–¿Qué detalles?

–Esta casa, por ejemplo.

–Está a mi nombre, como tú me pediste.

–Bien –repuso Hae, sintiéndose ligeramente incómodo bajo su mirada atenta. Sin querer, empezó a balbucear–: Y… tenemos que hablar sobre qué pasará cuando alguno de los dos encuentre a alguien.

–¿Me estás diciendo que hay alguien más?

–¡Claro que no! Mírame, Hyukjae. ¡Estoy embarazado!

Claro que no había nadie más, se dijo Hyukjae. Había sido una pregunta ridícula, pero la había hecho sin pensar.

–Pero podría haberlo. Algún día. Igual que podría pasarte a ti –señaló Donghae.

Hae se quedó medio esperando a que él lo negara pero, por supuesto, él no iba a negarlo. ¿Por qué iba a hacerlo?, se dijo. Hyukjae le había ofrecido casarse con él, le había ofrecido su dinero, como si fuera un empleado que se hubiera ganado un aumento de sueldo después de superar de forma satisfactoria el periodo de pruebas. Él nunca había hablado sobre fidelidad. De pronto, un pensamiento nuevo le pasó por la cabeza.

–¿Por qué me pediste que me casara contigo, Hyukjae?–

¡Otra vez no!

–Sé que eres muy tradicional. Sé que no te gusta pensar que vas a tener un hijo fuera del matrimonio. ¿Pero fue también porque no querías que hubiera ningún hombre más en la escena? ¿No querías que hubiera nadie más que pudiera interferir en la crianza de tu hijo?

–¡Nunca se me había ocurrido algo así! –exclamó él. Sin embargo, se sonrojó.

¿Se le habría ocurrido aquel pensamiento, aunque fuera de forma subconsciente?, se preguntó Hyukjae. ¿Sería por eso por lo que se sentía más cómodo teniéndolo cerca? ¿Porque podía vigilarlo? No le gustaba la idea de ser posesivo. Nunca había sido un hombre posesivo. De hecho, nunca había sentido la necesidad de conocer los movimientos de ninguna de las parejas con las que había salido en el pasado. Ni siquiera con Junsu… sí, había sido protector con él. Junsu había sido muy delicado y vulnerable, había necesitado su protección… Pero no había sido posesivo con él.

–¿Adónde quieres llegar? –preguntó él con tono seco–. ¿Acaso no he cumplido con todo lo que me has pedido?

Hyukjae no entendía qué había pasado. Donghae había estado bien hacía sólo unos días. ¿Qué había cambiado?

Hae se había dado cuenta de que él se había sonrojado cuando le había preguntado sobre las razones para pedirle en matrimonio. Supo, con tristeza, que había dado en el clavo. Hyukjae quería atarlo a él, quería hacer imposible que encontrara a nadie más porque no quería que ningún hombre interfiriera con la crianza de su hijo. Él quería jugar sólo con sus reglas.

–Quiero dejar claras algunas reglas básicas –indicó con firmeza–. Pensé que iba a perder al bebé. De hecho, ahora mismo sigo sin dar nada por sentado.

–¿Te ha dicho el médico algo que yo no sepa? –inquirió Hyukjae, frunciendo el ceño–. Si lo ha hecho, ¡me las pagará!

–Esto no tiene nada que ver con el bebé –afirmó Hae, y apartó la mirada. No quería verlo demasiado de cerca–. Tiene que ver conmigo. Con nosotros dos.

–Si vamos a hablar de nosotros, pensé que estábamos llevándonos bien, hasta que regresé de mi viaje y te encontré con esta actitud tan siniestra.

–Nos estamos llevando bien –señaló Hae–. Pero creo que es importante recordar que no somos amigos. Somos dos personas que cometieron un error al acostarse y las consecuencias han ido más allá de lo que habíamos esperado. No olvidemos que ahora no estaríamos manteniendo ningún tipo de conversación si yo no hubiera descubierto que estaba embarazado. Te agradezco todo lo que has hecho…

–¡¿Quieres dejar de hablarme como si fuera un desconocido?!

–¿Y tú quieres dejar de gritarme en mi propia casa?

–Pero no es tu casa, ¿o sí?

Hubo un tenso y eléctrico silencio entre ellos y Hae se quedó pálido.

–¿Es eso, Hyukjae? ¿Cómo es tu casa, tengo que obedecer tus reglas? ¿Tengo que mantenerme a raya porque pagas el techo que tengo sobre la cabeza? Un techo que, por cierto, no recuerdo haberte pedido.

–¡Eso es ridículo!

–¡No lo es! –replicó Hae, y pensó en el viaje que él había hecho a Nueva York–. De acuerdo, tengo una pregunta para ti. ¿Cómo te sentirías si conociera a alguien, alguien a quien quisiera dedicar gran parte de mi atención? alguien que, de manera inevitable, entraría en contacto con nuestro hijo y tendría una influencia sobre él o ella. ¿Estarías de acuerdo con eso? ¿O tendría yo que someterme a tus reglas mientras siguiera viviendo en la casa que tú has pagado?

Hyukjae deseó poder decirle que podía hacer lo que le diera la gana, siempre que no metiera a su hijo en ello. Pero, al imaginarlo con otro hombre, apretó la mandíbula con furia.

–No te molestes en contestar, Hyukjae. Por tu silencio, sé cuál es la respuesta. ¡Tú… crees que puedes hacer lo que quieras mientras yo me quede en la casa que tú has comprado, cumpliendo con mi deber de appa!

–¿Hacer lo que quiera?

Hae se percató que, en algún momento de la discusión, el calmado y maduro discurso que había planeado se le había salido de las manos. En ese momento, sintió ganas de romper a llorar.

–Por ejemplo, ¿qué hiciste en Nueva York? –preguntó, y se avergonzó por sus palabras, sobre todo porque Hyukjae lo miraba como si se hubiera vuelto loco–. No es que me importe. Sólo lo digo para demostrarte algo. Tú eres libre de hacer lo que quieras y yo espero poder ser libre para hacer también lo que me dé la gana.

–A ver si lo entiendo –dijo Hyukjae, tenso–. Si te digo que fui a Nueva York, me encontré con un antiguo amante y pasé con él tres tórridas noches, eso te molestaría.

–¿Eso hiciste?

–Bajo riesgo de echar por tierra todos tus prejuicios, he de contestarte que no, no lo hice.

–Eso no quiere decir que no lo hagas en algún momento en el futuro –le espetó Donghae.

Hae se sintió aliviado porque él lo hubiera negado y, al mismo tiempo, se dijo que podía llegar un tiempo en que la realidad fuera otra. Se odió a sí mismo porque siempre le importaría tanto como para volver a preguntárselo, aunque sufriera al escuchar su respuesta.

–Y, por supuesto, si lo hiciera, no intentarías detenerme –observó él.

–¿Por qué iba a hacerlo? Eres un hombre libre, Hyukjae. Incluso si nos casáramos, seguirías siendo libre y yo no podría hacer nada para sujetarte.

Hyukjae pensó que en un tiempo había sido un hombre libre y que, si cualquier joven le hubiera dado indicios de que intentaba cazarlo, él no habría dudado en terminar la relación. ¿Pero acaso un hombre libre perdía la concentración en su trabajo porque tenía el pensamiento puesto en un joven? Un joven muy testarudo y frustrante, y una forma de conversar que no mostraba ningún respeto por sus límites.

¿Y acaso un hombre libre contaba las horas que le quedaban para poder ver a un joven que poblaba su mente a todas horas? a Hyukjae le resultó difícil recordar la última vez que se había sentido un hombre libre.

Hae había empezado a hablar de Junsu y estaba diciendo que, en un tiempo, quizá él había sido capaz de amar. Hyukjae lo detuvo con un gesto y esperó hasta que guardara silencio.

–Todo lo que dices es verdad –admitió Hyukjae, apoyándose hacia delante en el sofá, con los codos sobre las rodillas. Se recorrió el pelo con los dedos–. Amaba a Junsu. Diablos, éramos muy jóvenes y tuvimos muy poco tiempo para estar juntos. Demasiado poco como para descubrir los defectos del otro y, sí, lo puse en un pedestal –reconoció, y lo miró a los ojos con intensidad.

Hae deseó taparle la boca con la mano, porque no quería oírlo confirmar todo lo que acababa de exponer. Se dio cuenta de que, cuando había ensayado lo que le iba a decir, lo había imaginado como un oyente silencioso.

–Él era… complaciente, suave, sumiso…

–Lo sé. Creo que ya me lo habías dicho. Él era todo lo que yo no soy.

Hyukjae asintió con la cabeza.

–Eso me hace preguntarme si de veras Junsu y yo éramos adecuados el uno para el otro.

–¿Qué? –preguntó él, levantando la cabeza, y fijó en Hyukjae la mirada.

Hyukjae tuvo una sensación extraña de mareo, como si estuviera parado al borde de un abismo, mirando hacia abajo.

–Siempre pensé que me gustaban los jóvenes dulces y complacientes hasta que conocí a un joven cabezota, bocazas y peleon que tenía las agallas de cuestionar todo lo que yo decía, hacía y pensaba.

Hae contuvo el aliento, preguntándose si estaría oyendo bien, pero la expresión en el rostro de él le confirmó que así era. Hyukjae parecía extrañamente vulnerable. Era una expresión que no le había visto nunca antes.

Donghae sintió deseos de acercarse a él, sentarse en su regazo, acariciarle el rostro… Pero se quedó quieto, para no romper el hechizo.

–Cuando me fui de tu cabaña, de veras creí que podría volver a Seul, que mi vida continuaría donde la dejé. Estaba acostumbrado a que los jóvenes fueran algo pasajero. Por supuesto, tenía el ego herido porque me habías rechazado cuando yo había querido prolongar nuestra aventura. Pero me dije a mí mismo que había sido mejor así. Lo malo fue que no pude sacarte de mis pensamientos.

–¿No?

Hyukjae negó con la cabeza con gesto socarrón.

–Eso debe de ser… probablemente porque… ya sabes… por el sexo y… por desear la única cosa que pensabas que no podías tener… –balbuceó Donghae.

–¿Estás intentando sonsacarme?

Hae sonrió con reticencia.

–Algo así.

–¿Qué quieres sonsacarme?

Hae se encogió de hombros y se le quedó mirando mientras él se acercaba y se sentaba a su lado en el sofá. Le hizo sitio y se sintió apretado. Y feliz, pues había echado de menos su cercanía, la calidez de su cuerpo. 
Era un hombre tan vibrante, tan vital, que lo contagiaba cuando estaba a su lado. Sin él, se sentía como una sombra.

–No es por el sexo. De hecho, no tiene nada que ver con el sexo. Claro que cuando pienso en ti me pongo caliente, pero también me siento… incompleto. Supongo que lo que estoy intentando decirte es que te amo. No puedo imaginarte con ningún otro hombre y no tiene nada que ver con querer proteger a mi hijo de la influencia de nadie más. Tiene que ver con algo mucho más primitivo que eso. Creo que son celos.

–¡Estás celoso! –exclamó Hae, y esbozó una radiante sonrisa. Tomó una de las manos de él entre las suyas.

–Creo que es un efecto secundario de estar enamorado.

–Yo también te amo.

–Si me amas, ¿por qué no me haces el honor de casarte conmigo?

–Estaba esperando, Hyukjae, a que me dijeras las palabras adecuadas. Ahora lo has hecho. Me casaré contigo cuando tú quieras.



Se casaron seis semanas después en una ceremonia muy pequeña e íntima, con sólo la familia y amigos. Por entonces, Hae ya no tenía por qué hacer descanso absoluto, aunque había dejado por un tiempo todos los compromisos de trabajo que implicaran conducir.

Como Sungmin, no tuvo luna de miel pero tampoco le preocupó lo más mínimo. Estaba tan feliz que no le importaba no moverse de su casa. Estaba contento de estar donde Hyukjae estuviera, incluso si eso significaba quedarse en su cabaña con él, cocinando y cuidando del jardín.

Hyukjae había dejado de ser el adicto al trabajo que había sido antes y había estado hablando de la posibilidad de mudarse lejos de Seul en un futuro próximo. Para un hombre que una vez había considerado Mopko como el fin del mundo, aquello era un gran paso.

Después de un embarazo sin más sustos, Lee Hyungsik nació en una soleada tarde. Su nacimiento pareció compensar todo el estrés que había rodeado a su concepción, pues llegó al mundo sin ninguna dificultad.

Tenía el pelo de color oscuro y un temperamento dulce y calmado. Fue bautizado varias semanas después de su nacimiento. Sungmin y Kyu fueron los padrinos, con la condición de que no dejara a Hyungsik acercarse a ningún club nocturno antes de los 21 años, incluido su club, que estaba ganándose a gran velocidad la reputación de ser el mejor club de jazz del país.

La vida no podía haber sido más feliz para Hae.

Y, en ese momento, con el invierno acercándose y las Navidades a la vuelta de la esquina, el aire estaba impregnado de alegría ante la perspectiva de comprar su primer árbol de Navidad juntos.

–El primero de muchos –le había dicho Hyukjae la noche anterior, después de que hubieran hecho el amor apasionadamente, mientras su bebé dormía con placidez en la habitación de al lado–. Y muy pronto, espero que me des una razón para que nos mudemos un poco más lejos, a una casa un poco más grande…

–¿Qué clase de razón? –había preguntado Hae, aunque había sabido muy bien a qué se había referido él. Desde hacía cinco horas, había estado esperando el momento de comunicarle la noticia.

–¿Qué clase de razón cree usted que puede ser, señor Lee?

–Bueno… es curioso que digas eso porque vamos a tener una muy buena razón dentro de… unos ocho meses y medio. Me hice la prueba esta mañana, señor Lee, y parece ser que, después de todo, es usted tan viril como dice…


7 comentarios:

  1. hsbfsdjbfmdsfbdmh que hermoso me encanto este final!!! fue muy adorable!! gracias por compartir esta historia!!!! eres genial cuidate!!! gracias!!!!

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  2. Oh B-) hermoso final al fin de cuentas Hae era un cabezota y hyuk un cobarde. Me encanto el final.pero de no querer tener familia a qrer q creciera en tan poco tiempo realmente le entro duro el amor a Hyuk. Espero un epilogo realmente me gusto este fic. Muy tierno.

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  3. waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa fue hermosisimo amo el EunHae, son tan dulcessss, Yota gracias por otra maravillosa adaptacion. saranghae.

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  4. aaaaaaaaaaa
    ¿por qué?....sabía que al final iba a estar incompleto para mi....siento que le falto algo...romance...creo yo
    muy curiosa la forma en que hyuk descubre que ama a hae y declararse su amor mutuamente
    pero lo mejor de todo es que estan juntos.....ese hyukjae y su punteria....me gusta saber que la familia de kyu y el negocio va muy bien
    al final hyuk opta por un lugar lejos.....y feliz con su familia

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  5. dafkjfifhrfoiahffdfl hasta que por fin el orgulloso HyukJae le dijo que lo amaa!!! ame la personalidad de Hae!! y ahora casados con un hijito y otro por venir!! que linda historia! me gusto mucho!
    muchas gracias por el mp!!

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  6. Me encantó, ya era hora que esos dos hablaran de sus sentimientos de manera franca, sobre todo HyukJae, me encantó la forma en que le explicó que lo amaba.

    Me imaginé una boda muy bonita, y ellos con su pequeño bebé, felices como debe ser, con KyuHyun y SungMin como padrinos y para completar la felicidad la llegada de un nuevo miembro a su feliz familia.

    Me encantó la historia, muchas gracias por el Mp.

    Nos seguimos leyendo.

    Cuídate ^_^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...