Es este el trato que me dijeron que
estabas cerrando?
Acababan de dar la vuelta a la casa
que Hyukjae había amenazado con comprar.
Habían tardado menos de una hora en
llegar a un pequeño pueblo a las afueras de Seul. Durante ese tiempo, Hyukjae
se había negado a revelarle la razón de su urgencia y se había esforzado por
hablar de cosas sin importancia. Cada vez que él había intentado sacar el tema
para decirle todo lo que había ensayado decirle, Hyukjae lo había interrumpido
y le había asegurado que hablarían de ello seriamente cuando él dejara de
conducir y pudiera concentrarse bien en la conversación.
Y al fin habían llegado.
Era obvio que Hyukjae había prestado
mucha atención a las palabras que le había dicho sobre su piso porque la casa
en cuestión carecía de cualquier modernidad, aunque no cabía duda de que todos
sus materiales eran de primera calidad. La cocina era de estilo rural con una
estufa-cocina verde y el dormitorio tenía una cama con dosel con una exquisita
colcha de cuadros hecha a mano.
–Éste era el trato que estaba cerrando
–afirmó él, mirándolo con intensidad.
Hyukjae había tenido que hacerlo todo
muy rápido pero, con todo su dinero a su disposición, no había tenido problema
en localizar la casa ideal en el pueblo ideal, que estaba a una distancia
prudencial de su piso y su oficina.
–Míralo bien antes de decir nada
–sugirió Hyukjae, anticipándose a sus protestas–. si no te gusta la idea,
respetaré tu decisión.
Hyukjae tenía la esperanza de que, al
ver la casa, Donghae reconsideraría las cosas. Y, aunque no estaba seguro de
conseguirlo, sabía que tenía más posibilidades de ello que hacía tres días,
cuando había rechazado su propuesta de matrimonio.
Donghae había hecho ruiditos de
admiración al ver el pequeño jardín, con su huerto de manzanos y ciruelos, se
había detenido a admirar las vigas de madera de la casa, la chimenea rodeada de
azulejos victorianos y, en el dormitorio, había reconocido que siempre había
querido tener una cama de ese estilo.
Hyukjae estaba casi seguro de que Donghae
iba a aceptar.
–Bueno, ¿qué te parece? ¿Te gusta?
–¿A quién no le gustaría?
Los dos estaban en la cocina,
mirándose por encima de una mesa de pino, en cuyo centro había un jarrón con
flores silvestres.
–No está a demasiada distancia del
centro de Seul –comentó Hyukjae, intentando convencerlo sin que se notara
demasiado–. Y no está lejos de donde vives ahora. Podrías ir allí con facilidad
si tienes que ir por trabajo o para visitar amigos…
Para Hae era una tentación. Hyukjae no
lo amaba, pero se sentía obligado a cuidar de él porque estaba embarazado de su
hijo. Por supuesto, nunca aceptaría casarse con él, pero le resultaba
reconfortante pensar que Hyukjae podría estar allí en un momento si lo
necesitaba.
–Podría comprar la casa hoy mismo
–señaló él con tono seductor–. Los dueños se han mudado al este y quieren
vender también los muebles, si los quieres… Podrías mudarte para finales de
esta semana…
–¡Ni siquiera lo hemos hablado!
–objetó–. ¡Es una locura que pienses que puedes encontrarme un sitio para vivir
sólo porque a ti te viene bien, sin molestarte en consultarme!
–¿Hubieras estado de acuerdo en ir a
buscar casa conmigo?
–Quizá no, pero no se trata de eso.
–Claro que se trata de eso. No dejas
de ponerme obstáculos para hacerme la vida todo lo difícil que puedes. Tomé una
decisión, valoré el coste de oportunidad y elegí la mejor opción.
–¡Yo no soy uno de tus empleados, Hyukjae!
¡A mí no puedes darme órdenes!
–Nunca le compraría una casa a ninguno
de mis empleados. Ahora que has visto el sitio, dime qué es lo que no te gusta.
–No es por la casa. ¡Claro que me
gusta! Ya te lo he dicho. Es por tu presunción.
–¿Te refieres a la presunción de
querer una situación que sea más o menos adecuada para mí y para ti? La casa te
gusta, está en un buen sitio. Lo único que pasa es que quieres demostrar tu
poder y ejercitar tu derecho a negarte. Llevas a mi hijo y estás en disposición
de hacer que me someta a tus caprichos, y lo estás haciendo. ¿No es así?
–Claro que no –repuso, y lo miró
enfurruñado–. Y no quiero demostrar mi poder. Hay una diferencia entre
demostrar poder y tener una opinión.
–Dime qué objetas a esta casa, en
concreto, y ahórrame los sermones.
–Tengo miles de cosas en mi cabaña…
–se puede transportar cualquier cosa
en un abrir y cerrar de ojos…
–Pero mudarse de casa es algo
importante. De todos modos, no puedo dejar que la compres para mí…
–¿Y dejarías que la comprara para mi
hijo? –preguntó Hyukjae, y se encogió de hombros. El dinero no era tan
importante: el precio de esa casa era como una gota en el océano para él–. Si
quieres, la casa puede estar a mi nombre, hasta que nuestro hijo sea mayor de
edad. Esos pequeños detalles no me preocupan.
Hae sintió que sus argumentos eran
arrasados por la lógica y la determinación de Hyukjae.
Además, el amor que sentía por él
estaba minando todas sus objeciones. Le gustaba escuchar su voz, le emocionaba
pensar que iba a poder verlo a menudo, deseaba ser su principal objeto de
atención, aunque fuera sólo durante unos pocos meses…
–Bueno… –comenzó a decir.
En ese instante, Hyukjae supo que
había ganado y que Donghae se mudaría. Le sorprendió lo aliviado que se sintió.
–Sigue sin gustarme mucho la idea…
–puntualizó Donghae–. Pero supongo que puedo comprometerme a hacerlo y, cuando
el bebé nazca, ya veremos qué hacemos.
–Como tú digas.
En menos de una semana, Hae trasladó
sus últimos proyectos de trabajo a la casa y, durante este tiempo, le costó
pensar en Hyukjae como un hombre arrogante que sólo lo quería por un accidente
circunstancial, un hombre que estaba dispuesto a casarse con él y dejarlo tirado
en cuanto se aburriera de su atractivo.
Tuvo que recordarse a sí mismo de
forma constante que las razones que movían a Hyukjae no tenían nada que ver con
el amor. Sin embargo, él estaba desarmándolo con su encanto. Lo telefoneaba, lo
ayudó a solucionar el alquiler de su cabaña, se encargó de la mudanza.
Hae se preguntó cómo estaría afectando
al trabajo de él toda la atención que le dispensaba. Cuando intentó
averiguarlo, Hyukjae le quitó importancia, como si fuera algo irrelevante. Al
final, se rindió. Aceptó la presencia de Hyukjae y se limitó a disfrutar de su
compañía, sobre todo, cuando no discutían.
Tampoco se tocaban.
Hyukjae lo saludaba con un inocente
beso en la mejilla y se despedía del mismo modo. Aquello le hacía sentir a Hae
como si fuera un objeto inanimado, algo que él quería proteger pero no deseaba
acariciar.
Hyukjae parecía haber dejado de sentir
atracción física por él y, en vez de estar aliviado y pensar que había hecho lo
correcto al rechazarlo, se sentía terriblemente vacío.
Una semana después de mudarse, Hae
tuvo la perversa idea de ponerlo a prueba.
Hyukjae lo había llamado por la mañana
y le había informado de que lo invitaría a cenar. Cenar con él significaba ir a
un restaurante muy caro. Aquello de preparar cualquier cosa con lo que hubiera
en la cocina se había convertido en un recuerdo fugaz, pensó Hae, algo que sólo
había ocurrido porque la nieve no les había dejado otra opción cuando habían
estado atrapados en la cabaña de ella.
Hyukjae llegó a la casa a las siete de
la tarde. Debía de haber dejado de trabajar temprano, sobre todo teniendo en
cuenta que era viernes, el día en que él solía quedarse trabajando hasta tarde
para terminar cualquier cosa que no pudiera esperar al lunes. Ya no llevaba su
ropa de trabajo. Llevaba unos vaqueros que se ajustaban a la perfección a sus
musculosas piernas y un polo azul marino de marca.
–He decidido cocinar algo –dijo Hae,
guiándolo a través del cuarto de estar.
–Ya lo huelo. ¿Por qué?
–¿No te cansas nunca de comer fuera?
–Es una costumbre que practico desde
hace años. ¿Has visto a mi hermano hace poco? Está empezando a parecer un
hombre casado.
Hyukjae se había convertido en un
hombre encantador, que podía hablar sobre todo y nada, pero que carecía de la
pasión que había mostrado con él en el pasado, observó Hae. Mientras cenaban,
él charló sobre Kyu y el club de jazz, que iba a inaugurarse dentro de tres
meses. Todo parecía indicar que iba a ser una inversión muy rentable.
Hae lo miró en silencio, recordándole
con un gesto que él ya se lo había dicho y no le había querido creer.
–De acuerdo –dijo Hyukjae, riendo, y levantó
las manos simulando rendirse–. Tenías razón.
–¿Crees que estoy gordo? –preguntó él
de manera casual, mientras empezaba a recoger la mesa, y se puso de perfil para
que él lo observara.
Después del sarcástico comentario de Hyukjae
sobre su sueter, Hae había dejado de ponérselo durante un tiempo. Esa noche,
llevaba unos pantalones ajustados negros y una camisa de manga larga negra.
Hyukjae tomó aliento.
Durante las últimas semanas, Hyukjae
se había tomado su tiempo y se había comportado de una forma nueva para él,
sobre todo, teniendo en cuenta que se había acostado ya con Hae y que seguía
deseándolo. Seguía soñando con su cuerpo y había estado observando los cambios
que había tenido su cuerpo, cómo su vientre había dejado de ser plano,
mostrando señales del bebé que llevaba dentro.
Pero Donghae no lo deseaba a él,
pensaba Hyukjae. Y él no quería presionarlo ni hacer que se pusiera a la
defensiva. Sabía que el cuerpo de Donghae reaccionaría si lo tocaba, pero eso
no era bastante para él. Quería que Donghae lo deseara con la mente y no sólo
con el cuerpo.
–Un joven embarazado no puede
considerarse gordo –repuso él.
–Me siento gordo –continuó Hae con
tono despreocupado, y se pasó las manos por el vientre–. Siempre he sido muy
delgado y ahora todo lo tengo más grande.
–Era de esperar –repuso él, fingiendo
no darle importancia–. Supongo que tendrás que empezar a comprarte ropa más
grande. No hace falta que te diga que cualquier cosa que te compres puedes
pagarla con la tarjeta de crédito que te di.
Hae suspiró con una mezcla de
frustración y resignación. Había hecho la prueba y había sacado la conclusión
de que, aunque se quedara desnudo allí delante, él sólo le advertiría que era
peligroso enfriarse en su estado.
–Por cierto, ¿cuándo piensas utilizar
la tarjeta? –inquirió Hyukjae, buscando refugio en otro tema de conversación.
–¡Nunca! –le espetó Hae, y comenzó a
lavar los platos, pues no le gustaba utilizar la máquina friegaplatos–. Sigo
trabajando y ganando mi propio dinero y, dentro de un mes, empezaré a recibir
ingresos por el alquiler de mi cabaña, así que mis finanzas no van mal. ¡Por el
momento, no necesito recurrir a las reservas de los Lee!
–¡Me lo dices como si fuera un insulto
poner mi dinero a tu disposición!
A Hae se le ocurría otra cosa mucho
más insultante: el modo en que él le había mirado y le había dicho, con toda
corrección, que era normal que engordara. Era la clase de cosa que le habría
dicho el médico antes de advertirle que debía comer bien y evitar el alcohol.
La verdad era que le atraía un poco la
idea de discutir con él porque una discusión implicaría algo de acaloramiento y
pasión. Pero el embarazo lo había ablandado, así que mantuvo la paz durante el
resto de la noche, que pasó de forma agradable hasta que él se dispuso a irse
poco después de las once.
Hyukjae le informó de que el lunes
saldría de viaje durante unos días y le preguntó que si podría arreglárselas
solo.
–Claro que sí –respondió él irritado–.
Ya te he dicho que no hace falta que me vigiles todo el tiempo como si fueras
mamá gallina.
–Buena comparación. Genial para hacer
sentir a un hombre muy masculino.
–No hace falta que yo te diga que eres
masculino –contestó, más irritado aún–. Ya sabes que lo eres.
–Oh, sí. Lo soy –dijo él, y alargó la
mano para posarla sobre su abultado vientre.
Hae se preguntó qué haría él si le
sujetara la mano y se la introdujera por debajo de la camisa.
–He comprado un libro sobre embarazo
–admitió él, apartando la mano y metiéndosela en el bolsillo.
–¿Has comprado un libro de embarazo?
–repitió Hae, y rió–. No me lo habías dicho. ¿Es lo que lees antes
de dormirte?
Pensé que te acostabas leyendo informes importantes en tu portátil.
–Sólo lo he ojeado –farfulló él–. Y te
recomiendo que no leas ningún libro de esa clase. Están llenos de historias
terribles.
–Lo que pasa es que eres un
hipocondríaco –replicó él, y siguió riendo al imaginar a aquel hombre tan
dominante sintiéndose mareado al leer un manual de embarazo.
–Soy uno de los hombres menos
hipocondríacos del mundo. Además, nunca me pongo enfermo.
–Eso es porque eres tan mandón que los
gérmenes no se atreven a atacarte.
–Nos llevamos bien, ¿verdad, Hae?
admítelo. Podemos hablar, reírnos… ¡Dime por qué te resulta tan difícil
comprometerte conmigo! se suponía que era yo quien huía de los compromisos.
–No estropees la noche, Hyukjae.
Además, ¿a qué se comprometía él?, se
dijo Hae para sus adentros. ¿a cumplir con sus obligaciones como futuro padre?
¿a que no les faltara de nada? ¿A mantener una relación amistosa y comportarse
de forma civilizada por el bien del bebé?
Quizá, para él era un gran sacrificio.
Pero Hyukjae no lo amaba y, por lo que parecía, ya no se sentía atraído por él,
pensó Hae. Todo se reducía a que Hyukjae quería un matrimonio de conveniencia.
El error más peligroso que podía cometer era olvidarlo.
Hyukjae intentó no perder la
paciencia.
–No, no. No quiero estropearla –dijo
él, y apartó la mirada–. Tienes mi número, ¿no? Llámame.
Hae no tenía ninguna intención de
llamarlo. Se dijo que había una estrecha línea divisoria entre llevarse bien e
involucrarse demasiado. Sería demasiado fácil desarrollar una dependencia hacia
Hyukjae.
Por otra parte, lo cierto era que Hae
estaba deseando tener algo de tiempo para estar solo. Quería concentrarse en su
trabajo, tenía un par de proyectos por completar. También quería visitar a Kyu y
Sungmin y recordarse a sí mismo cómo debía ser la unión entre dos personas que
se amaban, para desengañarse cuando se viera tentado a creer que lo que
compartía con Hyukjae pudiera tener algún futuro.
Con lo que Hae no había contado era
con que, al volver a casa el jueves siguiente, iba a tener que enfrentarse a lo
inesperado, algo que ni Hyukjae ni él habían ni siquiera considerado.
Dos gotas de sangre, nada más,
hicieron que todo su mundo se tambaleara.
Hacía un día hermoso. Hae había
disfrutado mucho visitando a una pareja de clientes, a quienes les habían
gustado mucho sus diseños. Había regresado a casa de buen humor, deseando
continuar con sus proyectos y feliz de poder mantener la mente ocupada y no
pensar en Hyukjae.
Pero en cuanto vio que había manchado,
el pánico se apoderó de él.
¿Debía quedarse quieto y esperar dejar
de sangrar? Intentó recordar lo que había leído sobre sangrados inesperados
durante el embarazo, pero no consiguió pensar con claridad. Se sintió
aterrorizado ante la posibilidad de perder al bebé.
Y no quería llamar a Hyukjae.
Reunió todo su valor y telefoneó al
médico.
El obstetra le dijo que lo más
probable era que no hubiera nada de lo que preocuparse… pero debía ir al
hospital para asegurarse… él se encargaría de avisar para que lo estuvieran
esperando.
¿Asegurarse? ¿Hospital?
Todas aquellas palabras hicieron que Hae
se asustara aún más.
Consiguió reunir las fuerzas
necesarias para llamar a un taxi para ir al hospital, recorrer todos aquellos pasillos
interminables y llegar a la puerta adecuada, sin venirse abajo ni romper a
llorar.
Mientras iba de camino, había llamado
a Sungmin y le había contado lo que pasaba, intentando no sonar demasiado
preocupado.
–No es necesario molestar a Hyukjae
–le había dicho Hae a su amigo–. Acaba de volver de viaje. Está muy ocupado. Es
una tontería preocuparlo por nada…
Durante la ausencia de Hyukjae, Hae se
había propuesto protegerse del sufrimiento que le provocaba estar con el hombre
que amaba, ya que él no le correspondía. Había diseñado unas reglas básicas
para poder lidiar con su presencia durante los años venideros. Había imaginado
que, en algún momento, él le contaría que se había enamorado de otra persona
contra todo pronóstico y que estaba preparado para entregarle su corazón. Algo
que, a diferencia de todas las comodidades que la enorme riqueza de los Lee
podía comprar, no tenía precio.
Hae había recreado un millar de
posibilidades en su mente y en todas ellas había dado por hecho la idea de que
iban a tener un hijo en común.
No había imaginado el futuro sin el
hijo de Hyukjae. Era una persona joven, su embarazo había sido rápido. Ni una
sola vez se había preocupado por la parte técnica ni por si sería capaz de
llevar el embarazo a término.
En ese momento, estaba empezando a
contemplar otras posibilidades y un futuro diferente, en el que Hyukjae no
tendría nada que ver con él porque habría desaparecido lo que los unía. Hyukjae
ya no tendría que ser amistoso, ni atento con él. Ya no necesitaría que viviera
cerca para poder ir a verlo con facilidad.
Como había prometido, el médico había
telefoneado al hospital con antelación para avisar de su llegada y, de
inmediato, Hae fue conducido a una cama en la unidad de obstetrica, donde le
iban a hacer un reconocimiento.
Igual que había intentado hacer el
médico por teléfono, volvieron a decirle que no se preocupara y que todo iría
bien. Hae asintió y fingió que lo creía.
Tras ser examinado, lo llevaron a otra
sala para hacerle una ecografía.
Hae deseó que Hyukjae estuviera a su
lado. Pero, enseguida, se dio cuenta de que era mucho mejor que no fuera así.
Por primera vez, se percató con total claridad de lo frágil que era su relación
y de lo débil que había sido él al permitir que Hyukjae dirigiera su vida.
El corazón le latió a toda velocidad
mientras se tumbaba en la habitación oscura donde iban a hacerle la ecografía.
Miró el monitor y se quedó anonadado por los detalles que pudo ver en la
pantalla. Le dijeron que todo estaba bien.
Sin embargo, Hae se dio cuenta de que
nada estaba bien. Aquel susto había sido una preciosa lección para él. Se había
vuelto complaciente. Había caído víctima de sus propios sueños románticos. ¿Qué
sentido tenía proponerse una cosa y, luego, hacer lo contrario? se había
permitido hacer su hogar en una burbuja inestable y se había dejado convencer
por un puñado de sonrisas y gestos amables.
Además, los médicos habían dicho que
todo parecía estar bien. Le habían advertido que tenía que hacer reposo
completo en cama y no habían sido muy explícitos cuando les había preguntado
sobre qué podía ir mal. Le habían aconsejado que no pensara en esas cosas y que
se lo tomara con calma.
Entonces, Hae se percató de que el
bebé que tanto quería, el bebé que había dado por hecho, era una vida
vulnerable y que su futuro escapaba a su control.
Tendría que hacer cambios. Lo que
compartía con Hyukjae era un acuerdo de negocios y había sido un tonto al
olvidarlo.
Si era realista, ¿qué era lo que tenía
delante? Hyukjae se estaba portando bien con él porque era lo que le convenía a
él.
Por ejemplo, ¿qué habría estado
haciendo él mientras había estado de viaje? Lee Hyukjae no era un hombre
corriente. Era increíblemente sexy, riquísimo y dueño de todo un imperio
empresarial. Un hombre bien consciente de su atractivo a quien le gustaba salir
con jóvenes muy hermosos. De hecho, seguro que había salido con unos cuantos
modelos. ¿Era posible que hubiera estado en Nueva York y se hubiera conformado
con cenas de trabajo? ¿Que no hubiera estado con nadie, sobre todo, teniendo en
cuenta que a él ya no lo encontraba atractivo?
Hae comenzó a hacerse decenas de
preguntas sin respuesta, que se enredaban en su mente como la hiedra.
Por supuesto, tendría que ver a Hyukjae
antes o después. Probablemente, cuando saliera del hospital, donde le habían
aconsejado que se quedara a pasar la noche para que pudieran monitorizar sus
constantes vitales. El sangrado había parado, su pánico había disminuido y
parecía que cada vez pensaba con más claridad.
Se sentía bastante satisfecho consigo
mismo cuando, al fin, consiguió conciliar el sueño.
Se despertó al oír entrar a alguien en
su habitación, escuchó las pisadas y cómo acercaban una silla a la cama.
Hae supo quién era antes de abrir los
ojos. Su mente siempre parecía estar alerta con Hyukjae.
–¿Cómo supiste que estaba aquí?
–preguntó, abriendo los ojos despacio.
–Sungmin me lo dijo. ¿Por qué diablos
no me llamaste tú mismo?
–No lo creí necesario.
diablos, Hae, no te muestres tan orgulloso, tienes que preouparte por mi pezmono, que viene en camino y por favor el te desea mucho solo que no sabe como acercarse es un mandon y quiere hacerlo todo a su manera por eso es que no se acerca....Yota esta geniallll
ResponderEliminarUmmm Hae. Creo wue estas siendo muy cerrado con Hyu, lo mejor es que hables y aclares las cosa eso no te hace bien. U.U
ResponderEliminarHay Dios estos estan peor que Siwon y Hee en Amor en el aire ^_^
Nooo Hae por que eres asi!!!! gracias por este capitulo!!! estaré ansiosa por el próximo!! cuidate
ResponderEliminarGracias por tomarte tu tiempo y compartir esta historia
Cada quien con sus ideas, pero ninguno dice lo que de verdad debería decir, lo que de verdad tiene valor para cada uno.
ResponderEliminarHae en su mundo,Hyuk en el suyo... y no piensan el bebé, esa depresión a Hae le está haciendo mal y ahora estas consecuencias. ojalá no sea nada de gravedad en verdad.
Espero que Hyuk no le haga muco drama,esa amenaza es consecuencia de algo,hae debe cuidarse y hyuk debe cuidarlo....lo que me encanto es que Min fue quien le aviso a Hyuk,ya min le cae bien o esa amistad se esta reforzando.
Espero todo este bien T^T
hae me da penita, su autoestima anda por los suelos y no entiende que si se acerca y cede un poco hyuk tal vez pueda abrirse y dejar que el sentimiento crezca, porque ese esta ahi solo que son tan tercos que no se han detenido a hablar de ello. hae debes preocuparte mas por el bebe, debe nacer sano y fuerte.
ResponderEliminarhasta el proximo unnie.
Yo entiendo todo eso de querer ser independiente y no querer necesitar a nadie mas pero vamos!! en un momento como lo del sangrado no es muy conveniente estar solo o sola, necesitar que alguien te haga sentir bien y qu te diga que nada va pasar, se necesita apoyo y creo que ese asunto de la independencia de Hae se esta conviritendo en orgullo.
ResponderEliminarotro uuuuuuuuhh!!Hae estas haciendo las cosas mal! pero entieno tambien por que lo haces...aish ambos se merecen una tunda por bobos! por suerte solo fue un susto y el bebe esta bien
ResponderEliminargracias por el mp!
Hae al querer auto-protegerse está cerrándose cada vez más, si tan solo le dijera sus temores a Hyuk las cosas serían diferentes. Por otro lado Hyuk está portándose muy bien , pero también debería sincerarse, espero que lo que acaba de para con el bebé le ayude a darse cuenta mejor de sus sentimientos.
ResponderEliminarGracias por el MP, estaré esperando por el final.
Bye ^^
aishh con este par! >XC aunque entiendo a Hae, el no puede ceder x que si no Hyuk terminaria destrozandolo xq para el es tan fácil que se casen y luego hacer lo que le plazca (como engañarlo -.-) en cambio Hae asi como esta de enamorado terminaria sufriendo. Esta actitud en Hae es necesaria para que Hyukjae se de cuenta de que en realidad lo ama xc
ResponderEliminarGracias x el cap Yota unnie estuvo genial :3 espero que subas pronto.
PD: exijo otra adaptación EunHae pero ya!(??? pa que asi este igual que el Sichul y Kyumin que tenian dos al mismo tiempo, si no, no se vale(???? -la patean-
Cuidate Unnie! <3