Amor en el aire- Capítulo 4



Mira ahora para bajo —dijo Siwon, por encima del sonido de los motores—, y verás las montañas de Hyunday.

Heechul hizo lo que le decía, aunque estaba tan distraído por estar tan cerca de él, que igualmente podría haber contemplado los rascacielos de una ciudad.

No saber lo que les deparaba el fin de semana estaba poniéndolo nervioso. Con esfuerzo, se obligó a sí mismo a no pensar en el príncipe sexy y sofisticado que estaba sentado junto a él en el jet de lujo, y se concentró en sumergirse en la belleza de su tierra natal.

Bajo ellos se encontraba una isla de aspecto cautivador que brillaba como una joya colocada en un mar azul intenso. A lo lejos, vio las cumbres de las montañas que Siwon había mencionado, y conforme el avión describía un círculo, vio las playas y los brillantes edificios blancos distribuidos en grupos, como montones de perlas.

—¡Vaya! —exclamó—. ¿Eso de ahí es una ciudad?


Él sonrió.

—Es nuestra capital. No sé si puede considerarse una ciudad, es bastante pequeña... aunque tiene una catedral.

—Entonces es una ciudad —afirmó él.

Siwon se inclinó hacia delante para mirar por la ventanilla. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se había quedado un tiempo allí? Había hecho visitas fugaces a su padre, por supuesto, pero no había regresado desde que su hermano pequeño Hyuk los había sorprendido a todos al casarse con un joven inglés.

Al principio esa unión había sido considerada como la más inadecuada posible, y Siwon había esperado que se produjera una respuesta explosiva por parte de su hermano mayor Kangta. Pero Hae parecía habérselo ganado, y Kangta, contra todo pronóstico, lo había aceptado en el seno de la familia. Y él se había asegurado su lugar en ella para siempre al darle a Hyuk un hijo y heredero.

Siwon endureció su expresión. ¡Incluso Hyuk, el salvaje y despreocupado Hyuk, había sucumbido a las expectativas que conllevaba su posición!

Contempló la suave mejilla de Heechul y su mata de pelo brillante. Sí. Heechul iba a ser un placentero elemento disuasorio contra la sutil presión de palacio para que sentara la cabeza de una vez, con alguien adecuado. Su presencia a su lado lo protegería de aquellos en Hyunday que buscaban marido. Esbozó una sonrisa. Además, lo mejor de todo era que podría relajarse y disfrutar del mejor sexo que había experimentado en su vida.

—¿Estás nervioso? —preguntó suavemente.

 Heechul asintió, incapaz de hablar por el nudo que tenía en la garganta. ¿Que si estaba nervioso? Bueno, sí, si el nerviosismo también incluía un profundo pánico. El siempre había creído que era una persona adaptable, y su trabajo lo había llevado a todo tipo de lugares y a conocer a todo tipo de personas, pero no existía ningún manual que le explicara cómo manejar una situación como aquélla.

Para empezar, no se sentía él, ni siquiera parecía él. Sus pantalones claros de lino eran de talle bajo y le favorecían mucho. Se decía que uno tenía lo que pagaba, ¡y Siwon había pagado una millonada por ellos! Iban conjuntados con una camiseta que le sentaba tan bien que, lo que debería ser una prenda de todos los días, ascendía a otra dimensión.

Y bajo la carísima ropa, llevaba una ropa interior igualmente cara, de seda que se deslizaba como miel sobre sus curvas y que lograba hacerlo sentirse sexy de verdad.

No tenía mucho sentido sentirse así, porque Siwon había mantenido sus manos alejadas de él lo máximo posible desde que habían subido al jet privado.

Heechul lo comprendía, pero eso no lo hacía más fácil. Él estaba representando su papel frente a los dos pilotos y la guapísima azafata, así como frente a los soldados que los habían escoltado al avión. Tal vez hubiera rechazado la vida principesca, pero eso no significaba que no se adaptara a ella cuando se veía obligado a ello. Era una simple cuestión de buenos modales y linaje.

En consecuencia, Siwon no lo había tocado ni besado. Tampoco le había murmurado palabras provocativas al oído, anunciándole lo que iba a hacerle después en la cama. Había estado distante, casi hasta el punto de la indiferencia, y eso lo había asustado, porque parecía reforzar lo que él sabía en el fondo de su corazón. 
Tal vez le gustara lo suficiente a Siwon como para haberlo invitado a pasar el fin de semana allí, pero desde luego no lo amaba, y por tanto era vital que no se enamorara más de lo que ya estaba.

¿Cómo podía no seguir enamorándose?

Contempló las nubes que se deslizaban como algodón al otro lado de la ventanilla. ¿Qué haría si se enterara de que había una epidemia de gripe? Haría lo indecible por protegerse. Debía hacer lo mismo con sus emociones y disfrutar del fin de semana por lo que era.

El ruido del motor cambió y el avión comenzó a descender hacia el minúsculo aeropuerto. Heechul se alisó el pelo hacia atrás, confiando en que el gesto no delatara sus nervios.

—¿Va a ir alguien a recibirnos? —preguntó.

—Sólo un chofer. Le dije a mi hermano que no enviara una delegación.

—¿Quería hacerlo?

Siwon sonrió amargamente.

—A Kangta le gusta la pompa y la ceremonia, lo cual es una suerte, ya que uno de estos días va a encontrarse sumergido en ellas.

Heechul dudó.

—¿Cómo está tu padre?

—Se está muriendo lentamente —respondió Siwon con naturalidad, y vio que él daba un respingo.

¿Cómo explicarle que ser pragmático era su manera de enfrentarse a ello? Había aprendido muy pronto el dolor y lo irrevocable de la muerte cuando su madre murió. Entonces Hyuk era sólo un bebé, y Kangta, como primogénito y heredero, estuvo rodeado en todo momento y protegido por un grupo de cortesanos.

Pero a Siwon le tocó en la edad posiblemente peor de todas para verse privado de madre. Seguramente ésa fue la razón por la que lo enviaron a vivir a Estados Unidos con la hermana de su madre. Él quería mucho a su tía, pero no era su madre, y lejos de sus hermanos y de Hyunday, su sensación de soledad y aislamiento aumentó.

Luego, al regresar, ya no lo había considerado su hogar nunca más.

Ningún lugar lo había sido desde entonces. Una limusina negra los esperaba en la pista de aterrizaje, y los condujo a un palacio que Heechul creyó que sólo existía en los cuentos de hadas.

—Es el palacio Arco Iris —explicó Siwon mientras se acercaba a un edificio decorado con mosaicos que brillaban a lo lejos en un destello multicolor.

—Es precioso —murmuró Heechul—. ¿Es ahí donde tú naciste?

—Sí —respondió él secamente.

—¿Y en qué escuela estudiaste?

—En ninguna. Teníamos tutores en el palacio.

Así que había sido aislado del mundo exterior, de la misma forma que después parecía haberse aislado a sí mismo.

 Heechul lo miró de reojo. Su perfil estaba tenso conforme las puertas se abrían y el coche llegaba a un amplio patio delantero, salpicado de hermosas estatuas y brillantes flores tropicales.

—¿Les importa a tus hermanos que yo esté aquí? —preguntó inseguro.

Su rostro no mostró ninguna reacción. Hyuk se había interesado por ello, de hecho, se había interesado demasiado, en su opinión, y le había interrogado sobre por qué llevaba a un joven a Hyunday, hasta que él le había dejado las cosas claras: Heechul era su amante, ni más ni menos.

—No empieces a querer emparejar a todo el mundo —le había dicho irónicamente—, sólo porque tú te hayas enamorado.

Kangta había sido completamente diferente. Había afirmado sin alterarse que era impensable que Siwon llevara un joven al palacio si se trataba sólo de un amante.

Habían tenido una discusión exaltada sobre esa terminología. Siwon le había dicho a Kangta que él era un hombre moderno y urbano que no estaba de acuerdo con una descripción tan discriminatoria.

Kangta había tratado por todos los medios de explicarse.

—No pretendo insultar a ese... Heechul —había dicho exasperado—. Pero, aunque te consideres un «hombre moderno y urbano», eres un príncipe. Me temo que no puedo respaldar la idea de que cohabites con él en Hyunday.

Consciente de que él tenía todas las de ganar, Siwon había respondido fríamente:

—Entonces no iré.

—¡ Eso es impensable!

—¡Exacto!

A pesar de lo mucho que se había enfadado Kangta, Siwon se había mantenido inflexible: no sólo iba a llevar a Heechul consigo, además quería que compartieran habitación en el palacio.

—¡No voy a comportarme como un adolescente de instituto, metiéndome en su cuarto a escondidas por la noche! —había bramado.

—¡Piensa en tu posición! —había replicado su hermano.

—Lo hago, ¡constantemente! He escogido vivir mi vida siguiendo mis propias reglas, y te estoy pidiendo que lo respetes.

Siwon miró a Heechul a sus ojos y esbozó una ligera sonrisa.

—No —dijo alegremente—, A mis hermanos no les importa que estés aquí.

Aquello podía considerarse una distorsión de la verdad, pero él prefería llamarlo diplomacia. A veces era mejor decirle a la gente lo que querían escuchar.

El coche de lujo se detuvo y aparecieron varios sirvientes por las ornamentadas puertas del palacio. Heechul salió del coche, sintió el sol cayendo sobre su cabeza y la sensación de estar en un sueño fue más fuerte que nunca.

Siwon habló con uno de los sirvientes en coreano mientras otros sacaban el equipaje del coche y lo introducían en el palacio. Siwon se giró hacia él y sus ojos negros centellearon.

—¿Quieres que vayamos a nuestras habitaciones? —le sugirió con desenfado—. Tal vez quieras cambiarte de ropa. A mi hermano Kangta le gustaría hablar contigo antes de bajar a cenar.

Heechul se dio cuenta de que no era una pregunta, sino una orden, presentada con sutileza y encanto, pero una orden de todas maneras. Por mucho que Siwon afirmara que había dejado de lado su vida de príncipe, estaba arraigada en su interior. No podía escapar a su educación y olvidarla sólo porque él quisiera.

En Hyunday, Siwon iba a ser inevitablemente el Príncipe, y como amante suyo, Heechul tenía su propio papel que cumplir. «Así que, cumple con tu papel», se dijo a sí mismo, «pero no bajes las barreras, ni por un segundo».

Recordó lo que Puff, su compañera de piso, le había dicho al despedirlo.

—¡Le vas a encantar a todo el mundo! ¡Simplemente sé tú mismo, cielo!

¿Qué significaba eso exactamente? ¿Que debía dejarse arrastrar por sus sentimientos? No, en aquel caso no. Intuía que se trataba más bien de ser natural y de trato agradable... en otras palabras, de ser el invitado perfecto. Se adaptaría a todo y viviría a fondo aquella experiencia.

—Suena maravilloso —afirmó con serenidad.

Siwon lo condujo hasta sus habitaciones a través de amplios pasillos de mármol, decorados con espectaculares pinturas, y luego a través de un patio interior, fresco y lleno de deliciosos aromas, con una fuente con una cascada que sonaba como música.

Heechul se la quedó mirando unos instantes mientras tomaba aire maravillado. Era imposible no sentirse sobrecogido ante tanta belleza.

—Te gusta —comentó él.

Heechul se giró hacia él y vio la mirada opaca de sus ojos negros.

—¿A ti no?

Él se escogió de hombros.

—Yo crecí aquí. Uno siempre ve las cosas de manera diferente cuando está dentro. Y los recuerdos cambian la forma en que ves las cosas.

Heechul advirtió la dureza de su voz. ¿Acaso su niñez rota le había provocado cicatrices que nunca podrían curarse? Pero preguntárselo sería entrometerse en su vida. Y Heechul no quería hacerlo. Había otras maneras de decirle que lo comprendía.

—Sé a qué te refieres —dijo, pensativo—. Es como quien vive junto al mar, se acostumbra tanto a verlo que no lo valora. ¡Y supongo que nada le prepara a uno para crecer en el tipo de sitio por el que la mayoría de los mortales pagan por ver!

Hubo una pausa y entonces, inesperadamente, Siwon se echó a reír. Su estatus social era tan elevado, que rara vez la gente le gastaba bromas al respecto... Aunque, al pensarlo mejor, Siwon se dio cuenta de que él casi nunca dejaba que la gente le gastara bromas.

Su risa rompió la tensión reinante. Siwon contempló a Heechul. Con los pantalones de lino y la ceñida camiseta, estaba más elegante de lo habitual.

¿Había intentado cambiarlo, y en aquel momento el joven al que admiraba y deseaba se desvanecería, como arena entre los dedos?

De repente, quiso verlo desnudo, desprovisto de toda la ropa cara que él había insistido en comprarle.

—Vamos a nuestra habitación, cariño —dijo, vacilante.

Heechul supo perfectamente qué era lo que él quería por su mirada, pero no iba a desafiarlo en público, en el patio del palacio. O por lo menos, le pareció que era algo público; no se veía a nadie, pero no podía quitarse de la cabeza la idea de que los observaban.

Tal vez tuvieran un circuito cerrado de televisión, pensó con cierta histeria.

Apenas tuvo oportunidad de advertir cómo era la lujosa habitación en azul hielo y dorado, porque Siwon lo tomó entre sus brazos, apretando su cuerpo fuerte y delgado contra el de suyo. Sintió la inconfundible evidencia de su deseo y se derritió como respuesta.

—Siwon —susurró cerca de su oído mientras él le introducía la mano en sus pantalones— No debemos.

—¿No debemos qué? —preguntó él, con los ojos brillantes como un metal indefinible mientras observaba cómo se dilataban sus pupilas y sentía su miembro endurecer al mover los dedos sobre su pantalón.

Heechul cerró los ojos y sintió que las rodillas le flaqueaban.

—Tu hermano... —dijo, entre jadeos—. Estará esperando.

Los pantalones cayeron al suelo junto a sus tobillos, y él esbozó una sonrisa triunfal.

—Igual que yo, cariño —dijo con severidad—. ¡Y no puedo esperar más!

Todo sucedió muy rápido. Siwon lo desvistió de sus ropas caras, lanzándolas descuidadamente al suelo como si no importaran nada, y Heechul se sintió de pronto como un maniquí que él podía vestir y desvestir cuando le apeteciera. Como si fuera una posesión suya. ¡ Y no lo era!

«Maldito seas», pensó. «¡Maldito seas, príncipe Choi Siwon, con tu actitud caballerosa y tu determinación para conseguir lo que quieres!

Pero, ¿acaso él no lo quería también? Oh, sí, con tantas ganas...

Tironeó de la camisa de seda de él, haciendo saltar varios de los botones, que rodaron por el suelo, y le oyó soltar una risa de placer conforme deslizaba sus dedos entre el vello de su pecho.

—Heechul... —gimió él.

Ese sonido de rendido placer encendió a Heechul, y de alguna forma llegaron hasta la cama, quitándose la poca ropa que les quedaba encima.

Heechul respiraba a un ritmo frenético al colocarse a horcajadas sobre él.

—¿Has... has echado el cerrojo a la puerta? —preguntó, con voz temblorosa.

—¡Sí! —respondió él en coreano. Esa simple palabra fue suficiente para que descendiera sobre él, jugueteando con la punta de su miembro contra su entrada y luego haciendo como que dudaba, como si estuviera a punto de cambiar de idea.

—Heechul... —rogó él, ahogando un grito ante el inmenso placer cuando lo introdujo dentro de sí. Él estuvo tan lleno, tan tenso, que creyó que iba a explotar.

Siwon empezaba a moverse, atormentándolo cambiando de ritmo, hasta que él no pudo soportarlo más. Lo agarró por las caderas, aumentando el ritmo y observándolo con placer entornar los ojos y echar la cabeza hacia atrás, y Heechul murmuró la palabra «sí» una y otra vez, hasta que vació toda su semilla dentro de él.

Siwon sacudió la cabeza ligeramente, sin poder creérselo, y se hundió en las almohadas arrugadas, atrayendo hacia él el cuerpo sudoroso de Heechul. Quería dormir, pero Heechul comenzó a sacudirlo, con el rostro sonrojado.

—¡Siwon, despierta!

Él negó con la cabeza y movió sus caderas para acomodarse.

Le tocó en el hombro.

—¿No habías dicho que teníamos que hablar con tu hermano?

A regañadientes, Siwon abrió los ojos, maldiciendo en su interior mientras miraba el reloj de su muñeca y después a él. Con su mata de pelo alborotado y el intenso brillo de sus ojos, parecía exactamente lo que era: un joven enormemente sexy y desvergonzado que acababa de ser poseído. Siwon sintió que se endurecía de nuevo, y deseó estar lejos de las limitaciones de su antigua vida. ¿Qué no daría él por volver a poseerlo de nuevo?

—¿Cuándo puedes estar preparado?

La pregunta le salió más lacónica de lo que él esperaba, pero estaba tratando desesperadamente de distanciarse, y por primera vez no le resultaba fácil. ¿Sería porque Heechul era el amante más parecido a él que había tenido nunca?

Heechul se sonrojó aún más.

—Necesito darme una ducha rápida —dijo—. Y tengo que sacar algo que ponerme de la maleta.

—Algunas de tus prendas ya estarán colocadas en los armarios —anunció él—. El resto lo están planchando. Ahora date prisa, cariño. El baño está por ahí.

Aún temblando, Heechul salió de la cama y se dirigió tambaleándose hacia la puerta que él le había indicado.


6 comentarios:

  1. Príncipe Choi ka verdad que te detesto, por lo menos en este capítulo. Tan frío y controlado que no te das cuenta lo que está pasando el pobre Hee.
    Ya te ca a tocar sufrir y creo que lo voy a disfrutar un poco bastante

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  2. Cada quien haciendoae un lio con sus propios comentarios y con sus propias concluciones,ni con ellos mismos estan conformes.
    Esa frialdad de uno,y luego el otro,así a dónde van a ir
    estan que se mueren,pero ninguno define,ninguno quiere ser el que se decida,el miedo,el no poder lograrlo y el que "no sea lo correcto'' los limita

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  3. Gracias por el capitulo!!! no puedo creer que se comporten asi ambos tienen conclusiones!! que hacen que no puedan ver que ambos estan enamorados!!

    cuidate

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  4. >///< Gracias por el cap, en verdad que a Siwon se le dificulta el tener las manos lejos de Hee.
    Ahora esperemos a ver como resulta la reunión con el resto de los principes. Cuando se dara cuenta Hee que esta embarazado??? Pronto?? Please que sea asi, ya quiero ver la reaccion de Siwon cuando se entere

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  5. Si tan solo estos dos dijeran en voz alta todo lo que piensan, las cosas serían más fáciles. Me pregunto como irá a salir esa dichosa reunión y que irá a pasar con HeeChul, espero que no lo hagan sentir mal, ni nada parecido.

    Gracias por el capítulo.

    Bye ^^

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  6. Estoy de acuerdo con comentarios anteriores si estos dos se dijesen las cosas que sienten y piensan la historia tomareia otro rumbo, aunque la idea es que la historia lleve el rumbo que ya lleva.
    La verdad ha de ser un gran fastidio ser un principe, tantas restricciones y tantas reglas que seguir, puaj no podria vivir asi.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...