Love Again- Capítulo 8



—Parece que al final estamos de acuerdo en algo.

¡Era terrible, sin corazón, inhumano! Y él era más que estúpido por haber creído por un minuto que podía apelar a su naturaleza bondadosa, ¡no la tenía!

Fue a darse la vuelta antes de que viera el brillo de las lágrimas en sus ojos, pero Yesung era más observador de lo que él creía. Una sombra de arrepentimiento cruzó su rostro y alargó la mano como si fuera a tocarlo. Después, en el último momento, cambió de opinión.

—Wook, espera un minuto.

—¿Sí?

Su voz debió mostrar un destello de esperanza porque él inmediatamente se retractó.


—Nada. No era nada importante —murmuró.

—Debemos ser claros y decir las cosas abiertamente, Yesung. No estás enfadado por que haya venido aquí, sino porque hicimos el amor anoche, y fingir otra cosa no cambiará los hechos. No puedo hablar por ti, pero lo que compartimos significó algo, al menos para mí.

—No vayas por ahí, Ryeowook—lo interrumpió—. Lo de anoche fue... un error. Nunca debió haber sucedido y no volverá a suceder. Y no tenía nada que ver con el amor. Así que no le pongas un nombre que no le va, y no busques razones para justificarlo, porque no las hay.

—Yo ya había llegado a la misma conclusión. La diferencia es que no lo hubiera expresado con tanta frialdad, ni lo hubiera utilizado como excusa para acabar con nuestra amistad, que es lo que estás haciendo tú. Nunca te tomé por un cobarde, Yesung.

—A veces es mejor un corte limpio. La única razón por la que vine aquí fue para estar solo. Lo mismo te pasó a ti. Nos iba bien mientras mantuvimos las distancias. Nuestro error fue creer que podíamos tener lo mejor de los dos mundos, ser vecinos y ermitaños al mismo tiempo. Pero no es demasiado tarde para reparar el daño.

—Quizá no para ti.

Yesung se quedó rígido como un animal salvaje alertado por una amenaza inminente.

—¿Qué se supone que significa eso? ¿Estás diciendo que puedes estar...?

—¿Embarazado? ¿No es un poco tarde para preguntarme eso?

Él bajó la mirada y permaneció mirándose los pies.

—¿Hiciste algo para evitar esa posibilidad?

—¡No! ¿Y tú?

—Sabes que no. Pero podías estar tomando la píldora o algo así.

—Me temo que no. Aparte de ti, no he estado con ningún otro hombre además de mi marido. Con él era diferente. Nunca hubo algo así a la mañana siguiente. Él me amaba.

—¿Estás intentando que te diga las dos palabras maravillosas? ¿Es ahí a donde quieres llegar?

—No. Peor que acostarse con alguien a quien no amas es mentir y fingir sentimientos que no existen.

—¡Qué alivio! Pero no responde a mi pregunta. ¿Puedes estar embarazado?

—Supongo que tendremos que esperar a ver qué pasa. Si por casualidad nos encontramos dentro de seis meses y estoy enorme, sabrás que...

—¡Demonios, Ryeowook! —explotó—. No se puede tomar esto a la ligera. Si descubres que...

—No te preocupes, Yesung, no vendré corriendo después de haber dejado tus sentimientos tan claros.

—Que estuvieras embarazado cambiaría muchas cosas.

—Pero no la más importante, que es que no quieres tener nada más que ver conmigo.

—Si hay la más remota posibilidad... si es el momento fértil del mes, quiero saberlo. Ahora.

—¿Qué te hace pensar que tienes derecho a una información tan personal, cuando te sientes plenamente justificado para despellejarme por haber visto las cicatrices de tu pierna por casualidad? —exclamó mientras una oleada de vergüenza le calentaba el rostro.

—Responde a la pregunta, Ryeowook—exigió implacable—. ¿Es este el peor momento del mes para jugar a la ruleta rusa con el sexo?

—No —respondió sorprendido de lo fácil que le resultó mentir.

—¿Cuándo lo sabrás seguro?

—En un par de días —contestó. Más avergonzado cada minuto y herido hasta lo insoportable por su actitud, se pasó una mano por la cara como para barrer su preocupación. ¡Qué insensible era!—. De verdad, Yesung, encuentro este tipo de preguntas de lo más molesto. No tienes nada de tacto.

—No. Pero quiero creer que no soy un canalla. Si hay posibilidad de que estes embarazado quiero saberlo. Anoche, estuvimos haciéndolo como conejos en celo. No estoy orgulloso de lo que hice, pero estoy dispuesto a afrontar las consecuencias, por inoportunas que sean.

Ryeowook había estado seguro de que podía afrontar verlo otra vez, de que encontrarían un modo de superar la indiscreción de la noche anterior y mantener su amistad intacta. Pero su actitud, sus hombros caídos, la expresión de desinterés y el menosprecio hiriente de lo que él había sentido como bello le llenaron de tanto dolor y arrepentimiento que rompió a llorar.

—¡Animal insensible! Ya sé por qué estás aquí solo. No es por tu voluntad. Seguramente no tienes ni un  amigo.

—¡Maldita sea! —murmuró pasándose los dedos por el cabello—. Wook, escucha, no quiero herirte...

—Demasiado tarde. Ya lo has hecho.

—Pero no es irreversible —aseguró tomándole las manos—. Deja de castigarte así y escúchame. Tienes razón. Soy un payaso, un idiota...

—¡Eres peor que todo eso!

—¿Crees que no lo sé? No tenía motivos para hacer el amor contigo anoche. No tengo ninguna excusa por haber dejado que se me fueran las cosas de las manos. Pero al menos puedo asegurar que no repetiré el error, y si eso significa alejarte de mi vida, eso es lo que haré. De todos modos ya es hora de que me vaya. 
La rehabilitación ha ido más rápidamente de lo que esperaba y estoy preparado para un poco más de comodidad y libertad de la que este lugar puede ofrecerme —dijo. Dejó escapar el aliento y le dio una palmada en el hombro—. En cuanto a ti, ya estás preparado para otra relación, para el matrimonio, aunque no estés dispuesto a admitirlo. Pero yo no soy el hombre adecuado, Wook. Tengo mis propios asuntos que resolver. No puedo resolver los tuyos también.

—No te estoy pidiendo que lo hagas. Nunca he sugerido que estuviera buscando semejante compromiso.

Pero continuó llorando porque sabía que al único a quien estaba engañando era a él mismo. Yesung tenía razón. En algún momento del verano, había salido del largo túnel del reajuste personal y estaba preparado para amar otra vez.

—Quizá no con esas palabras, pero está bien. No hay nada malo en perseguir los sueños. Es saludable. Y si tuviera un poco de sentido común, aprovecharía la oportunidad, porque eres una persona maravillosa, Wook —afirmó. Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y le cubrió la mejilla con la mano—. Pero no puedo darte lo que necesitas para ser feliz. Mis prioridades son otras. Si no se me cura la pierna completamente, me quedaré lisiado el resto de mi vida. Tú ya has pasado por eso una vez y nunca te pediría que lo hicieras otra vez.

—¿Ni siquiera aunque...?

—Ni siquiera entonces. Ya has visto cómo soy. La mayor parte de los días no se puede vivir conmigo. Tienes que saber que sería aún peor si supiera que lo que estoy pasando ahora es para el resto de mi vida.

—No lo será —aseguró tomándole la mano—. Ya has llegado muy lejos. Vas a conseguirlo. De verdad creo que lo vas a hacer.

—Si tienes razón, y espero que la tengas, volveré al trabajo, a llevar la vida que amo y que tú no soportarías. Ya has explicado la clase de marido que te gustaría, y yo no encajo en el molde.

Fijó su mirada en la suya y sintió que algo se le movía dentro, los fragmentos de una esperanza rota. Supo que nunca volvería a mirar al mar sin el corazón anhelante por su recuerdo y que, no importaba lo que deparara el futuro, nunca habría otro hombre que lo llevara a las cumbres de la pasión que había conocido con él. Pero tampoco habría otro que le hiciera tanto daño.

—Tú no tienes pelos en la lengua, ¿verdad?

—No. Si en algo puedes contar conmigo es en que hable con franqueza. No me gusta edulcorar la verdad, así que creo que es justo que lo sepas. Mi estancia aquí termina y vuelvo a Seul en cuanto haga la maleta y prepare el viaje.



Tenía que irse lo bastante lejos para no verlo salir cojeando de su vida. Lo bastante lejos para no rendirse a la necesidad de correr tras él lleno de excusas que no hacían más que encubrir que no podía soportar dejarlo marchar.

Por la mañana había empaquetado las provisiones que necesitaría para los dos días siguientes y había partido hacia las montañas. Aunque el camino era difícil en las alturas, comenzaba con curvas fáciles. Había empezado más tarde de lo que le hubiera gustado, pero aun así llegó a la cueva antes del atardecer.
Su abuelo lo había llevado allí por primera vez cuando tenía diez años.

—Encontré este lugar cuando era un chiquillo —había contado—. Y lo convertí en mi escondite secreto. Una vez acampé por aquí durante una semana, cuando estaba molesto con Jongjin porque había pescado un salmón más grande que el mío.

—¿Pero qué hacías aquí arriba? ¿Qué comías? —había preguntado fascinado con la idea, pero sin siquiera imaginar que llegaría el día en que él también buscaría refugio allí.

—Me traje libros y robé un poco de pan y latas de conserva de la despensa de mi madre, y mantequilla y un saco de patatas. Incluso construí unas estanterías para guardar mis provisiones, allá en el fondo, ¿las ves?, y encendí un fuego en la entrada para alejar a los osos.

Hacía años que no iba allí, pero nada había cambiado desde entonces. Los helechos cubrían la entrada y delante seguía el círculo de piedras donde había ardido el fuego, cuyas cenizas habían sido barridas por las lluvias del invierno tiempo atrás. Incluso las estanterías permanecían intactas. En una de ellas se alineaban una caracolas junto al cabo de una vela y una vieja fotografía de una estrella del rock que él admiraba cuando era adolescente.

Inesperadamente, su visión y la inocencia que representaba le recordó la tristeza de la que había intentado escapar y que volvía como una venganza. La montaña siempre había sido un refugio.

Yesung dejaría desolación tras él cuando se marchara. Deseó no haberlo conocido, no haber sabido de su pena íntima y feroz, ni de su risa fugaz. Deseó que nunca lo hubiera tocado ni besado.

Deseó no amarlo.

Cayó de rodillas sobre el suelo duro y arenoso y lloró por la verdad que ya no podía negar. No era así como se suponía que tenían que ir las cosas. Había regresado a la isla para recuperarse, espiritual y físicamente, para poder empezar de nuevo cuando volviera a la ciudad. En lugar de eso, estaba dolido con un hombre al que no le importaría que desapareciera del mundo.

Una lengua cálida y húmeda lamió su rostro.

—Melo —sollozó abrazándose a su cuello y hundiendo la cara en su pelo—. ¿Cómo he podido dejar que ocurriera?



El problema de vivir en una isla era que se perdía el sentido del tiempo. Discurría suavemente haciendo muy fácil posponer las cosas para el día siguiente, o para la semana siguiente o para cuando se tuviera ánimo. Así que la primera reacción de Yesung cuando el motor del hidroavión aminoró y se detuvo con un susurro en la cala aquella tarde a las cuatro y media fue una airado «¡Demonios!».

Había olvidado la propuesta de Sungjoon de visitarlo. Apenas había pensado en ello desde que había dejado aquel mensaje en su buzón de voz. Pero ya era inevitable. Contrariado, bajó por la rampa para recibirlo. Si hubiera llegado unos días después podría haberse marchado con él y así ahorrarse la molestia de contratar a un piloto comercial.

Conduciendo el hidroavión hasta el muelle con su maestría habitual, Sungjoon salió y se estiró, un gesto dirigido a recordarle sus considerables virtudes.

—¡Guapo! —exclamó agarrándose a él tras colocarse las gafas de sol hacia atrás.

Haciendo lo posible para sujetarlo sin que ambos cayeran, arrugó el rostro para fingir algo cercano a una sonrisa.

—Hola —contestó.

—¡Deja que te mire! —dijo con entusiasmo—. Cariño, estás para comerte, tan bronceado y sano y en forma. La vida en el campo te sienta bien.

—Tiene sus ventajas.

—Y sus desventajas, también. ¿Tenías que recluirte en un lugar tan remoto? Lo he pasado fatal para encontrarte.

—Esa es una de sus ventajas, Sungjoon. A la gente no le resulta muy cómodo venir a hacerme una visita cuando les apetece. ¿Cuánto tiempo piensas quedarte?

—¡Acabo de llegar! Al menos deja que estire las piernas un poco antes de intentar librarte de mí.

—Es que no quiero que te sientas obligado a quedarte para visitar a un inválido. Sobre todo porque voy a volver a la ciudad dentro de una semana.

—No seas tonto, Yesung. Estoy aquí porque no podía estar lejos de ti. Y de todos modos, el viaje de aquí a la ciudad es fácil. No debería llevarme más de una hora, lo que nos deja tiempo para una visita larga y agradable —dijo agarrándolo del brazo y empezando a subir la rampa—. ¿No vas a invitarme a tu pequeño refugio, cariño? Estoy deseando verlo. Y me muero por una bebida fría.

—Lo único que tengo es cerveza y agua.

—Pues sí que te has tomado en serio la vida rural. Menos mal que he traído unas cuantas cosas. Espera aquí, cariño, las traeré.

Volvió al hidroavión, tan fuera de lugar como un pájaro tropical. Miró hacia la casa de Ryeowook. No había rastro de él, aunque difícilmente podría no advertir la presencia del hidroavión si salía al porche.
Esperó que no lo hiciera. Su percepción había cambiado desde que había decidido que la aparición de Sungjoon acabaría definitivamente con las ideas que Ryeowook pudiera albergar sobre él y sobre ambos como pareja. Odiaba tener que admitirlo, pero había llegado a preocuparse por no herirlo, y a raíz de lo que había sucedido la pasada noche, sabía que se enfadaría si creía que lo había estado utilizando para entretenerse hasta que no apareciera nada mejor.

Sungjoon no encajaba en esa descripción. Lo había conocido hacía un año a través de amigos comunes que habían pensado que harían una buena pareja. ¡Difícilmente! Era demasiado teatral y demasiado insistente para su gusto. Prueba de ello era que, de toda la gente que conocía, solo él había conseguido averiguar dónde se había escondido.

—Ya está, cariño, solo una cosa para pasar la tarde. Espero que tengas un sacacorchos en tu choza, porque olvidé traer uno.

—¿Es una buena idea? —preguntó señalando las dos botellas de vino que asomaban por la cesta de picnic
—. Si vas a volar otra vez antes del atardecer...

—Confía en mí, Yesung, querido, aprecio mi vida demasiado como para ponerla en peligro pilotando el hidroavión cuando estoy bajo la influencia del alcohol. Así que deja de refunfuñar y enséñame tu casita junto al mar. Debo decir, si me puedo fiar del exterior, que no se corresponde con tu nivel de vida habitual.

—Es más que apropiada para lo que necesito y está lo bastante lejos del mundanal ruido como para asegurarme total intimidad —dijo—. La mayor parte del tiempo, claro —añadió.

—No tanta intimidad. Veo otra cabaña un poco más lejos. ¿Vive alguien interesante?

—No —respondió ignorando cómo su corazón había palpitado. ¿Qué le había hecho creer que meter a otra persona en su vida era una solución para el problema con Ryeowook?— Es solo otro veraneante que está buscando paz y tranquilidad.

Llegaron a su casa. Lo agarró del codo con una satisfacción indisimulada.

—Eso está bien. Me ha costado mucho sacarle información sobre ti a Kyu para querer compartirte con otro. Quiero que seas solo para mí.

«No, si puedo opinar. Tengo intención de que vuelvas a la ciudad en una hora».

—Aquí la tienes —dijo deteniéndose para que pasara primero a la casa—. ¿No está mal, verdad?

—¡Qué... pintoresca! —exclamó deteniéndose en el vestíbulo transfigurado por la consternación.

—Claro que ahora está un poco desordenada porque estoy haciendo las maletas. Aunque sirve bien para lo que es, no puedo decir que me dé pena marcharme.

—¡No me digas! —exclamó—. Cielos, Yesung, es paleolítica. No comprendo cómo te has quedado tanto tiempo. Abre una de esas botellas, por favor. Necesito algo para recuperarme.

Media hora de conversación superficial, con millones de «cariños», era todo lo que podía soportar.

—Te diré una cosa. Tengo un par de nasas en la bahía. ¿Te gustaría llevarte a casa marisco fresco para cenar? —sugirió con los ojos opacos de aburrimiento.

Aunque el comentario le había parecido bastante inocuo en aquel momento, dejar solo a Sungjoon se convirtió en un gran error.

En parte fue culpa suya. Podría haber previsto los problemas antes de que ocurrieran, si no hubiera optado por atar la barca en la parte del muelle de Ryeowook, en lugar de en su amarre habitual.

Se dijo que así le resultaría más fácil a Sungjoon sacar el hidroavión a mar abierto, pero lo cierto era que estaba intentando ocultar el aparato.

Con esa excusa lanzó una mirada furtiva a la casa de Ryeowook. Seguía sin haber rastro de él ni de Melo. O estaba regodeándose en su enfado, o había salido, quizá hubiera convencido al chico que le llevaba las provisiones para que lo llevara a Sukira's Cove por la tarde, aunque no había oído a otro barco acercarse al muelle.

Saltando a tierra, miró hacia su casa, esperando encontrar a Sungjoon listo para marcharse. No tuvo esa suerte. En su lugar, se había tumbado en la hamaca del porche, y aun desde lejos se notaba su presencia. Si Ryeowook había ido al pueblo y se le ocurría volver pronto...

Vio en su reloj que eran casi las seis. Como un anfitrión preocupado y responsable, tenía derecho a pedirle a su invitado que se marchara. Si lo hacía en ese momento, estaría de vuelta en Seul a tiempo para cenar, una opción que aceptaría con presteza cuando supiera que no había marisco aquel día.

Contento con esa idea, subió la rampa. Su optimismo no duró mucho. Cuando dobló la esquina del porche, Sungjoon soltó una carcajada y se cayó de cabeza cuando intentó levantarse de la hamaca.

—Creo que estoy un poco achispado. ¡Estoy tan relajado, cielo!

—No seas ridículo. Solo hemos tomado una copa de vino cada uno, y la botella sigue por la mitad.

—Tenía tanta sed y has tardado tanto... —dijo chupándose los labios. Después, haciendo un gran esfuerzo por sentarse, miró hacia la botella vacía medio escondida bajo la hamaca—. Así que terminé la primera y abrí la segunda.

Él hizo una mueca incapaz de ocultar su disgusto. ¿Tenía idea de lo poco atractivo que estaba pronunciando mal y con las facciones tan relajadas que parecían de cera?

—¡Achispado, y una porra! Estás bebido, Sungjoon. ¿Cómo vas a pilotar en ese estado?

—No creo que pueda —respondió hipando, intentando levantarse y cayéndose sobre sus rodillas en el proceso. Abandonando la batalla, se deslizó sobre el suelo—. Creo que voy a tumbarme aquí para dormir un poco hasta que me despeje.

—¡No te atrevas a desmayarte aquí! —lo amenazó. La repercusión de intentar explicar su comatosa presencia si Ryeowook aparecía de repente era demasiado horrible.

«Ryeowook... todo volvía a él».

Por enésima vez en la última hora y media miró hacia su casa. Seguía desierta. ¿Pero cuánto duraría su suerte?

—Prepararé café —dijo sorteando los intentos de Sungjoon de usar sus pies como almohada—. Sungjoon, por favor...

El esfuerzo de mirarlo hizo que se pusiera bizco.

—No te enfades conmigo —lloriqueó—. Te quiero.

Se pasó los dedos por el pelo y consideró sus opciones. Decir que eran limitadas era una exageración. Solo tenía una opción.

Agarrándolo por debajo de los brazos lo metió en la casa. En cuanto lo tumbó en el sofá se quedó dormido.

—A primera hora de la mañana te vas de aquí —ordenó—. Y si sigues sin poder pilotar te vas nadando.


6 comentarios:

  1. Nooooo por que Yesung tiene que ser asi!!! y Sungjoog si que es un pesado!!! me gusto mucho el capitulo!!! esperare la próxima actualización!!!

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  2. Fue cruel con Wokkie, ademas ya esta enamorado aunque diga que noe Yeye ya cayo, me encanta este fic.

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  3. uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhh!! Yesung es malo! tratar asi a Wook, merece unas nalgadas! y ahora con la visita de Sungjoon las cosas se veran mal...y el pobre de Wook esta llorando en una cueva!

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  4. Y uno que piensa que las cosas no pueden estar peor y viene Yesung con su terquedad, por ue aunque lo niegue él también siente algo por RyeoWook, si se la pasa pensando en él cada dos minutos xD Al menos Wookie es honesto consigo mismo y admite que ama a Yesung, lo malo es que está sufriendo en esa cueva, y no sé porque pero creo que la visita de Sungjoon solo va a empeorar todo.

    Gracias por el Mp.

    Cuídate ^^

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  5. Que cruel,para decir la verdad no es necesaria tanta crueldad,solo ha hecho sentir mucho más mal de lo que ya se siente Wook.
    Si esta embarazado espero que no le diga Yesung,y que se entere por terceras personas....no es que a wook le sea indisensable,le gusto y quizas sienta algo/mucho por el,pero esta claro que yesung no lo quiere cerca,al menos es lo que el cree.
    Solo espero que nada le pase a wook en esa montaña.......estupido yesung,te andas cuidando de que wook no vea a tu visita.....tonto

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  6. ¿donde esta wook, se habra ido? Yo lo habria hecho de ser él, que fastidioso, odioso y patan es Yeye, esta insufrible tratando de negar lo que ya es un hecho.
    Ademas eso de usar a otro para solucionar el problema con Wook es una movida muy infantil.
    Aishh me tiene molesta.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...