Anhelos- 4


Hyungsik estaba llegando a las puertas del patio cuando oyó que su esposo lo llamaba. Era evidente que se sentía culpable por la manera en que se había comportado con él. O quizás estuviese un poco avergonzado. En cualquier caso, iba en su dirección y él lo esperó, a pesar del resentimiento.
Aunque no hubiese debido hacerlo, estudió el aspecto de Minwoo, que era excelente, todo lo contrario que el suyo propio. La camiseta rosa dejaba al descubierto parte de sus clavículas y los pantalones ajustados hacían ver sus piernas más largas y delgadas.
Hyungsik se preguntó si eran los recuerdos de la noche que habían pasado juntos lo que le hacía apreciarlo así. ¿Acaso había olvidado realmente lo sexy y apasionado que podía llegar a ser? ¿O era el pánico a perderlo lo que le hacía sentir así? Si sus problemas de corazón no acaban con él, quizás lo hicieran las jugarretas de Jo Yeowool.
En silencio, levantó una ceja y lanzó una mirada inquisitiva a su esposo. Si tenía algo que decirle, lo más inteligente era esperar y escucharlo. Quizás quisiera justificarse por haberse aprovechado de él, aunque Hyungsik prefería no hablar de ello en esos momentos.
—¿Qué has querido decir con eso de que una aspirina no iba a ayudarte?
—¿Eso he dicho? No le des importancia. Creo que lo que necesito es una ducha.

Minwoo se mordió el labio inferior, la respuesta de su marido no lo había dejado en absoluto satisfecho.
—Has comentado que no te encontrabas bien. ¿Te pasa algo?
—¿Qué iba a pasarme? Supongo que hoy no es mi día.
—¿Ocurre algo en la oficina? —inquirió Minwoo, que no se daba por vencido—. Sé que el contrato con Star Empire no ha sido fácil. Si puedo ayudarte en algo, estaré encantado.
—Todo va bien, muchas gracias. Eres un encanto.
Hyungsik no pudo evitar decir esto último con ironía. Claro que tenía problemas, pero no tenían nada que ver con el trabajo. Desde que había  leído el informe uroginecológico no había sido capaz de pensar en otra cosa. Pero lo último que haría sería contárselo a   Minwoo.
—De verdad, no pasa nada.
Estaba destrozado, pero aunque escuchase los consejos de su esposo y descansase no conseguiría relajarse. Había un joven que seguía todos sus movimientos y que insistía en que iba a tener un hijo suyo. La prueba de ADN probaría lo contrario cuando naciese el bebé, pero mientras tanto seguiría liándolo todo.
—Mira, no me pasa nada. Nos vemos luego —añadió.
—¡Tómate una aspirina!
«¡Una aspirina!»
—Sí, me tomaré una aspirina. Pero de todos modos, seguro que me encuentro mucho mejor después de la ducha.
—Esto... no estaré en casa a la hora de la cena.
—¿No?
—No. He quedado para salir.
—Ah.
Hyungsik asintió, no podía despegar los ojos de su vientre. Desde que se habían acostado no podía evitar volver a desearlo. A pesar de todo lo que sentía: enfado, resentimiento, amargura... No podía evitar recordar cómo se había sentido al tenerlo encima, el roce de su piel y su manera de abrazarlo.
Se dio cuenta de que los meses alejado de su esposo le habían enseñado a no pensar en él de esa manera. Pero volvía a ser vulnerable. Todos los sentimientos que había intentado reprimir volvían a salir a flote. Pero no iba a dejarse llevar.
—De acuerdo —añadió.
Se dio media vuelta. Tenía que marcharse para lamerse las heridas en privado. Eso si era capaz de llegar a su habitación sin caerse de bruces.
—He quedado a cenar con Kwanghee.
Minwoo siguió a su marido y lo observó mientras subía las escaleras. Hyungsik supuso que su esposo había decidido que era justo que le diese una explicación e imaginaba que esperaba una respuesta por su parte.
—Dale recuerdos.

Minwoo se dio media vuelta y se marchó. Kwanghee y él habían pasado mucho tiempo juntos en los últimos meses y sabía que su marido y su amigo no se gustaban. Kwanghee, que estaba divorciado, siempre había demostrado sentir desprecio por él.
De pronto se sintió herido y tuvo ganas de llorar. Pensó que no tenía por qué haberle dado explicaciones a Hyungsik. ¿Por qué se había molestado en decirle adónde iba y con quién? ¿Por qué no le había dejado que pensase si quería que iba a salir con otro hombre? Se lo habría tenido bien merecido.
Pero la verdad era que le preocupaba Hyungsik. Sabía que era una tonto, pero eso no cambiaba sus sentimientos. Si estaba enfermo, quería saberlo.
Todavía era su esposo, aunque a él no le hubiese costado trabajo olvidar los votos del matrimonio.
¿Y por qué lo observaba como si lo estuviese desnudando con la mirada? Para no encontrarse bien, se había mostrado demasiado interesado por su cuerpo. Y él no había podido ignorarlo, como tampoco podía ignorar que se sentía excitado.
Volvió al estudio, tenía calor y estaba ansioso.
Seguro que él lo había hecho adrede, sabiendo cómo se sentía cuando lo miraba sin ningún respeto con esos preciosos ojos negros. Lo estaba castigando por haberse acostado con él. Tenía que acordarse de Yeowool, que estaba embarazado de él, y pensar en lo que iba a hacer. Lo que no podía ni plantearse era divorciarse de él, todavía lo amaba. Si se quedase embarazado, quizás su matrimonio no fracasaría.

Minwoo se marchó de casa antes de que Hyungsik volviese a bajar.
En cuanto supo que él estaba en la ducha, cerró el estudio y se dirigió a la casa para hablar con el joven Moon. Quería asegurarse de que el mayordomo sabía que su marido cenaría allí.
Luego subió a su habitación, se quitó la ropa y se metió a la ducha. El agua fría calmó su piel enrojecida por el sol y se sintió mucho mejor. Sacó del armario un pantalón verde acompañado de una camisa blanca sin mangas que acentuaba sus curvas. Para termina se puso una cadena y una pulsera, y se perfumó.
Estudió su reflejo en el espejo y se preguntó si se había arreglado demasiado para ir a cenar con Kwanghee.
Este vivía tan sólo a diez minutos andando, pero Minwoo tomó el coche, seguramente volvería tarde y el camino del acantilado le daba miedo por la noche.
Su amigo vivía en la segunda fila de casas adosadas que había en las afueras de Hwarang. La empresa de su padre había construido esas casas antes de que Hyungsik trabajase para él. Por entonces era una empresa pequeña de construcción que crecería más tarde, cuando Hyungsik propuso que se expandiesen.
Pero no quería pensar en la contribución que Hyungsik había hecho a la empresa de su padre. Tampoco creía lo que Yeowool había dicho, que se había casado con él sólo para controlar la compañía. Hyungsik habría tenido éxito en cualquier negocio, tenía talento. ¿Pero sería eso lo que había pensado la gente cuando se casaron?
Kwanghee estaba trabajando con el ordenador cuando Minwoo llamó a la puerta.
—Entra. Estaré listo en un minuto. Estoy respondiendo unos correos.
Kwanghee escribía una columna gastronómica en el periódico de Busan. Además, se encargaba del consultorio sentimental de varias revistas.
—¡Estás guapísimo! —exclamó Kwanghee mirándolo con  detenimiento—. ¿Me he olvidado de algo? Creí que sólo íbamos a cenar una pizza.
—Es que me apetecía arreglarme, espero que no te importe.
—Si lo hubiese sabido me hubiese puesto otra cosa, en vez de vaqueros y una camiseta.
—Estás bien así.
Minwoo deseó no haberse esmerado tanto con su aspecto. Pero después de la conversación con Hyungsik necesitaba recobrar la confianza en él mismo.
—Si tú lo dices.
Kwanghee se encogió de hombros y se puso en pie.
—Has venido en coche —comentó Kwanghee mirando por la ventana y comprobando que el Audi de su amigo estaba aparcado fuera.
A Minwoo le molestó el comportamiento de Kwanghee, era como si a su amigo le fastidiase que se hubiese puesto guapo. Kwanghee tenía tanto éxito en otros aspectos, que solía ser él el que se sentía inferior.
—Bueno, así no tendré que sacar yo el coche del garaje. Voy a por mi bolsa.
Casi no hablaron durante los veinte minutos que tardaron en llegar. Ya habían aparcado cerca del famoso restaurante cuando Kwanghee pregunto:
—¿Dónde está Hyungsik?
—¿Hyungsik? En casa... Ha venido temprano. Dice que no se encontraba bien.
—Supongo que no has vuelto a tener noticias de ese joven que lo ronda. Jo...
—Yeowool —terminó Minwoo.
En ese momento deseo no habérselo contado a su amigo. Pero la tarde que Yeowool fue a su casa, necesitaba hablar con alguien. Afortunadamente, no se lo había contado todo. Había omitido el hecho de que estuviese embarazado y también que él había seducido a su propio marido esa noche. Kwanghee no lo entendería, ya que le había dicho en numerosas ocasiones que nunca dejaría que Hyungsik volviese a tocarlo.
—No has vuelto a verlo, ¿verdad? No me has vuelto a hablar del tema.
—Por supuesto que no he vuelto a verlo. ¿Para qué? Ya me dijo todo lo que había venido a decirme.
—¿El qué?
—Ya lo sabes. Que quería que le diese el divorcio a Hyungsik para que pudiese casarse con él.
—¿Y qué opina Hyungsik al respecto? ¿Has hablado con él de esto? Porque veo que no te has olvidado del tema, como haces con otros asuntos que te disgustan.
—¿Cómo el qué?
—Como el hecho de que hace seis meses que estás al corriente de su aventura, pero no has empezado a tomártelo en serio hasta que ese hombre ha ido a tu casa.
—¡Eso no es verdad!
—¿Por qué sigues con él?
—Porque no estoy seguro de que sea verdad.
—¿Que no estás seguro? Durmió en su casa, has visto las imágenes de la cámara de seguridad en las que entran juntos al apartamento de la empresa y dices que no estás seguro de que sea verdad. ¿Qué más necesitas, Minwoo? Lo que te pasa es que no quieres asumir las consecuencias, eso es todo.
Afortunadamente llegó el camarero y Minwoo pudo evitar darle una respuesta a su amigo. Esperaba que Kwanghee se olvidase del tema. Por muy amigo que fuese, no tenía derecho a intimidarlo así.
Pidieron lasaña y una botella de vino de la casa. Minwoo se dio cuenta de que el camarero estaba especialmente atento con él esa noche y eso le devolvió la confianza que los comentarios de Kwanghee lo habían hecho perder.
—No te entiendo —confesó Kwanghee—. Eres inteligente, guapo...
—Muchas gracias.
—Y económicamente independiente. Y eso sin tener en cuenta tu parte de la empresa. No necesitas a Park Hyungsik. En mi opinión, no deberías haberte casado con él.
—¿Qué hago? ¿Me divorcio?
—Eso sería lo más sensato, sí. Y le quitas todo lo que tiene.
—¿Hablas de echarlo de la empresa?
—Si es lo que se merece...
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—Por un lado, porque los accionistas nunca estarían de acuerdo. Por otro, porque sin Hyungsik, Construcciones Zea no sería nada. Si él no estuviera ahí, la empresa habría desaparecido hace tiempo. Mi padre no era un hombre de negocios, Kwanghee. Le gustaba lo que hacía, pero hasta que Hyungsik no llegó con sus nuevas ideas no tuvieron éxito de verdad.
—Quizás fue porque Hyungsik no arriesgaba su propio  dinero.
—¿Qué quieres decir? ¿Que sólo se casó conmigo por el negocio? —le dolió que su amigo insinuase lo mismo que había dicho Yeowool.
—Por supuesto que no —retrocedió Kwanghee al darse cuenta de que había ido demasiado lejos—. Hyungsik te quería. Ya lo sabes. Pero como todos los hombres de negocios, se volvió egoísta. Una pareja no le parece suficiente. Quiere también un amante.
—¿Eso hizo Leejoon?
—Ahora que lo mencionas... Exactamente lo mismo. Y fui un tonto al creerlo cuando me dijo que quería un divorcio amistoso. El muy cerdo vació las cuentas bancarias y se declaró insolvente. Si hubiese sabido que Mir estaba embarazado, nunca le habría dejado salirse con la suya.
Minwoo sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo. Había olvidado los detalles de la separación de Kwanghee, las mentiras que Leejoon le había contado al juez para quedarse con la casa en la que vivían. Por esa razón, su amigo se había visto obligada a alquilar una pequeña casa adosada en Hwarang y a dejar la cómoda casa de cinco dormitorios que Leejoon y él habían comprado cuando se casaron.
—No me crees, ¿verdad?
Kwanghee era persistente, y a Minwoo empezaba a dolerle la cabeza con tantos consejos.
—Mira, es mi problema y soy yo el que tengo que solucionarlo. Gracias por preocuparte por mí, pero tengo que hacer las cosas a mi manera.
—Como quieras.
Kwanghee parecía haber captado el mensaje, así que no volvió a hablar del tema en toda la noche. Minwoo volvió a alegrarse de no haberle dicho a su amigo que Yeowool estaba embarazado. La comparación con la ruptura de su matrimonio habría sido demasiado fácil.
Hyungsik se pasó la noche frente al televisor en el cuarto de estar. Minwoo solía utilizar esa habitación como segundo estudio. Era amplio y tenía mucha luz y, en invierno, cuando nevaba, le resultaba más cómodo quedarse en casa.
Esa noche, la habitación estaba demasiado en silencio a pesar del sonido de la televisión. Hyungsik alcanzó la botella de whisky que se había llevado. ¿Qué más daba si se mataba? Minwoo estaría mejor sin él.
Eran poco más de las nueve y media cuando oyó el motor del Audi. Le pareció extraño. Cuando Minwoo salía con Kwanghee, no solía volver a casa antes de las once u once y media.
Quería quedarse donde estaba e ignorarlo, hacer como si le interesase enormemente el documental que estaba viendo. Pero, al mismo tiempo, temía que subiese al piso de arriba sin darse cuenta de que él estaba allí. Así pues, sin hacer caso del fuerte palpitar de su corazón, abrió la puerta.
Minwoo estaba en la entrada, guardando las llaves, cuando lo vio. Tenía cara de pocos amigos, pero eso no lo hizo desistir. Estaba precioso y Hyungsik pensó que se había puesto demasiado sexy sólo para ir a cenar con Kwanghee. Quizás éste hubiese organizado una cena de cuatro personas con un par de colegas del periódico. Aunque era poco probable. Kwanghee no dejaría que se le acercase otro hombre en toda su vida.
En cualquier caso, al ver a Minwoo pensó en la noche que lo había esperado casi desnudo. Se excitaba sólo de recordarlo.
—¿Querías algo?
—Llegas muy pronto —comentó Hyungsik preguntándose qué diría su esposo si le proponía que se tomasen algo juntos en la sala de estar. Probablemente, que estaba cansado.
—Kwanghee estaba cansado.
En realidad, había sido él quien había utilizado esa excusa.
Hyungsik estaba pálido y tenía ojeras. No podía evitar sentir lástima de su marido.
—¿Qué tal estás tú? ¿Te ha preparado algo de cenar el joven Moon?
—No he salido de casa, si es eso lo que quieres saber —respondió Hyungsik intentando calmar su libido—. Ven a tomarte algo conmigo. Necesito compañía. No he hablado con nadie en toda la noche.
—¿Ni siquiera con Yeowool?
—Con nadie.
Hyungsik pensó que no era buen momento para hablarle del informe médico que Yeowool le había enviado. Quizás tampoco fuese buena idea estar a solas con Minwoo. Le iba a decir que lo olvidase cuando lo sorprendió:
—De acuerdo. Me tomaré una copa contigo —accedió quitándose los zapatos.
Hyungsik lo dejó entrar en la sala de estar. Después, apagó la televisión y se preguntó por qué habría accedido. Un mes antes se habría inventado una excusa y se habría marchado directo a su dormitorio. Pero un mes antes él tampoco se lo habría propuesto.
La noche estaba muy oscura, y Hyungsik encendió las dos lámparas que había a los lados de la estantería. Ya había una lámpara encendida en el escritorio.
—Lo siento, no hay velas.
—¿Te gustaron?
La pregunta puso a Hyungsik a la defensiva, y tuvo que respirar hondo para tranquilizarse.
—Fueron... diferentes. Hay whisky, o whisky con agua. Si no, puedo ir a buscar algo a la nevera. ¿Quieres vino?
—Whisky está bien —dijo sentándose en el sofá en el que había estado sentado él y masajeándose las plantas de los pies—. Esto está mucho mejor.
—¿Con agua?
—Solo. Gracias.
Hyungsik se sirvió un vaso, pero sólo el olor le hacía respirar con dificultad, así que lo dejó. Después, se apoyó en una esquina del escritorio, se habría sentido incómodo sentándose enfrente de él.
—¿Lo has pasado bien? —se interesó en un intento de normalizar la situación.
—No ha estado mal.
—¿Sólo habéis ido Kwanghee y tú?
Minwoo frunció el ceño. ¿A qué venía eso?
—Sí. Ya te lo dije antes de marcharme.
—Sólo me preguntaba...
—¿Qué te preguntabas?
Hyungsik se dio cuenta de que no tenía que haber dicho nada. No tenía ningún interés en volver a discutir.
—Nada en especial. ¿Qué tal tu copa?
—Es whisky —respondió Minwoo fríamente—. ¿Por qué me preguntas si hemos ido Kwanghee y yo solas?
—Por nada.
—Venga. Lo has preguntado por algo. ¿Acaso crees que he podido quedar con otro hombre?
—No. Bueno, quizás sí. Tienes que admitir que no sueles ponerte tan guapo cuando quedas con él.
—¿Te has dado cuenta? ¿Estoy bien? Bien no era exactamente la palabra, pero Hyungsik prefería no decírselo. Era evidente que a Minwoo le divertía provocarlo y él debía mantenerse frío.
El problema era que su cerebro y su sexo no acababan de ponerse de acuerdo.
—Sí, estás bien. Muy sexy.
Minwoo separé los labios, aunque Hyungsik no sabía si lo había hecho porque lo había sorprendido el cumplido o simplemente para continuar con el juego al que parecía estar jugando. En cualquier caso, cuando Hyungsik vio cómo se humedecía el labio superior con la lengua, sintió que una ola de deseo lo invadía.
—Tú también estas guapo. Siempre te sentaron bien los vaqueros.
Hyungsik tragó saliva. El problema era que, en ese momento, los vaqueros lo delataban a la altura de la bragueta. Afortunadamente, Minwoo no lo veía desde donde estaba porque lo tapaba la esquina del escritorio.
—Gracias... ¿Dónde habéis cenado?
Hyungsik quería cambiar el tono de la conversación, pero Minwoo no parecía dispuesto a cooperar.
—En el Romano, hemos tomado lasaña. ¿Y tú? ¿Seguro que estás bien? Estás un poco colorado. ¿Seguro que no estás incubando algo?
—¿De repente te preocupas por mí? Hace un par de horas no te importaba cómo me sintiese. ¿A qué se debe el cambio? ¿Acaso te sientes culpable?
—¿Por qué debería sentirme culpable? No puedo evitar preocuparme por ti. Eres mi marido.
—¿Ahora te acuerdas de que soy tu marido? —se sorprendió Hyungsik.
—Nunca lo he olvidado. No soy yo el que se ha buscado a otro.
—Yo tampoco lo he hecho.
—Ya te demostré cómo me sentía hace un par de semanas —le recordó Minwoo.
—Hace casi tres semanas desde que... conectamos —comentó Hyungsik utilizando esa palabra deliberadamente—. Y creo que no tuvo nada que ver con el hecho de que fuese tu marido. Querías demostrar que todavía me gustas. Y lo conseguiste. Pero no te emociones más de la cuenta. Ningún hombre se habría resistido a tus encantos.
—¿No puedes evitar ser desagradable, verdad? —espetó Minwoo dejando el vaso y poniéndose en pie—. No sé por qué he aceptado tomarme una copa contigo. Supongo que porque me das pena. Pero ha sido una estupidez, porque no necesitas comprensión. No tienes corazón.
«Ya me gustaría a mí no tenerlo», pensó Hyungsik. Hyungsik se negaba a dejar que se marchase diciendo la última palabra, así que se interpuso en su camino.
—Lo siento. No te vayas. Ni siquiera te has terminado el whisky.
—Acábatelo tú —murmuró Minwoo resentido.
De pronto, sin pararse a pensarlo, Hyungsik lo tomó por la cintura.
Nada más hacerlo supo que era un error. A pesar de que Minwoo estaba enfadado, no hizo nada para impedir que su marido deslizase las manos hasta llegar a la curva donde terminaba su espalda.
Hyungsik se vio tentado a meter la mano por debajo del pantalón. La piel desnuda de Minwoo lo invitaba, y cuando le acarició el pelo, levantó la cabeza sin oponer resistencia.
Hyungsik gimió. Sería tan fácil... Tan fácil olvidarse de todo entre sus piernas. Quería hacerlo. Se lo pedía el cuerpo, la erección que se apretaba contra sus pantalones. Y, a pesar de todo lo que Minwoo le había dicho antes de que lo tocase, tenía la impresión de que no se negaría.
Pero entonces se dio cuenta de que eso era precisamente lo que su esposo intentaba. Su mirada ya no albergaba resentimiento, sino deseo, como si supiese exactamente lo que Hyungsik estaba pensando. Él supo en ese preciso momento por qué había aceptado tomarse una copa en su compañía. Por extraño que pareciese, quería que volviese a hacerle el amor.
¿Pero por qué? ¿Por qué?, se preguntaba Hyungsik intentando controlar sus emociones, quizás porque la primera vez no se había salido con la suya y quería volver a intentarlo.
Era una locura, pero era evidente que Minwoo pensaba que podía hacer con él lo que quisiese. Le latía el corazón con fuerza. Hyungsik intentó distraerse pensando que podía hacerlo. Podía seguirle la corriente.
—¿Vas a besarme? —inquirió Minwoo mirándolo a los ojos.
—¿Por qué no? —murmuró él.
El estaba encendido de deseo, su lengua lo buscaba con urgencia, delatando su anhelo. Lo acarició, le clavó las uñas y le subió la camiseta para llegar hasta su vientre.
Hyungsik no era capaz de controlarse. Se abalanzó sobre él y lo besó intensamente, sintió la caricia de su muslo entre sus piernas y cómo se frotaba contra su sexo.
Cuando Minwoo empezó a desabrocharle los vaqueros, una ola de sudor le recorrió el cuerpo y sintió que estaba llegando al límite. No podía respirar. Por un momento, pensó que su corazón había dejado de latir.
Apartó las manos de Minwoo de su bragueta y se echó hacia atrás. No sabía qué aspecto tenía, suponía que cadavérico, pero su mujer no atendía a razones.
—¡Eres un cerdo! —lo insultó sin darse cuenta de se encontraba mal—. Debí imaginarme que ibas a hacerme algo así. Tenías que ganar.
Hyungsik se esforzó por respirar.
—No lo entiendes...
—Claro que sí —espetó Minwoo, sin escuchar lo que su marido tenía que decirle—. ¡Apártate de mi camino! —exclamó dándole un empujón y saliendo de la habitación.




2 comentarios:

  1. Pena y lastima
    Que feos sentimientos,y que cruel la persona que siente lastima por alguien,más cuando ese alguien de supone es la persona que ama.
    Minwoo dice que nobse puede ni quiere divirciar de Sik porque lo ama.
    Sik le ha dicho lo mismo a Minwoo pero no le cree...eso no es justo,esta bien que sabe lo del "engaño" y la "pruebas" que hay de ello,pero ha visto el reaccionar de Sik cuando estuvieron juntos...tan poco lo conoce y dice amarlo.
    Y luego el otro con su malestar.
    Nu ca van a vanzar así...

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    1. la falta de confianza y comunicación, lleva a todo eso, permitiendo que terceros puedan hacer estragos....

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...