El Guardaespalda del Príncipe- Capítulo final



        “Reza por no estar embarazado. Porque si lo estás te casarás conmigo, Sungmin”.
           
         Kyuhyun apoyó los codos en el escritorio y hundió el rostro entre las manos. Era idiota.

         Minutos antes, lo había estado mirando y pensando en lo delicioso que era. En cuánto le gustaba tenerlo en su casa, en su vida. Pero cuando había mencionado “para siempre”, lo había invadido un sudor frío.

            Había comprendido que hacerle el desayuno y jugar a las casitas con Sungmin  era más que romper sus normas, era convertirlas en polvo. Su padre había debido de sentir eso por su madre, y la había aceptado cada vez que volvía. Kyuhyun se había jurado no permitirse esos sentimientos, para no volverse débil como su padre. Pero Sungmin no tenía la culpa.

            Se había portado como un bruto y le debía una disculpa. Una bien grande.


            Fue en su busca y lo encontró en la playa. Era una visión celestial con una de sus camisetas azules. Al verlo, Kyuhyun supo que tenía problemas, graves. Sungmin  le había dejado claro que era algo temporal en su vida: “Preferiría ser padre soltero”.

            La vehemencia de esa afirmación lo enfurecía. Parpadeó, preguntándose qué diablos le ocurría.

            Oyó la risa suave de Sungmin y se obligó a concentrarse en el presente. Sungmin se apartó el pelo de la cara. Kyuhyun olvidó todo amago de disculpa al ver que hablaba por teléfono.

            Se preguntó de dónde lo había sacado. Y, más importante aún, ¿no le había dicho que no lo usara? Su frustración se transformó en ira.

            –Diablos, ¿eres idiota? No puedes hacer llamadas desde un teléfono móvil.
             

             
            Sungmin giró al oír la voz áspera de Kyuhyun. Aún oía a Daniel pero, concentrado en la expresión furiosa de Kyuhyun, no le prestaba atención. Se quedó sin aliento, como si fuera un chiquillo enfrentándose a la desaprobación de su padre.

            –Tengo que dejarte –cortó la comunicación justo cuando Kyuhyun llegaba a su lado.

            –¿Qué crees que estás haciendo? –gritó él–. Maldita sea, Sungmin. Te dije que no hicieras llamadas de móvil desde la isla.

            –No, no me lo dijiste –Sungmin arrugó la frente.

            –Sí. Lo hice.

            –No. No-lo-hiciste. Además, no he hecho ninguna llamada, he recibido una –había encontrado su teléfono en la cómoda de Kyuhyun después de desayunar y había comprobado sus mensajes para dejar de pensar en él.

            –Contestar tiene el mismo efecto –rechinó los dientes–. Proporciona nuestra localización a cualquiera que tenga el equipo adecuado.

            –Tú utilizas el tuyo –replicó él.

            –El mío está encriptado.

            –Bueno –Sungmin apoyó las manos en las caderas–. Pues a mí nadie me lo ha dicho.

            –Sabía que esto no funcionaría –Kyuhyun movió la cabeza y lo miró como si fuera un estúpido.

            –No sé a qué te refieres, pero he tenido bastante de tu actitud tiránica por hoy –resopló Sungmin–. No tienes por qué preocuparte, era Daniel preguntado cómo estaba después de lo de la bomba. ¿Eso también va en contra de tus normas?

            Sungmin puso rumbo a la casa. Kyuhyun era igual que su padre, lo juzgaba y no lo consideraba a su altura. Eso dolía. Y él había sido quien le había dado el poder de herirle, la culpa era suya.

            Necesitaba una taza de té.

            –¿Qué vas a hacer? –preguntó Kyuhyun, que lo había seguido.

            –Té –Sungmin abrió un armario, en busca de tazas–. ¿Quieres?

            –No. Las tazas están en el armario de arriba.

            –¿Tienes verbena, por un casual?

            –No lo sé –Kyuhyun resopló, abrió un armario y empezó a mirar–. No. ¿Te vale menta-poleo?

            –Sí –sus ojos se encontraron–. Gracias.

             
             
            Kyuhyun lo observó echar agua hirviendo en la taza y se condenó por dejar que su frustración hubiera nublado su juicio. No era extraño que aún no hubiera localizado al asesino de su hermano.

            Sungmin tenía razón. No le había dicho que no usara el teléfono. Había querido hacerlo. Pero no era lo mismo. Y esos errores eran fatales, la gente moría por ellos. Sungmin podría haber muerto.

            Tendría que trasladarlo, buscar otro lugar seguro. Porque no podía poner su vida en riesgo, por difícil que fuera que el asesino tuviera los medios para localizarlo en la isla. No sabía a quién se enfrentaba y tenía que hacer bien su trabajo. Sin darse tiempo a pensarlo, se acercó desde atrás y lo rodeó con los brazos.

            –Siento haberte gritado. Me he comportado como un bruto.

            –Sí –musitó él–. ¿Por qué?

            –Tenía celos –admitió él.

            –¿De Daniel? –lo miró atónito.

            –Pensé que hablabas con Joonsang.

            Sus ojos se ablandaron y Kyuhyun se sintió más vulnerable que nunca. Se le hizo un nudo en la garganta y supo que Sungmin iba a decir algo sentimental. Aunque anhelaba oírlo, lo impidió besándolo hasta quitarle el sentido. No habría sido capaz de oírle decir que lo amaba. Porque no sería real. El sexo no era amor. Si decía que lo amaba, tenía que ser de verdad.

            Recordó a su madre metiéndolo en la cama y besando su frente cuando tenía cinco años. El recuerdo lo golpeó como un mazazo. Anhelante, introdujo las manos bajo la camiseta de Sungmin y decidió rendirse a una necesidad más básica. Lo acarició hasta que se arqueó hacia él.

            Eso era algo que conocía y en lo que confiaba.

            Lo alzó sobre la encimera y le bajó los pantalones cortos, situándolo de modo que sintiera su erección entre los muslos.

            –Me gusta –gimió Sungmin, abrazándose a su cuello. Kyuhyun, besándolo, lo llevó al dormitorio.
             

             
            –¿Después de la bomba?

            –¿Eh? –Sungmin notó que Kyuhyun se ponía de costado y se acurrucó contra él.

            –Sungmin, despierta. Tengo que preguntarte algo.

            –¿Ahora?

            –Sí, vamos, nene. Vuelve al mundo –dijo él acariciando su pelo.

            –Vale, general. ¿Qué quieres saber?

            –Antes has dicho que Daniel te llamó para saber cómo estabas después de la bomba, ¿no?

            –Sí –Sungmin arrugó la frente. El tono de Kyuhyun clamaba urgencia.

            –¿Le hablaste tú de la bomba?

            –No.

            –¿Estás seguro? Piénsalo, nene. Necesito que estés seguro al cien por cien.

            –¿Por qué iba a decírselo si ya lo sabía?

            –No tendría que haberlo sabido.

            –No veo por qué no –Sungmin sintió un escalofrío en la nuca–. Habrá aparecido en todos los medios, o mi padre se lo habrá dicho.

            Antes de que acabara de hablar, Kyuhyun saltó de la cama y se puso los vaqueros.

            –Maldita sea, ¿dónde está mi móvil?

            –Lo vi en la cocina. ¿Kyuhyun...?

            –Espera aquí.

            Sungmin se puso la camiseta que él no se había molestado en ponerse y corrió tras él.

            –Sí. Llámame –decía Kyuhyun cuando llegó a la cocina. Después colgó.

            –¿Puedes decirme qué ocurre?

            –Será mejor que te sientes –dijo él, muy serio.

            –Crees que es Daniel –dijo Sungmin, sentándose.

            –Sé que no quieres creerlo, pero tu padre acaba de confirmar que Daniel no había sido informado sobre la explosión.

            –Pero la noticia habrá salido por lo menos en internet, a estas alturas.

            –No –Kyuhyun movió la cabeza–. Controlé la información. Todo el mundo cree que un coche se estrelló contra la puerta de tu galería.

            –Daniel nunca habría hecho daño a Sungjin.

            –Lo siento, Sungmin –Kyuhyun suspiró–. Mi equipo lo considera sospechoso desde hace días. Está desequilibrado psicológicamente. ¿Lo sabías?

            Sungmin negó con la cabeza.

            –Le han diagnosticado esquizofrenia. Y los informes psiquiátricos indican que culpa a tu padre por la muerte del suyo.

            –No. Su padre murió en un accidente de barco.

            –Tu padre lo pilotaba.

            –Lo sé, pero... ¿Crees que Daniel piensa que él debería ser el heredero al trono de Ilsan?

            –Eso parece.

            –Pero, ¿por qué hacer algo ahora? ¿Por qué no atentó contra Sungjin y contra mí hace años?

            –Puede que no se le ocurriera. O que haya dejado de tomar su medicación. O tal vez la enfermedad de tu padre lo haya exacerbado.

            –¿Cómo podía pensar que saldría indemne de algo así? –Sungmin se negaba a creerlo.

            –Eso solo él lo sabe –su expresión se volvió distante y Sungmin percibió su lejanía–. Lo importante es que se acabó. Puedes volver a casa.



            “Se acabó. Puedes volver a casa”.

            Sungmin se estremeció. Sabía que Kyuhyun no hablaba solo de que la amenaza para su vida había terminado. El vuelo de cuatro horas a Ilsan le resultó interminable. Pasó todo el tiempo pensando en cómo decirle que lo amaba y no quería que se fuera, pero no se le ocurrió nada.

            Había estado a punto de decírselo en la cocina, cuando le dijo que estaba celoso, pero él se había tensado como un león, distrayéndole. Había pensado que era porque había adivinado lo que iba a decirle y no quería escucharlo.

            Para colmo, había confirmado que no estaba embarazado. No sabía qué sentir al respeto, tras llevar toda la mañana pensando en cómo sería estar embarazado de Kyuhyun. Lo que sí sabía era que no le había gustado nada encontrar el cuarto de baño bien provisto por si “otra persona” se quedaba con él. Le había recordado que era un hombre que disfrutaba con los jóvenes y las mujeres. Con muchos. Y sabiendo que su madre lo había abandonado una y otra vez, era comprensible que no buscaba relaciones serias.

            Cuando el avión aterrizó, vio a su padre y a Joonsang esperando junto a uno de los coches de palacio. Deseó llevar puesto algo más que una de las camisas de Kyuhyun y unos de sus vaqueros remangados. Sintió la presencia de Kyuhyun a su espalda y se dio la vuelta, esperando que le acompañara a la pista. Cuando vio su rostro, supo que no iba a bajar.

            –No vas a venir –dijo, enderezando la espalda como si eso no le importara en absoluto.

            –No. Tengo otro trabajo que hacer.

            –¿Dónde?

            –Eso es confidencial.

            Y peligroso. No hacía falta que lo dijera. Sungmin recordó las múltiples cicatrices de su cuerpo.

            –No volveré.

            El asintió lentamente, tenía ganas de vomitar. Kyuhyun lo miró como si esperara que pataleara y le suplicara que se quedase, o algo así. Y quería hacerlo. Pero no podía.

            Para empezar, su padre lo esperaba rodeado por lo que parecía todo el cuerpo de policía, por otro... Kyuhyun estaba demasiado cerrado. Distante.

            Decirle “te quiero” parecía un salto demasiado grande, y no creía que fuera a cambiar el resultado. Iba a irse. Lo había dicho muy claro.

            –Lo entiendo.

            –No puedo darte lo que quieres, Sungmin –lo miró a los ojos como si lo sorprendiera su falta de discusión–. Lo siento.

            “¿Él lo sentía?” Sungmin movió la cabeza con disgusto. No iba a aceptar esa excusa.

            –¿Cómo lo sabes? Ni siquiera me has preguntado lo que quiero –sabía que su voz denotaba frustración, pero no pudo evitarlo–. La verdad, Kyuhyun, es que no quieres darme lo que quiero porque te has adiestrado para no necesitar a nadie. Quieres ser como esa isla tuya. Pero no lo eres; si fueras sincero reconocerías que las acciones de tu madre te hirieron tanto como a tu hermano. O quizás más –alzó la mirada para ver si sus palabras lo habían afectado.

            –Estoy bien como estoy.

            Eso era un no. Sungmin suspiró, era inamovible como una roca. No quedaba nada que decir. Lo cierto era que Kyuhyun no lo amaba y tenía que enfrentarse a la realidad.

            Cerró los ojos un instante y cuadró la espalda, haciendo acopio de indiferencia. No resultó fácil. Kyuhyun había derrumbado sus defensas y él solo quería que le tomara entre sus brazos y le dijera que le amaba.

            –Muy bien –se dio la vuelta para bajar.

            No había dado dos pasos cuando Kyuhyun agarró su brazo y lo detuvo. El corazón de Sungmin se disparó y escrutó su rostro, buscando una señal.

            –Si estás embarazado, me lo harás saber, ¿verdad? –su voz sonó ronca y grave.

            En ese momento, las esperanzas y sueños de Sungmin se derrumbaron. Sabía que habría hecho “lo correcto” si hubiera estado embarazado. Era irónico que mientras había luchado contra casarse por conveniencia nunca había pensado que alguien pudiera casarse con él por obligación.

            –No lo estaré –replicó, seco.

            –No puedes saberlo con seguridad.

            –Sí. No te preocupes, hoy me di cuenta que no lo estoy.

 Volvió a mirarlo y se encontró con su fiera expresión.

            –Sungmin, aún te deseo.

            –No sé qué quieres que diga a eso –lo miró y sintió ira. Lo único que podía hacer era suplicarle que se quedara. Que cambiara su vida–. No significa nada. Solo es lujuria y la lujuria se acaba con el tiempo. ¿No es eso lo que crees?

            –Sí.

            Deseó que tuviera razón. Porque se sentía como si le estuvieran partiendo el corazón en dos.

            –¿Sungmin? –su padre apareció a su lado–. ¿Hay algún problema?

            –No –tragó saliva y miró a Kyuhyun una vez más, intentando memorizar sus rasgos–. Adiós, Señor Kyuhyun. Espero que encuentres lo que estás buscando.

             Se dio la vuelta para ocultarle el rostro y dejó que su padre lo escoltara fuera del avión. Estaba resuelto a aceptar lo que le deparara el futuro con la misma dignidad y gracia que habría demostrado su madre.



            Kyuhyun salió del resplandeciente mar azul y se tumbó sobre la arena. Solo se oía el fluir de la marea y el graznido de las gaviotas que pescaban.

            Tendría que haberse sentido feliz y relajado, pero no era así. No desde que, tres días antes, había salido de Ilsan y ordenado a su piloto que volviera a Kona Beans en lugar de llevarlo a las reuniones que había aplazado para proteger a Sungmin.

            Tras dejarlo en Ilsan se había convencido de que estaría bien. De que lo olvidaría. Pero en ese momento no se sentía nada bien. Su sensación de pérdida cuando le había dicho que no estaba embarazado demostraba claramente que le costaría olvidarlo.

             “Espero que encuentres lo que estás buscando”, le había dicho como despedida.

            El problema era que él no buscaba nada. Sungmin había acertado la primera noche en el baile: estaba huyendo. Llenaba su vida de trabajo y actividades para no enfrentarse a la soledad de su existencia. Para no pensar en lo que quería en realidad.

            Pero ya no había solución, porque solo podía pensar en Sungmin. Lo echaba de menos.

            Lo veía en cada lugar de la isla. En la cocina cuando hacía el café, en la terraza cuando estaba junto a la piscina, en la cama cuando se daba la vuelta y estaba vacía. No estaba seguro de cómo se había infiltrado tan profundamente en su mente en tan poco tiempo, pero lo había hecho.

            Estaba enamorado de él.

            ¿Por qué seguir negándolo? Hacía tiempo que lo sabía, pero el miedo lo había paralizado. Miedo a necesitarle más que Sungmin a él. Miedo de terminar como su padre. Miedo de enfrentarse al hecho de que las desapariciones de su madre lo habían devastado tanto como a su hermano.

            “¿Qué entendiste, Kyuhyun? ¿Que eras un niño que no podía confiar en el amor de su madre?”

            Diablos.

            Su corazón había sabido la verdad. Lo había empujado hacia Sungmin, insistiendo en protegerlo y en que olvidara sus normas cada vez que lo miraba. Era su cabeza la que se había engañado.

            Pero tal vez no fuera demasiado tarde.

            Tal y como lo veía, tenía dos opciones: arriesgarse y decirle lo que sentía, o mantener su orgullo intacto y seguir solo hasta convertirse justo en la clase de hombre que no quería ser.

            Se mesó el pelo. Tenía que actuar.
             

             
            –Creo que habría que anunciar tu compromiso con Joonsang al mismo tiempo.

            Sungmin dejó de leer el discurso de aceptación que pronunciaría cuando su padre anunciara que iba a abdicar y lo miró fijamente.

            –No estoy de acuerdo.

            –Tiene sentido combinar las dos cosas. Es práctico.

            –Puede que sí, pero necesito hacer esto a mi manera –Sungmin apretó los labios.

            Su padre emitió un sonido disgustado pero no insistió. Se estiró el uniforme militar antes de ir a la sala donde la prensa y los invitados esperaban su llegada. Sungmin, echó un último vistazo a su apariencia y lo siguió.

            En los últimos días se habían unido más que nunca, devastados por el impacto de las acciones de Daniel, que iba a recibir el mejor tratamiento psiquiátrico posible. Su padre había demostrado gran fortaleza tras la traición de su sobrino y Sungmin habría ansiado otorgarle su deseo, pero iba en contra de todas sus esperanzas y sueños. Sentía tal peso en el corazón que no se imaginaba volviendo a ser feliz.

            Lo más justo sería olvidarse de Kyuhyun antes de comprometerse con otro hombre. Incluso cuando ese otro hombre sabía que no lo amaba.

            La enfermedad de su padre había empeorado con el estrés y se veía obligado a abdicar. Ilsan necesitaba un heredero. Suspiró y se detuvo tras su padre, que esperaba a que abrieran la puerta de la sala. Llorar por un amor no correspondido era una tontería.

            Joonsang era un hombre fantástico. Sería un excelente marido y tal vez, si se comprometía con él, olvidaría su dolor por perder a Kyuhyun.

            –De acuerdo –puso una mano sobre su brazo–. Anúncialo.

            –Me siento orgulloso de ti –su padre asintió.

            Sungmin sonrió. Ojalá su madre hubiera oído eso.
         
             
            Treinta minutos después, la enorme sala zumbaba de energía tras el anuncio de que Sungmin se convertiría en rey pasado un mes. El discurso de Sungmin, prometiendo mantener y ampliar la dedicación de su padre hacia el país, había tenido un gran éxito. Lo curioso era que no se había sentido nervioso ni abrumado en ningún momento. O estaba más preparado de lo que creía, o había perdido los nervios al alejarse de Kyuhyun.

            –Y además... –el rey esperó a que se hiciera el silencio –. Además, es un placer anunciar...

            –Majestad, necesito hablar con su hijo.

            Sungmin alzó la mirada y dejó escapar una exclamación al ver a Kyuhyun entrar en el salón. Dos de los guardas personales de su padre corrieron hacia él, pero se detuvieron al ver quién era.

            El traicionero corazón de Sungmin también lo reconoció. Lo devoró con los ojos. Llevaba un traje de ejecutivo y corbata, pero eso no paliaba el brillo letal de sus ojos marrones.

            –Más te vale tener una buena razón para esto, Kyuhyun –dijo el rey, irritado.

            –La tengo. ¿Sungmin? –le miró a los ojos.

            A Sungmin le dio un vuelco el corazón, solo de verlo allí se le iba la cabeza.

            –Sin duda, lo que tengas que decirle a mi hijo puede esperar hasta que acabemos con la ceremonia –dijo el rey, impaciente.

            –No si va a anunciar lo que creo –replicó Kyuhyun con educación, pero con expresión fiera.

            –Está bien, padre –Sungmin sabía que no serviría de nada discutir con Kyuhyun, y menos en público–. Hablaré con el Señor Cho en privado.

            Joonsang se levantó, como si fuera a protestar, pero una mirada de Kyuhyun lo silenció.

            –Solo dime algo –dijo Kyuhyun en cuanto estuvieron en la sala que él había elegido para hablar–. ¿Vas a casarte con Joonsang porque lo quieres o porque es el deseo de tu padre?

            –Como sé que tu experiencia previa te ha dado una mala impresión de mi género, dejaré pasar eso. Pero me parece una pregunta insultante.

            Kyuhyun lo sorprendió soltando una carcajada.

            –Príncipe, tienes una manera especial de ponerme en mi sitio. Pero que no hayas contestado “lo quiero”, me da esperanza.

            –Esperanza, ¿de qué?

            –De estar a tiempo de convencerte de que te enamores de mí.

            –¿Por qué ibas a querer que hiciera eso? –Sungmin lo miró anonadado–. No crees en el amor.

            –No creía hasta que te conocí.

            –Lo que dices no tiene sentido –Sungmin no quería dejarse llevar por los latidos de su corazón–. ¿Qué significa eso?

            –Significa que has abierto mis ojos a lo que falta en mi vida y por qué –agarró sus manos y lo miró a los ojos–. Significa que he sido un tonto al pensar que podía dejar que salieras de mi vida.

            Calló y tragó saliva, nervioso.

            –Significa que te quiero, Sungmin. Más de lo creía posible.

            –¿Lo dices en serio? –la mente de Sungmin era un torbellino. Le costaba creer lo que oía.

            –Totalmente –esbozó una sonrisa irónica–. Pero no te culpo por dudar de mí. Luché contra lo que sentía por ti desde el principio, pensando que esos sentimientos me debilitarían, que serías tan voluble e impredecible como mi madre.

            –No soy como ella, Kyuhyun –afirmó Sungmin–. Nunca abandonaría a mi marido. Ni a mi hijo.

            –Lo sé, nene. Pero cuando tenía doce años, después de buscar a mi hermano por enésima vez, me prometí que nunca me permitiría enamorarme. Que nunca sería vulnerable. Y nunca tuve razón para reconsiderar esa promesa hasta que te conocí en la boda de Hyukjae –hizo una pausa–. Entonces te vi y me dejaste sin aliento.

            –Te marchaste antes de que despertara esa primera mañana –le recordó.

            –Fue una de mis estupideces –admitió él–. Siento haberte herido. La verdad es que me aterrorizaba lo que me hacías sentir. Solo con mirarte, ardo de deseo. Cuando me desperté con tu cabeza en mi brazo, lo admito, sentí pánico.

            –La verdad es que fue un detalle que me proporcionaras un teléfono –Sungmin sonrió.

            –Y entonces empezaron los problemas. Cuando supiste lo de tu hermano te encerraste en ti mismo y no sabía cómo alcanzarte. Pero pensaba en ti todo el tiempo, Sungmin.

            –¿Por qué no telefoneaste? –exigió.

            –Porque no quería pensar en ti todo el tiempo. Seguía luchando contra lo inevitable. Pero eso se acabó. No me gusta pensar en el pasado, pero me has demostrado que ignorarlo tampoco es bueno. Quiero aprender y avanzar. Te quiero Sungmin, con toda mi alma. Quiero estar contigo siempre, protegerte. La persona a quien recurras cuando estés agotado y... Oh, diablos. Ni puedo, ni quiero vivir sin ti.

            –Oh, Kyuhyun, creo que te amo desde que te conocí –dijo él con el corazón henchido.

            –Gracias a Dios –Kyuhyun soltó el aire de golpe y se inclinó para besarlo–. Acabas de hacerme el hombre más feliz del mundo, solo podrías superarlo de una manera –sacó una cajita cuadrada del bolsillo interior de la chaqueta–. Supongo que no está a la altura de las joyas de la corona, pero espero que lo aceptes, nene, como una declaración de cuánto significas para mí.

            Sungmin gimió cuando abrió la caja y vio un anillo, un enorme zafiro azul oscuro con un diamante a cada lado. Kyuhyun lo sacó y se lo puso en el dedo.

            –Perfecto.

            –Oh, Kyuhyun –Sungmin lo abrazó, con los ojos llenos de lágrimas–. Es precioso y claro que lo acepto, pero... –se detuvo, comprendiendo la enormidad a la que él se enfrentaba.

            –Pero, ¿qué? –escrutó su rostro–. Si tienes algún problema, lo solucionaré.

            –No es por mí, Kyuhyun, es por ti –lo miró a los ojos–. Mi padre acaba de anunciar que abdicará dentro de un mes y... ¡Oh, no! –se removió en sus brazos–. ¡Mi padre me espera!

            –Removerte en mis brazos así no es la mejor forma de volver con él –Kyuhyun enterró el rostro en su cabello–. Te he echado de menos –admitió.

            –Y yo a ti. Pero tengo que volver con él. Ya sabes cómo es. Si no lo hago, ¡podría anunciar mi compromiso con Joonsang en mi ausencia!

            –No lo hará.

            –¿Cómo lo sabes? Todo el mundo se estará preguntando qué está ocurriendo.

            –Cualquier tonto que viera mi expresión ahí dentro, sabe lo que está ocurriendo. Y tu padre no es ningún tonto.

            –Kyuhyun, si sigues conmigo tu vida cambiará por completo. Tendrás que convertirte en ciudadano de Ilsan. Tendrás que...

            –Ser tu respaldo. Lo sé, Sungmin. Sé lo que supone el matrimonio y, la verdad, me casaría contigo si tuviéramos que ganarnos la vida construyendo casas de adobe en mitad del desierto.

            –Pero, ¿y tu empresa? ¿Tus viajes? Sé que si renuncias a tus pasiones serás infeliz, eso no podría soportarlo.

            –Sungmin –tomó su rostro entre las manos–. No me estás escuchando, lo que no me sorprende, pero... –se rio–. Ya tendrías que saber que no tomo decisiones sin pensarlo todo antes.

            –¿Qué has pensado, Señor general?

            –A mi hermano le gusta más dirigir Wolf Inc que a mí, y solo viajaba para no tener que pensar sobre mi vida. Ya no quiero hacer eso. Y tú necesitarás a alguien a tu lado. Justo lo que tu padre quiere.

            Sungmin, por fin, esbozó la sonrisa radiante que había estado conteniendo. Se abrazó a su cuello.

            –¿Sabes? En mis mejores sueños imaginaba que el amor sería justo así.

            –Yo nunca imaginé esta felicidad en mis sueños. Tú llenaste un hueco en mi corazón que ni siquiera sabía que existía, Sungmin. Quiero que sepas que seré tuyo para siempre.

            Sungmin supo que podía confiar su vida y su corazón a ese hombre. Que una vez que se había abierto a él, nunca le fallaría. Nunca lo dejaría.

            –Bien. Porque te quiero con locura, Cho Kyuhyun, y yo nunca te dejaré.

            Kyuhyun lo devoró con los ojos, pero cuando creyó que iba a perder el control, lo soltó y agarró su mano.

            –Tenemos que ir a darle la noticia a tu padre –rezongó–. Nunca he sido un hombre paciente, y aunque me encanta como te ves, ya va siendo hora de que te pongas otra cosa encima.

            –¿Tienes algo en mente? –Sungmin sonrió, feliz.

            –Oh, sí –se llevó su mano a los labios y lo besó con amor–. A mí.




FIN

4 comentarios:

  1. ME ENCANTO EL CAPI
    no te lo escribo en hato, pues ya dijiste que esta es la ultima adaptación que subes. asi que ahora te escribo aquí. espero que subas otro Kyumin muy pronto
    gracias y nos leeremos hasta el sgte. fic...chau!!!!

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  2. Que bueno que subiste tu enlase... genial historia, estuve con ansias de mas cada vez que leia un capitulo... y ya que te seguia en hato, es obvio que lo hare aqui...
    Por que pasare seguido a ver si tienes algo nuevo de mi lindo y SEXY conejito...
    Bye

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  4. Siempre supe que era el primo de Sungmin, era muy obvio, una lástima que Sungjin pagara las concecuencias. Odie durante todo el fic al papá de Sungmin >< su machismo me superó muchas veces

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...