Amante del Aristócrata- Capítulo 4



—Es culpa mía —masculló la señora Yoonji— Debería haberme dado cuenta, aunque debo admitir que mi vista ya no es lo que era, sobre todo por la noche.

Leeteuk se frotó los ojos soñolientos mientras escuchaba distraídamente al ama de llaves. No respondió, pues no podía adivinar de qué hablaba la mujer. Era evidente que se había perdido la parte más importante  de la conversación, pues nada más despertar había visto a la señora Yoonji sacando uno de sus trajes de la maleta y alisando las arrugas con la mano.

    La mujer ya había ordenado la habitación, aunque Leeteuk no había tenido mucho tiempo de desordenarla  la noche anterior. Y había una jofaina de agua esperándolo, junto a una pila de toallas limpias y una tetera.

     Bostezó y dio gracias al cielo por no haber despertado desorientada, preguntándose dónde estaba y quién era aquella mujer que registraba su habitación.


     Cómo no iba a recordar al ama de llaves, con sus modales desdeñosos y sus crueles miradas que la noche anterior lo habían hecho sentir como una rata de alcantarilla. Jamás olvidaría su último comentario antes de  despedirse hasta la mañana siguiente:

     —Y no se te ocurra levantarte a robar, pues sabremos quién ha sido.

     Era difícil tolerar semejante humillación, cuando uno no había sufrido nada similar al desprecio en toda  su vida, pero Leeteuk comprendió que debería acostumbrarse a esa clase de tratamiento. Tendría que proteger sus sentimientos con una coraza para que en el futuro no pudieran avergonzarle ni herirle de esa manera.

     Leeteuk deseó que el ama de llaves se diera prisa y lo dejara en paz. Pero la mujer seguía hablando sola, como si no se hubiera percatado de que el joven estaba despierto. Sin embargo, cuando prestó atención a los comentarios de la mujer, comprobó que en realidad se dirigía a él.

    —Todo por fiarme de la opinión de Alvin. Pero ¿qué sabe él de estas cosas? Dijo que el señor había traído una zorra a casa, y yo le creí. Aunque es culpa mía. Lo sé y lo admito. Debería haberle mirado mejor. Se nota en las facciones, ¿sabe? Las facciones no engañan,y usted las tiene.

    —Le ruego me disculpe, pero no la comprendo.

    —¿Lo ve? Debería haberme rogado que le disculpara anoche, mi lord, y yo me habría percatado de inmediato que esta habitación no era digna de usted. Fue por el traje, ¿sabe? Y, como he dicho antes, mi vista ya no es lo que era.

    Leeteuk se puso en guardia y se sentó en la cama. La noche anterior ni siquiera había notado que fuera tan incómoda. Caray, aquella mujer se estaba disculpando. De ahí tanta cháchara. Por algún motivo, había llegado a la conclusión de que había cometido un error al clasificar a Leeteuk como una rata de alcantarilla. ¿Y qué iba a hacer él al respecto? No quería que nadie lo tomara por un joven señor.

    Guardaría silencio. Dejaría que el ama de llaves pensara lo que quisiera. Al fin y al cabo, no iba a permanecer en esa casa, así que no tendría que verla a diario Pero cabía la posibilidad de que el sentimiento de culpa de la señora Yoonji la indujera a disculparse también ante el señor Kangin, y eso era lo último que deseaba Leeteuk.

    De modo que esbozó una sonrisa tímida y dijo:

    —No es lo que usted cree, señora Yoonji. No se equivoca al pensar que ese traje no es mío y le aseguro que me alegraré de no volver a verlo. Pero tampoco soy un joven señor.

     —¿Cómo explica entonces...?

     Leeteuk se apresuró a interrumpirla:

     —Mi madre era institutriz y no tuvimos una vida difícil. Trabajó para la misma familia durante casi toda  mi vida, y yo me crié en una casa tan bonita como ésta. Incluso tuve el privilegio de compartir los mismos tutores que las pupilas de mi madre, razón que le ha inducido a tomarme por quien no soy. Créame, no es la primera vez que mi forma de hablar provoca un malentendido.

     La mentira se volvía más fácil con la repetición,  pero la señora Yoonji lo miraba con expresión dubitativa y estudiaba la cara de Leeteuk como si la verdad estuviera escrita en ella. De hecho, eso era precisamente lo que estaba pensando.

      —Eso no explica sus facciones, mi lord. Tiene usted los rasgos distinguidos de las clases altas.

     Leeteuk reflexionó un instante y dijo lo primero que  le vino a la cabeza:                                    .

      —Bueno, lo cierto es que nunca conocí a mi padre.   —Y no necesitó fingir el rubor que provocó esa mentira.

      —Ah, conque es ilegítimo, ¿eh? —replicó la señora Yoonji con aire pensativo, aparentemente satisfecha  con una respuesta tan lógica. Luego añadió con tono  comprensivo—: En fin, hay muchos casos como el  suyo. Incluso lord Kangin, que Dios le bendiga, ha sido fruto de una cana al aire. Claro que su padre, el marqués, lo reconoció y lo nombró su heredero, por eso lo  aceptan en sociedad. Pero no siempre fue así. De niño  tuvo muchas peleas, se lo aseguro, pues los niños son  muy crueles. Así hasta que hizo buenas migas con el vizconde Cho en el colegio.

    La historia de Kangin, el amigo de Minho, tomó por sorpresa a Leeteuk, que no supo qué decir. Su condición de hijo ilegítimo no era de su incumbencia, desde luego, pero como acababa de inventarse un pasado similar, supuso que debía fingir cierto grado de comprensión.

    —Sí. Sé muy bien de qué me habla.

    —Desde luego que sí, señorito. Desde luego que sí.

    Leeteuk se tranquilizó al oír que la señora Yoonji había reemplazado el tratamiento de “mi lord” por el de “señorito”. El ama de llaves no se le antojaba tan amenazadora ahora que comprendía que no se había equivocado tanto, y no le crearía problemas.

    La mujer sacó rápidamente sus propias conclusiones.

    —Por lo visto ha tenido problemas y el señor Kangin se ha ofrecido a ayudarlo.

    Hubiera sido muy sencillo responder con una escueta afirmación y dejar correr el asunto, pero el ama de llaves era demasiado curiosa para conformarse con esa respuesta.

    —¿Hace mucho tiempo que conoce al señor?

    —No, en absoluto. Yo estaba... perdido, ¿sabe? No conozco la ciudad. Acababa de llegar, y aunque tuve la suerte de encontrar un buen alojamiento, también tuve la desgracia de que el edificio donde me alojé se incendiara la noche pasada. Por eso llevaba ese traje. Alguien me lo dejó antes de que pudiera recuperar mi maleta. Lord Kangin pasaba por allí, vio el humo y se detuvo a ayudar.

    Leeteuk, que había improvisado la historia a medida que la contaba, se sintió bastante orgulloso de haber inventado un incendio que explicara al mismo tiempo su vestuario y su presencia allí. El ama de llaves hizo un gesto de aprobación.

    —Sí, el señor Kangin tiene un gran corazón. Recuerdo que una vez…

  Unos golpes en la puerta interrumpieron la anécdota. Una joven criada asomó la cabeza y dijo:

    —El coche del señor está esperando.

    —¡Cielos! ¿Tan temprano? —dijo la señora Yoonji mientras despedía a la criada con un ademán expeditivo. Luego miró a Leeteuk—. Bien, parece que no tendré tiempo de plancharle el traje. Aunque creo   que he alisado la mayor parte de las arrugas. Lo dejaré sola para que se arregle. Tampoco tendrá tiempo para desayunar, así que ordenaré a la cocinera que le prepare una cesta.

     —No es nece... —comenzó Leeteuk, pero la mujer  ya se había marchado.

     Leeteuk suspiró. Esperaba que la mentira que acababa de contar no tuviera consecuencias. En realidad no importaba, ya que no permanecería en esa casa. Pero  no le gustaba mentir, y tampoco lo hacía bien, pues le faltaba práctica. Tanto él como Inyoung habían sido educados en el más escrupuloso respeto a la verdad, y ninguno de los dos había faltado a esa norma... hasta ahora.

     El té se había enfriado, pero aun así apuró una taza antes de lavarse y vestirse a toda prisa. Pensó en dejar el traje rojo, pero recordó lo que le habían dicho en casa de Boom: que siempre debía lucir prendas provocativas para su amante. Y no tenía ninguna otra prenda que pudiera calificarse de provocativa. Aunque a él el traje le pareciera de pésimo gusto, era evidente que los hombres no compartían su opinión; de lo contrario, las pujas no habrían subido tanto.

     Sin embargo, si volvía a usarlo sería sólo por la noche y en la intimidad. Por el momento, se pondría el  traje de lana beige que le había preparado la señora Yoonji  y que combinaba con su chaquetilla. Cielos,  era un alivio vestir decentemente otra vez, aun sabiendo que la decencia ya no iba a formar parte de su futuro.

     Cuando bajó las escaleras, descubrió que en lugar de Minho era lord Kangin quien le esperaba en el vestíbulo. Impaciente, se golpeaba un muslo con un par de guantes. A la luz del día tenía un aspecto diferente, aunque no menos apuesto.

     En efecto, la radiante luz del vestíbulo permitía apreciar en su justa medida todo su atractivo, desde el  cuerpo alto hasta la cara de rasgos finos.

     Y en aquel momento le miraban con expresión crítica, creando la impresión de que no daban crédito a su  recatado atuendo. Cosa muy natural. Después de todo,  no podía prever que Leeteuk apareciera vestido como  un joven señor. Sin embargo, no era él a quien el joven debía impresionar o seducir, de modo que restó importancia al asunto.

    Cuando la criada había anunciado que el señor le esperaba, Leeteuk había dado por sentado que Minho había acudido a recogerlo, pero no estaba a la vista. Claro que era probable que le aguardara en el coche.

    —Confío en que hayas dormido bien —dijo Kangin con un tono ligeramente escéptico, como si en realidad no lo creyera posible.

—Sí, muy bien.

    Leeteuk mismo se sorprendía de que se hubiese quedado dormido nada más apoyar la cabeza en la almohada. El miedo y el nerviosismo del día anterior habían acabado por agotarlo.

    —Creo que esto es para ti.

    No había reparado en la cesta que Kangin sujetaba en una mano, parcialmente oculta tras su cuerpo. Asintió con un gesto. Esperaba que la señora Yoonji no se la hubiera entregado en persona o que, en caso afirmativo, no hubiera hecho ningún comentario. Pero no caería esa breva...

    —Así que se me atribuye una buena acción que yo ni siquiera recuerdo.

    Leeteuk se ruborizó. La habían pillado en una mentira.

    —Lo siento, pero esta mañana su ama de llaves me apremió con sus preguntas, y supuse que no querría que supiera la verdad.

    —Tienes razón, no es asunto suyo. ¿De verdad has dormido bien?

    Le sorprendió que volviera a preguntárselo, y una vez más con tono de incredulidad.

    —Sí. Por lo visto estaba exhausto. Ayer fue un día agotador.

    —¿De veras? —Su desconfianza era inconfundible,  pero sonrió—. Bueno, esperemos que hoy sea mejor. ¿Nos vamos? —Señaló la puerta.

    Leeteuk suspiró y asintió. Aquel hombre se comportaba de una forma harto extraña, pero eso le tenía sin cuidado. Quizá no hubiera motivo para extrañarse y él fuera  una persona naturalmente escéptica. Pero qué más daba,  ya que probablemente no volviera a verlo en el futuro.

     Le ayudó a subir al coche, y cuando le cogió la mano, Leeteuk volvió a sentirse turbado. Sin embargo, no  fue ésa la causa de que arrugara la frente mientras Kangin se acomodaba a su lado, sino descubrir que el coche estaba vacío.

      No pospuso la pregunta:

      —¿Ahora recogeremos a su amigo Minho?

     —¿Minho?

      La perplejidad de Kangin molestó a Leeteuk y se sumó a su propia perplejidad, pero repitió con calma:

     —Si, Minho. ¿Lo recogeremos esta mañana?

     —¿Para qué? —replicó él—. No necesitamos su  compañia en el viaje a Bridgewater. —Entonces sonrió—. Además, ésta es la ocasión perfecta para que nos conozcamos mejor. No puedo esperar un minuto más.

     Antes de que Leeteuk se diera cuenta, lo cogió en  brazos y lo sentó en su regazo. Pero la reacción del joven no se hizo esperar. Apenas Kangin le hubo rozado los labios con los suyos, le dio una bofetada. Él lo miró con desconcierto. Y Leeteuk le devolvió una mirada de indignación.

     Entonces, mientras le dejaba caer otra vez sobre el  asiento, Kangin dijo con brusquedad:

    —No sé si debería pedirle perdón, señorito Park. Pero teniendo en cuenta el agujero que ayer dejó  en mi bolsillo por el uso exclusivo de su dulce personita, creo que me debe una explicación. ¿O acaso se ha  creído que soy uno de los pocos y selectos parroquianos de Boom a los que les gusta combinar sexo con  violencia? Porque le aseguro que no es el caso.

    La boca de Leeteuk se abrió de asombro al tiempo que sus mejillas se encendían de rubor. Lo había comprado Kangin, no Minho. Y Leeteuk había empezado la relación con una bofetada.

    —Puedo... puedo explicárselo -dlijo con un nudo en el estómago.

    —Eso espero, querido, porque de lo contrario pediré que me devuelvan el dinero.

    Leeteuk se sentía consternado. No sabía cómo explicar lo que acababa de hacer. Y no lo sabía porque no podía pensar con claridad bajo la severa mirada de Kangin. Lo único que tenía claro era que él le había comprado. Él, el hombre que tanto le turbaba. El que menos esperaba.

    Y ahora comprendía por qué no había deseado que fuera él. Le turbaba tanto que no podía pensar.

    —Estoy esperando, joven Park.

    ¿Esperando qué? ¿Qué? Ah. sí, que le explicara por qué lo había abofeteado.

    —Usted me sobresaltó —respondió.

    —¿Lo sobresalté?

    —Sí. No esperaba que me atacara de ese modo.

    —¿Atacarle?

   Leeteuk se encogió ante el tono de su voz. Estaba  hecho un lío. ¿Cómo hacerle comprender lo ocurrido  sin admitir su necedad? ¿Por qué no había preguntado quién le había comprado en un primer momento?
 Debería haberlo hecho. Aunque, en honor a la verdad, alguien tendría que habérselo dicho. No podía adivinarlo.

    —He escogido mal las palabras —concedió—. Pero no estoy acostumbrado a que un hombre me siente en su regazo y... en fin, como ya he dicho me sobresalté y reaccioné sin pensar...

    No había terminado. Él seguía mirándole ceñudo y se había quedado sin excusas. No tenía otro remedio que confesar la verdad.

    —Muy bien, si quiere saberlo, ayer no alcancé a ver cuál de ustedes tres había pujado por mí. Sólo oí el nombre de lord Kim, y cuando alguien llamó de ese modo a Minho creí...

    —¡Caray! ¿Creíste que te había comprado mi primo? —No podía ocultar su sorpresa. Leeteuk volvió a sonrojarse y asintió con un gesto—. ¿Incluso después de que te llevara a mi casa? —Quería aclarar ese punto.

    Leeteuk volvió a asentir con la cabeza. Aunque esta vez añadió:

    —Usted dijo que era un arreglo temporal. Teniendo en cuenta la edad de Minho, supuse que todavía viviría con sus padres y que le habría pedido que me alojara por una noche. ¿Por qué, si no, iba a preguntar si lo recogeríamos esta mañana?

    La sonrisa de él la confundió aún más.

    —En realidad, querido, comenzaba a temer que te hubieras quedado prendado de ese bribón. No sería la primera vez. Pese a su corta edad, suele despertar ardores.

    —Sí, es apuesto —concedió Leeteuk, aunque enseguida se arrepintió de sus palabras. La sonrisa de Kangin se desvaneció.

    —Supongo que te sentirás decepcionado ahora que sabes que debes quedarte conmigo, ¿no?

    Fue una pregunta desafortunada. La verdad estaba escrita en la cara de Leeteuk, aunque mintiera para tranquilizarlo:

    —No, claro que no.

    La expresión de Kangin proclamaba que no le creía, pero Leeteuk no quiso complicar las cosas con explicaciones. Minho le había impresionado, pero éste caballero le despertaba sensaciones que no alcanzaba a comprender. Había supuesto que con Minho todo sería bastante simple. Y estaba convencido de que nada sería simple con este hombre. Era natural entonces que prefiriera quedarse con Minho pues daba por sentado que la relación con él no seria tan  complicada.

    Cuando Kangin no respondió y siguió mirándolo  con expresión dubitativa, Leeteuk se defendió diciendo.

     -Lord Kim puedo asegurarle que lo encuentro  infinitamente superior a los otros dos caballeros que  pujaron por mí. Sin embargo, nunca sospeche que mis preferencias tuvieran alguna relevancia en una transacción de esta naturaleza. Nadie me pregunto si usted me gustaba. Eso no entraba en los términos del contrato.

  - Acaso hubiera querido que fuera así?

     Kangin sonrió al ver volverse las tornas, aunque la  sonrisa no llegó a sus ojos. Y su tono fue ciertamente seco cuando respondió:                      

      -Buena respuesta, querido. Quizás debiéramos volver a empezar. Acércate; procuraré hacerte olvidar que no es Minho quien está sentado aquí. Y tu procurarás hacerme creer que lo has olvidado.

      Leeteuk miró la mano tendida. No podía rechazarla.  Pero su estómago volvía a contraerse con extrañas sensaciones, y cuando por fin cogió la mano, la corriente ascendió con tal intensidad por su cuerpo que casi dio un respingo.

      -Mucho mejor -dijo Kangin mientras volvía a sentarlo en su regazo.

       Leeteuk esperó el beso con las mejillas ardientes.

   Pero él no le besó. Lo movió ligeramente hacia un lado luego hacia el otro, y cuando sus brazos lo rodearon por fin, lo oyó suspirar.

       -Tranquilízate, querido -dijo con leve sarcasmo—. Apoya la cabeza donde quieras. Creo que me limitaré a abrazarte durante un rato para que te acostumbres.

    Leeteuk se sorprendió, pero parte de la tensión se desvaneció al oírlo.

    —¿No peso demasiado?

    —En absoluto —respondió él con una risita.

    El coche continuó traqueteando por las calles de la ciudad. Cuando llegaron a las afueras, Leeteuk estaba ya lo bastante tranquilo para apoyar la cabeza en el pecho de él. Entonces Kangin le acarició la cabeza, rozándole la cara con el pulgar, cosa que no disgustó en absoluto al joven. Despedía una fragancia agradable, fresca y especiada, que también le gustó.

    —¿Cuánto tardaremos en llegar a Bridgewater? —preguntó tras una pausa.

    —Como nos detendremos a comer por el camino, es muy probable que el viaje dure todo el día.

    —¿Y qué hay en Bridgewater?

    —Tengo una finca cerca de allí. Pensaba ir en estos días. En las proximidades hay una cabaña deshabitada en estos momentos y donde espero te encuentres cómoda durante un par de semanas, mientras busco un sitio apropiado para ti en Londres.

    —Estoy seguro de que estaré a gusto.

    Guardaron silencio durante la hora siguiente. Leeteuk estaba cómodo, abrigado y a punto de quedarse dormido cuando oyó:

    —¿Leeteuk?

    —¿Mmmm?

    —¿Por qué permitiste que te vendieran?

    —Era la única manera de... —comenzó, pero se detuvo súbitamente. Tan tranquilo y seguro se sentía que había estado a punto de confesar la verdad. Pero se apresuró a corregir su error—. Si no le importa, preteriría no hablar de ese tema.                         

    Él le levantó la barbilla y le miró a los ojos. Definitivamente, los de él eran verdes, llenos de curiosidad y de algo más que no atinaba a precisar.

    _Aceptaré esa respuesta por el momento, cariño, pero no sé si podrás conformarme con ella la próxima vez —dijo con dulzura.

    Entonces inclinó la cabeza y le rozó los labios con  los suyos. No fue un gesto amenazador ni alarmante,  apenas una suave caricia. Leeteuk suspiró, aliviado. No  había estado tan mal, y desde luego no parecía haber motivos para asustarse.

     En Kettering lo habían cortejado varios jóvenes,  pero ninguno se había atrevido a besarlo. Como correspondía, su madre no les quitaba los ojos de encima.  Pero ese beso había sido muy agradable. Ahora no veía  la razón para que los padres privaran a sus hijos de  aquel recreo.                                     .

     El pulgar de Kangin seguía acariciándole la mejilla.  Sin embargo, después de unos instantes se desplazó a la  comisura de la boca y se abrió paso con suavidad entre los labios entornados. Enseguida su lengua recorrió los  labios, abriéndolos más, luego los dientes y por fin mas allá.

     Esto no era en absoluto reconfortante. De hecho,  sintió una rebelión de curiosas sensaciones en las entrañas, pero a medida que el beso se prolongaba, Leeteuk comprendió que esas sensaciones no eran desagradables. Ni mucho menos. Nunca había experimentado nada igual.

      Procuró recordar los consejos del chico de Boom: “No te quedes inmóvil como una manta empapada. Acarícialo siempre que se presente la ocasión. Hazle creer que lo deseas constantemente, tanto si es verdad como si no”.

      Leeteuk no sabía cómo hacerle creer a Kangin que lo deseaba Pero quizá bastara con acariciarlo... siempre   que pudiera olvidar sus propias sensaciones y concentrarse en lo que debía hacer. Le tocó la mejilla y deslizo los dedos entre su pelo, suave y fresco comparado con la calidez de su boca...

     Su boca. Estaba obrando magia en la suya, impidiéndole concentrarse en lo que hacía. Le asía el pelo casi sin darse cuenta, mientras los dedos de la otra mano se hundían en su espalda, tirando de él, como si  fuera posible acercarlo aún más de lo que ya estaba.  Y tenia tanto calor que temió perder el conocimiento.

     Pero la boca de Kangin abandonó la suya repentinamente. Leeteuk creyó oír un gemido, aunque no habría  podido asegurar de qué boca procedía.

     Entonces, antes de que acabara de despenar de su ensueño y abriera los ojos, le oyó decir con voz crispada:

    —Muy bien, creo que no ha sido una buena idea.

     No entendió el sentido de las palabras, pero él volvió a dejarle sobre el asiento y sus manos se apartaron  rápidamente de su cuerpo, así que dio por sentado que su peso tendría algo que ver. Apenas se atrevía a mirarlo mientras se esforzaba por recuperar la compostura y luchaba contra el rubor que le teñía las mejillas.

    Cuando por fin alzó la vista, advirtió que Kangin tampoco parecía sereno. Se aflojaba el corbatín y se removía en el asiento, como si sus uñas se hubieran quedado enganchadas en la tapicería de terciopelo.

    Cuando sus miradas se encontraron, Kangin pareció advertir su confusión y procuró explicarse:

    —Leeteuk, cuando decida hacerte el amor, lo haremos en una cama, como corresponde, y no dando tumbos en un coche en marcha.

   —¿Estábamos a punto de hacer el amor?

   —Sí, sin lugar a dudas.

   —Comprendo.

   Pero no lo comprendía. Estaban completamente vestidos. Le habían explicado con tono burlón que algunos hombres hacían el amor a sus parejas en la oscuridad y sin quitarse la ropa de noche, pero para hacerlo con sus amantes siempre se desnudaban.

    Sin embargo, supuso que debía dar crédito a las palabras de Kangin y convenir que, en este caso, habían estado a punto de hacer el amor. Sólo esperaba que los consejos y advertencias que había recibido le sirvieran de algo cuando por fin llegara el momento. Mientras  tanto, todo se le antojaba demasiado confuso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...