Amante del Aristócrata- Capítulo 10



—Vaya, qué satisfecho se te ve —señaló Cho Kyuhyun cuando entró en el comedor de su casa y encontró allí a Kangin, sentado a la mesa, como solía hacer antes de que Kyu se casara.

    La sonrisa que lucía Kangin mientras removía la comida con aire ausente cambió de forma casi imperceptible.

 —¿Satisfecho? Si acabo de sentarme a comer.

    Kyuhyun rió.

    —No me refería a la comida, amigo, sino a otra clase de satisfacción. Tu expresión te delata. Me recuerdas a un gallo en celo que acaba de encontrar el gallinero. ¿Tan apetitoso es?

    Kangin se ruborizaba en raras ocasiones, pero ésta fue una de ellas. Y era extraño, porque compartir los pecadillos con los amigos solía divertirle más que avergonzarlo. Quizá fuera porque había jurado no volver a tener un amante, y Kyuhyun lo sabía. Sin embargo, estaba a punto de confesarle que tenía un nuevo amante.


    El día anterior, cuando había vuelto a casa a cambiarse de ropa, había encontrado una nota de Kyuhyun diciendo que él y su esposo pasarían una semana en la ciudad para hacer compras y visitas, lo que en realidad significaba que Sungmin quería hacer compras y visitas y que el pobre Kyu se había visto obligado a acompañarlo. En los últimos tiempos, Kangin no iba mucho por Foresight, donde Kyuhyun tenía una finca y donde él y Sungmin hibernaban, al menos durante la temporada de fiestas en Londres. Durante la recepción de boda de Taemin, Kangin no había tenido ocasión de hablar con su amigo, distraído como estaba pensando en una excusa para retirarse temprano y regresar con Leeteuk.

    Lo más curioso es que tenía sentimientos encontrados: por un lado quería hablar de Leeteuk con Kyu, y por otro, no.

    Los dos amigos tenían muchas cosas en común. Kyu era vizconde. Kangin también lo era, pues había recibido el título junto con una de sus fincas, pero algún día se convertiría en el cuarto marqués de Suju.

    Los dos eran hijos ilegítimos, razón por la cual Kyu se había hecho amigo de Kangin en sus años escolares, si bien esto era del dominio público en el caso de Kangin y un secreto en el de Kyuhyun. Ni siquiera Kangin lo había sabido hasta después de que Kyu se casara con su primo Sungmin.

    Pero por lo menos Kyuhyun sabía quién era su madre. La mujer a quien todos habían tomado por su  madre, la esposa de su padre, lo despreciaba tanto como él a ella y le había hecho la vida imposible. La hermana de esta mujer, a quien el joven siempre había creído su tía, era su verdadera madre. Siempre había estado a su lado, pero Kyu no había descubierto su identidad hasta pocos años antes.

     Los jóvenes veían su ilegitimidad de manera distinta. Cuando Kyuhyun se había enterado, había sentido un profundo rencor, aunque sólo hasta que se había casado con Sungmin, a quien estas tonterías le tenían sin cuidado. Kangin lo había sabido siempre, pero no le había importado... demasiado. Al fin y al cabo, tenía una gran familia que lo aceptaba tal como era. Kyuhyun había carecido de esa clase de apoyo. Pero a Kangin le dolía no haber conocido a su madre y que nunca le hubieran dicho quién era. En las pocas ocasiones en que había interrogado a su padre al respecto, éste le había dicho que estaba muerta y que, por lo tanto, su identidad carecía de importancia.

    Por fin Kangin respondió a la observación de Kyuhyun:

    —En realidad, se trata de mi amante.

    Kyu arqueó las cejas.

    —Corrígeme si me equivoco, pero ¿no habías jurado que nunca volverías a tener un amante?

    —Sí, pero esta vez las circunstancias son distintas —aseguró Kangin.

    —Eso pensamos todos durante una temporada —replicó Kyuhyun con su habitual cinismo—. Pues disfrútalo mientras puedas, porque tan pronto como pase la novedad comenzarás a husmear por ahí en busca de otro. A mí me ocurrió muchas veces... Bueno, hasta que conocí a tu primo. Debería haber caído en la cuenta de que estaba enamorado en cuanto advertí que no podía quitármelo de la cabeza.

    —No, Kyu, te aseguro que esta vez las circunstancias son muy distintas. No sólo lo mantengo, sino que... eh... lo he comprado.

    Kyu volvió a arquear las cejas.

    —'¿Cómo has dicho?

    —Que lo he comprado —repitió Kangin, y aclaró—: Lo vi en una subasta y lo compré.

    —¿Y se puede saber cuánto pagaste por él?

    —No creo que quieras saberlo.

    —Caray, entonces será mejor que tu padre no se entere.

    Kangin se estremeció de sólo pensarlo.

    —Lo sé. Pero no tiene forma de enterarse.

Kyuhyun sacudió la cabeza.

    —Doy por sentado que es tan guapo que no pudiste resistir la tentación.

    —En realidad, ésa fue la reacción inicial de Minho. El muy bribón me pidió dinero prestado para comprarlo. Estaba resuelto a hacerlo hasta que le recordé que no tenía dónde alojarlo.

    —Conque Minho también estaba allí.

    —Y Changmin.

    —¿Y dónde se llevó a cabo esa extraña subasta?¿En uno de nuestros... eh... vuestros cotos de caza habituales?

    Kangin sonrió. En un tiempo el trío estaba formado por Kyu, Changmin y él, pero eso había sido antes de que Hyukjae se mudara a Londres con Minho y el pobre Kyu se dejara atrapar por Sungmin.

    —No —respondió Kangin—. Fue en la nueva Casa de Boom, que se abrió después de que tú te retiraras de la buena vida, un antro donde atienden los caprichos  de los pervertidos, aunque entonces nosotros no lo sabíamos. Pasamos por allí porque uno de los chicos favoritos de Minho se había mudado a la casa.

     Kyuhyun rió.

     —¿Así que el muchacho te pidió dinero cuando tú superaste su puja? Se necesitan agallas, aunque tiene a quien salir, por supuesto.

     —Eh, venga, no empieces a meterte con el tío Hyukjae, que todos sabemos ya cuánto le quieres. —Kangin esperó el previsible gruñido de respuesta, y en cuanto lo obtuvo, prosiguió—: Además, yo no estaba pujando y no tenía la menor intención de hacerlo.

     —¿No? ¿Y entonces por qué lo hiciste?

     —Porque había otra persona pujando. ¿Conoces a un tal Shangho?

     —No lo creo. ¿Por qué?

     —Hace poco tiempo tuvimos una pelea con él, mientras estábamos de juerga cerca del río. Lo encontramos azotando con un látigo a una ramera que había atado a su cama. La zurró con tal brutalidad que la pobre desgraciada tendrá cicatrices durante el resto de su vida. Y lo peor es que aquello era el preámbulo de sus relaciones sexuales. Si la mujer no hubiera conseguido quitarse la mordaza de la boca, nunca habríamos oído sus gritos.

    Kyuhyun dejó escapar un gruñido de disgusto.

    —Ese tipo debería estar en un manicomio.

    —Estoy completamente de acuerdo, pero por lo visto ha conseguido mantener sus repugnantes hábitos en secreto. Pocos saben de ellos, y paga muy bien a sus víctimas para que éstas no lo denuncien. Aquella noche lo dejé sin sentido. De hecho, estuve a punto de matarlo. Supuse que con eso le habría hecho desistir, hasta la otra noche, cuando lo vi pujar por este joven y me di cuenta de lo que se proponía hacer con él. No podía dejarlo librado a su suerte, ¿verdad?

    —Yo lo habría invitado a salir y habría vuelto a pegarle hasta dejarlo sin sentido. Te habría salido más barato, puesto que tú no querías al chico.

    —De todos modos se habría quedado con él, pues su puja era la última. El propietario del local lo habría esperado y le habría entregado al joven más tarde. Además, no me arrepiento de haberlo comprado.

    Kyuhyun rió.

    —Es verdad. Había olvidado la expresión que tenías en la cara cuando entré.

    Kangin volvió a sonrojarse. Demonios, debía de habérselo contagiado Leeteuk.

    —El no tiene nada que ver con la clase de joven que uno encuentra habitualmente en un lugar así. Su madre era institutriz y ha recibido una excelente educación, mejor incluso que la de muchos que conocemos. Sus modales son impecables. Y aunque en la subasta se anunció que era virgen, cosa que ningún hombre razonable habría creído, resultó que de verdad lo era.

    —¿Lo era? ¿Ya no lo es?

    Kangin titubeó un instante antes de asentir, porque sintió que el rubor volvía a teñirle las mejillas. Gruñó para sus adentros. Supuso que en el fondo no quería hablar de Leeteuk en esos términos, ni siquiera con su mejor amigo. Lo que no dejaba de ser una tontería, por supuesto; no era más que otro joven con quien disfrutar del sexo. Sin duda Kyuhyun tenía razón. Pronto pasaría la novedad y volvería al torbellino social en busca de otro joven capaz de despertar su interés.

    —No me desagrada tenerlo a mi lado. El gasto adicional no fue para cazarlo a él sino para desbaratar los planes de Shangho, y me alegro mucho de haberlo hecho. El problema es que se me hiela la sangre cuando pienso que he detenido a Shangho por una única vez y que seguirá encontrando a quien maltratar a cambio de dinero. Sólo Dios sabe a quién más someterá al dolor y a la angustia de sus perversiones sexuales. No es cliente habitual de la Casa de Boom, que atiende a esta clase de hombres, pero sin llegar a las mismas cotas de brutalidad. Me gustaría detenerlo para  siempre. ¿Alguna idea?

    —¿Aparte de matarlo?

    —Bueno, sí.

    —¿Qué tal castrarlo?

    —Mmm. ¿De verdad crees que eso lo detendría?  —especuló Kangin—. ¿Cuando parece disfrutar tanto  causando dolor?

    —Puede que sí y puede que no, pero se lo tendría  bien merecido si lo que me cuentas es cierto.

    —Claro que es cieno. Yo estaba algo trompa el día  que lo encontré, pero no vi visiones. Minho y Changmin estaban allí y quedaron tan asqueados  como yo.

    Kyuhyun frunció la frente con aire pensativo.

    —Doy por sentado que la mujer no atestiguará en  su contra si lo denunciamos.

    —No; aquella noche estaba demasiado dolorida para hablar con coherencia, pero fui a verla una semana  después, cuando empezaba a recuperarse, y se negó en  redondo a declarar contra Shangho.

    —¿Porque es un caballero?

    —Puede que eso influyera, pero lo fundamental es que él le había pagado muy bien, más de lo que la pobre podría llegar a ganar en dos o tres años de ejercer su oficio,, y temía que le obligara a devolverle el dinero. Aunque la cifra era una insignificancia para Shangho. Lo he comprobado. Es lo bastante rico para hacer lo  mismo varias veces a la semana sin necesidad de vaciar sus bolsillos.

    —Supongo que le habrás ofrecido una suma igual o superior para que declarara contra él.

    —Sí; desde luego. Fue la primera idea que se me ocurrió —admitió Kangin—. Por desgracia, ella me confesó que sabía lo que Shangho se proponía y que de todos modos había aceptado acompañarlo. Claro que no podía imaginar hasta dónde llegaba su brutalidad ni tampoco que le iba a dejar cicatrices para el resto de su vida. Curiosamente, aún no había caído en la cuenta de las consecuencias que podrían tener esas cicatrices en su futuro profesional, y yo no tuve el valor de señalárselo.

    Kyuhyun suspiró.

    —Estás ante un gran dilema, amigo. Pensaré en ello, pero de momento no se me ocurre ninguna solución, sobre todo teniendo en cuenta que ese individuo se está cubriendo las espaldas siendo sincero, o parcialmente sincero, con sus víctimas. Por desgracia, en esta ciudad encontrará una fuente inagotable que harían cualquier cosa por unas libras, sin pensar en las consecuencias.

—Estoy de acuerdo —dijo Kangin.

    —Detesto hacerte esta sugerencia, pero, ¿sabes?, creo que deberías pedir consejo a tu tío Hyukjae. Él...eh... tiene experiencia en este campo, ¿no es así?

    Kangin sonrió.

    —Ya lo había pensado. Tengo una cita con él mañana por la mañana.

    —Estupendo. Cuando uno se vincula con la peor escoria del mundo, como siempre ha hecho él, adquiere una perspectiva distinta de las cosas. Bien, ahora basta de hablar de cosas serias. Me alegro de que hayas venido a visitarme, así podrás hacerme compañía mientras Sungmin va de compras.

    —Estaré encantado... al menos durante lo que queda de la mañana. Tengo planes para la tarde.

    —Muy bien, amigo. Me conformaré con el tiempo que puedas dedicarme. ¿Sabes?, te echo de menos desde que vivo en el campo. No te dejas ver con frecuencia. A propósito, he comprado otro caballo de carreras y me gustaría enseñártelo.

    —Changmin también compró uno —dijo Kangin—. Te morirás de envidia cuando lo veas.

    Kyuhyun rió.

    —Ya lo he visto. ¿Quién crees que me vendió el mío? Conseguí covencerlo de que lo cambiara por otro.



    —¿Estás casado?

    Kangin parpadeó. Acababan de subir al coche cuando Leeteuk dejó caer la pregunta. No había podido pensar en otra cosa desde que se había levantado esa mañana. Y aunque sabía que debía de haberlo preguntado con más tacto, ignoraba cuánto tiempo tardarían en llegar a su destino y quería una respuesta lo antes posible. Obtuvo precisamente la que deseaba.

    —¡Caray, no! —exclamó Kangin—. Y no tengo intenciones de casarme en mucho tiempo. —El alivio de Leeteuk fue inmediato y manifiesto, lo que le llevó a añadir—: No, querido. No estás robándome a nadie.

    —¿Ni siquiera a otro amante?

    —Ni mucho menos —repuso él—. Bueno, quiero decir... Diantres, tuve un amante una vez y no salió bien. No estaba en mis planes tener otro, pero las circunstancias me hicieron cambiar de idea.

    —¿Las circunstancias? ¿Quieres decir que me compraste por una razón distinta de la obvia?

    —Bueno, sí —respondió él con reticencia—. No podía permitir que lord Shangho se quedara contigo, ¿no? Sobre todo sabiendo que es capaz de las más terribles perversiones.

    Leeteuk comprendió a quién se refería y se estremeció. El tal Shangho parecía un hombre cruel. Era evidente que se había salvado de un destino peor del que  imaginaba. Y tenía que agradecérselo a Kangin.

    —Te estoy muy agradecido, muy agradecido, por lo que has hecho por mí.

    —No me des las gracias, querido. Ha sido una buena inversión. Ahora lo sé.

    Leeteuk se ruborizó y Kangin sonrió.

    Pero la curiosidad del joven aún no estaba satisfecha, así que dijo:

    —He notado que no quieres que la gente se entere de nuestra... relación. Al menos ésa fue la impresión que tuve en Bridgewater. Y habida cuenta de que no tienes esposo, dime, ¿es sólo una cuestión de formas?

    —No, no es sólo eso —respondió él—. Verás, mis dos tíos más jóvenes eran propensos a crear escándalos. Provocaban uno tras otro y eso sacaba de quicio a mi padre. Crecí escuchando sus diatribas en contra de sus hermanos. Eso me ha enseñado prudencia. No quiero hacerlo sufrir con otro escándalo.

    —¿Y yo sería motivo de escándalo?

    —No, en absoluto. Tener un amante no es nada inusual. Pero prefiero no dar razones para que mi nombre figure en los chismorrees de sociedad. A mi padre no le gusta que nadie se meta en nuestros asuntos, ni siquiera los criados, ¿entiendes?

    Leeteuk asintió y sonrió, porque lo entendía muy bien. También a él le habían enseñado a ser discreto. En incontables ocasiones sus padres habían guardado silencio en medio de una discusión, acalorada o no, sólo porque un criado acababa de entrar en la habitación.

    —Lo siento si te parezco curioso. Pero me preguntaba si esto podría influir en la frecuencia de tus visitas.

    Kangin frunció las cejas. Había olvidado que debía ser prudente en ese extremo, como lo había sido con su amante anterior. No sorprendería a nadie si iba a buscaría en pleno día, pero si aparecía repetidamente en la casa y permanecía allí varias horas, pronto empezarían a circular rumores. Sin embargo, no tenía intención de restringir su tiempo con Leeteuk a unas pocas horas furtivas.

    Así que respondió con una evasiva:

    —Todavía no lo sé. No conozco a nadie en este barrio, así que tendremos que esperar. Pero no te disculpes por preguntar, querido. ¿Qué mejor manera para empezar a conocernos? De hecho, a mí también me gustaría hacerte algunas preguntas.

    —Estaré encantado de responderlas... si puedo.

    —Estupendo. Entonces dime, ¿por qué, con la espléndida educación que te dio tu madre, no seguiste sus pasos y te hiciste profesor? No es que lamente que  hayas seguido el camino que elegiste, pero explícame por qué lo has hecho.

    Leeteuk suspiró para sus adentros. Al interrogarlo a  él, se había expuesto a preguntas como aquélla. Sin embargo, ya se figuraba que algún día le preguntaría algo  así y estaba preparado.

     —Soy demasiado joven. La mayoría de los padres prefieren confiar la educación de sus hijos a una persona madura.

     —¿Y no tenías alternativa?

     —Ninguna que me permitiera ganar lo suficiente  para pagar mis deudas.

     Kangin frunció el entrecejo.

     —¿Cómo es posible que un joven como  tú haya contraído deudas por valor de veinticinco mil libras?

    Leeteuk esbozó una leve sonrisa.

     —La verdad es que las deudas no eran mías y no  llegaban ni siquiera a la mitad de esa cifra.

     —Entonces habrás sacado un buen pellizco.

     —No; yo no recibí ni un penique. El propietario del lugar se embolsó una cantidad importante por organizar la subasta y el resto... Bueno, como ya he dicho, fue para pagar deudas.

    Esperaba que Kangin se conformara con esa información, pero no caería esa breva.

    —¿De quién eran las deudas que te sentiste obligado a pagar?

    Podía mentir o eludir la pregunta, como había hecho en otra ocasión. Pero no quería mentirle más de lo que ya había hecho, de modo que volvió a recurrir a la misma excusa de antes.

    —Si no te importa, es un asunto privado y no me siento cómodo hablando de él.

    La expresión de Kangin indicaba con claridad que sí le importaba y que no tenía intención de cambiar de tema.

    —¿Vive aún tu madre?

    —No.

    —¿Y tu padre?

    —Tampoco.

    —¿Tienes otros parientes?

    Leeteuk sabía lo que se proponía. Intentaba deducir por sí solo a quién le había dado el dinero, pero no podía proporcionarle esa información.

    —Kangin, por favor, este tema me resulta muy desagradable. Preferiría no volver a tocarlo.

    Kangin suspiró y se dio por vencido... al menos por el momento. Luego se inclinó y le dio una palmadita en la mano. Aunque al punto pensó que no era suficiente consuelo, si lo que quería era consolarlo, cosa que así pareció porque acto seguido lo sentó sobre su regazo.

    Leeteuk se mantuvo rígido, recordando la última vez que le había tenido en esa posición. Pero Kangin se limitó a rodearlo con sus brazos y a apoyar la cabeza contra su frente, envolviéndolo en su agradable aroma y en el ritmo regular y sereno de su corazón.

    —Tengo el presentimiento, cariño, de que tú y yo vamos a hacernos muy amigos —dijo en voz tan baja que era casi un murmullo—. Así que llegará el día en que te sientas cómodo contándome cualquier cosa. Soy muy paciente, ¿sabes? Pero pronto descubrirás que también soy muy perseverante.

    ¿Eso quería decir que volvería a interrogarlo en un futuro próximo?

    —¿Te he dado las gracias por el coche que me enviaste?

    Kangin rió ante la ingenua táctica para cambiar de tema.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...