Libre para Amar I- 9




—Huitaek, por favor marchaos a vuestra alcoba —Mark esquivó otro beso—. Dejemos esto para mañana, ¿de acuerdo?
Con facilidad logró zafarse de su ebrio abrazo.
El joven Junbi se había retirado poco después de que Jackson se hubiera marchado y Mark había tenido a Huitaek junto al fuego hasta que éste había consumido vino suficiente como para que se le nublaran los sentidos. Y ahora se encontraba luchando contra unos acercamientos que no deseaba en un pasillo en penumbras.
Esperaba que uno de los guardias de la reina apareciera, pero hasta el momento no había tenido suerte. Esa noche el oscuro pasillo se encontraba extrañamente vacío.
—No puedo ir a mi alcoba. No solo. La reina lo prohíbe, mi Mark.
¿Pero qué tenía que ver la reina con el hecho de que él se retirara o no a dormir?
Cuando Huitaek alargó un brazo hacia él con torpeza. Mark aprovechó para agarrarlo y girarlo en dirección a su habitación. Y para burlarse de él, le prometió:
—Mantendremos esto en secreto y así la reina nunca se enterará —y tras darle un firme empujón en el hombro para hacer que se moviera, añadió—: Id a dormir.
—¡No!
Como si estuviera poseído, Huitaek le quitó la mano del hombro y lo rodeó con los brazos.
—No me iré solo —y comenzó a llevarla hacia su habitación—. Esta es la noche. Ya no habrá más juegos ni más palabras. Pasaréis la noche conmigo y mañana nos casaremos.
Forcejeó y logró soltarse, pero antes de que pudiera salir corriendo él lo agarró de la muñeca y lo detuvo. Cuando se negó a moverse hacia él le dijo:
—Puedo tirar de vos si quiero. No me importa.
—Huitaek detened esta locura. Nunca me casaré con vos —Mark luchaba por mantener la voz calmada—. Nada de lo que hagáis me hará cambiar de opinión.
—Eso ya lo veremos —su voz resonó por todo el pasillo.
—¿Qué estáis tramando?
—Nada. Lo único que hago es seguir sus órdenes como un buen y leal súbdito.
—¿Qué estupidez estás diciendo?
Mientras seguía su avance hacia la alcoba, respondió:
—Supongo que importa poco si lo sabéis porque eso no cambiará lo que sucederá esta noche. Vos os lo habéis buscado, querido. Si hubierais aceptado mi propuesta directamente u os la hubierais tomado en serio no tendríamos que haber acabado empleando estos métodos.
—Parece que no lo entendéis. Soy libre de casarme con quien yo quiera.
—¿Ahora quién está diciendo estupideces? No podéis evitarlo. Pasaréis la noche en mi dormitorio y os encontrarán allí por la mañana. Y para salvar el honor de esta corte, nos casarán de inmediato.
—¿Me obligaréis a casarme? ¿Con la bendición de la reina?
—¿Bendición? No, ella misma me ordenó que hiciera esto.
Cuando se detuvo junto a su puerta. Mark seguía tratando de liberarse.
—¡No! No lo haré.
—Oh, claro que sí. No tenéis elección.
Respiró hondo y gritó aunque considerando la desolación del pasillo, tenía pocas esperanzas de que alguien lo oyera y corriera a rescatarlo, pero era mejor tener algo de esperanza que nada.
—¡Por Dios! —Huitaek intentó detener sus gritos poniéndole la mano en la boca—. ¡Basta!
Abrió la puerta con el hombro y lo metió dentro. Mark perdió el equilibrio y cayó de rodillas sobre el suelo.
Haciendo caso omiso de su quejido de dolor, Huitaek le dijo:
—Podéis hacer esto de buena gana o a la fuerza. De un modo u otro acabaréis convirtiéndoos en mi esposo.
Mark se sentó sobre el suelo y se frotó la rodilla.
—Y vos podéis iros al infierno, Huitaek porque ya estoy casado.
De pronto perder su apuesta con Jackson le pareció un precio bajo que pagar. Merecería la pena si con ello evitaba convertirse en el esposo de Lee.
Huitaek se rió.
—¿Me tomáis por tonto? Vuestro marido está muerto —se agachó y agarrándolo por la parte delantera, lo levantó.
—No está muerto. Dejadme hablar con la reina.
—¿Cómo podéis inventaros semejantes mentira?
—No es ninguna mentira. Exijo que la reina me vea y me escuche ahora.
—No me deis órdenes. Decidme quién es vuestro marido y me ocuparé de ello. Antes del alba seréis viudo.
Sabía que Jackson no sería el que resultara muerto o herido si los dos hombres se enfrentaban. Si bien antes su habilidad para matar a hombres valiéndose únicamente de las manos le había parecido aterradora, ahora le resultaba una destreza bastante práctica.
Jackson ya había perdido el favor de la reina y, si mataba, a uno de sus hombres a la vez que la verdad salía a luz, ésta sería capaz de cualquier cosa… incluso de ordenar la muerte de su esposo. Y eso era un riesgo que Mark prefería evitar, aunque tal vez si lo admitía todo, el enfado de la reina sólo bastaría para expulsarlos a los dos de la corte.
—Si no vais a llamar a la reina, entonces llevadme ante ella y lo contaré todo.
Cuando no lo soltó, cerró el puño, luego pegó en el estómago y se liberó mientras él recuperaba el aliento. Pero antes de poder llegar a la puerta, Huitaek lo agarró del pelo y lo giró hacia él.
—¡Zorra! —su aliento de vino llegó hasta su cara.
Mark hasta ese momento no había temido por su vida.
Él le zarandeó.
—¡Cierra la boca!
Desesperado por escapar, volvió a golpearlo. Huitaek le agarró el puño, se dio la vuelta y tiró de él hasta echarlo sobre la cama. Antes de que Mark pudiera girar y escapar, él se le abalanzó.
—Ríndete, Mark. Soy más fuerte que tú y lo único que estás haciendo es perder el tiempo.
—Apártate de mí.
Pero él se alzó y se puso de rodillas, quedando a horcajadas. Cuando una vez más Mark intentó escapar, le puso el brazo contra la garganta.
—¿Prefieres morir antes que convertirte en mi esposo?
Incapaz de respirar, no pudo más que asentir. Y para ser sincero, si, prefería la muerte antes que casarse con él.
—Ojalá pudiera, pero la reina se pondría furiosa si encontrara tu cadáver en mi habitación al llegar la mañana.
Mientras hablaba, Huitaek levantó una túnica que estaba tendida en la cama. Con los dientes y la mano que le quedaba libre rompió la tela en tiras.
Haciendo oscilar una sobre él, dijo sonriendo:
—Como dudo que vayas a quedarte en esta habitación voluntariamente decidiré por ti.
Si lograba atarlo, nunca podría acabar con el plan de la reina y cuando llegara el día acabaría casado con dos hombres.
—Huitaek por favor, no hay necesidad para esto, tienes razón no puedo hacer nada. Así que me quedaré aquí mismo.
—Por mucho que me gustaría creerte querido mío, no soy un ingenuo —le apretó la garganta con más fuerza—. No, creo que lo haremos a mi modo.
Incapaz de respirar, sintió pánico cuando una oscuridad comenzó a nublarle la mente. Lo mataría. Con toda la fuerza que tenía, dobló las rodillas y comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás para quitárselo de encima.
—Eso es, pelea conmigo Mark.
Su voz parecía venir de muy lejos. La cabeza le daba vueltas y de pronto la fuerza que había tenido se desvaneció hasta dejarlo totalmente debilitado como para hacer nada.
Eso le dio tiempo a Huitaek para atarle las muñecas por encima de la cabeza y engancharlas al cabecero con otro pedazo de tela. Deprisa, se movió hacia los pies de la cama y repitió la misma operación con sus tobillos.
Alguien llamó a la puerta y gritó:
—¿Huitaek?
Mark abrió la boca para gritar, pero él le metió en la boca una de las dos tiras de tela que le quedaban antes de que pudiera chillar.
Una vez más, la persona que había en la puerta llamó.
—Huitaek, ¿estás ahí?
Rodeado de una neblina de miedo e ira, Mark reconoció la voz del joven Junbi ¿Qué estaba haciendo allí a esas horas de la noche? Al instante sacudió la cabeza y cerró los ojos. Estaba claro que esa situación había debilitado su capacidad de razonar. No hacía falta pensar mucho para saber por qué la ramera del palacio estaba aporreando la puerta de un hombre a mitad de la noche.
Pero no era momento para perder la capacidad de pensar, tenía que mantener la calma y actuar con cautela si quería escapar de ese destino que la reina había trazado para él.
Huitaek aseguró la mordaza con la última tira de tela que le quedaba, fue a la puerta y dejó pasar a Junbi.
Mark lo miró con la esperanza de que le ayudara.
Pero para su pesar, Junbi no mostró sorpresa al encontrar a alguien atado en la cama de Huitaek. Se acercó a Mark y lo único que hizo fue sacudir la caben antes de mirarlo a él.
—Te dije que no aceptaría.
La necesidad de gritar casi lo asfixió. ¿Es que todo el mundo menos él conocía la existencia de ese plan?
—Sí, la verdad es que ha peleado con valor.
Junbi se volvió hacia el hombre puso las manos sobre su pecho y las deslizó hacia sus hombros.
—Pero lo importante es que has resultado vencedor.
Huitaek se relajó visiblemente ante sus palabras y una sonrisa sustituyó el gesto sombrío que había ocupado su rostro. Su mirada de furia se suavizó hasta convertirse en una de deseo.
—¿Tenías alguna duda?
—Ninguna —lo besó en la barbilla antes de rodearle el cuello y besarlo en la boca.
Tras unos instantes. Huitaek alzó la cabeza.
—¿Qué hacemos ahora?
Junbi trazó una línea sobre su pecho y Huitaek cerró los ojos con un suspiro.
—Se me ocurren muchas cosas que podríamos hacer ahora —y con un susurro, continuó—: Pero por mucho que me gustaría tumbarme en tu cama, parece que ya está ocupada.
Huitaek lo rodeó y lo llevó hasta los pies de la cama.
—Pero no está ocupada del todo. Queda espacio para los dos.
Mark cerró los ojos y en silencio suplicó: «Por favor, no dejes que se metan en la cama».
—No con tu futuro esposo al lado nuestro. Mmm, pero acuérdate de mí para luego.
Mientras le acariciaba el pelo y el cuello y lo besaba con desesperación, Huitaek intentaba hacerle cambiar de opinión.
Junbi miró al techo y por un momento Mark pensó que el joven o estaba aburrido o buscaba un modo de escapar.
Pero entonces esa mirada de impaciencia se desvaneció tan pronto como había aparecido. ¿Qué podría significar? ¿Junbi estaba jugando con Huitaek manipulándolo para que hiciera lo que él quisiera? De ser así, tal vez había una esperanza de conseguir su ayuda.
Pero, ¿cómo?
El joven murmuró algo que Mark no pudo oír antes de darle unas palmaditas a Lee en el hombro.
—Más tarde, mi amor, tienes que ir a ver a Wonpil.
Huitaek cerró los ojos y gruñó. Después, apoyó la frente sobre el hombro de Junbi.
—Tu, me vas a matar.
Mark deseó que su muerte fuera tan sencilla.
Junbi le acarició la mejilla.
—Prométeme que no me olvidarás cuando te veas con Wonpil.
¿Wonpil? ¿Quién era Wonpil? Tenía que ser alguien de la corte.
Huitaek se apartó de Junbi no sin antes estirarse la ropa y darle un beso en la frente.
—Eso nunca, querido —y al acercarse a la puerta añadió—: No lo sueltes ni le quites la mordaza.
Junbi miró a Mark antes de preguntar:
—¿Era necesario amordazarlo?
—Entre sus gritos, órdenes de hacer llamar a la reina y mentiras sobre un marido inexistente, no he tenido elección.
—¿Y no has podido encontrar otro modo de hacerlo callar? ¿No habría sido más fácil hacerlo mediante besos y caricias?
Junbi se encogió de hombros y añadió:
—Huitaek, tu noche de bodas de mañana habría ido mucho mejor si no hubieras perdido la calma con él esta noche.
—Cuidado con lo que dices. No me digas cómo comportarme con mi futuro esposo.
—Lo siento —dijo con la mirada puesta en el suelo. Después lo miró y sonrió mientras le acariciaba el labio inferior—. Recuerda, cuanto antes vayas a tu cita, antes estaremos juntos.
Huitaek lo rodeó con sus brazos y lo besó, y después de lo que pareció el beso más largo que Mark había visto, lo soltó fue hacia la puerta.
—Volveré antes de que se vaya de tus labios el sabor a mí.
Cuando la puerta se cerró, Junbi esperó unos segundos antes de limpiarse la boca con la mano.
—Cerdo.
Mark miró a Junbi asombrado. La reacción del joven ante el beso de despedida de Huitaek le dio fuerzas y esperanza.
Tras asomarse a la puerta, Junbi cruzó la habitación se puso de rodillas ante un arcón de madera y comenzó a hurgar entre los artículos que había dentro.
—Tiene que haber algo por aquí —miró a Mark por encima del hombro—. No tengo duda de que Huitaek ha atado las cintas muy fuertes para que no pueda soltarlas, tengo que encontrar una… gracias a Dios —se levantó con una daga.
Se arrodilló al borde de la cama e intentó meter un dedo entre la mordaza, pero Huitaek lo había atado con tanta fuerza que no había espacio para deslizar la daga.
—Si te pincho, no es intencionado.
La punta del puñal le pinchaba la mejilla mientras intentaba colar la daga bajo el trapo pero con tal de que lo liberara poco le importaban los arañazos o cortes que le pudiera hacer.
La mordaza se soltó y él pronunció un sincero «gracias».
Junbi continuó con la tela atada al cabecero de la cama.
—No me deis las gracias todavía. Esta hoja está tan desafilada que podemos pasarnos un buen rato aquí. Esperad hasta que hayamos escapado del todo.
Tenía razón. Si Huitaek regresaba y encontraba a Junbi desatándolo, podría hacerles cualquier cosa.
Sin detenerse en su labor, le preguntó:
—¿Le habéis dicho a Huitaek la verdad sobre lo de casaros?
Mark vaciló antes de responder. ¿Y si todo lo sucedido esa noche había sido tramado por la reina y Junbi no estaba haciendo otra cosa que seguir desempeñando su papel?
¿Habría sospechado la reina que estaba casado y había ideado ese elaborado plan para hacerle admitir la verdad? Sin duda. La reina enfurecería si sus planes se desbarataban, pero la pregunta era… ¿cuánto?
No sólo estaba en juego su futuro, sino que su vida estaba en manos de la reina. Peor todavía, no sólo su vida, sino también la de Jackson.
El trapo que le tenía atados los brazos sobre la cabeza se soltó y suspiró aliviado.
Cuando Junbi empezó a cortar las cuerdas que le rodeaban las muñecas Mark lo detuvo.
—No, ésas pueden esperar. Quitadme primero las de los pies.
—No habéis respondido a mi pregunta —le dijo mientras intentaba quitarle las ataduras de los pies.
—Sí, estoy casado —no le quedaba más remedio que confiar en alguien.
—No me lo digáis, dejad que adivine —dejó lo que estaba haciendo y la miró—. Estáis casado con el conde de Wang.
La sorpresa debió de reflejarse en la cara de Mark porque Junbi continuó:
—No he tenido que pensarlo mucho. Los celos que mostraba ante Lee sólo podían venir de un amante o de un esposo. Al principio creí que era un viejo amor, pero vuestra mirada esta noche cuando os ha dejado solo en el salón me ha hecho imaginarlo.
—¿Por qué estáis ayudándome?
Junbi terminó de liberarlo antes de responder:
—Cuando me enteré de este plan pensé que merecíais lo que la reina y Lee os tenían preparado.
Mark se sentó en la cama.
—¿Qué os ha hecho cambiar de opinión?
—Algo en el modo en que Huitaek se ha comportado esta noche me ha hecho preguntarme si estaría escondiendo un lado oscuro. Me ha dado la impresión de ser un hombre que ni dudaría en hacer daño y ni lo lamentaría.
—Junbi… —Mark alargó las manos que aún tenía atadas y rodeó los dedos del otro joven—. Junbi, os lo agradezco mucho, pero ¿qué hay de la reina?
—Eso será lo que os cueste mi ayuda —lo ayudó a levantarse—. Me llevaréis con vos cuando os marchéis.
Sin pensarlo, Mark asintió.
—Dadlo por hecho.
—Bien, ahora tenemos que encontrar a vuestro marido.
Los dos jóvenes fueron hacia la puerta. Al dar el primer paso, a Mark le falló la rodilla y cayó al suelo con un ruido sordo.
Enseguida, Junbi fue a su lado.
—Oh, Dios mío, ni siquiera os he preguntado si ya os había hecho daño.
—No, no es lo que pensáis. Me he tropezado cuando me ha metido en la habitación y me he caído de rodillas.
—¿Podéis andar?
—No tengo elección. Ayudadme.
—Echad los brazos alrededor de mi cuello, podéis utilizar mis hombros como apoyo.
Y para su alivio funcionó, porque aunque iba prácticamente colgado de los hombros de Junbi logró llegar hasta la puerta.
Junbi la abrió y se asomó al pasillo.
—¿Listo?
—Sí. ¿Sabéis dónde está la habitación de Jackson?
—¿Preguntas a la ramera del palacio si sabe dónde duerme el conde?
—Es verdad qué tonto soy. Llevadme.


Jackson le añadió toda una sarta de palabras mal sonantes al portazo que le dio a la puerta cuando entró en su alcoba.
Yugyeom se levantó y se alejó del calor del fuego.
—¿No quiere marcharse?
—No lo sé.
En silencio. Yugyeom se le quedó mirando a la espera de una respuesta.
Jackson se pasó una mano por el pelo y fue hacia la ventana.
—No he podido encontrarlo.
—¿Has mirado en su dormitorio?
—Sí. Después de buscarlo en el salón —lo había buscado por todas partes al menos dos veces, incluso por los jardines.
—¿Dónde puede estar entonces ¿No creerás que Lee y él…?
—No. Al menos no creo que lo haya hecho por voluntad propia —Jackson interrumpió a su amigo—. Pero está pasando algo.
Lo sabía. Sentía pavor por todo el cuerpo, sentía que algo iba mal. Y aunque no quisiera, ese miedo demostraba que le preocupaba lo que pudiera pasarle a Mark a pesar de que por él no debía sentir más que ansias de venganza.
No obstante en los últimos días había experimentado una amplia variedad de emociones hacia su esposo: ira, deseo, preocupación, ternura e incluso algo que se acercaba al…
Se detuvo antes de que esa idea tomara forma por completo. No, seguro que no era eso. No podía ser tan tonto.
Yugyeom se sentó junto a la mesa y echó vino en dos copas. Tras darle una a Jackson, le preguntó:
—¿Qué te hace pensar eso?
—Apenas hay guardias en el pasillo esta noche —dio un sorbo de vino y dejó la copa en la mesa—. Eso hace que demasiadas zonas queden desprotegidas, que haya demasiados rincones oscuros.
Ningún castillo tendría tantos pasillos sin vigilancia. Ningún rey ni ninguna reina permitirían que sus invitados o su familia quedaran tan desprotegidos.
—Tal vez han abandonado sus puestos.
—No. Parecen muy satisfechos con su labor y no he oído rumores ni de descontento ni de traición. Lo más probable es que les hayan ordenado que se retiren.
—¿Por qué…?
Su conversación fue interrumpida por un golpeteo en la puerta. Yugyeom se levantó, agarró las dos espadas que colgaban de la pared y le lanzó una a Jackson.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...