Libre para Amar I- 7




El barullo de tanta gente reunida resonó desde una punta a otra del salón. Innumerables conversaciones y la música de los gaiteros pasaban por los oídos de Jackson como poco más que un simple sonido.
Desde el primer momento en que pisó la sala, había centrado toda su atención en encontrar a Mark, a la que no había visto desde que había salido de los aposentos de la reina con los demás. Ya no era tan bien recibido en Poitiers y tenía que acelerar su plan de seducción antes de que la reina descubriera la verdad.
Cualquier tonto sabía que no tendría que investigar mucho para conocer el pasado de Jackson y quería estar alejado de allí antes de que reuniera todas las piezas.
Una reminiscencia a primavera llamó su atención. En esa sala de engreídos demasiado engalanados, el traje verde liso libre de joyas y bordados fue como una oleada de aire fresco. Alzó la cabeza hacia el cabello del joven y se dio cuenta de que había encontrado a su esposo.
Después de mirar a su alrededor en busca de la reina, se sintió aliviado al comprobar que ella y su hija, estaban ausentes. A partir de ese momento tendría que tener mucho cuidado y ser muy discreto con cualquiera de los presentes.
Tras abrirse paso entre la muchedumbre, se acercó a Mark. Cuando se detuvo tras él, el joven con el que estaba hablando se marchó.
Sin darse la vuelta, Mark preguntó:
—¿Qué os ha dicho la reina?
—¿Cómo sabéis con quién estáis hablando?
Mark lo miró por encima del hombro.
—Mi amigo Youngjae me ha advertido de vuestra presencia.
Jackson se puso una mano en el pecho y cerró los ojos.
—Me habéis herido de muerte, mi joven señor. Creí que tal vez podíais percibir que estaba cerca.
El se giró para mirarlo.
—No dejéis que vuestro orgullo se desangre sobre el suelo de la reina.
—Podría pasar —alzó una ceja con gesto burlón—. A menos que queráis curarme mis heridas en un lugar más… íntimo.
—Lo que me gustaría sería heriros en un lugar más íntimo.
—Ah, Mark, si fuerais a herirme de ese modo, entonces vos sufriríais tanto como yo.
Mark miró al techo.
—¿Siempre habéis sufrido de esta afección, milord?
—¿Y qué afección es ésa?
—Engreimiento, una cantidad excesiva de orgullo. Una opinión desmesurada de vos mismo. Ésas son afecciones que conocéis bien.
—¿Y qué puedo hacer? ¿Hay alguna cura?
Lo observó detenidamente y sacudió la cabeza.
—En vuestro caso creo que es demasiado tarde. Es muy probable que muráis de esta enfermedad.
Él se contuvo las ganas de sonreír.
—Mi joven señor, tenéis una lengua descarada cuando hay gente alrededor.
Mark se encogió de hombros.
—Milord, si os lo propusierais me sacaríais de aquí sin importaros cuánta gente hubiera delante.
—Entonces ¿qué os da el valor para discutir conmigo esta noche?
—Es simple. No tenéis esa mirada.
Jackson frunció el ceño, confundido.
—¿Esa mirada? ¿Qué mirada? —Y cuando un tono rosado cubrió las mejillas de Mark, sonrió y dijo—: Ah, esa mirada.
El se mordió el labio y bajó la vista.
—Yo…
Jackson lo hizo callar poniéndole un dedo en los labios.
—No lo digáis. Si os disculpáis os juro que os besaré aquí mismo en este salón abarrotado.
—Lo veis, ahí está vuestro orgullo otra vez, milord. No iba a disculparme —cada palabra que pronunció fue como un suave beso en sus dedos.
—Entonces ¿qué ibais a decir? —apartó la mano y deseó estar a solas con él para poder recorrer su boca con la lengua.
—Iba a decir que me gusta más cuando vuestros ojos no están cargados de lujuria.
—Demasiado tarde.
Cuando Mark alzó la cabeza, dijo:
—Ya.
—Me temo, mi joven señor, que pasará una eternidad antes de que no os mire con lujuria.
—No tanto, milord.
—¿Tenéis también una cura para esta dolencia?
—Así es.
—¿Y cuál sería?
Mark se puso de perfil.
—Vuestra lujuria desaparecerá en el instante en que salgáis de aquí… solo.
Una sonrisa curvó un lado de la boca de Jackson.
—¿Aún pensáis que ganaréis?
—Sé que lo haré.
Momentos antes lo había reprendido por ser orgulloso y tener demasiada confianza en sí mismo y sin embargo allí estaba, con una sonrisa en la boca y declarando su triunfo. Esa actitud le resultó divertida.
—Vos no sabéis nada.
—Me sorprende que no muráis atragantado con vuestra autoestima.
—No puedo atragantarme con algo que ya me han arrancado.
Mark lo miró con una extraña expresión.
—¿Jackson?
Pero no le daría respuesta a una pregunta que no le había formulado.
—¿Qué ha dicho la reina? —preguntó Mark cambiando el hilo de la conversación.
—Cree que debería volver a casa y quiere saber si estoy casado.
Mark dio un grito ahogado.
—No temáis, no le he dado ninguna información útil. No sabe si estoy o no casado.
—No tardará mucho en descubrirlo.
—Lo sé.
—No podemos hablar aquí —miró a su alrededor—. ¿Damos un paseo por el jardín?
—No. Me han sugerido que pase menos tiempo con vos.
—¿Por qué?
—Para que no arruine vuestras oportunidades de encontrar una buena pareja.
Mark entrelazó las manos delante de su pecho.
—Lo sabe.
—No —con delicadeza intentó separarle los dedos—. Pero si no dejáis de exaltaros cada vez que estoy cerca, empezará a preguntárselo.
—Yo no estoy exaltado.
—Entonces no apretéis tanto las manos.
Al instante dejó caer los brazos.
—¿Cómo podéis bromear con esto?
—No estoy bromeando. La reina estará alerta constantemente, hará que sus espías vigilen todos mis movimientos. No tenemos un mes, Mark.
El abrió los ojos de par en par.
—Pero habéis dicho…
—Si lo descubre antes de que termine el mes que nos hemos dado, el juego habrá acabado. Lo sabéis.
El brillo de los ojos de Mark se esfumó y su semblante ensombreció.
—Ahora me doy cuenta de que estará demasiado furiosa por lo que parece una decepción como para permitir la anulación.
No podía discutir. La reina se pondría furiosa al descubrir que los dos habían hecho ese trato y se enfadaría más todavía al ver que sus planes eran echados por tierra.
—Tenéis toda la razón.
—¿Y por qué no acabamos con esto de una vez?
Jackson se sorprendió ante la intensidad de la puñalada que sintió clavada en su pecho.
—¿Acabar con ello? ¿Como cuando te sacan un diente o cuando te cortan un miembro?
Ni emociones ni sentimientos. No, eso no entraba en sus planes. Él no quería simplemente su cuerpo quería su corazón y su alma, pero sabía muy bien que ella no estaba dispuesta a dárselos.
—Sí. Acabemos con esta farsa subamos a vuestro dormitorio y validemos este matrimonio.
Lo dijo con total tranquilidad, como si estuvieran discutiendo el color de su vestido. Su primer impulso fue estrangularlo y el segundo alejarse de allí y no dejar de caminar. O lo tendría todo de él o nada.
—Oh, Mark esa forma tan dulce de hablar que tenéis me hace desear más. No puedo pensar en otras palabras que pudieran hacerme desear ir a vuestra cama.
Su fiera mirada lo atravesó.
—Ya sabéis a qué me refiero.
—Sí, lo sé y me ofende.
—¿Os ofende? —alzó la voz.
—Bajad la voz. No quiero que todo el salón se entere de nuestra conversación.
—Bien —dijo con poco más que un susurro—. ¿Y qué te ofende exactamente? ¿Cómo te atreves a decir que estás ofendido? Tú no fuiste la que se quedó para vivir una mentira durante la mitad de su vida. Tú no fuiste al que obligaron a venir aquí a buscar un buen marido. No me hables de…
Se detuvo en el momento en que él le agarró el brazo.
—Me ofende que sugieras que durmamos juntos para darle validez a este matrimonio —lo soltó y apretó los dientes ante la furia que hervía dentro de su pecho—. Y nunca jamás vuelvas a hablarme de años perdidos.
Y antes de que sus acompañantes se reunieran con ellos, añadió:
—Nuestro trato sigue siendo válido y vendrás a mi cama encendido de pasión.
—Eres…
—Lord Mark, ¿cómo os encontráis esta noche?
Dirigió hacia Lee una mirada de pura irritación. Jackson observó al otro hombre. ¿Era el pretendiente que la reina creía que sería el apropiado para Mark? En aquel momento, estuvo de acuerdo sólo porque pensó que a su esposo le estaría bien merecido cargar con Lee. Después de lograr esbozar una sonrisa, les dio las buenas noches y se alejó.


Mark vio a Jackson retirarse y deseó haber tenido una ballesta diminuta, algo pequeño que le cupiera en la palma de la mano. Podría apuntarle a la espalda y lanzar una flecha. ¿Cómo se atrevía a marcharse?
—Lord Mark, ¿os gustaría pasear por el jardín?
Tras despertar de su perverso sueño miró a Huitaek.
—No, milord. Ha sido un día agotador.
Y su agotamiento no era fingido porque se había cansado de andar de un lado a otro de su habitación a la espera de noticias de Jackson.
—¿Y qué me decís de sentarnos junto al fuego?
¿Cómo pretendía Jackson que siguieran con el trato? No era que pensara que él fuera a ganar, pero ese juego le estaba resultando excitante y nunca antes se había sentido tan vivo, tan dispuesto y ansioso de afrontar un nuevo día. Y, por supuesto, nunca había sentido ese deseo.
Y tampoco se había sentido tan confuso. Por un lado lo único que quería era dejarse caer en su cama y terminar con esa incertidumbre.
Pero por otro, había algo en Jackson que le hacía sentirse incómodo. Su humor cambiaba con demasiada rapidez. Unas veces parecía mirarlo con ojos de odio y entonces de pronto desaparecía como si esa mirada jamás hubiera existido.
Detestaba esa confusión pero no sabía cómo acabar con ella.
—Mark, ¿preferiríais que os dejara solo? —el tono de Huitaek denotaba impaciencia.
Dejó de pensar en Jackson y miró a Huitaek. Se le veía muy pálido en comparación con su esposo. Uno era atrevido, oscuro e irritante. El otro tan formal serio y siempre dispuesto a complacer. Y ¿a cuál prefería? Una imagen de su marido ocupó su mente. ¡Basta!
—¿Joven señor?
—Sí, Huitaek, me gustaría sentarme junto al fuego.
Se sentó de espaldas a la calidez de las llamas y eso le permitió ver a todo el mundo reunido… y también a Jackson, que no había salido del salón y estaba inmerso en lo que parecía una conversación muy entretenida con el joven Junbi. Una imagen que le despertó una extraña y desagradable sensación de furia.
—¿Dónde estáis, joven señor?
Volvió a centrar la atención en Huitaek.
—Aquí, estoy aquí.
Él sacudió la cabeza como lamentándose.
—No. Estáis al otro lado del salón, perdida en vuestros pensamientos sobre lord Wang.
Se sonrojó. ¿Era tan obvio?
—No sé qué decir.
La mano de Huitaek sobre su brazo resultaba cálida y más cálido todavía era su aliento sobre su mejilla.
—No digáis nada Mark, y bañadme con esa mirada que reserváis sólo para él.
¿Por qué el tacto de Huitaek no le despertaba ninguna clase de emoción? ¿Por qué no tenía el deseo de acercarse a él? Era un hombre atento y divertido que jamás la amenazaría con lujuria ni con deseo.
Era tan diferente a Jackson, que con su simple sonrisa le hacía desear saborear el embriagador elixir del deseo.
Jackson, cuya mínima caricia hacía que por sus venas saltaran chispas. Jackson, que con sus sedosas palabras desafiantes le invitaba a seguir un camino lleno de peligros.
Huitaek le daba seguridad y sería un buen marido.
Jackson era peligroso, y no le daría más que dolor.
Y no podía eludir que Huitaek estaba allí sentado a su lado, mientras que Jackson flirteaba con otro.
Lee le acarició la mejilla con el dorso de la mano y le susurró:
—Mark, os utilizará y luego os abandonará. ¿Es que no os dais cuenta? Vuestro audaz y guapo guerrero no busca una esposa, sólo busca tener una aventura tras otra.
Se equivocaba. Jackson buscaba un esposo, al suyo, pero eso no podía decírselo. Lo miró a los ojos y le preguntó:
—¿Qué os hace pensar eso?
—Es muy simple. Cuando os mira en sus ojos no hay amor, sólo lujuria. Sólo deseo. Y yo puedo prometeros más que eso.
—¿Más que eso?
Le acarició la línea que seguía su mandíbula. Ni chispas ni temblores de pasión siguieron a esa caricia; no le despertó más emoción que la caricia de un padre.
—Mucho más. Quiero cuidar de vos, quiero ver que tenéis todo aquello que necesitáis, quiero protegeros de la gente como Wang.
Al principio pensó que estaba bromeando. Lo que estaba diciendo parecía más bien la descripción de un padre, y no la de un amante o un esposo, pero la gravedad de su tono y la sinceridad de su mirada le dijeron que hablaba en serio.
—No necesito protección.
—Sí que la necesitáis. Necesitáis a alguien que os venere, alguien que os dé un lugar de honor en su corazón y que os respete.
Su mirada parecía estar suplicándole que le creyera; era una mirada limpia que le permitía ver dentro de su alma. Algo que nunca había visto al mirar a Jackson a los ojos porque en ellos sólo había visto misterio y oscuridad.
—Mark, yo puedo hacer todo eso. Os trataré como a un ángel.
Sintió un nudo en la garganta. ¿Quería que lo trataran como a un ángel? ¿Quería tener a un hombre que le venerara? ¿No sería mejor tener a alguien en quien pudiera confiar? ¿Alguien que no lo abandonara en su noche de bodas? ¿No sería más sensato seguir ese camino más seguro?
¿O tal vez quería a alguien que pudiera hacer que se olvidara de sí mismo ¿Que le hiciera olvidar la decencia y el control? Alguien que no tuviera miedo de acorralarlo contra una pared con su cuerpo endurecido y besarlo hasta que las rodillas le fallaran y los huesos se le fundieran. Alguien cuya mínima caricia hiciera que un hormigueo le recorriera el cuerpo y que unas llamas ardieran entre sus piernas. Alguien que pudiera hacerle desear más besos.
Pero ¿qué le estaba pasando? Estaba pensando como una ramera, como un descarado.
—Mark, casaos conmigo. Dejad que os muestre la unión tan maravillosa que podemos crear —se acercó y sus bocas quedaron a escasos centímetros—. Puedo haceros olvidarlo.
¿Olvidar a Jackson? Eso nunca. Ni siquiera después de que él se machara de allí de que dejaran de estar casados, sería capaz de olvidarlo. Su gesto oscuro, su sonrisa de medio lado, sus ojos cargados de pasión y sus labios siempre estarían en su memoria.
Todas esas cosas ya formaban parte de él, al igual que el tacto de sus manos y su sedosa voz. Sintió unas repentinas ganas de llorar, pero las contuvo.
Huitaek lo besó en la boca antes de descansar la frente contra la suya.
—Os haré olvidar.



1 comentario:

  1. Ahhhh que se lo chasquee ya!!!! 😎 Ahhh me exaspera !! Ya.... Si no se lo lleva a la cama. Pro'tro.... Me va a dar algo.... 😭

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...