Libre para Amar I- 12




Descalzo lo siguió hasta la cama. Mark le soltó la mano y dudó si terminar de quitarle la ropa o meterse en la cama.
En el momento en que tomó la decisión y se dio la vuelta, él, ya desnudo, lo tendió sobre la cama.
Para satisfacción de Mark, cuando se tumbaron de lado y se acurrucó junto a él, su suave cuerpo encajó a la perfección en los duros músculos de él.
El aroma cálido y especiado de Jackson le incitó a ser atrevido. Le acarició el pecho deteniéndose en cada cicatriz. Deseaba volver a preguntarle por qué y cómo le habían hecho tanto daño, pero se contuvo y decidió concentrarse en la suavidad del oscuro vello que le cubría el pecho y el abdomen.
Trazó círculos al rededor de sus pezones y cuando él tomó aire se dio cuenta de que esas caricias le estaban dando placer, al igual que él se lo había dado.
Jackson le acarició la espalda y las caderas antes de palparle la rodilla.
—Ya te he dicho que estaba bien.
—Sólo estaba asegurándome.
¿No debería estar pensando en otra cosa que no fuera su rodilla?
Mark le echó la pierna por encima y se sentó a horcajadas sobre él.
—¿Lo ves? Está bien.
Una sensual sonrisa curvó los labios de Jackson y sintió que la expectación le tensaba los músculos. Pero cuando él empezó a acariciarle la cara interior del muslo empezó a relajarse.
Sin pensarlo Mark arqueó la espalda en busca de algo que aliviara el insistente palpitar de su entrepierna.
—Quiero tocarte —le susurró Jackson.
—Por favor, hazlo —respondió con un gemido que Jackson interrumpió con un beso cargado de deseo y perplejidad.
Todos los planes de Jackson se habían desbaratado. Lo deseaba, lo quería sólo para él y no movido por la venganza.
No había artificios de ningún tipo en la reacción de su esposo ante sus caricias ni fingidos gemidos de placer escapaban de sus labios inflamados por los besos. Sólo una respuesta sincera al sobrecogedor deseo que le estaba inundando.
Él ansiaba su sinceridad porque le necesitaba desesperadamente para que iluminara con un brillo de luz a su oscuro corazón. Más tarde se despreciaría por ello, pero por el momento sólo quería perderse en esa pasión compartida.
Lo envolvió en sus brazos.
—Mark…
Antes de que pudiera tenderle bajo él, tocó su ardiente erección y lentamente lo tomó dentro de su cuerpo. Se estremeció en una ocasión, pero no se detuvo, Jackson jamás había sentido nada tan erótico como el estar con ese joven inexperto que estaba tomando con libertad aquello que deseaba.
Se maravilló ante la rapidez con la que encontró el ritmo perfecto para los dos. Cerró los ojos y se dejó arrastrar por la pasión.
—Jackson por favor.
Los dedos de Mark se clavaron en sus hombros para sacarlo de su aturdimiento. Al abrir los ojos se topó con su ardiente frustración y lo rodeó con los brazos antes de hacerle rodar bajo él.
Sin dudar, Mark lo rodeó por la cintura con las piernas. Y por mucho que intentara ser delicado, él pedía más.
Esa unión de ningún modo se parecía a los actos que le habían pedido que hiciera en el pasado. Ningún amo le había ordenado que yaciera con ese joven y ese joven que tenía bajo él no le estaba pidiendo nada.
Se suponía que tenía que iniciarlo en el baile del amor y darle placer físico. Por el contrario, se había convertido en una participante que estaba a su misma altura en un acto que se estaba volviendo algo más que simplemente físico.
Aceptación, confianza… las cosas que había anhelado durante tanto tiempo se habían materializado en el joven al que debía odiar. No podía ponerle nombre a la emoción que le estaba comprimiendo el pecho, pero estaba seguro de que no se acercaba en nada al odio.
Enseguida, sus gemidos acompasados resonaron por la alcoba y Jackson supo que estaba en peligro. En grave peligro. Sus planes ya rotos se estaban perdiendo en la bruma de la pasión.
Una vez que su cuerpo dejó de temblar, se dejó caer al lado de Mark. La desconocida necesidad de enfurecerse, llorar y reír a la vez lo abrumó.
—¿Jackson?
—¿Sí?
—¿Qué te gustaría apostar ahora?
—No estoy seguro. Tal vez juntos se nos pueda ocurrir algo.
Un golpe en la puerta detuvo la conversación. Jackson se levantó de la cama y cubrió a Mark con las sábanas antes de ponerse la túnica.
La puerta volvió a sonar, pero antes de que pudiera llegar a abrirla. Junbi entró seguido de Yugyeom.
—Perdonad que os molestemos, pero tenemos que marchamos inmediatamente.
En cuanto Jackson vio el rígido rostro de Yugyeom supo que algo iba muy mal. La única vez que lo había visto así había sido cuando los dos habían estado acompañando al rey en la tienda de Aryth.
—¿Qué sucede?
—Wonpil está aquí.
Esas únicas palabras fueron suficientes para que el suelo temblara bajo los pies de Jackson.
—¿Wonpil de Kim?
—Así es.
Jackson le hizo una señal a su amigo para que lo siguiera y ambos se sentaron junto a la pequeña mesa. Sirvió vino para los dos.
—No es posible. Wonpil está con Jaebum.
—No. Está aquí. Lo he visto con Lee.
Lee y Kim, una pareja que el mismo diablo aprobaría.
—Sería interesante descubrir su razón para estar aquí —sobre todo después de que hubiera jurado ayudar a Jaebum.
—Lleva dos días aquí.
Jackson se detuvo. ¿Dos días? ¿Y no se había enterado de su llegada? Miró a Mark. Estaba claro que había estado demasiado absorbido por otros asuntos.
—Decidle a Jackson lo que me habéis contado —le pidió Yugyeom a Junbi.
—No hay mucho que contar. Ese tal Wonpil llegó hace dos días exigiendo una audiencia con la reina.
—¿Teníais conocimiento de esa audiencia?
Junbi sonrió.
—Por supuesto. Mi… posición… me permite ciertos beneficios.
Su breve vacilación le dio a Jackson la prueba de que suposición no era la de ramera del palacio, lo que le dejaba preguntándose cuáles eran exactamente las funciones que cumplía para la reina.
—Estaba buscándoos, Lord Wang. Pero no como amigo.
—Lo imagino.
—Quería hacer un trato con la reina, quería ofrecerle oro a cambio de su silencio cuando vos desaparecierais de su corte.
—¿Y ella aceptó?
—No —Junbi se encogió de hombros—. A ella de poco le sirve más oro.
Sorprendido, Jackson se inclinó hacia delante.
—Si de verdad me quería fuera de la corte, debería haber aprovechado la oportunidad.
—Pero lord Wang vos sois el hombre del rey y ella lo sabe. Eso ha sido vuestra única salvación porque, aunque de buen grado conspiraría para veros destruido, por otro lado no querría decepcionar a su esposo.
La sorpresa quedó reemplazada por la incredulidad.
—No puedo imaginarme a la reina preocupada por decepcionar al rey.
—Tal vez no, pero tampoco le gustaba ese tal Kim. Dijo que ocultaba demasiado, algo demasiado oscuro como para que ella quisiera verse involucrada.
—¿Oscuro?
—No estoy seguro, pero mientras él pronunciaba elegantes palabras y dulces cumplidos sus ojos parecían estar hechos de un extraño hielo —Junbi se detuvo como si estuviera recordando aquel momento—. Cuando salió de la sala, incluso la reina comentó que ese hombre parecía carecer de alma y que daba la impresión de haber ensayado mucho su comparecencia.
Jackson comprendió esas palabras perfectamente. Kim era frío y un desalmado.
—¿Cómo conoció a Lee?
Una irónica sonrisa cruzó el rostro de Junbi.
—La reina me pidió que los presentara. Pensó que encajarían a la perfección.
—De modo que en lugar de ser franca, les dio la oportunidad de conspirar y planear mi muerte aparentemente a sus espaldas.
—Así es.
Jackson quería abandonar aquel lugar inmediatamente y hacerlo sin ponerse en contacto con Wonpil.
—¿Dónde está ahora?
—En el salón, bebiendo y hablando de vos.
—¿Te ha visto Kim? —le preguntó a Yugyeom.
—No.
—Bien. Entonces aún no sabe que sabemos que está aquí —Jackson miró hacia Junbi—. Ayudad a Mark a vestirse —quería hablar a solas con Yugyeom.
Al ver al joven Junbi acercarse a la cama, Mark deseó que Jackson hubiera tenido un poco más de tacto con él.
—No soy vuestro sirviente.
—Nadie ha dicho que lo seáis —se acercó y bajó la voz—. Creo que los hombres querían hablar en privado.
—Podría haberlo dicho.
—Tenéis razón.
Jackson podría haber dicho muchas cosas, pero a juzgar por el tono de su voz y por su dura expresión Mark dudaba si ser amable y considerado o incluso ligeramente diplomático era lo que le preocupaba en ese preciso momento.
Por lo poco que lo conocía, sabía con certeza que Jackson de Wang no era un hombre temeroso, se alejaba mucho de ser un cobarde. Pero ese Wonpil lo había puesto nervioso. No sabía por qué, pero si se paraba a pensar diría que habían pasado tiempo juntos… un tiempo que podría haberlo sido todo menos agradable.
La verdad era que no conocía a su esposo lo suficiente como para suponer nada. Esposo. ¿Pero qué había hecho? Su cuerpo aún guardaba la calidez de recuerdos recientes.
—Estoy aquí para ayudaros a vestiros —dijo Junbi colándose en sus pensamientos—. ¿Dónde está vuestra ropa?
Señalando con gesto ausente hacia el otro lado de la cama, Mark le preguntó:
—¿Cuándo os casaréis Yugyeom y vos?
—Ya hemos intercambiado los votos.
—¿Y?
—No habrá boda hasta que yo le dé permiso… si es que lo hago.
Y mientras Mark se ponía su ropa, añadió:
—Me prometieron un esposo con títulos. No me conformaré con menos.
—Tal vez deberíais conformaros con lo que tenéis.
—Y tal vez vos deberíais guardaros lo que pensáis.
Se abrochó los botones de la chaqueta antes de preguntarle:
—¿Por qué estáis siendo tan desagradable ahora? ¿Por qué os habéis molestado en liberarme de la habitación de Huitaek?
—¿Preferiríais que no lo hubiera hecho?
—Preferiría que respondierais a mi pregunta.
—Os liberé de la cama de Lee porque ese hombre es un canalla. No se preocupa por el placer de la pareja y cree que el dolor debería bastar. No sometería a nadie a sus retorcidos deseos.
Antes de poder darle las gracias a Junbi, el joven se metió la mano por el cuello en la chaqueta y sacó una pequeña bolsa.
—Son vuestras.
Mark miró dentro de la bolsita y encontró unas piezas de joyería que se había llevado al dejar su casa.
—Hemos parado en vuestra habitación para recoger algunas de vuestras pertenencias antes de partir. Youngjae nos ha dado esta bolsita y os desea lo mejor.
Mark echaría de menos al único amigo que había tenido y esperaba que Youngjae encontrara un marido que se preocupara por él y que no tuviera que lamentar el tiempo que había pasado en la corte de la reina.
—¿Estás listo? —Jackson se acercó y le tocó el brazo.
—Sí.
—Entonces, jóvenes… —incluyó a Junbi al mirarlos a los dos—, salgamos de aquí. Cuanto antes pueda poner pie fuera de estas tierras más feliz seré.
Yugyeom le indicó a Junbi que se uniera a él y Jackson señaló a la pueda.
—¿Partimos entonces?
No había nada que Mark deseara más que salir de aquel lugar.
—Sí, por favor.

***
Wonpil de Kim se asomó por la almena del muro y vio a las cuatro figuras cruzar a caballo el patio interior del castillo.
—¿No vamos a ir tras ellos?
Miró a Lee y sacudió la cabeza.
—Aún no. Tenemos tiempo. Mucho tiempo, ya que sabemos adónde se dirigen.
—Sí, pero podríamos atraparlos y acabar de una vez por todas.
Ese hombre en el que la reina confiaba no merecía vivir. Parecía enorgullecerse de mostrarle al mundo su falta de inteligencia. Su estupidez acabaría haciendo que lo mataran… idea ante la cual Wonpil sonrió para sí… o tal vez le conseguiría un puesto en los cuarteles de los esclavos de Aryth.
Sí. El amo de los esclavos siempre parecía necesitar infinidad de tontos a los que utilizar como cebos.
—¿Y si alguien acudiera a rescatarlos mientras los atacamos por el camino?
—No he tenido eso en cuenta —Lee suspiró como si estuviera muy decepcionado.
Sin embargo, Wonpil tenía que admitir que también estaba deseoso de enfrentarse a Jackson. Le daría gran placer entregárselo a Aryth y ser testigo de su humillación final.
Lejos de ser un estúpido. Wonpil sabía que Jackson le había pedido a Morigatte su liberación junto a la de los otros únicamente para tenerlo vigilado. Después de haber sufrido el desprecio de todos ellos durante años, ¿cómo podían haber pensado que iba a alegrarse de entrar a formar parte de su redil?
En absoluto. Lo único que le gustaba de su libertad era el oro que iba a ganar después de devolverlos a todos al lugar al que pertenecían: el cautiverio.

***
Mark había pasado el tiempo suficiente con su padre y sus hombres como para saber cuándo algo iba mal, y el desasosiego de Jackson proyectaba una sombra de fatalidad que le provocó un escalofrío a pesar del cálido sol.
No obstante, no podía entender su cautela por que a pesar de haber tenido que esperar a que las aguas del canal se calmaran lo suficiente como para poder cruzarlo, el viaje de seis días desde Poitiers hasta Southampton se había desarrollado sin incidentes.
No obstante, Jackson y Yugyeom se habían mostrado cautelosos desde el momento en que abandonaron el castillo.
Cauteloso y… frío. Jackson había respondido a sus preguntas con respuestas de una sola palabra que se habían asemejado más a gruñidos que a expresiones propias de un humano. Incluso cuando se habían detenido por las noches, tanto en los mismos caminos como en cabañas vacías o posadas, apenas había hablado.
Tampoco podía decirse que estuviera furioso ya que, si bien, su actitud había sido brusca, sus ojos no habían reflejado ira. Tenía la sensación de que estaba consumido por una preocupación y una inquietud a la que no podía poner nombre y al final había dejado de intentar mantener una conversación con él.
Ahora, el hombre que había matado a otro sin más que sus propias manos tenía sus armas preparadas. Una espada que colgaba de su cinturón y otra enganchada a la espalda. Las dagas no las llevaba envainadas, sino que una estaba colocada en lo alto de su bota alta y la segunda colgaba de una correa de su silla.
Si por alguna razón caía al suelo o lo tiraban del caballo, lo más probable era que se empalara a sí mismo con sus propias armas. Yugyeom se había armado del mismo modo. Parecían estar dirigiéndose a la batalla.
Pero si esperaban que los atacaran, ¿quiénes eran los enemigos? ¿Y por qué alguien querría atacar a ese pequeño grupo?
Ladrones, desde luego no, ya que impacientes por abandonar el castillo, no se habían detenido a recoger todas sus pertenencias. De modo que las posesiones que llevaban con ellos no eran más que las estrictamente necesarias. Por lo que sabía, no llevaban nada de valor que pudiera indicarles a los asaltantes de caminos que eran propietarios de grandes riquezas.
No podía soportarlo más, y así, tras situarse al lado de Jackson, le preguntó:
—¿Qué te preocupa tanto?
—Nada —estudió detenidamente los árboles que se alineaban a lo largo del camino, un acto que ya había repetido antes en innumerables ocasiones.
—Si no te preocupa nada, ¿qué estás buscando?
Sin apartar la vista del bosque le preguntó:
—¿Acaso no puedo observar los alrededores?
Mark se estremeció ante la injustificada brusquedad con que le habló. Pero ya no volvería a anularla con semejante hosquedad.
—Podéis observar los alrededores que queráis milord.
Su sarcástica respuesta captó su atención. Sin dejar de mirarlo continuó:
—Resulta que si alguien va a salir de detrás de esos árboles para atacamos, preferiría saberlo de antemano.
Lanzó un exagerado suspiro.
—Intentaba ser discreto.
—Pues no lo estás consiguiendo.
—Eso parece —comprobó el camino que se abría ante ellos—. ¿Tan raro te resulta que me preocupe de tu seguridad? ¿No haría tu padre lo mismo?
Si quería saber la verdad, la respuesta era «no». Su padre no se preocuparía tanto por su seguridad. Su caballo y sus hombres siempre eran lo primero. Hombres… Mark se detuvo a pensar… no había hombres. Ningún guardia protegía al conde de Wang. Miró atrás, hacia Yugyeom y Junbi antes de responder.
—¿Dónde están tus hombres?
Él se encogió de hombros, como si la pregunta no tuviera importancia.
—Tal vez ahora entiendes la razón por la que presto tanta atención a los alrededores.
—¿No tienes hombres o guardias a tu cargo? —estaba claro que el rey no le habría otorgado el título a alguien que no tuviera medios para permitírselos.
—Yo no he dicho eso.
Absolutamente confundido, preguntó:
—¿Y por qué no están aquí contigo?
—Están…
Su respuesta fue interrumpida por una serie de estridentes silbidos. Jackson gritó:
—¡Cabalgad! —y tomó las riendas del caballo de Mark.


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