Debutantes II -Capítulo Final




A los caballos causantes del accidente los habían apartado unos pocos metros. Seguían enloquecidos, se resistían a retroceder, golpeaban el suelo con los cascos. Un hombre, probablemente el cochero, estaba de pie delante de los animales y, con los brazos abiertos, trataba de contenerlos.
Decía a todos los que quisieran escucharlo:
—He intentado detenerlos. Un chico tiró un petardo, una niñería, pero los caballos se asustaron. ¡He intentado detenerlos!
—No lo toque, señor —dijo alguien detrás de Siwon.
—La ayuda está en camino, llegarán en cualquier momento.
—Alguien ha ido a buscar un médico. Dijo que conoce a uno que vive en la otra calle.
—Aún lo estoy viendo, los dos chicos cruzaron la calle corriendo delante del coche descontrolado. Es una suerte que no los atropellara a ambos.
—Yo también lo estoy viendo. Lo vi y no podía quitarle los ojos de encima. Parecía un ángel. Y entonces desapareció debajo de los caballos. Que los maten, digo yo. Nunca puedes fiarte de un caballo asustadizo.
—Qué lástima, un joven tan guapo.
Las voces venían de todas partes, no le hablaban a él, sólo relataban lo que habían visto. Eran como un rugido en sus oídos. No podía dejarlo allí, en la calle. Simplemente, no podía.
Alguien trató de impedirle que lo cogiera en brazos.
—¡Es mi esposo! —rugió y lo dejaron en paz. Siwon no sabía que las lágrimas bañaban sus mejillas. No sabía que tenía aspecto de loco.
—¡Por Dios, Hee, no te me mueras! —repetía una y otra vez como si fuera un mantra, rezando por que pudiera oírlo, de alguna manera.
—Tengo un coche. ¡Tengo un coche! ¡Choi, por favor, no puede llevarlo a caballo!
Era Jungmo quien le gritaba y le tiraba de la chaqueta. Él se había detenido bruscamente delante de su caballo, dándose cuenta con espanto de que no podía montar y seguir llevando a Heechul con cuidado.
—¿Lord Choi?
Finalmente miró a Jungmo.
—¿Dónde?
—Sígame. No está lejos.
El gentío no se había dispersado. Detuvieron el tráfico para que él pudiera cruzar la calle con Heechul en los brazos. Jungmo no subió al coche con él, le daba miedo después de cómo lo había mirado. Gritó la dirección al cochero. La residencia de los Kim. Siwon hubiera preferido llevarlo a su propia casa.
—¡Le llevaré el caballo y un médico! —creyó oír gritar a Jungmo mientras el coche se alejaba.
Fue el recorrido más largo de su vida aunque sólo tardaron unos minutos en cubrirlo, con el cochero conduciendo el vehículo rápidamente y con cuidado a lo largo de las calles congestionadas. No podía quitar los ojos de la cara ensangrentada de Heechul. Una de sus mejillas estaba terriblemente hinchada. No podía ver el corte a través de la sangre pero, con tanta hemorragia, deberían darle puntos que, sin duda, dejarían una cicatriz. Era la menor de sus preocupaciones. En esos momentos, ni siquiera sabía si sobreviviría.


El dolor era insoportable. Heechul parecía cruzar sus límites flotando. No tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado. Tampoco lograba abrirse camino hasta la conciencia total. Cada vez que lo intentaba oía voces, aunque no estaba seguro si les respondía con palabras coherentes o si todo formaba parte de la pesadilla interminable en la que estaba atrapado.
—No te atrevas a rendirte, Heechul. Ni se te ocurra morir para evitarme. No voy a permitirlo. ¡Despierta, te estoy hablando!
Conocía bien esa voz. ¿No se daba cuenta de que estaba despierto? ¿Por qué no podía abrir los ojos para verlo? ¿Realmente corría peligro de morir?
Las voces entraban y salían de su cabeza pero le dolía tanto intentar concentrarse que, al final, desistió. ¿Las recordaría cuando se despertara de verdad? ¿Por qué no podía despertarse?
—Las heridas curarán pero las cicatrices serán permanentes. Lo lamento.
No conocía aquella voz. ¿Por qué cicatrices? Y ¿por qué lloraba alguien? El sonido se desvaneció.
—El médico aconsejó que trataras de dormir mientras dura el dolor. Te ayudará, cariño.
Conocía esa voz. Su appa. Y el sabor del líquido caliente que fluía por su garganta empezaba a serle familiar. ¿Lo estaban medicando? Así pues, era lógico que no pudiera despertar por completo ni articular palabras. Una vez más se hundió en la inconsciencia bendita.
Le dolía cuando le cambiaban los vendajes. Un lado de la cabeza, la mejilla, el hombro. Le dolía tanto que huía a refugiarse en las tinieblas cerradas de la nada, nunca se mantenía consciente el tiempo necesario para saber cuántos vendajes cubrían su cuerpo. El peor dolor era el de su cabeza. Los latidos dolorosos no cesaban nunca. Lo seguían en sus sueños, un recordatorio permanente de que le sucedía algo terrible. ¿Realmente quería despertarse para averiguar qué era?
—Deja de llorar. Maldita sea. Soogeun, estas lágrimas no ayudan. Qué importa un par de cicatrices. No es el fin del mundo.
También conocía esa voz y ojalá se fuera. No le molestaban los suaves sollozos de su appa. En realidad, era un sonido reconfortante. Heechul no podía llorar. Su appa lloraba por él. Pero sí le molestaba la voz áspera de su padre.
—Vete.
¿Logró decirlo en voz alta o sólo se lo había parecido? Quien se fue, en cambio, fue él mismo, volvió a la nada bendita que lo protegía del dolor.
La única vez en que logró abrir los ojos vio que estaba en su habitación. Su padre estaba sentado en una silla junto a la cama. Le sostenía una mano junto a su mejilla. Sus lágrimas le mojaban los dedos.
—¿Por qué lloras? —preguntó—. ¿Estoy muerto?
Su padre lo miró inmediatamente, se ve que esta vez logró pronunciar las palabras. Su expresión se llenó de gozo. No recordaba haber visto a Kim Janghoon tan feliz en el pasado.
—No, mi ángel, tú vas a...
¿Ángel? ¿Su padre usaba palabras cariñosas?
—Da igual —lo interrumpió—. Debo de estar soñando. —Y enseguida se durmió otra vez.
Después de este episodio, sin embargo, los breves lapsos de conciencia empezaron a prolongarse. Y los latidos dolorosos ya no eran incesantes. Hasta había momentos en que no sentía dolor..., mientras no intentara moverse.
Entonces despertó una mañana y se mantuvo despierto. Hanni andaba ajetreada por la habitación, como siempre; añadía leña a la chimenea, quitaba el polvo de las mesas, del tocador, de...
Dios, habían cubierto el espejo del tocador con una tela. ¿Tan grotesca era la herida de su cara? ¿Temían que la viera? Horrorizado, se llevó las manos a la cara pero lo único que tocó fueron los vendajes de tela. Parecían envolver firmemente su cabeza entera, las mejillas y el mentón.
Le dio miedo arrancarse los vendajes, miedo de lastimarse aún más si lo hiciera. Incapaz de ver por sí mismo, quiso interrogar a Hanni acerca de la gravedad de las heridas pero las palabras se le ahogaron en la garganta. La verdad le daba miedo. Y empezaron a manar las lágrimas. Cerró los ojos, con la esperanza de que Hanni se iría sin darse cuenta.
Qué ironía tan increíble. Toda la vida había odiado la cara con la que había nacido, y ahora que estaba deformada no podía evitar llorarla.
Y lloró durante horas. Lloró hasta quedarse seco. Cuando volvió Hanni, en torno al mediodía, Heechul yacía en la cama mirando fijamente al techo. No se había conformado con su deformidad, pero sabía que no podía hacer nada al respecto. Se acostumbraría. De alguna manera. Odiaba la autocompasión, sobre todo, la suya propia.
—Gracias a Dios, estás despierto y ya puedes comer —dijo Hanni cuando se acercó lo suficiente para ver que los ojos de Heechul estaban abiertos—. ¡Este caldo que te metíamos en la boca no basta ni para alimentar un conejo! ¡Estabas a punto de consumirte por completo!
Hanni habló con demasiada alegría para que sus palabras fueran verdad.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó Heechul.
—Casi una semana.
—¿Tanto? ¿En serio?
—Era evidente que necesitabas descansar, no te preocupes por eso. ¿Cómo está tu cabeza?
—¿Qué parte en concreto? —preguntó Heechul secamente—. Toda ella es un latido de dolor.
—Te dieron un golpe malo en el lado de la cabeza. Es la herida que más sangraba. El médico tuvo el valor de sugerir que podrías no despertar por culpa de ella. Tu papá lo mandó a paseo e hizo llamar a otro médico.
—¿Papá hizo eso?
—Ah, sí. Estaba furioso con ese hombre. El nuevo médico fue más optimista, y con razón. ¡Mírate! Ahora que has despertado, todo irá bien. ¡Y yo devolveré el caldo a la cocina para traerte algo más sustancial!
—Pescado hervido —dijo Heechul y, de pronto, la invadió el temor más espantoso.
—Pescado hervido será —respondió Hanni, con voz que seguía siendo demasiado alegre—. Aunque tenga que ir yo misma al mercado para comprar pescado fresco.
Hanni tardó en reaparecer. Debió de ir realmente al mercado. Antes de partir, sin embargo, corrió la voz de que Heechul estaba consciente. El siguiente en visitarlo fue su padre, la única persona capaz de distraerlo del temor de haber perdido al niño.
Heechul ya no era su juguete precioso. ¿Era cierto que se había despertado de la pesadilla y lo vio llorar? De ser así, sin duda ésa era la razón.
—¿Ya te estás recuperando? —preguntó su padre—. Tenía que verlo con mis propios ojos antes de despertar a tu appa para darle la buena noticia. Ha pasado las noches a tu lado y todavía está en la cama.
—¿Realmente hacían falta tantos vendajes en mi cabeza? —preguntó Heechul mientras él acercaba una silla a la cama y se sentaba a su lado.
—Pues sí, aunque son dobles. Algunos han servido para sujetar las compresas frías que tu appa insistió en ponerte en la mejilla, que estaba muy hinchada. La mayoría, sin embargo, son para sujetar el vendaje que cubre la hinchazón de tu cabeza. La alternativa sería afeitarte la cabeza para ponerte puntos, y a tu appa le dio un ataque al pensar que pudieras perder un solo mechón de cabello. Por eso te apretaron más los vendajes en esa parte y el corte cicatrizó bastante bien sin necesidad de ponerte puntos. Seguramente te los podrán quitar cuando venga el médico dentro de un rato.
—¿Cuántos puntos me pusieron... en otras partes?
Su padre suspiró.
—Unos cuantos. —Era mentira. Su padre debería practicar para no ruborizarse cuando mentía, pensó Heechul. De hecho, no quería saber la verdad. Acabaría averiguándolo por sí mismo..., cuando reuniera el valor para quitar la tela del espejo de su tocador. Su padre aún parecía incómodo cuando dijo—: Ni por un momento he dudado de tu recuperación aunque... pudo ser mucho peor y, después de haber estado a punto de perderte, he visto en mí algunas cosas de las que no estoy orgulloso. No soy un hombre expresivo. Soy terco, huraño, soy...
Heechul lo interrumpió.
—No me estás diciendo nada que no supiera, papá, pero ¿por qué lo mencionas?
—Se me ocurrió que, bueno, es decir..., maldita sea —concluyó frustrado.
—¿Qué pasa? Dilo, sin más.
Su padre volvió a suspirar. Cogió la mano de Heechul entre las suyas y la sostuvo suavemente, mirándolo con atención.
—Tú y yo peleamos tanto a lo largo de los años que se convirtió en una costumbre. Y, cuando aparecen las costumbres, perdemos otras cosas de vista. Se me ocurrió que quizá pensaras que no te quiero. Ya está, lo he dicho. La verdad es que te quiero mucho.
Alzó la vista para ver su reacción. Heechul lo miraba incrédulo. No sabía qué decir ni si sería capaz de decir algo con ese nudo que le cerró la garganta. ¿Era humedad lo que afloró en sus ojos?
—Voy a decirte algo que tu appa no sabe —prosiguió él—. Mi infancia no fue fácil. Me enviaron a los mejores colegios, donde estudiaban los hijos de la sociedad más selecta. Ojalá no lo hubieran hecho. Los chicos pueden ser crueles. Me echaban continuamente en cara que no pertenecía a su clase. ¿Te lo puedes creer? El hijo de un conde no era de su clase.
Parecía ver el pasado, inmerso en viejos recuerdos desagradables. Sorprendentemente, Heechul comprendía, de algún modo, por qué se lo contaba.
—No estabas en la calle mirando por las ventanas, papá. Tu título vale tanto como cualquier otro.
—Lo sé. Incluso llegué a sospechar que tenían celos, porque mi familia era muy rica mientras que las familias de muchos chicos con títulos más importantes no lo eran. Eso, no obstante, no influía en la necesidad imperiosa de demostrar que yo era tan bueno como ellos, en la necesidad de pertenecer, en última instancia. Y esa urgencia nunca me abandonó, aunque no tenía medios para alcanzar mi objetivo..., hasta que naciste tú, que eras más hermoso cada año que pasaba. Tú eras mi demostración. Por eso te exhibía... demasiado. El asombro que producías, las palmaditas en la espalda, las felicitaciones, nunca me cansaba de recibirlas. Compensaban todos aquellos años en que me sentía inferior. Ahora me doy cuenta de que fui muy egoísta, que te obligué a vivir situaciones sociales que no estabas preparado para afrontar. Porque estaba tan orgulloso de ti..., Heechul.
—No estabas orgulloso de mí, papá —dijo con un hilo de voz—. Estabas orgulloso de ti mismo, por ser mi señor. No se pueden comparar las dos cosas.
Él agachó la cabeza.
—Tienes razón, Chul. Tuve que llegar al borde de perderte para abrir los ojos y ver cuántas cosas lamento en lo que se refiere a ti. Tu appa siempre intentaba decírmelo. Eran las únicas ocasiones en que discutíamos. Pero yo nunca le hacía caso. Estaba demasiado obsesionado con mi orgullo mal entendido. Ojalá pudiera empezar de nuevo. Sé que no es posible. Aunque no es demasiado tarde para corregir mi último error.
—¿A qué te refieres?
—Sé que no eres feliz en este matrimonio que te impuse.
—Tú no me lo impusiste, papá.
—Claro que sí. Te di la orden de casarte con Choi. Me aseguré de que todo el mundo esperara que sucediera.
Heechul le dirigió una sonrisa triste y dijo:
—¿Cuándo he obedecido tus órdenes sin tramar todo lo contrario? Fue mi enfado lo que impulsó a Siwon a llevarme a rastras al altar. Nada tuvo que ver contigo.
Janghoon se aclaró la garganta y arqueó levemente una ceja.
—En cualquier caso, no necesitas seguir dentro de este matrimonio. Tu marido no se ha comportado precisamente como un marido, y no creo que tengas dificultades en anular el matrimonio, con mi ayuda.
Heechul quedó asombrado.
—¿Renunciarías al título de duque sin oponer resistencia?
—Heechul, ahora sé que sólo quiero que tú seas feliz. El título no era sólo para mí. A veces, tu appa y yo hablamos de ti sin discutir. Sé que aspirabas a ser como él aunque en un nivel superior, que deseabas ser el anfitrion más importante de Londres. El título superior te habría ayudado a alcanzar tu objetivo.
Heechul suspiró. Qué poca importancia tenía eso ahora. Ahora mismo lo único que deseaba era que el olor a pescado hervido le produjera náuseas.
Supo que volvían las lágrimas y luchó por contenerlas.
—Seguramente tienes razón. La relación entre Siwon y yo no podía ser. Él no se opondrá a la anulación. Aunque... —Quiso decir que no estaba seguro si la anulación sería ya posible. Pero así daría a entender a su padre que Siwon y él habían tenido relaciones íntimas y prefería no decírselo todavía, pronto sabría si aún estaba embarazado. De hecho, si había perdido el bebé, el médico ya se lo habría comunicado a sus padres y ellos sólo trataban de protegerlo de la triste verdad. Suspiró— Gracias por ofrecer tu ayuda. Me gustaría pensar en ello antes de decidir.
—Por supuesto. Primero te has de recuperar. Cuando te encuentres en forma será el momento de considerarlo.
Su padre le dio un abrazo antes de marcharse. Un auténtico abrazo. Con cuidado, como si temiera romperlo pero, aun así, un auténtico abrazo.
Heechul se echó a llorar en el momento en que su padre cerró la puerta. Después de tantos años se sentía reconciliado con su padre, sentía que, por fin, tenía un papá, y que él lo quería. Necesitaría mucho tiempo para hacerse a la idea.
Entonces llegó el pescado hervido y Heechul lloró muchísimo más, porque no le dio náuseas. Realmente, ya nada le impedía que alejara a Siwon de su vida con una anulación. Ay, Dios, las cicatrices con las que tendría que convivir no eran nada comparadas con la pérdida de su hijo..., y de Siwon con él.


—Sólo una pequeña marca —dijo el médico cuando quitó los vendajes de la cara de Heechul y le sostuvo el mentón para estudiar su rostro. El palidecimiento instantáneo del joven lo obligó a rectificar rápidamente—: Por Dios, muchacho, sólo estaba bromeando. —Luego suspiró—. Mi mujer siempre se queja de mis maneras con los pacientes. Debería hacerle caso. Todo irá bien. Las cicatrices se irán borrando. Antes de darte cuenta ya ni las verás.
Estaba siendo amable. Era un buen hombre. Debieron conocerlo antes para tenerlo como médico de la familia, aunque no solían enfermar a menudo. Después de inquietarlo, dijo que deberían esperar unos días más antes de retirar los vendajes del resto de su cuerpo.
Soogeun, de pie en el lado opuesto junto a la cama, lo reconfortó:
—El médico tiene razón. Estábamos muy preocupados por el pómulo roto pero sólo es una pequeña imperfección, que apenas se nota. Cuando pienso en lo mal que pudo ir todo... ¡Pero bueno, tus hoyuelos se han acentuado!
Su appa no lo ayudaba. Los hoyuelos no se encuentran en los pómulos.
—Te da más carácter, si quieres mi opinión —dijo Hanni en los pies de la cama—. Sigues siendo el joven más hermoso que he visto en mi vida, no te preocupes, querido.
Seguían intentando animarlo. Nada podría conseguirlo, sin embargo. Su rostro perfecto ya no era perfecto.
En cuanto Soogeun salió de la habitación para acompañar al médico Heechul se levantó de la cama para vestirse.
—No ha dicho que puedes levantarte y andar por ahí —objetó Hanni.
—Tampoco ha dicho que no puedo. Aunque no pienso salir de la habitación, sólo de esta maldita cama. Una bata bastará.
Las heridas no le dolían mientras no estirara la piel que las rodeaba. Ahora llevaba el dolor en su interior y lo único que hacía en la cama era llorar. Estaba harto de eso.
Hanni lo dejó solo después de aconsejarle unas veces más que descansara. Heechul estuvo mucho rato de pie delante de la chimenea, contemplando las llamas. En realidad, la cama nada tenía que ver con sus lágrimas. Podía sentirlas justo debajo de la superficie, a punto de rebosar si pensaba en las cosas que le partían el corazón. Así que intentó no pensar en nada. Lo intentó de verdad...
—¿Cansado de holgazanear en la cama?
Se dio la vuelta... e hizo una mueca. Todavía no podía permitirse movimientos bruscos como éste. Siwon estaba de pie en la puerta, apoyado en el marco con las manos en los bolsillos. Heechul lo devoró con la mirada. Dios, qué bueno era verlo. Entonces se acordó de su cara y se volvió de nuevo hacia la chimenea. Con otra mueca de dolor.
—¿Quién te ha dejado pasar?
—Ese tipo que suele abrir la puerta. —Siwon sonaba demasiado altivo para su estado de ánimo.
—¿Por qué has venido? Ya no quiero pelear contigo. Vete.
—No estamos peleando. Y no me voy. —Cerró la puerta tras de sí, ruidosamente, para subrayar su afirmación.
Heechul no deseaba enfrentarse a él todavía. Se sintió cerca del pánico. Jamás se lo perdonaría a sí mismo si se echaba a llorar delante de él. Y no soportaba la idea de que Siwon viera su cara desfigurada.
—¿Qué haces aquí? —repitió con voz más contundente.
—Dónde podría estar sino junto a la cama de mi esposo en sus momentos de necesidad.
—Tonterías —comentó Heechul.
—Pues no. He venido muy a menudo. En realidad, cada día. Tu padre tuvo la descortesía de no ofrecerme una habitación, después de todo el tiempo que he pasado aquí.
Heechul no se creía ni una palabra. Y el pánico aumentaba. Mantuvo la cara apartada. De percibir el menor indicio de lástima...
No podía enfrentarlo sin saber qué vería él cuando lo mirara. Se acercó al tocador, arrancó de un tirón la tela que cubría el espejo y se quedó mirando, sorprendido. El espejo no estaba allí, sólo el marco vacío. ¿Tan fea era la marca de su rostro? ¿Tanto como para retirar el espejo de su habitación?
—Estaba furioso porque no podía hacer nada para ayudarte —dijo Siwon desde el otro extremo de la habitación—. Yo rompí tu espejo. Lo siento. No quería que te vieras a ti mismo envuelto en vendajes como una momia. La visión me espantaba, seguro que a ti te aterrorizaría. —Heechul percibió la sonrisa en su voz. ¿Bromeaba con su condición? Muy cruel de su parte. Entonces Siwon dijo dulcemente justo detrás de él— ¿Aún te duele?
Dios, sí, le dolía; le dolía en el fondo de su alma, y lo único que quería hacer era refugiarse entre sus brazos y llorar. No podía hacerlo, sin embargo. Siwon era su marido pero no le pertenecía. Heechul no reclamaba una parte de su corazón, como hacía él. Aunque nunca lo sabría. No iba a imponerle un esposo desfigurado. Su padre le había ofrecido la solución. Debería facilitarle la aceptación con alegría de una solución tan fácil. Debería hacerlo continuando con su charada.
—Estoy bien. Seguramente piensas que éste sólo es el postre, la caída del Rey de Hielo. No creas ni por un momento que no puedo superar esta situación.
—¿De qué estás hablando? —dijo Siwon.
—¡De mi cara deformada!
De repente él lo cogió del brazo, lo arrastró fuera de la habitación y a lo largo del pasillo, donde se detuvo para asomar la cabeza en todas las estancias hasta que encontró una que tenía un espejo. Lo empujó delante de él. Heechul cerró los ojos. No podía soportarlo.
Pero él insistió.
—¿Lo ves? La capa superior de la piel fue arrancada a la altura de la magulladura pero esta capa se pierde igualmente tras algunas exfoliaciones. El enrojecimiento desaparecerá dentro de una semana y el cardenal, seguramente, incluso antes. Y tengo la impresión de que la pequeña marca permanente no hará más que realzar tu belleza. Eres único en encontrar recursos para ser todavía más hermoso.
El tono bromista de su voz... Heechul abrió los ojos y miró su cara. Siwon no mentía. Allí había una mancha roja que, a primera vista, le alarmó pero no era lo bastante profunda para formar siquiera una costra. Un cardenal feo cubría aún casi toda la mejilla. Y debajo de todo, en lo alto del pómulo, aparecía una marca. Se inclinó hacia el espejo para examinar los daños. Era una imperfección evidente, admitió para sí mientras reprimía las lágrimas, aunque no tan profunda como temía. La gente se daría cuenta pero el precio era pequeño por haber salido con vida de aquel accidente.
—Hablaron de cicatrices —dijo—. ¿Dónde están?
—¿No las has visto, aun sin espejo?
—No, no tengo la costumbre de mirar mi cuerpo desnudo.
—Pues deberías. Es absolutamente maravilloso.
Heechul se volvió para mirarlo.
—Eso no tiene gracia.
Él apoyó las manos en sus mejillas.
— Hee, estaba aquí cuando te cosieron. Tendrás una pequeña cicatriz en el hombro, otra en el costado y otra en la cadera, y todas se irán borrando con el tiempo. Gracias a Dios, no te rompiste un solo hueso, sufriste únicamente graves magulladuras que ya casi han desaparecido. La única herida que nos preocupaba es la de tu cabeza y, según me han dicho, ésta también se está curando.
Heechul tardó un momento en asimilarlo todo. ¿Había derramado la mitad de sus lágrimas por nada? La otra mitad, no, sin embargo.
Se apartó de Siwon y se dirigió a su habitación. Él lo siguió. Hasta cerró la puerta de nuevo. ¿Por qué no se iba? Debería hablarle de la anulación. Entonces sí que se iría... feliz.
Intentó formular las palabras mentalmente pero él lo distraía demasiado. Lo miraba con ternura. ¡Ay, Señor!
—No fue la apuesta la que acepté, fue el desafío —empezó a decir Siwon.
—¡No!
—Vas a oírlo aunque tenga que atarte. Youngwoon estaba convencido de que jamás podrías cambiar. Yo no estaba de acuerdo. Todo el mundo puede cambiar, incluso tú, ésa fue mi posición. Y cambiaste. De una forma maravillosa. Y, puesto que no eras un joven feliz, los jóvenes felices no causan problemas donde van, también quise cambiar eso. Nunca cobré la apuesta. Te ayudé porque deseaba sinceramente ayudarte.
—¡Tus motivaciones eran falsas!
—No, no lo eran, aunque no mencionara el factor que puso todo en marcha.
—Ah, sí, se te da muy bien dejar de mencionar cosas pensando que eso no es mentir, ¿verdad?
—Podría decir lo mismo de ti. ¿O vas a seguir fingiendo que iniciaste aquellos rumores cuando sé que no lo hiciste?
—¡Lo habría hecho! —afirmó.
Siwon rió.
—No, Hee, no lo habrías hecho. Déjalo ya. Sabes que ya no eres aquella persona. Deberías estar agradecido de la apuesta, no furioso por ella. Gracias a la apuesta nos conocimos mejor.
Heechul se quedó muy quieto. ¿Pretendía decir lo que le parecía? No podía ser aunque la expresión de sus ojos, llenos de calidez, lo confirmaba.
Su silencio sin aliento dio a Siwon la oportunidad de atraerlo hacia sí.
—Hay otra cosa que no te dije y debí hacerlo hace mucho.
Casi le daba miedo preguntar.
—¿Qué?
—Te quiero —dijo él con profunda ternura—. Quiero cada parte de ti. Hasta me he encariñado con tu temperamento, así que no te sientas obligado a ocultármelo... siempre. Amo tu aspecto. Amo tus sentimientos. Amo tu forma de hallar el coraje para cambiar.
Le estaba diciendo cada palabra que deseaba oír. Dios, aún estaba soñando. Su mente lo inventaba todo porque lo deseaba tantísimo.
—No querías casarte conmigo. Te obligué a hacerlo con mi maldito genio.
Él negaba con la cabeza.
—¿Realmente crees que podrías obligarme a hacer algo así en contra de mi voluntad? —indagó Siwon.
—Entonces, ¿por qué me devolviste a casa de mis padres aquella noche?
—Porque estaba furioso. Sabes muy bien cómo tirar de mis hilos.
Lo dijo sonriendo. Heechul se ruborizó sólo un poco.
—¿Por eso derrochaste dinero para comprarme una casa? ¿Porque estabas furioso?
—Y porque tú también lo estabas. Me pareció una buena solución temporal. Aunque comprar propiedades nunca es un derroche. En realidad, es una casa muy grande, más que la mía. Y tiene un salón de baile.
¿Recordaba su viejo deseo? Muy tierno de su parte, aunque esos viejos deseos parecían muy triviales ahora que estaba colmado de alegría. Le bastaba el amor de Siwon para sentirse completo.
—Sobre todo —prosiguió él— lo hice porque sabía cuánto deseabas librarte de la tutela de tu padre y, puesto que aún no estabas preparado para vivir conmigo...
—Lo he entendido —repuso con dulzura.
_¿De verdad? ¿Seguro que no tenemos más motivos para pelearnos?
 Heechul sonrió.
—Creo que no.
—Entonces, voy a llevarte a casa, adonde debí llevarte desde el principio. Mi casa, donde perteneces.

***

—Tu primer baile no puede ser demasiado lujoso. Si vas a ser el anfitrión principal de cada temporada, no puedes empezar desde arriba porque ya no habrá lugar más alto al que apuntar. No tendrás margen para mejorar.
Heechul miró a su marido.
Estaban acurrucados en el sofá, Siwon le rodeaba los hombros con el brazo, se apretaba contra él. Era un hombre muy afectuoso. Incapaz de estar cerca sin tocarlo, besarlo o, simplemente, abrazarlo. Heechul adoraba esta característica suya, ésta y, bueno..., no se le ocurría nada que no adorara en ese hombre.
—Un baile, ¿eh? —preguntó.
—Uno por temporada. Éste es mi límite.
—Odio decepcionarte, amor mío, pero creo que estaré demasiado ocupado criando a nuestra joven hijo para pensar siquiera en organizar bailes.
—Da mucho trabajo, ¿verdad?
El jovencito de cabellos dorados estaba sentado encima de una manta mullida en el suelo jugando. Hacía pocas semanas que había aprendido a gatear y ya era un experto. De hecho, era bastante asombroso que se quedara quieto aunque fuera por unos minutos.
Heechul no había perdido a su niño, como temía. Su alivio y su alegría fueron tremendos cuando reaparecieron las malditas náuseas y duraron varios meses. El trauma del accidente sólo le había procurado un breve alivio.
Siwon recibió la noticia encantado. No quería tener muchos hijos. ¡Sólo un puñado, dijo! Y él estaba completamente de acuerdo. Después de dar a luz al primero, que adoraba, estaba listo para tener más.
Se habían instalado en Londres, en la casa grande que Siwon había comprado para Heechul. Poco a poco, la fue redecorando. Organizaba reuniones sociales aunque no muy a menudo. Celebraron una fiesta grande, sin embargo, para celebrar su boda aunque fuera con retraso. Fue idea de Siwon, y Heechul le pidió a su appa que la organizara. Incluso invitaron a Jungmo, porque los dos viejos amigos no tardaron mucho en intimar de nuevo..., más que nunca. Los celos ya no tenían lugar en la vida de Heechul.
Siwon le dio un beso en la frente y otro en la mejilla imperfecta. Heechul movió un poco la cabeza para que pudiera besarle los labios. Él no necesitaba más invitación. Fue un beso tierno, lleno del amor que compartían. De haber estado en cualquier otra estancia de la casa, ese beso pronto los habría llevado a otra cosa. ¡Pero no en la habitación de su hijo!
El chillido atrajo sus miradas hacia él, que gateaba hacia ellos reclamando su parte de la atención con una gran sonrisa en su cara de querubín. Él no sería el jovencito más hermoso para agraciar con su presencia la temporada londinense. Ah, no. Sería el joven más hermoso del mundo, el joven más inteligente, el más encantador de todos. A sus padres no les cabía la menor duda.




4 comentarios:

  1. No No No
    Que es este final tan abrupto!!!!
    Noooo no se vale.... Yo quería muchoooooo drama 😣 ahhh
    Pero igual.... Menos la que Siwonshis le dijo a su rubio que lo quería... Que lindos!!!! 😎

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  2. No perdió al bebé que bien y formo una linda familia, no quería que acabara pero bueno asi es esto, muchas gracias bye.

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  3. Que bonito final! me encanta el SiChul quiero leer más adaptaciones como esta Yota
    eres demasiado buena para elegir la adaptación correcta para cada pareja
    muchas gracias~~

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  4. Hasta me sentí un pelín mal por Hee y la posibilidad de que perdiera al bebé...no voy a decir que ahora me cae 100% genial...mentiria.
    Pero que bonito que la telaraña que Hee y Siwon armaron para ellos mismos,termino en muy buenos resultados.
    Sin duda,ese bebé será hermoso sin duda.
    El cambio de Hee fue como el final de esta historia😂😂😂😂😂😂😂
    Todo salio bien para todos.

    Lo malo es que ya no supimos de la boda de Teuk y Kangin😔😔😔😔

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...