Libre para Amar I- 8




Jackson miraba desde el otro lado de la sala. Luchó contra la sensación que estaba tomando forma en su pecho y contra la necesidad de asesinar a Huitaek de Lee. Si ese ñoño lacayo de la corte no apartaba sus manos de Mark, tendría que morir. Era así de simple.
—Milord Wang, ¿no os parece que hace demasiado calor aquí?
Y su muerte no sería ni rápida ni indolora. No. Haría que ese hombre viviera un infierno.
—¿Milord Wang?
Lo ataría a un poste en el desierto y golpearía su cuerpo desnudo hasta hacerlo sangrar. Entonces el sol abrasaría su piel y el olor de la sangre seca llamaría la atención de los buitres.
—¡Lord Wang!
La brusquedad de la voz del joven Junbi lo dejó aturdido.
—Disculpad.
Él le puso una mano en el brazo.
—¿No creéis que hace demasiado calor aquí dentro?
¿Por qué ese joven siempre tenía que estar tocándolo? No quería que lo tocara, no le agradaban esas confianzas que se tomaba.
—No —y con el fin de distraerlo, asintió hacia un grupo de juglares—. Sentémonos un rato.
Su gesto lo dijo todo. Sus ojos brillaron, apretó los labios y apartó la mano de su brazo. Pero en un instante la irritación se desvaneció de su cara y una sonrisa apareció en su boca. Se pasó la mano por la frente.
—Milord, estoy mareado y necesito aire fresco.
El tono lastimero con que habló hizo que a Jackson lo recorriera un escalofrío. ¿Pero qué le sucedía? Ese joven era todo lo que alababan los trovadores.
Y sin embargo allí estaba él, como un chico tras un joven que no lo quería. ¿Dónde había dejado su control? Había alimentado su sed de venganza a diario durante muchos largos años. ¿Dónde estaba esa sed ahora?


Jackson miró a Mark, Lee y él estaban sentados con las frentes juntas, como un par de tortolitos. De vez en cuando uno de ellos lo miraba antes de volver a su conversación. ¿Por qué? ¿Acaso era el objeto de su discusión?
Las caricias que se estaban prodigando, la familiaridad que parecía haber entre ellos lo estaban consumiendo. ¿Y ese rubor en las mejillas de Mark? ¿Eran fruto de la vergüenza por las confianzas que Lee se estaba tomando o acaso ese hombre lo estaba haciendo arder de deseo del mismo modo que quería que ardiera por él?
—Eso no os hará ningún bien.
Jackson salió de esa tortura a la que él mismo se estaba sometiendo y miró al joven Junbi.
—¿Qué no me hará ningún bien?
—Ya está elegida, milord. No os ganaréis su mano.
Quería golpearse a sí mismo por no haber podido disimular.
—Eso me han dicho.
El joven Junbi ladeó la cabeza y le sonrió.
—Y no es la clase de joven con el que deberíais coquetear.
Él enarcó una ceja.
—¿Y qué clase de joven debería buscar?
Tras ponerle una mano en el brazo, Junbi dio un paso hacia él.
—Uno que sepa lo que un hombre desea.
La mirada de Jackson fue directa a Mark. ¿Qué clase de promesas le estaría haciendo a Lee? ¿Sabía lo que un hombre deseaba? ¿Era tan descarado como el joven que se le había enganchado al brazo?
—Lord Wang, me gustaría dar un paseo por los jardines.
El dolor punzante que sentía en las sienes se hizo más intenso ante las palabras de Junbi, tal vez descansar durante un momento de ver a Mark y a Lee juntos le ayudaría a aliviar el dolor.
—He oído que la luz de la luna es muy hermosa esta noche, milord. Alguien ha mencionado que hay innumerables estrellas.
Con una última mirada a Mark, Jackson le ofreció su brazo a Junbi. Mientras salía del salón, sintió como una puñalada en la espalda porque sin necesidad de darse la vuelta supo que la mirada de su esposo lo había atravesado. Quedó sorprendido de que se estuviera fijando en otras cosas aparte de únicamente en Lee.
El frío aire de la noche le ayudó a refrescar la ira que le había calentado la sangre. Así le resultaría más fácil pensar y, ya que la interminable charla del joven Junbi no requería más que algún gesto ocasional con la cabeza, aprovechó el momento para encontrar una explicación al error que había cometido.
Había trazado ese plan paso a paso. Quería venganza, no un matrimonio. Quería que Mark quedara aturdido por la pasión y la lujuria. Necesitaba que se sintiera tan lleno de deseo por él que le ofreciera su alma a cambio de nada. Y ése sería un regalo que él aceptaría y que más tarde destrozaría.
En un principio se suponía que su propio deseo no se vería afectado, de modo que, ¿qué había salido mal?
La pasión era una actividad sensual. Para disfrutar la experiencia plenamente, había que atender todos los sentidos. El olfato: flores. La vista: contacto visual. El oído: sus palabras. El tacto: sus manos sobre el rostro de Mark. El sabor: sus besos.
Pero en algún punto se había permitido caer él también bajo el sensual hechizo. ¿Podría romperlo?
Aunque, ¿en realidad tenía que romper el hechizo? Una vez que llevara ese juego a un nuevo nivel, ¿no recuperaría el control? Una vez que ganara, tendría el tiempo libre necesario para enseñarle a Mark cómo hacer el amor con más que sólo su cuerpo. Provocaría a su alma para que se uniera a la suya. Le mostraría un placer que muy pocos disfrutaban. Y en ese caso, ¿no quedaría él al mando? Cuando su esposo estuviera bajo su hechizo, ¿no tendría él el control absoluto?
Y después descargaría su venganza contra el joven que lo había rechazado en su noche de bodas. El joven que le había mentido a un joven tonto y confiado. El joven que había hecho que su padre se lo arrebatara todo: su hogar, su libertad y su alma.
Pero si caía bajo el hechizo del deseo, entonces corría el peligro de olvidar todo lo que Mark y su padre le habían hecho y de olvidar la única razón por la que había acudido a la corte de la reina.
El tacto de una mano fría sobre su mejilla lo sacó de sus pensamientos.
—Jackson.
Su nombre pronunciado entre suspiros lo sorprendió aunque no tanto como el sentir unos dedos deslizándose sobre su pecho y llegando más abajo del cinturón… Agarró a Junbi de la muñeca y lo llevó hacia un banco donde se sentaron.
—Jackson ¿no tenéis frío?
Miró hacia el cielo cargado de estrellas. El joven no era tímido en absoluto.
—La verdad es que este aire me resulta bastante estimulante.
Se acurrucó contra él y coló las manos en las amplias y sueltas mangas de su túnica.
—Estoy congelado.
—¿Queréis volver al palacio?
El joven ligeramente quedando su pcuerpo pegado al suyo. Ese íntimo contacto no le produjo ninguna sensación y la falta de excitación lo sorprendió.
—Oh, no, milord. Entraré en calor en un momento.
Lo último que necesitaba en ese momento era que alguien los encontrara así porque unos rumores que lo relacionaran con Junbi no le agradarían a Mark. ¿Cómo podía librarse de él? De un momento a otro lo tendría sentado sobre su regazo.
Ese pensamiento no había acabado de pasársele por la cabeza cuando Junbi se arrimó todo lo que pudo a él. Alzó la cara y le besó la barbilla.
Tal vez tirarlo al suelo no sería una idea tan mala, pero de todos modos no podía culparle. Él había accedido a salir a dar un paseo con ese arpía.
Detuvo esos besos que le resultaban desagradables apartándole la cara.
—Joven Junbi esto no es prudente.
—Milord, lo único que estamos haciendo es robarnos besos a la luz de la luna. Nada más —le rodeó la cara con las manos—. Sólo un beso.
Lo besó. Jackson contuvo la repentina necesidad de apartarlo, pero volvió a preguntarse sobre su falta de respuesta.
—Venid, milord, he visto vuestros ojos llenos de lujuria. He oído vuestra voz cargada de pasión. Sois un hombre, un hombre que desea. Olvidadlo. Está fuera de vuestro alcance —le puso una mano sobre el muslo—. Puedo borrároslo de la mente con facilidad.
Le recorrió el labio inferior con un dedo mientras acariciaba el tenso músculo de su pierna.
—Cerrad los ojos, Jackson.
Su voz entrecortada le susurraba contra la mejilla. La firme caricia sobre su pierna subió y casi lo hizo rendirse ante la promesa de un momento de placer robado.
Lo apartó con delicadeza.
—No puedo.
El se limitó a sacudir la cabeza y se levantó. Lo miró desde arriba.
—¿No podéis o no queréis? Sois un estúpido, Wang.
Extendió la mano hacia él.
—Vamos. Tengo frío y quiero sentarme junto al fuego.
Mientras caminaban de vuelta al palacio, le dijo:
—Sois un hombre que quedará destrozado por unos sueños que jamás se harán realidad.
—¿Sueños? ¿Qué son sueños si no eso que se imaginan los niños y los locos?
—Ah, pero vos sois un loco. Un loco que ansía un caramelo que está fuera de su alcance.
—No podéis estar seguro de eso.
Se agarró de su brazo y lo obligó a detenerse. Cuando él lo miró, le sorprendió ver que tenía gesto de preocupación.
—Jackson, Lord Wang, por vuestro propio bien, dejadlo pasar. No conseguiréis a vuestro joven Mark. Estoy seguro de eso.
—¿Cómo podéis estar tan seguro de algo, joven Junbi?
El miró al suelo.
—Confiad en mí. Estoy muy seguro de lo que digo.
Obviamente, ocultaba algo.
—¿Qué sabéis que no me estáis diciendo? —le preguntó sujetándole la barbilla y obligándolo a mirarlo directamente a los ojos.
Él intentó liberarse, pero Jackson le puso una mano en el hombro y lo sujetó.
—¿Joven Junbi?
—Por favor, milord, no es nada. Lo único que pretendía era evitar que os rompieran el corazón.
Mentía. Podía verlo en su mirada y oírlo en su voz temblorosa. Primero la reina y ahora Junbi, ¿cuántos más le advertirían que se alejara de Mark?
El miedo haría que no le dijera lo que sabía de modo que lo soltó y asintió hacia el palacio.
—Vuestro fuego os espera, joven señor.
Después de un profundo suspiro, Junbi le tomó la mano y le dejó que lo llevara hasta allí.


Mark supo el momento exacto en que Jackson había vuelto a entrar al salón porque sin necesidad de alzar la cabeza para mirar hacia la puerta, sintió su mirada.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, siguió mirando a Huitaek. No le haría ningún bien mirar a su esposo y a la ramera que sabía que estaría a su lado.
No se trataba de celos, de eso estaba seguro. Pero ¿cómo se atrevía a decirle que rechazara la proposición de Huitaek mientras que él coqueteaba por los jardines con la ramera del palacio?
—Sir Huitaek.
Mark casi dio un salto de su asiento al oír esa voz tan profunda y familiar. Se giró y vio a Jackson y a Junbi tras él.
Huitaek se levantó y señaló el banco vacío que había al otro lado de la mesa.
—Lord Wang, joven Junbi, por favor acompañadnos.
Un silencio descendió sobre los cuatro mientras se miraban los unos a los otros hasta que Lee se apoyó contra la mesa y dijo:
—Lord Wang, ¿habéis estado en los jardines?
—Sí, un rato —Jackson miró a Mark y él, por miedo a que confundiera la rabia que estaba sintiendo con celos apartó la vista.
Huitaek le echó un brazo sobre los hombros.
—¿Hace demasiado frío para un paseo a la luz de la luna?
Ese gesto fue como si a Mark le hubieran echado una pesada carga encima. Con un movimiento de hombros le apartó la mano.
—No, gracias Huitaek. Es demasiado tarde y estoy agotado.
No pudo evitar darse cuenta de cómo la ceja de Jackson se alzó y desapareció bajo un mechón de pelo que le caía por la frente. Su expresión le hizo pensar que le estaba cuestionando o juzgando. ¿Y qué derecho tenía a juzgarlo?
—Ah, sí, mi amor. Ha sido una noche muy intensa para vos, ¿verdad?
Junbi se echó hacia delante.
—¿Ah, sí? ¿Y que habéis estado haciendo os dos?
—Nada —respondió él mirando a Jackson.
Huitaek volvió a echarle el brazo por el hombro y lo llevó contra él.
—El joven Mark ha accedido a convertirse en mi esposo.
Junbi dio una palmada.
—¡Es maravilloso!
Mark se apartó.
—Eso no es lo que he dicho.
Él le corrigió.
—Ya, pero es lo que queríais decir en realidad.
No era ni lo que había dicho ni lo que quiso decir. Simplemente le había dicho que pensaría en su oferta. Nada más Apretó los dientes al decir:
—No pongáis en mi boca palabras que no he dicho, Huitaek.
Después de hacerle una seña a un sirviente, a Jackson le llevaron una jarra de hidromiel y cuatro copas.
—¿Hacemos un brindis sir Huitaek?
¿Cómo? A Mark no le parecía en absoluto divertido que su esposo le propusiera un brindis a su supuesto prometido.
—Oh, claro. Bebamos por algo que nunca sucederá —el comentario salió de la boca de Mark antes de que pudiera evitarlo y los dedos que le estaban acariciando el hombro se tensaron.
—Querido, ahora puedo perdonaros esa actitud. Aunque espero que antes de que se celebre la boda hayáis aprendido mejores modales.
A Mark se le heló la sangre y el pulso se le detuvo. Algo no iba bien. El encantador y agradable Huitaek que conocía jamás le haría daño jamás le reprendería. ¿Quién era ese hombre que tenía a su lado? ¿Acaso tenía un lado oscuro que había sabido esconder bien durante todo ese tiempo? ¿O tal vez no había prestado la suficiente atención?
—Vamos, Sir Huitaek, estáis entre amigos —dijo Jackson alzando una copa—. Seguro que el joven Mark jamás hablaría así delante de otras personas.
Huitaek lo soltó y tomó la copa.
—Tenéis razón, lord Wang —lo miró—. Mi joven señor, me disculpo por mis brutos modales.
Su compungida expresión tal vez podría haber engañado a otra, pero él vio una frialdad en sus ojos que le dijo que esa disculpa era fingida.
Junbi preguntó:
—¿Cuándo se anunciará el compromiso?
—¿Dónde se celebrará la boda? —añadió Jackson—. Vuestro padre debe de sentirse muy feliz con esta unión.
Quiso gritar. Las ganas de decirle a Huitaek que jamás se casaría con él disputaban con las ganas de decirle a Jackson dónde podía guardarse ese sarcasmo.
—Aún no hemos informado a lord Tuan —dijo Huitaek—, pero estoy seguro de que le complacerá.
—¿No creéis que sería mejor para los dos llegar a un acuerdo en lo que respecta a este matrimonio antes de informar a mi padre?
Jackson pareció atragantarse con el vino. Dejó la copa en la mesa y se levantó. ¿Alguien más aparte de él se habría dado cuenta de que la mano le temblaba ligeramente?
—Os deseo éxito con vuestros planes de boda.
—Gracias, milord. ¿Os marcháis ya? —la sonrisa de Huitaek dejó claro que estaba deseando que lo hiciera.
—Sí, ha sido un día largo —Jackson besó la mano del joven Junbi—. Gracias por una velada encantador, mi joven señor.
Mark sintió un nudo formándosele en la garganta. Iba a dejarlo allí solo y con eso dejaba bien claro que no le importaba lo más mínimo verlo metida en ese aprieto.
¿Era posible que Huitaek tuviera razón? ¿A Jackson no le importaba lo que le sucediera?
Cuando lo miró para darle las buenas noches su mirada ardía de furia, aunque sus labios se curvaron en una formidable sonrisa.
—Joven lord Mark, espero que vos y Sir Huitaek solucionéis este pequeño desacuerdo. Que tengáis todo lo que deseáis.
El no pudo decir nada que evitara que se marchara, nada que diera algo de luz a esa confusión que le invadía. Nada que le librara de esa repentina presión que se estaba asentando en su pecho.
Rezó por que la voz no se le quebrara antes de decir:
—Gracias milord. Estoy seguro de que con la gracia de Dios, todos mis deseos se verán cumplidos.


Jackson irrumpió en la habitación con tanta fuerza que la pesada puerta de madera golpeó contra la pared. Yugyeom se levantó del asiento que tenía junto fuego, con la espada en la mano. Al ver a Jackson, envainó su arma.
—Ah veo que esta noche también ha sido buena.
Jackson ignoró el sarcástico comentario.
—Está pensando en casarse con ese imbécil de Lee.
—¿Eso es todo?
—¿Todo? —la ira obvia en su tono lo sorprendió incluso a él mismo—. ¿Te parece poco?
—Perdóname, pero me parece que el joven ya está casado.
—Al parecer, algo que no importa mucho.
Yugyeom se quedó en silencio unos instantes antes de añadir:
—Por lo que veo, a ti sí te importa. Y mucho.
Después de tomar una jarra y una copa de la pequeña mesa que había junto al asiento de Yugyeom se apoyó contra la pared.
—Sí, sí que me importa, pero no debería.
—Eso no te lo discutiré, pero he de decirte que el vino no va a cambiar nada.
Al recordar la noche anterior, dijo:
—Amigo, me agrada hablar contigo —dejó las cosas de nuevo sobre la mesa—. Tal vez es hora de acabar con este juego y volver a casa.
—Yo no me opondré.
Se detuvo ante el suspiro de alivio que emitió Yugyeom.
El hombre aún tenía que volver a su hogar, aunque por algún extraño sentido del honor, se había quedado por voluntad propia junto a Jackson para ofrecerle su ayuda.
Había llegado el momento de que ambos volvieran a sus casas de que pusiera en marcha su plan de buscar un modo de que la venganza que había contemplado durante tanto tiempo viera su fruto.
Fue hacia la puerta.
—Esta noche la cama es para ti. Nos marcharemos al alba.
—¿Adónde vas?
—A ver a los caballos y a conseguir uno para Mark —se detuvo antes de añadir—: Y después iré a reclamar a mi esposo antes de que se case con otro.


1 comentario:

  1. Oh por Dios... Ese hombre solo es una fachada!!! Un hombre tan "dulce" no soportaría tantos desplantes !! Ahhhhh
    Genial!!! 😎 Se lo va a robar!!! Oh si!!! Eso debía hacerse desde el inicio!!!! OMG ahhhhh

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...