Frío Corazón- Capítulo 2



A las seis y media de la mañana siguiente, había dejado de nevar y el paisaje del exterior parecía sacado de una postal de invierno. Muy bonito, pensó Hae, pero nada útil para sacar a su invitado de la casa, en quien no había podido dejar de pensar en toda la noche. Él nunca debió haber mencionado que dormía desnudo. Desde que lo había hecho, no había podido sacarse de la cabeza su imagen sin ropa. No había pegado ojo.

El eficiente sistema de calefacción de la casa se había encendido una hora antes y el ambiente estaba caldeado. Y silencioso.

Hae salió de su dormitorio y pensó que no iba a utilizar el cuarto de baño para no despertar a su invitado. Había decidido, durante la noche, que cuanto menos contacto tuviera con él, mejor. Hyukjae lo molestaba y, por muy bien que le cayeran Kyu y Sungmin, no quería dejarse molestar por un extraño.

Él se levantaría en cualquier momento, por supuesto, se dijo Hae. Pero esperaba poder tomar antes una taza de café en paz.

Bajó las escaleras sin hacer ruido y suspiró aliviado cuando se encontró a solas y a salvo en la cocina.
Como todo lo demás en la cabaña, la cocina era pequeña pero bien proporcionada. Tenía dos vigas de madera en el techo y una mesa antigua de pino.


Justo cuando iba a servirse una taza, oyó una voz detrás.

–Estupendo. Yo también tomaré café.

Del susto, Hae derramó el agua hirviendo y gritó de dolor al quemarse la muñeca.

–¿Te has hecho algo? –preguntó él, acercándose de inmediato.

–¿Qué estás haciendo aquí abajo? –preguntó él a su vez, molesto por ver invadida su privacidad.

–Muéstrame la mano.

–sé cuidarme –repuso, y se giró, con el corazón acelerado.

Hae puso la mano bajo el agua fría y Hyukjae se apresuró a su lado, para sujetarle el brazo. Luego, se lo secó con uno de los paños limpios que había sobre el mostrador.

Observó hipnotizado cómo se movían aquellos dedos largos sobre su piel. Su aroma lo envolvió, haciéndole sentir mareado.

–Patoso –murmuró Hyukjae.

–Me has dado un susto de muerte –protestó–. ¡No esperaba que estuvieras espiándome a estas horas de la mañana! ¡Eres un invitado! ¡Los invitados se quedan en la cama hasta que es una hora apropiada para salir!

–Soy una persona madrugadora. Me levanto con el alba –repuso él, y lo guió hasta una silla–. ¿Tienes crema antiséptica? ¿Vendas?

–Estaré bien en cuanto me devuelvas mi mano.

–Tonterías. Y, como tú has dicho, ha sido culpa mía.

Hae no pudo mostrarse en desacuerdo. Le indicó dónde guardaba su botiquín de primeros auxilios y observó en silencio mientras él le vendaba la mano, tratándole con mucha más atención de la que la quemadura merecía. De pronto, en medio del proceso, Hae cayó en la cuenta de cómo iba vestido. Llevaba una camiseta grande que le llegaba a la mitad de los muslos y nada más. Sin duda, una imagen desaliñada.

–ahora quédate aquí y yo terminaré lo que has empezado.

–¿Para qué te has levantado tan temprano? ¿Cuánto tiempo llevas despierto?

–Oh, sólo he conseguido dormir un par de horas –respondió Hyukjae, dándole la espalda mientras servía dos tazas de café–. Quizá fue por la novedad de dormir con una camiseta fucsia.

Hae se relajó al imaginarlo con ese aspecto tan ridículo. Si él hubiera llevado la camiseta fucsia en ese momento, seguro que no se habría sentido tan excitado.

–Entonces, intenté hacer funcionar mi Internet pero no lo conseguí –continuó él, y le colocó una taza sobre la mesa frente a él.

–Puede que la línea telefónica se haya estropeado. A veces, pasa cuando cae tanta nieve. Un sistema un poco peculiar.

Como su dueño, pensó Hyukjae. Había tenido tiempo de pensar las cosas y había llegado a la conclusión de que no iba a conseguir nada interrogándolo. Era obvio que era tan testarudo como una mula y, por lo visto, dado a responder de forma agresiva. Era mejor guardar sus armas y utilizar otros recursos diferentes para averiguar cuál era exactamente su papel en la vida de Kyuhyun.

–Luego decidí hacer algo productivo, así que estuve revisando el coche.

–¿Y lo arrancaste?

–Lo arranqué pero no pude moverlo. La nieve es muy profunda.

–¿No podrías haberla quitado? Eres un hombre fuerte.

–Claro, si quisiera pasar ocho horas fuera con un frío helador. Y tengo más malas noticias. El cielo no tiene buen aspecto y los informes meteorológicos dicen que nevará más en las próximas veinticuatro horas.

–¡No puede ser! –protestó él.

–Es lo malo de vivir en esta parte del mundo. En Londres ha nevado en ocasiones muy contadas.

–¿Cómo puedes estar tan… tranquilo con todo esto?

–¿Por qué enojarse y molestarse por algo que no puedo controlar? –replicó, aunque antes, al darse cuenta de que no funcionaba Internet, había soltado unas cuantas maldiciones por la imposibilidad de comunicarse con su trabajo.

–¡Porque vives para trabajar! ¡Sólo te falta poner una cama en tu despacho!

–¿Y tú cómo sabes eso?

–Kyu me lo dijo –contestó Hae y, de inmediato, se arrepintió de sus palabras–. Sólo lo mencionó de pasada –añadió, para intentar arreglarlo.

–Parece que vosotros dos tenéis una relación muy íntima… para ser sólo profesional…

–Nunca dije que fuera sólo profesional…

–Pero me dijiste que estabas trabajando en un proyecto con él.

–Lo estoy. Estaba. Estoy.

–¿Tiempo pasado o presente? Y no me has explicado en qué consiste ese proyecto.

–Te dije que eso es algo que sé que Kyu quiere contarte –señaló Donghae, y recordó que su papel era apoyar a Kyu siempre que tuviera la oportunidad–. Es un proyecto muy emocionante.

–Pues me muero de ganas de saber de qué trata. Si es idea de mi hermano menor, seguro que no irá a ninguna parte. Nunca ha tenido mucho ojo para los negocios.

Hyukjae se terminó su café y acercó una silla para poner los pies sobre ella, algo que hizo con demasiada naturalidad para estar en casa de otra persona, observó Hae.

–Así que te ha contado que soy un adicto al trabajo, ¿verdad? ¿Mientras hablabais del proyecto misterioso?

–Lo dices como si fuera un crimen ser amigo de Kyu.

–Es sólo curiosidad. ¿Primero erais amigos y luego surgió el proyecto o al revés? ¿Cómo os conocisteis?

Hae lo miró con cautela. Se dio cuenta de que él trataba de sacarle información poco a poco.

–Soy diseñador –farfulló, intentando pensar cómo podía evitar revelarle que había conocido a Kyu a través de Sungmin–. Y él necesitaba que lo ayudara con algo…

–Ah, sí. Eso de lo que quiere hablarme. Y, en ese punto, ¿ya conocías a Kyuhyun en profundidad?

–¡Sabía que tus preguntas iban a parar ahí!

–¿Se me nota tanto? –preguntó él, con indiferencia.

–¡Sí! Aunque está claro que te da igual. Tengo que ir a cambiarme –exclamó, y se levantó.

Hyukjae se quedó mirándolo tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para conseguir la respuesta que quería.

–Por favor, no me lo tengas en cuenta –dijo Hyukjae con lentitud, recorriendo con la mirada sus piernas.
Aparte de tener el cabello moreno y los ojos oscuros, Hae tenía una piel bronceada y lucía extraordinariamente suave como el satén, pensó Hyukjae, que estaba acostumbrado a jóvenes  encurtidos en maquillaje. Hae no llevaba ninguno y tenía el rostro limpio y radiante. Tenía unas cuantas pecas sobre la nariz y se lo imaginó de niño, subiéndose a los árboles y jugando a juegos de niños.

–No había pensado en casarme con tu hermano para poner las manos en su dinero –puntualizó–. ¡Y no consiento que pagues mi hospitalidad insultándome!

–¿Cómo?

–Podría haberte… dejado que encontraras un hotel tú solo –repuso él, aunque sabía que lo había ayudado no sólo por cuestión de hospitalidad, sino en respuesta a la mirada de socorro que Kyu le había lanzado, quien a toda costa había querido evitar que su hermano hubiera ido a su apartamento–. Podrías haber acabado atrapado bajo la nieve con ese estúpido coche tuyo.

–¿Estúpido coche?

–No soy un buscón. ¡Ni siquiera soy materialista! –exclamó–. No creo que el dinero pueda dar la felicidad. ¡Más bien al contrario! He trabajado con un montón de gente rica que se siente muy desgraciada. Es más, ¿acaso tú eres feliz por trabajar a todas horas para acumular más dinero del que podrías gastar en toda una vida? Kyu dice que te entierras en tu trabajo porque nunca te recuperaste de… –empezó a añadir, y se interrumpió, poniéndose colorada y tapándose la boca con la mano.

–¿De qué?

–Nada.

–¿Qué te dijo mi hermano?

–¡Ahora tengo que ir a cambiarme! –dijo Hae, y salió de la cocina.

¿Cómo había podido ser tan inconsciente?, se reprendió a sí mismo. ¿Cómo había podido ponerse así sólo porque aquel extraño lo había acusado de ser un cazafortuna? ¿Por qué no se había encogido de hombros y lo había ignorado sin más? ¿Qué más le daba lo que él pensara?

Hae se encerró en el baño y se apoyó en la puerta unos segundos, con los ojos cerrados, antes de meterse bajo la ducha.

Se sintió mucho mejor después de ducharse y, sobre todo, después de cambiarse su camiseta de dormir por unos vaqueros y una camiseta ajustada. ¡Por alguna extraña razón quería mostrarle a Hyukjae que, al menos, tenía una bonita figura!

El olor a beicon frito lo recibió en las escaleras y su estómago protestó, hambriento. Hyukjae estaba cocinando y parecía más acostumbrado a hacerlo de lo que él había esperado.

Hae lo observó en silencio, mientras Hyukjae ponía la tostadora y batía unos huevos.

–Huiste antes de poder contarme qué otras curiosidades ha compartido Kyuhyun contigo –dijo Hyukjae, sin volverse.

–Lo siento –se disculpó, y se sentó a la mesa. Hae miró la cara de su invitado, un rostro definido y bello. Un retrato que cualquier artista querría pintar. Él se había remangado la camisa hasta los hombros. Sus manos eran fuertes y grandes.

–Te dije que te habías pasado al insultarme en mi propia casa. Y yo me he pasado al sacar un tema que no es asunto mío. ¿Podemos dejarlo? ¿Podemos pelearnos por otra cosa?

–Supongo que te habló de Junsu –replicó él, refiriéndose a su difunto esposo.

–Lo siento mucho.

–¿El qué? –preguntó él, y lo miró a los ojos.

–Como he dicho, no es asunto mío.

–Tienes razón. No lo es –repuso él–. Pero si te interesa el tema, no tienes más que buscar la información en Internet.

¿Sería cierto que no se había recuperado?, se preguntó Hyukjae. ¿Era eso lo que murmuraba la gente a sus espaldas? Nunca nadie se había atrevido a decirle nada, ni siquiera su tío de Dongyup, a quien estaba muy unido. El mero pensamiento de que la gente opinara sobre su estado de ánimo le hizo apretar los labios, enojado. Pero no tenía sentido descargar su rabia contra la persona que tenía delante. Nunca había dejado que las opiniones de los demás le afectaran y no iba a empezar a hacerlo.

Su esposo, Junsu, había sido de complexión delicada y rubia. Nada más verlo, a la edad de dieciocho años, él se había quedado prendado. Su unión había contado con la aprobación de sus padres. Durante el breve tiempo que habían compartido antes de que Junsu muriera, habían sido muy felices. Él había sido la persona más dulce del mundo. Cocinaba de maravilla y no se quejaba nunca. Había sido un joven nacido para ser protegido y cuidada y él se había sentido feliz de poder hacerlo. ¿Qué hombre no lo haría, a cambio de una tranquila vida doméstica?

Desde la muerte de Junsu, Hyukjae siempre se había sentido atraído por el mismo tipo de joven. Bello y obediente. Por desgracia, las relaciones se rompían siempre cuando él empezaba a aburrirse. ¿Significaría eso que nunca se había recuperado? ¿Que no podía vivir su vida con plenitud a causa de una tragedia que había ocurrido hacía diez años?

Hyukjae frunció el ceño al darse cuenta de que Hae lo estaba mirando y se dijo que era difícil encontrar un joven menos dulce que aquél.

–Deja de mirarme con compasión –dijo él.

–No te estoy mirando con compasión. Sólo me estaba preguntando por qué no te habías vuelto a casar.

–¿Y tú? –replicó él, y siguió preparando el desayuno.

–Yo he besado unas cuantas ranas y estoy esperando a que llegue mi príncipe.

–¿Y cuántas ranas has besado?

–He perdido la cuenta.

Hae recordó, para sus adentros, cómo sólo en una ocasión había creído encontrar a la pareja de su vida. Había sucedido hacía tres años y había terminado de forma amistosa, porque él le había dicho que no era su pareja soñada y que prefería que fueran sólo amigos. Nunca le había preguntado la razón y se había guardado las lágrimas para llorar a solas.

No tenía ninguna intención de contarle nada de aquello a Hyukjae. Sin embargo, se sintió agradecido porque Hyukjae no lo estuviera mirando porque, por alguna extraña razón, tenía la sensación de que aquel hombre podía leerle la mente.

–¿Tantos?

–Sí, tantos.

–¿Y cómo es que ninguna de esas ranas resultó ser el príncipe? –quiso saber Hyukjae, y colocó un plato de 
beicon con huevos delante de él.

–¿Por qué tú sabes cocinar y hacer la cama y tu hermano, no?

–¿Pretendes cambiar de tema? –replicó él, sentándose a la mesa–. Me gusta poder hacer las cosas por mí mismo, como cocinar o limpiar, aunque no tendría por qué hacerlo.

–Bien. En ese caso, podrás prepararte lo que quieras en mi casa si no puedes volver a la ciudad hasta dentro de un par de horas… –dijo Hae, y miró por la ventana hacia la tormenta de nieve que parecía estar empeorando–. A mí no se me da muy bien ninguna de las dos cosas. No me interesan mucho.

Hyukjae soltó un gruñido de desaprobación. Pobre Kyu, pensó Hae, era una desgracia tener un hermano tan crítico.

–Supongo que eres uno de esos hombres tradicionales que piensan que los jóvenes y mujeres deberían estar encadenados a la cocina o cantando una canción mientras pasan la aspiradora por la casa –sugirió.

–Admito que tengo una visión muy tradicional en lo que se refiere al género opuesto. ¿Vas a darme un discurso de género? Porque pareces muy susceptible con el tema.

–Claro que no soy susceptible con el tema –protestó, y pensó en su antiguo novio, quien al poco de dejarle se había casado con un rubio y estaba a punto de convertirse en padre.

–La mayoría de los hombres son muy convencionales –afirmó él–. Kyuhyun incluido.

–¿Estás tratando de prevenirme, por si le había echado el ojo? –le espetó, y se levantó, con el plato en la mano, hacia el fregadero.

Hyukjae se puso a recoger el resto de la mesa. Hae pensó que, en un mundo ideal, él se habría quedado sentado, después de disfrutar del opíparo desayuno preparado por su esposo, quien limpiaría la cocina sin pedir ayuda y le llevaría el periódico al sillón. De pronto, sintió curiosidad qué tipo de pareja le gustaría. Kyu le había contado que su hermano siempre tenía mucho éxito con las parejas.

–Tal vez Kyu no es tan convencional como tú crees –dijo.

Hyukjae lo miró y Hae le dedicó una misteriosa sonrisa. Lo cierto era que Kyu había encontrado a su media naranja. Sungmin, a pesar de su forma de ganarse la vida en el pasado, era un joven de lo más tradicional. El rosa su color preferido a los trece y era un cocinero excelente. Mientras que Hae había estado jugando al fútbol, su mejor amigo había estado probando cremas para la piel.

–¿Qué quieres decir?

–Quiero decir que no le reconoces a tu hermano lo que hace bien –señaló Hae, que había visto a Kyu explicando con gran lucidez sus ideas sobre el club de jazz a los demás socios. También lo había visto comenzar a hacer realidad sus planes sin titubeos.

–Conozco a Kyuhyun mejor de lo que crees –afirmó Hyukjae. ¿O no?, se preguntó a sí mismo. ¿Se sentiría atraído Kyuhyun por un exasperante fierecilla como aquél? ¿Un joven que decía todo lo que pensaba sin importarle las consecuencias? ¡Kyuhyun nunca podría manejar a un joven!, se dijo. Se sintió molesto por no poder discernir qué era exactamente lo que se ocultaba detrás de ese Donghae.

–¿A pesar de que nunca lo ves?

–No veo a mi hermano porque no tengo tiempo –dijo él, y lo miró con gesto exasperado–. Sí, trabajo mucho. Cuando me hice cargo de la compañía, el negocio estaba sumido en una crisis interna. Yo le di estabilidad y lo convertí en una corporación del siglo XXI. ¡Hacer eso no es compatible con estar en la playa del Caribe tomando cócteles o esquiando en Los Alpes! –exclamó, y lo miró, mientras fregaba los platos–. Mi hermano nunca se ha propuesto ningún reto. Y eso incluye su mal juicio a la hora de elegir pareja.

–¿Tú elijes mejor?

Hyukjae tardó en responder, lo que le dio a Hae la información que buscaba.

–Mi elección de pareja no es la cuestión.

–Deberías darle a Kyu una oportunidad. Se siente…

–¿Se siente qué? Soy todo oídos.

–Inadecuado en comparación contigo. Siente que lo repruebas porque no ha seguido tus pasos. Si tú lo decides, se quedará sin su herencia y ésa no es una sensación agradable.

–Él te ha contado todo esto, ¿no es así? ¿O lo has averiguado tú solo después de un año de relación?

–Me lo ha contado.

–¿Te has acostado con él?

–¿Qué?

–Me has oído. Está claro que estás acostándote con Kyuhyun, porque esas conversaciones que mantenéis son muy significativas.

–Nuestras conversaciones son normales –repuso él, poniéndose rojo–. La gente normal habla de cómo se siente por las cosas, de sus sueños y esperanzas… –añadió, pensando en todas las conversaciones que había tenido con Kyu y Sungmin, mientras cenaban y tomaban unas copas de vino en el apartamento de Kyu.

–No me has respondido a la pregunta.

–No, no me he acostado con tu hermano. Aunque eso no es asunto tuyo.

–Dime algo… Ya que estás tan unido a Kyuhyun y pasáis horas contándoos vuestras cosas, ¿por qué tiene tantas ganas de ponerle las manos encima a su herencia precisamente ahora? Lleva años viviendo feliz con la paga mensual que recibe por no hacer nada en absoluto…

–Por su proyecto –señaló Donghae.

Hyukjae siempre había seguido la pista a su hermano a través de sus facturas, que Kyuhyun solía enviarle a él para que las pagara. Siempre había sabido en qué se lo había gastado y qué relaciones había tenido, pues Kyuhyun solía derrochar el dinero con sus novios, viajes a países exóticos, estancias en los hoteles más caros.

Kyuhyun le había contado a Hae que Hyukjae se sentía responsable de vigilar sus relaciones y estaba empeñado en proteger la fortuna de la familia de personas inapropiadas. Tener el control de su herencia era la única manera en que Kyuhyun podría conseguir la independencia de su hermano.

–Si apruebo el plan que Kyuhyun tiene en mente, estaré encantando en invertir en ello. Sería para mí un alivio dejar de preocuparme porque mi hermano malgaste todo su dinero. ¿Y te dijo por qué tiene tanta prisa?

Hae fingió pensarlo, negó con la cabeza y se encogió de hombros.

–Supongo que sólo quiere tomar las riendas de su vida. Tiene casi veinticinco años…

–Un viejo.

–Tú eras más joven cuando te hiciste cargo de tu imperio o como lo llames.

–Era responsable.

–Claro. Qué tonto he sido por no caer en la cuenta.

–Yo no tenía una vida sexual hiperactiva con una gran variedad. Ni derrochaba el dinero en placeres pasajeros sin pensar en el futuro. Tengo que confesar que soy extremadamente cauto…

Contra su voluntad, Hae sintió la misma excitación que no le había dejado dormir la noche anterior.

–Creo que… deberíamos pensar qué vamos a hacer hoy –propuso, cruzándose de brazos– Es verdad que sería una tontería intentar desenterrar el coche de la nieve, sobre todo cuando sigue nevando. Pero no es necesario que estemos todo el tiempo pegados.

–Deberías ir a un cursillo para aprender a ser una buen anfitrión.

–Tengo trabajo que hacer. En mi despacho. Bueno, una pequeña habitación junto al cuarto de estar que utilizo como despacho. Tú puedes…

–¿Desaparecer de tu vista? –le espetó él, preguntándose si sería cierto que no había nada sexual entre su hermano y él. Si era verdad, ¿por qué se ponía tan nervioso en su presencia?

Hyukjae lo miró escrutador. Hae estaba un poco sonrojado, con los brazos cruzados sobre el pecho. Un gesto de protección, pensó. Él sabía que podía resultar intimidante y le gustaba. A menudo, le servía para mantener a la gente a distancia.

Quizá era eso, se dijo Hyukjae. Tal vez, Donghae se sentía intimidado y, después de todo, él era un intruso en su casa. O, quizá, esas conversaciones susurradas entre su hermano y él escondieran algo bajo la superficie y fueran la causa de que se pusiera tan nervioso.

La última posibilidad que se le ocurrió le produjo cierta satisfacción. Podía ser que Donghae se pusiera nervioso por una razón muy comprensible. Eran un hombre y un joven, solos. Y, por lo que él había podido comprobar, Donghae era muy pasional. ¿No podría ser simplemente eso?


6 comentarios:

  1. Mierda quiero saber como sigue, no sirvo para esto de la espera, creo que moriré (?)

    Dbejjdhdjdjewjbdjsoejdjjdjsjddjjd

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  2. jajajajaja en verdad que Hae la tendra dificil con Hyuk en casa y solitos quien sabe por cuanto tiempo ^.^

    Espero que las cosas no se pongan muy feas cuando Hyuk sepa que Kuy esta pronto a ser padre..
    Gracias por el cap ^_^

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  3. Me encanto este capitulo!!!! me deja con tantas ganas de leer mas!!!! me fascina que Hae se ponga nervioso por Hyuk, mientras el siendo tan directo preguntando si se acostó con su Hermano
    esta genial esperare ansiosa el proximo cap

    Cuidate!!!
    Rox Andres 05

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  4. me gusta esa tension que hay en ambos!!! seria muy pronto para pedir lemon?
    Hyuk es tan sexyyy!!

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  5. Me encantó el capítulo, ambos se la pasan peleando basicamente por dos cosas, HyukJae es un terco y un desconfiado de primera y Hae es bastante respondón, me gusta que sea así y no se deje intimidar por las preguntas de Hyuk, ni por sus insinuaciones de cazafortunas.

    Me pregunto todo lo que irá a pasar con esos dos metidos en esa casa durante toda la nevada.

    En fin, gracias por el Mp, me voy a leer el siguiente cap.

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  6. ok, sus personalidades chocan demasiado, estan a la defensiva siempre.
    Pobre Kyu, me imagino que se debe sentir un poco inferior a Hyuk por no seguir el mismo camino y por no haberse responsabilizada desde antes, pero yo en lo personal pienso que cada quien madura y crece en el momento adecuado y a Kyu ya le llego ese momento y deberia ser tomado en cuenta y deberia ser tomado mas en cuenta

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...