–Tu esposo está muerto. El murió hace mil quinientos años
y fue enterrado en tu patria. Sungmin no es Shengmin.
Kyuhyun rugió con su cólera y dolor. No era verdad. Sungmin
era su esposo. Él lo sentía. Él lo sabía. Sungmin era todo lo que le importaba.
Todo lo que importaba.
Antes de que pudiera pensarlo dos veces, él atacó a Shindong.
Cogió la garganta del Atlante entre sus manos y lo sacudió, intentando hacerlo
entender.
–¡El no está muerto! –rugió–. Maldito seas, él no está
muerto.
Shindong rompió su
asimiento y usó sus poderes para inmovilizarlo.
Kyuhyun siseó y gruñó mientras intentaba liberarse, pero
fue inútil.
Y en aquel momento, comprendió justo cuán lejos había
ido. Había atacado a Shindong.
El pensamiento le aclaró la mente. Shindong tenía razón. Si no se calmaba y se controlaba,
podría lograr que los mataran a todos.
A todos ellos.
Shindong suspiró y
lo liberó.
–Kyuhyun, tienes que tomar una decisión. Los Dark Hunter
no tienen parejas. No tenemos familias. En el final del día, no tenemos a
nadie, más que a nosotros mismos. Nuestra responsabilidad, nuestra única
responsabilidad, es la gente que no puede protegerse de los Daimons. Tienes que
mantener la cabeza fría.
–Lo sé. –Kyuhyun respiró entrecortadamente.
Shindong asintió.
Entonces sus ojos cambiaron a un extraño tono de plata, profundo.
–Dime qué quieres hacer. ¿Quieres que presente una
solicitud a Artemisa por tu alma?
Kyuhyun pensó en ello. Ahora mismo, él estaba de pie
frente a un dilema que nunca había pensado afrontar. Ni una vez en toda su
existencia de Dark Hunter había osado a soñar que Shengmin regresara.
Que él...
Cerró sus ojos y se estremeció.
Shengmin no volvió. Shindong tenía razón. Shengmin estaba
muerto.
El joven que ahora mismo estaba en su cabaña no era su
esposo.
El era Sungmin. Un joven vibrante, humanitario quien
tenía fuego y agallas. Podría tener el alma de su esposo, pero era alguien más.
Alguien sin el que él no quería vivir.
Alguien a quien no se atrevía a conservar.
Él sintió como si su corazón se hiciera trizas. Sungmin
era humano. Con tiempo, él podría olvidarlo y tener otra vida. Alguien más a
quien amar
El pensamiento lo perforó, pero tenía que hacerlo.
De todas formas, él lo perdería. Al menos de esta manera,
Sungmin tendría una posibilidad de felicidad que no le mataría.
–No –dijo Kyuhyun tranquilamente–. No quiero reclamar mi
alma sabiendo que perderé a Sungmin por la ira de Camulus. No quiero mi
libertad a ese costo.
–¿Estás seguro?
Él asintió, luego sacudió su cabeza negando.
–Francamente, T-Rex, no estoy seguro de nada. –Él lo
miró–.¿Alguna vez has amado a alguien?
Shindong encontró su mirada estoicamente, y no respondió
a la pregunta.
–Tu sabes, el problema con la vida y el amor es que ambos
son muy cambiantes, mientras la gente raras veces lo es. ¿Si conoces a este
joven y realmente lo amas, eso no merece la posibilidad de obtener la libertad
para tenerlo?
–Pero si lo pierdo...
–Esto es un si, Celta. Me parece que lo único cierto es
que si tú al menos no lo intentas, entonces definitivamente la perderás.
–Pero si lo dejo ir, al menos estará vivo.
–¿De la manera en que tú has vivido desde el día que Shengmin
murió?
–Eso no es justo.
–No me pagan para ser justo. Me pagan para darle patadas
en el culo a los Daimons. –Shindong soltó un suspiro cansado–. Sabes conocí
hace siglos a un hombre sabio en China quien me dijo, “Él que deja que las
lágrimas lo gobiernen, tiene miedo de un amo”.
–¿Confucio?
–No, Minh-Quan. Él era un pescador que solía vender los
mejores zong-zi que alguna vez se hayan hecho.
Kyuhyun frunció el ceño ante el comentario inesperado.
Así era la cosa con Shindong; uno realmente nunca sabía con lo que iba a salir.
–Eres un hombre extraño, Shindong. ¿Dime, qué harías si
fueras yo?
Shindong cruzó los brazos sobre su pecho.
–Yo nunca supondría ser otro que yo mismo, Kyuhyun. No soy
el que tiene que aguantar las consecuencias de tus acciones. Eso es algo que
tú, solo, tienes que hacer.
Kyuhyun suspiró.
–¿Es posible luchar contra un dios y triunfar?
Sus ojos giraron embotados. Kyuhyun lo miró curiosamente.
Había algo en el pasado de Shindong que su pregunta rozaba. Algo profundo y
oscuro, a juzgar por la apariencia de la cara de Shindong.
–Los Dioses celtas y griegos se parecen muchísimo a la
gente. Ellos cometen errores. Y esos errores son los que nos harán o quebrarán
al final.
–Ahora suenas como un Oráculo.
–¿Escalofriante, verdad?
–No escalofriante, solamente irritante. –Kyuhyun comenzó
a distanciarse de él.
–Kyuhyun.
Él se paró y se volvió para enfrentar a Shindong.
–Para contestar tu pregunta. Sí, le puedes ganar batallas
a un dios. Pero es mucho más fácil negociar. –El tono de Shindong le dijo que
hablaba con la voz de la experiencia.
–¿Cómo negocias con un dios que quiere que sufras por
toda la eternidad?
–Con mucho cuidado, hermanito. Con mucho cuidado. –Shindong
echó un vistazo a la distancia, al pantano–. Tu sabes, pienso que puedes estar
perdiendo de vista algo realmente importante.
–¿Y eso es?
–A muy pocos de nosotros le dan una segunda oportunidad
para reclamar lo que hemos perdido. Si Shengmin volvió otra vez a ti, tal vez
haya una razón para ello. –Shindong desdobló sus brazos–. Tienes mi número,
Celta. Si cambias de opinión sobre la petición, me avisas. Pero tienes que
tomar rápido tu decisión. Necesito tu mente clara para mañana por la noche.
–¿Por qué me das una opción cuándo no se la diste a Kangin?
Le pediste a Artemisa que le diera su alma a Leeteuk sin que él lo supiera.
Shindong se encogió de hombros.
–Kangin no tenía una opción que hacer. Sin alma, Changsu
lo habría matado. Tu vida no está en peligro si no recuperas tu alma, Kyuhyun.
Solamente tu corazón lo está. Y como bien sabes, puedes vivir sin tu corazón.
¿Pero realmente quieres?
Había veces cuando él seriamente quería que Shindong
fuera el muchacho entrometido de veintiún años que parecía ser, y no un hombre
sabio de once mil años. Esta era definitivamente una de aquellas veces.
–Voy a llevar a Sungmin de regreso a la ciudad conmigo.
–No –dijo Kyuhyun automáticamente–. El se queda aquí
donde puedo protegerlo.
–Esa no era una pregunta, Celta. Necesitas tiempo lejos
de él para pensar. Tiempo para aclarar tus pensamientos antes de mañana por la
noche.
Él comenzó a argumentar, luego comprendió que Shindong tenía razón. Iba a tener que dejarlo ir de
todos modos. Él bien podría hacerlo ahora. Eso sería más fácil para ambos.
–Bien, iré a buscarlo.
Sungmin supo que algo estaba mal en el momento en que vio
que Kyuhyun atravesaba la puerta. Su cara estaba atormentada, sus ojos oscuros.
–¿Qué pasó? –preguntó.
–Shindong va a llevarte de regreso a tu loft. –Su voz era
tan desapasionada que hizo que su estómago se contrajera.
–Ya veo. ¿Y tu estás de acuerdo con él?
–Sí, lo estoy. Pienso que es lo mejor.
Pero él no quería ir. La profundidad de cuánto quería
quedarse lo asustaba.
–Ya veo.
Tiesamente, comenzó a juntar sus cosas. Pero dentro...
por dentro estaba muriendo. Kyuhyun no podía soportar verlo así. Él quería
agarrarlo y escaparse a un lugar donde nadie pudiera encontrarlos. Mantenerlo a
salvo.
El único problema era, que nadie podía ocultarse de un
dios. Tarde o temprano, Camulus los encontraría y luego él moriría.
Tomó su mochila mientras Sungmin le alcanzaba.
–La tengo.
El asintió, sus ojos brillantes y luminosos.
Ningún de los dos habló mientras lo conducía al exterior
donde Shindong esperaba. Él le dio su mochila a Shindong .
–Esto, uh... ha sido divertido, Kyuhyun –dijo él–.¿Te
veré otra vez?
Él miró a Shindong , quien lo miró con una ceja arqueada
como si él mismo quisiera la respuesta.
–No –dijo él despacio.
Sungmin se aclaró la garganta, pero no habló. En cambio,
caminó rápidamente hacia Shindong.
–Estoy listo.
Shindong se
distanció y dejó que él liderara el camino al catamarán.
–Celta –dijo él, –si cambias de opinión sobre nuestra
discusión, llámame.
Kyuhyun asintió.
Su corazón se rompía, mientras miraba a Sungmin
abrocharse el cinturón. Shindong encendió el barco y luego los dirigió hacia el
pantano.
Se había terminado.
Sungmin se había ido.
«Soy la Oscuridad.
Soy la sombra. Soy el Soberano de la Noche.
Yo, solo, entre la
humanidad y los que la quieren ver destruida. Soy el Guardián. El Cuidador de
los sin alma.
Ni Humano, ni
Apolita, existo más allá del reino de la Vida, más allá del reino de los
Muertos. Soy el Dark Hunter.
Y soy Eterno... a
no ser que halle un corazón puro que nunca me traicionará. Uno cuya fe y coraje
pueden devolverme mi alma y devolverme a la luz.»
Si no fuera por Camulus...
«No nos dan a todos
nosotros una segunda posibilidad para reclamar lo que hemos perdido. Si Shengmin
volvió, tal vez haya una razón para ello».
Sufriendo, dio la espalda a la imagen de Sungmin
dejándolo y volvió caminando a la cabaña. Cerró la puerta y miró alrededor.
Había tanto vacío ahí ahora que Sungmin se había ido. El había llenado su casa
de felicidad. Sobre todo, lo había llenado de felicidad.
Su mirada cayó sobre el bolso rosa sobre su escritorio. Lo
había olvidado junto con su cepillo. Pobre Sungmin, siempre olvidaba cosas.
–¿Hermano?
Él se dio vuelta bruscamente para ver a Ara al lado de
él.
–¿Hermosa, estás aquí para juzgarme también?
–No, hermano, estoy aquí sólo para hablar contigo.
–¿Sobre qué?
Ella extendió la mano hacia él y luego la dejó caer
cuando recordó que ellos no podían tocarse.
–Sólo quiero decirte antes de irme que he llegado a un
acuerdo con el dios de la sanación y resurrección para nacer de nuevo.
Los pulmones de Kyuhyun se paralizaron. No podía moverse.
No podía respirar. ¿Irse Ara?
¡No! La palabra se rasgó a través de él.
Ella no podía abandonarlo. No ahora. No después de todo
este tiempo. Ella era el único consuelo que le había quedado.
Y al mismo tiempo, él no podía permitirse decirle eso.
Hacerle saber cuanto quería que ella se quedara. Cuanto necesitaba que se
quedase.
Si lo hiciera, ella haría lo que él le pidiera y
abandonaría su futuro... Él nunca podría ser tan egoísta.
–¿Qué hizo que estés de acuerdo finalmente? –le preguntó
él, teniendo cuidado de mantener su tono de voz tranquilo.
–Es el momento. Quiero vivir mi vida otra vez. Para
encontrar todas las cosas que no tuve la última vez. Amor. Niños. Incluso un
trabajo y una hipoteca.
Él no podía reírse de su tentativa de humor, no mientras su
dolor era tan crudo. Tan debilitante.
Pero él sabía en su corazón que ella tenía razón. Este
era el momento para que ella tuviera las cosas que le habían sido negadas todos
aquellos siglos antes. Él quería que ella tuviera todo eso y más. Ella merecía
toda la felicidad que la vida podía traerle.
–Te echaré de menos.
–Yo te echaré de menos también, hermano.
Él le ofreció una sonrisa que sabía era hueca.
–Te deseo todo lo mejor, hermana. Envío mi corazón
contigo.
–Lo sé, Kyu. Te amo también, pero tú tienes a Shengmin
ahora. No estarás solo sin mí.
Sí, lo estaré. Porque tampoco puedo conservarlo.
Él cabeceó estoicamente.
–Siempre te recordaré, Ara.
Con ojos tristes, ella suspiró con pesar.
–Mejor me voy. Adiós, Kyu.
Kyuhyun se ahogó con su adiós. Él no podía decir la palabra.
Dolía demasiado para decirla. Decirla lo haría demasiado verdadero y él quería,
desesperadamente, que no fuera verdad.
Él quería que esto fuera una pesadilla de la que podría
despertarse. Pero no lo era. Esto era verdadero. Todo esto.
Sungmin se había ido. Ara se había ido.
Él no tenía a nadie.
Sintiéndose abandonado, él vio a Ara desaparecer del
cuarto.
Su corazón se rompió, se hundió en el piso sobre sus
rodillas e hizo algo que no había hecho desde el día Shengmin había sido
enterrado.
Lloró.
En su mente, podía ver a su padre reducido por los
Sajones. Él vio a su madre enferma de una devastadora viruela. Se vio a sí
mismo trabajar para la anciana tan duro como podía mientras ésta obtenía placer
en hacerlo sufrir.
Él vio a Ara como una pequeña niña inconsolable mientras
él intentaba todo para cuidarla.
Recordó a la vieja echándolos en la noche oscura cuando
no tenían ningún lugar a donde ir.
Había estado nevando aquella noche también, y en todo lo
que pudo pensar fue en mantener a su hermana viva.
Ella era todo lo que tenía.
Y entonces él la había llevado por la tormenta de nieve
mientras ella gritaba y aullaba. Por leguas de tierra congelada hasta que hubo
encontrado a la gente de su madre.
Por su hermana, él había pedido y había rogado y les
había permitido golpearlo hasta que no se pudo mantener en pie.
Él nunca había pedido nada para él. No antes de que
encontrara a Shengmin.
Él lo había tomado y lo había hecho suyo, y por su propia
estupidez lo había perdido. Ellos nunca podrían estar juntos. Nunca.
Soy la soledad. Soy el dolor.
Kyuhyun bramó de cólera.
De repente, algo a la derecha llamó su atención. Kyuhyun
frunció el ceño. Había algo sobresaliendo de su cama. Él se movió hacia ello y
lo sacó.
Su corazón dejó de golpear. Entonces comenzó a latir.
Sungmin se los había dejado a él. Había tres paisajes
pintados a la luz del día.
Eran hermosos, pero ni de cerca tan hermosos como la persona
que se los había dado. Un joven que le había dado los mayores regalos de su vida.
Él encontró una nota intercalada entre dos de las
pinturas. Abriéndola, él sintió un nudo en su estómago.
«Esto es el pantano
tal como yo lo veo, pero lo que no puedo capturar en la tela es como yo te veo.
Ningún pincel o
pintura jamás mostrará el héroe que eres. Nunca seré capaz de retratar el
sonido de tu voz cuando susurras mi nombre. La forma en que mi piel se
estremece cuando me tocas.
La pasión de ti
dentro de mí.
Te amo, Kyuhyun. Sé
que no puedo tenerte. Nadie jamás puede domesticar a una bestia salvaje.
Tú tienes un
trabajo que hacer y yo también. Sólo espero que cuando pienses en mí, esto te
traerá una sonrisa a tu cara.
Amor por siempre, Sungmin»
Él releyó la nota cuatro veces.
Durante siglos, él había amado a Shengmin. Pero lo que
sentía por Sungmin era mucho más. "Sí, puedes ganar batallas a un dios”
las palabras de Shindong se cernieron en su mente. Kyuhyun dejó escapar un
aliento entrecortado.
Sí, él podría ganar. Él saldría mañana por la noche y
cuidaría el Mardi Gras para Shindong. Pero una vez que eso se terminara...
Él iba a convocar a Camulus y terminar esto de una vez
por todas. Para el alba del miércoles, él o Camulus estarían muertos.
Sungmin no estaba seguro de qué hacer con Shindong
mientras entraban en su loft. Él era delgado y monstruosamente alto, y esos
ojos suyos...
Tembló.
Algo sobre ellos lo hacía parecer como que podía ver
directamente a través de él. Como que podía oír cada pensamiento que tenía.
Dejó caer su mochila al lado del sillón y lo miró dar una
vuelta alrededor de su loft, como si se asegurara que nadie estaba ahí, y aún
así ella sintió que era más hábito que una verdadera necesidad de tener que
verificar si estaban solos.
Él tenía una gracia mortal al contonearse. Largos pasos
de depredador. Había algo intrínsecamente sexual en Shindong. Algo apremiante,
seductor. Era como si él exudara poderosas ferononas, y al mismo tiempo, la
asustaba. Era un letal, hermoso animal que la parte salvaje de una tenía deseos
de abrazar, aún cuando la otra parte de una sabía que era probable que él te
arrancase el brazo cuando te devolviera el abrazo. Él era magnético y feroz y le
hacía querer escapar por la puerta.
Cuando él habló, el sonido poderoso de su voz la hizo
saltar, pero lo que más le sacudió fue lo erótica que era su voz. Era tan
profunda que retumbaba y cada sílaba que decía mandaba escalofríos por su
columna como una caricia seductora. Ella nunca había estado cerca de nadie cuyo
cuerpo completo y su carácter parecieran haber sido hechos sin ningún otro
objetivo que atraer sexualmente.
Muchacho, eso siempre funciona.
–Tu hermano, está abajo, limpiando. Podrías querer
hacerlo pasar la noche contigo.
–¿Cómo sabes que está abajo?
–Sólo lo sé.
Él era hasta más misterioso que su abuela.
–¿Por qué no te quedas?
–¿Quieres que lo haga?
No, no realmente. Pero no quería ofenderlo.
–Probablemente tienes cosas que necesitas hacer.
Él le dirigió una sonrisa hermética que parecía indicar
que había oído su respuesta verdadera.
–Entonces, buenas noches, Sungmin.
Él comenzó a enfilar hacia la puerta.
–Shindong, espera. –Él hizo una pausa y le miró–.¿Estoy
haciendo lo correcto dejando ir a Kyuhyun? – preguntó–.¿Tú lo necesitas,
verdad?
Sus ojos de mercurio lo chamuscaron.
–Pienso que tienes que escuchar lo que tu abuela te dijo,
Sungmin. Sigue a tu corazón.
–¿Cómo sabías sobre eso?
Él le brindó un asomo de sonrisa.
–Sé muchas de cosas.
Era un hombre muy espeluznante. Se preguntó si él sería
un miembro perdido de la familia Addams. Shindong se dio vuelta y salió por su
puerta.
Sungmin se quedó allí parado durante varios minutos,
debatiendo qué debería hacer con Kyuhyun.
Pero al final, sabía lo que su corazón exigía que
hiciese...
Le había preguntado a Psique si era posible convocar a
una diosa. No estaba seguro si Psique había sido honesta, pero había sólo un
modo de averiguarlo.
–Artemisa –dijo en voz alta–. Te convoco en tu forma
humana.
Nada pasó.
No hubo ningún sonido, ningún gran destello de luz. Nada.
Deprimido, se dirigió a su dormitorio.
–¿Quién eres tu? ¿Y por qué me has llamado?
Sungmin se congeló ante el sonido de la irritada,
fuertemente acentuada, voz detrás de él.
Al girar, vio a una mujer increíblemente alta, hermosa,
que se apoyaba en su sofá. La diosa estaba vestida con un vestido largo, blanco
parecido a una vaina y estaba con las manos sobre sus caderas.
–¿Eres Artemisa?
–A ver, déjame pensar. ¿Llamaste a Artemisa o a Peter
Pan?
Bien, Artemisa definitivamente no era una persona amable.
Ella daba un completo nuevo significado a la palabra irritable.
–Llamé a Artemisa.
–Entonces ya que no estoy vestida de verde y tengo el
cuerpo de una mujer y no de algún muchacho pre-adolescente, supongo que debo
ser ella.
–¿Siempre eres así de irritable?
–¿Tú siempre eres así de estúpido?. –Ella cruzó sus
brazos sobre su pecho y le dirigió a Sungmin una mirada fulminante–. Mira,
pequeño humano, no tengo nada de paciencia para ti. Tú no eres uno de mis
sujetos y ese medallón alrededor de tu cuello me ofende enormemente. Tan solo
dime que quieres, entonces puedo decirte que te vayas a la mierda.
Eso no pintaba nada bien. La señora-jefe de Kyuhyun era
una perra de temer.
–Quiero preguntarte si yo podría recuperar el alma de Kyuhyun
de ti.
Ella ladeó su cabeza ante la pregunta.
–¿Quieres decir Kyuhyun de los Morrigantes? ¿El jefe
celta que le saqué a Morrigan?
–Sí.
–No.
–¿No? –preguntó incrédula Sungmin.
–¿Hay ahí un eco? No, humano, su alma me pertenece y no
puedes tenerla.
–¿Por qué no?
–Porque yo lo digo.
Sungmin estaba horrorizado. Y furiosa con ella también.
Artemisa nunca sería votada Miss Simpatía. La diosa necesitaba algunos
seminarios de relaciones personales.
–¿Bien, entonces eso lo hace oficial, verdad?
Artemisa arqueó una ceja arrogante.
–¿Pequeño muchacho, tienes alguna idea de con quién o qué
estás tratando?
Sungmin suspiró y rezó para tener paciencia. No podía
permitirse perder la compostura con la persona que poseía el alma de Kyuhyun.
No si él lo quería de regreso.
Sin mencionar el pequeño detalle que como era una diosa,
Artemisa probablemente podría desear verlo muerto si la hacía enojar lo
suficiente.
–Lo sé, Artemisa. Lo siento. No pensaba ofenderte. Estoy
enamorado de Kyuhyun y quiero que tengamos un futuro juntos. Yo haría cualquier
cosa para mantenerlo conmigo. ¿Puedes o no entender eso?
La cara de Artemisa se ablandó un grado, como si ella
pudiera identificarse.
–Sí, entiendo.
–Entonces puedo...
–La respuesta todavía es no.
–¿Por qué?
–Por que nada en este mundo jamás es gratis. Si quieres
su alma de vuelta tienes que ganarla o pagar por ella.
–¿Cómo?
Artemisa se encogió de hombros.
–Tú no puedes. Tú no tienes nada que quiera o valore, por
lo tanto no tienes nada para negociar.
–¿Ah, vamos, es en serio?
–Terriblemente.
Artemisa destelló en vapor y desapareció.
¡Ajjj! Sungmin quería estrangular a la mujer. ¿Cómo podía
ser tan egoísta?
–¡Artemisa! –gritó antes de poder detenerse–. ¡Realmente
eres una mierda!
Cerrando sus ojos, Sungmin suspiró. ¿Qué debía hacer
ahora? No había ninguna manera que la vaca egoísta dejara ir el alma de Kyuhyun
alguna vez.
¿Qué iban a hacer?
Park Leeteuk se despertó a las siete treinta de la
mañana. Echó distraídamente un vistazo al reloj y cerró sus ojos, luego se
sacudió mientras caía en la cuenta de la hora.
Eran las siete treinta de la mañana y su pequeña hija, Sora,
no había despertado para que la alimentara a las cinco. No muy nervioso, pero
definitivamente preocupado por su bebé, se levantó y fue al cuarto de los niños
en la habitación al lado de la suya.
Mientras se acercaba a la cuna, su corazón se paró.
Estaba vacía.
De sólo tres semanas de vida, no había ninguna
posibilidad que Sora se hubiese levantado y se hubiera alejado.
¡Oh Dios, era Changsu! ¡Él había vuelto por ellos!
El terror lo atrapó con la idea. Después de que él y Kangin
habían derrotado a aquel monstruo, había tenido pesadillas que se repetían de
él volviendo de entre los muertos para vengarse de ellos.
–¡Kangin!
Corrió de nuevo a la cama y despertó a su marido.
–¿Qué pasa? –preguntó él gruñonamente.
–Es Sora. Se fue.
Kangin se sentó, ahora totalmente despierto.
–¿Se fue adónde?
–Ella no está en su cuna. No sé dónde está.
Él saltó de la cama y agarró sus pantalones del piso. Sin
esperar a Kangin, Leeteuk corrió por el piso de arriba, su corazón palpitando.
¿Dónde podría estar su bebé?
La idea de perder a su hija era la peor de las pesadillas.
Se precipitó escaleras abajo para ver si la puerta de
calle estaba abierta. Si tal vez alguien hubiera entrado y la hubiera tomado.
Al entrar en la sala de estar, Leeteuk se quedó paralizado.
Conmocionado hasta lo más profundo, fijó su mirada en la imagen más increíble
que alguna vez hubiera contemplado.
Shindong yacía sobre el sofá de cuero con Sora abrazada
plácidamente sobre la cima de su musculoso pecho, bajo su barbilla.
Un paquete de pañales estaba sobre la mesa con un biberón
de fórmula vacío. El alivio y la incredulidad lo inundaron simultáneamente.
Cuando había conocido a Shindong hacía poco más de un
año, él había sido la cosa más aterradora que alguna vez hubiera visto. Un
hombre imbuido de increíbles poderes y contradicciones, no tenía duda que él
podría desear olvidarse de todos ellos y ahora ahí estaba, con su pequeña hija
acunada tiernamente en sus manos enormes.
–Es algo... –La voz de Kangin se calmó cuando, también,
los vio. Alzó la vista sobre su hombro.
–Yo no sabía que a Shindong le gustaran los bebés.
–Ni yo. Por la manera incómoda en la que ha estado
comportándose con Sora en casa, asumí que no le gustaban.
Kangin tenía razón. Shindong no había hecho otra cosa que evitar estar
cerca de Sora tanto como le fuera posible. Siempre que ella gritaba, él en
realidad se deslizaba y hacía una salida precipitada. Leeteuk nunca hubiera
adivinado que en realidad le gustaba su hija.
Cruzando el cuarto, se acercó a la bebé.
Shindong se
despertó con una mirada tan salvaje y feroz que él se alejó con un jadeo
audible. Él se sentó sobre el sofá, pero no se movió más. Él parpadeó mientras
miraba a Kangin y a él.
–Lo lamento –susurró Shindong –. No me di cuenta que eras
tú.
–Yo solamente iba a tomarla en brazos.
Él echó un vistazo hacia abajo, a Sora quien todavía
dormía dentro del refugio de sus manos.
–Ah. Debo haberme dormido mientras la
hacía eructar.
Él se la dio a Leeteuk y el modo en que lo hizo le dijo
mucho. Shindong tenía una pericia que decía que había manejado a un bebé más
que sólo unas veces.
–Espero no haberte asustado –dijo él excusándose–. Ella
estaba llorando cuando entré y fui arriba a asegurarme que estaba bien. –Él
lucía extrañamente pálido, como si los gritos de bebé fueran de algún modo dolorosos
para él–. Ya que los dos todavía dormían la levanté, pensé, chicos, que les
daría un descanso.
Leeteuk se inclinó y lo besó en la mejilla.
–Eres un buen hombre, Shindong . Gracias.
Una mirada llena de dolor cruzó su cara mientras se
alejaba de ella. Él se levantó del sillón y recogió su mochila del piso.
-Me iré a la cama.
Kangin lo detuvo cuando entró en el vestíbulo.
–¿Estás bien, Shindong? Pareces un poco conmovido.
Shindong se rió de
eso.
–¿Cuándo alguna vez he estado conmovido?
–Buen punto.
Él palmeó a Kangin en el hombro.
–Sólo estoy cansado.
–Sí, yo me preguntaba dónde estuviste ayer. Nunca
volviste a dormir.
–Tenía algo de qué ocuparme. Algo que no podía esperar.
Leeteuk suspiró.
–Sabes, Shindong , un día vas a tener que aprender a
confiar en alguien.
–Buenas noches, Leeteuk –dijo Shindong .
Él inclinó su cabeza a Kangin y se dirigió a la escalera.
Leeteuk se unió a su marido cuando Shindong desapareció
arriba.
–No puedo creer que lo conozcas desde hace dos mil cien
años y que sepas tan poco sobre él, que hasta no puedes decirme su verdadero
color de cabello.
Él se encogió.
–Shindong es tan
autónomo y controlado que dudo si alguien alguna vez sabrá algo más que su
nombre.
No pues...ni para donde agarrar.
ResponderEliminarAl menos Kyu ya acepto que Sungmin no es Shengmin, y que por más que Min tenga su alma, su esposo esta muerto, a quien ama por hoy,es a Sungmin. A ese hombre que ha dejado de lado para que no le hagan daño, pero dudo que esto sea así de fácil.
Y además de soportar dejar a Min, ahora es Ara quien lo deja para reencarnar y poder hacer lo que en su vida pasada le negaron, por sobre su soledad,kyuhyun quiere que Ara viva lo que no puedo......T_T
Que susto el que se llevaron teuk y kangin,y en su vida imaginaron que Shin tendría a Sora entre sus brazos,tan bonita imagen *0*
Cada quien tiene sus miedos y alegrías, cada quien sabe que hacer con su vida aunque a veces lo que hagamos no sea lo mejor para nosotros,si lo mejor para los que amamos.
Me dolió mucho que KyuHyun y SungMin tuvieran que separarse, sobre todo porque ninguno de los dos querían hacerlo. KyuHyun recordando el juramento de los dark hunters es para deprimirse y para colmo de males llega Ahra a decirle a KyuHyun que va a renacer, el pobre recibió la estocada final, aunque entre todo lo que pasó, la nota de SungMin y darse cuenta de la profundidad de sus sentimientos, ayudó a que KyuHyun decidiera a convocar a Camulus.
ResponderEliminarHablando de convocar a un dios, Artemisa es para ahorcarla, atarle un ancla en el pie y tirarla al mar. Bueno al menos sabemos que SungMin puede buscar algo con que negociar, la pregunta es que.
Shindong es un misterio total, que fue lo que pasó con él, acaso habrá tenido hijos o algo así, me siento tan frustrada como LeeTeuk e.e
Gracias por la actualización ^^