Soulmate (DH3)- 22




–Tu esposo está muerto. El murió hace mil quinientos años y fue enterrado en tu patria. Sungmin no es Shengmin.

Kyuhyun rugió con su cólera y dolor. No era verdad. Sungmin era su esposo. Él lo sentía. Él lo sabía. Sungmin era todo lo que le importaba.

Todo lo que importaba.

Antes de que pudiera pensarlo dos veces, él atacó a Shindong. Cogió la garganta del Atlante entre sus manos y lo sacudió, intentando hacerlo entender.

–¡El no está muerto! –rugió–. Maldito seas, él no está muerto.

Shindong  rompió su asimiento y usó sus poderes para inmovilizarlo.
  
Kyuhyun siseó y gruñó mientras intentaba liberarse, pero fue inútil.

Y en aquel momento, comprendió justo cuán lejos había ido. Había atacado a Shindong.

El pensamiento le aclaró la mente. Shindong  tenía razón. Si no se calmaba y se controlaba, podría lograr que los mataran a todos.

A todos ellos.


Shindong  suspiró y lo liberó.

–Kyuhyun, tienes que tomar una decisión. Los Dark Hunter no tienen parejas. No tenemos familias. En el final del día, no tenemos a nadie, más que a nosotros mismos. Nuestra responsabilidad, nuestra única responsabilidad, es la gente que no puede protegerse de los Daimons. Tienes que mantener la cabeza fría.

–Lo sé. –Kyuhyun respiró entrecortadamente.

Shindong  asintió. Entonces sus ojos cambiaron a un extraño tono de plata, profundo.

–Dime qué quieres hacer. ¿Quieres que presente una solicitud a Artemisa por tu alma?

Kyuhyun pensó en ello. Ahora mismo, él estaba de pie frente a un dilema que nunca había pensado afrontar. Ni una vez en toda su existencia de Dark Hunter había osado a soñar que Shengmin regresara.

Que él...

Cerró sus ojos y se estremeció.

Shengmin no volvió. Shindong tenía razón. Shengmin estaba muerto.

El joven que ahora mismo estaba en su cabaña no era su esposo.

El era Sungmin. Un joven vibrante, humanitario quien tenía fuego y agallas. Podría tener el alma de su esposo, pero era alguien más. Alguien sin el que él no quería vivir.

Alguien a quien no se atrevía a conservar.

Él sintió como si su corazón se hiciera trizas. Sungmin era humano. Con tiempo, él podría olvidarlo y tener otra vida. Alguien más a quien amar

El pensamiento lo perforó, pero tenía que hacerlo.

De todas formas, él lo perdería. Al menos de esta manera, Sungmin tendría una posibilidad de felicidad que no le mataría.

–No –dijo Kyuhyun tranquilamente–. No quiero reclamar mi alma sabiendo que perderé a Sungmin por la ira de Camulus. No quiero mi libertad a ese costo.

–¿Estás seguro?

Él asintió, luego sacudió su cabeza negando.

–Francamente, T-Rex, no estoy seguro de nada. –Él lo miró–.¿Alguna vez has amado a alguien?

Shindong encontró su mirada estoicamente, y no respondió a la pregunta.

–Tu sabes, el problema con la vida y el amor es que ambos son muy cambiantes, mientras la gente raras veces lo es. ¿Si conoces a este joven y realmente lo amas, eso no merece la posibilidad de obtener la libertad para tenerlo?

–Pero si lo pierdo...

–Esto es un si, Celta. Me parece que lo único cierto es que si tú al menos no lo intentas, entonces definitivamente la perderás.

–Pero si lo dejo ir, al menos estará vivo.

–¿De la manera en que tú has vivido desde el día que Shengmin murió?

–Eso no es justo.

–No me pagan para ser justo. Me pagan para darle patadas en el culo a los Daimons. –Shindong soltó un suspiro cansado–. Sabes conocí hace siglos a un hombre sabio en China quien me dijo, “Él que deja que las lágrimas lo gobiernen, tiene miedo de un amo”.

–¿Confucio?

–No, Minh-Quan. Él era un pescador que solía vender los mejores zong-zi que alguna vez se hayan hecho.

Kyuhyun frunció el ceño ante el comentario inesperado. Así era la cosa con Shindong; uno realmente nunca sabía con lo que iba a salir.

–Eres un hombre extraño, Shindong. ¿Dime, qué harías si fueras yo?

Shindong cruzó los brazos sobre su pecho.

–Yo nunca supondría ser otro que yo mismo, Kyuhyun. No soy el que tiene que aguantar las consecuencias de tus acciones. Eso es algo que tú, solo, tienes que hacer.

Kyuhyun suspiró.

–¿Es posible luchar contra un dios y triunfar?

Sus ojos giraron embotados. Kyuhyun lo miró curiosamente. Había algo en el pasado de Shindong que su pregunta rozaba. Algo profundo y oscuro, a juzgar por la apariencia de la cara de Shindong.

–Los Dioses celtas y griegos se parecen muchísimo a la gente. Ellos cometen errores. Y esos errores son los que nos harán o quebrarán al final.

–Ahora suenas como un Oráculo.

–¿Escalofriante, verdad?

–No escalofriante, solamente irritante. –Kyuhyun comenzó a distanciarse de él.

–Kyuhyun.

Él se paró y se volvió para enfrentar a Shindong.

–Para contestar tu pregunta. Sí, le puedes ganar batallas a un dios. Pero es mucho más fácil negociar. –El tono de Shindong le dijo que hablaba con la voz de la experiencia.

–¿Cómo negocias con un dios que quiere que sufras por toda la eternidad?

–Con mucho cuidado, hermanito. Con mucho cuidado. –Shindong echó un vistazo a la distancia, al pantano–. Tu sabes, pienso que puedes estar perdiendo de vista algo realmente importante.

–¿Y eso es?

–A muy pocos de nosotros le dan una segunda oportunidad para reclamar lo que hemos perdido. Si Shengmin volvió otra vez a ti, tal vez haya una razón para ello. –Shindong desdobló sus brazos–. Tienes mi número, Celta. Si cambias de opinión sobre la petición, me avisas. Pero tienes que tomar rápido tu decisión. Necesito tu mente clara para mañana por la noche.

–¿Por qué me das una opción cuándo no se la diste a Kangin? Le pediste a Artemisa que le diera su alma a Leeteuk sin que él lo supiera.

Shindong se encogió de hombros.

–Kangin no tenía una opción que hacer. Sin alma, Changsu lo habría matado. Tu vida no está en peligro si no recuperas tu alma, Kyuhyun. Solamente tu corazón lo está. Y como bien sabes, puedes vivir sin tu corazón. ¿Pero realmente quieres?

Había veces cuando él seriamente quería que Shindong fuera el muchacho entrometido de veintiún años que parecía ser, y no un hombre sabio de once mil años. Esta era definitivamente una de aquellas veces.

–Voy a llevar a Sungmin de regreso a la ciudad conmigo.

–No –dijo Kyuhyun automáticamente–. El se queda aquí donde puedo protegerlo.

–Esa no era una pregunta, Celta. Necesitas tiempo lejos de él para pensar. Tiempo para aclarar tus pensamientos antes de mañana por la noche.

Él comenzó a argumentar, luego comprendió que Shindong  tenía razón. Iba a tener que dejarlo ir de todos modos. Él bien podría hacerlo ahora. Eso sería más fácil para ambos.

–Bien, iré a buscarlo.



Sungmin supo que algo estaba mal en el momento en que vio que Kyuhyun atravesaba la puerta. Su cara estaba atormentada, sus ojos oscuros.

–¿Qué pasó? –preguntó.

–Shindong va a llevarte de regreso a tu loft. –Su voz era tan desapasionada que hizo que su estómago se contrajera.

–Ya veo. ¿Y tu estás de acuerdo con él?

–Sí, lo estoy. Pienso que es lo mejor.

Pero él no quería ir. La profundidad de cuánto quería quedarse lo asustaba.

–Ya veo.

Tiesamente, comenzó a juntar sus cosas. Pero dentro... por dentro estaba muriendo. Kyuhyun no podía soportar verlo así. Él quería agarrarlo y escaparse a un lugar donde nadie pudiera encontrarlos. Mantenerlo a salvo.

El único problema era, que nadie podía ocultarse de un dios. Tarde o temprano, Camulus los encontraría y luego él moriría.

Tomó su mochila mientras Sungmin le alcanzaba.

–La tengo.

El asintió, sus ojos brillantes y luminosos.

Ningún de los dos habló mientras lo conducía al exterior donde Shindong esperaba. Él le dio su mochila a Shindong .

–Esto, uh... ha sido divertido, Kyuhyun –dijo él–.¿Te veré otra vez?

Él miró a Shindong , quien lo miró con una ceja arqueada como si él mismo quisiera la respuesta.

–No –dijo él despacio.

Sungmin se aclaró la garganta, pero no habló. En cambio, caminó rápidamente hacia Shindong.

–Estoy listo.

Shindong  se distanció y dejó que él liderara el camino al catamarán.

–Celta –dijo él, –si cambias de opinión sobre nuestra discusión, llámame.

Kyuhyun asintió.

Su corazón se rompía, mientras miraba a Sungmin abrocharse el cinturón. Shindong  encendió el barco y luego los dirigió hacia el pantano.

Se había terminado.

Sungmin se había ido.

«Soy la Oscuridad. Soy la sombra. Soy el Soberano de la Noche.

Yo, solo, entre la humanidad y los que la quieren ver destruida. Soy el Guardián. El Cuidador de los sin alma.

Ni Humano, ni Apolita, existo más allá del reino de la Vida, más allá del reino de los Muertos. Soy el Dark Hunter.

Y soy Eterno... a no ser que halle un corazón puro que nunca me traicionará. Uno cuya fe y coraje pueden devolverme mi alma y devolverme a la luz

Si no fuera por Camulus...

«No nos dan a todos nosotros una segunda posibilidad para reclamar lo que hemos perdido. Si Shengmin volvió, tal vez haya una razón para ello».

Sufriendo, dio la espalda a la imagen de Sungmin dejándolo y volvió caminando a la cabaña. Cerró la puerta y miró alrededor. Había tanto vacío ahí ahora que Sungmin se había ido. El había llenado su casa de felicidad. Sobre todo, lo había llenado de felicidad.

Su mirada cayó sobre el bolso rosa sobre su escritorio. Lo había olvidado junto con su cepillo. Pobre Sungmin, siempre olvidaba cosas.

–¿Hermano?

Él se dio vuelta bruscamente para ver a Ara al lado de él.

–¿Hermosa, estás aquí para juzgarme también?

–No, hermano, estoy aquí sólo para hablar contigo.

–¿Sobre qué?

Ella extendió la mano hacia él y luego la dejó caer cuando recordó que ellos no podían tocarse.

–Sólo quiero decirte antes de irme que he llegado a un acuerdo con el dios de la sanación y resurrección para nacer de nuevo.

Los pulmones de Kyuhyun se paralizaron. No podía moverse.

No podía respirar. ¿Irse Ara?

¡No! La palabra se rasgó a través de él.

Ella no podía abandonarlo. No ahora. No después de todo este tiempo. Ella era el único consuelo que le había quedado.

Y al mismo tiempo, él no podía permitirse decirle eso. Hacerle saber cuanto quería que ella se quedara. Cuanto necesitaba que se quedase.

Si lo hiciera, ella haría lo que él le pidiera y abandonaría su futuro... Él nunca podría ser tan egoísta.

–¿Qué hizo que estés de acuerdo finalmente? –le preguntó él, teniendo cuidado de mantener su tono de voz tranquilo.

–Es el momento. Quiero vivir mi vida otra vez. Para encontrar todas las cosas que no tuve la última vez. Amor. Niños. Incluso un trabajo y una hipoteca.

Él no podía reírse de su tentativa de humor, no mientras su dolor era tan crudo. Tan debilitante.

Pero él sabía en su corazón que ella tenía razón. Este era el momento para que ella tuviera las cosas que le habían sido negadas todos aquellos siglos antes. Él quería que ella tuviera todo eso y más. Ella merecía toda la felicidad que la vida podía traerle.

–Te echaré de menos.

–Yo te echaré de menos también, hermano.

Él le ofreció una sonrisa que sabía era hueca.

–Te deseo todo lo mejor, hermana. Envío mi corazón contigo.

–Lo sé, Kyu. Te amo también, pero tú tienes a Shengmin ahora. No estarás solo sin mí.

Sí, lo estaré. Porque tampoco puedo conservarlo.

Él cabeceó estoicamente.

–Siempre te recordaré, Ara.

Con ojos tristes, ella suspiró con pesar.

–Mejor me voy. Adiós, Kyu.

Kyuhyun se ahogó con su adiós. Él no podía decir la palabra. Dolía demasiado para decirla. Decirla lo haría demasiado verdadero y él quería, desesperadamente, que no fuera verdad.

Él quería que esto fuera una pesadilla de la que podría despertarse. Pero no lo era. Esto era verdadero. Todo esto.

Sungmin se había ido. Ara se había ido.

Él no tenía a nadie.

Sintiéndose abandonado, él vio a Ara desaparecer del cuarto.

Su corazón se rompió, se hundió en el piso sobre sus rodillas e hizo algo que no había hecho desde el día Shengmin había sido enterrado.

Lloró.

En su mente, podía ver a su padre reducido por los Sajones. Él vio a su madre enferma de una devastadora viruela. Se vio a sí mismo trabajar para la anciana tan duro como podía mientras ésta obtenía placer en hacerlo sufrir.

Él vio a Ara como una pequeña niña inconsolable mientras él intentaba todo para cuidarla.

Recordó a la vieja echándolos en la noche oscura cuando no tenían ningún lugar a donde ir.

Había estado nevando aquella noche también, y en todo lo que pudo pensar fue en mantener a su hermana viva.

Ella era todo lo que tenía.

Y entonces él la había llevado por la tormenta de nieve mientras ella gritaba y aullaba. Por leguas de tierra congelada hasta que hubo encontrado a la gente de su madre.

Por su hermana, él había pedido y había rogado y les había permitido golpearlo hasta que no se pudo mantener en pie.

Él nunca había pedido nada para él. No antes de que encontrara a Shengmin.

Él lo había tomado y lo había hecho suyo, y por su propia estupidez lo había perdido. Ellos nunca podrían estar juntos. Nunca.

Soy la soledad. Soy el dolor.

Kyuhyun bramó de cólera.

De repente, algo a la derecha llamó su atención. Kyuhyun frunció el ceño. Había algo sobresaliendo de su cama. Él se movió hacia ello y lo sacó.

Su corazón dejó de golpear. Entonces comenzó a latir.

Sungmin se los había dejado a él. Había tres paisajes pintados a la luz del día.

Eran hermosos, pero ni de cerca tan hermosos como la persona que se los había dado. Un joven que le había dado los mayores regalos de su vida.

Él encontró una nota intercalada entre dos de las pinturas. Abriéndola, él sintió un nudo en su estómago.


«Esto es el pantano tal como yo lo veo, pero lo que no puedo capturar en la tela es como yo te veo.

Ningún pincel o pintura jamás mostrará el héroe que eres. Nunca seré capaz de retratar el sonido de tu voz cuando susurras mi nombre. La forma en que mi piel se estremece cuando me tocas.

La pasión de ti dentro de mí.

Te amo, Kyuhyun. Sé que no puedo tenerte. Nadie jamás puede domesticar a una bestia salvaje.

Tú tienes un trabajo que hacer y yo también. Sólo espero que cuando pienses en mí, esto te traerá una sonrisa a tu cara.

Amor por siempre, Sungmin»

Él releyó la nota cuatro veces.

Durante siglos, él había amado a Shengmin. Pero lo que sentía por Sungmin era mucho más. "Sí, puedes ganar batallas a un dios” las palabras de Shindong se cernieron en su mente. Kyuhyun dejó escapar un aliento entrecortado.

Sí, él podría ganar. Él saldría mañana por la noche y cuidaría el Mardi Gras para Shindong. Pero una vez que eso se terminara...

Él iba a convocar a Camulus y terminar esto de una vez por todas. Para el alba del miércoles, él o Camulus estarían muertos.



Sungmin no estaba seguro de qué hacer con Shindong mientras entraban en su loft. Él era delgado y monstruosamente alto, y esos ojos suyos...

Tembló.

Algo sobre ellos lo hacía parecer como que podía ver directamente a través de él. Como que podía oír cada pensamiento que tenía.

Dejó caer su mochila al lado del sillón y lo miró dar una vuelta alrededor de su loft, como si se asegurara que nadie estaba ahí, y aún así ella sintió que era más hábito que una verdadera necesidad de tener que verificar si estaban solos.

Él tenía una gracia mortal al contonearse. Largos pasos de depredador. Había algo intrínsecamente sexual en Shindong. Algo apremiante, seductor. Era como si él exudara poderosas ferononas, y al mismo tiempo, la asustaba. Era un letal, hermoso animal que la parte salvaje de una tenía deseos de abrazar, aún cuando la otra parte de una sabía que era probable que él te arrancase el brazo cuando te devolviera el abrazo. Él era magnético y feroz y le hacía querer escapar por la puerta.

Cuando él habló, el sonido poderoso de su voz la hizo saltar, pero lo que más le sacudió fue lo erótica que era su voz. Era tan profunda que retumbaba y cada sílaba que decía mandaba escalofríos por su columna como una caricia seductora. Ella nunca había estado cerca de nadie cuyo cuerpo completo y su carácter parecieran haber sido hechos sin ningún otro objetivo que atraer sexualmente.

Muchacho, eso siempre funciona.

–Tu hermano, está abajo, limpiando. Podrías querer hacerlo pasar la noche contigo.

–¿Cómo sabes que está abajo?

–Sólo lo sé.

Él era hasta más misterioso que su abuela.

–¿Por qué no te quedas?

–¿Quieres que lo haga?

No, no realmente. Pero no quería ofenderlo.

–Probablemente tienes cosas que necesitas hacer.

Él le dirigió una sonrisa hermética que parecía indicar que había oído su respuesta verdadera.

–Entonces, buenas noches, Sungmin.

Él comenzó a enfilar hacia la puerta.

–Shindong, espera. –Él hizo una pausa y le miró–.¿Estoy haciendo lo correcto dejando ir a Kyuhyun? – preguntó–.¿Tú lo necesitas, verdad?

Sus ojos de mercurio lo chamuscaron.

–Pienso que tienes que escuchar lo que tu abuela te dijo, Sungmin. Sigue a tu corazón.

–¿Cómo sabías sobre eso?

Él le brindó un asomo de sonrisa.

–Sé muchas de cosas.

Era un hombre muy espeluznante. Se preguntó si él sería un miembro perdido de la familia Addams. Shindong se dio vuelta y salió por su puerta.

Sungmin se quedó allí parado durante varios minutos, debatiendo qué debería hacer con Kyuhyun.

Pero al final, sabía lo que su corazón exigía que hiciese...

Le había preguntado a Psique si era posible convocar a una diosa. No estaba seguro si Psique había sido honesta, pero había sólo un modo de averiguarlo.

–Artemisa –dijo en voz alta–. Te convoco en tu forma humana.

Nada pasó.

No hubo ningún sonido, ningún gran destello de luz. Nada.

Deprimido, se dirigió a su dormitorio.

–¿Quién eres tu? ¿Y por qué me has llamado?

Sungmin se congeló ante el sonido de la irritada, fuertemente acentuada, voz detrás de él.

Al girar, vio a una mujer increíblemente alta, hermosa, que se apoyaba en su sofá. La diosa estaba vestida con un vestido largo, blanco parecido a una vaina y estaba con las manos sobre sus caderas.

–¿Eres Artemisa?

–A ver, déjame pensar. ¿Llamaste a Artemisa o a Peter Pan?

Bien, Artemisa definitivamente no era una persona amable. Ella daba un completo nuevo significado a la palabra irritable.

–Llamé a Artemisa.

–Entonces ya que no estoy vestida de verde y tengo el cuerpo de una mujer y no de algún muchacho pre-adolescente, supongo que debo ser ella.

–¿Siempre eres así de irritable?

–¿Tú siempre eres así de estúpido?. –Ella cruzó sus brazos sobre su pecho y le dirigió a Sungmin una mirada fulminante–. Mira, pequeño humano, no tengo nada de paciencia para ti. Tú no eres uno de mis sujetos y ese medallón alrededor de tu cuello me ofende enormemente. Tan solo dime que quieres, entonces puedo decirte que te vayas a la mierda.

Eso no pintaba nada bien. La señora-jefe de Kyuhyun era una perra de temer.

–Quiero preguntarte si yo podría recuperar el alma de Kyuhyun de ti.

Ella ladeó su cabeza ante la pregunta.

–¿Quieres decir Kyuhyun de los Morrigantes? ¿El jefe celta que le saqué a Morrigan?

–Sí.

–No.

–¿No? –preguntó incrédula Sungmin.

–¿Hay ahí un eco? No, humano, su alma me pertenece y no puedes tenerla.

–¿Por qué no?

–Porque yo lo digo.

Sungmin estaba horrorizado. Y furiosa con ella también. Artemisa nunca sería votada Miss Simpatía. La diosa necesitaba algunos seminarios de relaciones personales.

–¿Bien, entonces eso lo hace oficial, verdad?

Artemisa arqueó una ceja arrogante.

–¿Pequeño muchacho, tienes alguna idea de con quién o qué estás tratando?

Sungmin suspiró y rezó para tener paciencia. No podía permitirse perder la compostura con la persona que poseía el alma de Kyuhyun. No si él lo quería de regreso.

Sin mencionar el pequeño detalle que como era una diosa, Artemisa probablemente podría desear verlo muerto si la hacía enojar lo suficiente.

–Lo sé, Artemisa. Lo siento. No pensaba ofenderte. Estoy enamorado de Kyuhyun y quiero que tengamos un futuro juntos. Yo haría cualquier cosa para mantenerlo conmigo. ¿Puedes o no entender eso?

La cara de Artemisa se ablandó un grado, como si ella pudiera identificarse.

–Sí, entiendo.

–Entonces puedo...

–La respuesta todavía es no.

–¿Por qué?

–Por que nada en este mundo jamás es gratis. Si quieres su alma de vuelta tienes que ganarla o pagar por ella.

–¿Cómo?

Artemisa se encogió de hombros.

–Tú no puedes. Tú no tienes nada que quiera o valore, por lo tanto no tienes nada para negociar.

–¿Ah, vamos, es en serio?

–Terriblemente.

Artemisa destelló en vapor y desapareció.

¡Ajjj! Sungmin quería estrangular a la mujer. ¿Cómo podía ser tan egoísta?

–¡Artemisa! –gritó antes de poder detenerse–. ¡Realmente eres una mierda!

Cerrando sus ojos, Sungmin suspiró. ¿Qué debía hacer ahora? No había ninguna manera que la vaca egoísta dejara ir el alma de Kyuhyun alguna vez.

¿Qué iban a hacer?



Park Leeteuk se despertó a las siete treinta de la mañana. Echó distraídamente un vistazo al reloj y cerró sus ojos, luego se sacudió mientras caía en la cuenta de la hora.

Eran las siete treinta de la mañana y su pequeña hija, Sora, no había despertado para que la alimentara a las cinco. No muy nervioso, pero definitivamente preocupado por su bebé, se levantó y fue al cuarto de los niños en la habitación al lado de la suya.

Mientras se acercaba a la cuna, su corazón se paró. Estaba vacía.

De sólo tres semanas de vida, no había ninguna posibilidad que Sora se hubiese levantado y se hubiera alejado.

¡Oh Dios, era Changsu! ¡Él había vuelto por ellos!

El terror lo atrapó con la idea. Después de que él y Kangin habían derrotado a aquel monstruo, había tenido pesadillas que se repetían de él volviendo de entre los muertos para vengarse de ellos.

–¡Kangin!

Corrió de nuevo a la cama y despertó a su marido.

–¿Qué pasa? –preguntó él gruñonamente.

–Es Sora. Se fue.

Kangin se sentó, ahora totalmente despierto.

–¿Se fue adónde?

–Ella no está en su cuna. No sé dónde está.

Él saltó de la cama y agarró sus pantalones del piso. Sin esperar a Kangin, Leeteuk corrió por el piso de arriba, su corazón palpitando.

¿Dónde podría estar su bebé?

La idea de perder a su hija era la peor de las pesadillas.

Se precipitó escaleras abajo para ver si la puerta de calle estaba abierta. Si tal vez alguien hubiera entrado y la hubiera tomado.

Al entrar en la sala de estar, Leeteuk se quedó paralizado. Conmocionado hasta lo más profundo, fijó su mirada en la imagen más increíble que alguna vez hubiera contemplado.

Shindong yacía sobre el sofá de cuero con Sora abrazada plácidamente sobre la cima de su musculoso pecho, bajo su barbilla.

Un paquete de pañales estaba sobre la mesa con un biberón de fórmula vacío. El alivio y la incredulidad lo inundaron simultáneamente.

Cuando había conocido a Shindong hacía poco más de un año, él había sido la cosa más aterradora que alguna vez hubiera visto. Un hombre imbuido de increíbles poderes y contradicciones, no tenía duda que él podría desear olvidarse de todos ellos y ahora ahí estaba, con su pequeña hija acunada tiernamente en sus manos enormes.

–Es algo... –La voz de Kangin se calmó cuando, también, los vio. Alzó la vista sobre su hombro.

–Yo no sabía que a Shindong  le gustaran los bebés.

–Ni yo. Por la manera incómoda en la que ha estado comportándose con Sora en casa, asumí que no le gustaban.

Kangin tenía razón. Shindong  no había hecho otra cosa que evitar estar cerca de Sora tanto como le fuera posible. Siempre que ella gritaba, él en realidad se deslizaba y hacía una salida precipitada. Leeteuk nunca hubiera adivinado que en realidad le gustaba su hija.

Cruzando el cuarto, se acercó a la bebé.

Shindong  se despertó con una mirada tan salvaje y feroz que él se alejó con un jadeo audible. Él se sentó sobre el sofá, pero no se movió más. Él parpadeó mientras miraba a Kangin y a él.

–Lo lamento –susurró Shindong –. No me di cuenta que eras tú.

–Yo solamente iba a tomarla en brazos.

Él echó un vistazo hacia abajo, a Sora quien todavía dormía dentro del refugio de sus manos. 

–Ah. Debo haberme dormido mientras la hacía eructar.

Él se la dio a Leeteuk y el modo en que lo hizo le dijo mucho. Shindong tenía una pericia que decía que había manejado a un bebé más que sólo unas veces.

–Espero no haberte asustado –dijo él excusándose–. Ella estaba llorando cuando entré y fui arriba a asegurarme que estaba bien. –Él lucía extrañamente pálido, como si los gritos de bebé fueran de algún modo dolorosos para él–. Ya que los dos todavía dormían la levanté, pensé, chicos, que les daría un descanso.

Leeteuk se inclinó y lo besó en la mejilla.

–Eres un buen hombre, Shindong . Gracias.

Una mirada llena de dolor cruzó su cara mientras se alejaba de ella. Él se levantó del sillón y recogió su mochila del piso.

-Me iré a la cama.

Kangin lo detuvo cuando entró en el vestíbulo.

–¿Estás bien, Shindong? Pareces un poco conmovido.

Shindong  se rió de eso.

–¿Cuándo alguna vez he estado conmovido?

–Buen punto.

Él palmeó a Kangin en el hombro.

–Sólo estoy cansado.

–Sí, yo me preguntaba dónde estuviste ayer. Nunca volviste a dormir.

–Tenía algo de qué ocuparme. Algo que no podía esperar.

Leeteuk suspiró.

–Sabes, Shindong , un día vas a tener que aprender a confiar en alguien.

–Buenas noches, Leeteuk –dijo Shindong .

Él inclinó su cabeza a Kangin y se dirigió a la escalera.

Leeteuk se unió a su marido cuando Shindong desapareció arriba.

–No puedo creer que lo conozcas desde hace dos mil cien años y que sepas tan poco sobre él, que hasta no puedes decirme su verdadero color de cabello.

Él se encogió.

–Shindong  es tan autónomo y controlado que dudo si alguien alguna vez sabrá algo más que su nombre.



2 comentarios:

  1. No pues...ni para donde agarrar.
    Al menos Kyu ya acepto que Sungmin no es Shengmin, y que por más que Min tenga su alma, su esposo esta muerto, a quien ama por hoy,es a Sungmin. A ese hombre que ha dejado de lado para que no le hagan daño, pero dudo que esto sea así de fácil.
    Y además de soportar dejar a Min, ahora es Ara quien lo deja para reencarnar y poder hacer lo que en su vida pasada le negaron, por sobre su soledad,kyuhyun quiere que Ara viva lo que no puedo......T_T

    Que susto el que se llevaron teuk y kangin,y en su vida imaginaron que Shin tendría a Sora entre sus brazos,tan bonita imagen *0*
    Cada quien tiene sus miedos y alegrías, cada quien sabe que hacer con su vida aunque a veces lo que hagamos no sea lo mejor para nosotros,si lo mejor para los que amamos.

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  2. Me dolió mucho que KyuHyun y SungMin tuvieran que separarse, sobre todo porque ninguno de los dos querían hacerlo. KyuHyun recordando el juramento de los dark hunters es para deprimirse y para colmo de males llega Ahra a decirle a KyuHyun que va a renacer, el pobre recibió la estocada final, aunque entre todo lo que pasó, la nota de SungMin y darse cuenta de la profundidad de sus sentimientos, ayudó a que KyuHyun decidiera a convocar a Camulus.

    Hablando de convocar a un dios, Artemisa es para ahorcarla, atarle un ancla en el pie y tirarla al mar. Bueno al menos sabemos que SungMin puede buscar algo con que negociar, la pregunta es que.

    Shindong es un misterio total, que fue lo que pasó con él, acaso habrá tenido hijos o algo así, me siento tan frustrada como LeeTeuk e.e

    Gracias por la actualización ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...