–Bien, miren quién regresó.
Sungmin bajó el libro que estaba leyendo y sonrío a Judith
mientras Judith hacía rodar su carro hacia él. Llevaba un vestido púrpura
suelto y una capa negra, Judith estacionó su carro a la derecha del de Sungmin,
que tenía alfarería y bocetos, y comenzó a sacar su mesa de naipes y sus cosas
de médium.
–Lo sé –dijo Sungmin tristemente mientras marcaba la
página de su novela y la dejaba a un lado–. He estado ocupado los últimos días.
Lo siento.
Judith extendió una tela púrpura sobre la mesa de naipes.
–¿Entonces me enteraré acerca de este tipo? ¿Quieres que
haga una lectura para ti?
Sungmin suspiró mientras se levantaba de su taburete para
ayudar a Judith a colocar sus carteles.
–No sé mucho acerca de él excepto que es un dios del
sexo, gigante y motorista que come nada más que comida chatarra, tiene una
tonelada de dinero, vive en el pantano, y conoce a tu cuñado, Kangin… Oh, y
conoce al marido de Donghae también.
La cara de Judith se volvió pálida. Ella miró hacia
arriba, se sobresaltó.
–¿Kyuhyun? ¿Has estado viendo a Kyuhyun? ¿Más de una vez?
Sungmin se congeló, desgarrado entre la excitación y la
aprensión. Judith no se veía bien. Parecía más bien descompuesta por la
noticia.
–¿Lo conoces? –preguntó incrédulamente. Judith incómoda,
echó un vistazo alrededor.
–Oh Dios, por favor, por favor dime que no es el atleta
sexual al que lo atropelló la carroza de Mardi Gras. Por favor dime que el tipo
que he estado imaginando no es Kyuhyun. He cenado con él, maldita sea.
–Esta bien, no te diré que es él, pero... es él. ¿No es
genial?
Judith gimió.
–Oh Dios. Había oído rumores acerca de él, pero ¿quién
podía saber si eran realmente verdaderos? No puedo creer esto. –Sungmin estaba
aliviado. Finalmente, alguien que le podía dar algunas respuestas, suponiendo
que se las pudiera extraer a la fuerza a Judith. Pero Judith parecía que iba a
ser menos que sincera.
–Nani, mejor largas lo que sabes de él. –Judith abrió su
boca, pero por la determinación de su mandíbula, Sungmin supo lo que estaba a
punto de decir–. No te atrevas a decirme que no me puedes decir nada –dijo antes
de que Judith pudiera–. He oído bastante de eso de parte de él.
Judith cerró la boca.
–Bueno, es un buen tipo por una vez. Él no es tu usual
motorista desempleado y tiene un futuro. Un futuro realmente largo.
–¿Y qué más?
Judith empezó con evasivas.
Sungmin abrió la silla plegable que Judith usaba para sus
clientes, luego se sentó a su lado.
–Vamos, Nani. En serio, realmente me gusta este tipo, y
me vuelve loco que no me diga nada, ni siquiera su cumpleaños. Entonces, ¿qué
sabes?
–Se supone que no debo decir nada, Minnie. Yo hice el
juramento de guardar el secreto.
–¿Juramento a quien?
Judith colocó su caja de cartas de tarot en la mesa.
–No se supone que lo diga – repitió ella.
–¿Qué es él, la mafia?
–Oh no –dijo ella, su voz gruesa como advertencia–. Hacen
que la mafia se parezca a los Boys Scouts. Éstos son tipos a los que nadie se
los cruza impunemente.
–¿Alguien peor que la mafia? ¿Quiénes son?
–Mira –dijo Judith–. Solo digamos que están en la línea
de trabajo de Heechul, ¿ok?
Sungmin frunció el ceño.
–¿Lencería? Él difícilmente parece el tipo para vender
eso.
–No, gracioso ¿qué hace él en la noche?
Sungmin formó una O pequeña con su boca mientras
entendía.
–¿Es un cazador de vampiros?
–Sí, y uno realmente bueno también.
Eso aclaraba cómo se habían encontrado en el callejón.
Más o menos, exceptuando que la gente que le había atacado no se había parecido
a los vampiros. Realmente parecían yuppies.
–Hay bastante más que eso, ¿no es así? –preguntó Sungmin.
Judith inclinó la cabeza asintiendo.
Sungmin sonrió diabólicamente.
–Y tú, mi mejor amiga en la tierra, mi hermana de alma
que comparte correos electrónicos con fotos de hombres desnudos con sombrero,
la mujer que me hizo poner un traje entero color lima que añadía siete kilos, va a
escupir todo para mi, ¿no es cierto?
Judith se puso rígida.
–No es justo y el traje no era lima era menta.
–Era un verde lima repulsivo y me veía como un pistacho
enfermo. Pero eso no viene al caso. Vas a soltar todo porque todo es justo en
el amor.
Sungmin no estaba seguro cuál de ellos estaba más
alarmado por la última parte de esa declaración. Judith se volvió para
enfrentarlo.
–¿Qué? ¿Me estas diciendo que amas a Kyuhyun?
Sungmin se recostó mientras trataba de poner en orden sus
sentimientos por Kyuhyun. Había tanto acerca de él que adoraba, tanto acerca de
él que deseaba ardientemente, y al mismo momento no sabía nada sobre quién y
qué era él ahora.
Todo lo que sabía era cómo le hacía sentir cuando la
miraba. Las ganas que tenía de ir a casa ahora mismo y estar con él.
–Honestamente, Judith, no sé. Cada vez que estoy cerca de
él me siento tan vivo. Tan cálido y protegido; nada en absoluto puede tocar o
dañar mi felicidad. Él simplemente calza conmigo. Sé que esto suena loco...
Hizo una pausa mientras miraba el stand psíquico de Judith,
que estaba lleno de pequeños artículos baratos, piedras runas, y símbolos del
tarot. Pensándolo bien, loco para Judith era equivalente a su asignatura.
Sungmin clavó los ojos en ella, tratando de hacerla
entender.
–Kyuhyun y yo estuvimos casados en otra vida.
Una luz oscura apareció en los ojos de Judith. Cuando
habló, su voz era apenas más que un susurro.
–¿Sabe Kyuhyun eso?
El asintió.
–Él inclusive me llamó su esposo anoche cuando lo hice
dormir en el sofá.
–¿Duerme en el sofá?
–Larga historia.
Judith volteó una de las cartas. Miró la carta de la
Muerte, luego miró a Sungmin.
–¿Dijo él que era en su vida anterior?
–No. De hecho, cuando soñé con él me veía diferente, pero
él no. Aún tiene los mismos tatuajes y eso es extraño, más que extraño. Aún
más, lo recuerdo haciéndose esos tatuajes. Ahora no estoy seguro si estoy
demente o qué.
Judith cubrió la mano de Sungmin con la suya y le dio un
apretón ligero, compasivo.
–No, dulce. No eres un loco, al menos no acerca de esto.
–¿Entonces qué sucede?
Judith miró alrededor, luego se apoyó más cerca y bajó la
voz otra vez como si estuviese asustada de que alguien los oyese sin intención.
-Minnie, dime verdaderamente, ¿cuales son tus intenciones
hacia Kyuhyun?
Sungmin se irritó por la pregunta.
–¿Quién eres? ¿Su mami? Prometo que lo respetaré en la
mañana.
Judith puso los ojos en blanco.
–Esto es realmente serio, Sungmin. Tu interés actual
juega con algunas cosas seriamente malas que no dudarían en matar a cualquiera
de ustedes si pensaran que tu o él pudieran traicionarlos.
Sungmin se sobresaltó ante el tono mortalmente fervoroso
de voz de Judith. Esto no estaba bien.
–¿Él es un vampiro, no es así? Yo sabía...
–No exactamente.
–Eso es lo que él dijo. ¿Así es que te preguntaré lo que
le pregunté qué no es exactamente un vampiro?
–Un Dark Hunter.
Sungmin quedó estupefacto de finalmente tener una
respuesta. Por supuesto, la respuesta no tenía ningún sentido en absoluto, pero
aun así era un principio largamente esperado.
–¿Y eso sería...?
–Un inmortal cazador de vampiros que vendió su alma por
un Acto de Venganza.
Un escalofrío trepó por su columna vertebral.
–¿Vendió su alma a quién, al diablo?
–A la diosa Artemisa.
Sungmin miró con ceño. Esto era la última cosa que había
esperado oír. Pero, dado lo extraña que era esta conversación, no debería estar
sorprendido de nada.
–¿Estás bromeando, verdad?
Lentamente, Judith negó con la cabeza.
–Pero eso no tiene sentido. Digo, no hay tantos vampiros
en el mundo, ¿los hay? ¿Cuántos Dark Hunter puede haber? ¿Es el único?
Por la expresión de Judith supo que la respuesta no sería
agradable.
–Hay miles de Dark Hunter e incontables vampiros. Más
correctamente, son llamados Daimons ya que han estado por aquí más tiempo que
la palabra vampiro.
Sungmin se sentó allí en estupor, mientras trataba de
captarlo todo.
–No lo capto. Digo, siempre creí en vampiros en teoría,
pero no realmente en carne y hueso, y estoy teniendo un mal rato creyendo que
hay tantos allí fuera que tenemos que tener asesinos reales para ellos. –trabó
la mirada con Judith–. Sin intención de ofender, pero siempre pensé que tu
hermano Heechul era un poco extraño, delirante.
Judith le dio una extraña media sonrisa.
–El lo es, pero eso no viene al caso.
Sungmin trataba de aceptar lo que le decía Judith.
Todavía no estaba seguro si debiera creer en eso. ¿Podía ser Kyuhyun realmente
un inmortal cazador de vampiros?
Y aun así, en un sentido muy extraño, explicaba un montón
de cosas. Un montón de cosas. ¡Oh Dios, él realmente era un cazador de
vampiros!
Se sintió enfermo.
–¿De dónde vienen los vampiros? –le preguntó a Judith–,¿Son
demonios o se hicieron de personas, como en el cine?
Judith hizo una pausa, luego habló quedo.
-De acuerdo, déjame darte una corta lección de historia y
veamos si eso te ayuda a poner algún sentido a esto. Eones atrás, dos razas
fueron creadas, la raza humana y los Apolitas. Los Apolitas eran los hijos del
dios Apolo. Él quería crear una súper raza que nos superaría en cada estado,
forma, y estilo. Eran bellos, sumamente altos, y tenían masivos poderes
síquicos.
Sungmin tragó al recordar a sus asaltantes.
Definitivamente sonaba como ellos.
–Pero como muchos otros que tienen tales poderes
–continuó Judith–, los Apolitas abusaron de ellos y comenzaron a guerrear
contra la humanidad, tratando de subyugar al género humano.
–¿Los Apolitas eran vampiros?
–No –dijo Judith–, te estas adelantando. Durante la
guerra entre los griegos y los Apolitas, los Apolitas mataron a la amante de
Apolo y a su hijo. Encolerizado con los asesinos, Apolo destruyó la tierra
natal de los Apolitas, la Atlántida. Por su traición, los Apolitas fueron
maldecidos a fin de que tuvieran que beber la sangre de cada uno de ellos para
sobrevivir, y tenían prohibido poner ni siquiera un pie bajo un solo rayo de
luz del día donde Apolo los pudiera ver. Porque su amante tenía veintisiete
años de edad cuando la mataron, los Apolitas fueron todos condenados a morir de
una muerte horrible en su cumpleaños veintisiete.
–¿Morir cómo?
–Se desintegran y se descomponen lentamente en un período
de veinticuatro horas.
Sungmin boqueó.
–Oh, qué horrible. –Judith estuvo de acuerdo mientras
recogía su carta y la regresaba a la baraja.
–Evitan ese destino de dos formas. Ellos o se suicidan el
día antes de su cumpleaños o se convierten en Daimons y comienzan a matar
humanos y a recoger sus almas en sus cuerpos para prolongar sus vidas.
–¿Cómo? –Judith se encogió de hombros.
–No estoy segura exactamente. Solo sé que drenan
drásticamente la sangre de nosotros hasta que morimos, luego toman nuestras
almas en sus cuerpos. En tanto el alma este viva, pueden vivir más tiempo. Pero
el problema es que el alma de un humano comienza a morir tan pronto como la
captan. Así es que están en una constante búsqueda de almas nuevas para
mantener sus vidas.
–¿Y esta recolección de almas es lo que los hace vampiros?
–Demonios, vampiros, personas macabras, ghouls, como
quieras llamarlos. Chupan tu sangre y te dejan sin nada. Del tipo como los
abogados. –Judith sonrió–. Oh espera, acabo de insultar a mi marido.
Sungmin apreció el intento de humor, pero todavía trataba
de asimilar todo esto.
–¿Y los Dark Hunter? ¿De dónde vienen? ¿Son Apolitas
también?
–No, son guerreros antiguos. Después que la Atlántida se
hundió en el océano, los dioses griegos estaban enojados con lo que Apolo había
creado y que luego soltara a los Daimons sobre nosotros, así que su hermana
Artemisa creó a un ejército para cazarlos y destruirlos. Los Dark Hunter. Kyuhyun
es uno de sus soldados.
–¿Ella los creó cómo?
–No sé. Ella hace algo para capturar sus almas y luego
devuelve al Cazador a la vida. Una vez que son traídos de vuelta, a los
Cazadores les son dados sirvientes y dinero así pueden concentrarse en cazar y
matar a los Daimons. Su único trabajo es liberar las almas robadas antes de que
las almas mueran.
Sungmin respiró profundamente mientras absorbía toda esta
información. No se veía bien para él o para Kyuhyun.
–Así es que Kyuhyun a jurado estar al servicio de
Artemisa para siempre –Sungmin dejó escapar una respiración trabajosa–. Dios,
realmente los elijo, hablando de una relación que no tenga futuro y sin
esperanza.
–No necesariamente.
Sungmin levantó la vista y percibió la apariencia
engañosa en la cara de Judith.
–¿Qué?
Judith barajó los naipes.
–Sabes, Kangin fue una vez un Dark Hunter...
El corazón de Sungmin saltó ante las palabras.
–¿De verdad?
Judith asintió.
–Ellos vienen con una cláusula. El amor verdadero puede
recuperar sus almas y liberarlos del servicio de Artemisa.
–Entonces ¿hay esperanza?
–Cariño, siempre hay esperanza.
Después de recoger cada jugoso detalle que pudo de Judith,
Sungmin juntó a toda prisa sus cosas y decidió volver a su loft. Cuando entró, Kyuhyun
todavía dormía sobre el sofá.
Sus labios sonrieron mientras lo miraba. Él lucía tan
adorable e incómodo. Realmente era demasiado grande para el sofá rosa y blanco,
y sus brazos y piernas colgaban en el vacío.
Se había quitado la camisa y la chaqueta y las había
dejado muy bien dobladas sobre la mesa de café, y sus largas botas Harley
echadas en el suelo debajo de ella.
Su cabello estaba revuelto y sus rasgos relajados
mientras sus pecaminosamente largas pestañas estaban recostadas sobre sus
mejillas. Tenía una de sus manos sobre su cara.
Mirándolo ahora, encontró difícil de creer que fuera un
antiguo guerrero inmortal cuyo nombre era sinónimo de muerte. Pero era quien
hacía ablandarse a su corazón y acelerar su pulso.
Él era delicioso.
Sungmin miró fijamente el intrincado tatuaje tribal sobre
su cuerpo. Realmente era un celta. Un verdadero corredor-desnudo-por-los-brezales-y-páramos-celtas,
vivo y respirando.
A su abuela le encantaría esto.
Cerrando sus ojos, Sungmin dejó que sus recuerdos de Shengmin
lo invadieran. Pero aquellos recuerdos no eran realmente suyos. Se parecían a
recuerdos de una película que hubiera visto alguna vez. Eran verdaderos y, al
mismo tiempo, no lo eran. El no era Shengmin, y Kyuhyun...
Tampoco era el mismo hombre que había sido entonces. Ninguno
de ellos era el mismo y él aún no podía sacudirse el sentimiento, de lo que
significaba estar juntos.
Pero si lo que Judith había dicho era verdad, entonces él
tenía una misión mucho más importante que ser su amante.
Sin mencionar que él no era Shengmin. Partes de Shengmin
vivían dentro suyo, pero era otra persona completamente nueva.
¿Amaba a Kyuhyun porque era Sungmin o era porque lo había
abandonado en su vida anterior?
¿Alguna vez estaría seguro?
–Nunca amaré a nadie, más que a ti, Sheng –Sus palabras
celtas resonaban en su cabeza.
Fragmento a fragmento, todos los recuerdos de su antigua
vida juntos regresaban. Era como si alguien hubiera abierto una puerta sellada
y los recuerdos comenzaran a salir.
El sabía sobre su hermana, su madre, su padre. Incluso
sobre su tío y su tía y su primo bastardo. Recordaba el modo en que le había
mirado como un joven muchacho la primera vez que los dos habían ido a jugar
junto al lago.
Recordaba el modo en que el clan lo había tratado. El
escándalo de su madre. Cómo los padres de Kyuhyun se habían escapado en medio
de la noche para impedir que el clan matara a su padre y condenara a su madre
por su romance prohibido. Todos habían odiado a Kyuhyun debido a ello.
Lo habían culpado por el hecho que su madre había
antepuesto sus necesidades y deseos sobre los de su gente. Para expiar sus
acciones, Kyuhyun había puesto las necesidades y deseos de todo el mundo por
encima las propias.
La garganta de Sungmin se cerró al recordar todo lo que
él había sufrido.
Shengmin había estado allí la fría y nevosa noche cuando Kyuhyun
había entrado tropezando, helado, en la sala, sosteniendo a un bebé que gritaba
en sus brazos. Su capa anudada alrededor de su hermana para mantenerla
caliente. Sus zapatos habían sido vendidos para comprar leche a Ara y que ésta
se había negado a tomar.
Kyuhyun había estado de pie desafiante ante todos ellos.
Su joven cuerpo vigorizado para enfrentar toda la malicia que ellos mostraban.
Incluso ahora podía ver la cruda determinación que había hecho brillar su joven
mirada ámbar.
–¿Tu madre? –El rey Donghwa había preguntado–.¿Dónde
está?.
–Ella ha muerto hace casi dos semanas.
–¿Y tu padre?
–Hace seis meses fue asesinado durante un ataque,
protegiéndonos de los Sajones –Kyuhyun había mirado hacia el bebé que gritaba
mientras él lo sostenía, luego miró hacia su tío. Su cara se había ablandado y
lo había traicionado el miedo. Este era el único resquicio en su valiente
fachada–. Por favor, Su Majestad, por favor tenga compasión de mi hermanita. No
la deje morir a ella también.
Donghwa lo había mirado con curiosidad.
–¿Y qué de ti, muchacho? ¿Pides piedad para ti?
Kyuhyun había sacudido su cabeza.
–No, Majestad. No pido nada para mí.
Su tío había adoptado a Ara como su propia hija, pero
nunca realmente había reconocido a Kyuhyun. Él lo había despreciado como todos
los demás lo hicieron. Donghwa nunca lo había protegido de la malicia del clan
o de los golpes. En cambio, le había dicho a Kyuhyun que lo enfrentara como un
hombre, como si los mereciera y que nunca lloriqueara.
Y entonces Kyuhyun lo hizo.
Sungmin no podía contar las veces que había encontrado a Kyuhyun
por el lago practicando con su espada.
–Voy a hacer que me acepten, Sheng. Voy a ser el mejor
guerrero que jamás haya nacido y ninguno podrá hablar de mí sin el debido
respeto.
Había visto la furia; el muchacho herido se había
convertido en un hombre amargado, feroz. Había caminado con un mortal contoneo
y un ceño tan severo que paralizaba el corazón cuando se acercaba.
Había luchado por abrirse un espacio en el corazón de su
tío. Luchado hasta que el clan que lo odiaba supo que él era el único capaz de
dirigirlos en contra de sus enemigos. Ninguno tenía la osadía de encontrar la
mirada de Kyuhyun y sólo en susurros temerosos se atrevían a menospreciar a su
madre o a él.
Su tío no había tenido ninguna otra opción, sólo aceptarlo.
Era reconocer a Kyuhyun o perder su trono en la guerra. Kyuhyun había sido
invencible. Fuerte. Inflexible.
Un hombre de poder.
Hasta que estaba a solas con él. Sólo entonces sus rasgos
se ablandaban.
Sólo entonces se animaba a reírse y a sonreír. Y lo que
más lo atormentaba era su recuerdo de Kyuhyun susurrándole su amor mientras él
moría en sus brazos.
Con su garganta apretada, Sungmin puso su bolso y su
termo de café sobre la mesa, luego se arrodilló sobre el suelo junto a su
cabeza. La ternura lo inundó.
Él realmente amó a este hombre.
Había cambiado de muchas maneras. De muchas maneras, Kyuhyun
no. Era todavía el mismo guerrero feroz que andaba solo. El mismo hombre que
anteponía a otros antes de él.
Remontó la línea de sus cejas con la yema de su dedo.
Entonces se echó hacia delante y lo besó en la mejilla.
Asustado, él se sacudió despertándose tan rápido, que
realmente se cayó del sofá. Sungmin sofocó su risa.
–Lo siento. –Kyuhyun miró alrededor adormilado mientras
se deslizaba otra vez en el sofá para incorporarse.
Le tomó unos segundos recordar donde estaba. Aclaró su
garganta, y miró con el ceño fruncido a Sungmin que estaba sentada sobre sus
piernas mirándolo con una expresión extraña y llorosa en su cara.
–¿Qué estabas haciendo? –preguntó.
–Besaba al Bello Durmiente para que despertara.
Frunció el entrecejo ante sus palabras hasta que olió
algo casi tan atractivo como el aroma de Sungmin.
–¿Café?
Él le dio el termo de la mesa de café.
–Y pan de arroz. Pensé que preferirías esto a mi jugo de
guayaba y muffins de arándano.
Kyuhyun lo miró con recelo como si una persona extraña lo
hubiera secuestrado y usara su cuerpo. Esta no podía ser la misma persona que
había rescatado de su cabaña y durante horas había estado buscando algo
"no tóxico" para comer. Ni el enojado tentador que lo había
desterrado a pasar un miserable día solo en el sofá.
–¿Ya no estás furioso conmigo?
–Quiero que confíes en mí, Kyuhyun. Eso no ha cambiado.
Kyuhyun miró hacia el vacío, incapaz de enfrentar el
dolor en sus ojos. Pero no tenía ninguna otra opción.
De muchas maneras ella era su esposa y de muchas otras no
lo era. Iba a tener que aprender a conocerlo de nuevo.
Pero lo que más le sorprendía era cuánto disfrutaba
comenzando a conocerlo.
Sungmin era una increíblemente sexy, entretenido y
divertido joven para tener cerca. Sungmin sacó el pan de arroz de la bolsa.
–¿Hambriento?
Sí, lo estaba, y no solamente de comida. Tenía hambre de
su cuerpo, estaba hambriento por su compañía.
Sobre todo, tenía hambre de sus ojos riéndose de él otra
vez y no ensombrecidos por el dolor.
Sungmin levantó su mano hacia sus labios, ofreciéndole la
masita. Él no la tomó de su mano. En cambio, se acercó y tomó un mordisco de él,
todo el tiempo mirándolo.
Sungmin tembló, entonces él se movió para besar sus
labios.
Suspirando de contento, lo obligó a recostarse sobre el
sillón de modo que pudiera sentarse a horcajadas sobre las caderas de él.
–Mmm, –suspiró él–. Me gusta despertarme de esta manera.
Sungmin dejó el pan aparte y con cuidado le sirvió una
taza de café del termo. Él parecía un poco nervioso cuando lo miró.
–Por favor no derrames eso sobre mí.
Él enarcó una ceja.
–Soy despistado, Kyuhyun, no torpe.
De todos modos, él tomó la taza de su mano tan pronto
como pudo, y bebió la infusión de achicoria con gusto a café.
–Solamente piensa cuánto más agradable sería yo si me
dijeras algo personal sobre ti.
Él apretó sus dientes.
–Eres implacable.
Deslizó su dedo por la línea de su mandíbula y vio sus
ojos oscurecerse mientras sentía su erección debajo.
–Sólo cuando veo algo que quiero.
Apoyó su cabeza contra él y dijo.
-¿Entonces, desde cuándo conoces a Henry?
Distraído por su sabor y olor, él contestó sin pensarlo.
–Cien años. –Él se puso rígido tan pronto como registró
sus palabras–. Quiero decir, yo um...
–Está bien –susurró antes de lamer su oído y enviar
escalofríos a través de él–. Sé que eres un Dark Hunter.
Él se retiró y frunció el ceño.
–¿Cómo sabes eso?
–Una amiga me lo dijo.
–¿Quién?
–¿Importa eso?. –se deslizó contra él y colocó sus manos
sobre sus hombros de modo de poder contemplarlo. Sus ojos marrón oscuro lo
quemaron con la sinceridad–. Te dije que nunca te engañaría.
–Se supone, que tu no conoces ese término.
–Lo sé.
Kyuhyun miró hacia lo lejos mientras pensaba con temor
que le pasaría a Sungmin si alguien averiguaba que sabía sobre los Dark Hunter
y su mundo.
–¿Qué más te dijo tu amiga?
–Que eres inmortal. Ella no sabía que edad tienes, pero
dijo que vendiste tu alma para vengarte de tu clan.
Él estrechó sus ojos.
–¿Te dijo ella por qué?
–Ella no sabía por qué.
–¿Qué más te dijo?
–Que el amor verdadero podría devolverte tu alma y
liberarte de tu juramento a Artemisa.
Era verdad y aún en su caso eso no importaba. Libre o no,
él nunca podría tenerla.
–Con la condición de que yo quiera mi libertad, eso
quieres decir.
–¿No la quieres?
Él miró hacia el suelo. Sungmin tomó su barbilla entre
sus manos y lo forzó a mirarlo.
–¿Kyuhyun?
Él tomó sus manos con las suyas y besó cada una, luego
las sostuvo. Cómo quería una vida con este joven, y no era sólo porque lo
hubiera amado alguna vez.
Era algo que nunca podría tener.
–Esa no es una pregunta fácil de contestar, Sungmin.
Presté un juramento y siempre cumplo mis juramentos.
–¿Yo no significo nada en absoluto?
Kyuhyun se estremeció ante su pregunta. Él vendería de
buena gana su alma una vez más por ellos, para pasar el resto de la eternidad
juntos.
–Sí, pero tienes que admitir que apenas nos conocemos el
uno al otro.
–Lo sé pero cuando te veo, Kyuhyun, sé que te conozco
realmente. Puedo sentirlo tan profundamente en mi corazón que me duele. ¿No lo
sientes tu también?
Sí, lo sentía. Pero él no podía decírselo. No se atrevía.
Había más que simples sentimientos entre ellos. Estaba la ira de dos antiguos
dioses que serían sumamente infelices si él decidiera estar juntos.
-Vivo una vida peligrosa, Sungmin. No hay ninguna garantía
en absoluto de que Artemisa alguna vez libere mi alma. Hubo numerosos casos en
el pasado donde ella ha rechazado a Dark Hunter que lo solicitaron, y aún si
ella realmente la liberara, no existe garantía alguna que pasarás su prueba y
me liberará. Por no mencionar el pequeño hecho que he enfurecido al principal
dios celta unos siglos atrás y siempre que me permito amar a un humano, él los
mata. ¿Por qué piensas que vivo solo en el pantano? ¿Piensas que disfruto
siendo un ermitaño? Nada me gustaría más que tener un Escudero o un amigo
humano, pero no me atrevo.
Aquella acerada mirada familiar apareció en sus ojos como
si ella tuviera un plan.
–¿A quién enfadaste?
–Camulus.
–Que le hiciste... –Su voz se fue apagando y su mirada se
perdió, como si recordara algo. –Mataste a su hijo.
Kyuhyun cerró sus ojos. Como lamentaba no poder volver y
deshacer sus acciones de ese día. Si sólo se hubiese quedado en casa con Shengmin
a llorar a su tío, nada de esto habría pasado.
–Sí –suspiró–. Pensé que su hijo había encabezado el
ataque que mató a Donghwa.
–Porque decidiste casarte conmigo y no con su hijo.
Él asintió.
–Estaba cegado por la pena y no hice nada por enterarme
que su hijo se había casado con alguien más. –Él tragó mientras recordaba ese
día y la agonía que todavía vivía dentro de su corazón–. Shengmin trató de
detenerme y yo no quise escucharlo. Después que había matado a sus guerreros y
a su rey, Camulus vino al campo de batalla y me maldijo. No me di cuenta hasta
después que el ataque a mi tío había sido organizado por su hijo ilegítimo, que
trataba de sacarnos a Ara a mí de su camino para poder ser rey. Entonces fue
demasiado tarde. La muerte había sido acordada y todos nuestros destinos
sellados. La verdad de todo no salió a la luz hasta mi muerte. –Él tomó su cara
entre sus manos mientras la agonía de aquel día se deslizaba a través de él de
nuevo–. Siento tanto lo que te hice. Lo que nos hice. No hubo un día en mi vida
que no haya lamentado no poder volver y deshacer aquel mal.
–Tu no lo hiciste, Kyuhyun. Pensabas que era lo correcto.
–Sungmin lo sostuvo cerca, tratando de calmar su culpa y su dolor–. Seguramente
hay alguna forma de anular la maldición de Camulus. ¿No la hay?
–No –dijo él–. No tienes ni idea de lo poderoso que él
es.
–¿Pero has tratado alguna vez de apaciguarlo o de hablar
con él sobre ello?
Antes de que él pudiera responder, la puerta se estrelló
al abrirse.
Sungmin jadeó, luego se escabulló del regazo de Kyuhyun.
Su corazón retumbaba mientras veía a un hombre entrar despacio por su puerta,
andando como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Él no era tan alto como Kyuhyun, probablemente no más de
un metro ochenta. Tenía el cabello negro y largo que caía libremente alrededor
de su cara y estaba vestido con un par de vaqueros negros de cuero, una
camiseta de color gris, y un suéter de escote en pico negro.
Era alarmantemente hermoso, pero había un aura oscura,
siniestra alrededor de él. Uno podría decir que se deleitada haciendo sufrir a
la gente. Kyuhyun se levantó, listo para la batalla.
El extraño esbozó una sonrisa creída, arrogante.
–Espero que no les importe la intrusión, mis oídos
ardían, y naturalmente tuve que venir y ver de qué hablaban ustedes dos.
Sin que lo dijera, supo que este era Camulus. Kyuhyun
soltó una maldición, entonces la siguiente cosa que Sungmin vio, fueron dos
dagas que salieron de debajo del abrigo de Kyuhyun que estaba sobre la mesa del
café y volaron hacia las manos de Kyuhyun.
Él las accionó con su pulgar, expulsando las láminas en
un círculo de tres hojas, luego se puso en cuclillas en una postura amenazante
que decía que él estaba listo para ocuparse del dios.
–¡Espera! –dijo él, esperando alejar una lucha que podría
costarle a Kyuhyun su vida. Miró a Camulus–.¿Por qué está usted aquí?
Camulus se rió malvadamente. Con frialdad.
–Estoy aquí estrictamente para torturar a Kyuhyun por
matarte. ¿Por qué otra cosa me molestaría en venir?
Horrorizado, Sungmin retrocedió.
Demasiado para negociar con este hombre. Él era la maldad
encarnada. Kyuhyun saltó a través del canapé, directamente hacia la garganta
del dios. Camulus sacó una espada de aspecto delgado.
–Ah Mi señor, cómo te he echado de menos. Nadie jamás
luchó como tú.
Los ojos de Sungmin se ensancharon cuando ellos se
enfrentaron el uno al otro. Nunca había visto nada como eso en su vida. Olvida
Hollywood. Esto no tenía nada que ver con eso. Ellos luchaban con malicia y con
habilidad consumada.
Kyuhyun desvió la espada de Camulus con las dagas, luego
esquivó la siguiente oscilación. Mientras el dios preparaba su siguiente
ataque, Kyuhyun se balanceaba y le dio en el brazo con una daga.
El dios silbó cuando su sangre fluyó de la herida.
–No te dejaré tomarlo –dijo Kyuhyun a través de sus
dientes apretados–. Te mataré primero.
Camulus atacó aún más duramente que antes. Más rápido.
Kyuhyun lo encontró golpe por golpe. Asalto letal por
asalto letal.
–Nunca podrás aprender tu lugar, Kyuhyun. Nunca supiste
cuando debías bajar tu espada y jugar limpio.
Kyuhyun agarró su espada entre dos dagas.
–No juego limpio con mis enemigos. Los ejecuto.
Le lanzó un fuerte golpe con la cabeza a Camulus, quién
se tambaleó hacia atrás. El dios sacudió su cabeza.
–Has mejorado
–He estado mil quinientos años perfeccionando mis
habilidades.
Mientras Kyuhyun embestía, seis hombres más atravesaron
la puerta. Dos de ellos con brillantes linternas en sus ojos. Kyuhyun maldijo y
las esquivó, cubriendo sus ojos como si las luces quemaran sus sentidos.
–Desearía tener más tiempo para esto –dijo Camulus. –Pero
me temo que estoy aburrido ahora.
Kyuhyun se dio vuelta hacia Sungmin quién agarró la
lámpara de una mesa y la bajó sobre la cabeza del primer hombre que se le
acercó.
–¡Maldito seas, Camulus! –gruñó él.
–Och vamos, Kyuhyun. Eres tú el que está maldito.
Kyuhyun trató de alcanzar a Sungmin, pero uno de los
hombres abrió fuego sobre él. Las balas no eran letales, pero eran
extremadamente dolorosas mientras laceraban su pecho, espalda y brazos. Él se
tambaleó y luego cayó.
Sungmin gritó cuando vio a Kyuhyun golpear el suelo.
Aterrorizado, se dirigió hacia él y luego sintió una bala rozar la parte
trasera de su hombro. Todo en lo que podía pensar era en salvar a Kyuhyun y a
sí mismo. No tenía un arma en su casa, pero tenía un bate de beisboll en su
dormitorio.
Y tenía que encontrarlo.
Esto era poca protección contra un dios. De todos modos,
una pequeña posibilidad era mejor que ninguna en absoluto.
Cuando corrió a su dormitorio, se dio cuenta que no era
una bala lo que lo había alcanzado sino un tranquilizante muy potente.
El cuarto flotó delante de sus ojos mientras luchaba por
caminar. Sus piernas estaban pesadas, difíciles de mover, y sentía como si
tratara de andar sobre concreto blando.
Era demasiado esfuerzo moverse.
Lo siguiente que supo, era que todo estaba negro.
Sangrando y herido, Kyuhyun luchó lo mejor que pudo.
Siempre que se levantaba, alguien enfocaba otra luz directamente a sus ojos y
le disparaba más balas a su cuerpo. Sus ojos ardían como fuego y apenas podía
tenerlos abiertos.
Él luchó por alcanzar a Sungmin.
Camulus lo golpeaba con un garrote y lo empujaba contra
la pared más distante. Kyuhyun lo contempló, su cuerpo le palpitaba y dolía
mientras sangraba.
Despreocupadamente, Camulus levantó a Sungmin en sus
brazos y lo contempló.
–¿El es una cosita bastante bonita, verdad? Incluso más
encantador de lo que era la primera vez. –Volvió a mirar hacia Kyuhyun con una
sonrisa siniestra asomando en sus labios–. No tienes ni idea de lo que tengo
intención de hacer con él. –Él lo besó en la mejilla–. Pero te prometo que lo
sabrás.
Kyuhyun rugió por el peso de su rabia.
–Entonces ayúdame, Camulus, te mataré si lo lastimas.
Camulus volvió su cabeza y se rió, luego anduvo unas
zancadas por el cuarto dando la apariencia de casualidad.
Kyuhyun apenas podía respirar por el dolor cuando Camulus
lo alzó y lo dejó caer de nuevo sobre sus rodillas. Estaba cubierto de sangre,
lo que hizo aún más difícil de moverse a través del ahora resbaladizo piso de
madera dura. Pero eso no lo detuvo.
Mantener a salvo a Sungmin era todo lo que le importaba.
Alguien comenzó a rasgar las persianas bajas de las
ventanas, derramando la luz del sol por todo el cuarto. Kyuhyun gruño cuando la
luz del día chamuscó su piel y embistió hacia la puerta por donde Camulus había
desaparecido.
Tres hombres lo persiguieron, para hacerlo regresar.
Él los golpeó y se abrió camino entre ellos y siguió a
Camulus. Los persiguió a través de la puerta trasera del club cuando ellos
desaparecieron en el callejón.
Pensando sólo en salvarlo, Kyuhyun no se dio cuenta que
estaba a la luz del sol hasta que sintió que su piel se prendía fuego.
Maldiciendo regresó al club y observó indefenso mientras Camulus hacía una
pausa en el coche y sostenía a Sungmin de forma que Kyuhyun pudiera ver su
rostro.
–Dile adiós a tu esposo. No te preocupes. Realmente
tendré mucho cuidado con él.
Camulus lo acomodó en el coche y se fueron.
–¡No! –gritó Kyuhyun.
Él no sería la muerte de Sungmin. No otra vez.
Ay No! Nonononono
ResponderEliminarPobre Kyu~ otra vez! Ay no...
Ya Min sabia todo! Y llwga rste dios de la nada!!!! Es enserio!???
No inventes!!! No se vale!!!! Ahhhh que desespero!!!
No...no puedo con esto... Esta peor que el Ksngtuk...o el Eunhae!!!! TT___TT
Ah ¿Por qué? T_____T Yo estaba tan agradecida con Judith por no guardar os secretos xD y luego emocionada al saber que SungMin hasta pensaba que podía devolver su alma a KyuHyun lo cual demuestra que lo ama, además KyuHyun estaba siendo sincero con Min.
ResponderEliminarTodo iba tan bien y tenía que llegar ese maldito de Camulus y su venganza interminable, por qué no deja en paz a KyuHyun de una vez, él muy cobarde ni siquiera peleo de igual a igual con KyuHyun, sino que tuvo ayuda, le disparó a KyuHyun y encima lo expuso al sol. Lo peor de todo es que se llevó a SungMin >_< KyuHyun necesita ayuda urgente!!
Mi odio eterno a Camulus >_<
Gracias por la actu
Dios......en verdad no puede haber una noche de paz,un momento de buenas noticias,porque enseguida llega alguien a estropearlo todo.....todo.
ResponderEliminarMin ya sabia parte de todo,tenia acorralado a Kyu y este probablemente le hubiera soltado algo más,pero no....tenia que llegar ese dios y además de concretar el odio hacia Kyu,pelea contra él y se lleva a Sungmin....podemos soportar lo demás.....por qué llevarse a Min.....por qué??????
Si pudiera yo misma le daría una paliza a ese disque dios.....¬¬