Doble Riesgo- Capítulo 1



Hacía once años, toda una vida, la última vez que había estado en Mouserabbit, había recorrido aquel camino bajo el candente sol, vestido con unos pantalones cortos, camiseta y sombrero. Había llegado a Mouserabbit sudoroso y polvoriento.

Entonces no podía imaginarse que volvería a Mouserabbit en un coche cuyo costo era prohibitivo para él cuando tenía diecisiete años. 
En aquella época, cuando pensaba en el futuro se imaginaba trabajando en una tienda, casado y con hijos.

Si en un hotel no hubiesen dejado de entregarle cierto mensaje a Kim Yesung, lo más probable era que el futuro que se imaginaba se hubiese convertido en realidad.

De pronto, Wook se dio cuenta de que estaba tan absorto en sus pensamientos que había estado a punto de equivocarse de camino y giró bruscamente el volante. Tendría que concentrarse.

Más adelante, se veían cinco buzones juntos, lo que les daba el aspecto de colmenas. Suspendido de la barra superior había un pulcro letrero que indicaba a los visitantes que se encontraban en Mouserabbit. Al verlo, Wook sintió un nudo en el estómago. Respiró hondo y pisó el freno.


Unos doscientos metros antes de llegar a la primera de las casas, el camino se dividía. Wook siguió la vereda que conducía hacia la más grande de las casas; como estaba entre una plantación de árboles, lo único que de podía verse era parte del tejado.

Sentía tanto miedo, que se le secó la boca y tuvo la tentación de dar la vuelta, volver hacia la carretera y regresar a Incheon.

—Pero no vas a hacerlo —se dijo con energía, y paró el coche.

Un túnel verde conducía hacia una hermosa casa de madera de dos pisos. Wook sintió de pronto que tenía tanto la espalda como las manos húmedas de sudor, por lo que tuvo que secarse con un pañuelo antes de bajar del coche, a la vez que respiraba hondo para intentar relajarse.

Sabía quién lo estaba esperando en el interior de la casa, pues a pesar de las objeciones del detective, hacía una semana le había escrito a Kim Yesung para comunicarle su visita.

—Huirá —había pronosticado.

—Kim Yesung no es capaz de huir —había asegurado Wook, al que tal idea le parecía ridícula.

En ese momento, mientras contemplaba la casa, se preguntó si no tendría razón el detective y debería haber llegado sin anunciarse.

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, recorrió la vereda hasta llegar a la puerta. Después de pasarse la lengua por los labios resecos, Wook llamó al timbre.

Para asombro suyo, abrió la puerta Kim Yesung en persona. Wook dejó que sus hermosos ojos se recrearan en el semblante del hombre que durante los últimos once años lo había obsesionado, desde aquella ultima visita a Mouserabbit.

Era más alto que él, delgado, ágil y de aspecto fuerte. Estaba bloqueando la puerta y observaba a Wook con la disciplinada y aterradora concentración de un depredador. Ni siquiera sus ojos, ni la hermosura de su boca, suavizaban las duras facciones de su rostro.

La familia Kim vivía en aquel lugar desde hacía unos cien años, eran los amos y señores de la región.

—¿Qué tal, Yesung? —dijo Wook, en un tono de voz distante y manteniendo sobre sí mismo un rígido control.

—Ryeowook —la voz de Yesung era tan grave que casi parecía adusta. Era una voz capaz de penetrar con facilidad las defensas de cualquiera. Sin embargo, en aquel momento Wook no encontraba en la expresión de Yesung ni un atisbo de sensualidad—. Haz el favor de pasar.

En cuanto cruzó el umbral, Wook comprendió de golpe la situación. Sólo estaba él en la casa.
En ese momento, la mezcla de miedo y esperanza que había albergado a lo largo de los últimos cinco meses se evaporó de inmediato, quedándole tan sólo amargura. Pero, después de todo, él ya sabía que no iba a ser fácil.

—Vamos a mi despacho —sugirió Yesung mientras daba un paso hacia atrás para que Wook pudiese precederlo por el pasillo hacia una habitación que tenía equipada con los últimos adelantos técnicos en informática, extrañamente combinados con unas estanterías de madera del lugar y el rico colorido, aunque algo apagado por los años, de una alfombra persa.

En cuanto se encontró en el interior del despacho, Wook se detuvo y le dirigió una mirada despiadada al hombre que tenía frente a él.

—¿Dónde están? —preguntó con traicionera ansiedad.

—¿Te gustaría tomar algo? —preguntó Yesung mientras se acercaba a un armario. A pesar de su altura, se movía con movimientos ágiles, con la gracia y el estilo de un felino.

—No, gracias. ¿Dónde están? —a pesar de sus esfuerzos, a Wook le temblaba la voz.

—Siéntate.

Wook se sentó en un cómodo sillón; las últimas trazas de nerviosismo pronto fueron sustituidas por el resentimiento. Aunque Wook pensaba que Yesung iba a intentar intimidarlo permaneciendo de pie para demostrarle su fuerza y poder, él también se sentó, y mantuvo la mirada fija en el semblante de Wook, en un escrutinio que era tan controlado como irónico.

—He visto tu fotografía cientos de veces —comentó, con cierto sarcasmo—, y aunque pensaba que el efecto se lograba a base de maquillaje y efectos, estaba equivocado. Tu belleza es exquisita.

—Mi aspecto no tiene importancia —replicó él, haciendo un gran esfuerzo para no perder la calma. 
Yesung estaba interesado en que se enfadara y estaba a punto de lograrlo. Pero la ira le impediría dominarse y Yesung podría aprovecharse de su debilidad. De modo que se dio ánimos y lo miró a los ojos—. ¿Dónde están los niños?

—¿De verdad piensas que podían estar aquí? —Preguntó con aparente diversión—. Debes creer que peco de exceso de confianza.

—Parece que el confiado fui yo —se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.

—¿A dónde crees que vas?

—¿Y tú qué crees? ¡Me voy! —Wook advirtió aliviado que en su voz no se reflejaba ningún sentimiento—. No me apetece seguir hablando contigo. Sólo he venido a ver a los niños.

—Vuelve aquí y siéntate —le ordenó él.

Wook volvió la cabeza.

—¿Por qué?

—Porque tenemos que hablar —al ver que no se movía, Yesung se apoyó en el respaldo de la silla y le dirigió una dura mirada—. El sentido común debería indicarte que no estoy dispuesto a permitir que te entrometas en su vida.

Yesung tenía razón. Tenían que hablar, así que Wook asintió lentamente con la cabeza y se acercó de nuevo hacia el sillón, en el que tomó asiento, tratando de adoptar una expresión de fría indiferencia.

—En primer lugar —continuó diciendo Yesung sin ninguna inflexión en la voz—, ¿por qué de repente, después de todo este tiempo, has decidido que querías verlos?

—No ha sido una decisión repentina —sus bien escogidas palabras disimulaban su furia. ¿Pensaría Yesung que se trataba de un mero capricho?—. Nunca he dejado de preocuparme por su bienestar, pero sólo hace unos meses que he conseguido averiguar quién los había adoptado —sonrió, pero su sonrisa estaba completamente desprovista de humor—. Y ahora que lo sé, lo que quiero es verlos.

—Si logras convencerme de que no los molestarás —repuso Yesung—, podrás verlos.

Wook le dirigió una mirada burlona.

—¿En serio? Estoy seguro de que perdonarás mi ligera incredulidad, pero tengo el presentimiento de que serías más que feliz si el appa biológico de tus hijos no hubiese aparecido. Te has esforzado mucho en cubrir tus huellas. A pesar de las nuevas leyes, me ha costado cinco años averiguar quién había adoptado a mis hijos. Eres muy poderoso, Yesung.

—Y no dudaré en hacer uso de ese poder —le aseguró él. A pesar de la suavidad de su voz, se encerraba tal amenaza en sus palabras que a Wook se le pusieron los pelos de punta—, para impedir que alguien haga daño a mis hijos.

—Yo no quiero hacerles ningún daño —a quien hubiese querido causarle daño era a él—. Lo único que quiero es ver que son felices.

Yesung frunció el ceño.

—¿Y por qué no iban a serlo? —Exigió saber—. Reciben amor y cuidados.

—Necesito asegurarme —Wook cerró los ojos durante un segundo—. Son tanto mis hijos como los tuyos. Sabes que no los abandoné, que si hubiese podido, me habría quedado con ellos.

Yesung no dijo nada, se limitó a inclinarse hacia adelante.

—No es necesario que sea aquí —continuó él con calma—. Podríamos encontrarnos en algún parque. Solamente quiero hablar con ellos un momento; sin decirles quién soy.

—¿Y si llegaras a creer que no son felices? —preguntó Yesung cortante—. ¿Qué harías entonces?

—No lo sé. Pero... yo soy una persona razonable, Yesung. Tú eres su padre y los has tenido contigo desde que tenían una semana; no voy a meterme en sus vidas, a menos que llegue a pensar que la situación lo exige —esbozó una sonrisa llena de dolor—. Pero no creo que ocurra nada de eso. Sólo quiero verlos.

—Supongo que tu detective privado te habrá dicho que Sunjoon ha muerto —dijo Yesung con tristeza.

—Sí —contestó en un susurro.

Sabía lo mucho que Yesung había amado a su esposo y suponía lo mucho que su muerte había significado para la familia. También había sido muy duro para él.

En aquel joven mayor, primo de su madre, Wook, un joven tan necesitado de apoyo emocional, había encontrado el amor y la consideración que nunca había podido obtener por parte de su propia madre. 
El esposo de Yesung estaba muy encariñado con él y lo consideraba una persona valiosa; y como Sunjoon era amable, encantador y cariñoso, Wook le había respondido con la incuestionable gratitud de un niño. A los once años de edad, y recién llegado a Mouserabbit, le habia impresionado mucho la convicción que Sunjoon tenía de que la vida se podía mejorar y que sólo hacía falta trabajo para lograrlo, por lo que se había prometido ser lo más parecido posible a Sunjoon al crecer.

—Lo siento —dijo con voz temblorosa, a pesar del esfuerzo que estaba haciendo para dominarse—. Oh, Yesung, no sabes cuánto lo siento.

Yesung lo miró.

—Te creo —comentó con voz dura.

—¡Yo lo quería mucho! —declaró Wook después de tragar saliva. De pronto, tuvo que llevarse las manos a los ojos para intentar disimular las lágrimas que ya era incapaz de contener.

—Toma —dijo Yesung entregándole un pañuelo.

Wook le dio la espalda y se sonó la nariz y volvió a tragar saliva. No podía mostrarse tan vulnerable.

—¿Cómo se lo tomaron los niños?

—Como era de esperarse —replicó Yesung con impaciencia apenas contenida—. Les afectó mucho, pero se han repuesto bastante bien. No obstante, en su corta vida ya ha habido suficientes problemas y no quiero que nada vuelva a alterarlos.

—Lo único que a mí me importa es su felicidad. ¿Saben que son hijos adoptivos?

—Por supuesto que sí —contestó Yesung encogiéndose de hombros—. Sunjoon insistió en que así fuese.

Sunjoon todo lo había hecho bien. Menos conservar la vida.

—¿Llegó a enterarse Sunjoon de que los niños eran hijos míos? —preguntó Wook con abierta curiosidad. Desde que había leído en el expediente que le habían enviado que los nombres de sus hijos eran Heecheol y Hakyeon, se había preguntado si Sunjoon y Yesung habrían descubierto de algún modo que él era su appa. Wook le había dicho muchas veces a Sunjoon que si alguna vez tenía hijos, les pondría esos nombres.

No obstante, el sentido común le indicaba que los nombres sólo se debían a que a Sunjoon también le gustaban.

—No —respondió Yesung sin cambiar su dura expresión—, ni yo tampoco. Todos los detalles de su nacimiento se mantuvieron ocultos, aunque al ver sus características físicas y su inteligencia, me alegré de que hubiesen tenido un padre tan parecido a mí.

—¿Alguna vez te lo has preguntado?

Yesung hizo una mueca.

—No sabía que estabas embarazado. Tu madre no se lo dijo a nadie.

Wook abrió la boca para decirle que Sunjoon sí estaba enterado y que hasta había ido a verlo al lugar en el que estaba recluido, pero él continuó implacable.

—Aunque eso no tiene la menor importancia, Ryeowook; aunque pudieses probar que tú eres su appa biológico, no tienes derecho a ninguna reclamación legal.

—Ya lo sé, y lo acepto. ¿Tan difícil te resulta comprender que lo único que quiero es verlos y saber que son felices?

—No creo que tú seas una buena influencia.

Wook levantó la cabeza con rapidez. Durante un momento se quedó sin habla, mientras examinaba el semblante de Yesung intentando averiguar si se trataría de una broma pesada. No lo era. Yesung estaba hablando completamente en serio.

—¿Por qué lo dices?

—Por la clase de vida que has llevado durante los últimos diez años —esperó a que Wook respondiera, pero como no dijo nada, continuó con frialdad—. Ryeowook, mis hijos tienen tan sólo diez años de edad. Durante esos diez años tú has vivido como has querido, has tenido infinitos amantes y no te has privado de ningún hijo. Yo sería un mal padre si permitiese que esa influencia llegara a mis hijos.

Furioso, Wook se puso de pie y se enfrentó a Yesung sin temor.

—Eres un cerdo, Yesung. No comprendo cómo pudo llegar a quererte Sunjoon. Escúchame y no lo olvides, pues no volveré a repetirlo. Estoy decidido a ver a mis hijos. Me quedaré en Cheonan durante el tiempo que sea necesario esperar a que vuelvan de donde los tienes escondidos, y los veré. Te he dado la oportunidad de hacer las cosas bien, pero lograré verlos, estés o no de acuerdo.

Se volvió hacia la puerta, pero antes de que pudiese llegar, Yesung se interpuso en su camino y lo miró con furioso desdén.

—Déjame pasar —le pidió con los dientes apretados.

—Antes me vas a oír tú a mí —tronó él con una expresión sobrecogedora—. Escucha, Ryeowook, y aunque sea sólo por una vez, piensa en alguien más aparte de ti. Esos niños han pasado por una época traumática y no están en condiciones de sufrir más. Con toda solemnidad te juro que si les haces algún daño, los confundes o los alteras, te haré sufrir tanto que desearás no haber nacido.

Wook echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.

—Entonces será mejor que procures estar con ellos cuando los vea —pidió Wook con engañosa suavidad—,para que puedas vigilar mi comportamiento. Porque si de algo estoy seguro, es de que los voy a ver.

Yesung soltó un juramento. Wook había aprendido a ignorar esa clase de comentarios, pero se sobresaltó ante el evidente odio que había en la voz de Yesung.

—Pequeña zorra —dijo él lentamente—. Creía que ya había logrado deshacerme de ti... ¿por qué demonios has tenido que volver?

De pronto, un sentimiento que Wook creía muerto para siempre, empezó a abrirse paso en algún recóndito rincón de su corazón.

—Deberías haberte imaginado que lo haría en cuanto averiguara dónde estaban los niños.

—No he sabido que tú eras el appa hasta hace tres días, al recibir tu carta —le dirigió una mirada dura y letal—. A nosotros nos dijeron que su appa se había ido lejos y que no volvería nunca.

—Quien te haya dicho eso se equivocó. Yo soy como Némesis —contestó con voz sedosa—. Nunca me rindo. Y ahora, quítate de mi camino.

Cuando Yesung dio un paso atrás, Wook tuvo la impresión de que le repugnaba.

—Conseguiré que los tribunales te impidan acercarte a ellos —lo amenazó.

—Y yo utilizaré los medios de comunicación —contraatacó él con dulzura—. Serían unos titulares muy atractivos, ¿no crees? Yo soy una persona famosa, ¿sabes?... y los periodistas disfrutarían con un escándalo tan jugoso.

Yesung se irguió y pareció crecer quince centímetros más. Y la impecable resistencia que había presentido se convirtió en una dura y concentrada furia.

—No te atreverías —musitó casi entre dientes.

—¿Quieres apostar? —preguntó Wook pensando que no debía dejarse intimidar—. Después de todo, no se puede confiar en nadie de mi calidad moral.

Entonces, Yesung le rodeó el cuello con los brazos y Wook tuvo miedo, sobre todo al ver la fría determinación de su mirada y comprender que estaba excitado.

Ya alguna vez Kim Yesung le había demostrado lo que era un hombre descontrolado.

—Ya te lo he advertido —repuso Yesung con calma, mientras le acariciaba suavemente el cuello con el dedo—. No me presiones más, Ryeowook, porque si lo haces nunca podrás superar mi venganza.

El sentido común le indicaba a Wook que no debería albergar ningún temor; que, aunque no lo pareciera en ese momento, Yesung era una persona civilizada.

Pero el instinto le indicaba lo contrario.

No obstante, no se dejó intimidar, a pesar de que sintió que palidecía.

—Puedes dejar de tratar de asustarme, Yesung —dijo, mirándolo con toda la determinación y la frialdad que pudo—. No tiene ningún sentido que montes un drama. Si me dejas ver a los niños, seguiré mi viaje, y no volveré a molestarte.

—No te acerques a ellos —le desafió él, haciéndole levantar la barbilla hasta un ángulo incómodo y hasta ligeramente doloroso.

El inmediato y total rechazo de Yesung restalló en el corazón de Wook con la fuerza del más cruel de los látigos. Entonces bajó la mirada de modo que lo único que veía de su rostro era la línea de su barbilla, tan firme como su carácter. Pero aquello no era ninguna novedad para él, que por experiencia propia sabía lo duro que podía llegar a ser Yesung.

—No me detendrás —volvió a asegurarle Wook superando su miedo—. Sé razonable, Yesung. No podrás mantenerlos siempre encerrados, y esta vez nadie va a poder echarme de aquí.

—Continúa.

—Eso es todo. Voy a verlos.

—Maldito seas —musitó Yesung—. Has sido mi obsesión durante años enteros... ¡supongo que sabías que al volver aquí nos pondrías a todos en una situación intolerable!

Y entonces lo besó.

Abriéndose paso a través de los escombros y las ruinas de los once años pasados, lo despojó de toda su mundanal experiencia y lo dejó convertido de nuevo en el inseguro joven adolescente de su primer encuentro. Wook volvió a sentirse como si tuviera dieciocho años.

Sunjoon le había regalado un reloj y un nuevo guardarropa más acorde con su nueva condición de persona adulta. Pero a pesar de su supuesta madurez, Wook se había enamorado perdidamente de 
Yesung y había caído en sus garras con una ciega e indeseable pasión.

Esa misma pasión resucitada, palpitaba en el interior del joven con una intensidad que ni siquiera trató de resistir. Su boca se abrió al sentir la proximidad de la de Yesung como una flor lo hace ante el sol. La sangre le pulsaba a toques de tambor a un ritmo marcado por un deseo que le hacía estremecerse a pesar del calor que le embargaba.

Yesung volvió a posar su boca sobre la suya y continuó besándolo seductoramente. Le agarró de la cintura y lo atrajo hacia él para que pudiera sentir la intensidad de su deseo.

La cordura y la razón de Wook se ahogaron en un mar de sensaciones que le impedían pensar con claridad.

Pero de pronto, Yesung lo hizo separarse de él y dijo con voz tan cortante como un cuchillo recién afilado.

—Y ahora lárgate de aquí, pequeña zorra.

Wook, que todavía seguía prisionero de los sentimientos que Yesung había despertado en él, apenas pudo maldecirse a sí mismo por haber caído en la trampa más antigua del mundo.

—No vas a deshacerte de mí con tanta facilidad —le aseguró con voz ronca y sensual—. Te guste o no, Yesung, no podrás apabullarme ni con tu dinero ni con tu poder. Mi decisión de ver a esos niños es irrevocable, y lo lograré, a pesar de cualquier vigilancia que puedas ponerles, por estricta que ésta sea.

A Yesung le temblaban las manos pero, según observó Wook con fascinada atención no desprovista de miedo, una fracción de segundo le bastó para recuperar el control.

—Tienes razón —comentó Yesung cuando vio que el joven le estaba mirando las manos—. Deberías temer lo que podría hacerte con estas manos. Vete de aquí, Ryeowook, antes de que ocurra algo de lo que podrías arrepentirte.

—Me hospedo en el motel Sukira, en Cheonan —contestó Wook. Se volvió y se alejó de él para salir a la luz del sol. .

Sabía el motivo por el que Yesung lo había besado: había sido un castigo por estar él con vida mientras que Sunjoon estaba muerto. No había podido vencer al destino, ni gritar su desesperación a la luna, así que había hecho algo que los hombres hacían desde que el mundo era mundo: utilizar la superioridad de su fuerza y convertir la furia en sexualidad.

Todavía se estremecía al pensar en lo que había ocurrido, pero por lo menos lo peor ya había pasado. Había visto a Yesung. En ese momento, lo único que le quedaba por hacer era encontrar a los niños.

Aquel viaje al pasado había asumido todas las cualidades de una santa cruzada. Cuando viera a los niños, estaba seguro de que se daría cuenta de si eran o no felices.

Y si lo eran, se montaría en su coche y se alejaría inmediatamente de allí.

Aunque pensaba que lo natural sería que con el paso del tiempo ellos sintieran una comprensible curiosidad por saber quién era su appa biológico, creía también que el descubrimiento no sería tan traumático si él no fuese un completa extraño. Por supuesto que nunca podría sustituir a Sunjoon, pero Wook sólo quería ocupar un pequeño lugar en la vida de sus hijos.

Yesung no tenía ningún derecho a mantenerlo alejado; aparte de que su comportamiento hacia él había sido despreciable: lo había insultado, le había gritado y le había besado...

A pesar de que le había prometido a Yesung no meterse en la vida de sus hijos, consultaría a un abogado para que le ayudara a resolver su problema.

Cuando llegó al hotel, se preparó una taza de té y, cuando se sentó para tomarla, acarició con la mano el colgante que llevaba al cuello. Después, con un súbito y veloz movimiento, buscó en su bolsa hasta encontrar la única fotografía que tenía de sus hijos; una que había sido tomada por una de las enfermeras cuando sólo tenían una semana de vida.

Un juvenil Wook aparecía sosteniendo a las dos bebés en brazos con tanto cuidado que parecía estar asustado mientras miraba hacia la cámara. Los niños habían nacido con treinta minutos de diferencia y era obvio que no eran gemelos idénticos.

Al día siguiente de que le hicieran esa fotografía, Wook había salido del hospital y la pareja que había adoptado a sus hijos había ido a buscarlos y se los habían llevado.

¿Cómo se habría sentido entonces Wook si hubiese sabido que se trataba de Sunjoon, a quien él adoraba, y de Yesung?

Pero había sido mejor que no lo supiera, pues entonces era demasiado joven para saber enfrentarse a la situación.

Aunque en ese momento, transcurridos ya varios años, tampoco tenía la sensación de estar enfrentándose a la situación de la forma más adecuada.

Al contemplar la fotografía recordó hasta el más mínimo detalle del momento, incluido el leve aroma a talco, a leche y a inocencia que tenían sus hijos. Nunca había olvidado, pensó con renovado dolor, cómo eran sus niños.

Estaba completamente decidido a ver a sus hijos, y Kim Yesung no iba a ser obstáculo. Yesung tenía dinero y poder, pero él también tenía dinero, además del poder de su fama, aunque no tenía en realidad ninguna intención de recurrir a los medios de comunicación, ya que sabía que en ese caso todos podrían salir heridos, su amenaza podría mantenerlo avergonzado.

Vería a sus hijos.

Negándose a recordar la forma en que Yesung lo había besado, se terminó la taza de té y después hizo una llamada a Incheon, al detective para pedir el nombre de un abogado especialista en casos familiares. Después de colgar el auricular, permaneció melancólico y pensativo, mientras poco a poco se evaporaba la carga de adrenalina que lo había sostenido hasta entonces.

Más tarde, salió a la calle y acudió a una floristería. La empleada lo reconoció y, al saber que ya se había retirado, le preguntó si pensaba quedarse a vivir allí.

Hasta ese momento la idea no se le había pasado por la cabeza, pero en ese momento pensó que sería magnífico vivir cerca de sus niños.

Pero... ¿sería justo para ellos?

¿Y qué haría Yesung en ese caso? Al pensar en cómo reaccionaría, a Wook se le puso la carne de gallina, pues sabía que podía ser un enemigo terrible.

Decidió acercarse al pequeño cementerio que había dado servicio al pueblo desde hacía más de cien años. Caminó sobre el césped recién podado y bajo la sombra de los viejos árboles. Era un lugar en el que imperaban la paz y la tranquilidad

La lápida correspondiente a la sepultura de Sunjoon era sencilla y austera. Con los ojos llenos de lágrimas, Wook leyó que era el amado esposo de Yesung y el appa de Heecheol y Hakyeon, fallecido a los treinta y siete años de edad.

Mientras colocaba sobre la tumba el ramo de flores que llevaba, Wook pensó que la muerte era muy injusta cuando se llevaba a personas jóvenes, buenas y felices. Y que la muerte era un final definitivo.

Cuando estaba a punto de irse de allí, pudo ver a través de sus lágrimas que a su lado se encontraba la imponente figura del hombre que había hecho a Sunjoon tan feliz. Maldición, pensó, olvidándose de su tristeza. ¿Por qué tenía que estar Yesung allí?

—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Yesung con dureza.

—He venido a traer flores —respondió, y Yesung cerró los ojos como si no pudiese haber dicho nada más doloroso—. Yesung, yo también lo quería.

—Sí, lo sé —dijo Yesung con tristeza, mientras miraba el ramo de flores que había llevado.

—Fue muy bueno conmigo —susurró Wook. Yesung se volvió hacia otro lado, pero Wook alcanzó a distinguir el relámpago de desnuda emoción que surgió en sus ojos. Lleno de compasión por él, le tocó el brazo. Yesung llevaba la camisa arremangada, por lo que pudo apreciarse el fuerte contraste entre su pálida piel y la piel bronceada de Yesung. Apartó la mano rápidamente, por miedo a prolongar aquel contacto.

—Me enseñó modales y a vestirme bien. Y, en cierta forma, a él le debo mi carrera, pues si no me hubiese llevado a SM aquella Navidad, no habría conseguido la recomendación para la agencia de modelos y mi vida hubiese tenido unos horizontes tan estrechos como la de mi madre. Sunjoon me lo dio todo y lo hizo con delicadeza y cariño, sin hacerme sentir nunca que yo era un chiquillo insignificante.

—Me pregunto qué habría pensado al saber que querías sustituirlo.

Al oír aquellas palabras, Wook dio un paso hacia atrás, palideció y miró de soslayo hacia la sepultura.

—No te preocupes, no puede oírnos y nunca sabrá que tú traicionaste su amor seduciendo a su esposo. Ni tampoco que los niños a quienes dio tanto amor son tuyos y míos. Ryeowook, Sunjoon ha muerto, y tú y yo nos hemos quedado para preguntarnos qué habría pasado si él todavía viviese. Porque tú en cualquier caso habrías vuelto, ¿verdad?

—Sí —respondió Wook con voz temblorosa.

—Y provocarías un daño todavía mayor que cuando aquella noche te metiste en mi lecho —Wook sacudió la cabeza, pero él continuó implacable—. ¿Por qué lo hiciste?

—Ya te lo he dicho otras veces. Estaba dormido y no esperaba que llegases a casa aquella noche.

—¿Y fue la casualidad la que te llevó a acostarte en la cama en la que Sunjoon y yo dormíamos todas las noches? —Hizo una interminable pausa y luego dijo—: Me resultaría muy difícil de creer.

Pero era la verdad. Aquella noche, Sunjoon había decidido ir con su esposo a casa de unos amigos y le había pedido a Wook que se quedase en casa y que se quedara a dormir en su cama, donde tendría el teléfono y las píldoras para dormir a mano.

Pero cuando había llamado al hotel para comunicarle a su esposo el cambio de planes, él no se encontraba allí, así que le había dejado un mensaje con un empleado, que, al olvidarse entregarlo, había cambiado el futuro de todos ellos.

Cuando Yesung había llegado a casa, se había metido en la cama, pensando que el joven que se encontraba a su lado era su esposo. Cuando Wook se había despertado, se había encontrado en sus brazos. Y entonces ya era demasiado tarde.

—¡Lo traicionaste! —repitió Yesung.

—¡Pero tú también! —contestó Wook con el corazón destrozado.

—Sí, Ryeowook —le aclaró él con calma—. Y no es necesario que intentes hacerme sentir culpable, pues desde aquella noche la culpa no me ha dejado vivir.

—Pero no eras culpable si pensaste que yo era Sunjoon —y era a Sunjoon al que él había tenido entre sus brazos, Sunjoon era el receptor de su salvaje ternura, Sunjoon...

—Esa no es ninguna excusa.

Yesung tenía razón. Eso no era ninguna excusa, como tampoco lo era el que él no hubiera hecho nada para impedirle que continuara. Podía haber gritado y haberse resistido para que se diera cuenta de que no se trataba de Sunjoon. Pero aquellas expertas caricias le habían hecho rendirse en silencio y sin protestar.

—Te voy a permitir ver a los niños —dijo él de pronto.

Wook se emocionó y abrió la boca para decir algo, pero Yesung se lo impidió.

—Con una condición. Que firmes un documento en el que asegures que no les vas a decir quién eres y que no harás ninguna reclamación sobre ellos —hizo una breve pausa—. Sin documento, no hay visita.

—Sí, de acuerdo —respondió comprendiendo su recelo.


—Bien. Te espero en la oficina del notario esta tarde a las cuatro.

5 comentarios:

  1. Mi adaptadora favorita sólo voy a decirte que te amo.
    Gracias por este nuevo y maravilloso YeWook

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  2. OMG amo todas tus adaptacions son las mejores
    Al principio dl cap tenía tantas preguntas pero al final n qde con la boca abierta Díos como fue a pasar todo
    Realmente m sorprendi
    M quede con ganas d más z:'(
    Ayos besos

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  3. Realmente una se queda con
    ganas de mas y 8 días parecen una eternidad :'( voy a morir imaginando como sigue todo!!

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  4. Es tan duro e injusto......no niego que yesung deba tener precaución con la llegada de Wook,y claro,era evidente que tenian que hablar sobre la visita a los niños,porque con una carta no se arreglan las cosas......pero vamos,agredir de esa manera? wook le dijo muchas veces que solo queria ver a los niños,que no les dirian nada,solamente si el veía una mala situación,pero también dijo que no creía que eso pasara....y yesung se atreve a no darle el beneficio de la duda.....si wook hubiera querido hacerles daño o decirles algo,lo hubiera hecho sin avisare que iria.
    Oh dios,as´pasaron las cosas......seguro que sungjoon no sabia que eran hijos de wook y yesung?.....sospechoso,y lo de los nombres....aun más sospechoso....y si todo fue planeado por sungjoon porque ya sabia su destino y estos dos haciendose daño? aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

    tonto yesung,hablar bien y decirle esa condición en lugar de amenazas....no hubiera sido mejor o un buen comienzo..????.....eish

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  5. Casi he muerto con esto, demasiada tensión para mi corazón, no puedo creer todo lo que ha pasado. Wook y Yesung tuvieron algo de una noche, todo por un malentendido, aunque creo que Wookie sentía algo por Yesung, queda embarazado y termina dando a los pequeños en adopción, quienes son adoptados justo por Yesung y su esposo. Qué lío!!

    Al menos Yesung ya acepto que los vea, es una buena noticia, aunque creo que las cosas se van a seguir complicando.

    Gracias por la actu. Nos leemos en el siguiente cap

    Bye ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...